Magda Zavala

 

El impacto cultural de la recolonización en Centroamérica
(Conferencia inaugural de CILCA, 2008)*

 

Universidad Nacional, Costa Rica

mzavalagcr@yahoo.com

 

Notas*Bibliografía selecta


                                                                                                                                                                                         Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.
                                                                                                                                                                                         José Martí

                                                                                                                                                                                         Si es sumamente grave que aventureros extraños se atrevan a comprar la patria, lo sería mucho
                                                                                                                                                                                         más, e ignominioso, que hijos del país de bruces se la vendieran.
                                                                                                                                                                                         Joaquín García Monge

 

Breve prólogo

Agradezco a los organizadores del XVI CILCA (Congreso Internacional de Literatura Centroamericana) el honor de dar inicio al conjunto de reflexiones en que participaremos quienes hemos llegado hasta Nicoya, un territorio distinguido de la geografía costarricense por su arraigo mesoamericano en el pasado precolombino y su particular estatus colonial,1 de relativa autonomía hasta que, en 1824, se anexa a Costa Rica. A mediados del Siglo XVIII recibe el nombre de Guanacaste, una región distante para los pobladores del Valle Central, a la que éstos evocan como tierra de latifundios ganaderos, de agricultura de cereales, algodón y caña de azúcar y sitio vacacional para algunos grupos sociales. Sin embargo, su importancia fue creciendo, cuando por medio de la educación primaria y secundaria, su música, bailes y costumbres se elevaron al rango de folclor representativo de lo costarricense autóctono. Su devenir del presente es muy distinto, como se verá a medida que avance esta reflexión.

 

Base necesaria: pensar lo propio desde Centroamérica

Puedo decir que esta conferencia es diferente a cuantas he hecho antes, y probablemente también distinta a las que seguirán, porque para escribirla he leído más en la realidad que han visto mis ojos por Centroamérica que en los textos. Los datos, pues, son producto de una percepción, de una manera de leer los signos que nos rodean. En cuanto intenciones, este trabajo se propone hacer una aportación muy inicial al esclarecimiento de la complejidad de las convulsiones culturales (en su sentido antropológico, dando énfasis al orden simbólico) que ocurren en el presente centroamericano, pensando todo esto desde este punto del planeta y con una especial preocupación por el futuro próximo y más distante.2 Significa que se atiene más a los estudios de la cultura que a los literarios. Sin embargo, dado mi campo de trabajo e interés de los especialistas reunidos en CILCA, reservaré un momento final para proponer algunas consideraciones sobre el impacto de todo lo planteado en el campo literario. En consecuencia, cuanto diga en adelante tiene carácter de hipótesis … unas especiales, escritas “en carne viva”.

Como punto de partida, asumo con agradecimiento el esfuerzo teórico desplegado por los pensadores del movimiento latinoamericanista, especialmente en la segunda mitad del siglo XX (Fernández Retamar, Cornejo Polar, Antonio Cándido, Ana Pizarro …), así como el trabajo hecho por los pensadores postcoloniales, cuya identificación como corriente crítica, por cierto, es relativizada por el tema que he seleccionado, puesto que aquí se parte de la duda de si habría un momento postcolonial propiamente dicho en el presente latinoamericano. Con ellos, sabemos que las culturas locales se desarrollan de manera conflictiva respecto de la cultura metropolitana de referencia y que sus productos, sean transitorios o más asentados, tanto en el plano de los perfiles o proyectos humanos, como de los bienes materiales y simbólicos, todos llevan esa marca indeleble del conflicto cultural, aunque en distintos grados.

Algunos intelectuales latinoamericanos, situados de manera más o menos condescendiente en la tendencia de los ajustes y transacciones, hablan de “hibridación”, mestizaje o transculturación para asumir una especie de conciliación de las diferencias, como único camino, para ellos, viable de inserción en esa dinámica que nos sobrepasa. Con varios de ellos, reivindico el derecho y la responsabilidad de pensar lo propio con mente y emociones que busquen sacudirse de los colonialismos y las subalternidades de manera autoafirmativa, guardando siempre el respeto por la diversidad de opciones y posiciones. Del mismo modo, entiendo que todo lo cultural es también, relativamente, político. Solo avistando los procesos culturales en la red de esa complejidad pueden despejarse, explicarse y proponerse nuevas direcciones específicas, tanto como a los procesos sociales, en general. Al respecto considero, además, que no existe un aparato teórico sobre la cultura que no implique una propuesta de práctica. Siempre está ahí, oculta o manifiesta, la propuesta para una práctica, o el llamado a no hacer ninguna.3 Y para cerrar este preámbulo, debo decir que entiendo recolonización en su acepción clásica común e histórica, plasmada en el DRAE4 al definir el concepto de colonia como “Conjunto de personas procedentes de un territorio que van a otro para establecerse en él”, con el matiz de “territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales”.

El caso que nos ocupa para esta ocasión es la cultura de una América Central sacudida por una dinámica mixturada, donde los costos humanos, materiales y económicos de la recién pasada crisis bélica, todavía están a flor de piel y, ya sería, según lo que percibo y propongo, objeto, como toda Nuestra América, de un proceso nuevo de asimilación, sumisa a las necesidades e intereses de otras naciones, hecho con instrumentos económicos y políticos, legales y culturales, que habría empezado en los puntos de mayor modernización de América Latina: Chile, Argentina, México …5 con los cambios hacia un modelo neoliberal. Debido a esta nueva dinámica, la migración, fenómeno que había comenzado como exilio de centroamericanos en el período de la guerra, se aceleró por razones económicas, y simultáneamente se inició, apenas acabada la guerra, la llegada de inmigrantes especiales desde Norte, cuyo propósito es asentarse mediante la compra barata de tierras y el desarrollo de diversos negocios de atención a los turistas, de proyectos de ONGs,6 algunos de ellos favorecedores de las políticas de manejo de los recursos naturales desde los centros metropolitanos, y de otras ocupaciones afines. El acaparamiento (o administración) de las tierras, fuentes de agua y recursos marinos utiliza la compra directa, o la obtención de su control por otras vías (concesiones, manejo de parques o zonas protegidas …). Instrumentos privilegiados para facilitar todo esto vienen a ser los “Tratados de libre comercio”7, puesto que sujetan las leyes locales a las metropolitanas, en medida muy considerable. Una vez puestas en marcha estas transformaciones, se produce una visible reducción de la posibilidad de acceso de los nacionales a la propiedad de la tierra (las tierras se encarecen y aumentan los impuestos), así como un cambio sustantivo en los tipos de trabajo y en las relaciones sociales y, en general, una rápida pérdida identitaria, seguida por un significativo desconcierto cultural, cuyas manifestaciones visibles, hablan de un cambio de período histórico. Nos referiremos a varias de ellas en adelante.

