Víctor Hugo Acuña Ortega*

 

La historiografía liberal centroamericana:
La obra de Lorenzo Montúfar
(1823-1898)

 

vhacuna@cariari.ucr.ac.cr


Nota de la redacción:
Este artículo aparece también en la Revista de Historia (UNA-UCR, Costa Rica), no. 49-50, 2004 (en prensa). Agradecemos a la redacción de la Revista de Historia el derecho de su publicación en Istmo, para la cual se respetan las normas editoriales de la Revista de Historia, es decir, no adaptamos el texto al formato de Istmo. Esperamos poder contar con la comprensión de nuestros lectores.

Notas


 «Robespierristas, antirrobespierristas, por piedad,

díganos simplemente quién fue Robespierre».

Marc Bloch (1943).

 

«Es así como la historia, sin proponerse

'ninguna otra meta y ningún otro fin que

no sea el provecho que se obtiene de la verdad',

trabaja de una manera secreta y

segura por la grandeza de la Patria y,

al mismo tiempo, por el progreso del género humano».

Gabriel Monod (1876).

 

Introducción1

La Reseña Histórica de Centro-América de Lorenzo Montúfar es posiblemente la obra más extensa que se ha escrito hasta el presente sobre la historia republicana del istmo. Comprende aproximadamente 4700 páginas, distribuidas en siete tomos, y cubre el periodo situado entre 1828 y 1860.2 Como se podrá suponer, la mayor parte de ese material son documentos de diverso tipo, en su mayoría transcritos de manera integral. Fue editada en Guatemala entre 1878 y 1888 y fue dedicada por su autor al Presidente Justo Rufino Barrios. No obstante, Montúfar tuvo serias diferencias con este gobernante en 1882, situación que lo llevó al exilio hasta la muerte de Barrios, en 1885. Por tal razón, los primeros cinco tomos de la Reseña fueron publicados entre 1878 y 1881; mientras que los dos últimos fueron impresos en 1887 y 1888.

Lorenzo Montúfar es la figura emblemática del liberalismo centroamericano, nacido en Guatemala en 1823 y fallecido en esa misma ciudad en 1898. No obstante, prefería definirse como centroamericano y el exilio lo llevó a vivir en El Salvador y sobre todo en Costa Rica y más brevemente, en Perú y Panamá. En sus Memorias autobiográficas afirma:

«Nací cuando Centroamérica era una; cuando no había sufrido más desmembración que la de Chiapas; cuando formaba una sola nacionalidad cuyos límites eran: la República mejicana, Colombia y ambos océanos; y esta extensión territorial que existía sin desmembraciones, cuando vi la luz, la he considerado siempre como mi patria».3

En Costa Rica residió alrededor de veinticinco años (1850-61, 1864-68, 1869-75, 1882-85 y 1886-87) y aquí desempeño importantes cargos públicos: Magistrado de la Corte de Justicia, Ministro de Relaciones Exteriores de Juan Rafael Mora en la época de la guerra contra Walker, y Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de la Guerra de Tomás Guardia, de quien se distanció en 1875. En este sentido, Montúfar fue ante todo un hombre público centroamericano, un influyente político en El Salvador, en Costa Rica y en Guatemala y, como es sabido, el máximo representante del liberalismo radical centroamericano o, como dirían sus adversarios conservadores, del liberalismo «panterista». Desde el principio hay que tomar nota de que Montúfar era un hombre de acción y no solamente un erudito, pero debe decirse que fue Rector de la Universidad de Santo Tomás de Costa Rica, en dos ocasiones, y fue profesor y rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala. En fin, no olvidemos que pertenecía a la masonería.4

La Reseña forma parte de una extensa y variada obra, que incluye discursos y artículos periodísticos, alegatos y obras jurídicas, un manual de economía política, un pequeño libro sobre Morazán y la ya citada autobiografía. En fin, debe agregarse a esa producción la publicación de varios periódicos en Guatemala y en Costa Rica.5 No obstante, Montúfar es recordado sobre todo por su Reseña, obra que ejerció una notable influencia dentro de la historiografía centroamericana hasta bien entrado el siglo XX y que estableció el canon de la interpretación liberal de la historia del istmo. Por esta misma razón, es una obra a la que se refieren tanto los liberales como sus adversarios. La Reseña mantiene su interés hasta el presente, a juzgar por la circunstancia de que el extensísimo volumen VII, que en Costa Rica circuló bajo el título Walker en Centroamérica, fue reeditado recientemente en este país, con un prólogo del historiador Carlos Meléndez.6 La relevancia de Montúfar para la historia de la historiografía en Costa Rica derivaría de la existencia de este tomo de más de 1000 páginas, a lo cual hay que agregar que a lo largo de los otros seis tomos, varios centenares de páginas se ocupan de la historia de Costa Rica en la primera mitad del siglo XIX.7

 

El autor y su obra

Es interesante empezar este análisis de la Reseña describiendo cómo el autor se presenta en la página de portada del primer tomo. Aquí los lectores somos informados que ostenta las siguientes calidades:

1. Abogado de la América Central y del Colegio de Abogados de Lima.
2. Doctor en Leyes de la Universidad de Costa Rica.
3. Académico correspondiente de la Real Academia Española.
4. idem de la Real Academia de la Historia y de la Academia de Bellas Letras de Santiago de Chile.
5. Académico profesor de la Matritense de Jurisprudencia y Legislación
6. Individuo de la Sociedad de Geografía de París.

Según Claxton, Montúfar también perteneció a la American Academy of Political and Social Sciences.8

En consecuencia, sabemos que el autor es abogado, pero pertenece a varias sociedades doctas del Viejo y del Nuevo Mundo, unas de letras y otras científicas. En ese sentido, el autor aspira a ser considerado como un hombre de escritura, pero también como un practicante de la ciencia. En fin, se trata de una persona internacionalmente reconocida, aunque no pertenece a ninguna agrupación letrada del istmo, quizás porque en esa época apenas empezaban a aparecer.9 En sus escritos Montúfar insiste en que los viajes son un requisito indispensable en la formación de una persona y no ocultaba su orgullo por haber visitado Europa y Estados Unidos en distintas ocasiones. La publicación de la Reseña forma parte de un proyecto editorial más amplio concebido por Montúfar, como ministro de Barrios, que incluyó la reedición del libro de Alejandro Marure y la edición de una historia de la época colonial.10 Esta iniciativa recuerda el proyecto del liberal Mariano Gálvez, Jefe de Estado de Guatemala, quien en la década de 1830 promovió la edición del citado libro de Marure y la elaboración de una historia del Reino de Guatemala, encargada a Francisco de Paula García Peláez, quien fue posteriormente Arzobispo de Guatemala.11 Debe decirse que cuando en 1878 se publicó el primer tomo de la Reseña, aún no habían aparecido las historias nacionales encargadas por los distintos estados centroamericanos, las cuales empezaron a ser publicadas, algunos años después, en las décadas de 1880 y 1890.12

En este sentido, el marco institucional de la historia a que nos remite Montúfar se encuentra fuera de Centro-América, ya que en esta época no existía en el istmo ni una comunidad de personas dedicadas profesionalmente a la historia, ni una instancia en el sistema de educación superior dedicado a la formación de historiadores. La escritura de la historia en Centroamérica en este periodo era una actividad complementaria de un trabajo intelectual más amplio y de una vida pública intensa, es decir el historiador estaba subordinado al hombre de leyes, al ideólogo, al funcionario, al diplomático, al político o al periodista.13 Montúfar como hombre de acción era centroamericano, pero como historiador y escritor aspiraba a ser reconocido de manera internacional. Esta cuestión parecía importarle mucho porque en algunos de los prólogos de los tomos posteriores al primero hace referencia a los comentarios que la Reseña había recibido, tanto en Europa como en América Latina. Es interesante agregar que Montúfar aspiraba, lo cual no se hizo realidad, a que su Reseña fuese traducida al inglés, y la obra fue mostrada en la Chicago Columbian Exposition de 1893.14

La carta de presentación de Montúfar como autor apunta, como veremos más adelante, a una de las cuestiones centrales de su obra, la contradicción entre su intención realista o su pretensión de ser verdadero, propia de toda obra histórica, y su actitud militante, en la medida en que toda la Reseña está consagrada a denunciar las perversidades de los conservadores y a defender el programa y las acciones de los liberales. ¿Es posible hacer, en forma simultánea, historia verdadera e historia militante? He ahí la preocupación que obsesionaba al autor.

Debe agregarse que esta es una obra hecha por encargo oficial del gobierno de Guatemala, y, en el caso del tomo VII, también del gobierno de Costa Rica. De ambos recibió pagos simultáneamente, por lo cual sus adversarios políticos en la campaña presidencial de Guatemala de 1891 lo acusaron de corrupción.15 Dichos gobiernos países compraron copias de la Reseña para ser distribuidas en las escuelas.16 La escritura por encargo oficial es una situación característica de casi todas las obras históricas publicadas en el istmo en el siglo XIX. No obstante, debe decirse que eso no impedía que la obra fuese una mercancía de venta al público por parte del autor y de su editor. Así, encontramos anuncios que promovían la venta de la Reseña en 1878 y en 1888.17

Una mezcla de comercialización privada con subvención oficial de la obra se revela en la siguiente anécdota: en 1883, Juan N. Venero, en ese entonces Subsecretario de Gobernación, Gracia y Justicia del gobierno de Costa Rica y quien había sido director de La Gaceta, diario oficial de Costa Rica solicitó que se recibiera en pago de una deuda de 2.483, 59 pesos que « el señor Venero adeuda al Tesoro Público, por valor de un lote de terreno que compró al Gobierno en los baldíos de Santa Clara, cien ejemplares de la obra titulada ‘Reseña Histórica de Centroamérica’ escrita por el Dr. Lorenzo Montúfar». Dicha petición de cambio de libros de historia por tierras vírgenes fue aprobada por el Congreso y refrendada por el Poder Ejecutivo. Se trata de los cinco primeros tomos, hasta ese momento publicados, de la obra de Montúfar y se puede presumir que el gobierno de Costa Rica no tenía la intención de vender esos libros.18

El proceso de escritura de la Reseña estuvo marcado por la coyuntura política de Guatemala y por el papel desempeñado en ella por Lorenzo Montúfar. En efecto, como ya se dijo, su ruptura con Barrios en 1882 determinó que los dos últimos volúmenes fuesen publicados años después de ser editados los cinco primeros.19 La condición de alto funcionario público también le facilitó el trabajo de historiador, ya que para la preparación de su obra pudo contar con el privilegio de sacar documentos del archivo de Guatemala y llevarlos a su oficina o a su domicilio para consultarlos. Montúfar tomó prestados documentos desde octubre de 1877 y hasta octubre de 1879.20 Es posible que haya hecho lo mismo cuando preparó los tomos VI y VII. Según Claxton, en 1888 Montúfar había empezado la redacción de un tomo VIII de la Reseña y la revisión del segundo volumen de sus Memorias autobiográficas, pero ambos textos se extraviaron.21

