Valeria Grinberg Pla

 

Memoria, trauma y escritura en la posguerra centroamericana:
Una lectura de
Insensatez de Horacio Castellanos Moya*

 

Universidad Estatal de Bowling Green, Ohio, EE.UU.

vgrinb@bgnet.bgsu.edu

 

Notas*Bibliografía


"Yo no estoy completo de la mente." Con esta frase, el narrador en primera persona de la novela Insensatez (Mexiko: Tusquets 2004) del escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya comienza un monólogo de aproximadamente 150 páginas de extensión sobre sus experiencias como corrector de estilo del libro Guatemala. Nunca más! Informe proyecto interdiocesano de recuperación de la memoria histórica, también conocido como Informe REHMI, el cual por su parte abarca cuatro volúmenes, o, como señala insistentemente el narrador y protagonista de la novela, se extiende a lo largo de mil cien cuartillas. Este informe, que fue publicado en Guatemala en 1998, es el intertexto más importante de la novela.

Ya la frase inaugural de la novela anteriormente mencionada: "Yo no estoy completo de la mente" es una cita textual de dicho informe. Efectivamente, el narrador se ha apropiado de dicha frase, la cual originalmente había sido pronunciada por un indígena kaqchiquel. En su testimonio para el informe REHMI, este indígena (que permanece en el anonimato) afirma que él no está completo de la mente porque ha sido obligado a presenciar cómo su mujer y sus cuatro hijos eran destazados vivos. En la novela Insensatez, el narrador en primera persona (cuyo nombre tampoco es mencionado) repite la frase en cuestión, pero cambiándole el sentido, ya que como él mismo escribe, el motivo por el cual él no está completo de la mente reside en el hecho de haber aceptado encargarse de la corrección de estilo del informe de los sobrevivientes del genocidio indígena perpretado por los militares en Guatemala.1

Al apropiarse de la afirmación "Yo no estoy completo de la mente", el narrador cambia el sentido original de dicha frase. El corrimiento de sentido producto de dicha apropiación tiene carácter paradigmático para entender las meditatizaciones que afectan los modos en los cuales terceras personas operan con los testimonios de las víctimas de la violencia en todas sus formas, y en el caso concreto de Guatemala con los testimonios de los sobrevivientes del genocidio durante la guerra.2En el caso de la novela de Castellanos Moya, vemos que la identificación del narrador con el sobreviviente se produce bajo la impronta del horizonte vivencial del narrador, el cual sobreinscribe el texto del sobreviviente.

En mi opinión, en Insensatez se formulan dos tesis con respecto a la posguerra en Guatemala; la primera de ellas es desarrolada a partir de la frase "Yo no estoy completo de la mente", y es explicada por el narrador de la siguiente manera:

"Nadie puede estar completo de la mente después de haber sobrevivido a semejante experiencia, me dije, cavilando, morboso, tratando de imaginar lo que pudo ser el despertar de ese indígena, a quien habían dejado por muerto entre los trozos de carne de sus hijos y su mujer y quien luego, muchos años después, tuvo la oportunidad de contar su testimonio para que yo lo leyera y le hiciera la pertinente corrección de estilo, un testimonio que comenzaba precisamente con la frase Yo no estoy completo de la mente que tanto me había conmocionado, porque resumía de la manera más compacta el estado mental en que se encontraban las decenas de miles de personas que habían padecido experiencias semejantes a la relatada por el indígena kaqchiquel y también resumía el estado mental de los miles de soldados y paramilitares que habían destazado con el mayor placer a sus mal llamados compatriotas, aunque debo reconocer que no es lo mismo estar incompleto de la mente por haber sufrido el descuartizamiento de los propios hijos que por haber descuartizado hijos ajenos." (Castellanos Moya, 2004: 14)

Aquí se plantea, por un lado, que la guerra tuvo gravísimas consecuencias para la salud física y mental de todos los involucrados, aunque no todos ellos hayan sido afectados del mismo modo, puesto que el narrador diferencia claramente entre el trauma de las víctimas y el de los verdugos.