 

Fin de una cultura política alternativa en Costa Rica y otros sucesos de posguerra

Se ha hablado mucho sobre varios fenómenos nuevos en la Centroamérica de la posguerra: el aumento de la emigración, el recrudecimiento de la delincuencia e inseguridad ciudadana, el desarrollo de las maras en, por lo menos, tres países de la zona norte de América Central y su mal tratamiento bajo las perspectivas de las leyes antiterroristas; los trasiegos ligados al narconegocio, las promesas incumplidas de los Acuerdos de Paz, la impunidad, la corrupción a escala nunca antes vista y el fin de las esperanzas de grandes grupos humanos en un proyecto social solidario, entre otros muchos indicadores poco halagüeños, después de un conflicto en procura de mejores formas de vida. Me referiré enseguida a otro de ellos, más silencioso, no menos preocupante: el deterioro de la cultura política de Costa Rica, antes tenida como gran alternativa en el contexto regional, puesto que, para los hermanos países, lo logrado aquí era un horizonte más o menos deseado y deseable.

Los ciudadanos(as) mayores de cuarenta años en costa Rica hemos sido testigos de un acelerado deterioro de nuestras formas de vida, ancladas hasta hace poco en el modelo impulsado y desarrollado a partir de 1943, con las reformas sociales promovidas entonces, y principalmente con la revolución y Guerra Civil del 48, que logró darle al Estado un carácter benefactor, asentado mediante la Constitución Política de 1949. Este proceso nos aseguró el desarrollo de un Estado social de Derecho con el que Costa Rica alcanzó índices de crecimiento altos, equiparándose en parte considerable a las sociedades metropolitanas. Este modelo, aunque muy perfectible, generó una cultura política de especial importancia basada en la paz (se eliminó el ejército y el gasto económico y social que implica), impulsó el acuerdo negociado entre clases sociales, dio garantía de movilidad social por medio de la educación, entre otros, y aseguró el control del Estado en ámbitos prioritarios: salud, comunicaciones, electricidad, agua… así como de recursos claves, aunque no abundantes, tales como el petróleo y la minería. Para ese modelo, lo más importante es el capital humano y una inversión capaz de ofrecerle una calidad de vida digna.

Desde hace más de veinte años, luego de una campaña de desprestigio contra lo logrado, ese modelo ha venido siendo derruido por sutiles y groseras vías, mediante los llamados programas de ajuste estructural (PAES), así como por un verdadero aluvión de esfuerzos por imponer la ideología neoliberal y sus procesos sociales y económicos, vistos como única modernización deseable o posible. Las denuncias de corrupción crecieron, pero no se elaboraron correctivos ágiles y fiables. Un nuevo lenguaje político se entroniza autoritariamente: es el que pregona la libertad de empresa, la reducción de las barreras arancelarias, la apertura de las empresas del Estado y de los monopolios públicos, la competencia como valor positivo, la eficacia y la eficiencia por sobre todo, mientras se defiende y se instalan los monopolios privados. El discurso político se llena de un léxico extraño, especie de diccionario neoliberal, que se impone con autoridad por los medios de comunicación masiva y cierta cultura académica; por lo tanto, se presupone que hay que aprenderlo y avalarlo. Palabras como “cambio”, “flexibilidad” “apertura”, “modernización” y “competitividad” se revisten de significados políticos de nuevo cuño. Esto es, aparece un discurso eufemístico, de intención encubridora, que busca dar carácter de natural a procesos ideológicos.

A pesar de lo anterior, los neoliberales habían sido relativamente controlados en Costa Rica hasta el 7 de octubre de 2007 cuando, por un proceso muy cuestionado,8 se da por aprobado el referendo que ofrece luz verde al T.L.C. Ese día es probable que la mitad de la población de Costa Rica haya perdido su confianza en las instituciones y sesenta años de esfuerzos por seguir una vía de desarrollo propia y distintiva. La pérdida de una cultura política que daba identidad a esta nación, ya sentida décadas antes, marcará un lamentable hito a partir de este momento.

Otros hechos también serios, corroboran el cambio de timón: la educación privada crece de manera desmedida (este es un fenómeno de cobertura centroamericana) y sin controles de calidad confiables; la educación pública deja de lado los valores cívicos y artísticos, para dar paso a la enseñanza de la computación y el inglés, vistos como panaceas del progreso; crece la medicina privada y se desmejora sustancialmente la pública. El desdibujamiento de los símbolos y fechas patrias ha ocurrido de manera directa, cuando se han trasladado los días festivos a otros, con el pretexto de favorecer el turismo. La Guerra Civil del 48; la Gesta de 1856, contra los filibusteros guiados por William Walker, y la hazaña del 11 de abril, cuando un héroe nacional posibilitó el triunfo de las tropas centroamericanas contra los filibusteros, han sido privadas del valor simbólico de otro tiempo, no muy lejano.

En este mismo período, como contrapartida, la enseñanza del inglés y algunos idiomas europeos ha adquirido un sobrevalor; es signo que distingue al ciudadano de primera clase. Una amiga brasileña visitante se sorprendía de haber encontrado en un bus que viaja a una ciudad turística, La Fortuna, al pie del volcán Arenal, un vendedor de un curso de inglés en CD que repetía, voz en cuello a los viajeros las virtudes de manejar el inglés en este momento: “sin el inglés usted no es nadie”. Efectivamente, para los jóvenes, no hablar el inglés se transforma en una verdadera minusvalía y en las familias adineradas se busca y practica, en cierto modo, una comunicación bilingüe. La proliferación de academias parauniversitarias de enseñanza del inglés responde a esta nueva necesidad, mientras que ocurre también un crecimiento notorio de las academias de español para estudiantes extranjeros, en sitios como Antigua Guatemala y las playas internacionalizadas de Costa Rica. A esto se suma, el aumento muy considerable de los matrimonios entre extranjeros(as) y locales, buscados vía internet o, en sitios especiales, como en Antigua Guatemala el parque de la localidad, famoso por rendir este servicio. Esto, cuando no se trata del uso de matrimonios espurios para permitir migraciones dudosas.

Esta percepción parece cobrar cuerpo en la onomástica: abundan los nombres en inglés con apellidos de origen español entre los costarricenses; esta manifestación que empezó a atisbar hace más de treinta años, actualmente está más generalizada aquí que en el resto de Centroamérica, lo que indicaría algo similar al desarrollo de una cultura fronteriza, una autopercepción del tipo “chicana”, oscilante entre dos culturas. Lo mismo puede comprobarse en los nombres de pulperías, cantinas, almacenes y otros: el uso del inglés para identificar los sitios se asume como marca de calidad, otorga carácter distinguido. Por cierto, existió alguna vez una comisión de nomenclatura para preservar el uso del español en estos casos que parece haber pasado a dormir el sueño de los justos, o desapareció.

En correspondencia con lo anterior, ha venido creciendo lo que podría llamarse “maquila académica”. Junto con la proliferación de centros parauniversitarios de lenguas, se ha venido desarrollando un delicado proceso por el que las universidades públicas centroamericanas ponen sus aulas y demás infraestructura al servicio de programas de cooperación, bastante unilaterales, con centros de estudios de Norteamérica y Europa, principalmente: vienen grandes grupos de extranjeros, dadas las distancias de precios, a recibir cursos entre nosotros, con muy poca posibilidad de que suceda lo mismo en sentido inverso, aunque esté previsto en los convenios firmados. Por otra parte, cada vez más numerosos son los programas a distancia en que universidades metropolitanas desarrollan carreras diseñadas, según sus condiciones y valores propios, su mentalidad y perfil humano, para ofrecerlos en esta parte del mundo, por lo que se imparten en alguna medida entre nosotros, con todo lo que eso implica para las carreras propuestas por nuestras universidades. El resultado es: esfuerzos muy dispares llevan a los mismos títulos. Y este es un examen somero de un problema con mayores implicaciones, que requiere pronto y detallado examen.

