Historia y Literatura: Una larga y compleja relación
Universidad de Costa Rica
La separación entre la historia y la literatura como componentes de un mismo género dio inicio a fines del siglo XVIII cuando se consideró que la historia estaba regida por las reglas de la retórica. Para finales del XIX, la historia se había convertido en una profesión diferente de la literatura por sus objetivos y metodología, y el canon histórico cambió al asumir la racionalidad y el método científico como norma producto de las discusiones entre intelectuales. Por ejemplo, tanto Ranke como Hegel consideraban que el conocimiento histórico podía aproximarse epistemológica y metodológicamente a aquel de las ciencias naturales.1 De esta forma, lo que en algún momento fue compartido por la historia y la literatura la mimesis y la retórica-, fue dejada de lado por los historiadores. Este trabajo explora algunos aspectos de la sutil línea que demarca la frontera entre la forma narrativa de la historia y la forma narrativa literaria, y discute las preocupaciones de críticos y teóricos alrededor del vínculo entre ambas disciplinas en el tránsito al siglo XXI. Asimismo, se intenta buscar respuestas a preguntas como las siguientes: ¿cómo se interrelacionan el texto literario y el histórico? ¿Qué lugar ocupa cada disciplina y su respectiva producción en el imaginario colectivo?
El giro lingüístico
El cambio de paradigma en la década de 1980 llevó a que algunos académicos concluyeran que la historia estaba en crisis y que su problema básico era la relación entre el discurso narrativo y la representación histórica. Esta ruptura se hizo evidente cuando las teorías sobre el discurso disolvieron la distinción entre el discurso ficcional y el real.2 Hayden White planteó el problema de la siguiente manera: "esta relación [discurso narrativo y representación histórica] se convirtió en un problema para la teoría histórica al comprender que la narrativa no es un recurso discursivo neutral que puede o no ser utilizado para representar los eventos como procesos, sino que supone escogencias ontológicas y epistemológicas con implicaciones políticas e ideológicas."3 Precisamente, la crítica contemporánea al discurso narrativo histórico se basa en la convicción de que la realidad nunca puede ser representada en forma coherente en su totalidad, lo que rompe con la concepción de una "verdad" histórica anclada en la convicción de que se puede representar la realidad en forma "objetiva," "verídica" y lineal. Asimismo, se parte de la premisa que la realidad y la verdad no son entidades explícitas que pueden ser accesadas directamente, y que los textos como interpretaciones de interpretaciones, no son simples expresiones de una intención autoral sino son el resultado de procesos culturales que no deben verse como "buenos" o "malos."4
Para la historia el giro lingüístico y su énfasis en el papel del lenguaje y la textualidad fue determinante al resultar en un cambio en el ámbito metodológico y al transformar las fuentes históricas en textos. La ruptura del paradigma, también supuso un cambio en la escritura, y en las "metanarrativas."5 Históricamente, la narrativa ha sido una de las herramientas primarias del conocimiento y es la que determina la estructura y la forma en que se presentan los hechos reales o imaginarios, en otras palabras, la narrativa revela tanto la realidad histórica como la esfera de la ficción en la historia y en la literatura. En las décadas de 1960 y 1970, se consideró que la narrativa podría ser reemplazada en la escritura de la historia por la "descripción" y la "explicación" con el objetivo de alcanzar mayor "cientificidad." Empero, conforme ésta tendencia ganaba adeptos, otro grupo propuso el regreso a la narrativa. Lawrence Stone, especialmente, urgió por el regreso a la narrativa, al considerar que
"...la organización del material en una secuencia cronológica y centrada en el contenido es el resultado de una historia coherente, pese a los argumentos. Las dos formas esenciales en que la historia narrativa difiere de la historia estructural es que su organización es descriptiva más que analítica y su interés primordial es el ser humano y no las circunstancias. De esta forma se trata más lo particular y específico que lo colectivo y estadístico. La narrativa es una forma de escribir la historia pero también está determinada y afectada por el contenido y el método."6