Como complemento de la frase "Yo no estoy completo de la mente", la cual es repetida una y otra vez por el protagonista a lo largo de la novela, el mismo también cita otros testimonios que avalan la tesis del trauma de los sobrevivientes, al tiempo que expresan la preocupación de que dicho estado de enajenación pueda afectar a todos aquellos que como él se adentren en los pormenores de la barbarie que tuvo lugar durante la guerra:

"frases como Entonces se asustó y enloqueció de una vez o Ese es mi hermano, ya está loco de tanto miedo que ha recibido; su mujer murió del susto también o No son decires sino que yo lo vi cómo fue el asesinato de él o ésta que tanto me impresionaba y que decía Porque yo no quiero que me maten la gente delante de mí, frases que evidenciaban el grado de perturbación mental de los sobrevivientes y el peligro de que tal estado influyera en quienes trabajaban con ellos [...] " (Castellanos Moya, 2004: 82)3

A otro nivel, en la novela de Castellanos Moya se propone que aquellas personas que no han vivido la guerra directamente tienen la posibilidad de entender la dimensión de los sucesos ocurridos por medio de la imaginación simbólica en su dimensión cognitiva. En otras palabras, la imaginación se perfila en Insensatez como un camino posible para colocarse en el lugar de las víctimas y lograr así una identificación con las mismas. En relación con la posiblidad de una identificación empática con las víctimas es importante tener presente las limitaciones no sólo del "como si", sino también la distancia ideológica, de género, de clase, étnica, etc. que bien puede existir entre el sujeto que busca un acercamiento a la experiencia de las víctimas por un lado y las víctimas mismas por el otro. Estas limitaciones son manifiestas en el caso del narrador de la novela que nos ocupa y juegan por ende un lugar central en la trama. Entonces, los procesos de ficcionalización no deben ser entendidos en primer término como un intento de estetización sino que sobre todo se trata de un intento de comprender por medio de la imaginación las experiencias traumáticas que otros han sufrido (o infligido) durante la guerra. Específicamente, la novela busca captar la experiencia de la extrema violencia con todas sus consecuencias para los sobrevivientes, aunque como ya he mencionado no deja de poner sobre el tapete la brecha que existe entre el narrador y los sobrevivientes de la guerra y por lo tanto de cuestionar la ilusión de una identificación total.

De manera coherente con esta premisa, también el protagonista de Insensatez se siente tentado de escribir una novela a partir de los testimonios de los sobrevivientes del genocidio. El testimonio a partir del cual el narrador escribiría dicha novela documenta la violenta muerte del registrador civil de Totonicapán, el cual es torturado y finalmente asesinado por negarse a revelar donde se encuentra la lista de todos los fallecidos del pueblo. No sin ironía, el mismo presenta una versión resumida del argumento ficcional basado en el testimonio en cuestión:

" […] el alma en pena del registrador civil contaría su historia, en todo momento con las palmas de sus manos sin dedos apretando las dos mitades de su cabeza para mantener los sesos en su sitio, que el realismo mágico no me es por completo ajeno. El relato comenzaría con la explicación de que el alma del registrador permanecerá en pena hasta que alguien lo inscriba en el libro de los difuntos [...] y de paso revelaría la historia y el significado de ese libro [...]." (Castellanos Moya, 2004: 73)

Finalmente, el protagonista se distancia de este proyecto de novela porque está convencido de que nadie en sus cabales va a querer leer semejante libro. No por casualidad, el título de la novela que sí escribe Horacio Castellanos Moya es Insensatez, haciendo clara alusión a la locura implicada en semejante empresa.4

La fantasía no realizada del narrador de Insensatez es una variante de lo que sí hace en dicha novela Horacio Castellanos Moya: producir una narración ficcional basada en los testimonios de indígenas sobrevivientes (víctimas y testigos) del genocidio, y que por lo tanto también cuenta indirectamente la historia de los mismos. Sin embargo, el proyecto inconcluso de novela del narrador se diferencia fundamentalmente de la novela real de Castellanos Moya en un aspecto central: la perspectiva de la narración. Mientras que el narrador soñaba con escribir desde la perspectiva de un indígena víctima del genocidio, Castellanos Moya escribe desde la perspectiva de un intelectual mestizo que no ha experimentado directamente la guerra. Según la clasificación sistemática de Dayna Taylor sobre los posibles modos de representación de las víctimas del genocidio5 y sus implicaciones, Isensatez se encuentra en un nivel de representación menos "real", en el cual las víctimas son ficcionalizadas y estetizadas:

"As the intended goals of such descriptions are more ambiguous than in the previous groups, it can seem scandalous and at times even cruel of the artists to undertake such a project in the first place." (1997: 144)

Taylor termina sus reflexiones dando ejemplos de representaciones ficcionales de los desaparecidos en Argentina que han logrado mostrar la violencia que éstos han sufrido, pero sin reproducir ni capitalizar dicha violencia. La pregunta sería si la novela de Castellanos Moya logra este objetivo.