Queda por comentar que el terreno religioso ha sufrido también una transformación rápida. El ingreso de numerosas sectas protestantes y su anclaje en el campo y en las ciudades, con una amplia cobertura, no deja de llamar la atención, pues nunca antes el fenómeno había sido tan masivo. En todo caso, se ha dicho que los principios protestantes están más en concordancia con la ética de trabajo del capitalismo que los propios de la religión católica, hasta hace unas décadas totalmente dominante en América Central.

En estas últimas décadas a que nos hemos referido, otras muchas señales de este mismo proceso en el orden cultural han estado a la vista. Veremos y analizaremos algunas manifestaciones más, válidas también, en mayor o menor medida, para el conjunto de los países centroamericanos, en el campo urbanístico y arquitectónico y en lo que se refiere a desarrollo del turismo, para finalizar con una mención de las marcas literarias de estas dinámicas culturales.

 

Fragmentos de postmetrópolis en el Caribe

En realidad, nuestra situación urbanística y arquitectónica funciona como un palimpsesto de los distintos credos políticos y económicos llegados al poder del Estado. Si observamos la entrada actual de la ciudad de Heredia, que albergó una vez a la Escuela Normal, formadora de un gran número de maestros, símbolo otrora clave de la nacionalidad costarricense (actualmente se encuentra en ese sitio el campus central de la Universidad Nacional), esperan sentados en los bordes de la carretera de acceso, estatuas de tamaño natural de Donald McDonald y el Coronel Sanders para identificar dos establecimientos de comida rápida estadounidense que se levantan allí, entre muchos otros. La arquitectura específica, monumental y de mal gusto propia de estos centros, va sustituyendo significativamente las casas de adobes del pasado colonial español, algunas derribadas hace ya bastante. Igual puede verse sobre la carretera interamericana en Liberia y por todas partes en la costa Pacífica de Costa Rica: se han abatido las construcciones y vestigios culturales originarios y coloniales para construir, como en Papagayo y el Tamarindo, Jacó, Manuel Antonio y ya ahora en Herradura, todas playas antes magníficas por su belleza natural, un paisaje citadino importado, con edificios de corte metropolitano, para hacer sentirse en su casa a los nuevos propietarios extranjeros. Es como si se importara un fragmento de las postmetrópolis al istmo centroamericano, similar a lo que ocurrió en Cancún, con su misma lógica de desterritorialización (desmontaje de ciudades existentes y debilitamiento de la idea de lugar) y reterritorialización (recolonización de la ciudad con otras nuevas que se sobreponen).9

En este contexto, el turismo clásico se convierte en apropiación de tierras y paisajes, en la sustitución del paisaje natural por uno citadino, en la instalación de aseguradoras de tierras que se anuncian en inglés y en la múltiple, inundante y omnipresente rotulación que anuncia “For sale”, todas marcas indudables del nuevo poblamiento y sus efectos físicos, económicos y culturales. Bajo las necesidades de los nuevos habitantes y visitantes todo se transforma. Estos grupos humanos, o suelen habitar por temporadas en el país, particularmente, cuando el Norte se enfría, o son ya residentes.

En los centros de ciudad en el Valle Central, los “malls” o moles, como se dice aquí, son la avanzada de este fenómeno. Se yerguen como castillos del consumo en puntos estratégicos, todos con la misma o similar arquitectura, ajena al clima y a la cultura local, al modo de los aeropuertos. Las clases medias y altas los visitan para compras, mientras las populares trabajadoras van allí a “ver ventanas” (el derecho a desear …), o a consumir las comidas rápidas los días festivos, un pequeño lujo para visitar los sitios. Los antiguos mercados lucen bastante despoblados, convertidos en espacios prohibidos por el miedo al hampa. Lo mismo sucede en San Salvador, ciudad de Panamá, Managua y ciudad de Guatemala. Las ciudades históricas no se han salvado de esta avalancha de modernización poco respetuosa e invasiva. Otro tanto ocurre en los pueblos, como ha denunciado reiteradamente el pintor guanacasteco Otto Apuy10, pues los edificios de interés histórico para la localidad son usados y modificados sin ningún respeto por las cadenas de venta de electrodomésticos y otros, que los convierten rápidamente en el “kitsch” arquitectónico que los identifica.

 

Palimpsestos, marcas y tatuajes: tres ciudades históricas centroamericanas

Suchitoto, un pueblo colonial preservado en El Salvador que se levanta sobre el lago Suchitlán, a 47 km. de San Salvador, Granada, Nicaragua, ciudad muy conocida, que rodea un hermoso lago con isletas, y Antigua Guatemala, capital colonial que ha sido referencia obligada para los estudiosos de este período, son indudablemente tres joyas arquitectónicas de América Central11 y, por lo tanto, puntos claves probables para el turismo generalizado que llega desde distintos puntos de planeta al istmo, pero sobre todo desde Norteamérica y Europa. Sin embargo, estos espacios han tenido historias recientes bastante distintas.

Antigua Guatemala, una vez pasada la guerra, se ha transformado rápidamente en un gran complejo de hoteles, restaurantes y bares suntuosos, especialmente arreglados para el gusto metropolitano. Un desfile constante de turistas, tanto adinerados como mochileros, de todas partes del mundo, inunda las calles. La clase adinerada criolla que se ha sostenido en sus casas, las preservan convirtiéndolas en pensiones formales o informales para estudiantes que aprenden español en academias y para otros turistas especiales. En el único supermercado de la ciudad, la Bodegona, se paga tanto en quetzales como en dólares, y se venden productos internacionales, mientras que hay pocos productos locales. Evidentemente, no es un sitio donde pueden comprar los criollos de clases modestas, menos los indígenas sin recursos, que son la inmensa mayoría. Para ellos queda el mercado, donde la propiedad de un local o la venta en la calle, en tendidos sobre el asfalto, marca también otras jerarquías.

En el mercado de Antigua se observa, como en muchos otros de Guatemala, el proceso de ajuste sufrido por las artesanías para servir al gusto extranjero, o la conversión de auténtica artesanía tradicional en mercancía con cierto valor agregado, como se puede observar en la venta de huipiles tradicionales usados, venidos de las distintas regiones. En ellos es visible la huella de la pobreza en los materiales y técnicas, a la par de la maravillosa maestría de los tejidos, que habrían merecido mejores materias primas. A propósito, en la celebración del año nuevo maya, el 23 de febrero de 2007 (año 5123), en Río Dulce, puede observar con estupor que las mujeres usaban los antiguos tejidos sobre telas sintéticas. Creí que era asunto de gusto y moda, cuyo propósito sería asimilarse al mundo contemporáneo. Sin embargo, al preguntar a señoras de distintas edades sobre la causa de aquel extraño hecho me dijeron que lo hacían porque ya no tenían dinero para comprar los hilos originales que eran muy caros. Trataban de guardar la armonía usando todas las mismas telas. Las limitaciones de la vida económica de las comunidades autóctonas modifican de manera obligatoria una costumbre que probablemente supera el milenio.