 

La estructura de la obra

Esta cuestión nos puede dar cuenta de la manera en que la obra ha sido compuesta y estructurada. La narración de la Reseña empieza a fines de 1828 en medio de la primera guerra de la Federación y termina en 1860 con el fusilamiento de William Walker. El punto de partida lo justifica el autor diciendo que es en ese momento que se detiene la narración del tomo segundo del libro de Alejandro Marure.22 De este modo, la obra establece una filiación directa entre ambos libros. Montúfar recuerda que un solo ejemplar del tomo segundo de Marure fue salvado de las llamas tras el triunfo de los conservadores en 1839 e insiste en que hay un tercer tomo que quedó inédito, el cual los herederos de Marure han rehusado publicar. Evidentemente, la fidelidad cronológica de Montúfar hacia Marure no es más que la expresión de su afinidad ideológica. Como ya se dijo, Montúfar tomó la iniciativa de editar la segunda edición del libro de Marure; este rescate historiográfico fue ideológicamente selectivo ya que también Montúfar pudo haber reeditado las obras de su tío Manuel Montúfar y Coronado o de otros historiadores conservadores, pero ese no fue el caso. En efecto, la versión del Bosquejo es la de un Marure que era aún liberal. Según Montúfar, Marure se hizo conservador porque era una persona de frágil salud y de carácter débil, además de ser un hombre de pocos recursos económicos que tenía que vivir de su trabajo en la universidad y que no tuvo más remedio que someterse a la dictadura de Carrera. En el Prólogo a la segunda edición del Bosquejo, Montúfar expresa una opinión muy positiva sobre esta obra:

«Marure emplea un lenguaje correcto, ameno y castizo. Apoya su narración en documentos justificativos, y ameniza la obra con pensamientos filosóficos que entonces dominaban el autor».23

Como ya se dijo, la intención de Montúfar era llevar su Reseña hasta la década de 1870, es decir hasta el triunfo de los liberales, meta que no logró alcanzar, quizás porque se involucró en la política activa a inicios de 1890 y en 1893 sufrió un ataque que lo dejó inválido.

El ángulo de mira de los seis primeros tomos es Guatemala y el norte de Centroamérica, mientras que el último tomo se enfoca en el sur de Centroamérica y en particular, por razones obvias, en Costa Rica y Nicaragua. La obra está compuesta por capítulos más bien cortos, algunos de menos de 5 páginas en donde cada párrafo se presenta numerado. Esta práctica de numeración de los párrafos es abandonada por Montúfar en el tomo VII. El título de cada uno de los acápites que lo integran se consigna al inicio de cada capítulo. Dentro de cada acápite o sección se transcriben in extenso diversos tipos de documentos. Los párrafos en donde no hay documentos son usualmente cortos y hacen que la obra se asemeje por momentos a una crónica donde se consignan eventos en forma cronológica.. No obstante, en cada capítulo, con bastante frecuencia se incluye una sección denominada «Reflexiones» y otras veces «Observaciones», donde el autor expresa su punto de vista y saca sus conclusiones. Los temas principales de cada capítulo son, por supuesto, hechos militares y políticos y los debates parlamentarios, aunque en algunos momentos se hace referencia a fenómenos naturales notables y a algunas anécdotas de la vida cotidiana.24 También cuando lo considera pertinente por la importancia del personaje de quien se está hablando, Montúfar hace su biografía. En fin, en algunos capítulos se agrega un apéndice documental que, en particular en los últimos tomos, es denominado «Documentos Justificativos», como si estuviésemos delante de un alegato jurídico. Debe decirse que el tomo VI que cubre el periodo 1849-1853, no incluye esa sección de documentos. Montúfar, justifica esa ausencia afirmando lo siguiente:

«Tiene [el tomo VI] menos documentos que los anteriores, y su lectura por lo mismo es más fácil.»
«Los sucesos que refiere son, relativamente, recientes. Hay todavía muchos testigos presenciales de cada uno de ellos, y no se necesitan documentos para justificarlos.»25

Sin embargo, es posible que Montúfar haya sido también sensible a las críticas que se le habían hecho a los tomos precedentes, en el sentido de ser de difícil lectura por la cantidad tan grande de documentos que intercala en la narración o que remite al ya señalado apéndice de cada capítulo.

A pesar de que en los distintos capítulos encontremos la sección «Reflexiones», aunque no al final de cada uno de ellos, los tomos no tienen propiamente una conclusión. No obstante, en todos salvo el quinto, el libro se inicia con un prólogo en el cual el autor justifica su procedimiento y en donde, por tanto, encontramos lo que podríamos llamar su pensamiento histórico. Toda la obra carece del aparato crítico moderno: no hay bibliografías, no hay notas infrapaginales, ni tampoco se consigna el lugar donde se encuentran los documentos que se transcriben.

No obstante, debe agregarse que a lo largo del libro, el autor pone notas de pie de página donde hace digresiones y comentarios sobre los eventos que está narrando, algunos de ellos bastante extensos. Por otro lado, cuando cita un autor lo deja claramente establecido como, por ejemplo, Walker con la Guerra de Nicaragua o Felipe Molina con su Bosquejo. En este sentido, la Reseña expresa una profunda conciencia historiográfica, no solo porque se presenta como la continuación del trabajo de Marure, sino porque polemiza con historiadores conservadores como su tío Montúfar y Coronado26 y con autores extranjeros como Pablo Levy.27 A lo largo de la Reseña Montúfar evalúa el trabajo de los historiadores que lo precedieron; por ejemplo a Felipe Molina lo acusa de ser demasiado «diplomático» en sus análisis, en el sentido de evitar la crítica de los actores y de preferir, como un buen diplomático quedar bien con todas las partes. Los balances historiográficos de Montúfar son también balances ideológicos en los cuales evalúa la conducta y las ideas políticas del historiador en cuestión, a la luz de sus propias ideas liberales.28 En el tomo VII, dedicado a la guerra contra los filibusteros, Montúfar utiliza un recurso interesante y útil para el lector que consiste en transcribir distintas versiones de determinados hechos: por ejemplo, la batalla de Rivas del 11 de abril de 1857 contada por Walker, por el historiador nicaragüense Jerónimo Pérez, según un informe del teniente Pedro Barillier y según el parte de guerra del Presidente Juan Rafael Mora.29

La mayor dificultad que presenta el trabajo de Montúfar es el tratar de determinar cuáles son sus modelos historiográficos. En efecto, son raras en la Reseña, aunque no en otros escritos,las referencias a autores extranjeros, antiguos o modernos. No obstante, se infiere que en sus análisis políticos el autor tiene en mente a los historiadores romanos, y en los análisis militares a los que han escrito sobre las guerras napoleónicas, tal es caso del Conde de Ségur (1780-1873), que encabeza el prólogo del tomo I con el siguiente epígrafe: «La historia es la experiencia del mundo y la razón de los siglos.» Debe decirse que no hemos encontrado en la obra de Montúfar una sola referencia al historiador alemán Leopold von Ranke, aunque entre los franceses si cita a Renan, a Thiers y a Guizot.

 

El estilo de la obra

La retórica de la obra de Montúfar está marcada por una profunda ironía hacia las ideas de sus adversarios y por una burla constante de las creencias religiosas y de todo lo que considera superstición.30 Con frecuencia emplea el procedimiento de reducción al absurdo; de esta manera, se sirve de silogismos, falaces a todas luces, del tipo si los terremotos, son castigos de Dios contra los perversos liberales y sus acciones funestas, cómo explicar que se caigan los conventos y los templos y que, a veces, las residencias de los enemigos de la religión no sufran daños. Es en esta retórica donde más se pone de manifiesto la postura militante del autor, en donde más irrita y enfurece a sus adversarios y en donde más fácilmente es vulnerable de la acusación de falta de imparcialidad.

En general, el tono de la obra de Montúfar está marcado por la denuncia virulenta y sin complacencia alguna de sus adversarios y por la defensa a ultranza de sus correligionarios: los liberales son humanitarios en la guerra y en la paz, mientras que los conservadores son sanguinarios en todo momento. Esta actitud es bien manifiesta, por ejemplo, en su apología continua de Francisco Morazán y en su condena sistemática de Braulio Carrillo. Es conocido que esta postura moralizadora que distribuye premios y recompensas a los principales actores de la historia, en la cual el historiador, como si fuese un juez, absuelve o condena, es característica de la historiografía del istmo hasta bien entrado el siglo XX.31

Montúfar argumenta como un jurista o como un abogado ante una corte que pretende mostrar la inocencia de su defendido o la culpabilidad del ofensor. No en vano el apéndice documental que acompaña a muchos capítulos de la obra se denomina «Documentos Justificativos». Como si estuviera frente a un jurado aporta sus pruebas que a unos exime y a otros condena, es decir, el historiador Montúfar se dirige a sus lectores como el abogado litigante a su audiencia.32 Debe agregarse que Montúfar no se detiene en el suministro de la prueba ya que tiende a ser muy indulgente con los liberales y muy severo con los conservadores. Por ejemplo, en la narración de la guerra de Nicaragua es claro que tiende a minimizar las responsabilidades de los liberales nicaragüenses y de los otros liberales centroamericanos en relación con su conducta frente a Walker. Tal es el caso del general hondureño Trinidad Cabañas.33

El estilo de Montúfar se expresa plenamente en una serie de artículos que publicó en la prensa en 1892, en donde hace la defensa de Francisco Morazán polemizando con el conservador Agustín Mencos Franco, en el momento en el que se preparaba en Guatemala la conmemoración del centenario del nacimiento de Morazán. Estos artículos fueron compilados y publicados posteriormente por su hijo Rafael Montúfar en forma de un pequeño libro.34 En esta obra el historiador se comporta como el juez absolviendo a Morazán de lo que se le acusa y condenando a sus adversarios. Montúfar se sirve de la prueba documental para construir su argumentación histórica la cual, al mismo tiempo, es una argumentación jurídica. En este sentido, el autor se esfuerza en demostrar el carácter legal de las acciones de Morazán y el carácter ilegal de los actos de sus enemigos. Esta forma de argumentar se complementa con el intento de mostrar el carácter moral o inmoral de las acciones de los unos y de los otros. Como ya se dijo, la última línea de defensa se construye mostrando que los yerros y excesos de los liberales son ínfimos en relación con las atrocidades de los conservadores. Aunque pueda parecer que las razones de Montúfar para considerar que tiene la verdad de su parte son arbitrarias y puramente subjetivas, como veremos más adelante, se fundamentan en su filosofía de la historia, en la idea que él está del lado de las fuerzas del progreso, que son las que dominan en su siglo: lo legal, lo moral, lo justo, lo necesario se encuentran gobernados por las leyes del progreso. Según este abogado, sarcástico y apasionado, la verdad histórica está de su parte porque él se encuentra del lado del movimiento de la Historia, con mayúscula. Todos los que se oponen a ese movimiento inexorable representan, por tanto, precisamente, todo lo opuesto al sentido de la historia; eso es lo que encarnan aquellos a quienes Montúfar llama «serviles».

