Ana María Alba Villalobos

 

Reseña del libro
Intersecciones y transgresiones:
Propuestas para una historiografía literaria en Centroamérica

 

Universidad de Guanajuato, México

anama63@yahoo.com.mx


Cualquier profesor de historia de la literatura hoy en día se enfrenta a la dificultad de elaborar programas, porque ello implica periodizar, territorializar, seleccionar géneros, autores y textos. La diversidad creciente de producciones literarias hace cada vez más obsoletas las historias de la literatura tradicionales, pero no hay más que seguirlas o, por el contrario intentar propuestas nuevas, menos esquemáticas y excluyentes. En el caso de México, es lamentable que no contemos con alguna historia de las literaturas mexicanas medianamente actual y completa. A partir del estructuralismo se generalizó la idea de que había que estudiar el texto literario de manera inmanente, y ello provocó que muchos investigadores literarios se abocaran al análisis de poemas, cuentos y novelas aislados, en muchas ocasiones no sólo del contexto histórico en que fueron creados; además se ignoraba en estos análisis el contexto literario del autor, el resto de la producción escrita de éste y su biografía. Desgraciadamente aún prevalece esta forma de trabajar en muchos casos, y ello ha contribuido a la dispersión –peor aún, atomización– de los estudios literarios. A partir de la “muerte del autor” se decretó la muerte de la historicidad de los textos.

Es cierto que más recientemente se han hecho esfuerzos importantes en la construcción de una historia de la literatura mexicana, entre los que destaca la que iniciaron de manera conjunta la editorial Siglo XXI y la UNAM. Estas compilaciones de estudios sobre temáticas específicas son de gran valor para los docentes e investigadores literarios hoy en día. Lamentablemente no se ha pasado del siglo XVII y falta mucho por hacer. Resulta significativa la problemática que representa historiar la literatura colonial por las múltiples interrogantes que plantea: en ella surgen las cartas –como las de relación, de Cortés–, las Crónicas de la Conquista –como la de Bernal Díaz, las de Sahagún, López de Gómara, Durán y un largo etcétera–, los Diálogos en latín –como México en 1554, de Cervantes de Salazar–, los Coloquios –como los de González de Eslava–, las epístolas en verso –como la Epístola al Licenciado Sánchez Obregón, de Juan de la Cueva o La Grandeza Mexicana de Bernardo de Balbuena. En todos estos casos el profesor y el investigador se encuentran frente a textos que no pueden ser catalogados sólo como literarios, ni tampoco como históricos. Por otra parte, sus autores son españoles que estuvieron un tiempo en la Nueva España, e incluso que no vinieron nunca. En muchos casos son textos traducidos del latín. Hay autores, como Ruiz de Alarcón, que se incluyen en las historias de la literatura mexicana, porque nacieron en la Nueva España, pero en su obra no existen rasgos de mexicanidad. Con esto quiero mostrar la complejidad que representa historiar la literatura pues hoy en día para muchos ni la epístola, ni la crónica, ni el diálogo son géneros literarios; tampoco se considera adecuado estudiar textos traducidos de lenguas que no sean el español (con lo cual, de entrada se deja de lado toda la producción literaria en lenguas indígenas). En el siglo XVIII, la producción literaria en la Nueva España se compone casi en su totalidad de textos históricos o científicos escritos en latín; el poema más conocido de la época, que es la Rusticatio Mexicana, está en latín y es de un autor que hoy podríamos considerar guatemalteco. Los autores que son reconocidos del periodo colonial (que duró tres siglos, lo cual se dice fácil, pero es demasiado) son en un porcentaje muy elevado hombres –todos, a excepción de Sor Juana–, sacerdotes –con muy pocas excepciones, casi todas de militares conquistadores–, criollos o peninsulares –los mestizos son pocos. Por otra parte no se incluye a la literatura popular, a la escrita en lenguas indígenas, la de mujeres, etc., sabemos que mucha de ella se perdió, pero otra no es valorada.

Aún con todo lo que se ha planteado, el estudio de la literatura de la colonia implica una reflexión seria sobre la manera de historiar la literatura. No mencionaré la literatura decimonónica ni las del siglo XX, pero también en estos periodos hay muchas exclusiones y cuestiones sin resolver, como los cánones, las mafias literarias, etc.

