La seducción de la novela:
El pergamino de la seducción de Gioconda Belli
University of Cincinnati
Dice Milan Kundera en su libro más reciente Le rideau (2005) escrito en francés, que
“en el arte de la novela, desde el principio de su existencia, la composición (la arquitectura) ha adquirido una importancia primordial. Esta importancia excepcional de la composición es uno de los signos genéticos del arte de la novela. Lo distingue de las otras artes literarias, de las piezas de teatro [...] y de la poesía” (180, traducción mía).
La composición es uno de los grandes aciertos de El pergamino de la seducción (2005) de Gioconda Belli (Managua 1948), novela tejida por dos narraciones en primera persona que narran dos historias de cierta manera paralelas: la historia de Lucía en el siglo XX en Madrid, y la historia de Juana de Castilla, entre los siglos XV y XVI en Flandes y España. Las dos historias son más o menos lineales, no hay grandes anacronías o cambios temporales en la narración. El relato de Lucía empieza cuando Manuel le propone contarle la historia de la reina Juana, es decir, poco después de haberse conocido. Este es el grado cero de la historia de Lucía y de la novela en general, ya que todo el resto de la novela es emitido, es generado, desde este momento de enunciación.
El pergamino de la seducción es una novela que está construida sobre la promesa de una narración. “Manuel me dijo que me narraría la vida de Juana de Castilla y su locura de amor por su marido Felipe el Hermoso, si yo aceptaba ciertas condiciones” (11). Es decir,El pergamino de la seducción es una novela sobre, acerca y en torno al acto de narrar. La condición que Manuel le impone a Lucía es la siguiente: “Quiero que levantes con tu imaginación los escenarios que te describiré, que los veas y te veas en ellos, que te sientas como Juana por unas horas”(11). La condición de Manuel es la misma que la que todo novelista espera de sus lectores. ¿No es esto lo que hacemos cuando leemos una novela? El acto de leer implica una reconstrucción mental del mundo narrado, implica vivir las aventuras y las tragedias de los personajes que palpitan frente a nosotros. El mensaje o la condición que Manuel le impone a Lucía es implícitamente un mensaje a los potenciales lectores de la novela. Somos nosotros al fin y al cabo los que vamos a vernos y sentirnos como Lucía y como Juana por unas horas.
La novela, desde sus inicios ha sido un mundo construido con palabras, y no me refiero al hecho evidente que esté escrito con palabras, sino al hecho que sus personajes y sus historias a menudo se sitúan en otros mundos verbales. Don Quijote vive en el mundo de los libros de caballería, James Joyce escribe Ulyses siguiendo paso a paso La Ilíada de Homero, Cien años de soledad está construido en base a otros libros y otros mundos verbales. Por eso cuando Manuel le dice a Lucía: “No te será muy fácil al principio, pero un mundo construido con palabras puede llegar a ser tan real como el haz de luz que ilumina tus manos en este momento” (11), está confirmando el principio fundamental del arte de la novela. Para el escritor argentino Ernesto Sábato, el mundo de la novela es más real, más auténtico y más verdadero, que el mundo de los periódicos, los anuncios luminosos y los discursos patrióticos (1976: 24 y ss)
Gioconda Belli sorprendió a los lectores en 1974 con su libro de poemas Sobre la grama. La frescura del lenguaje y la libertad con que habla de su amor y de sus sentimientos fueron una innovación en Nicaragua. Desde su primer libro Belli ha tenido un éxito rotundo, libro a libro, hasta erigirse como el fenómeno más importante de la literatura escrita por mujeres en la historia de América Central. Los record de ventas de La mujer habitada (1988) han sobrepasado a todos los novelistas centroamericanos, hombres o mujeres. La investigación crítica y la especulación hermenéutica que ha generado La mujer habitada son de primer orden, y suma ya varios centenares de páginas de muy vehemente feminismo. Me atrevería a afirmar que en este momento en el mundo La mujer habitada es la novela más conocida de la literatura centroamericana, la más leída en universidades, después