Los cambios teóricos surgidos en las décadas de 1970 y 1980 abrieron paso a una corriente intelectual que es conocida como los estudios culturales. Este tipo de estudios propició un nuevo acercamiento entre la historia y la literatura por las características particulares de la tendencia, a saber: los estudios culturales se interesan tanto por la cultura popular como por la "alta" cultura, por lo que buscan desdibujar la línea que algunos creen separan ambas esferas. Por este motivo, los estudios culturales intentan analizar ambas culturas, "alta" y "popular," como partes integrantes de un todo. Segundo, los estudios culturales enfatizan la esfera política de las obras literarias y de las producciones culturales, esto es como las culturas reflejan y crean las estructuras políticas en las producciones literarias. De esta forma, la cultura no es vista como un simple reflejo ni se considera pasivamente determinada por el contexto y, no es autónoma sino integral al marco que la produce, o sea, lo social, político y económico. Tercero, no se descalifican los estereotipos al ser estudiados como un espacio en el cual las formas culturales y la sociedad se relacionan.7
El fracaso de los modelos económicos en la década de 1980 y la toma de conciencia sobre la importancia de las relaciones de género, etnia, clase, apoyaron nuevos tipos de investigaciones que enfatizaron en la cultura y en el individuo como agentes de cambio. Igualmente, el retorno a la narrativa marcó el fin de una era en que se intentó dar una explicación científica al pasado basada en la economía y no en la totalidad social. Una década después las nuevas teorías enfatizan en la construcción del mundo por el lenguaje y como el lenguaje construye significado y realidad. Además, algunos críticos consideran que los textos literarios se relacionan consigo mismo y no aportan para comprender la historia en un momento determinado, esta nueva aproximación es de nuestro interés desde el momento que menoscaba la capacidad de la literatura para transmitir experiencias históricas.
Esta tendencia también considera que la historia es una forma de ficción por lo que no tiene la autoridad para explicar una "realidad" desde el momento que es un indeterminado juego de textos.8 De esta forma, se cree que la historia es narrativa al utilizar las palabras y por esta razón es sujeta al análisis literario y, al mismo tiempo, al ser un fenómeno histórico también está sujeta al análisis propio de su disciplina. Hans Kellner opina que "todas las historias están basadas en una narratividad que garantiza que lo que se representa tiene significado. Resultante es que una historia social-científica no-narrativa que enfatiza en los números o estadísticas es esencialmente tan alegórica como cualquier otra representación histórica."9 Stone igualmente considera que los historiadores que combinan el análisis de las estructuras y los procesos en una "narrativa densa" generalmente la utilizan en forma ornamental independiente al contenido del trabajo histórico.10
En respuesta a esta nueva tendencia surgió en los Estados Unidos un grupo de académicos que se autodefinen como el "nuevo historicismo" y que se preocupa por contextualizar los textos históricos en su tiempo o momento particular en que fueron escritos. Esta aproximación permite una mayor relación entre la producción de textos históricos y literarios. En especial los discípulos de Michel Foucault se han dedicado a analizar los cambios en las formas del lenguaje o "discursos" en la búsqueda de la clave para estudiar los cambios en la distribución del poder.11 Básicamente, parten de la premisa que al entender las convenciones lingüísticas empleadas por el autor y a partir del texto producido se puede establecer el momento particular que lo originó, lo que permite utilizar la literatura o narrativa ficcional como fuente histórica.
