Manuel Monestel

 

Impresiones y anécdotas del proceso investigativo de un músico paña
en busca de sus raíces de identidad

 

Universidad de Costa Rica

mmoneste@racsa.co.cr

 

Notas*Bibliografía


The Next Creation =>                    

A continuación se relata un proceso que combina vivencias personales con inquietudes investigativas, que a lo largo de varias décadas llega a generar algunos productos académicos y culturales relacionados con la Africanía en Costa Rica.

El propósito de este relato es mostrar cómo, fenómenos culturales que nos afectan y nos estimulan, pueden convertirse en objetos de investigación.

Por otra parte, se trata de señalar las dificultades emergentes cuando la pasión por el tema, obliga a efectuar un distanciamiento necesario para poder enfocar la investigación un poco menos viciada por preconceptos y prejuicios que puedan incidir en eventuales conclusiones facilistas o superficiales.

Mi formación en ciencias sociales y mi praxis como músico popular recorrían durante años caminos separados y paralelos como los rieles del tren. Ante tal esquizofrenia profesional comencé a buscar puntos de convergencia, donde pudiera conciliar ambas experiencias. Así resolví meterme, de manera instintiva en el campo de la sociología de la música, la etnografía y la etnomusicología.

cantandoPor esa vía empecé a dar los primeros pasos en la investigación de la Africanía en Costa Rica, principalmente en lo referente a Limón y su cultura musical.

Los estímulos tempranos sobre el tema ocurren en los años 50, cuando cursando el cuarto grado en la escuela Dante Alighieri en Lourdes de Montes de Oca conocí por primera vez a un afrodescendiente de origen limonense. Estudiando en una escuela con nombre italiano y viviendo en un pueblo con nombre francés, tuve contacto con un miembro de un grupo cultural que más tarde yo entendería como de gran importancia para el desarrollo de las identidades en Costa Rica.

Aquel niño negro, flaco y alto, se convirtió en mi amigo. Caminábamos de la escuela al barrio y yo admiraba su bilingüismo e indagaba preguntándole sobre los nombres de las cosas en inglés, un idioma que entonces era extraño para mí. Durante todo el curso compartimos juegos e historias, hasta que un vergonzoso incidente, durante la “fiesta de la alegría”, me enseñó bruscamente lo que era el racismo y el rechazo por lo diferente por parte de un grupo de compañeros de curso contra mi amigo limonense.

Al siguiente año mi amigo ya no fue a aquella escuela y se cambió de barrio sin que yo pudiera encontrarlo de nuevo.

Por otra parte y como antecedente, mi madre, desde mi temprana edad me contaba sobre un viaje que ella hizo a Limón en los años 30 y una anécdota sobre algo que presenció por accidente. La escena por ella descrita era un grupo de gente negra en una calle de Limón, en la noche, cantando, tocando tambores y bailando alrededor de un fuego. Su amiga afrolimonense indicándole que no debían pasar por ahí pues esa era la gente de Pocomía.

Mis padres aunque eran típicos habitantes del Valle Central, clase media baja, nunca me inculcaron valores racistas, por el contrario, mi madre y mi padre tenían amigos afrodescendientes que visitaban nuestra casa con alguna frecuencia.

En ese contexto se gestó en mí un interés temprano por aquella cultura diferente pero tan interesante.

Mi padre aficionado a cantar, me acercó a la música de los grandes creadores negros del Caribe como Beny Moré, Miguel Matamoros, La Sonora Matancera etc. Y así escuché el son, el bolero, el cha cha chá y el mambo desde que tengo memoria. “Pachito e´ché es un tipo popular…” rezaba una canción de Beny con Pérez Prado que yo escuchaba a mis seis años viviendo temporalmente en una finca en Escazú y recuerdo aún antes otra del Beny: “ Oye José, ven pa´cá, cuidao con la culebra te muerde lo pie…” y yo con cinco años frente a un montasal en el jardín de mi abuelo en Lourdes, pensando si no habría una serpiente esperándome ahí para morderme.