 

Cuestiones metodológicas

Los problemas de composición de la obra remiten a las cuestiones metodológicas y una de las primeras es el objeto de análisis, Centroamérica; y la forma en que se puede articular una narración histórica sobre el istmo en su conjunto. Veamos lo que dice Montúfar:

«La obra está dividida en capítulos cortos; su brevedad y la geografía política de Centro-América así lo exigen. La República estaba distribuida en cinco Estados. Es preciso hablar de todos sin que haya confusión. Limitarse a uno solo, sería lo mismo que pretender escribir la historia de Francia sin hablar que de Burdeos o de Marsella. Cada Estado exige capítulos separados. Exígelos igualmente el Gobierno Federal. Una narración rápida de un país con seis gobiernos, necesita muchas divisiones para ser clara. Se sigue el orden cronológico. Pero una u otra vez para completar un acontecimiento se da fin a lo que a él concierne, volviéndose en el capítulo siguiente al tiempo que ha servido de punto de Partida35

En consecuencia, es el hilo cronológico y lo que acontece en cada uno de los países los que sirven como criterios de composición básicos de la obra. En este sentido, Montúfar piensa que debe contar cinco historias independientes, pero interconectadas, sea por la Federación mientras esta subsistió, sea por las vinculaciones y prolongaciones de los eventos de un estado en la vida de los otros. La Centroamérica de Montúfar no incluye ni a Panamá, ni a Chiapas, aunque sí se refiere a México y a Colombia por las pérdidas de territorios de Soconusco en Guatemala y Bocas del Toro en Costa Rica. El objeto de estudio surge de una definición política e ideológica, el unionismo de Montúfar; pero expresa también una realidad objetiva: la circunstancia de que la historia de los cinco países estuvo muy imbricada durante el periodo que cubren los siete tomos de la Reseña. Esta circunstancia será progresivamente ignorada por los historiadores centroamericanos que escribirán con posterioridad a la Reseña y cuyo encargo consistirá en construir una versión de la historia «nacional», desgajada de la historia del conjunto del istmo; de este modo Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras e incluso Guatemala llegarán a tener su propia y particular historia.

Si este es el objeto de la Reseña, conviene preguntarse como entiende o concibe Montúfar el conocimiento histórico. Ya hemos adelantado que su intención «realista» es clara y, en este sentido, el autor opone radicalmente historia y ficción. Así, en el prólogo al segundo tomo se refiere a los comentarios que ha suscitado su obra y a la inclusión sistemática de documentos dentro del cuerpo del texto que, según algunos, lo afean:

«Los documentos –dice Montúfar– para la historia de Centro-América eran absolutamente desconocidos en el extranjero y sin ellos es imposible escribir con acierto una obra histórica. Un literato, un hombre de espíritu puede escribir sin documentos, novelas, romances, dramas y magníficos poemas; pero es imposible que escriba la historia de un país. La memoria más feliz no presenta todas las fechas, todos los nombres, todos los acontecimientos, todos los detalles.»

Como se puede observar aquí, Montúfar separa historia y ficción, declara que el documento es el fundamento de la historia y establece una separación entre la historia y el recuerdo. A continuación agrega:

«Por lo mismo, no he podido menos que oír como chanza la idea, que ha solido enunciarse, de que fuera de Centro-América, se escribe nuestra historia. Sin los datos que se encuentran en los archivos (entre los cuales se hallan algunos completamente desarreglados), en las bibliotecas particulares y en los escritorios de algunas personas curiosas, se escribirían extractos para niños o romances; pero no una narración que presente de relieve el verdadero estado de la patria.»36

En los párrafos citados anteriormente, se encuentra también enunciada la concepción de la historia de Montúfar: narración cronológica de acontecimientos protagonizados por determinadas personas. Según su definición, la historia es «espejo de la verdad que nos da en el cuadro de lo pasado el anuncio del porvenir». Obviamente, en la insistencia en los documentos es que se pretende que dicha narración sea una narración verdadera, aunque el estilo resulte sacrificado. Así, dice Montúfar:

«Esta obra no se ha escrito para agradar, sino para exhibir documentos y consignar verdades.»

«No puede agradar la exposición de documentos áridos, muchas veces incorrectos, y casi siempre fastidiosos; pero tampoco se puede hoy poner en evidencia de otra manera la verdad histórica. ¿Quién no dudaría ahora de la narración si ella descansara solo en la palabra de un hombre, a quien cree dominado por el espíritu de partido, o si los comprobantes fueran citas de mensajes que no se tienen a la vista, de discursos que en ninguna parte se consiguen, de actas que ya nadie recuerda o de leyes que para encontrarlas se necesita el trabajo de muchos días?
En el siglo XIX domina el escepticismo. Nadie es creído solo bajo su palabra: todos se ven obligados a presentar la prueba de sus asertos.»37

Esta profesión de fe cientificista, propia de los historiadores del siglo XIX, hace descansar la verdad en los documentos, de modo que ella emerge por sí sola, sin la intervención del historiador. Así, Montúfar afirma:

«La historia no es un libro, es una serie de sucesos que se realizan; los libros no hacen más que consignar esos sucesos. El que escribe un libro histórico debe procurar desaparecer en su obra, presentando a la vista los acontecimientos que narra como si se estuvieran verificando.»38

Aquí Montúfar hace eco de la conocida frase de Ranke y ciertamente, que está en sintonía con los historiadores de su época que habían trasladado la función de la prueba histórica del testimonio directo –el «yo vi con mis propios ojos» o «este testigo lo vio por sí mismo» y es confiable– a la prueba indirecta, pero más segura, que aporta el documento.39 Dichos historiadores también estaban en contra de la visión de la historia como una rama de la retórica en donde el estilo y la lección moral eran más importantes que la exactitud.

Curiosamente, Montúfar exige esta responsabilidad a la historia contemporánea, a la historia más reciente, la cual es, vale la pena recordarlo, su verdadero objeto de estudio, mientras que admite que la historia más antigua no requiere tanto este tipo de prueba. La razón de dicha oposición radica en que en la historia contemporánea la narración del historiador puede ser cotejada y confrontada por la memoria de los contemporáneos que fueron protagonistas y testigos de los hechos que el historiador cuenta. Dice Montúfar:

«Se ha dicho y se repite diariamente que es muy difícil escribir la historia contemporánea.
Yo creo mucho más difícil escribir la historia antigua.
Ningún testigo presencial puede venir a justificar sus páginas.
Los errores del historiador suelen prevalecer, porque muchas veces no hay quien registrando archivos y sacudiendo libros viejos diga: ‘esto no fue así’.
Los acontecimientos recientes están a la vista de los pueblos.
Los actores del drama político, sus hijos, parientes o amigos, viven. Ellos pueden combatir al autor, corregir sus errores y poner en exhibición los sucesos tales como pasaron, para que se depure la verdad.»40

  La razón de esta distinción de exigencias entre la historia más reciente y la historia más antigua radica en que en esta última el interés es menor y el «deseo de impugnación» menos urgente. Según Montúfar:

«Si se tratara de acontecimientos de una época lejana, el deseo de impugnación sería menos vehemente, porque a nadie interesa ya saber por qué la primera misa entre nosotros se celebró sin vino, por qué huyó el viejo indio Camacho, ni que sucedió a Gonzalo de Campo. Sobre todo esto se puede escribir con mucha libertad. La imaginación y la verdad relativa pueden ocupar el sitio de la verdad absoluta y publicarse romances en lugar de narraciones históricas. No sucede lo mismo cuando se trata de lo que hicieron nuestros padres, de lo que nosotros mismos hemos hecho. Entonces se exige prueba al escritor, y es preciso que él aduzca con toda plenitud.» 41

Obsérvese, que la diferencia radica en que la historia contemporánea es indisociable de los luchas políticas del presente; en otras palabras, la historia tal y como la entiende Montúfar, es un arma en la disputa política. Posiblemente, este desinterés por la historia más antigua, por ejemplo, la historia colonial se explique por qué, dentro de su perspectiva liberal, su juicio sobre esa época estaba establecido: bastaba saber que había sido una era de oscurantismo. Nosotros sabemos en la actualidad que cualquier etapa de la historia puede ser manipulada con fines de tipo político.

Es interesante ver la relación que el autor establece entre ciencia y política que nos permite comprender su obsesión con la transcripción de documentos:

«Si en las ciencias y en las artes el escepticismo impera, en política todo lo avasalla. Hay siempre personas y partidos interesados en negar las verdades que se enuncian y es preciso que la prueba de todo lo que se dice sea evidente»42

 En síntesis, para Montúfar el documento, trascrito con frecuencia de manera integral, es la base de la historia, es su elemento de evidencia y el medio que permite destruir la falsedad y establecer la verdad. Montúfar también justifica su procedimiento de transcribir documentos en abundancia como un recurso para salvarlos de los «serviles», empeñados en que la verdad no se sepa y, por esa razón, siempre dispuestos a destruir y a ocultar los documentos del pasado.43

Una peculiaridad de la historiografía de Lorenzo Montúfar es que el universo histórico en el que se posiciona para escribir historia no es una nación realmente existente o en proceso de construcción, como sería el caso de los otros historiadores centroamericanos del siglo XIX, cuya tarea consistió en darle raíces en el tiempo a las naciones para cuyos estados escribieron obras por encargo, sino una nación que no llegó a constituirse y de la cual el supuesto heredero en el presente era un partido, el partido liberal. Como ya se dijo, el objeto de estudio de la Reseña es la fallida nación centroamericana y, como ha señalado Arturo Taracena, la diferencia entre Montúfar y los historiadores centroamericanos posteriores es que estos solo escribieron historias de sus respectivos países. Dicho en otros términos, la intención historiográfica de Montúfar era la fundación de la nación centroamericana, mientras que sus sucesores tuvieron por tarea inventar, en el plano de la escritura de la historia, sus respectivas naciones, aquellas comunidades políticas herederas de los estados de la desaparecida Federación.44 Esta oposición se expresa claramente en la polémica en que se enfrentaron, alrededor de la figura de Francisco Morazán, Montúfar y el conservador Agustín Mencos en 1892. Este último autor es muy explícito en cuanto a su opción nacional, su patria es Guatemala, no Centroamérica:

«...nosotros creemos, sin embargo, que el amor a la gran patria no impide el amor a nuestro Estado nativo. Todavía más. Hoy que nuestro antiguo Estado se ha convertido en la soberana e independiente República de Guatemala, el amor a Guatemala, perdónenos el señor Gavidia, se sobrepone en nosotros al amor a Centroamérica; y por consiguiente, el honor y la dignidad guatemaltecos son para nosotros más atendibles que cualquier otra consideración. Y si esto es así, si somos guatemaltecos, antes que centroamericanos, convengamos en que es impropio celebrar a quien entró en son de conquista a los patrios lares, a quien nos trajo el yugo de extraña dominación.»45

Según Mencos, es una ofensa para el nacionalismo guatemalteco pretender erigir un monumento y festejar el centenario del natalicio de Francisco Morazán, extranjero que agravió y humilló al pueblo guatemalteco. Como se puede suponer, la respuesta de Montúfar es que ésta no es más que la conocida visión de los «serviles». Pero, en todo caso, es claro que la memoria de Morazán levanta un contencioso entre dos definiciones distintas de la nación.