Respecto de los edificios coloniales ocurre otro tanto: antiguas edificaciones históricas son convertidas en hoteles cinco estrellas, mientras otras maravillas de la arquitectura colonial siguen volviéndose ruinas casi irrecuperables. El Convento de Santo Domingo, que tanto significado tiene para la historia centroamericana y fundado en 1989, es actualmente, el hotel más lujoso de la ciudad. Su propaganda reza irónicamente: “Hoy, como el ave Fénix, renacen nuevamente a la luz estos tesoros para que propios y extraños puedan apreciar y comprender los relatos que nos cuentan sus texturas, sus formas y colores, que usted admirará en el Hotel-Museo Casa Santo Domingo.”12 Por cierto, muy significativamente, el sitio de ingreso e información del hotel parece construido sobre un altar auténtico. Se trata de la superposición de dos sacralidades, la antigua y la contemporánea, con claro desentendimiento de los valores católicos mayoritarios del pueblo, a todas luces, vigentes. En el segundo caso, se encuentra el Convento de Nuestra Señora de la Concepción, sitio en que vivió y produjo la monja poeta y dramaturga Sor Juana de Maldonado y Paz (1598-1666), antes un suntuoso edificio, actualmente casi vestigio irreparable. La disyuntiva parece clara: o se entregan estos edificios emblemáticos al comercio, generalmente a propietarios internacionales, o están condenados a la destrucción paulatina, porque se carece de políticas culturales públicas destinadas a conservar, restaurar y dar vigencia a estos espacios. Los palacios, estelas y esculturas precolombinas parecen seguir el mismo destino, según muestran las ruinas arqueológicas del Petén en Guatemala y de Copán en Honduras. Los sitios han sido saqueados y sus obras adquiridas, mediante procedimientos no siempre claros, por fundaciones, museos y universidades metropolitanas, o por colecciones privadas.13 Me pregunto dónde estarán los artefactos que salieron de las magnas excavaciones de la península de Nicoya, al construirse los complejos hoteleros.

Otro caso es Granada, una ciudad nicaragüense de célebre prestigio, que se encuentra en camino a convertirse en lo que actualmente es Antigua Guatemala. A fin de 2006, crecían los negocios de comidas rápidas globalizadas, instalados sobre edificios de varios siglos, y empezaban a llegar grupos de turistas con intención de comprar tierras y permanecer en el sitio, lo mismo que de equipos de estudiantes, fundamentalmente venidos desde varias universidades de los Estados Unidos y Canadá para estudiar español, o realizar un ciclo lectivo propio del curriculum regular en este contexto. Los racionados servicios de agua y luz (entonces solo se ofrecían durante escasas horas por la noche, habiendo sido privatizado el servicio poco tiempo atrás), hacían menos viable y atractiva la instalación de grupos foráneos. Es claro que la escasez de servicios básicos o la violencia funcionan como tristes diques para la llegada de los nuevos pobladores extranjeros. En ese sentido, Costa Rica es un paraíso para este tipo de inversionistas, puesto que aquí encuentran buenos servicios públicos en luz, agua, teléfonos y atención médica14 y una paz social poco común, incluso a escala latinoamericana …

Preocupada por el posible futuro de Granada, propuse a su Municipalidad y a la Casa de Los Tres Mundos, una organización cultural que tiene una considerable tradición en la ciudad,15 un proyecto que titulé “Granada, ciudad histórica y ecológica de Centroamérica: declaratoria de protección patrimonial y proyecto de desarrollo”, cuyo propósito era salvaguardar la propiedad de la tierra, con nuevas normativas municipales para la venta a extranjeros; incluía, además, una propuesta de cuido ecológico para el lago y entornos naturales. Para mi sorpresa, no recibí ninguna respuesta, ni siquiera una referencia oral a los serios problemas planteados. Fue para mí claro que nadie se veía urgencia alguna.

La herencia cultural de la ciudad favorece las iniciativas artísticas, y específicamente literarias, dado el prestigio de Nicaragua en este campo. El Festival de Poesía que se realiza cada año es una muestra de ello. En el presente contexto, el Festival de Poesía de Granada, que se inició como un preciado momento de encuentro y reflexión de los poetas centroamericanos, corre el peligro de convertirse en algo muy próximo a un proyecto de turismo cultural multitudinario, donde las lecturas se suceden interminablemente y no hay espacio para la evaluación y el intercambio entre pares. Los objetivos del turismo cultural y la desfiguración de las formas autóctonas de vida para adecuarse a ellos, probablemente no resulten coincidentes con los objetivos del arte, que reclamaban su propia lógica e independencia desde los postulados de la Escuela estética de Jena en 1890, ideales que Rubén Darío asume y defiende de manera magistral en “El rey Burgués” y por medio de su práctica poética, como bien sabemos. Esto significa que habría contradicción entre las propuestas político-estéticas del principal icono de la poesía nicaragüense y un festival de poesía cuya base fuera la contribución al turismo.

Vamos ahora la situación de Suchitoto, un pueblo que fue muy golpeado por la violencia generalizada del país durante la guerra, y que después, debido a su propia idiosincrasia y geografía, había logrado resguardar sus modos de vida y la seguridad ciudadana de antaño. Nadie cerraba la puerta en Suchitoto y existía una prohibición que impedía a los carros circular por el centro del pueblo, como seguridad para las muy hermosas construcciones coloniales, que no estaban expuestas a los contaminantes y al tránsito. Hasta 2005 parecía un espacio salvado del tiempo. Actualmente, las numerosas páginas de internet que hablan de Suchitoto están mayoritariamente en inglés y describen sus bellezas naturales y arquitectónicas, así como sus actividades culturales tradicionales, muy sonadas en el país, como mercancía para el turista.