quizás de El Señor Presidente. No sólo ha tenido gran éxito editorial, sino que ha generado mucho debate de primer orden en los estudios literarios. La mujer habitada se plantea la toma de conciencia y el desarrollo de una praxis feminista, informada de una mezcla de sandinismo y marxismo utópico revolucionario, basada en una rebelión contra el sistema hegemónico patriarcal en todas sus modalidades y esferas de aplicación. Lavinia lucha por afirmarse en los diferentes niveles de agenciabilidad que le ofrece y le exige la sociedad, pasa por una etapa de crecimiento y desarrollo, logrando en el fondo su independencia económica, social, sexual, política, ideológica, y de acción revolucionaria. No quiero aquí hacer un repaso de toda la carrera literaria de Belli, desde la búsqueda de una identidad y afirmación en la brujería y el conocimiento hierático indígena, de Sofía de los presagios (1990) hasta el futurismo realista de Waslala (1996) con su búsqueda de un lugar mítico, y su alucinante y poderosa proyección de un posible imaginario nacional nicaragüense. Finalmente en El país bajo mi piel. Memorias de amor y de guerra (2001), cuatrocientas páginas de deliciosa lectura, Belli comparte con nosotros todos los avatares de su odisea como mujer, revolucionaria, escritora, feminista y madre. Un libro muy valiente, un testimonio desgarrador y heroico de las aventuras de una mujer, poeta, revolucionaria, apasionada y sincera, en un mundo patriarcal; y una revolución sandinista que fue el gran sueño de los setentas y ochentas, pero que fracasó rotundamente en su programa revolucionario. Ahora bien, hay más todavía, con El país bajo mi piel Gioconda interroga el sistema literario transgrediendo el testimonio y la novela, la autobiografía y la memoria. Si Menchú cuestiona a la narrativa desde el testimonio, como mujer indígena, víctima de la violencia militar política, Belli la cuestiona desde la autobiografía y la memoria, como mujer, poeta, revolucionaria, bella y atractiva, talentosa e irreverente. En El País bajo mi piel. Memorias de amor y guerra, Gioconda Belli juega en forma muy interesante con la naturaleza de la autobiografía y la forma de la novela. Con un estilo desenfadado y valiente, evidente en Belli desde los años de sus primeros poemarios, la autora confiesa una serie de secretos sobre su vida íntima y sentimental, que difícilmente nosotros quisiéramos que se supieran acerca de nuestras vidas. El país bajo mi piel es un libro de memorias pero que en realidad está contado como una novela. La autora ha dividido su vida en segmentos y nos va contando en forma alterna, pasajes de su juventud y su gesta guerrillera, y pasajes de su vida actual en Santa Mónica, uno de los barrios más elitistas de Los Angeles. Los capítulos en que ha dividido el texto vienen encabezados por acápites similares a los utilizados por Cervantes en Don Quijote. El capítulo 1 reza: “Donde dan inicio, con olor a pólvora, estas rememoraciones” y así sucesivamente, los 58 capítulos están acompañados de un acápite que remite al contenido del capítulo. La estructura novelística de las Memorias, combinada con el explícito interés de la autora por presentarnos a un sujeto heroico, nos da un texto híbrido que se sitúa entre la autobiografía y la novela, entre el testimonio y la ficción. Esta combinación no deja de ser problemática, ya que pone en tela de juicio la veracidad del texto, elemento indispensable para la autobiografía. Por el otro lado, esta estrategia hace del texto un paisaje muy atractivo para el lector, inscribiendo una saga política y personal que toca la imaginación del lector de muchas formas diferentes. Estas memorias explotan al máximo el capital social de la autora y su capital revolucionario. Se presenta al mismo tiempo como una hija de la burguesía nicaragüense, privilegiada y consentida, que al mismo tiempo que explota esa posición se victimiza en la misma, es a la vez explotadora y explotada, es al mismo tiempo verdugo y víctima. Y por otro lado explota su capital revolucionario, la gesta heroica que la lleva a volverse contra su clase, la heroína que lo deja todo y se sacrifica por los pobres y los humillados de Nicaragua.