Insensatez puede ser leída como una puesta en escena del período de posguerra en Guatemala (ya que la trama transcurre en la segunda mitad de los años noventa, concretamente entre 1997 y 1998). La voz del narrador y protagonista provee una descripción ficcional detallada del proceso de elaboración del Informe REHMI. Al mismo tiempo, el lector es confrontado permanentemente con extractos de diversos testimonios de dicho informe, los cuales expresan verbalmente el horror de los sobrevivientes. Estos fragmentos testimoniales son incorporados textualmente en la novela y por lo tanto circulan en la escritura nuevamente. Así, el lector es obligado a leer algunos retazos de testimonios del Informe REHMI, aunque en un nuevo contexto y de algún modo extrañados o desfamiliarizados.

Si se medita sobre las razones que da el protagonista para no realizar su proyecto de novela (la convicción de que nadie en su sano juicio podría tener interés alguno en escribir, publicar o leer otra novela sobre indígenas asesinados, véase Castellanos Moya, 2004: 74) –es lógico llegar a la conclusión de que Castellanos Moya critica las posibilidades y el valor de la llamada literatura comprometida: Si ya no hay más interés (por parte de sujetos en su sano juicio) en un tipo de representación literaria producto del compromiso político, entonces corresponde desarrollar otras estrategias narrativas. Y esto está claro en Insensatez. En ningún momento se provoca un espejismo de identificación empática entre el corrector de estilo del informe y las vícitmas testimoniantes. Consecuentemente, en el centro de la novela no se encuentra el punto de vista de los indígenas sobrevivientes, sino el del narrador, un periodista salvadoreño, el cual por su parte monologa con los lectores a quienes hace partícipes de sus miseras, bastante insignificantes por cierto, en comparación con el sufrimiento de los indígenas.

Por un lado, el narrador nos ofrece un panorama del largo camino que se encuentra entre los testimonios orales de los sobrevivientes y su versión escrita final en el libro Guatemala Nunca más! De este modo, Castellanos Moya alude al carácter mediato y construido de toda narración, incluso de una narración testimonial,6sin por ello poner en duda su veracidad ni su necesidad. Así describe el narrador su trabajo:

" [...] cuidar que las católicas manos que se disponían a tocarle los huevos al tigre militar estuvieran limpias y con el manicure hecho, que de eso se trataría mi labor, de limpiar y hacer el manicure a las católicas manos que piadosamente se preparaban para apretarle los huevos al tigre [...] no sería fácil leer, ordenar en volúmenes y corregir el estilo de esas mil cien cuartillas [...] " (Castellanos Moya, 2004: 17)

Por el otro, en su carácter de observador no implicado en los hechos (recordemos que se trata de un periodista extranjero), el narrador podría funcionar como una figura de identificación para aquellos lectores que tampoco han vivido en Guatemala durante la guerra y que no son ni víctimas ni victimarios.7 No obstante, el narrador se revela muy pronto como un personaje frío y egoista, que tiene un manejo irreverente, incluso irrespetuoso de los textos de los sobrevivientes y por lo tanto socava su aptitud como polo positivo de identificación empática.

