Sheila Candelario

Violencia, globalización y literatura:
O el dilema del Eterno Retorno en El Salvador

  Boricua College

sheilacandelario@netscape.net

Notas*Bibliografía

A long twilight limped before me, a sadness, weary of death,

drunken with death, speaking with a yawning mouth.

‘Eternally recurs the man of whom you are weary, the small man’

—thus yawned my sadness and dragged its feet and could not go to sleep.

—Friederich Nietzsche, Thus Spoke Zarathustra III1

 

En este ensayo se hará un análisis discursivo de obras escogidas de autores contemporáneos salvadoreños, partiendo de estructuras donde la violencia es multidimensionalmente híbrida en el imaginario socio-cultural actual de El Salvador. Se destacan Horacio Castellanos Moya, Rafael Mejívar Ochoa y Claudia Hernández por su producción literaria posguerra y sus temas recurrentes de la violencia y la muerte. En este análisis la violencia, en todas sus manifestaciones, se ve como una constante histórico-existencial vacua de memoria, en un transitar cíclico donde su esencia trasmutada es definida por circunstancias dictadas actualmente por la globalización. Se explorará en las obras de estos tres autores cómo los signos se transfiguran mientras se dirigen desorientados hacia significantes mutables en un continium histórico-humano que toma nuevas formas dentro de condiciones económico / social / políticas, creando espacios irrepresentables desde su manifestación ligüística.

Para leer el fenómeno de la violencia actual en El Salvador como textos teleológico-cíclicos, dentro y fuera de la literatura, se utilizó el marco filosófico de Frederick Nietzsche y su teoría del Eterno Retorno de lo Mismo. Esta teoría nos revela el aquí y ahora, negando el ser presente en innumerables otros, exiliados de memoria, concientes de la incapacidad de recordar qué constituye el sujeto que se niega a sí mismo en el descubrimiento circular de su existencia. Es la negación repetida del sujeto en los textos cíclicos de la historia lo que impulsa a leer la violencia en El Salvador desde los parámetros del pensamiento filosófico de un hombre que nos lanzó con la muerte de Dios,2 como representación de las verdades absolutas de la cultura occidental, a una búsqueda eterna del conocimiento desde lo externo. Se leyó al Nietzsche de la primera etapa específicamente sus obras Gay Science y Thus Spoke Zarathustra.3 La filosofía de Nietzsche, especialmente su obra temprana, se ha hecho más vigente dentro del postmodernismo por su postura ante los grandes discursos como verdades absolutas de la cultura occidental como el cristianismo, la ciencia, el progreso, la ética moralista, declaradas por Nietzsche como inservibles, muertas. Dave Robinson (1999:54) indica, “Nietzsche has been adopted by many postmodernist as the first ‘anti-philosopher’ because of his views on language and meaning, his genealogical studies of power, an his famous ‘perspectivism’.” El estilo figurativo de este filósofo alemán se presta a innumerables lecturas lo que abre su filosofía a múltiples interpretaciones. Para este ensayo se utilizaron principalmente las interpretaciones de Nietzsche hechas por teóricos y filósofos como Pierre Klossowski, Giani Vattimo, Martín Heidegger, y Gilles Deleuze, entre otros.

El movimiento cíclico-histórico de la violencia en El Salvador se manifiesta desde espacios públicos y privados, desde lo externo y lo interno, donde se entretejen múltiples entornos dentro de una simultaneidad cultural híbrida en que lo palpable parece a veces rebasar la ficción. Estos espacios se bifurcan y entrecruzan en demarcaciones trazadas por culturas y lenguajes coexistentes insertados en estructuras creadas por el avance del capitalismo globalizado. Son espacios que dentro del trasmutar continuo de una historia en incesante movimiento hacia sí misma se nutren con constantes cuantificables en cientos de miles de cadáveres. Cabe mencionar que estos cadáveres toman formas teleológicas, metafísicas y escatológicas, anclando toda representación, en el caso de El Salvador, a referentes en que el cuerpo, como espacio, es esencia y conducto de toda manifestación de violencia como el hambre, la desnutrición, epidemias mortales, decapitaciones, desmembramientos, torturas y violaciones que mantienen suspendida en la psiquis colectiva salvadoreña la incertidumbre y el terror. La literatura dialoga, niega y negocia con esta multiplicidad espacial de acuerdo a circunstancias históricas que demarcan condiciones socio-políticas, económicas y culturales.