En resumen, en Centroamérica se vive una importante fractura histórica, un cambio cultural que involucra casi todas las esferas de la vida. Sus ciudades, aldeas, pueblos y comarcas salidas de un momento, en cierto modo, precapitalista, se ven injertadas forzosamente en una dinámica del globalizado mercado neoliberal. Este momento les determina otro papel muy distinto al heredado de su cultura originaria, otro modo de ser adecuado a la presencia del nuevo ciudadano internacional. Una parte muy considerable de sus habitantes autóctonos se ven empujados al papel de empleados al servicio de los nuevos señores. Las usanzas ingresan rápidamente y cambian hasta los atuendos personales. Hasta no hace mucho, era poco común encontrar hombres mayores de cuarenta años en pantalones cortos y tenis, cosa ahora de todos los días. Y ni qué decir de las ropas de las mujeres, mucho más elocuentes. Las jóvenes, y menos jóvenes, en Costa Rica visten al modo de las actrices y modelos de Miami, dejando muy atrás el recato propio de la herencia española, y yendo mucho más allá de las formas de vestir usuales de las mujeres anglosajonas en el presente, esto es, se imita a mujeres de la ficción comercial. Por supuesto, la moda y los hábitos en la vestimenta no corresponden exactamente a un acto de libertad, pues vienen previstos en un inventario que ofrecen las fábricas y marcas, y se imponen por influencia de los medios de comunicación

 

Las artes centroamericanas en la red global: el caso de la literatura

La aparición de unas artes que, como las artesanías indígenas, se adecuan al consumo en serie y a los escenarios puestos por las empresas (ejemplo de ello, el transnacional desfile de vacas –“CowParade”–, pintadas por artistas locales, en que los pintores resultan desposeídos de la propiedad moral de sus obras y reducidos a artesanos mal pagados16), así como a los gustos de los clientes, empieza a ser un hecho que levanta numerosas interrogantes. Por cierto, poco sabemos de la música, el canto, la danza, el teatro y las artes que no tienen mucho atractivo para el mercado en este contexto. Poca o ninguna investigación significativa se ha conocido.

Por otra parte, en materia literaria, hace tiempo ya ha llegado hasta nosotros una amplia bibliografía producida para el consumo masivo, que se importa como gran novedad,

En la que encontramos los libros de autoayuda, la línea de libros sobre espiritualidad y, en ficción para niños y adolescentes, por ejemplo, el ya célebre Harry Potter, serie que ha desatado un fenómeno de librerías nunca antes visto dentro de este país, con club de aficionados y ventas que superan en mucho a los libros más vendidos. La aparición del sétimo libro (editado en 2007 en inglés) en español este año, provocó largas y madrugadoras filas de lectores ansiosos por su adquisición. Nunca el más insigne escritor de Costa Rica, ni siquiera el grupo de los más destacados de Centroamérica, provocaría un acontecimiento similar. Signos como éstos indican que somos ya otro mundo, uno volcado, hacia fuera.

Dedicaré enseguida un momento a la consideración de algunos hechos de escritura literaria que indican direcciones similares, en uno de los géneros que más involucra e interpreta la vida social, la novela. Desde 1990, aproximadamente, aparece un grupo de textos que reniegan, por así decirlo, de la noción de patria, como lo hace de manera ambivalente Horacio Castellanos Moya en El Asco. Thomas Bernhard en San Salvador (1997). Estas novelas marcan un momento de cambio enfático en las motivaciones más sagradas de la literatura latinoamericana. Hasta entonces, salvo excepciones, la literatura a la par de la enseñanza escolar, había sido una práctica simbólica constructora de la idea de nación, por el camino del complemento y apoyo a las ideas políticas, o como espacio para la denuncia de sus prácticas erróneas, según ocurrió con los realismos y otros movimientos literarios latinoamericanistas. Estos últimos defendían una patria mejor, más solidaria, más autónoma e independiente. En este nuevo momento, se tematiza una vez más la patria para pulverizar, y no solo desconstruir, el valor atribuido al concepto, y para ridiculizar su existencia que se asume nimia y absurda, o simplemente para reírse de los mitos nacionales. El Asco de Castellanos Moya, en la tradición de la novela de habladores, construye un protagonista antihéroe emigrado que se considera ciudadano canadiense y aborrece, hasta la náusea, todo cuanto distingue la identidad salvadoreña, lo mismo que a su familia autóctona. El trabajo de Roque Dalton en poesía y narrativa habría anunciado este gesto años atrás, aunque en cierto modo, con intenciones todavía constructivas. Al cabo de la lectura, queda al lector valorar si el carácter destructivo de la visión de la patria en El Asco es la denuncia de la asimilación cultural de los emigrados, o si se trata de una crítica demoledora que el narrador asume con, y por medio de, su personaje, asunto complejo puesto que protagonista y narrador se funden en un mismo personaje, más si se suma la relación narrador-autor.

De manera no muy distante, el héroe de Cruz de olvido, del novelista costarricense Carlos Cortés, se presenta a sí mismo comomercenario de izquierda latinoamericana” (Cortés, 1999: 14) y es alguien que busca a su padre muerto y repudia a su madre y, con ella, el aspecto femenino de su historia doméstica (la considera loca, castrante, errátic a...). La patria/matria es vista como “mediocre seguridad” y pequeñez (Cortés, 1999: 20), como “La Suiza centroamericana” (así se titula un capítulo), donde “... no pasa nada después del Big Bang” (Cortés, 1999: 19), salvo maniobras políticas y económicas, públicas y privadas, acciones corruptas de los grupos dirigentes caudillistas e impunes, empezando por el Presidente de la República –“el Procónsul”–, visto como “un invicto coquero” (Cortés, 1999: 65), alcohólico y manipulador. La novela muestra un mundo donde la delincuencia se junta con la Casa de Gobierno y los poderes del Estado. La patria, asimilada a la madre depreciada y temida e imago de la mala madre, había parecido ya en Los compañeros (1976) del guatemalteco Marco Antonio Flores, esa novela tan anticipatoria de cuanto propondrá la narrativa canónica de la posguerra.

La protagonista de AB Sudario, otra novelacaracterística del momento presente (Jacinta Escudos, 2003) es una suicida frustrada e itinerante, que vive entre un “aquí” extranjero y un “allá”, que no encuentra porque “el lugar al que quiere regresar ya no existe […] el país al que quiere regresar es al de la infancia” (Escudos, 2003: 52). Los lugares en que habita, “Karma Town” y Zanzívar (Managua y San Salvador para quienes podemos leer entre líneas) no merecen sus nombres propios, cuando sí los reciben las capitales europeas que figuran en la historia del personaje. Los epígrafes en inglés, las numerosas referencias intertextuales a la literatura y canciones en lengua inglesa, más que a otros idiomas, no solo apela a una legibilidad, sino a una opción por estas referencias culturales.

Finalmente, las novelas escritas en secuencia por Franz Galich, como parte de un proyectado cuarteto sobre Centroamérica, Managua Salsa City (2000) y Y te diré quién eres mariposa traicionera (2006), realizan un movimiento de afirmación territorial que abarca los países centroamericanos del norte, el espacio de la guerra, ámbito donde se mueve con fluidez para cometer sus “hazañas”, el antihéroe delincuente exguerrillero que combate, sin saberlo, contra traficantes de joyas extranjeros, a los que él mismo sirve de guardaespaldas y con quienes debe convivir en una lujosa mansión en las afueras de Managua.17 En concordancia con las intenciones de estas novelas (la pintura de la posguerra como período de decadencia moral), los extranjeros citados y representados no sean simples turistas o benefactores dirigentes de ONGs, sino delincuentes internacionales o asesores militares. Las novelas que muestran la crisis del modelo de patria aquí citadas, y otras más, se atreven a señalar lo que por otras vías no admite verbalización, simplemente sucede y se disimula, como corresponde a quienes aceptan la condición subalterna y, por supuesto, para no caer en ninguna de las categorías y etiquetas nefastas que actualmente se han diseñado para los que disienten o no se conforman.

