Magda Zavala

Historizar las literaturas centroamericanas

Universidad Nacional, Costa Rica

mzavala@una.ac.cr

Notas

Se me solicita una reacción ante los textos de las historiadoras Patricia Alvarenga y Patricia Fumero (publicados en Istmo no. 6) y respondo desde mi calidad de productora de ficciones y de estudiosa de lo literario. Parto diciendo que me encuentro ante dos trabajos de naturaleza distinta. El texto “Historia y literatura: Una larga y compleja relación” corresponde a un orden general de la reflexión y da respuesta a la necesidad de señalar bases teóricas generales, presupuestos desde los cuales asentar la creación de una metodología que permita acceder al reto propuesto: elaborar una historia de las literaturas de América Central. Por ello, su reflexión profundiza en aspectos generales que requieren necesariamente dilucidación para abordar esa tarea con certezas mínimas. Aborda, en particular los siguientes: diferencias y proximidades entre el discurso literario y el discurso histórico, gestos de ambos campos de conocimiento ante la vida social y cultural; posibilidades y delimitaciones de estos quehaceres para iluminar el misterio de lo humano, individual y colectivo; valor cultural de ambas prácticas y particularidades de su aportación. Apoya su análisis en las propuestas de Hayden White. Por su parte, el trabajo de Patricia Alvarenga “Historia y Literatura. Conceptos tentativos para contribuir a historizar las literaturas centroamericanas” procede a manera de un examen de algunos componentes del estado de la cuestión, a la luz de presupuestos teóricos y filosóficos venidos de los estudios culturales y poscoloniales. Examina una muestra de los estudios relativos al tema, en particular las propuestas del libro Historiografía Literaria de América Central (1995), algunas reflexiones de Álvaro Quesada en torno a la narrativa de principio de siglo en Costa Rica y los planteamientos de Ligia Bolaños sobre periodización literaria. El propósito de Patricia Alvarenga es analizar los avances existentes en la fundamentación teórica y metodológica para abordar la historia de las literaturas centroamericanas, a partir de algunas aportaciones del estado de la cuestión, y enfrentar de ese modo la tarea propuesta a nuestro equipo de trabajo.

Cuestiones teóricas generales: proximidades, distancias y entrecruzamientos de lo literario y lo histórico

Que el Renacimiento haya clasificado la historia y la producción literaria bajo el concepto de “Literatura” no privó de especificidades a ambos campos. Del siglo XVIII al XX se construye en el orden social e institucional la diferencia entre esas esferas de la producción cultural: la historia hacia el orden del trabajo científico, con el que coincide, o debería coincidir, la labor del crítico literario; la literatura, hacia la creación imaginativa libre.

Los razonamientos que menciona Patricia Fumero, basada en Hayden White, homologan historia y literatura partiendo de que ambas pertenecen a formas de la narratividad. Este asidero es, sin embargo, endeble por inexacto: solo una porción de la literatura es narrativa en sentido estricto, pues existe poesía no narrativa, dramaturgia de esa misma condición, ensayo y otros géneros literarios no narrativos. Por otra parte, la narratividad no es exclusiva de la historia, ni de los géneros literarios narrativos: se narra en cine, se narra en artes plásticas, en la vida cotidiana y otros campos de la expresión humana. Narrar parece ser un fenómeno universal humano, transgenérico y transartístico.

La especificidad en que se usa la narración en cada ámbito artístico, de cada género y de cada campo de conocimiento se encuentra en el modo particular, determinado por las convenciones técnicas del oficio, en que:

1. Usa los materiales y lenguajes permitidos o autorizados para narrar (lenguaje, imagen, sonidos, ruidos, gestos...).

2. Trata los artificios de la narración.

3. Establece las convenciones éticas del oficio, por ejemplo, los “pactos” de la narración.

4. Concreta textualmente los propósitos e intenciones hacia el auditorio o lectores y propone valores de uso y circulación.

5. Condiciona las posiciones y determinaciones del papel social-cultural de los productores.

Examinando cada uno de estos aspectos, se verá claramente las posibilidades de coincidencia, así como las distancias y particularidades de lo literario (en el texto de referencia reducido a novela, cuento y otras formas de la narración literaria) y lo histórico. El uso de materiales similares (el lenguaje), porque son ambas prácticas discursivas, o de las mismas estrategias comunicativas (la narración), los ponen en la misma órbita del chiste, por ejemplo, pero eso no basta para pretender que esas tres formas de la narratividad comparten la misma naturaleza. Difieren en los métodos de trabajo, las convenciones de uso, las intenciones de producción, los pactos narrativos y el uso social de sus productos, entre otros.