Desde fines del siglo XVIII, el estado-nación ha sido el objeto, la justificación y el encuadre analítico del quehacer de los historiadores, de modo que su tarea ha consistido en pensar desde, para y por su nación..46 Así, en esta polémica se enfrentan dos visiones de la historia centroamericana del siglo XIX que suponen, como ya se dijo, dos proyectos de naciones diferentes: el primero pretende reconstruir una nación fallida y puede ser considerado un nacionalismo de unificación; el segundo intenta crear, a partir de los restos de la nación fallida, cinco naciones diferentes y este proyecto puede ser considerado como un nacionalismo de secesión.47 En la perspectiva de esta polémica, aquel que ataca la idea propia de nación no defiende otra idea de nación, sino solo los intereses y la opinión de un partido, liberal o conservador. A lo largo de la Reseña, Montúfar atribuye a los «serviles» el fracaso de la Federación y la equivocada fundación de las repúblicas centroamericanas. Mencos, por su parte, considera que Morazán no es la representación del conjunto de una nación, sino el estandarte de un partido:

«Cualesquiera que hayan sido los principios de aquel jefe, siempre resultará (siguiendo las teorías de la gran patria centroamericana que sienta el señor Gavidia)... que sus luchas fueron luchas civiles, que sus triunfos fueron triunfos sobre hermanos. Siempre resultará, en fin, que Morazán es héroe de partido, pero no de toda la nación; jefe de algunos guatemaltecos, pero no de todos.»48

Como la historia de Montúfar carece de la legitimidad que brinda hablar en nombre de un estado-nación existente, dado que la nación Centroamérica solo existe como vaga aspiración de muchos o como tema en el programa de un partido, el liberal, parece natural que haya sido acusada reiteradamente de parcial y de subjetiva, por ser una historia no al servicio de una nación por inventar, sino, supuestamente, de un partido por fortalecer. Además, como ya se señaló, la retórica de Montúfar refuerza esta impresión. Tales críticas de parcialidad, sesgo partidario, apasionamiento, falta de objetividad, omisión y manipulación de documentos, obsesión anticlerical e, incluso, lo que es más grave, destrucción de evidencias desfavorables a sus tesis, se han venido repitiendo desde que aparecieron los primeros tomos hasta tiempos recientes. Salvo el último, dichos cuestionamientos tienen algún fundamento, pero presentan dos problemas: por un lado, presuponen que quienes critican sí son imparciales y no son subjetivos, supuesto que es necesario poner en duda, no solo porque se trata de una petición de principio, sino porque no aborda el problema de fondo, el de las condiciones requeridas para que la historia como conocimiento pudiese ser imparcial u objetiva en aquella época; y, en segundo lugar, se limitan a juzgar sin tratar de comprender o de explicar las razones por las cuales Montúfar se sentía seguro de que, a pesar de sus diatribas, su obra era fiel a la verdad.49

Francisco Lainfiesta brinda una curiosa explicación sobre el tono apasionado y militante que predomina en la Reseña, el cual sería resultado de la instigación del presidente Justo Rufino Barrios y de su ministro Martín Barrundia y de los resentimientos de Montúfar por las persecuciones padecidas en la época de los conservadores:

«El doctor Montúfar tuvo que escribir bajo la influencia apasionada de Barrios y Barrundia; y es por esto que de tan larga labor que desempeñó, escribiendo cuatro o cinco tomos de la ‘Reseña Histórica’, solo puede considerarse útil y provechosa la documentación en ella publicada. La parte Filosófica, no merece atención alguna, por cuanto no procede de la consideración fría e imparcial de los hechos, sino de un tejido de exageraciones y suposiciones sostenidas bajo el plan de atacar y zaherir constantemente a los hombres del partido servil o conservador. Barrios y Barrundia, daban puntos a ejemplo del cuento de un tacuazín cazado por el general Zavala, para que los comentase en la Historia, y aparte de esta presión, que le obligó a ocuparse en insultos y vulgaridades; el mismo Montúfar, que había sufrido persecuciones de los serviles, respiraba por sus heridas, y ponía de su voluntad grandes desahogos; siendo muy frecuentes y especiales los que dirigía contra don José Milla y Vidaurre, su antagonista historiador.

«Como a mí me tocaba muchas veces corregir las pruebas de la Historia que escribía Montúfar; solía hablar de los pasajes que leía, llamando la atención de Barrios o de Barrundia, sobre que aquella no era Historia, sino una acusación seguida e interminable al partido conservador y en una de tantas veces, me dijo Barrundia las siguientes frases que me parece condensa el juicio que merece la labor del doctor Montúfar: ‘Está muy bueno: es la Historia contra los serviles’.

«La obra fue costosísima para el país, pues se imprimían 4 o 5 mil ejemplares de cada tomo; y es muy de sentirse no se haya procurado se redactase con la calma y la imparcialidad debidas, aprovechando las altas dotes que para hacerlo así, pudo haber puesto en juego el distinguido hombre público, doctor Montúfar; a quien, sin embargo, gran servicio se le debe con la reunión y publicación de los interesantísimos documentos que la obra registra.» 50

De esta manera, es importante ver la forma en que Montúfar responde a las acusaciones de parcialidad. Su estrategia no difiere de la asumida por los historiadores del siglo XIX, para los cuales los documentos hablaban por sí mismos. Como pensaba Gabriel Monod, servir a la ciencia y servir a la patria eran una y la misma cosa. Montúfar creía que defender la causa del partido liberal y buscar la verdad eran tareas totalmente coincidentes. Esta convicción lo autorizaba a asumir su estilo irónico y vitriólico contra sus enemigos conservadores, el cual escandalizaba a sus adversarios y que, incluso hoy, parece excesivo. Veamos cómo aborda Montúfar la cuestión de la imparcialidad. Para empezar, señala que es posible ser imparcial y que su intención ha sido serlo, pero que es ilusorio pretender que el historiador no pertenezca a ningún partido, ya que todos los que han escrito sobre la historia del istmo, desde la Independencia, han tenido alguna inclinación partidaria. Pero el argumento clave de la imparcialidad es el siguiente:

«Los hechos que se enuncian no han sido contestados, ni pueden serlo, porque los justifican documentos fehacientes. La falta de imparcialidad se atribuye a las reflexiones, al juicio particular del autor sobre cada uno de los sucesos que se narran.

«Pues bien, supóngase en la obra suprimidas todas las reflexiones, y existentes todos los hechos comprobados con documentos fehacientes; y estos hechos por sí solos hablarían con evidencia a la conciencia pública.» 51

La misma idea de los documentos como garantes de la imparcialidad es formulada por Montúfar un poco más adelante en el mismo texto, el prólogo al tercer tomo:

«Se me han hecho dos cargos que se destruyen: 1º aglomeración de documentos: 2º falta de imparcialidad. Los documentos aglomerados expresan la verdad: luego no hay interés en ocultarla, sino deseo de exhibirla.»52

La esencia del argumento de Montúfar consiste en afirmar que poco importan sus opiniones, ya que lo que cuenta son los documentos que aporta. Veamos su argumento:

«El clero, el partido servil, todos los hombres de los treinta años y los sucesores en sus ideas, condenan estos cinco volúmenes atribuyéndoles pasión, odio, venganza, inexactitud histórica.
«A esto se ha contestado que esos cinco volúmenes están documentados.
«Tan documentados están que su lectura se hace difícil por la multitud de documentos que contienen.
«En un periódico de Viena se ha censurado al autor de la Reseña por esa exuberante documentación.
«Allá no se sabía el motivo que el autor tuvo para documentar así sus asertos.
«Muchos de ellos son increíbles y solo la documentación puede presentarlos como ciertos.
«Cuando el partido servil dice que en la Reseña no hay verdad sino pasión, se le contesta: los asertos están documentados, quitad las observaciones del autor y dejad solo los documentos y la verdad quedará en pie.
«A este argumento se ha respondido de palabra, pero no por escrito que esos documentos están falsificados.
«No se ha podido decir por escrito lo mismo, porque una demostración auténtica echaría abajo la impostura.» 53

Evidentemente, el autor supone una univocidad en los documentos como si estos fueran susceptibles de una única y exclusiva interpretación; del mismo modo que pareciera pensar que describir o establecer los hechos es sinónimo de explicarlos; cuestiones que como sabemos no son lo mismo. En el prólogo del primer tomo de la Reseña dice lo siguiente:

«Al escribir esta Reseña,me encuentro bajo una pesada atmósfera de errores, y para restablecer la verdad necesito colocarme al frente de esos errores, a fin de procurar destruirlos con documentos, con raciocinios y con narraciones.»54

No obstante, como es conocido, estos fueron los presupuestos epistemológicos de muchos de los historiadores llamados positivistas. En este sentido, Montúfar expresa una cierta manera de pensar la disciplina que era típica de los historiadores de su tiempo. La diferencia radica en que aquellos, no todos por cierto, trataban de construir una narración, más aséptica y menos militante; mientras que Montúfar no se tomaba tales precauciones y este era su talón de Aquiles. Así, se tornaba fácil calificarlo de parcial y de partidario, a pesar de que quienes lo acusaban, envueltos en el manto de ser historiadores puramente factuales, obviamente, también lo eran.