Recuerdo, ya en el colegio, las reuniones en mi casa con mi padre, mi hermano Álvaro y el Profesor Clarence Binns, originario de Siquirres, para ver juntos la serie mundial de baseball, mientras mi madre nos servía café con algún sencillo bocadillo. La amistad con mi compañero limonense Roberto Crawford, en cuarto y quinto año del colegio, compartiendo nuestro interés por la música soul y el rythm and blues.

Crecí y me desarrollé como músico popular y después de pasar por el camino obligado del rock y la música pop impuestas por el mercado y la industria musical, comencé a preocuparme por músicas que tuvieran más relación con nuestro entorno latinoamericano y costarricense. Recuerdo que un día en mi casa cantando una canción de Paul Simon, me quedó resonado en la cabeza una frase de la misma que decía algo sobre el “New Jersey Turnpike”, ahí tomé conciencia de que yo cantaba sobre cosas y temas bastante lejanos de mi propia experiencia como joven costarricense.

Ya en los años 70, surge entonces mi encuentro con el Movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana y sus implicaciones identitarias y políticas.

Dicho movimiento musical buscaba contribuir con los procesos de democratización en una América Latina plagada de dictaduras militares. Paralelo al discurso directamente político de sus canciones, se buscaba el reforzamiento de las identidades latinoamericanas. En esa búsqueda me crucé de nuevo con la herencia africana en los cantos uruguayos, peruanos, brasileños, venezolanos y cubanos, por citar algunos.

cantantesEn el contexto costarricense, mi trabajo musical de esa época, al lado del cantautor nicaragüense Luis Enrique Mejía Godoy y el Grupo Tayacán me había acercado también al tema de la cultura afrodescendiente y la música limonense, pues Luis Enrique ya había compuesto algunos temas inspirados en literatura costarricense (de Abel Pacheco y de Joaquín Gutiérrez) que había musicalizado con ritmos de calypso.

Paralelamente conocí a Emilia Prieto, quien además de recopiladora de canciones populares vernáculas, cantaba en La Casona del Higuerón, primer establecimiento en Costa Rica donde se interpretaba la nueva canción latinoamericana y la trova. Emilia me señaló la importancia de recopilar música de los y las viejas cantoras con el fin de entender nuestras raíces de identidad para procesarlas e investigarlas.

Fue así como, hacia finales de los años 70 comencé a viajar a Puerto Limón y a otras localidades del litoral caribeño de Costa Rica con el fin de conocer más sobre su música y su cultura. Mis primeras impresiones me llevaron a distintos tipos o estilos de música que se movían desde el blues, el swing, soul music hasta salsa, merengue y reggae. Todos estos estilos musicales, de claro origen afroamericano, se escuchaban en radio, en bailes, en bares, cantinas, en las casas y en todo ambiente donde la música popular tuviera un espacio.

Al blues y al swing, los encontré caminando por la calle principal de Cahuita una tarde de cielo nublado. Al oír unos elegantes acordes de guitarra me detuve en una casa esquinera con barandas y decoraciones caribeñas tradicionales y estuve escuchando ahí por algunos minutos hasta que por la ventana se asomó una amable viejita que sonriendo me invitó a pasar para que oyera mejor la música. Al entrar, me encontré con un hombre ya en sus setentas que interpretaba viejas canciones de blues con una guitarra eléctrica construida por el mismo y amplificada con un viejo aparato de los años 50. El hombre se llamaba Mr. Silvester Plummer.

Los bares y restaurantes de Cahuita, Puerto Viejo y Puerto Limón ofrecían al turista un repertorio de grabaciones de reggae (Bob Marley, Peter Tosh, Yabby You, etc.) y de salsa (El Gran Combo, Willie Colón, etc.). Muy poco o nada de música en vivo y menos aún de música limonense original.

Mi experiencia de músico y compositor popular me señalaba que toda esa música que llenaba muchos espacios sociales importantes, mostraba la ausencia de relación temática directa con el contexto limonense; esto es, que toda esa música se consumía, pero no se producía en Limón. En ese sentido, la observación que hasta ese momento podía hacer corría por los canales de la música importada y, por tanto, impulsada por la industria cultural transnacional.

Ya, a esas alturas yo había escuchado música de calypso limonense en el restaurante capitalino Los Lechones, por medio de un grupo conocido como El Combo Alegre, el cual tocaba los jueves en ese local. Este grupo era el primero y el único de música afrolimonense que se podía escuchar en San José hacia mediados de la década de 1970.

