Breve historia de la música oral-tradicional y popular en El Salvador
Etnomusicólogo y compositor salvadoreño
marroquin.salvador@hotmail.com
Hablar de la música oral tradicional implica referirnos única y específicamente a aquel tipo de música que se difunde por transmisión oral y de generación en generación. Por supuesto que los especialistas agregan otros detalles o rasgos que ayudan a cualificarla. Por ejemplo, la etnomusicología latinoamericana señala los rasgos del folklore aplicados a la música:
Rasgos diacrónicos
Estos son los que pierden sus raíces en lo más profundo del tiempo. La oralidad corresponde al hecho de transmitirse directamente, de “voz a oído”. Relacionada con lo anterior es el ser tradicional, cuyo aprendizaje se ha realizado de padres a hijos en el transcurrir del tiempo; lo anónimo trata de representar el hecho de que una invención siempre es realizada por alguien, sin embargo, en la dinámica de su práctica y repetición, lo que más ha prevalecido es su uso y función, perdiendo su importancia el creador. Lo empírico, es el aprendizaje práctico, cotidiano sin que intermedie la escuela o cualquier otro tipo de institución formal.
Rasgos sincrónicos
Estos rasgos son los que destacan la parte dinámica del hecho, en el presente histórico. Es funcional, cuando el hecho llena una necesidad cultural; colectivo cuando la función del uso llena necesidades colectivas y no individuales; popular, cuando es aceptado por todos los sectores sociales de un pueblo, y, dinámico cuando no es estático, es decir, en la práctica social puede sufrir cambios y modificaciones y readaptarse.
De ubicación geográfica
Cuando se le encuentra en una determinada área geográfica. Es regional, cuando se circunscribe a una área específica. Es nacional, cuando se le encuentra a nivel de un país y universal, cuando el hecho folklórico se le ha encontrado en todos los grupos culturales del mundo.
Para comprender estas características y aplicarlas a nuestro medio cultural, veamos lo que ha sucedido en nuestro pasado histórico:
Las culturas más antiguas de nuestro planeta, en sus prácticas rituales emplearon eficazmente la música, pero, de una manera cohesionada con las otras artes, a diferencia de como las conocemos actualmente, que son independientes. El drama, el poema, la música, la coreografía, etc., eran una sola expresión que les ponía en contacto con los seres sobrenaturales. Así como el baile no podía darse sin música (el movimiento es ritmo, los pasos son expresión rítmica y el ritmo es uno de los elementos constitutivos de la música) en esa época las artes eran interdependientes. Mesoamérica no fue la excepción y esto lo han registrado las ciencias: arqueología, etnología, historia, antropología (física y cultural), folklorología, etnomusicología, organología, etc.
Se sabe que Mesoamérica (región que se extiende desde México hasta Costa Rica) desde tiempos inmemoriales fue paso de camino necesario para los grupos migrantes. Al respecto, existen varias teorías que tratan de explicar la presencia del hombre americano entre las cuales ha ganado más adeptos la del estrecho de Behring.
Período pre-colombino
Este inicia en el momento que se establecen los grupos humanos en el actual territorio salvadoreño y la arqueología americana ha calculado a partir de sus hallazgos que éste pudo iniciarse hace unos cinco/diez mil años A.C. hasta 1525 D.C. Este período comprende los horizontes: pre-cerámico, pre-clásico, clásico y post-clásico.
Horizonte pre-cerámico (? – 1200 A.C.)
Comprende el lapso de tiempo que transcurrió desde el primer asentamiento de grupos humanos en nuestro territorio hasta la invención de la cerámica. Según los estudios realizados, los primeros habitantes eran grupos culturales de cazadores y recolectores que practicaban actividades elementales de supervivencia. Con el tiempo, conocieron los usos de las plantas y animales (alimentación, cestería, tientes y medicinas) y se valieron de calendarios sencillos para la recolección de sus productos y almacenamiento. En todo caso, antes que los grupos migrantes conocieran el valor alimenticio y curativo de las primeras plantas y animales (lograda en base a ensayo y error) se considera que pasó un largo período.