Frederic Jameson (1998:350) ha descrito como durante la etapa del imperialismo capitalista los espacios estructurales y la producción artística se distanciaron cuando la experiencia fenomenológica del individuo como materia bruta del arte iba limitándose a una diminuta esquina de su entorno social en la metrópolis dejando una ausencia representativa de culturas, lenguajes y formas que quedaban al margen de su experiencia. En lo que denomina “juego de figuraciones” Jameson describe cómo estas nuevas y enormes realidades globales eran inaccesibles y por ende irrepresentables para aquellos artistas confinados a su determinada posición de clase y geografía, lo que a finales del siglo XIX impulsó a muchos escritores en las metrópolis a producir nuevas formas de expresión dentro de un “relativismo mónada” donde el estado de conciencia se cierra en un mundo marcado por la ironía.4 Ahora, con el desarrollo del capitalismo transnacionalizado de la globalización las distancias se suprimen y los espacios se saturan con los nuevos avances tecnológicos. Jameson (1998:351) indica, “[…] I take such spatial peculiarities of postmodernism as symptoms and expressions of a new and historically a multidimensional set of radically discontinuous realities, whose frames of range from the still surviving spaces of bourgeois private life all the way to the unimaginable decentering of global capital itself.” Este proceso se manifiesta a través de la fragmentación, esquizofrenia descentrada y dispersión del sujeto.

En el caso de la literatura actual salvadoreña encontramos que simultáneamente se dan los distanciamientos y espacios descritos por Jameson desde comienzos de la expansión capitalista mundial al confrontarse con una realidad referencial que no alcanza en su totalidad y cuyo movimiento vertiginoso es irrepresentable. Con esto nos referimos a la representación de circunstancias, del aquí y ahora, desde donde emana la violencia en El Salvador, y que describiremos a continuación en los textos El Arma en El Hombre de Castellanos Moya, Instrucciones para vivir sin piel, de Menjívar Ochoa y Mediodía de Frontera, de Claudia Hernández. En su lectura de Jameson, George Yúdice (1992:16) resalta precisamente el punto al que queremos llegar, el hecho de que lo cotidiano se encuentra colonizado, tanto así que es imposible lograr una práctica cognoscitiva directa con el mundo y aquí el fracaso de representar la realidad que la literatura alude.5

La constante histórica de la violencia centroamericana se ha trasmutado según las presiones económico-sociales y políticas de la globalización, pero esta trasmutación es simplemente un desdoblamiento de aquello que ha quedado latente y vivo después de un siglo de dictaduras brutales, guerras civiles y masacres como en el caso de El Salvador, donde un 55 por ciento de la población vive aún en niveles de pobreza sin esperanzas de cambio dentro de la nueva economía dolarizada impulsada por una ideología neoliberal excluyente representada por el sector financiero e industrial. El nuevo orden consumista, dentro de esta disparidad económico-social crónica, le ofrece al salvadoreño McDonald's, Burger King, Subway, Esso-Marts a la par del Pollo Campero y pupuserías en las esquinas, además de lujosos mega centros comerciales como “Galerías” y el recientemente inaugurado “Las Cascadas” ubicado en la carretera hacia Santa Tecla. La crisis económica que enfrenta El Salvador después de la guerra y el hecho de que nuevas inversiones extranjeras no hayan llegado al país, según el candidato presidencial por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Schaffik Handal,6 se debe entre otros factores a la desestabilización social creada por la violencia criminalizada exacerbada en la proliferación de pandillas o “maras”.

La violencia sigue en el epicentro de la sociedad y cotidianeidad de la posguerra, que dada su magnitud y origen puede bien denominarse como una pos-guerra. Según informes de la Organización Panamericana de la Salud, en 1995 El Salvador “se encontraba en el segundo lugar, después de Colombia, dentro de los países con tasas de homicidios más altas del continente (Cruz, 1997).”7 Eduardo Linares, ex guerrillero del FMLN y jefe de la Policía Nacional Civil (PNC) en San Salvador hasta el 31 de mayo de 2003, explica que además de persistir las explosivas y graves inequidades socio-económicas, la corrupción y el abuso de poder que precedió a la guerra civil, actualmente El Salvador se ha convertido en refugio de poderosos sindicatos criminales, compuestos en su mayoría por ex miembros de escuadrones de la muerte que han utilizado las maras como cortina de humo para dirigir el tráfico de drogas y armas con impunidad.8