Patricia Fumero afirma que diez años después de los años ochenta, la reflexión sobre la historia es, lo que podríamos llamar, glotocéntrica y asimilada a la literatura, al modo de White. Considero que este extravío de la historia en la ficción es muy funcional a los propósitos de un período político que pretende el fin de la historia y de las ideologías, como doxa, de modo que si todo discurso es o puede ser ficción, para qué esfuerzos sistemáticos por tratar de entender lo real en su devenir, tanto en su sincronía, como en su diacronía. Sociólogos e historiadores habrían dejado de ser necesarios. Además, si la historia es ficción habría que inclinar su discurso hacia los fenómenos autorrefenciales y no tendría ningún sentido tratar de entender la diacronía de las relaciones sociales, los órdenes micro y macro, público y privado y sus interdependencias y mutuos condicionamientos. Por cierto que una moda más o menos reciente parece confinar a los historiadores al estudio de lo micro (local, propio de un período, de un sitio...) desligado de los fenómenos más generales, y a interesarse por lo privado, cercenado de lo público. Las modas epistemológicas y de abordaje metodológico no parecen salidas de la casualidad. Habría que hacer su historia, porque nos explicaría mucho sobre cómo se ligan el Tercer Mundo o países del Sur a los vaivenes de la cultura metropolitana.

Es cierto, y lo señala Hayden White, que son los seres concretos con intereses específicos, sueños y proyectos los que escriben la historia, pero eso no implica que siempre van a escribir ficción, haciéndola pasar por detección de lo real. Probablemente así hayan procedido, y procedan, los historiadores interesados u orgánicos, y también los displicentes, sin tener en cuenta el deber ético de su oficio, su pacto con el usuario respecto a su producto. Igual podría haber pretendido y pretender el escritor ingenuo o que quisiera pasarse de vivo. En cuanto al historiador, la exigencia de su profesión le pide avanzar hacia el polo opuesto de lo literario, en lo que se refiere a la fábula, aunque use –si decide hacerlo– procedimientos retóricos similares a los de la prosa literaria. El historiador no puede, según entiendo, inventar sino inventariar y analizar los hechos existentes o que existieron, mediante un método específico, y darles una forma narrativa y explicativa. La historia no solo está próxima a la narración, sino al ensayo. Tiene un compromiso pragmático con la verdad, sea cual fuere su noción o percepción de ésta, con la confiabilidad de los datos y la fundamentación de sus hipótesis. Por supuesto, estaría abierta a entender otra posición que afirme lo contrario, si los argumentos fueran más sólidos que los de White o los de Barthes.

El creador literario puede o no fundar su fabulación en datos históricos. En caso de partir de datos históricos para elaborar sus ficciones, puede ser fiel a la veracidad canonizada por el discurso histórico, o por otras fuentes, pero también le es permitido reelaborar los datos en función de la evidencia oculta que quiere mostrar, o de sus propósitos estéticos. La licencia poética le permite crear datos en los silencios de la historia o recomponerlos en función de las verdades trascendentes, aunque no apoyadas por datos, que vislumbra el autor en los intersticios de la historia. Historiador y autor literario cumplen con tareas en la producción de conocimientos por vías distintas. Es innecesario pretender homologarlas. Valga recordar aquí que existe una abundante literatura no histórica por sus contenidos, pero que ésta tiene siempre una condición histórica e historizable. Los historiadores suelen caer en una posición que reduce la posibilidad de utilizar la literatura como fuente de su quehacer: se ocupan casi con exclusividad de la literatura explicítamente histórica o de tema histórico (a su vez reducida a la novela histórica, cuando existen memorias, biografías, autobiografías, testimonios y otras formas más de la literatura de vocación histórica), sin tener muy en cuenta que todo texto literario tiene condición de dato histórico y los porta, de un modo u otro.