Un resultado a la vez un tanto risueño y algo amargo surge de la contrastación entre estas novelas y las películas que recibimos vía cine o T.V. En los últimos diez años, la televisión por cable, más generalizada, deja muy poco espacio a los programas locales, en los que de todas maneras, abundan las series y filmes estadounidenses, algunos bastante fuera de época, doblados al español. Según mi percepción, esa es una de las causas de la abundante onomástica en inglés, de que se habla páginas atrás, pues los personajes de las películas conservan sus nombres en esa lengua. En estas películas, adonde a los latinoamericanos nos llaman “latinos” o “hispanos”, los personajes representativos de la etnia suelen ser, salvo excepciones, los villanos. Así que Pancho Rana de Franz Galich, antihéroe protagonista de las dos novelas citadas, se ajusta con un juego, propio de las parodias, a esa percepción: es una especie de Rambo centroamericano, justiciero y malvado al mismo tiempo. Mientras, nada o poco conocemos del cine propio, el que se hace muy minoritariamente en la región, pero que circula, a veces, entre los conocedores y estudiosos. Los estudios literarios nada o muy poco reportan al respecto.

Común a todas las novelas es el diseño de un mundo degradado, donde no existe ni el más pequeño atisbo de valores positivos, de resistencia u otras formas de vida dignas de rescate. Esto evidentemente, es un retrato alterado de la realidad, cuya deformación obedece, en primera instancia, a fines estéticos. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿por qué se olvidan los esfuerzos constructivos y resistentes del pasado y de la actualidad, las numerosas ocasiones en que se ha manifestado la dignidad de los pueblos, muchas veces defendida con las vidas de miles de desaparecidos, ejecutados, masacrados? No podemos seguir ignorado los nexos entre las distintas artes, sus productos y los cambios de la cultura política.

 

Más allá del telón, como cierre epilogal

¿De qué modo llamar sin eufemismos lo que nos ocurre? No basta con decir que vivimos en una nueva realidad a la que se identifica como “glocal”, o que de esto se trata fatalmente la globalización, porque bajo esa nomenclatura desproblematizada no puede seguirse ocultando una repoblación tan evidente, una sustitución de culturas tan precipitada, un desposeimiento tan claro de las posibilidades y derechos que nos daba la condición de ciudadanos nacionales hasta hace tan poco. Esta situación nos llega cuando aún no habíamos logrado superar la balkanización y poco se había avanzado hacia la conquista de la paz con justicia y bienestar, luego de la guerra. Lo que sucede se parece mucho a una especie de recolonización realizada, ya no por un país solamente, sino por los sectores neoliberales, representados por las entre cien y quinientas transnacionales más importantes que mueven el mundo y por los estados nacionales metropolitanos que las soportan y apoyan, agentes que favorecen el traslado y asentamiento de grandes grupos de su población, emigrados hasta nuestra latitud. En correspondencia con todo ello, existiría una producción discursiva, unas políticas de manejo de grupos humanos, de poblamiento y de educación y, por supuesto, unas políticas artísticoculturales y de comunicación afines. Entre los resultados más visibles y agobiantes, la existencia de dos procesos de migraciones dispares: de grandes masas hacia el Norte, en busca de trabajo, en condiciones sumamente difíciles y discriminatorias; del Norte a Sur para repoblar y asentarse, gozando de una serie de beneficios y excepciones.

¿De qué modo la cultura centroamericana podrá superar este momento? ¿Qué subsistirá de ella, si se parece cumplirse ahora el temido horizonte que atisbaron Martí y Darío al fin de siglo XIX?

En primer lugar, es necesario un esclarecimiento interno: que nuestras reflexiones y capacidad de discernimiento en el terreno de la cultura y las artes despierten del impacto que han traídos los últimos acontecimientos tecnológicos, económicos y demográficos, ante los que hemos quedado de nuevo deslumbrados, como ante las cuentas de los collares de cristal. Es indispensable que reaccionemos críticamente ante la cruzada ideológica hecha por quienes han querido imponer un modelo social y económico ajeno a las aspiraciones por las que lucharon y murieron miles de centroamericanos; habría que reponerse de los golpes y pérdidas recientemente sufridas, de modo que elaboremos respuestas dignas, sabias, capaces de tomar lo mejor de los nuevos procesos y de manera cuidadosamente selectiva, buscando el diálogo con la mayor simetría posible, y siempre velando por el ejercicio de una democracia real y participativa, que garantice el respeto a los derechos de todos los habitantes. Para ello, con esfuerzo sincero y firme tendremos que salir de lo que parece ser una “etapa de negación” y descifrar los mensajes, signos y símbolos del presente, rearticular las resistencias ante las hegemonías y monitorear nuestra propia inscripción. Los procesos culturales y artísticos, entre ellos la literatura, no son islas; hay que descubrir la red de nexos y adecuaciones que ocurren entre las distintas literaturas que aquí se producen, así como su relación con las prácticas artísticas y culturales restantes y, por supuesto, de todo este conjunto con la vida social, marcada hoy en Centroamérica por los fenómenos migratorios, demográficos y urbanísticos descritos.

Se requiere también de una nueva solidaridad internacional que analice esta nueva realidad centroamericana y la ponga tal cual es, sobre el tapete, más allá de los deseos de aprovecharse del momento que podrían tener algunos de esos sectores. Tal propósito pasa por un análisis detenido de las ONGs, particularmente, en este caso, las de función cultural y artística. Se requieren nuevas solidaridades íntegras y respetuosas del derecho de cada pueblo a autodeterminar su vida, a decidir qué tipo de realidad merece vivirse, más allá del mercado y sus modelos de desarrollo, tan cuestionados por la respuesta de la naturaleza. Se requiere una solidaridad académica que impulse desarrollos culturales para los centroamericanos en Centroamérica, que dialogue y escuche, que ofrezca sus esfuerzos y los reúna con los internos, renunciando a la transferencia mecánica de las teorías autorizadas en las metrópolis.

Finalmente, como nos corresponde buscar respuestas con los lentes que nos ofrece la disciplina, en un contexto tan complejo, me parece que un camino viable es proponer a los estudiosos de lo literario que se decidan de una vez por todas a abandonar el terreno exclusivo de los textos –ese textocentrismo es ya tan insuficiente …– para observar, documentar y analizar los hechos y procesos literarios, sean los propios de la alta literatura y de la popular, como de la literatura masiva que se produce dentro y fuera de la región y que la concierne de distintas maneras, pues anima sus imaginarios en el presente, todo ello en sus relaciones, visibles y subterráneas, con los escenarios sociopolíticos y culturales en que se desarrollan; que se estudien la cadena de festivales de poesía que se realizan en la región, la serie de premios nacionales y regionales, la situación editorial en Centroamérica, el teatro centroamericano y su avatares; el problema de la escasa circulación del libro en la región, los grupos y cenáculos literarios y su papel en la actividad de este orden y en relación con sus contextos; la red de cánones literarios, algunos en conflicto, otros coordinados, así como los intereses subyacentes a su conformación; el precio astronómico de los libros y la existencia subterránea de matrices de escritura que generan cada vez más una literatura, bastante desactivada, que aspira a la edición en las multinacionales editoras.