Poco después del fin de la Guerra Civil en 1992 que se logra con los Acuerdos de Paz de Chapultepec, el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos eliminó cláusulas que otorgaban a los salvadoreños la condición de refugiados de guerra. Comenzaron de inmediato las deportaciones en masa y con ello se implantó una nueva cultura en El Salvador que ha dividido al país, barrio por barrio, en territorios tomados por dos poderosas y rivales maras, la Salvatrucha y los M18. En 1998 el Servicio de Inmigración y Naturalización estadounidense deportó 5,300 salvadoreños, de estos se estima que el 16 por ciento tenían antecedentes violentos. En contraste al millón de dólares diarios que invertía el gobierno estadounidense en armas y ayuda para sustentar la guerra en los años 80 en El Salvador, ahora los Estados Unidos invierte sus recursos en devolverle a este país precisamente esos entonces niños y jóvenes, o ahora los hijos de éstos, que escaparon de la muerte a manos de militares o Escuadrones de la Muerte, y encontraron en las calles de Los Ángeles refugio en pandillas que nutrían su desesperanza y sus historias íntimas de violencia dentro de un país hostil que los definía por su condición de inmigrantes marginados, lo que a su vez estimuló en ellos un sentimiento nacionalista exacerbado. La Policía Internacional (Interpol) acaba de inaugurar en septiembre del 2003 una oficina regional en San Salvador para prestar asistencia a agencias policiales centroamericanas y combatir el crimen transfronterizo.9 La cifra oficial del PNC estima unos 10,000 miembros de pandillas en El Salvador, cifra que es disputada por otros que creen que este número rebasa 20,000,10 y que a niveles centroamericanos llega a 150,000.11 Recientemente, de manera subrepticia, han resucitado las fuerzas represivas clandestinas, a manera de escuadrones de la muerte o la “Sombra Negra” como muchos pandilleros los denominan, secuestrando y ejecutando a objetivos seleccionados dentro de las maras.12

La complejidad de este fenómeno se desencadena dentro de sus implicaciones culturales ya que se han transnacionalizado códigos lingüísticos y símbolos de representación originados en las calles del Este de Los Ángeles y otros centros urbanos en los Estados Unidos. Muchos de estos miembros de maras, cuyas edades fluctúan entre los 12 y 35 años, escuchan Rap, demarcan sus territorios con graffiti en inglés y español, se comunican en ambas leguas transfigurando el lenguaje en códigos lingüísticos cerrados que los representan, se identifican con los elementos de la cultura Hip-Hop y urbana norteamericana notablemente a través de sus vestimentas, mientras negocian y se sumergen en los entornos culturales urbanos y rurales salvadoreños. Estas transferencias y transacciones culturales, tomando los términos de García Canclini,13 se han asentado en zonas rurales donde existen grupos satélites de los Salvatruchas y los M18 debido a que muchos de los deportados regresan a las mismas zonas remotas de las que su familia o ellos habían huido durante la guerra.14

Al insertar la literatura que se va a examinar a esta realidad trasluce como los espacios se intersecan y distancian en un movimiento espiral horizontal en el que cada punto de encuentro es el eterno retorno de la violencia desde donde el sujeto resiste su desintegración paradójicamente a través de la muerte. En las obras subyace una inaccesibilidad a los múltiples espacios estructural-culturales híbridos impulsados por la globalización cuyo movimiento vertiginoso, lenguaje y formas se tornan irrepresentables, inalcanzables, ante el imaginario social del ente creador. Esta distancia o ausencia es intersecada por la tecnología adoptada por los medios de comunicación masiva, electrónicos, digitales y escritos, creando nuevos mitos a través de representaciones producidas a la misma velocidad en que se desencadenan los referentes, lo que es notable en la novela de Castellanos Moya El Arma en el Hombre. Por otro lado, se denota particularmente en la novela de Menjívar Ochoa, Instrucciones para vivir sin piel, y en los cuentos de Claudia Hernández compilados en Mediodía de Frontera un “relativismo mónada”, tomando el término de Jameson, marcado por la ironía.

Si se sigue la trayectoria literaria de Castellanos Moya puede observarse como su obra se lanza a la búsqueda, a la necesidad de confrontar la realidad histórico / política / social de El Salvador desde múltiples voces que se hablan entre sí en diálogos intertextuales, contra-dicen y contra-ponen, se entrecortan en un juego de signos que apenas toca la complejidad de un referente variable y confuso. Prevalece en su obra la óptica del cronista que utiliza voces de sujetos descentrados, desubicados, dentro de un vortex existencial en el que subyace un variado manejo lingüístico donde se destaca el testigo ya sea en primera persona, en monólogo interior o en el distanciamiento de un observador. Esto se evidencia en relatos como “Variaciones sobre el asesinato de Francisco Olmedo”, “Con la congoja de la pasada tormenta,” y obras como Baile con Serpientes, El Asco, La diáspora, La Diabla en el Espejo, y la novela que nos atañe El arma en el Hombre en la que se representa los engendros y mutaciones de sujetos dislocados, formados y moldeados por la guerra y que ahora navegan la madeja del nuevo orden de la violencia criminalizada en El Salvador.