Por todo lo anterior, saber que desde hace diez años en Centroamérica se está construyendo una Historia de las Literaturas Centroamericanas, desde una perspectiva amplia, distinta a lo que antes se hacía, es muy alentador porque este trabajo tiene beneficios múltiples: por una parte nos aporta información necesaria sobre textos en relación con sus autores y contextos; nadie puede negar que es muy poco lo que leemos y estudiamos de Centroamérica los mexicanos, a pesar de que buena parte de nuestro territorio es centroamericano y están más cerca culturalmente de Guatemala muchos chiapanecos y yucatecos que de Sonora y Chihuahua, además de que hay en la Península de Yucatán muchos guatemaltecos. Por otra parte, las problemáticas teóricas y metodológicas que los investigadores centroamericanos están estudiando y resolviendo son también nuestras, en la medida en que lo son para cualquier investigador literario.

Como base de la investigación, el primer y fundamental asunto que es abordado en el texto es la relación entre la historia y la literatura y el lugar específico de la historiografía literaria ¿Qué forma de narrativa/literatura es la historia y qué tipo de historia narra la literatura? –plantea Werner Mackenbach– y añade que “una respuesta a estas interrogantes acerca del estatus epistemológico de la narrativa en la historia como ciencia y de la historia en la literatura como ficción sólo puede ser encontrada en base a un análisis histórico-crítico de la historia como ciencia y de la literatura misma, es decir, tomando en cuenta las convenciones históricamente determinadas desde las cuales pensamos y delimitamos estos dos campos de la narrativa” (XI). Para entender la diferencia entre historiografía y ficción hay que tomar en cuenta el contrato o pacto que se establece entre autor y lector; en la primera es de veracidad, en tanto que en la segunda es de ficción. Sin embargo, entre ambos pactos, como extremos, hay muchos tonos de gris que deben tomarse en cuenta, pues las fronteras entre la historia y la literatura cada día se diluyen más.

El libro Intersecciones y transgresiones: Propuestas para una historiografía literaria en Centroamérica es uno de los resultados más loables de la investigación mencionada, que “no se limita a textos y autores, sino que se ocupa de la literatura en sus instituciones y funciones; es decir entiende la historia literaria (también) como historia social y cultural” (XXII). Este concepto plural, explicado por Werner Mackenbach comprende las producciones y articulaciones culturales-lingüísticas-literarias de esta región en toda su diversidad y complejidad así como sus cambios en el proceso histórico; se opone a los estudios que han definido Centroamérica como región o zona cultural-literaria valiéndose de factores extraliterarios y coordenadas culturales o territoriales excluyentes y plantea la necesidad de abocarse a estudios que evidencien las interrelaciones en la constitución de las diversas prácticas literarias de la región, privilegiando así investigaciones que se dedican a estudiar los elementos y procesos de pertenencia y coherencia regional.

El proyecto busca los aspectos transgenéricos, transnacionales, transtemporales, transregionales, transterritoriales, transculturales y transtextuales. Surge en un momento de grandes cambios globales que afectan a la región y repercuten en el campo literario de muchas maneras. A pesar de esto, la literatura como texto y como institución –dice Mackenbach– sigue influyendo en los procesos históricos:

“La literatura ha funcionado […] y sigue funcionando como instancia e incluso institución de construcción de identidades […] individuales o colectivas. Su estudio sigue siendo importante para entender los procesos históricos y culturales y para comprender mejor cómo se moldean los comportamientos e identidades colectivos e individuales.” (XXVI-XXVII)

El compromiso del equipo comprende cinco libros, éste es el que reúne propuestas teóricas y metodológicas para una historia literaria de Centroamérica pluralista y transdisciplinaria. Como se dice en la contraportada del libro, los ensayos que se incluyen abordan “la historia de la historiografía literaria misma en la región, las relaciones entre historia como ciencia, literatura como ficción e historia literaria, y la definición del objeto de estudio, problemas de conceptualización, periodización, clasificación de las literaturas centroamericanas junto a cuestiones de género y discuten sobre los procesos de globalización y su impacto en la práctica literaria.” Los autores son: Patricia Alvarenga Venutolo, Ligia Bolaños, Beatriz Cortez, Claudia Ferman, Patricia Fumero Vargas, Valeria Grinberg Pla, Bernal Herrera, Héctor Leyva, Dante Liano, Werner Mackenbach, Consuelo Meza Márquez, Alexandra Ortiz Wallner, Francisco Rodríguez Cascante, Ricardo Roque Baldovinos y Magda Zavala.