Poco a poco las comunidades comenzaron a especializar actividades dentro de la cacería y la recolección de recursos silvestres y se comienzan a establecer rangos sociales. Uno de ellos, el más respetado es el chamán. Los chamanes (curanderos) descubrieron el valor terapéutico (y venenoso) de especies de plantas y animales de esta zona y en sus rituales le dieron especial énfasis al cuerpo humano (golpes, saltos) y a la voz (gritos, sonidos guturales). Los cantos terapéuticos tenían el recurso de la repetición constante reforzados con las sonajas o bastones rítmicos, tratando de ganar con ello la confianza y la fe del enfermo mientras la medicina surtía efecto. Los instrumentos musicales fueron escogidos del hábitat existente tal cual se encontraban o con muy poca elaboración de parte del ejecutante. De este período surgen como instrumentos musicales: los raspadores de piedra y hueso, el carapacho de tortuga, los sartales de caracoles, flautas sin agujeros y el palo zumbador. Para entonces las comunidades tenían la agricultura como principal fuente de alimentación.
Las comunicaciones a distancia se inician golpeando troncos ahuecados (que en algunos casos en América llegaron a medir hasta 7 metros) que se escuchaban a kilómetros de distancia y los tambores simples (de un cuero), así también, las flautas con perforación y la concha de caracol.
Horizonte pre-clásico (1200 A.C. – 250 D.C.)
Los grupos humanos escogen y se establecen en la planicie costera de nuestro país porque podían enriquecer su dieta alimenticia con la carne y fruta silvestre de la montaña y los recursos marinos de la costa.
El gran descubrimiento de este horizonte es la cerámica. Comienza a producirse gran cantidad de utensilios y artefactos sonoros sin menguar el uso de otros materiales. Se crearon nuevos instrumentos musicales y se reprodujeron los ya existentes: sonajas, raspadores y sartales de barro, timbales de parche simple (fondo cóncavo) con forma de olla, de vaso y los de parche doble con tabique intermedio. Otros instrumentos son las flautas de filo en “U”, dobles, rectas o globulares con un sólo canal de soplo, o doble; flautas globulares de una (ocarina), dos o tres cámaras de resonancia interconectadas, silbatos simples o dobles y vasos silbadores.
Horizonte clásico (250 – 900 D.C.)
Lo que caracteriza a este horizonte es la excelencia organológica manifestándose ésta en la elaboración de instrumentos musicales ricamente decorados cuyas cualidades sonoras y técnicas de ejecución se enriquecen. Esto último resulta de la fusión de la estética evolucionada al empirismo estrictamente ritual. La producción descomunal de instrumentos y la variedad y multiplicidad de artefactos sonoros enriquece la experiencia adquirida hasta entonces. El cántaro (recipiente para transportar líquidos) se adopta como instrumento musical, la doble función de ser simultáneamente, un idiófono (instrumento musical que se golpea con la mano, en la boca, produciendo una vibración propia, y, por ende, no necesita materiales adicionales) y aerófono al comprimirse el aire interno. Entre los aerófonos encontramos gran cantidad y variedad de flautas de barro hasta de seis agujeros, flautas rectas de émbolo interno y las trompetas (de 2.5 m. aprox.); y entre los membranófonos el timbal de agua.
Horizonte post-clásico (900 – 1525 D.C.)
La principal característica de este horizonte es que el instrumental se enriqueció con el uso de la metalurgia. La metalurgia fue aprendida por los nahuas (mexicanos) hacia el año 800 d.C. de los pueblos que existieron en ese entonces en los territorios de los actuales países de Perú y Colombia. El estrecho contacto comercial que hubo entre nuestros pueblos y esos pueblos del sur permitió que nos llegara la avanzada técnica de sus orfebres. Según el investigador mexicano Pablo Castellanos (1970), de este período es también el Tepunahuaste.
Entre los objetos sonoros metálicos que datan de este horizonte, encontrados en nuestro país: campanas, sonajas, cencerros y cascabeles. De los instrumentos musicales precolombinos podemos estudiar sus notas, efectos sonoros, su extensión, pero no la clase de música que tocaban, ni su interpretación. Veamos lo que sucedió desde el inicio de la colonia y el sincretismo cultural que propició.