El impacto del pensamiento de Hayden White
Hayden White es el historiador que más cuestiona la separación de la historia de otras formas narrativas, al considerar que los historiadores utilizan la estructura de la narrativa ficcional en sus trabajos aunque estos nieguen aquellos elementos ficcionales en sus argumentos. Pese a que no fue el primer académico en establecer la relación entre la narrativa historiográfica y la ficcional, fue el primero en estudiar sistemáticamente los elementos ficcionales y sus manifestaciones en la historiografía de la disciplina.12 Por supuesto, White no duda que los eventos descritos por los historiadores efectivamente sucedieron, no ficcioniza la historia, pero argumenta que "[la historia] construye el sentido de la misma forma que los poetas o novelistas al respaldar aquello que originalmente, aparece como problemático y misterioso con aspectos que son reconocibles, porque son una forma familiar."13 White discute que la representación de la escritura histórica no se diferencia de la ficcional al enfatizar en el carácter retórico de la escritura histórica, esto es su forma de argumentar, en su aspecto ideológico y el uso de tropos.14 Asimismo, postula un determinismo lingüístico en las formas de la narrativa histórica porque "son todas igualmente relativistas, igualmente limitadas por el lenguaje escogido que delimita lo que es posible decir sobre el sujeto en estudio."15 White enfatiza que tanto los estudios literarios como el conocimiento artístico son tan válidos para comprender el mundo como es el conocimiento "científico."16
En su libro Metahistory17 , White, elabora en los aspectos literarios de la historiografía y establece un paralelo interesante entre la historia y la ficción. También, hace un llamado por una mayor poética en la historiografía e intenta describir las formas de la narrativa histórica para compararlas con aquellas literarias. Parte de la premisa que ningún evento es una historia por sí mismo y que la tarea del historiador es transferir los eventos y hechos a un marco narrativo, o sea debe convertirlos en una historia creíble. De esta forma, las relaciones entre los sucesos no ocurren espontáneamente, sino que son el resultado de la reflexión del historiador, y distingue entre el "qué" (los hechos narrados) y el "cómo" (tipo de narración/argumento). En el mismo texto, White discute que el estilo del historiador depende de las siguientes tres estrategias: "explicación del argumento formal," "explicación por implicación ideológica," y "explicación por argumentación," además considera que diversos modos de articulación corresponden a cada estrategia. En el caso del historiador la estrategia de la argumentación/narración corresponde con cuatro formas poéticas: romance, comedia, tragedia, y sátira que son utilizadas dependiendo de la ideología o inclinación moral del historiador por lo que una de estas formas de narrativa literaria, o una combinación de estas será seleccionada para transformar la res gestae en historia rerum gestarum.
En suma, White encuentra el proceso de ficcionalización en la forma en que la "materia prima"/fuente es transformada en una historia de carácter trágico, cómico o romántico.18 Intenta demostrar que la narrativa histórica dota a los eventos de una coherencia considerada ilusoria al darles significación y repeler el caos al fomentar nociones de continuidad y significado mediante el uso de formas literarias pre-existentes. De esta forma Hayden White y Hans Kellner, entre otros, rompen con la creencia que existe una distancia entre la escritura ficcional y la histórica.
La reescritura de la historia
La historia es rescrita con diversos propósitos. En todo caso al revisitarla, ya sea para escribir un argumento de carácter académico o una ficción se debe partir de una investigación en fuentes primarias, ya que establecer "los hechos" resulta necesario al existir una diferencia entre crear/inventar una historia y cometer un error con los datos. Pese a las condiciones anteriores la novela histórica puede darse la licencia de recrear aquellos momentos/hechos que están incompletos en las fuentes primarias, así como, después de investigar y conocer un personaje histórico, el literato puede llegar a concluir o aportar pensamientos o acciones, licencia que no puede concederse una historiadora o un biógrafo. Esta es una diferencia básica en las intenciones de la historiadora y del literato.
Algunos autores parten de la premisa: la historia y la literatura están interrelacionadas y cada una contribuye en la comprensión de una sociedad y momento histórico particular, permitiendo que los interesados en la historia puedan entender y aprender aún más del pasado a través de la narración dramatizada de la historia.19 Está claro que en ambas disciplinas el profesional ejerce un trabajo interpretativo y que ambas instancias o versiones son válidas, complementarias y le dan significado y sentido al accionar humano.20 ¿Cuánto de la sociedad refleja la literatura? ¿Cuánta influencia de la cultura encontramos en la producción artística? ¿Cómo moldea la literatura la percepción de la historia? Parte de la respuesta se encuentra en la dimensión literaria de los textos historiográficos y en la dimensión histórica de los textos literarios.