Y, además de todo lo anterior, es un imperativo asumir que en Centroamérica alienta una multiculturalidad que clama por el reconocimiento de los más olvidados, y de sus artes y literaturas representativas, sin olvidar otras discriminaciones transversales. En particular, parece saludable decidirse de una vez por todas a objetos de estudio que trasciendan las antiguas usanzas decimonónicas del culto a la personalidad. Estudiar procesos, más que figuras aisladas, es casi una emergencia, como lo es situarse y pensar desde donde es candente, nos apremia y bulle la realidad.

Lo dejo a la conciencia de todos ustedes. Lo llevo en mi conciencia.

© Magda Zavala


Bibliografía selecta

arriba

Astorga Mora, Leda, 2008:Reflexiones sobre el CowParade”. Texto enviado por correo electrónico el 4 de abril.

Bhabha, Homi K.:“El Compromiso con la teoría”. http://www.comminit.com/en/node/150303.

Bentancor, Orlando: “El pensamiento desde los bordes: del postestructuralismo a la diferencia colonial y viceversa (II).” http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Orlando/Posestructuralismo2.htm.

Centro Andaluz de Arte Contemporáneo: Atributos Urbanos. “Postmetrópolis”. http://www.atributosurbanos.es/terminos/postmetropolis/.

Clifford, James, 2001: Dilemas de la cultura. Antropología, literatura, arte en la perspectiva posmoderna. Barcelona:Editorial Gedisa.

Fernández Bravo, Alvaro/Garramuño, Florencia/Saúl Sosnowski, 2003: Sujetos en tránsito. Madrid/Buenos Aires: Alianza Editorial.


Notas

arriba

vuelve * Texto revisado por la autora para este medio y ocasión.

vuelve 1. Forma parte del complejo cultural arqueológico mesoamericano denominado La Gran Nicoya, con el oeste de Nicaragua, espacio donde se afincaron grupos venidos desde el Valle de México. En la etapa colonial y hasta 1824 tuvo el carácter de territorio relativamente independiente, bajo el nombre de Partido de Nicoya, que se anexa en esa fecha a Costa Rica. En los textos que publica el Archivo Nacional se dice: “El Partido de Nicoya estaba constituido por las tierras ubicadas al oeste del río Tempisque hasta el Océano Pacífico y al norte del río Salto hasta el río La Flor y el Lago de Nicaragua, que constituyó el límite con la Provincia de Nicaragua. Este territorio gozaba de una gran autonomía, aunque en lo civil y administrativo dependió de la Capitanía General de Guatemala. Sin embargo, por la cercanía con la Provincia de Costa Rica, específicamente con la poblaciones de Puntarenas, Esparza, Bagaces y Las Cañas, estableció relaciones comerciales y una gran identificación con la forma de ser de los costarricenses. Por lo anterior, el Partido de Nicoya durante la Colonia mantuvo un estatus muy particular pues era un territorio que no pertenecía a Nicaragua ni a Costa Rica y comercialmente existían importantes vínculos con esta última.”
http://www.archivonacional.go.cr/rinedu_avexionnicoya.htm9
Lo que sucede actualmente en Guanacaste, según ya es preocupación común, preludiaría lo que podría ser pronto una dudosa suerte generalizada, si no se toman las medidas requeridas para resguardar el patrimonio cultural y natural de otros puntos del país. El Ministerio de Turismo, de acuerdo con las declaraciones del ministro actual en Desayunos de Radio Universidad el 11 de abril de 2008 asume que, si bien en Guanacaste hay graves problemas que han justificado un decreto ejecutivo específico este año, debido a la ausencia de planes reguladores municipales, el “boom” turístico en esta zona tiene para él muchas ventajas porque genera empleos, desarrolla la construcción y hay mayor producción de bienes. No existen, sin embargo, estudios suficientes que precisen adónde van las divisas que allí se generan, cuál es la calidad del empleo que se ofrece, ni cuánto afecta al medio ambiente el desarrollo urbanístico en la zona.

vuelve 2. La investigación cultural en Centroamérica y sobre Centroamérica como conjunto tiene pocos productos e interesados, a pesar de que la identidad centroamericana, aunque en segundo término y a intermitencias, no ha dejado de ser un horizonte para sus habitantes, y del carácter insoslayable del proceso de regionalización que ocurre en varios puntos del mundo en el presente. Convencida de estos hechos, además la certeza de la necesidad de conocer el Istmo desde aquí con mirada propia, desarrollamos en la Universidad Nacional de Costa Rica una secuencia de proyectos de investigación, la Revista ÍSTMICA y dos programas de postgrado, que ofrecen ya sus frutos, tanto de sus profesores como de sus graduados. El propósito: crear una tradición de estudios comparativos y contrastivos. Con un equipo de profesionales que compartieron estas miras, impulsamos y realizamos a partir de 1987 en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje el Programa de Literatura Centroamericana y del Caribe Antillano, de donde derivaron los libros (en coautoría con Seidy Araya) Historiografía Literaria de América Central (1995) y Literaturas indígenas centroamericanas (2002), así como un libro inédito en coautoría con Albino Chacón: Literatura colonial centroamericana. En concordancia con este esfuerzo, fundamos la Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana (MECC). Igualmente, el Programa de Cooperación con NUFU, Noruega, de cobertura centroamericana, Patrimonio, Cultura e identidad en América Central (1999-2004), nos ofreció un espacio favorable en donde se concibieron y formularon, tanto la Antología de Poetas Contemporáneas de América Central (de mi autoría, en prensa), como el proyecto de Albino Chacón que actualmente se concreta en el Diccionario de la literatura centroamericana (2007), bajo su coordinación; también en ese contexto pusimos en marcha el Doctorado en Letras y Artes en América Central (DILAAC). La filosofía y premisas conceptuales de la particular perspectiva centroamericanista que los anima sirven de sustento a las investigaciones de sus estudiantes en la actualidad. Excelentes tesis, como las de Francisco Méndez, de Guatemala, para su maestría, y de los costarricenses Teresa Fallas, Peggy von Mayer y Mario Oliva, por el doctorado, así lo demuestran. Todo ello, junto con esfuerzos desarrollados en la Universidad de Costa Rica, específicamente en el CIICLA; así como en la Universidad Autónoma de Honduras y, recientemente, en la UCA de El Salvador posibilitan una nueva etapa en los estudios de cultura en Centroamérica.

vuelve 3. Por ejemplo, el postulado que declara el fin de las ideologías, encubre la expansión de una megaideología que se impone desde hace varias décadas por diversos medios, usando múltiples complicidades, entre ellas, las teóricas, en cuanto implica un llamado práctico a que se abandone la elaboración o defensa de otras ideologías, y específicamente, cualquier otra que se oponga. Así se explicaría la proliferación de libros como El manual del perfecto idiota latinoamericano (Vargas Llosa, Montaner, Mendoza, 1996), Marcos, la genial impostura (De la Grange, Rico, 1997), o El regreso del idiota (Mendoza, Montaner, Vargas Llosa, 2007) que celebran una especie de triunfo ideológico dogmático e incuestionable de la ideología neoliberal.