Período del mestizaje cultural (1525 – 1950 D.C.)
Nuestro criterio desde un inicio ha sido estudiar los materiales que se han utilizado en cada período y su aporte étnico. En el mestizaje cultural comprendemos: la conquista, colonia, federación y república. Este período se enriquece mucho más por los materiales y música que aportan los grupos culturales involucrados.
La música oral tradicional salvadoreña tubo tres fuertes vertientes culturales que a su vez fueron portadoras de la mezcla de muchos afluentes étnicos. La música americana (mesoamericana) fue producto de muchas etnias que se entremezclaron; la europea fue permeada entre sí por todos los pueblos dadas las periódicas ocupaciones militares, con un fuerte componente asiático, y, por último, la africana donde poblaciones enteras fueron sacadas violentamente de sus lugares de origen.
A lo sincrético de estas tres corrientes madres, agreguemos la afluencia de otros sectores que vinieron después, más, el intercambio de toda esta amalgama en territorio salvadoreño durante los últimos quinientos años.
No olvidemos el predominio que tubo la música religiosa sobre cualquier otro tipo de música, bajo el recelo supersticioso, sádico, prepotente, miope y prejuicioso de la inquisición. Este predominio real y formal obligó al indígena a encontrar formas camufladas que le permitieran seguir con sus ritos. Como ejemplo de ello, mencionaremos la cruz del palo de jiote, los bailes del cajón y el santo tingo, etc.
Sobre la música tradicional que ha llegado hasta nuestros días, el musicólogo mexicano Vicente Mendoza, nos hace una interesante observación sobre la “presencia de tresillos y dosillos, mezclados con valores de un tiempo y de medio tiempo de tal manera que ningún instrumento ni la voz coinciden, obteniéndose una gran riqueza polirrítmica” (citado por Castellanos, 1970: 43-44). Por ello, muchos que hemos tenido la experiencia de transcribir música tradicional de pito y tambor constatamos su dificultad técnica porque ambos instrumentos no inician y terminan simultáneamente, tienen cada uno su propia dinámica, donde el ritmo y los acentos no tienen ninguna coincidencia.
Durante este período, el cancionero se enriqueció por:
Los instrumentos musicales que vinieron a nuestra tierra:
La población salvadoreña siempre ha sido práctica: toma lo que le es útil y desecha lo que no. A continuación, de los muchos otros instrumentos musicales que vinieron, veamos cuales se quedaron formando parte de nuestro instrumental tradicional.
Instrumentos europeos
Cadenas
Norias
Campanas
Espadas
Monedas
Polainas
Serrucho
Tambor
Peine
Contrabajo
Guitarra
Violín
Guitarrilla
Mandolina
Calambo
Instrumentos asiáticos
Acial
Carraca
Cayado
Matraca
Instrumentos africanos
Cacho
Claves
Güiro
Sambumba
Sacabuche
Caramba
Butute
Quijada de burro
Sincréticos
Mesoamericano-europeo
Atahualné
Mesoamericano-africano
Cajón
Tamborcito
Afro-mesoamericano
Marimba de arco
Afro-criollo
Marimba criolla
La música (vocal o instrumental) en nuestro país ha sido una expresión incesante. Sin embargo, se ha creído durante mucho tiempo que los grupos musicales –como concepto- tuvieron su origen durante la colonia. Una vasija precolombina encontrada en nuestro país, prácticamente bota esta tesis. En ella se encuentra dibujado un grupo de músicos con su respectivo instrumento musical (trompetas) en posición de ejecución, y, al frente de estos, otro que toca un membranófono, que, al parecer, también funge como director de dicho grupo. Esa práctica fue descontinuada. No olvidemos, que los instrumentos rituales prácticamente fueron perseguidos y destruidos por la Inquisición durante la colonia.
La milicia y la iglesia contribuyeron –desde su perspectiva– a fortalecer grupos musicales (instrumentales y corales) que amenizaron sus ritos (no olvidar que tanto la marcha como la procesión son especies distintas de danzas antiguas).