Más allá de las mutuas acusaciones, hay que recordar que Montúfar, aunque se presente como historiador, fue también protagonista de la historia que relata, por lo menos a partir de 1848, y testigo consciente desde, al menos, los inicios de la década de 1840. Por lo tanto, en su obra hay un fuerte componente memorialístico o testimonial. Tal circunstancia la recuerda a lo largo de la Reseña cuando ese es el caso. A veces como recurso de distanciamiento utiliza la tercera persona del singular:

«En Costa Rica apareció entonces [1850] un periódico titulado «El Observador, escrito por Lorenzo Montúfar, joven entonces que había salido de Guatemala con motivo del regreso a ella de Carrera»55

Deberíamos agregar que los capítulos de la Reseña dedicados a Costa Rica en el tomo VI y el propio tomo VII están marcados por la circunstancia de que Montúfar vivía en ese país en el momento de los acontecimientos que relata y que directa o indirectamente no solo fue testigo, sino también protagonista de ellos.

Para Montúfar la historia se escribe con documentos y siendo fiel a la cronología. El principio cronológico preside toda la organización de su texto y en reiteradas ocasiones, cuando no puede serle fiel, se siente obligado de dar explicaciones o de pedir disculpas a sus lectores. Así, por ejemplo en la «Advertencia» del tomo IV se excusa por referirse a eventos previos a la muerte de Morazán, hecho con el cual ha finalizado el tomo III y al respecto dice lo siguiente: «...lo cual parece una falta cometida contra el orden cronológico, que debe dominar en toda narración histórica.»56

En su preocupación por el documento y por la cronología Montúfar es decididamente un historiador del siglo XIX, pero también por su creencia en el progreso como principio de su época. Así, el historiador y el memorialista pretenden ser portadores de la verdad, la cual está garantizada por los documentos, pero también porque dicha verdad coincide con la ideología del partido liberal, de tal manera que la verdad está del lado del progreso y de la razón. Es esta ideología la que le permite construir lo que podríamos denominar su filosofía de la historia, es decir una serie de interpretaciones sobre la evolución histórica de Centroamérica a la luz de su liberalismo.

Conviene insistir en que la interpretación liberal de Montúfar sobre la historia de Centroamérica en el siglo XIX fue hegemónica en Guatemala y en los otros países centroamericanos hasta bien entrado el siglo XX e influyó profundamente en la obra de autores extranjeros como Bancroft.57 Según Woodward, entre 1871 y 1945 el punto de vista liberal «se volvió generalizado y se incorporó a los libros y a las conciencias públicas.»58 En este sentido, las ideas de la Reseña tuvieron una recepción y una difusión masiva, gracias al aparato educativo y al prensa.

 

La explicación histórica

Antes de analizar los elementos de interpretación de la historia centroamericana presentes en la Reseña, es necesario intentar ubicar la idea de tiempo, de temporalidad; o si se prefiere el régimen de historicidad, según la expresión de François Hartog, en el cual se ubica la obra de Montúfar. El autor definitivamente se encuentra inscrito en el régimen temporal de la modernidad en el que, como señala Koselleck, es el futuro el que explica y determina el pasado, en la medida en que la distancia entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa, categorías básicas en el análisis de este autor, no dejan de agrandarse, con la consecuente percepción de una aceleración de la historia. La historia deja de ser, entonces, una herencia para convertirse básicamente en continuos proyectos, sometidos a las leyes del progreso.59 Montúfar como buen liberal asume plenamente la ideología del progreso y mide la realidad centroamericana a la luz de ese parámetro y así nos dice:

«El renacimiento presenta la aurora radiante: los grandes sucesos del siglo XVI se encadenan en el porvenir hasta la caída de los estuardos de Inglaterra, la revolución de Francia, la independencia del Nuevo Mundo, el advenimiento de los Estados Unidos de América, la unidad de Italia.
«Viendo desde este punto lo pasado, es una sucesión de causas que se eslabonan, que se ligan, que se unen para cumplir la ley santa, la ley augusta, la ley suprema de la perfectibilidad humana.»60

Es a la luz de esta ideología del progreso, de esta manera de ver la historia moderna, que podemos entender que Montúfar considere que la verdad está de su parte y que la manera de escribir la historia es con documentos y respetando un hilo cronológico. La imparcialidad está garantizada por las leyes del progreso y los llamados «serviles» como diría Montufar «no pertenecen a este siglo», expresión recurrente en el lenguaje de la Reseña.

Según Koselleck y Hartog la forma de escritura adecuada al régimen de historicidad de la modernidad es la historia llamada positivista, la cual deja atrás la historia magistra vitae, originada desde el mundo antiguo y basada en una representación circular del tiempo.61 Como hemos visto, la escritura de la historia de Montúfar corresponde a dicho régimen. Sin embargo, el autor parece no ser plenamente consciente porque en las ocasiones en que intenta hacer una definición de la historia como saber es fiel a la vieja definición de la historia maestra de vida. Así, nos dice:

«Los acontecimientos son los mismos en todas las edades, en todas las latitudes y bajo todos los meridianos. La diferencia está en el teatro donde se ejecutan y en los actores que los representan.» 62

Esta idea, evidentemente, está en contradicción con una visión de la historia como un proceso de perfección continua en el cual, es obvio, que el futuro es siempre totalmente diferente del pasado. Es posible que la visión de la historia como maestra persista en la retórica de las elites más allá de la época en que representó la forma de experimentar el tiempo de la vida social y de aprehenderlo en términos de los relatos históricos. También se podría proponer que dichas elites no consideraban contradictorio creer en el progreso y conservar la creencia de que la historia enseña y de ella se aprende. De todos modos, es el régimen de historicidad de la modernidad el presupuesto básico de la interpretación de Montúfar de la historia centroamericana. Agreguemos que es evidente que una visión de la historia como progreso en el tiempo es la adecuada a una ideología de cambio social, mientras que la visión de la historia como proceso circular es más afín con un pensamiento conservador.

Es muy interesante señalar que esta representación del tiempo y de la historia, como experiencia humana y como conocimiento, se encuentra ya en Alejandro Marure cuando aún era liberal. En su famoso discurso inaugural de 1832, aunque encontramos la vieja idea de la historia como maestra, se nos presenta el curso de la humanidad en la época moderna como el triunfo de la razón, de la ciencia y del progreso, frutos de una serie de revoluciones. Así, no es casual que Marure en este texto llame a su tiempo una «época feliz». Este autor es consciente de la novedad de los tiempos que vive y de su diferencia radical con periodos anteriores.63

Veamos como nos explica Montúfar la dinámica de la historia del istmo en el siglo XIX: los actores y los factores de la historia centroamericana desde la Independencia han sido dos partidos, serviles y liberales, y determinadas fuerzas sociales, la aristocracia, el clero y las masas indígenas. Como sabemos estas temáticas, a partir de la obra de Marure, son bastante conocidas en la historia centroamericana, caracterizan la historiografía liberal, fueron retomadas por algunas corrientes marxistas, con la noción de «revolución democrático-burguesa» y empezaron a ser criticadas a partir de los trabajos del historiador estadounidense Bradford Burns y más recientemente por quienes se han interesado por los problemas étnicos en el istmo.64 De todos modos, aquí las vamos a ver brevemente, tal y como se expresan en la obra de Montúfar, es decir como aparecen en sus orígenes.

«Desde la Independencia, –dice Montúfar– los dos partidos políticos en que ha estado dividido el país, han tenido diferentes denominaciones. Un partido se llamaba servil o moderado, y otro liberal o fiebre. Los serviles no han insistido en Centro-América, como en otros países en que se les llame moderados. Probablemente, ellos comprenden que la historia de Centro-América es un argumento terrible contra tal moderación. Quieren que se les llame conservadores. No en todos los periodos de nuestra historia han podido tener esa denominación. Pudo llamárseles conservadores cuando querían conservar el régimen español y el imperio mexicano; pero no podían llamarse conservadores sino retrógrados y reaccionarios cuando querían destruir la nación y las leyes liberales. Desde el 13 de abril de 1839, los serviles pudieron volverse a llamar conservadores porque se proponían conservar el solio ensangrentado de Rafael Carrera.»65

Las bases sociales de ese partido servil son el clero y la llamada aristocracia o nobleza, la cual –advierte Montúfar– no es exactamente tal:

«En esta Reseña se habla de nobles y de aristócratas para seguir las denominaciones usuales y las creencias de algunos biógrafos; pero en realidad, en Centro-América no hay nobleza ni la hubo jamás. Determinadas familias formaron ligas para no mezclarse con el resto del país, y para imponer su autoridad a la nación entera. Estas ligas, más hostiles al pueblo que la nobleza europea, es lo que se ha llamado aristocracia.»66

Habría que determinar si detrás de esta perspectiva de conflictos de clases y de partidos no se encuentran las ideas de los historiadores románticos de la revolución francesa, Guizot, Thierry, Mignet y Michelet, quienes introdujeron la noción de luchas de clase como clave de interpretación de la historia moderna, noción que sería retomada por los fundadores del marxismo.67

El fundamento de la dominación de los serviles ha sido «la ignorancia de los pueblos», pero en el caso del istmo ese factor adquiere un rasgo específico: «Los indios no eran más que miserables agentes y misérrimos instrumento de los serviles.»68

Es indiscutible que un elemento clave de la interpretación de Montúfar es su visión negativa y profundamente pesimista de los indígenas. En su opinión, están decididamente en contra del progreso y son una verdadera rémora.

«Si examinamos algunos pueblos de la América española veremos que el gobierno sufre mucho de la protección de ellos y que son una gran rémora para el progreso.
«Ellos aman todo lo viejo y detestan todo lo nuevo.
«Por lo mismo los partidos recalcitrantes han encontrado en esos pueblos inmenso apoyo
 «Por la misma razón las medidas de progreso y de regeneración humana, las rechazan en su gran mayoría.»69

Una manera distinta de plantear la misma perspectiva, se presenta en términos de la herencia colonial: los indígenas, el catolicismo, el clero y la aristocracia son la herencia que España dejó en el istmo. Dice Montúfar:

«España de la casa de Austria imprimió en Guatemala su índole y sus costumbres, porque Guatemala fue el asiento de las autoridades españolas, del alto clero y de la aristocracia. Estos elementos, adversos a toda innovación, se unieron a enormes masas de indios bárbaros que se oponen a que se les enseñe lo que no supieron sus padres y a practicar lo que sus mayores no practicaron. He aquí dos poderosos elementos diversos que se unen para oponerse a la revolución social.»70

Con este criterio de herencia colonial, Montúfar opone a Guatemala, los otros estados centroamericanos en donde las fuerzas de la «inmovilidad» fueron menos poderosas. Con este mismo criterio, Montúfar analiza a Costa Rica, país que por su «homogeneidad» considera excepcional en toda la América española.71

Es interesante agregar que Montúfar no se esfuerza en explicitar cuales son las bases sociales del partido liberal. Simplemente, señala que una de sus características funestas ha sido la tendencia constante a fraccionarse, aunque debe indicarse que manifiesta una evidente simpatía e inclinación por los artesanos. En fin, el último elemento que interviene en la dinámica histórica centroamericana, tal y como la concibe Lorenzo Montúfar, es lo que él denomina el espíritu de localismo, arma de los serviles, y del cual no están exentos los liberales.