Mi interés por conocer la música producida en Limón me llevó a indagar de manera espontánea sobre la existencia de compositores populares en la zona. A través del programa Somos como somos1, del Sistema Nacional de Radio y Televisión (SINART) pude escuchar a varios cantantes de calypso como Buda y Papa Tun.

Como una lenta telaraña que se va tejiendo con el pasar de los años, fui conociendo más música y más personajes, compositores, músicos y amantes de la cultura.

Conocí a Papa Tun por casualidad, una noche que fui a comer al Springfield en Puerto Limón y lo encontré canjeando calypsos por comida. Yo me senté en la barra y me concentré en escuchar aquellos cantos en una mezcla de inglés limonense y español, también limonense. Después de varias canciones él observó mi interés y sin más rodeos me dijo: “You know music, right? Sing along!” Y comenzó a enseñarme los coros de una canción que decía: “Milly never live good life, Milly never live good life, Milly never live good life I know she turn the sailaman wife”. Papa Tun vivía en una especie de tugurio en el Barrio de Cieneguita y se ganaba la vida afilando cuchillos y soldando ollas por las calles de Puerto Limón. Murió como vivió, pobre y olvidado, hasta que alguien recuerda su célebre calypso “Zancudo, Zancudo”, conocido por todo limonense actual.

En 1980 leí el libro What Happen, de Paula Palmer, el cual recogía testimonios, relatos y anécdotas dentro del marco de la historia oral del sur de la provincia de Limón, específicamente el cantón de Talamanca. El mismo mencionaba la existencia de Walter Ferguson, el músico de Cahuita.

Por medio de Paula Palmer conocí al calypsonian que con el paso del tiempo llegaría a ser reconocido como uno de los más importantes compositores afrocostarricenses; ese es Mr. Walter Ferguson, conocido como Gavitt o como Segundo. Al escuchar sus calypsos supe que me encontraba frente a un gran compositor, que su música tenía una particular vinculación con una identidad afrolimonense y que mostraba una impresionante pertinencia en la vida social y cultural de la costa de Talamanca.

Luego Mr. Walter Ferguson pasó a ser un gran amigo y una especie de mentor e inspirador de mi trabajo musical en los años subsiguientes.

A Buda lo conocí en un festival dedicado a la conservación de la tortuga a principios de la década de 1980 y luego lo volví a encontrar en tiempo de carnaval pidiendo limosna en la acera del Banco de Costa Rica en la ciudad de Limón. Con él desarrollé una buena amistad, que duró hasta su prematura muerte en los años noventa.

cantantesDe pronto, empecé a conocer una práctica musical no detectable a simple vista; es decir, una serie de hacedores de música y un repertorio local de canciones, que, sin figurar en grabaciones discográficas y sin sonar en la radio, estaba allí y tenía un espacio social que había llenado durante años las necesidades expresivas y recreativas de un importante sector de la población limonense.

A partir de 1980, comencé a escuchar los calypsos limonenses con gran atención y a compartirlos con algunos compañeros de mi grupo musical Cantoamérica, como Mario Ulloa, Rodrigo Salas, Bernal Monestel, Roberto Huertas, Pepe Chacón y Carlos Saavedra. En 1982 el grupo incluyó en su repetorio dos calypsos de Ferguson, Tacuma and Anansi´s Party y G.O.O.D.

En 1985, tuve la oportunidad de estudiar un semestre en la Universidad Estatal de Bahia, en Brasil, un curso sobre investigación de la cultura popular. Esa experiencia combinó mis afanes investigativos con mi gran interés en la herencia africana. La riqueza cultural e histórica de Bahia al respecto, estimuló mi imaginación y despejó incógnitas con relación al tema de lo africano en América.

Al regresar a Costa Rica, continué visitando la zona del Caribe y conociendo otros calypsonians. Así surge Lenkí, simpático y carismático calypsonian de Puerto Limón. Mi primer contacto con él fue por su participación en un video sobre el calypso limonense que hicimos con Sonia Mayela Rodríguez productora audiovisual de la UNED.hombre

Tiempo después lo busqué como informante para la investigación sobre la historia del calypso que estaba realizando y de allí surgió la producción del disco “Don´t Stop the Carnaval” que hicimos con el mínimo de recursos, con el fin de difundir las canciones de este calypsonian y de paso ayudar un poco a sus escuetas finanzas.