El recorrido circular del hombre que vive eternamente su esencia histórica se nos revela a través del personaje central de la novela, Robocop, miembro desmovilizado de un escuadrón elite de las Fuerzas Armadas, el batallón Acahuapa.15 Su mote alude al personaje principal de un film futurista norteamericano dirigido por Paul Verhoeven en 1987 en el que se relata la historia de un policía que luego de ser aniquilado por pandilleros en Detroit es resucitado mediante el uso de tecnología avanzada y reconstruido en un cyborg, un hombre-arma, una máquina de muerte con conciencia humana aunque desprovisto de memoria. Después de haber sido dado de baja del batallón Acahuapa al finalizar la guerra, el personaje de Castellanos Moya, sin tener otro adiestramiento que el matar, transita por varias organizaciones del crimen organizado dirigidas por ex militares y ex guerrilleros hasta que termina siendo reclutado por las fuerzas policiales del narcotráfico en Estados Unidos precisamente por su historial destacado dentro de uno de los grupos militares más violentos y brutales de la guerra. Este Robocop es la trasmutación centroamericana del personaje del cine norteamericano, es el producto de la tecnología e ideología bélica transnacionalizada de la Guerra Fría, un engendro puramente humano cuya existencia se define por las armas, la tortura, la muerte y la ausencia del remordimiento. La memoria le es inútil, le estorba en su divagar, no hay recuerdo que lo ancle o haga nada excluyente, las ideologías se convierten en mutismos dentro de su supervivencia pos-guerra. En esta novela el protagonista es una máquina aniquiladora desprovisto de conciencia, engendro perfecto para el nuevo orden del capital globalizado donde toda frontera se desvanece y el crimen se desplaza en la narrativa por México, Guatemala y Estados Unidos a través de una red internacional dedicada al tráfico de autos robados, u organizaciones rivales dedicadas al tráfico de drogas, armas y otros contrabandos. El recorrido del personaje es cíclico aún dentro de una progresión lineal narrativa, las circunstancias de ejecución se diversifican y presentan como un transitar existencial desorientado que se remite a su origen. Gille Deleuze interpreta la teoría del Eterno Retorno precisamente como una síntesis del tiempo y sus dimensiones, una síntesis de la diversidad y su reproducción, una síntesis de ser y hacerse que reafirma esta construcción.16

Pero este personaje carga consigo un pasado, que queda nombrado en su propia negación ante un presente siempre repetido, y aquí su “enfermedad histórica”17, el no poder ir más allá de un proceso desprovisto de todo sentido o en su caso de verdades absolutas. La relación del hombre con su pasado en recurrencia histórica cíclica nos devela, según Gianni Vattimo, el auto-reconocimiento de “un imperfecto que nunca se completa,” o sea, “una sucesión ininterrumpida de instantes, cada uno de los cuales es la negación del otro, por lo que su vida es una lucha continua con el pasado, que gravita como un peso sobre él.”18 Sin embargo, dentro de la teoría del eterno retorno, este ente necesita del futuro, lo cual parece imposible desde la perspectiva existencial del personaje. El futuro en esta instancia es determinado en el momento, a partir de fuerzas externas. Esto nos lleva a la interpretación de Vattimo sobre el instante de la decisión, donde se hace posible la relación recíproca entre pasado y futuro. Este momento, argumenta, está en una relación inmediata con la totalidad del tiempo, o la eternidad según Nietzsche. “El instante lleva consigo todo el pasado y todo el futuro: todo momento de la historia resulta decisivo para toda la eternidad. ‘En todo instante la existencia comienza [...] El centro está en cualquier parte.”19 El sujeto tiene que estar posicionado, según Martín Heidegger, en el mismo centro de esta colisión de pasado y futuro convirtiéndose el sujeto mismo en la colisión.20 A manera de paréntesis cabe añadir que Ernesto Laclau (1998:112) (no directamente refiriéndose a la filosofía nietzscheana) ve este instante como el momento del sujeto dentro de la instancia de la decisión, o el momento en que se pasa de la experiencia de la “indecidibilidad” a un acto creativo, “[...] como algo abandonado a sí mismo e incapaz de proveer sus bases a través de ningún sistema de reglas que se trasciendan a sí mismas [...]”21