En su artículo, Francisco Rodríguez Cascante señala que las categorías historiográficas tradicionales de géneros, generaciones y períodos son incapaces ya de dar cuenta de las múltiples relaciones que establecen las redes textuales contemporáneas, cuyas desterritorialidades son tan evidentes como complejas; dice también que las correspondencias textuales se escapan a modelos que querían marcar sus fronteras con adscripciones a clases sociales o a marcadores étnicos. A partir de un estudio acerca de la poesía constarricense, propone reconceptualizar la perspectiva crítica desde los aportes de la historia literaria latinoamericana y el estudio de las constantes discursivas.

Patricia Fumero explora la sutil frontera entre el discurso histórico y el literario; hace ver que el pasado histórico está atrapado en una red de textos de la cual no se puede escapar especialmente se pregunta ¿qué forma de literatura es la historia?

Patricia Alvarenga hace ver la necesidad de situar históricamente la producción literaria para explicar los procesos de interacción entre diversas corrientes literarias y propuestas políticas de lectura del mundo social. Con el propósito de ubicar la historia literaria dentro de la historia cultural, rescatando la complejidad del proceso de producción y de consagración-marginalización de las obras, es necesario –dice Alvarenga– estudiar las relaciones de poder que se entretejen en esos pequeños mundos, y entre ellos y el universo social.

Dante Liano se pregunta si existe una literatura centroamericana, pues el concepto de Centroamérica y lo centroamericano han sido cuestionados. En su artículo hace un recorrido histórico para ver cómo se ha conformado la figura del escritor centroamericano. Señala que desde Centroamérica hay mucho que contar y a la literatura le toca contar las historias que no son dignas de los libros de historia, así como las causas y consecuencias de esa historia.

Héctor Leyva parte de que el ejercicio de historiar la literatura exige un tipo de trabajo que no se reduce a la mera acumulación de información ni a la reseña de estudios de textos y autores. Apunta que para el estudio de un conjunto de textos cobre un carácter histórico es preciso definir en qué consiste este punto de vista histórico y cuáles son sus premisas. A partir de estas consideraciones se aboca a analizar los elementos del estado actual de los estudios literarios históricos en la región centroamericana y a explorar algunos de los fundamentos conceptuales que podrían orientar un trabajo de esta naturaleza en Centroamérica.

Alexandra Ortiz Wallner se ocupa de la problemática de la periodización de las literaturas centroamericanas contemporáneas. Demuestra que se ha llegado a un consenso en cuanto a que los acontecimientos políticos ya no determinan ni explican los cambios literarios en Centroamérica; que tanto las periodizaciones literarias como las categorías de periodización literaria ya no giran en torno a una fecha o acontecimiento, sino que se van conformando en contacto con procesos culturales complejos, muchas veces de larga duración. Dice que se puede hablar incluso de traslapes de periodos, de zonas fronterizas de alta porosidad y vulnerabilidad.

Ricardo Roque Baldovinos también se ocupa del tema de la periodización, pero en el caso de El Salvador. Plantea la urgencia de repensar drásticamente los procesos de formación de las literaturas nacionales de América Central, dice que no basta con señalar los límites del paradigma positivista, como la asistematicidad, incoherencia metodológica, etc., sino que se deben romper las categorías históricas importadas acríticamente que carecen de todo poder de explicación.

Consuelo Meza ofrece un panorama de la narrativa de mujeres en América Central. A partir de la primera narradora de cada país, ofrece un cuadro de 268 narradoras nacidas entre 1855 y 1979, que escribieron cuento y novela a partir de 1890 y 1897, respectivamente. Consuelo encuentra como característica de la literatura escrita por mujeres el enfrentamiento al arte como institución que se rige por cánones androcéntricos que tienen como referencia el contexto objetivo en que la experiencia de los varones se desenvuelve y la aceptación y asimilación de un lenguaje que bajo una supuesta neutralidad excluye a las mujeres del dominio de la palabra, de la capacidad de nombrarse y aprehenderse como ser sexuado y autónomo. La disyuntiva para las autoras es aceptar este sistema de valores o desafiarlo para posicionarse en el centro del discurso literario.

Estos son algunos de los aspectos que aborda este libro que sin duda será un referente obligado para cualquier intento de elaborar una historia literaria, por supuesto en Centroamérica –donde ya es un parte aguas–, pero también en toda Latinoamérica. Desde el punto de vista teórico es básico para cualquier investigador serio de la historiografía literaria. Sin duda Centroamérica está ahora a la vanguardia, y debemos seguir el ejemplo.

Mackenbach, Werner (ed.), 2008: Intersecciones y transgresiones: Propuestas para una historiografía literaria en Centroamérica. Hacia una Historia de las Literaturas Centroamericanas – I. Guatemala: F&G Editores.

© Ana Marķa Alba Villalobos


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