La relación entre ambas disciplinas ha sido bastante complicada, especialmente cuando hablamos de los historiadores tradicionales que gustan llamarse a sí mismos "rigurosos" y que siempre han sido sospechosos del uso de la literatura como fuente histórica. Aquellos que comparten este escepticismo alegan varias razones para argumentar que las fuentes literarias no son válidas para los historiadores. Básicamente, refutan la literatura como fuente, al considerar que no hay forma de diferenciar la "realidad histórica" de la narrativa literaria, y reducen el valor de la literatura meramente ilustrar lo que ya es conocido. También, objetan la literatura como fuente por no poder verificarse con textos específicos. Finalmente, arguyen que tanto los poemas, novelas como la dramaturgia son producto de convenciones literarias. Igualmente algunos críticos literarios contemporáneos se muestran hostiles al uso de la historia. Así, mientras la aproximación del historiador a la literatura inicia al contextualizar la obra en tiempo y espacio seguida por la búsqueda de significados, el crítico literario generalmente enfatiza una mayor apertura y apuesta a la capacidad de la obra de generar nuevos significados cuando los lectores aproximan la creación literaria/histórica con su propio bagaje cultural y preocupaciones particulares. En este sentido, para los críticos, el lector es más importante que el autor a la hora de determinar el significado de la obra literaria.21 Los textos, según las nuevas tendencias, tienen múltiples significados, por lo que ofrecen un mundo de significaciones. Asimismo, las implicaciones sociales de textos del pasado no estriban solamente en el sujeto narrado, sino también en su estilo y lenguaje. Las formas literarias dictan no solo la forma como se dice sino también lo que se puede decir, por lo que el historiador de la literatura, además, debe investigar las circunstancias de la autoría y la naturaleza de las audiencias, especialmente porque lo que la gente lee en un momento particular no es necesariamente lo mismo que los académicos han canonizado, este es el motivo por el cual el historiador de la literatura debe dejar de lado los estándares contemporáneos sobre el mérito literario.
Irónicamente, la misma crítica que efectúan los historiadores sobre el valor de uso de la literatura como fuente se revierte al argumentarse que los documentos históricos parten de convenciones literarias. En el nivel práctico, es difícil separar a la historia de la categoría de literatura, por lo que es más fácil considerar las fuentes históricas como literarias, así sean los Rollos del Mar Muerto o poemas, memorias gubernamentales, registros parroquiales o dramas, todos son textos y como textos están sujetos a estilos particulares y a las convenciones de la sociedad que los produce. Académicos como Hayden White y Keith Thomas consideran que no hay diferencia fundamental entre fuentes "literarias" y "no-literarias," pues en ambos casos son reinterpretaciones de la realidad. Los críticos literarios también discuten que pese al contenido ficcional de la literatura ella es por sí misma un evento histórico, una forma de acción social que merece ser estudiada como producto cultural. Aún si aceptáramos el punto de vista de los teóricos literarios que consideran que los textos no muestran la vida del autor o de su tiempo debe reconocerse que los textos son artefactos humanos con tanto que decir como cualquier otro producto cultural.
Otro motivo por el cual la literatura debe ser estudiada por los historiadores es por su impacto en el pensamiento y comportamiento de diversos grupos sociales. En tiempos modernos, el presupuesto acerca de una literatura que afecta la forma en que las personas se comportan está en el centro de debates, sea en contra de la pornografía, o el sexismo o racismo en cuentos infantiles, ejemplo es el reciente debate en Costa Rica en torno a elementos discriminantes en el cuento infantil Cocorí (1947), de Joaquín Gutiérrez. Efectivamente, nuestras lecturas moldean la forma en que vemos a los demás y nos vemos a nosotros mismos por lo que es difícil creer en la inocencia del observador/autor. En suma, el estudio de la literatura es importante para la historia con el objetivo de comprender como se moldean los comportamientos e identidades colectivas e individuales. ¿Qué hace que algunas obras literarias se conviertan en parte del canon y otras no? ¿Cómo algunas obras literarias exitosas en su tiempo son relegadas al olvido? ¿Por qué unas entran en la esfera oficial y otras no? En la respuesta a estas preguntas encontramos el papel de la literatura en la expresión de la mitología e ideología de las sociedades.