Estado de la cuestión y preguntas inmediatas pendientes

Patricia Alvarenga, sobre la base de los estudios literarios de la región y, en particular, del texto Historiografía Literaria de América Central, señala la necesidad de problematizar la construcción de Centroamérica como región, para recordar que el concepto de Centroamérica no ha sido hegemónico, salvo en coyunturas específicas1. Ante este hecho, indica con Zavala y Araya que se trata de asumir el objeto con visión integradora de conjunto, practicar una visión regional, sea cual fuere nuestra posición sobre la existencia o no de la región cultural. Considero que, al hacer esta elección, se trabaja con la hipótesis implícita de la existencia de una región cultural que desborda los espacios nacionales, y al hablar de “literaturas”, en nuestro caso, suponemos la existencia de subregiones, en el sentido de zonas regionales culturales más pequeñas en su interior, producidas por sujetos sociales específicos, capaces de expresarse literariamente. Suponemos y asumimos la diversidad, pretendemos dar cuenta de ella.

Destaca Patricia Alvarenga, con Zavala y Araya, la importancia de asumir la tarea con formas metódicas comparatistas, y agrega la necesidad de hacerlo, no solo hacia el interior de Centroamérica, sino en relación con procesos de la literatura Latinoamericana y metropolitana. Además, indica que las particularidades de la cultura y las literaturas nacionales solo se descubren por vía comparativa: “Centroamérica como región precisamente se construye a partir de las particularidades de la vida cultural y de su relación con la producción literaria. Estas particularidades, valga decir, solo se descubren mediante el estudio comparativo.” (Loc.cit. p. 4)

Considero que Patricia Alvarenga aborda aspectos claves para la tarea que se emprende, en particular, el imperativo, si se trata de dar pasos novedosos, que consiste en asumir la diversidad regional, para incorporar literaturas excluidas del estado-nación (indígenas, afrocaribeñas, folklóricas, criollas y de minorías sexuales...), hecho al que apuntamos en nuestro libro de 1995.

Por otra parte, según lo señalamos en aquella fecha, es muy importante también asumir la complejidad de la periodización literaria, el aspecto quizás más destacado por Patricia Alvarenga, como principal problema metodológico. Compartimos con ella que no parece buen punto de partida la simple aplicación de la periodización sociopolítica, o de movimientos estéticos llegados de otras culturas, ni ignorar la diversidad probable de las periodizaciones, según sea el conjunto literario observado, porque, por supuesto, asumimos la diversidad, aunque el trabajo sea más arduo y requiera estrategias de investigación no tradicionales (literaturas indígenas, literatura popular tradicional, etc). No parece adecuado dedicarse al canon literario centroamericano, que podría extraerse con relativa facilidad de las historias literarias nacionales, e incluir algunos ejemplos de otras literaturas emergentes o relegadas. Sería practicar la búsqueda de conocimiento desde una centralidad más o menos sensible o flexible, sin renunciar a ella. Parece más viable, en aras de lograr mayor coherencia con los propósitos, suponer la existencia de distintas periodizaciones, según se trate de cada objeto específico, en este caso, las diferentes series literarias, y de su reacción ante dos ejes de periodización más generales, con los que había que contrastar: el sociopolítico (general y específico) y el de corriente estética (Romanticismo, Realismo, Vanguardias...).

En esta vía, lo primero es definir los objetos de estudio, para diseñar hipotéticamente periodizaciones que servirían de instrumento de trabajo sometido a prueba. Por ejemplo, si se examina el problema Literatura de mujeres en América Central: de la exclusión a la presencia autoafirmativa, es improbable el logro de datos para el periodo indígena precolombino, y en el colonial habría escasos, por la ausencia de fuentes, pero significativos, para una serie productiva antes excluida. En el siglo XX, como es claro, esta situación cambia, pero habría que precisar hasta qué punto. Si el objeto fuera las literaturas indígenas centroamericanas, tenemos una producción muy significativa del periodo colonial, y textos menos canónicos en el siglo XX, puesto que más ligados a la tradición oral, salvo al final del siglo, cuando aparece literatura de autor indígena, incluida rápidamente el canon alternativo producido por el movimiento de los pueblos indígenas centroamericanos. Hasta aquí estaríamos relacionando la dinámica de una posible periodización de la serie literaria indígena con respecto a la periodización sociopolítica oficial y la propia de los movimientos históricos indígenas, la historia de los pueblos indígenas de Centroamérica que está por escribirse.

Habría que tener en cuenta también la periodización que deriva en los estudios literarios de la llegada de corrientes estéticas a la región. Esta perspectiva ha dejado más o menos de lado la capacidad de creación estética interna, que ahora sería un punto privilegiado de nuestro interés, y los condicionamientos y mezclas de diversas corrientes estéticas, a veces en una misma obra, asunto sobre el que ya se ha hablado anteriormente en la escasa polémica de la crítica centroamericana.