Como informante también localicé a Cyril Silvan, otra figura emblemática del ambiente calypsero limonense. En esa época él tenía su carnicería en el mercado de Limón y allí me atendió, luego fuimos a comer rondón y de allí surgió también una buena amistad.

Así comenzó una experiencia musical e investigativa que asumí entonces y que se extiende hasta hoy con la concreción de distintos trabajos de corte académico y artístico.

De estas experiencias, surgieron una serie de preguntas alrededor del fenómeno musical del calypso limonense y sus relaciones con la sociedad costarricense, desde distintas perspectivas:

Las posibles respuestas a estas interrogantes me han guiado a la necesidad de llevar a cabo algunos asomos a la investigación sobre el tema.

A partir de esas interrogantes y de las experiencias concretas derivadas de la interacción con los hacedores de estas músicas, continué con mis dos oficios convergentes.

En el 2004, para el Festival Nacional de la Artes que se llevó a cabo en Limón, se me ocurrió reunir a estos viejos calypsonians y acompañarlos con mi banda Cantoamérica para presentarnos durante el festival. Así organizamos un repertorio con lo más representativo de Lenkí, Silvan y Shantí. El impacto fue positivo tanto en público como en los medios de comunicación.

Ya a estas alturas yo me encontraba interactuando dentro de una especie de taller de investigación sobre la Africanía, promovido por la Doctora Rina Cáceres, desde el CIHAC, Centro de Investigaciones Históricas de América Central, en la Universidad de Costa Rica. Fue allí donde empecé a elaborar una tesis para la Maestría en Artes, dirigida por Rina, Lara Putnam y María Clara Vargas. Esa experiencia de intercambio investigativo con distintas personas que como estudiantes o profesores, discutíamos quincenalmente sobre el avance de los procesos de investigación de cada uno, intercambiando ideas de cómo abordar el objeto de estudio o cómo resolver problemas metodológicos, propició en mi un camino hacia la formalización de productos investigativos y musicales que surgieron en años posteriores.

Así, en el 2005 la editorial de la UNED publica el libro “Ritmo, canción e identidad: Una historia sociocultural del calypso limonense”, en el cual intento hacer una síntesis de mis experiencias y recorrido por los pueblos limonenses y los encuentros y diálogos con los calypsonians y otros personajes relacionados con la expresión musical limonense. El texto además hace referencia a las migraciones de las Antillas hacia Limón y la posterior jornada histórica del pueblo afrolimonense en territorio costarricense.

Posteriormente, con el pianista Manuel Obregón y la empresa Papaya Music, grabamos el disco Calypso Limon Legends que captura el talento de los calypsonians Lenkí, Silvan, Shantí incluyendo además a Roberto “Congoman” Watts, otro destacado cantante de calypso limonense. Este disco se perfila como una antología del calypso de Puerto Limón, impregnado de la cosmopolita relación del puerto con otros puntos caribeños como Panamá, Jamaica, Trinidad y Nueva Orleans en Estados Unidos.

Artículos, ensayos y otras grabaciones discográficas han sido también parte de este proceso, que a lo largo de décadas he recorrido acompañado de músicos, de calypsonians y de académicos, en un continuo ir y venir entre la práctica musical y la investigación cultural.

© Manuel Monestel


Bibliografía

arriba

Obregón, Manuel/Monestel, Manuel, 2006: Calypso Limon Legends. San José, Costa Rica: Papaya Music.

Ferguson, Walter, 1982: Tacuma and Anansi´s Party y G.O.O.D. San José: Cantoamérica.

Monestel, Manuel, 2005: Ritmo, canción e identidad: Una historia sociocultural del Calypso limonense. San José: UNED.

Palmer, Paula, 1993: What Happen. San José: Editorama.


Notas

arriba

vuelve 1. Sistema Nacional de Radio y Televisión Cultural, Canal 13. Somos como Somos. C.R.. 1980. Programa de televisión estatal que en la década de 1980 promovía las expresiones musicales de las distintas regiones del país.


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