Entonces, en el centro de la novela se encuentra el mundo del narrador y protagonista. Y el primer corrimiento de sentido que éste provoca en el InformeREHMI tiene que ver con el valor que dicho informe adquiere a lo largo de la novela. Según un indígena quiché que ha testimoniado para el mismo, el valor de su testimonio reside en la catarsis emocional que lo acompaña, así como en la documentación histórica del genocidio:

"Ahora estoy contento porque el testimonio que he dado será parte de la historia. Ya no tengo más recelos; ahora he liberado mi pena dando mi testimonio." (Informe REHMI, 1999: xxxii)

Para dicho testimoniante, tanto el hecho mismo de dar su testimonio, así como también la certeza de que el mismo será registrado y publicado tiene un efecto terapéutico en el sentido de que contribuye a la reparación histórica y a la reelaboración del trauma. Así, la perspectiva de este sobreviviente en particular se corresponde con la definición del InformeREHMI según los responsables del propio informe, ya que en la introducción a la versión en inglés del mismo se lee:

" […] a collective memory that reclaims the victims' dignity and the survivors' hopes for change. Besides examining past events, this memory sustains the demands for truth, respect, justice, and reparation that must be part of Guatemala's social reconstruction process." (Informe REHMI, 1999: xxxii)

Dominick LaCapra, quien ha estudiado ampliamente la relación entre trauma y escritura en relación con el holocausto, propone diferenciar entre dos tipos de acercamiento a la experiencia traumática por medio de la escritura: en el primero, que él llama "acting out" tiene lugar un tratamiento obsesivo del tema que no permite despegarse de los eventos traumáticos, ya que los mismos son puestos en escena una y otra vez en un círculo vicioso en el cual presente y el pasado colapsan. El segundo tipo, en lugar de repetir literalmente el o los eventos traumáticos de manera compulsiva permite su reelaboración porque va más allá de la simple reproducción de los mismos, se trata de una articulación del trauma que permite traspasarlo, aunque no necesariamente superarlo, y que LaCapra denomina "working through" (véase LaCapra, 2002: 163-164). El Informe REHMI, tanto en su declaración de intenciones como en las afirmaciones de los testimoniantes parece ser un tipo de escritura que en términos de LaCapra permite la reelaboración del trauma, más adelante discutiremos qué es lo que ocurre en Insensatez.

En abierta contraposición con la perspectiva de los testimoniantes y hacedores del Informe REHMI discutida más arriba, el significado del mismo para el protagonista es muy otro. Para él, el encargo de hacer la corrección de estilo del Informe REHMI es una posibilidad de ganar dinero (concretamente 5000 dólares americanos) durante los tres meses en los cuales debe realizar dicho trabajo de acuerdo con el contrato que ha firmado. Sin embargo, una vez que ha aceptado este encargo, el protagonista descubre que el texto es mucho más largo de lo convenido: en lugar de las 500 cartillas acordadas, debe corregir más del doble (1100 cartillas) pero en el mismo lapso de tiempo y por el mismo dinero, tal y como el mismo declara escandalizado. Para éste, el Informe REHMI es simplemente una fuente de ingresos y por lo tanto el valor del mismo es en primer término de tipo económico.

En segundo lugar, el estar involucrado profesionalmente en la elaboración del InformeREHMI pone la vida del narrador en peligro, un peligro que (al contrario de la población civil de Guatemala durante la guerra) él asume voluntariamente. Los miedos del protagonista, cuyas manías persecutorias aumentan en el transcurso de la novela al tiempo que adquieren rasgos cómicos, casi picarescos, son ampliamente justificados. Al final de la novela nos enteramos de que el obispo que ha dirigido el proyecto "Recuperación de la Memoria Histórica" es asesinado inmediatamente después de la presentación pública del Informe corregido por el protagonista.8

Otro corrimiento del sentido del libro Guatemala. Nunca más! que se produce en la novela tiene que ver con un cambio del significado de los testimonios de los sobrevivientes como resultado de la apropiación de dichos testimonios por parte del narrador, ya que esta apropiación produce una estetización de los mismos. El narrador no solamente repite obsesivamente la frase "Yo no estoy completo de la mente" a la cual ya me he referido en detalle al comienzo de mi exposición. Son muchos los testimonios que lo fascinan, y que anota en una libreta que lleva con él a todas partes. Así, el protagonista, en cualquier momento y en cualquier lugar se lee a sí mismo o les lee a otros pasajes de los testimonios que más lo impresionan. Estas lecturas en voz alta de los testimonios son acciones obsesivas que, para el desconcierto de las personas que lo rodean, el narrador no puede controlar o mucho menos evitar.