Parece que la correspondería en el orden metodológico contrastar el eje temporal sociopolítico (general y específico, es decir, según grupo social) con cada campo de producción literaria o serie literaria, sin la pretensión de incluir la totalidad de lo producido en cada una de ellas, y al mismo tiempo, sin excluir a priori las prácticas literarias no conónicas, las que irrumpen y proponen al interior de cada serie, pues más bien se trata de incluir lo excluido, darle especial atención a lo negado o invisibilizado. Si bien se renuncia momentáneamente a la utopía de incluir toda la producción literaria centroamericana en su diversidad, entendiendo que la totalidad es fugaz, porque distinta de un día para otro, se trata, sí, de aportar con el estudio de cada serie, la detección de lo faltante, del dato que no está o que se niega por falta de herramientas, y crear las condiciones para lograr la exhaustividad posible, hacia el pasado, en el presente y hacia futuro: crear instrumentos para detectar, captar, ordenar, poner a disposición y producir los datos que permitan ir logrando exhaustividad.

Una propuesta hacia la definición de los objetos

Me permito considerar que no es posible, en aras de lo dicho hasta aquí, privilegiar una serie literaria frente a otras, sino avanzar hacia una propuesta hipotética también de ámbitos de la producción literaria centroamericana, generadores de series literarias, en los que se observarán, por supuesto, entrecruzamientos y zonas comunes. Una historia de las literaturas centroamericanas de corte alternativo tendría que abordar las historias particulares de cada serie literaria, definida entre las más prioritarias, según consideración del equipo de trabajo.

Con la intención de proponer un punto de partida, por supuesto, abierto a otras propuestas, defino aquí los siguientes campos, considerándolos como una diversidad por escudriñar en ellos mismos:

a) Literaturas indígenas: precolombina, colonial, de resistencia o asimilación ante el crecimiento de los estados-nación, de permanencia oral en el presente, de autor indígena canónico del presente.

b) Literatura del Estado-Nación: literaturas que apoyan la aparición y afincamientos de los estados-nación, literatura de resistencia ante el estado-nación, literatura de dilución y rechazo al estado nación.

c) Literatura de mujeres en América Central: literatura de mujeres en la tradición literaria precolombina; la literatura de mujeres en el período colonial centroamericano, sumisión y resistencia; mujeres creadoras en la literatura independentista; las escritoras del estado-nación: la maestra célibe. Las escritoras perseguidas de las vanguardias literarias. El movimiento feminista, la revolución y la literatura de mujeres en el fin del siglo XX.

d) Literaturas afrocaribeñas de América Central. La producción literaria de garífuna. La literatura de la diáspora originaria; esclavitud y cimarronaje. La literatura garífuna. Literatura relativa a la migración y el afincamiento de las etnias de origen africano en el Caribe centroamericano. Los autores canónicos contemporáneos en esta serie. La literatura de las mujeres afrocentroamericanas.

e) Visión histórica de la literatura tradicional popular criolla: mitos, leyendas, casos, oraciones, canciones, poesías, etc. como fuente de la historia de los sectores populares centroamericanos, en distintos períodos de la vida sociopolítica. La leyenda centroamericana: implicaciones psicosociales. Particularidades y patrimonio cultural literario en la región centroamericana. El testimonio y la alzada de los movimientos sociales en el siglo XX.

f) La literatura alternativa centroamericana y la historia de las revoluciones, alzadas, guerras civiles, revueltas y movimientos sociales de protesta. La literatura de la izquierda centroamericana. Movimientos de las minorías sexuales y su expresión literaria.

g) Literatura y medios de masas en Centroamérica: Prensa y literatura en la conformación de los estados nacionales centroamericanos. Los movimientos y organizaciones culturales ligados a los medios. Literatura, educación, prensa, radio y desarrollo del estado-nación. Literatura, TV, radio y literatura. La crítica literaria en los medios. Premios y promociones. La literatura de dilución del estado nacional y los medios.