«No hay elemento más peligroso que el espíritu de localismo, tanto más grande, cuanto más pequeños son los pueblos que lo abrigan. El espíritu de localismo no ha permitido jamás que un centro-americano se crea en su patria, cuando pisa el territorio de Centro-América, si se halla fuera de la ciudad, villa o aldea en que nació. El que se fije en los acontecimientos desde el año 1811, observará que el espíritu de localismo ha sido siempre explotado con siniestras miras y que fue siempre el arma más poderosa de los serviles.»72

El trasfondo básico de la interpretación liberal de la historia de Centroamérica está bien sintetizado en dos personajes, cada uno trágico a su manera: Francisco Morazán, el apóstol del unionismo, y William Walker, símbolo de lo que la ausencia de unión representa para Centroamérica.

 

Conclusiones

Es fácil decir que la idea de la historia que tenía Lorenzo Montúfar expresaba un realismo ingenuo y que su visión del pasado de Centroamérica es totalmente maniquea. Sin embargo, hemos tratado de mostrar que sus ideas se sitúan dentro de determinado horizonte de expectativa, ampliamente difundido entre las elites occidentales desde fines del siglo XVIII. Se comprende mejor a Montúfar si ubicamos su quehacer como historiador dentro del régimen de historicidad de futuro pasado, en el cual la historia se representa como la marcha continua por la vía del progreso y en donde la historia como práctica humana y como saber se confunden por ser ésta conocimiento de sí misma. Como el historiador conoce las leyes de la historia y con ellas se alinea, su escritura de la historia, sustentada en pruebas documentales, es verdadera. La verdad estaba del lado del progreso y el progreso estaba del lado de la verdad, por eso sus ataques a los «serviles» no afectaban en nada la verdad de sus asertos, apoyados, además, en «documentos justificativos» La razón estaba de su lado porque la historia en su marcha progresiva estaba de su parte.

Esta confrontación con el Montúfar historiador es útil para reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de la historia como un conocimiento con pretensiones realistas y «veritativas» en nuestra época y como un recordatorio de que es demasiado fácil atribuir al otro la carencia de imparcialidad y objetividad, sin tomarse la molestia de revisar los límites y determinaciones del propio discurso; pero es también una invitación a pensar los problemas específicos de la historia centroamericana, tanto la pasada como la más actual. En este sentido, puede ser útil preguntarse sobre el liberalismo de Montúfar. No es una novedad decir que su liberalismo era más económico que político. De este modo, Montúfar era, ciertamente, un convencido de la propiedad privada, la libre iniciativa, la inversión extranjera y el llamado «crecimiento hacia fuera», aunque lamentaba que en Centroamérica el espíritu de empresa y la voluntad de formar sociedades eran débiles, por lo cual era necesaria la acción del Estado. Pero en términos políticos, pensaba que el progreso era más importante que la libertad política o los principios constitucionales; de este modo, consideraba que la dictadura liberal, no la conservadora por supuesto, era un mal necesario, aunque transitorio, concepción que puso en práctica tanto con Barrios en Guatemala, como con Guardia en Costa Rica.73 Pero quizás el mayor problema del liberalismo de Montúfar es que no encuentra la forma de dar cabida a las masas populares y, sobre todo, a los indígenas en la nación y en el Estado. En su perspectiva quienes rechazan el progreso están fuera de la historia y, por tanto, no pueden ser ciudadanos. Así, el liberalismo de Montúfar es elitista, autoritario y productivista. Es posible que este siga siendo el principal problema no resuelto en Centroamérica, desde la época de la Ilustración, es decir, la imposibilidad para conciliar el crecimiento con la ciudadanía.

©Víctor Hugo Acuña Ortega


Notas

arriba

vuelve * Doctor en Historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Universidad de París Sorbona. Docente del Posgrado Centroamericano en Historia e investigador del CIHAC, Universidad de Costa Rica. Correo electrónico: vhacuna@cariari.ucr.ac.cr.

vuelve 1. El autor agradece al colega Arturo Taracena por la inspiración y por el apoyo que le brindó para realizar este estudio y también a Raúl Aguilar y a Michel Bertrand por sus comentarios a una versión previa de este trabajo..

vuelve 2. Lorenzo Montúfar. Reseña Histórica de Centroamérica. 7 volúmenes. Guatemala: Tipografía «El Progreso», Tomo I, 1878, Tomo II, 1878 (el prólogo es de abril de 1879), Tomo III, 1879, Tomo IV, 1881, Tomo V, 1881 y Tipografía «La Unión», Tomo VI, 1887 ( el prólogo es de enero de 1888) y Tomo VII, 1888. (El tomo VII fue publicado también con el título Walker en Centroamérica).

vuelve 3. Lorenzo Montúfar. Memorias autobiográficas. Guatemala: Tipografía Nacional, 1898, p. 17. Esta es una obra póstuma publicada por Rafael Montúfar, hijo del autor. Por referencias que aparecen en el texto, se infiere que Montúfar inició la redacción de sus Memorias en 1893 (ver pp. 21, 63, y 321). La obra comprendía dos tomos (ver nota del editor en p. 352), de los cuales solo se publicó el primero, el cual finaliza en 1875, momento en el cual el autor se trasladó de Costa Rica a Guatemala, llamado por el gobierno de Barrios. Con muchas modificaciones de forma y contenido, el libro fue reeditado por Carlos Meléndez y Faustino Chamorro: Lorenzo Montúfar. Memorias autobiográficas. San José: Editorial Libro Libre, 1988.

vuelve 4. El estudio más erudito y más completo sobre la vida y la obra de Lorenzo Montúfar es el trabajo de Robert H. Claxton. Lorenzo Montúfar: Central American Liberal. New Orleáns: Tulane University, Tesis de Doctorado, 1970. Existen otras dos tesis sobre Montúfar: Gastón Fournier Facio. El Dr. Lorenzo Montúfar y el pensamiento liberal en Centro América. Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Costa Rica, 1970 y Arthur Harry Roth. Lorenzo Montúfar: Central American Hero of Liberalism and Spokesman for Guatemala’s 1879 Constitution.Tesis de Maestría, University of Miami, 1949. La genealogía de Montúfar se encuentra en Joaquín Alberto Fernández Alfaro. «Lorenzo Montúfar». Revista de la Academia de Costarricense de Ciencias Genealógicas, 16-17, 1970, pp. 17-67 y en Edgar Juan Aparicio y Aparicio. «Los Montufar». Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, LVI, enero-diciembre, 1982, pp. 303-322. (Agradezco la primera referencia al colega Eduardo Fournier, y la segunda a Francisco Cordero, descendiente de Lorenzo Montúfar). 

vuelve 5. La tesis de Claxton incluye una lista cronológica, prácticamente exhaustiva, de los escritos de Montúfar. (pp. 299-317). También ofrece una extensa bibliografía sobre lo que se había escrito sobre Montúfar hasta 1970 (pp. 321-340). Para nuestra investigación, además de la Reseña, se consultaron las siguientes obras de Lorenzo Montúfar: El General Francisco Morazán. Guatemala: Tipografía Americana, 1896. Discursos. Guatemala: Tipografía «La Unión», 1897. Nociones de Derecho de Gentes y leyes de la guerra para los ejércitos centroamericanos. Guatemala: Tipografía Nacional, 1893. Apuntamientos sobre economía política. Guatemala: Tipografía «La Unión», 1887. El Evangelio y el Syllabus y Un dualismo imposible. Tercera Edición. Guatemala: Tipografía Nacional, 1947.

vuelve 6. Lorenzo Montúfar. Walker en Centroamérica. Segunda edición corregida e ilustrada. Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2000.

vuelve 7. La obra de Montúfar, por una definición nacionalista de la historiografía nacional, no es estudiada, y ni siquiera aparece en la bibliografía, en el inventario más detallado que se ha hecho sobre la producción histórica costarricense. Nos referimos al libro de Juan Rafael Quesada. Historia de la historiografía costarricense, 1821-1940. San José: EUCR, 2001. A propósito del «olvido» de los historiadores costarricenses de la obra de Montúfar, véase: Arturo Taracena. «Walker en Centroamérica de Lorenzo Montúfar Rivera». Revista de Historia, (Costa Rica), 42, julio-diciembre 2000, pp. 295-302.

vuelve 8. Claxton, op.cit., p. 214.

vuelve 9. En 1877, cuando Montúfar era Ministro de Instrucción Pública de Guatemala, se fundaron varias asociaciones culturales: El Ateneo, la Academia Científica-Literaria, la Academia de Jurisprudencia y El Porvenir, una asociación literaria (Claxton, op. cit., pp. 83-84). También en 1877 se fundó la primera asociación mutualista de Guatemala, la Sociedad de Artesanos de Guatemala (Estatutos de la Sociedad de Artesanos de Guatemala, inaugurada el 15 de julio de 1877, bajo la inmediata y decidida protección del Señor General D. J. Rufino Barrios, Presidente de la República y Benemérito de la Patria. Guatemala: Tipografía de «El Progreso», 1878). En el acto de instalación de dicha asociación, Montúfar pronunció un discurso; véase, Montúfar Discursos…, pp. 193-195. En 1877 también pronunció tres discursos en la sociedad literaria El Porvenir; véase, idem, pp. 196-202, 203-212 y 238-240.

vuelve 10. Según Lainfiesta, la idea fue del propio Barrios: «Aparte del trabajo emprendido en la emisión de códigos propios, que fue de la mayor importancia, y que honra en gran manera su administración, Barrios quiso que se escribiera la Historia de Guatemala, cuya empresa confió al aventajado literato José Milla; y que se continuara la Historia de las revoluciones de Centro América, que dejó principiada en buena parte el célebre escritor Alejandro Marure; encomendando esta tarea al ilustrado doctor Lorenzo Montúfar, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores.