El sujeto que se va desvaneciendo en su propia ausencia, dislocación (siguiendo la interpretación de Laclau)22 y marginalidad, se busca a sí mismo dentro de lo inmediato, en aquello que le ofrece al menos los espejos de su existencia creando nuevos mitos, en eso que se mueve tan rápido como él y que puede capturar en imágenes, a su vez distorsionadas, y narrativas colectivas su transitar sin rumbo. Estas re-presentaciones distorsionadas se las ofrece a Robocop la prensa en sus formas escritas y electrónicas, como textos donde corrobora su existencia y busca cohesión, mientras simultáneamente reafirman su negación en un devenir histórico sin sentido. En la toma de las instalaciones de la Asamblea Legislativa por los desmovilizados el personaje comenta: “Fotógrafos y camarógrafos apuntaban sus cámaras hacia mí. Salí en los noticieros y en las portadas de los principales diarios del país. Me convertí en el símbolo de los desmovilizados; y nadie supo mi identidad.”23 Al ser capturado y entregado a las autoridades judiciales toma conciencia de los reporteros que intentaron acercarse en vano al lugar por donde entraría.24 La cámara del periodista siempre se encuentra al asecho, a un paso de los acontecimientos que necesita testimoniar dentro de la inmediatez de su medio, marcando en el momento la autoconciencia del personaje ante su re-presentación multiplicada. Una vez se produce la fuga, Robocop tiene que desechar nuevamente su identidad “mi jeta había salido en todos los periódicos y noticieros.”25 En otra ocasión confronta la veracidad del nombre e identidad del jefe de la organización para la cual trabaja con la imagen vista del individuo “en algún noticiero.”26 Nos encontramos con un juego de identidades mediatizadas, creadas por la tecnología y la masificación de imágenes, donde los sujetos intentan reconstruirse desde tiempos múltiples en un presente y pasado que se funden ante la ausencia de su auto-conciencia histórica. Aquí, la necesidad de edificarse como mito resucitado por un texto, convirtiéndose en su propia fábula.

La novela de Castellanos Moya se torna autoreferencial en cuanto a la posición de la literatura y el movimiento vertiginoso de entornos híbridos culturales representados en este caso por los medios de comunicación masiva. La fuerza de la ficción reside en el tono y voz testimonial del personaje, sin embargo enfrentamos un relato detenido en su propio movimiento, que ha sido superado y complicado por múltiples y rápidos cambios estructurales dentro de la cultura de la violencia globalizada. La novela de Castellanos Moya se convierte en un preludio en pretérito, congelando en el movimiento cíclico de la narrativa aquello que anuncia lo innombrable de las formas que constituyen la hibridez cultural / multitemporal de la violencia actual en todas sus manifestaciones ontológicas. Con esto nos referimos a que se acerca a la violencia manejando el relato pos-guerra desde residuos ideológicos personificados en los engendros criminalizados de conocidas instituciones represivas o sus opuestos, engendros que a su vez se entrelazan y niegan esas ideologías latentes en su internalización y que han desvanecido ante la historia a pesar de sí.

Esto nos lleva a nuestra exploración preliminar de distancias marcadas por una literatura donde el sujeto como ente creador dentro y fuera de la ficción, vive la experiencia de la violencia desde un espacio mónada (en el sentido utilizado por Jameson) en el que como parte indivisible de una historia, en entornos socio-culturales múltiples, reafirma sus diferencias desde la perspectiva fenomenología existencial de sus espacios cerrados, lo que se refleja en la novela de Menjívar Ochoa y los cuentos de Claudia Hernández. La ironía marca de plano la distancia en la novela de Menjívar Ochoa a través de un juego multilingüístico. El relato comienza con la voz omnipresente de un ente anónimo que se dirige a un personaje sin identidad. El lector es el voyeur que en silencio testimonia una conversación esquizofrénica contenida dentro de un mismo personaje. Comienza la novela: “Lo que usted en realidad intenta entender es de qué se trata el nudo en la garganta que esconde detrás de esa sonrisa implacable, la que les dedica a amigos –usted no tiene amigos—[...]”27 El diálogo nunca se materializa, la enunciación es actos performativos del lenguaje en la que el receptor es un vacío, una mera suposición. Se van alternando voces en primera persona, monólogo interior, segunda y tercera personas fragmentadas por silencios y representaciones onomatopéyicas. Son desdoblamientos de un mismo personaje encerrado en su habitación de hotel en Phoenix, esperando a una amante que jamás llegará aunque la espere todos los años, exactamente ese día a la misma hora, y separe esa misma habitación que permanecerá eternamente desocupada. Todo ocurre en unos minutos, el tiempo gira sobre sí, se suspende en un ahora que marca el peso de una traición cometida durante la guerra, que acosa el pasado / presente y se detiene en la espera, en un futuro que no existe aunque se anhele. Es un recorrido existencial cíclico pero que a diferencia de la novela de Castellanos Moya se da desde un plano interior ya sea de una habitación, del pensamiento o la memoria del personaje. La violencia se manifiesta desde la implosión de un espacio hermético en el que habitan todos los muertos que carga el personaje en la conciencia y la historia, por ende “ese nudo en la garganta.” El cuerpo se celebra desde una morbosidad lujuriosa al contemplar los cadáveres como sus obras de arte. “Si no esculpiera cuerpos sería zapatero, o albañil, o eterno estudiante de secundaria; casi nada. O sería tal vez una estatua como las que salen de sus manos, efímera, desechable. (Se pudren, claro: ésa es la metáfora).”28