Hasta aquí esta propuesta siempre limitada y por completarse. Para abonar al método, agrego a lo he propuesto que es necesario también observar la dinámica de los géneros literarios en cada período y en cada serie. Por ejemplo, y ateniéndonos a lo que ha relevado la crítica literaria hasta ahora y, por lo tanto, con precauciones, podría suponerse que el género favorito para la prensa a principios del siglo XX en Costa Rica puede haber sido el ensayo, mientras que para la producción de mujeres, la poesía y el drama escolar; la literatura de afincamiento del estado-nación se expresaría mayoritariamente en novela y ensayo. También hay que estudiar la relación entre géneros literarios y creación o adquisición de corrientes estéticas: el Modernismo prefirió la poesía, aunque existe una prosa modernista magnífica, poco estudiada, en Centroamérica. El testimonio, elige mayoritariamente la prosa, aunque existe una dramaturgia y una poesía testimoniales importantes en el período de la guerra, e incluso, según decía un poeta salvadoreño de las nuevas generaciones: una estética en la poesía derivada de los discursos de la guerrilla.

Un comentario, a manera de colofón, sobre este esfuerzo por definir objetos de estudio. En el trabajo filológico y en la tradición académica de herencia hispánica ha sido común la dedicación a una obra o a un grupo reducido de obras, seleccionadas a voluntad; entre nosotros, muchas veces esos textos son tratados fuera de contexto, o con escasas referencias. Se ha perdido la exquisita erudición de otro tiempo y campea cierto facilismo ametódico. Abundan los especialistas en un texto específico que desconocen la totalidad de la producción del autor que estudian y, por lo tanto, el sentido de esa obra en el conjunto producido. Tengo la esperanza de que este esfuerzo interdisciplinario también aporte a la superación de ese estado de cosas. Si se abandonara esta costumbre que aísla los procesos literarios de sus productos y productores, se habría avanzado notablemente.

Algunas conclusiones

De este esfuerzo por producir en equipo interdisciplinario, que reúne a estudiosos de lo literario e historiadores, una historia de las literaturas de Centroamérica, se tiene ya acumulada una importante experiencia de encuentro y diálogo. Se ha avanzado, como corresponde al acercamiento entre diferentes, hacia el conocimiento mutuo de las certidumbres de cada campo de estudio, con respeto y búsqueda de apoyos recíprocos, de complementariedad y de reconocimiento de las diferencias, que no oponen necesariamente, si se miran como particularidades que no deben de ser homologadas y, por ello mismo, productivas. El trabajo del estudioso literario, que ha debido hacer un esfuerzo por salir de la glosa de la literatura y pulir y dar coherencia a sus métodos específicos, está a la altura de los esfuerzos y miras de las Ciencias Sociales. El productor literario, autor o autora, tiene otros retos. Su actividad ofrece a la vida social objetos que le permiten observarse como colectividad adonde la ciencia no llega: le interesa el caso individual, propuesto y examinado en sus repercusiones colectivas, la vida de las emociones y del cuerpo, no visto como patológico, sino como probable sitio tanto del “pathos” como del placer, de los afectos, de las aberraciones, de las virtudes y de las pulsiones, benignas y reprochables, tal y como se dan en la vida cotidiana, todo ello imbricado con las razones de la política, la economía, la lógica de clase, etnia y sexo, como opera en la vida humana. Lo real, lo que pudo serlo, lo deseable, lo probable, lo improbable, pero hermoso, lo utópico, lo negado, la ficción científica ... todo puede cobrar existencia en el arte literario, como en otras dimensiones del arte. Por eso creo que no puedo acabar estas reflexiones sin referirme a la proyección de Iván Molina, en su artículo “Entre la historia y la literatura: una reflexión personal” (publicado en el presente número de Istmo), sobre el futuro de la literatura, al decir que ya ha pasado el mejor momento de los escritores y artistas. En realidad, siendo el lenguaje el material más accesible a todos los humanos, y materia prima de la literatura, de seguir los seres que nos sucedan teniendo necesidad de soñar realidades alternativas que expliquen lo real vivido y capacidad de imaginación creativa, la literatura tendrá asegurado un lugar en la cultura del futuro, cualquiera sea su soporte material o medio, y los estudiosos la posibilidad de leer en ella más allá de las palabras, con instrumentos y procedimientos confiables, tanto como con intuiciones avizoradoras.

© Magda Zavala


Notas

arriba

vuelve 1. Considero muy importante trabajar con un concepto operativo de Centroamérica que incluya los siete países que se ubican contemporáneamente en la región istmica, y a hacer las inclusiones del caso para el período colonial.


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Istmo@acs.wooster.edu*

*Modificado 24/02/04*

*© Istmo, 2004*