vuelve 4. Colonia:
(Del lat. colon?a, de col?nus, labrador).
1. f. Conjunto de personas procedentes de un territorio que van a otro para establecerse en él.
2. f. Territorio o lugar donde se establecen estas personas.
3. f. Territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales.
4. f. Territorio dominado y administrado por una potencia extranjera.
5. f. Conjunto de los naturales de un país, región o provincia que habitan en otro territorio. (…) http://buscon.rae.es/draeI/

vuelve 5. Este proceso ha contado con la venia de considerables sectores de los grupos dirigentes tradicionales, quienes, o no se dan cuenta de que se hacen un haraquiri como clase social en el terreno material y simbólico, para pasar a ser regentes representantes de las metrópolis, como las antiguas autoridades indígenas durante la Conquista y la primera etapa colonial, asumiendo, con una lamentable sinceridad vencida, que el proyecto metropolitano de ser humano y cultura es mejor y el más deseable, o habrían perdido el olfato político y se encuentran atrapados y empantanados en un error histórico, muy triste porque nos afecta a todos. Por eso, no es momento para celebraciones ni para ceder a las fantasmagorías tecnológicas, por ejemplo, creernos más libres porque tenemos a mano la internet, considerándola un ámbito de libertad y ubicuidad neutral. En realidad, si la conciencia y los proyectos nacionales y regionales están condicionados o, de alguna manera, apresados, poco significativo es cuantos medios informativos y de contacto tengamos a nuestra disposición, sin entrar en considerar si son, o no, espacios realmente liberados de los controles y limitaciones de la cultura política, económica y otras.

vuelve 6. La “oenegización” de la vida social que ocurre en magnitud casi inmanejable, por ejemplo, en Guatemala, donde estas organizaciones se encuentran fundamentalmente en manos de extranjeros, llama con urgencia a estudios detenidos y responsables (Cf. Marcelo Colussi: “Las ONG, entre la solidaridad y el negocio”, en: La Insignia, Guatemala, 8 de agosto de 2004. http://www.lainsignia.org/2004/agosto/soc_008.htm)

vuelve 7. Estos tratados, arma de doble filo, podrían ser, en alguna parte, causantes de la recesión que se anuncia para la economía estadounidense: desplazan el trabajo desde el centro a las periferias y provocan la llegada de muchos de los campesinos que pierden su modo de vida en el Tercer Mundo y se ven obligados a emigrar. Por eso es tan poco comprensible que se firmen tratados de libre comercio con una economía amenazada, si estamos en el Sur, mientras que promoverlos y hasta forzarlos desde el Norte sería un acto motivado por la sobrevivencia de un sistema de vida que se siente en peligro. El Norte requiere del Sur el control de sus recursos materiales, naturales y humanos, en particular, sus fuentes de producción de energía y sus alimentos, por lo que requiere disponer, cuanto menos relativamente mejor, de su territorio, agua y mares.

vuelve 8. El primer referendo en la historia de Costa Rica, al que los opositores acusan haber sufrido un fraude mediático y de violación de la tregua pactada para los días anteriores al 7 de octubre de 2007, se realizó, según se ha documentado y lo señalaron los observadores internacionales, con una evidente intervención, por el sí, de figuras muy prominentes del gobierno, a pesar de lo dictado por la Constitución. De este modo se aprobó este trascendental tratado. Al respecto ver: “Costa Rica: denuncian fraude en el referéndum” http://www.adnmundo.com/contenidos/comercio/costa_rica_tlc_referendum_fraude_eeuu_asc_ce_101007.html

vuelve 9. Estos conceptos que definen el modo de desarrollo de las postmetrópolis son del geógrafo urbano Eduard W. Soja (UCLA, Los Ángeles, California), estudioso de los procesos urbanísticos en la postmodernidad. http://www.atributosurbanos.es/terminos/postmetropolis/

vuelve 10. Otto Apuy es un artista plástico y escritor que ha dedicado gran parte de su trayectoria a la reivindicación de las formas, temas y problemas del ser guanacasteco, desde sus orígenes al presente. Sus trabajos resultan ineludibles si se trata de profundizar en la crisis de identidad de la zona.

vuelve 11. Visité Suchitoto por una semana en 2005; en 2006 enseñé por tres meses en Granada y en 2007 viví durante cuatro meses en Antigua Guatemala, como profesora de un programa universitario promovido por dos universidades canadienses. Señalo esto para dar fecha al momento en que recogí estos datos. Mucha agua ha pasado debajo de los puentes … de los que quedan después de los huracanes y tormentas recientes, incluido el paso de las empresas “desarrolladoras”.

vuelve 12. http://www.larutamayaonline.com/hotels2/antigua/hotel_casa_santo_domingo_s.php

vuelve 13. No existe un inventario de de los tesoros arqueológicos centroamericanos, ni de su ubicación y propietarios actuales, menos de los procedimientos usados para enviarlos fuera de la región.

vuelve 14. Considero necesario señalar que en Costa Rica el crecimiento del turismo, así como la migración en general, está afectando la atención a la salud de nacionales, sin mencionar que se desarrolla ya un turismo especializado en la búsqueda de servicios médicos a bajos costos. La reflexión sobre estos asuntos ha quedado postergada, so pretexto de no avivar reacciones que se presumen xenofóbicas, error que impide abordar asuntos de principal interés para la vida ciudadana del presente.

vuelve 15. Estaba al frente de esa fundación cultural el señor Dieter Stadler, de nacionalidad austríaca, y las propuestas fueron dirigidas a su persona y al Concejal Fernando López en octubre de 2006. También presenté otra iniciativa: el desarrollo de una librería especializada en cultura centroamericana y centro documental en la Casa de los Tres Mundos. Tampoco recibí comentario alguno.

vuelve 16. Leda Astorga, escultora costarricense, indica al respecto: “El CowParade es un movimiento artístico internacional. Fue creado en Zurich, Suiza, en 1998, por el señor Walter Knapp bajo el siguiente concepto: artistas locales decoran vacas realizadas en fibra de vidrio de tamaño natural; luego son expuestas por varios meses en el centro de las ciudades. Terminada la exhibición son subastadas, y el 70% de las ganancias es donado a organizaciones sin fines de lucro. En Costa Rica este proyecto es convocado por Vallas y Gigantografías de Costa Rica y por la Municipalidad de San José. Las vacas se exhiben en este momento en San José. […[ Aquí me surge la pregunta: ¿Porqué una transnacional presenta un proyecto de arte público que violenta nuestra legislación y es apoyado por el Estado a través de la Municipalidad de San José?” Leda Astorga Mora: Reflexiones sobre el CowParade. Texto enviado por correo electrónico el 4 de abril de 2008.

vuelve 17. Al contrario de la novela citada de Escudos, la de Galich refiere minuciosamente a la geografía, referencias, calles, edificios y otros lugares muy, o poco, conocidos de la región. Y en este caso, se elige un juego carnavalesco, muy creativo, con el lenguaje popular de cada uno de los países mencionados.


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