El pasaje que cito a continuación es un ejemplo del comportamiento obsesivo del protagonista al que me acabo de referir:

"Escuchá esta lindura, vos que sos poeta, dije antes de leer la primera frase [...] y con mi mayor énfasis declamatorio pronuncié: Se queda triste su ropa... Y enseguida observé a mi compadre, pero éste a su vez me miraba a la expectativa, por lo que pasé de inmediato a leer la segunda frase, con una entonación más contundente aún, si era posible: Las casas estaban tristen porque ya no había personas dentro... Y luego, sin esperar leí la tercera: Quemaron nuestras casas, comieron nuestros animales, mataron nuestros niños, las mujeres, los hombres, ¡ay!, ¡ay!... ¿Quién va a reponer todas las casas? Y lo observé de nuevo, porque ahora sí tenía que haber encajado esos versos que para mí expresaban toda la desolación de la masacre, pero no para mi compadre Toto, más agricultor que poeta, como descubrí con pena, cuando lo escuché apenas comentar ‘qué onda...' [...] como si yo hubiera leído las frases de mi libreta de apuntes para convencerlo de la bondad de una causa justa con la que me estaba comprometiendo, cuando lo que yo buscaba, tal como se lo dije un tanto encabronado por la circunstancia, era mostrarle la riqueza de lenguaje de sus mal llamados compatriotas aborígenes [...] ." (Castellanos Moya, 2004: 31f.)

De esta manera, el narrador transforma los testimonios en poemas, los cuales expresan de modo certero lo indescriptible de la violencia más extrema y absoluta por lo que tienen, según el propio narrador nos dice, una calidad literaria mucho mayor que los " […] horribles versos de mediocres poetas izquierdistas vendedores de esperanza, versos escritos sin ningún recato [...] " (Castellanos Moya, 2004: 41). En este contexto me parece importante resaltar que el placer estético del protagonista de ningún modo disminuye o cuestiona el potencial de denuncia de los testimonios. Más bien, el narrador saca a la luz una dimensión adicional, suplementaria, de los mismos: sólo los sobrevivientes y no los intelectuales comprometidos y solidarios son capaces de expresar "toda la desolación de la masacre". En ese sentido puede decirse que en Insensatez se produce una valorización de la palabra de los indígenas sobrevivientes frente a la palabra de los poetas ladinos. Para decirlo de otro modo: precisamente porque poseen una dimensión poética, los testimonios logran describir el dolor indescriptible de las víctimas. Ésta es, en mi opinión, la segunda tesis de la novela.

Esto no le impide sin embargo al narrador descontextualizar cada vez más los testimonios de los sobrevivientes para aplicarlos a su propia situación, la cual no es en nada comparable a la experiencia de las víctimas del genocidio. En efecto, hacia el final de la novela, la manía persecutoría del narrador es tal que el mismo termina huyendo de Guatemala, pero su obsesión con los testimonios de los sobrevivientes no disminuye en absoluto: el pasado y el presente colapsan en su percepción, por lo que (tomando prestada la definición de "acting out" de LaCapra) considero que el narrador "is haunted or possessed by the past and performatively caught up in the compulsive repetition of traumatic scenes –scenes in which the past returns and the future is blocked or fatalistically caught up in a melancholic feedback loop." (2002: 163)

Si consideramos al protagonista de Insensatez como un alter ego de su autor, y si luego damos un paso más e interpretamos al narrador y sus actos como una metonimia del modo en el cual los intelectuales ladinos de clase media se han referido al genocidio indígena en Guatemala, entonces la novela de Castellanos Moya puede ser leída como una alusión a las propias limitaciones. El modo egoista y distanciado que el protagonista tiene de relacionarse con las experiencias traumáticas de la población indígena cuestiona la posibilidad de una identificación empática del intelectual con el sobreviviente, tal y como la que le ha sido adjudicada a la relación testimoniante-autor en la literatura testimonial.9 La experiencia del protagonista de la novela indica además que la repetición literal y descontextualizada de testimonios detallados de actos de violencia extrema no conduce a una comprensión del fenómeno, sino que más bien conduce a una reproducción del hecho traumático que no permite su elaboración. Por el contrario, reinscribe la experiencia del trauma en nuevos contextos generando un círculo vicioso caracterizado como „acting out". Si el indígena kiché cuyo testimonio he citado más arriba logra desprenderse del trauma por medio del acto de testimoniar (como parte del proceso de "working through"), el intelectual ladino comprometido que no ha vivido la guerra entra al trauma por medio de los testimonios y tal vez, al igual que el protagonista de Insensatez, quede atrapado en él. Para el sobreviviente del genocidio, testimoniar significa liberar su pena, no solamente porque es una forma de articular el trauma, sino también porque tiene un interlocutor que lo escucha con respeto en un estado de "empathic unsettlement" (LaCapra 2002: 180); la transferencia funciona. En cambio, el protagonista de Insensatez, no logra encontrar quien lo escuche cuando febrilmente lee en voz alta los testimonios a amigos y conocidos. En otras palabras, éste no puede contagiar el síntoma que por lo tanto se convierte en un síntoma autorreferencial.