«Milla pudo acometer su trabajo sin contrariedades, por cuanto partía de épocas muy remotas anteriores a la conquista, y no habían de comenzar para él las dificultades, sino hasta el punto en que viniese a tocar con la época contemporánea, lo cual iba largo. Al concluir el tomo II, fue Milla sorprendido por la muerte y la literatura centroamericana perdió con él la esperanza de poseer completo un trabajo que habría reunido indisputables méritos a juzgar por los principios dignos del talento esclarecido de nuestro Salomé Gil.» Francisco Lainfiesta. Apuntamientos para la historia de Guatemala. Periodo de 20 años corridos del 14 de abril de 1865 al 6 de abril de 1885. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, 1975, p. 227. (Estas memorias fueron escritas entre octubre de 1886 y posiblemente mayo de 1887; permanecieron inéditas hasta esta primera edición de 1975).

vuelve 11. Alejandro Marure. Bosquejo histórico de las revoluciones de Centroamérica (Desde 1811 hasta 1834). 2 vols. Guatemala: Tipografía «El Progreso», 1877 (1837 y 1839), José Milla. Historia de América Central. Guatemala: Tipografía «El Progreso», 1879y Francisco de Paula García Peláez. Memorias para la historia del antiguo Reyno de Guatemala. 3 vols. Guatemala: L. Luna, 1851-52. 

vuelve 12. En Costa Rica, por ejemplo, solo existía el folleto del guatemalteco Felipe Molina. Bosquejo histórico de la República de Costa Rica publicado en 1851 y el primer libro sobre la historia de Costa Rica en el siglo XIX, publicado en Costa Rica y escrito por un costarricense, fue el de Joaquín Bernardo Calvo. República de Costa Rica. Apuntamientos geográficos, históricos y estadísticos publicado en 1887. Calvo, curiosamente, no consultó los tomos ya publicados de la Reseña de Montúfar. Véase: Marielos Acuña «Historia colonial de Costa Rica en la historiografía liberal» Informe final de la Actividad de Investigación, CIHAC-UCR, 2003 y Elizet Payne «La historia oficial. Orígenes de la historiografía liberal centroamericana (1830-1930)». Avances de Investigación (CIHAC-UCR), 74, 1994.   

vuelve 13. Sobre esta cuestión véase: E. Bradford Burns. «Ideology in Nineteenth-Century Latin American Historiography». Hispanic American Historical Review, 58 (3), 1978, pp. 409-431. El desarrollo institucional de la historia en Francia es analizado por Olivier Dumoulin. Le rôle social de l´historien. De la chaire au prétoire. Paris: Albin Michel, 2003. 

vuelve 14. Claxton, op. cit., p. 280.

vuelve 15. Idem, pp. 106-107. Véase también el Prólogo de Carlos Meléndez a la nueva edición de Walker en Centroamérica, op. cit., pp. XVI-XVII.

vuelve 16. Claxton, op. cit., p. 268, nota 30. En Guatemala, la obra parece fue enviada a las municipalidades, como consta en este documento del 22 de diciembre de 1888, en donde se dona a la Municipalidad de la Ciudad de Guatemala: «Como un obsequio del Gobierno a esa Municipalidad, remito a ud. en siete tomos, la Reseña Histórica de Centro-América, escrita por el Dr. Montúfar. Recomiendo a ud. que esa obra importante, sea conservada con esmero en el archivo municipal, a fin de que puedan consultarla todas las personas que lo deseen.» (Archivo General de Centroamérica, B 78.50 Expediente 21542, legajo 887, 22 de diciembre de 1889).

vuelve 17. El Guatemalteco. Periódico Oficial, Guatemala, 7 de noviembre de 1878, p. 4: «Historia del País. En 4º mayor y en un libro de 385 páginas, adornado con seis retratos, se halla de venta en la tienda de don Elías Morales, bajo el portal del Palacio, el primer tomo de la Reseña Histórica de Centro América por el doctor don Lorenzo Montúfar. El precio de cada ejemplar, a la rústica es de doce reales. Guatemala noviembre de 1878». Este anuncio fue publicado durante varios números. También en el Diario de Centro-América, Guatemala, sábado 22 de diciembre de 1888, p. 3, aparece el siguiente anuncio, también publicado en otros números posteriores: «El tomo 7º de la Reseña Histórica de Centro-América que relaciona la Guerra Nacional contra Walker se encuentra de venta en la librería del señor E. Goubaud.»

vuelve 18. La Gaceta (Costa Rica), 18 de junio de 1883, p. 597 (Congreso, Decreto Nº 22, 18 de junio de 1883), el mismo documento aparece en República de Costa Rica. Leyes y Decretos, 1883, p. 192. Transcribimos en forma integral la solicitud de Venero (Archivo Nacional de Costa Rica, Congreso, 8840, f. 2):

«Honorable Señor Ministro de Hacienda
«Atendiendo a la buena disposición en que, tanto el Poder Ejecutivo como el Soberano Congreso Constitucional se encuentran para fomentar la agricultura y estimular a los que intentan trabajar con empeño los terrenos baldíos, convirtiendo así en centros productivos y ricos lo que hoy son selvas incultas y salvajes, me atrevo a proponer a U.S.H. para que previa su aceptación, se sirva darle el curso de ley, la siguiente proposición.
«Tengo un lote en los terrenos de Santa Clara que debo pagar al Gobierno en el lapso de ocho años, cuyo valor apenas llega a $ 2.483,59 cs. Están, Señor Ministro, en mi poder 100 ejemplares de la ‘Reseña Histórica de Centro-América’, obra que sin embargo de que se ocupa extensivamente de nosotros, apenas es conocida en Costa Rica, y cuyo mérito ha reconocido, honrando a la América Central, la prensa de ambos mundos. Ella contiene preciosos documentos sobre nuestra vida política y es la única obra escrita hasta hoy que describa con perfección los 25 años de la existencia Centro-americana de que se ocupa.
«Cedo pues los 100 ejemplares de la referida ‘Reseña Histórica’ compuesta de cinco tomos voluminosos cada ejemplar, que hacen 500, adornados con magníficos gravados en acero, por mi deuda al Tesoro Nacional, con motivo del lote de que se habla.
 «San José Mayo 31 de 1883.
«H. S. M. de H.
J. N. Venero (rubricado)
La comisión del Congreso que aprobó esta solicitud, señaló que «el precio que se da a dicha obra no parece a primera vista módico...». idem, f. 2v.

vuelve 19. En la introducción al tomo VI Montúfar se refiere a los atrasos que la redacción y publicación de la obra ha tenido a causa de los exilios que ha padecido.

vuelve 20. «Por orden verbal que me ha prevenido el Sr. Ministro de Gobernación, en esta fecha, para que proporcione y ponga a disposición del Sr. Ministro de Instrucción Pública, Dr. Lorenzo Montúfar, todos los documentos tanto manuscritos como impresos para la historia de Guatemala que va a comenzar, he comenzado a entregarle las carpetas siguientes....» Esta primera entrega ocurrió el 11 de octubre de 1877 y contenía documentación de 1829. (Archivo General de Centroamérica, B 117.1 Legajo 2406, Expediente 50483. Los subsiguientes préstamos se encuentran registrados en los expedientes 50484 a 50492 de este mismo legajo). Véase también, Claxton, op. cit., pp. 87 ss.

vuelve 21. Claxton, op. cit., p. 114, nota 119 y 255, nota 6.

vuelve 22. Lorenzo Montúfar, Reseña…, I, 1878 y p. 1, p. 278.

vuelve 23. Marure Bosquejo op. cit. Prólogo de la segunda edición del Bosquejo. Dicho prólogo tiene 3 páginas que no están numeradas y está fechado el 9 de abril de 1878.

vuelve 24. Por ejemplo, dedica todo un capítulo a la explosión del volcán Cosigüina de Nicaragua en 1835, Reseña…, II, Capítulo 17, pp. 145-150.

vuelve 25. Lorenzo Montúfar, Reseña…, VI, 1887 (1888), p. VI.

vuelve 26. Montúfar, Reseña…, I, p. 43-44, donde hace una semblanza de este historiador conservador; véase: Manuel Montúfar y Coronado. Memorias para la historia de la revolución de Centro América. Jalapa, México: Blanco y Aburto, 1832.

vuelve 27. Montúfar, Reseña…, II, p. 306: «Levy se propone disertar no solo sobre Nicaragua, sino sobre toda la América Central. No conoce el país. Ignora las tendencias de los partidos. No tuvo documentos a la vista para hablar, o le faltó paciencia para leerlos.» Véase: Pablo Levy. Notas geográficas y económicas sobre la República de Nicaragua. Managua: Colección Cultural Banco de América, 1976 (1873).

vuelve 28. Montúfar, Reseña…, III (1879), p. 602: «Don Felipe Molina escribió la historia no como un hombre que pretende presentar de relieve la verdad, sino como un diplomático que procura halagar a todos.» Otra evaluación de Molina en donde lo acusa de favorecer «el fraccionamiento de Centro-América» se encuentra en Reseña…, V (1881), p. 525. Véase también, Reseña…, VI, 1888 (1887), pp. 134-35 donde elogia la contribución de Molina con sus obras para dar a conocer a Costa Rica a nivel internacional.

vuelve 29. Lorenzo Montúfar, Walker en Centroamérica…, pp. 227-234.

vuelve 30. Al respecto véase sus dos obras El Evangelio y el Syllabus… (estos opúsculos fueron publicados originalmente en 1884 y 1886), en donde expresa sus ideas anticlericales y defiende el principio laico de la separación entre la iglesia y el Estado.

vuelve 31. Para el caso de México, véase: Guillermo Zermeño Padilla. La cultura moderna de la historia. Una aproximación teórica e historiográfica. México: El Colegio de México, 2002, pp. 154 ss.

vuelve 32. «The style of the Reseña suggests the author’s legal career. As an attorney, he is stating the case for liberalism and prosecuting the conservatives. The author prefers the testimony of eye-witnesses; documentary is presented to the court of public opinion. The organization of the volumes into books, chapters, and numbered subsections appropiately resembles a law code. The work was meant to be a definitive and convincing reference tool. Montúfar´s method of presentation reflects the experience he gained by preparing legal briefs, by engaging in polemics with combative indignation, and by researching historic boundary claims.» Claxton, op. cit. pp. 264-265.

vuelve 33. Montúfar, Reseña…, VII, 1888, pp. 188ss.

vuelve 34. Lorenzo Montúfar. Francisco Morazán. San José: EDUCA, 1996 (1896)

vuelve 35. Montúfar, Reseña…, I, p. IV-V.

vuelve 36. Montúfar, Reseña…, II, 1878 (1879), p. III.

vuelve 37. Idem, p. I.

vuelve 38. Montúfar, Reseña…, I, 1878, p. VII.

vuelve 39. Krzysztof Pomian. «Le passé: de la foi à la connaissance», in, del mismo autor, Sur l´histoire, Paris: Gallimard, 1999, pp. 81-120.