A través de la obra de Menjívar Ochoa se intenta anclar el signo en el cuerpo, de encerrar la aporía de nombrarlo en la experiencia fenomenológica de la mutilación y aniquilamiento de precisamente esa fuente originaria de sentidos. Y es esta celebración irónica de la muerte como regalo inefable de una historia cíclica de violencia lo que también se retrata en los cuentos de Claudia Hernández. En su narrativa siempre se ve invadido, violentado el espacio interno, privado, circunscrito de los personajes. Son breves relatos en los que cadáveres que al aparecerse un día cualquiera en la cocina se dispone de ellos de las maneras más ‘civiles’ entre éstas cocinarlos y dárselos de comer a desposeídos en las calles (Hechos de un buen ciudadano (parte I y II); se desentierran y colocan en la casa para celebrar su memoria (Abuelo); se mimetizan como juego de niños (Melissa: Juegos del 1 al 5); se congelan en la imagen de una mujer muerta en todo su esplendor entre flores flotantes en la tina (Estampa); se acompañan por un perro a quien se le obsequia la lengua cercenada antes del suicidio (Mediodía de Frontera); o en caso de mutilación y desmembramiento, digamos de un hijo, se dan instrucciones precisas para reconstruirlo (Manual del Hijo Muerto). El espacio privado se invade, se irrumpe y violenta desde la calle al aparecer inesperadamente en la casa individuos extraños, desconocidos, que entran desnudos por la ventana, piden un café y se lo dan (Un hombre desnudo en casa), o son encontrados en el baño pidiéndole de comer a una niña (El Ángel del Baño), o tocan a la puerta para proponerle al dueño que le entregue sus hijas, y éste acepta, a cambio de un collar de dientes de tiburones, tres botes de brea y un león (Trueque). La ironía punzante y a veces sardónica que trasluce en estos relatos crea un distanciamiento desde el mismo lenguaje que acentúa la condición mónada de la creación literaria. Siguiendo el pensamiento de Wolfgang Iser, es una ironía en que no sólo se plantea lo opuesto, sino que también representa aquello que es imposible de formular.29 Esta ironía se da desde las voces del sujeto y su condición dentro y fuera de una historia que lo arropa a pesar suyo. Interesa destacar esta última ironía ya que no reside en un solipsismo psicológico u objetivo ético del sujeto, sino que radica en la historia cíclica que desemboca en una repetición fatalista, que en el caso de El Salvador se traduce al fenómeno de la violencia como praxis.30

A pesar de la riqueza y profundidad de las obras de estos dos autores, me limitaré a manera de conclusión a analizar brevemente como estos espacios se manifiestan desde su producción literaria dentro de unas estructuras donde la violencia es multidimensionalmente híbrida en el imaginario socio-cultural actual de El Salvador. Estos espacios pueden a su vez verse como contención, volviendo a Jameson, de estas estructuras, a manera de reubicar discursivamente la persistencia histórica de patrones y condiciones que han nutrido la violencia. Es una ausencia de referentes insertados en espacios donde yacen los subtextos de una violencia transmutada en sus formas variables. Esta contención se da desde parámetros existenciales que colisionan con múltiples significantes que intentan representar la vida desde el absurdo circunstancial de su destrucción.31

Estas circunstancias cíclicas cobran nuevas formas a través de la fragmentación y dislocación del sujeto en constante búsqueda de cohesión. Movimiento que paradójicamente se manifiesta dentro de avances tecnológicos dispares, el neo- liberalismo excluyente y polarizante, los estragos económico-sociales y psicológicos de guerras aún presentes en un plano político tergiversado, la violencia criminalizada que emana de sectores marginados económica e ideológicamente después de acuerdos de paz que prepararon el terreno para la proliferación de armas, el retorno migratorio de violencia y del capital de remesas, todo, bajo la presión económico / política de multinacionales y entidades internacionales financieras para abrir campo a la inversión mundial de capital. Simultáneamente, muertes violentas, el hambre, epidemias, desastres naturales, y los traumas del terror se ven como constantes multi-discursivas en cada paso guiado por un vacío ideológico de propuestas pragmáticas contestatarias.