¿Hasta qué punto la historia es literatura? Ya argumentamos como la historia es una forma de composición literaria expresada a través del lenguaje y como los historiadores reinterpretan las fuentes para presentar una versión del pasado al no poder "reproducirlo." En efecto, el historiador selecciona y reconstruye, ofrece un punto de vista que espera sea válido por sí mismo. Por este motivo, se argumenta que la historia es una composición literaria pese a que es sabido que cualquier narración histórica puede ser refutada al encontrarse nuevas evidencias o mostrar inconsistencias, por lo que el apego a las fuentes es una de las limitaciones básicas del historiador.
Thomas a su vez argumenta que "la historia es esencialmente un artefacto literario que hace un llamado emocional al lector similar y a la misma vez diferente de aquel de una novela o un cuento corto."22 Así, la pretensión del historiador de producir un texto verificable y referencial, esto es hacia otros textos literarios, es a su vez descalificada por las nuevas teorías literarias justamente por tener un referente fuera de sí mismo que puede perderse en cualquier momento. De esta forma el pasado histórico al ser construido con base en otros textos está atrapado en una red de textos de la cual no se puede escapar. Si consideramos que la historia es también una forma de literatura dependiente de sus propias reglas retóricas, entonces la pregunta aún sin respuesta clara es ¿qué forma de literatura es la historia?
Conclusión
En las últimas décadas del siglo XX y a partir de nuevas aproximaciones teóricas y metodológicas, filósofos, historiadores y críticos literarios intentaron romper con las barreras existentes entre la literatura y la historia. Asimismo, rechazaron la concepción de la "verdad/realidad" de la narrativa histórica e intentaron explicar esta forma de narrativa como un instrumento cognitivo.23 Pese a que están concientes que es necesario tomar una perspectiva histórica cuando se trabaja con textos, estética, retórica y teoría al estar inscritos en una cultura, política, economía y sociedad y un momento histórico. Todo con el objetivo de entender el desarrollo de los pueblos, las prácticas culturales y el papel que estas juegan en la construcción de la identidad y la formación de la memoria colectiva porque es necesario comprender como se privilegian cierto tipo de literatura o escritores con el objetivo de justificar cierto proyecto cultural o nacional.24 Autores como Ángel Rama argumentan que con el objetivo de construir una realidad social la intelligentsia trabajo al lado de los gobiernos latinoamericanos para crear la identidad nacional y construir un estado-nación.25 Consecuentemente la historia brinda la inspiración y la literatura reelabora la realidad para brindar sentido a la realidad social26 , y al filtrar la realidad, la literatura es una increíble fuente para aproximarse al ser humano.
vuelve 1. Lionel Gossman, Between History and Literature (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1990), pp. 230-31.
vuelve 2. Veáse Gérard Genette, Fiction et diction (París: Editions du Seuil, 1991), cap. 1 y 3.
vuelve 3. Hayden V. White, The Content of the Form: Narrative Discourse and Historical Representation (Baltimore: John Hopkins University Press, 1987), ix.
vuelve 4. Gisela Brude-Firnau and Karin Jutta MacHardy, Fact and Fiction: German History and Literature, 1848-1924, Edition Orpheus, 2 (Tübingen: Francke Verlag, 1990), 64.
vuelve 5. Véase, Lawrence Stone, "The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History," Past and Present, no. 85 (1979). Eric Hobsbawm, "The Revival of Narrative: Some Comments," Past and Present, no. 86 (1980). Las traducciones son mías.