¿El uso de los testimonios por parte del narrador de Insensatez, el cual como vimos oscila entre el provecho propio y la estetización, puede ser considerado como una forma legítima de asentar en la memoria por medio de la escritura el genocidio indígena en Guatemala? ¿O debe ser considerada como una apropiación éticamente inadmisible porque descontextualiza los testimonios y los utiliza para su propia narración? Tal vez, la ficcionalización de la memoria de los sobrevivientes del genocidio es un intento de continuar la fijación textual de los testimonios en un contexto literario, el cual puede alcanzar a un tipo de público que no necesariamente leería el Informe REHMI, tanto dentro como fuera de Guatemala.

Ricardo Roque Baldovinos plantea que en El Salvador de finales del siglo XIX y principios del XX, intelectuales como Miguel Angel Espino o Francisco Gavidia llevan a cabo un duelo por la pérdida –el exterminio– de los indígenas, pero que se trata de un duelo fraudulento: "La poética del despojo se apropia de una pérdida para inventarse un designio nacional providencial, pero borrando la historia del antagonismo entre los vencidos y los voceros de la nueva nación." (Baldovinos, 2006: 19)

Cabe entonces preguntarnos por las características del duelo de los intelectuales ladinos en la Centroamérica de posguerra: ¿se trata de una apropiación fraudulenta de la memoria de los indígenas, que en el caso de Guatemala constituye la amplia mayoría de las víctimas? En otras palabras, ¿la cultura de la memoria ladina lleva a cabo un duelo inauténtico? En mi opinión, la novela Insensatez de Horacio Castellanos Moya funciona como lugar de la memoria de los ladinos, y en particular de los intelectuales, ya que el protagonista es un periodista salvadoreño y no los indígenas sobrevivientes. Parece por ende pertinente afirmar que las formas del duelo, tanto discursivas como no discursivas, han de ser distintas para los sobrevivientes indígenas y para aquellos, en su mayoría ladinos, que no han sufrido la guerra en carne propia; en este grupo, la elaboración que llevan o no a cabo los intelectuales merece una atención particular. En ese sentido tiene razón Roque Baldovinos al señalar que el duelo de los unos no puede sustituir el duelo ni la memoria de los otros. La incompletud a la cual se hace referencia en la frase inaugural de la novela ("Yo no estoy completo de la mente") también puede ser leída como una alusión al hecho de que la reelaboración del trauma de la guerra (no solamente por medio de la escritura) aún está incompleta y por llevarse a cabo. Diversas formas de la fijación textual por medio de la escritura se han complementado hasta ahora en la incipiente cultura de la memoria: novela, literatura testimonial, informes como el publicado por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado o el realizado por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) Guatemala, memoria del silencio, así como los estudios publicados por la CEH (por ej. Guatemala. Causas y orígenes del enfrentamiento armado interno). Cada uno de estos tipos textuales privilegia distintas voces y perspectivas, y se encuentra, como la señala Diana Taylor en un nivel distinto de representación: mientras los informes recogen testimonios orales de los sobrevivientes, la literatura testimonial constituye la representación literaria de la experiencia de los sobrevivientes del genocidio, y en ambos casos se trata de la memoria practicada por las propias víctimas sobrevivientes. Representaciones literarias como Insensatez ponen la perspectiva de un intelectual en escena que entra al trauma por medio de los testimonios de los sobrevivientes y queda atrapado en él. La novela de Castellanos Moya, al poner en escena la incapacidad del protagonista de reelaborar el trauma a través de los testimonios de los sobrevivientes expone de manera ejemplar las dificultades de los intelectuales para encontrar una forma de articular el propio trauma, disparado por el contacto con los testimonios. Ya Beatriz Cortez ha señalado la necesidad de distinguir qué sujetos hacen el duelo en Centroamérica.10 Esto es fundamental porque el punto de partida de los indígenas es completamente diferente del de la población ladina o mestiza, o del de los intelectuales comprometidos de izquierda dentro y fuera del istmo. Distintos sujetos necesitan distintas estrategias de reelaboración del trauma así como diferentes formas discursivas y no discursivas para poder llevar a cabo su propio duelo y su propia recuperación de la memoria.