vuelve 40. Montúfar, Reseña…, VII, 1888, p. III. Aquí Montúfar entra en contradicción con la justificación que brinda por no incluir documentos en el tomo VI (Véase, supra p. 7)

vuelve 41. Montúfar, Reseña…, II, 1878 (1879), p. II.

vuelve 42. Idem, pp. I-II.

vuelve 43. Montúfar, Reseña…, III, 1879, p. 353: «...los serviles no quieren que se escriba la historia. He aquí por que ocultan todos los documentos que caen en sus manos.»

vuelve 44. Arturo Taracena, op.cit., pp. 298-299.

vuelve 45. Agustín Mencos Franco. Rasgos biográficos de Francisco Morazán. Apuntes para la historia de Centroamérica. Guatemala: Editorial «José de Pineda Ibarra», 1982, p. 30. El libro de Mencos fue publicado en 1893 y recoge una serie de artículos que publicó en la prensa de Guatemala en 1892 en los cuales denuncia la conmemoración del gobierno liberal guatemalteco del centenario de Morazán y polemiza con Montúfar y con el salvadoreño Francisco Gavidia.

vuelve 46. Stefan Berger, Mark Donovan y Kevin Passmore. Writing National Histories. Western Europe since 1800. London and New York: Routledge, 1999. Como dice Hartog, en relación con los historiadores franceses de inicios del siglo XIX: «La nation est pour eux à la fois une évidence, une arme politique, un schème cognitif et un programme historique.» François Hartog. Le XIXe siècle et l´histoire .Le cas Fustel de Coulanges. Paris: Seuil, 2001, p. 15.Al respecto, es interesante lo que dice Claxton , op, cit., p 248: «The essential framework within wich Montúfar reconstructed the history of the region was his strong desire to see Central America reunified and his belief that the 'Serviles' were responsible for the failure of the first attempt.»

vuelve 47. Lorenzo Montúfar, pensaba que la unificación de Italia y la de Alemania era el modelo a imitar por parte de los centroamericanos. Como es conocido, para los liberales del siglo XIX el único nacionalismo legítimo era el de unificación.

vuelve 48. Mencos, op. cit., p. 31. Quizás convenga agregar aquí otro párrafo de este autor en donde se refleja el tipo de construcción nacional que tiene en mente:

«Háblenos el señor Gavidia de ensalzar a Tecún Umán y, entonces, quizás nos pondríamos de acuerdo.
«Díganos que celebremos a los que combatieron en la guerra contra los filibusteros, verdadera guerra nacional entre todas las que hemos tenido, y entonces estaremos a su lado.», idem, p. 32

vuelve 49. Es evidente que decir que Montúfar no es imparcial porque es partidario es una tautología. Claxton, op. cit., p. 268-281, hace un recorrido bastante exhaustivo de la recepción de la Reseña, sobre todo en Centroamérica, tanto de las críticas de que fue objeto como de los elogios que recibió y de la influencia que ejerció. Entre los principales balances críticos de la obra se pueden citar los siguientes: Rafael Campo. «Breves anotaciones a la Reseña Histórica del Dr. Montúfar, 1880». Revista de los Archivos Nacionales, (Costa Rica), XII (3-4), marzo-abril, 1948, pp. 157-175; Luis Cartín G. «El Ilmo Sr. Llorente y el Dr. Montúfar». Revista de los Archivos Nacionales (Costa Rica), IV (11-12), noviembre-diciembre, 1940, pp. 667-673; 7. William J. Griffith «The historiography of Central America since 1830». Hispanic American Historical Review,40 (4), febrero, 1960, pp. 548-569; del mismo autor «Historiografía» in, Jorge Luján y Alberto Herrarte. Historia General de Guatemala. Desde la República Federal hasta 1898. Tomo IV. Guatemala: Asociación de Amigos del País y Fundación para la Cultura y el Desarrollo, 1995, pp. 767-778; Carlos Meléndez. «Prólogo». in, Lorenzo Montúfar. Walker en Centroamérica…, (2000) op.cit., pp. XIII-XX y Ralph Lee Woodward, Jr. Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. Guatemala: CIRMA-Plumsock Mesoamerican Studies, 2002, pp. XIV y 645-646.

vuelve 50. Lainfiesta, op.cit., p. 248. Según este autor, el dictador Barrios era un hombre que infundía temor a sus colaboradores y en su opinión Montúfar «le tenía a Barrios tanto temor como yo, y no se atrevía a observarle nada en contra de sus disposiciones.» Francisco Lainfiesta. Mis memorias. Guatemala: Academia de Geografía e Historia de Guatemala, 1980, p. 237. (Esta es la primera edición de esta obra escrita a inicios del siglo XX).

vuelve 51. Montúfar, Reseña…, III, 1879, p. II.

vuelve 52. Idem, p. VIII.

vuelve 53. Montúfar, Reseña…, VI, 1887(1888), p. II. En los prólogos de los tomos previos, Montúfar se detiene a referir o a glosar los comentarios que su obra ha merecido, lo cual permite documentar su proceso de recepción.

vuelve 54. Montúfar, Reseña…, I, p. V-VI.

vuelve 55. Idem, p. 136.

vuelve 56. Montúfar, Reseña…, IV, 1881, p. I. En esta «Advertencia» el autor vuelve a plantear la cuestión sobre como hacer la historia de manera simultánea de las «cinco fracciones» centroamericanas

vuelve 57. Hubert H. Bancroft. History of Central America. 3 vols. San Francisco: History Company, 1886-1887. Dicha influencia está presente en el tercer tomo de Bancroft, Claxton, op.cit., p. 280.

vuelve 58. Woodward, op.cit. p. 645. En 1982, el autor del prólogo a la nueva edición del libro ya citado de Mencos decía lo siguiente: «...hay un vacío en la historia de Guatemala, que es preciso llenar; esto es que entre los años de 1871 y 1944, se enseñó en las escuelas del país, no la historia de la patria guatemalteca, sino la historia del partido, en un faro de luz al mando del gobierno de Guatemala durante este periodo. Lo grave de la situación, es que los libros de texto escolares del periodo aludido, tienen serias deformaciones de la historia, polarizándola, y convirtiendo en un faro de luz determinado periodo, y presentando a los estudiantes, como una noche negra el periodo del partido antagónico.» (Cursivas en el original) Francis Polo Sifontes. «Explicación necesaria» in, Mencos, op. cit, p. 13.

vuelve 59. Nos basamos en estas reflexiones en el trabajo de Reinhart Koselleck. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós, 1993 y en el de François Hartog. Régimes d´Historicité. Presentisme et expériences du temps. Paris: Éditions du Seuil, 2003. Debe decirse que versión en español de Futuro pasado es difícil lecturapor tratarse de una traducción muy deficiente; por esta razón la hemos cotejado con la versión en francés: Le futur passé. Contribution à la sémantique des temps historiques. Paris: Éditions de l´École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1990.

vuelve 60. Lorenzo Montúfar Discursos. Guatemala: Tipografía «La Unión», 1897, p. 202. Se trata de un discurso pronunciado en Guatemala en 1877.

vuelve 61. El proceso de aparición, entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, de la idea actual de historia, caracterizado en el mundo de habla alemana por el reemplazo del concepto historie por el de geschichte es estudiado por Koselleck en su trabajo «Le concept d´histoire», in, del mismo autor, L´expérience de l´histoire. Paris: Hautes Études / Seuil / Gallimard, 1997, pp. 15-99. Recientemente ha aparecido la versión en español de ese artículo de Koselleck historia /Historia. Madrid: Editorial Trotta, 2004. También puede consultarse la colección de artículos de Koselleck reunidos por Elías José Palti en el libro Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona: Paidós, 2001. La introducción de Palti es muy útil para iniciarse en el pensamiento de Koselleck.

vuelve 62. Montúfar, Reseña…, I, 1878, p. I-II. En 1707 Gottfried Arnold afirmaba: «En el mundo se representa siempre una misma comedia o tragedia, solo que siempre son personas distintas las que están en ella.» Citado por Koselleck, Futuro pasado…, op. cit., p. 47.

vuelve 63. Alejandro Marure. «Discurso que pronunció el famoso historiador Alejandro Marure, al inaugurar las clases de historia universal en la Academia de Estudios, el 16 de octubre de 1832». El texto es precedido por un estudio introductorio de Augusto Cazali Ávila titulado «Alejandro Marure y la primera cátedra de historia. Pensamiento y obra». Estudios (Guatemala), 5, 1972, pp. 57-76. El texto de Marure se encuentra en pp. 67-75. Sobre Marure puede consultarse: Oscar Guillermo Peláez Almengor. «Alejandro Marure, su itinerario intelectual», in, Marta Elena Casaus Arzú y Oscar Guillermo Peláez Almengor (Compiladores). Historia intelectual de Guatemala. Guatemala: USAC-CEUR, 2001, pp. 169-197.

vuelve 64. Edward Bradford Burns. The Poverty of Progress: Latin America in the Nineteenth Century. Berkeley: University of California Press, 1980. Véase también: Woodward op.cit; Arturo Taracena et al. Etnicidad, estado y nación en Guatemala. Guatemala: CIRMA, 2002 (volumen I) y Marta Elena Casaus Arzú y Teresa García Giráldez. Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920). Guatemala: F&G Editores, 2005.

vuelve 65. Montúfar, Reseña…, III, 1879, p. 395.

vuelve 66. Montúfar, Reseña…, I, p. XI.

vuelve 67. Marcel Gauchet (Ed.). Philosophie des sciences historiques. Le moment romantique. Paris: Seuil, 2002.

vuelve 68. Montúfar, Reseña…, II, 1878 (1879), p. 418.

vuelve 69. Lorenzo Montúfar. Apuntamientos sobre economía política. Guatemala: Tipografía «La Unión», 1887, p. 286.

vuelve 70. Montúfar, Reseña…, III, 1879, pp. VI-VII.

vuelve 71. Hemos intentado analizar esta cuestión en el trabajo «El Salvador y Costa Rica en la historiografía de Lorenzo Montúfar: construcción del estado e invención de la nación». in, Memoria. Primer Encuentro de Historia de El Salvador, 22-25 julio, 2003, San Salvador: Licenciatura en Historia, Universidad de ElSalvador- CONCULTURA, 2005, pp. 111-117.

vuelve 72. Montúfar, Reseña…, II, 1878 (1879), pp. 43-44.

vuelve 73. Víctor Hugo Acuña Ortega. «Autoritarismo y democracia en Centroamérica: la larga duración –siglos XIX y XX–», en Tangermann, Klaus D. (Comp.) Ilusiones y dilemas de la democracia en Centroamérica. San José: FLACSO-BUNSTIFT, 1995, pp. 63-97.


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas**Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Istmo@acs.wooster.edu*

*Modificado 13/02/06*

*© Istmo, 2006*