En la época de la Independencia se interpretaba coplas, valses, romances y por supuesto canciones patrióticas. Algunas se encuentran en Cuzcatlán Típico, investigación en dos volúmenes realizada por María de Baratta publicada en 1952. Un par de décadas después de la Independencia (1841) se organiza la primera banda (tal y como se conceptúa actualmente) y desde entonces la milicia ha contado con personal profesional que ha formado musicalmente a nuevos miembros y los ha integrado a las bandas militares de los diferentes destacamentos durante su servicio militar. Para entonces, la habanera cubana llegó a nuestro país y su ritmo quedó impreso en algunas piezas tradicionales. Una de ellas “Me levanto de mañanita” fue grabada en nuestro país por Isabel Aretz –folkloróloga argentina- a mediados del siglo pasado.
Finalizando el siglo XIX vienen como el último grito de la moda tecnológica las victrolas y los fonógrafos que funcionaban a cuerda. En los cascos de las haciendas y las casas veraniegas comienzan a escucharse las piezas de la moda europea, americana, mexicana y suramericana. Dichas piezas comenzaron a ser interpretadas por las marimbas criollas y las bandas pueblerinas.
A finales del siglo XIX y principios del XX, el piano y el violín se ponen de moda cuando los altos estratos sociales salvadoreños son influenciados en sus viajes por Europa por la cultura italiana y francesa.
Entre los años 1900 a 1930 la “Marimba Centroamericana” grabó muchas piezas para los sellos discográficos: Víctor, Columbia y Brunswick, logrando por ello gran popularidad internacional. Estos discos todavía se podían comprar al director el maestro Beltrán en 1975, en cuya contraportada estaban detallados los lugares donde se habían presentado. De estos discos las bandas regimentales hicieron sus propias versiones y las tocaban durante los conciertos en los Kioskos de la plaza central del lugar. El 1926, se instala la A.Q.M. en San Salvador, la primera radiodifusora de Centroamérica. En la puerta de entrada de el edificio, al frente al costado poniente del Teatro Nacional de San Salvador, todavía se pueden leer las siglas de esa primera radiodifusora.
En esa época se popularizaron las cajas musicales y las pianolas que funcionaban con cuerda. En los años 30 destaca la segunda generación de compositores nacionales: Felipe Soto, Wenceslao Rodríguez, David Granadino, José Napoleón Rodríguez y otros.
En 1940 se instala la Y.S.P., primera radiodifusora comercial en El Salvador y como proyecto nacional, en 1942 la compañía de alumbrado eléctrico instala los primeros contadores para medir la entrada del flujo eléctrico en las viviendas. A partir de ese momento, la radio comienza a transmitir de 12:00 a 2:00 p.m. y de 5:00 a 10:00 p.m. Se instalan otras radiodifusoras: YSO, YSI, YSU, YSC. La transmisión y la competencia se amplía y para tener mayor audiencia, las radios crean noticieros e invitan a los artistas nacionales a interpretar sus propias composiciones. Los cantantes y marimbas más famosas fueron invitados a participar en algunos programas en vivo. El autor de este artículo participó siendo un niño en una radio en la ciudad de santa Ana.
La música popular sigue su curso. Durante los años 40 la marimba y los grupos de cuerda seguían siendo los preferidos para amenizar en los poblados y ciudades los casamientos y las primeras comuniones. Las marimbas más famosas fueron: Cuscatlán, Nima Quiché, Sonora (éstas se presentaron en las cortes europeas y en las principales salas de conciertos), Nuevo Mundo, Royal, Atlacatl y en Santa Ana la de la familia Lechuga entre otras. Luego surge la moda de los tríos que se especializaban en las “serenatas”. La formación de orquestas de salón obligó a re-diseñar el concepto de marimba como instrumento de música de baile y se transforma en marimba-orquesta (consistente en marimba triple y tenor, batería, contrabajo, trompetas, saxofón y trombón), lo cual le daba mayor sonoridad y posibilidades para sobrevivir a la competencia. Interpretaban ritmos como el swing, fox-trot, vals, paso doble, cha-cha-cha, danzones, mambo, etc., que era el repertorio del momento. Las más famosas marimbas-orquesta fueron: Pony Meca, Dixie Palm Band y Sonora. A mediados de los 40 (1945 aprox.) algunas marimbas-orquesta se tranforman en orquestas de baile: la Marimba-Orquesta Sonora se transforma en la Orquesta de los Hermanos Polío y más tarde en la Orquesta Internacional Polío. Similar transformación sufrieron las orquestas de Lito Barrientos y la Barahona.