Vemos pues como Belli ha venido experimentando con diferentes formas narrativas hasta llegar a esta última entrega. En El pergamino de la seducción Gioconda Belli utiliza un juego de narraciones y ecos de narraciones que componen las voces de la novela. “Manuel me dijo que me narraría la vida ...” En el decir de Manuel y en la promesa de la narración está la clave de la estructura de la novela. Manuel empieza a contar la historia de Juana, él es el emisor de discurso dictado por el archivo histórico, por la acumulación de datos y de señas, de documentos, de información. Lucía, vestida e investida como Juana, recibe esta información y la traduce en una narración en primera persona, a la que le suma los sentimientos, las subjetividades, los placeres y las carencias de Juana. Por el otro lado tenemos la historia de Lucía contada en primera persona: “Mis abuelos me depositaron en el internado regentado por monjas en Madrid un día de septiembre de 1963” (12). Esta historia va alternándose con la historia de Juana y se desarrollan paralelismos entre ambas narraciones. La muchacha huérfana que en el siglo XX, interna en Madrid, conoce a un historiador cuarentón, se enamora y queda embarazada, va a servir como contrapunto a la historia de la princesa que es dada como esposa en virtud de una estrategia política, se enamora, tiene varios hijos que pronto arrebatan de su lado, la nombran reina y nunca le permiten ejercer su poder, y termina prisionera de su propio padre, acusada de locura para desautorizarla. Las dos historias son truculentas, representan a mujeres dominadas por la sociedad patriarcal y falocéntrica, y describen un camino de explotación de la mujer que abarca cinco siglos. En el epílogo de la novela Lucía se va a Nueva York y tiene a su hija. El nuevo mundo anglosajón se presenta como la liberación del mundo opresivo hispánico. La nueva Juana, la hija de Lucía, nace en un mundo distinto, con más libertades para la mujer, con más igualdad de género. Al final de la novela, tenemos otra promesa de narración, esta vez la narración de la novela misma. Lucía afirma en el penúltimo párrafo:
“Ahora yo recogeré las memorias de su reino. La colegiala que escribía cartas en el internado con una caligrafía pulcra y redonda, la que se fascinaba con los puentes que urdían sus palabras para sacarla de aquel espacio constreñido, recogerá los hilos, se exorcizará de sus propias tristezas, y escribirá otra historia, otra verdad para desafiar la mentira.” (322)
Así es como se trama la urdimbre de narraciones e historias que componen esta novela. La naturaleza de las mismas tiene mucho de culebrón y son materia propicia para la telenovela. Los amores apasionados de Juana con Felipe el Hermoso, la crueldad con que la abandona después, la frialdad de su madre, la Reina Isabel de Castilla, y la indiferencia y ambición de su padre Fernando el Católico, son todos elementos ideales para el culebrón. La otra historia, la de Manuel, descendiente de los Denia, no está exenta de escándalo y truculencia. En la enorme casa en Madrid donde habita Manuel con su tía Águeda se encierran secretos que pronto habremos de saber. Lucía descubre una falsa pared en el estudio del abuelo lo que los lleva a una escalera secreta que comunica el estudio del abuelo con la habitación de la tía Águeda. Ahí, en una hornacina en la pared, encuentran el cofre recubierto de cuero oscuro. Dentro del cofre hay dos portafolios: uno moderno y otro antiguo. En el antiguo hay un escrito de Juana la Loca de enero de 1525. En el moderno Manuel encuentra la revelación que en realidad es hijo de la tía Águeda y del padre de ésta, producto por tanto de un incesto maldito. La telenovela se completa con el incendio de la casa, esa misma noche. Lucía se salva, pero tanto Manuel como su madre, la marquesa Águeda Denia mueren quemados en el siniestro, junto con las reliquias y las antigüedades de casi quinientos años de historia. Lucía queda por tanto embarazada de Manuel, viuda antes de casarse, sola en Madrid, y se han perdido los pergaminos y los documentos que demostraban la cordura de Juana, y la identidad de Manuel.