En la literatura examinada se descubre el movimiento circular de la violencia como esencia suspendida en el vacío de su autoconciencia histórica, tal y como Nietzsche imagina al sujeto desprovisto de toda memoria y voluntad en el acto de su eterna recurrencia aunque esta le sea revelada. La violencia como un ente, develada como esencia, asume sus diversas identidades dentro de circunstancias históricas variables, en infinitas manifestaciones desde un presente preñado de pasados que se repiten infinitamente sin pretender un futuro aunque se anhele. La revelación del Eterno Retorno crea la necesidad de entender la posibilidad de asumir múltiples identidades sin perderse la esencia, y de aquí el precepto nietzscheano de que al fin y al cabo se termina siendo, como en el caso de la violencia en El Salvador, todos los nombres de la historia.

© Sheila Candelario


Notas

arriba

vuelve 1. Nietzsche, Friederich. Thus Spoke Zarathustra. Michael Kauffman trans. Random House, Modern Library Edition. New York, New York. 1995. pág. 219.

vuelve 2. Después de hablar con un anciano en el bosque y éste declararle a Zarathustra que ahora ama a Dios y no al hombre, Zarathustra declara para sí: “Could it be possible? This old saint in the forest has not yet heard anything of this, that God, is dead!” Op.cit. pág. 12.

vuelve 3. Nietzsche introdujo la teoría del Eterno Retorno en estas obras.

vuelve 4. “In Gide and Conrad, in Fernando Pessoa, in Pirandello, in Ford and to a lesser extent in Henry James, even very obliquely in Proust what we begin to see is the sense that each consciousness is a closed world, so that a representation of the social totality now must take the (impossible) form of coexistence of those sealed subjective worlds and their peculiar interaction, which is in reality a passage of ships in the night, a centrifugal movement of lines and planes that can never intersect. The literary value that emerges from this new formal practice is called “irony” […]”

Jameson, Frederic, “Cognitive Mapping,” Marxism and the Interpretation of Culture. University of Illinois Press. Chicago, Illinois. 1988. págs. 350.

vuelve 5. Indica Jameson (1998: 220), “[...] cultural institutions could scarcely hope to resist this universal process, which sunders subject from object and structurally colonizes each separately, producing hierarchies of functions according to their technical use […] So the book or printed text is wrenched from its concrete position within functioning social and communicational situation, and becomes a free-floating object, which, as Plato observes, ‘has the attitude of life, and yet if you ask it a question it preserves a solemn silence… you would imagine that [such printed texts] had intelligence, but if you want to know anything and put a question to one of them, the speaker always gives one unvarying answer.”.

vuelve 6. En un discurso dado en Manhattan, New York, el 14 de septiembre del 2003 Handal citó como fracaso de la política económica del partido opositor, ARENA, en los pasados 15 años el que no se hayan podido crear condiciones propicias para inversiones extranjeras debido a tres factores: no existe la seguridad jurídica debido a la corrupción, los niveles de delincuencia son altos y el que no haya niveles de educación adecuados.

Schaffik Handa, discurso en el auditorio de la sede local del Sindicato 1199. Manhattan, New York. 14 de septiembre, 2003.

vuelve 7. Normas Culturales y Actitudes Sobre la Violencia. Estudio ACTIVA. Instituto Universitario de Opinión Pública. Universidad José Simeón Cañas. San Salvador, mayo de 1999. pág. 14.

vuelve 8. Wallace, Scott, “You Must Go Home Again,” Harper’s Magazine. agosto 2000.

vuelve 9. Diario de Hoy, año 5, 1,382. pág. 21.

vuelve 10. Op.cit Wallace, Scott, “You Must Go Home Again.”

vuelve 11. Umanzor, Serapio y Carlos Girón. “150 mil pandilleros han sembrado el terror en Centroamérica,” La Prensa, Honduras, 7 de febrero del 2002.

vuelve 12. Wito, un pandillero que entrevistara Scott Wallace en El Salvador relata como elementos clandestinos de la policía escogen su objetivo y aniquilan a manera de ejecución a miembros de las maras. Wallace reporta: “Even when communiqués follow the mysterious shootings, the careful selection of targets—and the efficiency with which the victims are dispatched—have fueled fears that criminal elements within the police or private security companies may be moonlighting as contract killers. “You live with the fear that la Sombra Negra [death squads; literally, the Black Shadow] can come to get you at any moment,” Wito said. “The police put the hoods on and come out to kill. It’s the police who enter here: they ‘re the death squads.” Op.cit.

vuelve 13. Ver García Canclini, Néstor. Culturas Híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2001.

vuelve 14. Esta guerra, que durara doce años, dejó un saldo de 75,00 muertos, la mayoría a manos de los Escuadrones de la Muerte y las Fuerzas Armadas. Alrededor de 20 por ciento de los cinco millones de habitantes en El Salvador durante el conflicto se vieron forzados a salir del país o exilarse en refugios del USAID.

vuelve 15. Se alude al Batallón Atlcatl el cual asesinó a casi mil niños, mujeres y hombres, aproximadamente 400 de ellos del caserío El Mozote en la matanza ocurrida en Morazán en 1981.

vuelve 16. Deleuze indica: “The cyclical hypothesis is incapable of accounting for either the diversity of coexisting cycles or (above all) the existence of diversity within the cycle. This is why we can only understand the Eternal Return as the expression of a principle that serves to explain diversity and the reproduction of diversity, or diffrence and its repetition.”