Período del capitalismo industrial (1950 – nuestros días)
Este período se caracteriza por la producción artesanal de objetos sonoros e instrumentos musicales utilizando materiales industriales y de desecho. Algunos ejemplos de instrumentos de este período son el pito de corcholata, de lata, güiros elaborada de la cubierta descartable de Thermos, Ron-rón, pito de pajilla, etc. Estos son los recursos de que se vale el pueblo para subsistir cultural y económicamente. Así mismo se abre paso la tecnología.
La “Praviana” creó espacio para que algunos tríos se hicieran famosos: Monterrey, Miramar, Santa Cruz y Libertad (este último transformó su nombre a Nacarán). Otros tríos famosos e independientes fueron: Los hermanos Cárcamo, Escobar Ancalmo y en Usulután los Hermanos Bojórquez. En México se grabaron dos canciones originales: “Corrido de El Salvador” del trío Escobar Ancalmo y “Yo soy el salvadoreño” de los Hermanos Antonio. Para que la población aprendiera las canciones de moda, venía desde México el cancionero Picot, y, en Santa Ana, la imprenta El Bonito imprimió un cancionero con el mismo nombre. Los asiduos enamorados programaban sus serenatas contratando tríos o mariachis y los periódicos reseñaron la vida musical de los músicos que se reunían en ese lugar. Comenzó a decaer este movimiento musical por la violencia política generada al comenzar la guerra civil a finales del siglo pasado. Algunos se desplazaron a Metrocentro porque había mayor seguridad. Luego se prohibieron las serenatas y reuniones familiares. Los hoteles idearon las fiestas a puerta cerrada conocidas popularmente como “de toque a toque”, es decir, de un toque de queda al siguiente.
En los años 50 un nuevo ritmo ocasionaría la quiebra de muchas orquestas de baile: el Rock and roll. Los músicos profesionales fueron desplazados por jóvenes novatos. Proliferaron los ritmos: “twist”, ye-yé, “puré de papas”, agogó, yerka, ská, etc.
Algunos grupos musicales salvadoreños que se formaron entre los 60’s y 80’s, fueron: Super Twister’s, Los Supersónicos, Kiriap’s, Intocables, San Miguel, Blue Souls, Black Cats, Fiebre amarilla, Hielo ardiente, Simiente, Lovers, Juniors, Vikings, Espíritu libre, Los Comets, TNT, American Brass, Bossa, Sonolux, Los Palaviccini’s, Orquesta Nueva Sensación, Orquesta Lechuga, La Banda del sol, Mahú Cutá, Los Hermanos Flores, Orquesta Barrientos, Los Mustangs, Die Blitz, Los Genios, Los cuatro, y muchos otros.
Algunos solistas destacados fueron: Eduardo Fuentes, César Donald, Doris Elizabeth, Glenda Gaby, Carlos ‘Tamba’ Aragón, Susana, René Velasco, Gil Medina, Luis López, Ricardo Jiménez Castillo, Tony Acosta, Juan Ramón Crespo, German Mangandi, Tony Delgado, Lito Montes, Benjamín y Viola Granadino, Oscar Olano, Jorge Delgadillo, Fernando Llort, Oscar Alejandro, Fermín Iglesias, Nelson Huezo, Julio Cárcamo, Jaime Turish, Ana Ruth Turish, Carlos Hernández, Gerardo Párker, Ernesto Guerra, Oscar Platt, Rolando Menéndez, Herbert Auerbach, y muchos otros.
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