vuelve 6. Stone, "The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History," 3-4. Todas las traducciones son mías.
vuelve 7. Véase, Cecil Robinson, No Short Journeys: The Interplay of Cultures in the History and Literature of the Borderlands (Tucson: University of Arizona Press, 1992), xv.
vuelve 8. Keith Thomas, History and Literature, Ernest Hughes Memorial lecture; 1988 (Swansea: University College of Swansea, 1988), 8.
vuelve 9. Hans Kellner, "Narrativity in History: Post-Structuralism and Since," History and Theory, no. 26 (1987): 25.
vuelve 10. Lawrence Stone, The Past and the Present (Boston: Routledge & K. Paul, 1981), 74, 86.
vuelve 11. Véase, Michel Foucault, "Politics and the Study of Discourse; Questions of Method; Governmentality," in The Foucault Effect: Studies in Governmentality. With Two Lectures by and an Interview with Michel Foucault, ed. Graham Burchell, Colin Gordon, and Peter Miller (Chicago: University of Chicago Press, 1991).
vuelve 12. Louis O. Mink, "Narrative Form as a Cognitive Instrument," in The Writing of History: Literary Form and Historical Understanding, ed. Robert H. Canary and Henry Kozicki (Madison: University of Wisconsin Press, 1978), 129-49.
vuelve 13. Hayden V. White, Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1978), 98. También véase White, The Content of the Form: Narrative Discourse and Historical Representation.
vuelve 14. Refiérase a Hayden V. White, Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth-century Europe (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1973).
vuelve 15. White, Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism, 117.
vuelve 16. Ibid., 23. Brude-Firnau and MacHardy, Fact and Fiction: German History and Literature, 1848-1924, 15.
vuelve 17. White, Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth-century Europe.
vuelve 18. Hayden V. White, "The Historical Text as Literary Artifact," in The Writing of History: Literary Form and Historical Understanding, ed. Robert H. Canary and Henry Kozicki (Madison: University of Wisconsin Press, 1978), 46-47.
vuelve 19. Studies Stuttgart Seminar in Cultural and Heide Ziegler, Rewriting history: proceedings of the Fourth Stuttgart Seminar in Cultural Studies, 06.08.-18.08. 1995 (Stuttgart: M & P Verlag für Wissenschaft und Forschung, 1997), 8-9. A. D. Harvey, Literature into History (Houndmills, Basingstoke: Macmillan, 1988), 12.
vuelve 20. John E. Miller, Laura Ingalls Wilder's Little Town: Where History and Literature Meet (Lawrence, KS: University Press of Kansas, 1994), 1-2.
vuelve 21. Thomas, History and Literature, 6.
vuelve 22. Thomas, History and Literature, 22.
vuelve 23. White ofrece una visión de conjunto de las teorías narrativas. Véase, Hayden V. White, "The Question of Narrative in Contemporary Historical Theory," History and Theory 23 (1984): 1-33.
vuelve 24. Angel Rama, La ciudad letrada, Primera ed., Serie Rama (Hanover, N.H.: Ediciones del Norte, 1984). Nicola Miller, In the Shadow of the State: Intellectuals and the Quest for National Identity in Twentieth-Century Spanish America, Critical studies in Latin American and Iberian cultures (London; New York: Verso, 1999).
vuelve 25. Angel Rama, The Lettered City, trans. John Charles Chasteen, Post-contemporary interventions (Durham, NC: Duke University Press, 1996), 26. Véase también Miller, In the Shadow of the State: Intellectuals and the Quest for National Identity in Twentieth-Century Spanish America.
vuelve 26. Karl Siegfried Guthke, William Collins Donahue, and Scott D. Denham, History and Literature: Essays in Honor of Karl S. Guthke, Stauffenburg Festschriften (Tübingen: Stauffenburg Verlag, 2000), xix.
*Dirección: Associate Professor Mary Addis*
*Realización: Cheryl Johnson*
*Modificado24/07/03*
*? Istmo, 2001*