La seducción de la novela estriba entonces en la combinación de las dos historias paralelas, Lucía y Manuel pretenden revivir la vida de Juana de Castilla, la narración de Manuel convoca los hechos, y la interpretación de Lucía, vestida como Juana, sintiéndose Juana, importa una puesta en escena de la historia de Juana. Mientras esto sucede Lucía es seducida por Manuel. Tienen amores furtivos en la casa del Paseo de Recoletos escondidos de la tía Águeda. La seducción de la historia y la seducción del cuerpo. La seducción de la intriga y la seducción del poder. La historia de Juana de Castilla es una historia de poderes y traiciones. De amores traicionados por el poder, hijos que se vuelven contra la madre, madre que entrega a su hija por ambición, padre que encierra a su hija por poder. En fin, todas las atrocidades y mezquindades de que es capaz el ser humano por poder y por riqueza. La historia de Lucía es una de seducción y simulacro. Una jovencita que se enamora del hombre maduro y experimentado en el amor y que también se enamora de la representación de Juana, de ser otra persona. Hay cierta concupiscencia en el vestirse con los trajes de Juana, ponerse sus joyas, sentarse en una silla, y sentir el aliento de Manuel detrás de ella, narrando la historia. Es un simulacro de la historia, un simulacro del sexo y del amor.
Otra referencia literaria que la misma autora ha señalado es la influencia de la novela gótica. La presencia de la novela de Charlotte Bronte, Jane Eyre señala directamente a esta conexión. Hay varias similitudes entre las dos historias pero son simplemente circunstanciales: Jane y Lucía son huérfanas, educadas en internados y crecen sin amor paternal, hay casas antiguas y misteriosas, y hay incendios en ambas novelas. Sin duda que hay algunos elementos en común entre la novela gótica y El pergamino de la seducción, pero no me parece que sea tan fuerte esa relación. Más bien prefiero situar esta novela dentro del contexto de la nueva novela histórica latinoamericana, donde se da una desarticulación de la historia, se rompe con los planos temporales normalmente establecidos, y se da una exploración de la historia, a partir de los eventos narrados en el pasado cercano.
Como hemos visto la novela más reciente de Gioconda Belli es una refinada estructura narrativa que juega con las perspectivas, con las voces, con las focalizaciones de la narración. Es su ya vasto programa narrativo Belli ha dado muestras de innovación y apertura, de originalidad y talento, siempre en la vanguardia, abriendo brechas y enfrentando nuevos temas, nuevos acercamientos, nuevos lenguajes; pero siempre ahondando en sus temas centrales y profundos: la situación de la mujer, el control de su cuerpo y su sexualidad, su papel en el escenario público y privado, y su innegable derecho a un lugar central en la historia.
Belli, Gioconda, 1974: Sobre la grama. Managua: Indesa.
Belli, Gioconda, 1988: La mujer habitada. México: Diana.
Belli, Gioconda, 1990: Sofía de los presagio. Managua: Vanguardia.
Belli, Gioconda, 1996: Waslala. Managua: Anamá.
Belli, Gioconda, 2001: El país bajo mi piel. Memorias de amor y de guerra. México: Plaza y Janés.
Belli, Gioconda, 2005: El pergamino de la seducción. Barcelona: Seix Barral.
Kundera, Milan, 2005: Le rideau. Paris: Gallimard.
Sábato, Ernesto, 1976: El escritor y sus fantasmas. Buenos Aires: Emecé.
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