Deleuze, Gilles, “Active and Reactive,” The New Nietzsche. Op.cit. pág. 86

vuelve 17. Según Gianni Vattimo, “[...] lo que constituye la enfermedad histórica es, de hecho, la imposibilidad de trascender de algún modo el proceso, tenga o no un sentido general. La relación con el pasado, cuya degeneración constituye la enfermedad histórica, es, sin embargo, constitutiva del hombre: éste se distingue de los animales justamente en cuanto que, en un cierto momento, aprende a decir “es war” (así fue), y se reconoce un pasado con el que ha de entrar en relación.”

Vattimo, Gianni. Diálogo con Nietzsche: Ensayos 1961-2000. Carmen Revilla, trans. Piados. Barcelona. 2002. pág. 38.

vuelve 18. Ibid. pág. 39.

vuelve 19. Vattimo, Op.cit. pág. 61.

vuelve 20. Explica Heidegger: “We define the “Moment” as that in which future and past ‘affront one another,’ in which future and past are decisively accomplished and consummated by man himself, inasmuch as man occupies the site of their collision and is himself that collision. The temporality of the time of that eternity which Nietzsche requires us to think in the eternal return of the same is the temporality in which humanity stands, preeminently humanity and, so far as we know, humanity alone.”

Heidegger, Martín. Nietzsche (Vols. I & II). David Farell Krell, trans. Harper Collins Publisher. San Francisco. 1984. Vol. II, pág. 98.

vuelve 21. Indecibilidad, interpreta Laclau, es deconstruir la estructura.. “[...] la pluralidad de ordenamientos que eran posibles a partir de ella y el ordenamiento real que finalmente prevaleció. Esto puede ser denominado decisión, [...] el momento de la locura, [...] sin ninguna mediación racional subyacente.”

Laclau, Ernesto, “Deconstrucción, Pragmatismo y Hegemonía,” Deconstrucción y Pragmatismo, Chantal Mouffe, comp. Paidós. Buenos Aires. 1998. pág. 112.

vuelve 22. Laclau argumenta: “[...] ningún sistema puede estar eternamente protegido, dada la indecidibilidad de sus fronteras (es decir, ningún sistema puede ser una eternidad espinoziana); pero esto equivale a decir que las identidades dentro del sistema estarán constitutivamente dislocadas y que esta dislocación mostrará su contingencia radical. Esto explica nuestra primera tesis: la dislocación es la huella de la contingencia en el seno de la estructura.” Ibid.

vuelve 23. Castellanos Moya, Horacio. El Arma en el Hombre. Tusquets. Barcelona: España. Pág. 21.

vuelve 24. Ibid. pág. 68.

vuelve 25. Ibid. pág. 69.

vuelve 26. Ibid. pág. 107.

vuelve 27. Menjívar Ochoa, Rafael. Instrucciones para vivir sin piel. Próxima a publicarse, Editorial Dos más dos, México, D.F. 2004. En impresión, Cénomane. Le Mans, Francia, 2003. Manuscrito pág. 1.

vuelve 28. Ibid. Manuscrito pág. 24.

vuelve 29. Iser, Wolfgang, “The Reading Process: A Phenomenological Approach,” The Critical Tradition. David H. Richter, ed. St. Martin’s Press. New York. 1989. pág. 1229.

vuelve 30. Frederick Jameson estableció estas distinciones en su análisis de Conrad. Distingue la ironía del sujeto como algo ético objetivo y psicológico, de la ironía transindividual más histórica en carácter. Esta ironía histórica es aquella en que no se aprenden las “lecciones de la historia.” Indica, “[...] it is the irony of reequipping oneself better to wage the previous war, for which one was so grievously unprepared, with the result that one is equally unprepared, but in a new way, to fight the following one. Such irony is, if you like, a negative version of Hegelian ‘ruse of reason,’ and one which in this form is relatively cyclical and has no content […]”

Jameson, Frederick. The Political Unconcsiuous: Narrative as a Socially Symbolic Act. Cornell University Press. Ithaca, New York. 1991. pág. 263.

vuelve 31. Estos conceptos los desarrolla Jameson en The Political Unconscious. págs. 213-216.


Bibliografía

arriba


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Istmo@acs.wooster.edu*

*Modificado 24/02/04*

*© Istmo, 2004*