Los responsables del proyecto REHMI creen que:

"The production of materials […] must be sensitive to the multilingual, pluricultural reality and the oral, nonliterate traditions of many rural communities. It must avoid contributing once again to a memory that is segregated from the vast majorities who have been the protagonists of this history [i.e. the war]." (Informe REHMI, 1999: 315)

"To the extent possible, these efforts to restore memory must help explain, clarify, and elucidate what happened, as well as extract lessons and conclusions for the present. They must confer meaning on the experience and reconstruct what happened with and emphasis on the positive aspects for collective identity. Moreover, memory must avoid fixation of the past, obsessive repetition, and stigmatization of the survivors as victims. Memory's usefulness as a form of reparation goes beyond reconstructing the facts; it is a moral judgment that ethically repudiates the perpetrators". (318)

La novela Insensatez no está escrita desde la perspectiva de los indígenas. Por el contrario, los eventos se narran desde la perspectiva subjetiva de un periodista extranjero. No obstante, su relato no cuestiona los testimonios de los sobrevivientes, sino que los inscribe en un nuevo contexto. Lo que sí es criticado desde la posición del narrador es la posibilidad de una identificación empática por parte de intelectuales que participan activamente en el proyecto de recuperación de la memoria histórica del genocidio por motivos políticos o humanitarios. Además, el narrador hace hincapié en la culpabilidad de los responsables del genocidio (ver Castellanos Moya, 2004: 24) al tiempo que condena el silenciamiento de los nombres de los victimarios: "¡Todos sabemos quienes son los asesinos!". (153)11

La valoración lingüística y poética de los testimonios de los indígenas sobrevivientes12es también una forma de rendirles homenaje. De este modo, las experiencias traumáticas de los sobrevivientes son "reconocidas simbólicamente" (tal y como lo exige Informe REHMI 1999: 318). Finalmente, Insensatez expone la resistencia del protagonista a reelaborar el trauma, encarnada en su compulsiva repetición de los testimonios. La novela de Castellanos Moya presenta en primera línea las experiencias de un intelectual mestizo con las representaciones simbólicas de los sobrevivientes, y no intenta representar directamente la experiencia de los mismos. La obsesión del protagonista con los testimonios, que desemboca en un círculo vicioso en el que los textos son permanenetemente recorridos, muestra explícitamente hasta qué punto es incompleta la memoria del genocidio (o mejor dicho su apropiación) por parte de la intelectualidad mestiza.13

 

© Valeria Grinberg Pla


Bibliografía

Arriba

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Notas

Arriba

vuelve * Quisiera agradecer a María Angélica León y a Beatriz Cortez por sus valiosos comentarios.

vuelve 1. En este contexto cabe resaltar que en la novela no solamente es callado el nombre del narrador, sino también el nombre del obispo que ha coordinado la elaboración del Informe REHMI. Este detalle puede ser leído como una crítica indirecta a las limitaciones impuestas por el gobierno guatemalteco a los responsables de dicho informe, ya que en el mismo se oculta tanto la identidad de las víctimas como la de los victimarios. Esta crítica se hace explícita en la siguiente afirmación del narrador hacia el final de Insensatez: "Todos sabemos quienes son los asesinos." (Castellanos Moya, 2004: 153).

vuelve 2. 1962 suele ser considerado el año de inicio de la guerra en Guatemala, ya que en ese año se consolidaron algunos grupos guerrilleros, los cuales optaron por la lucha armada como camino para combatir el poder militar. De manera similar se considera que la guerra finalizó en 1996, ya que el 29 de diciembre de ese año se firmaron los acuerdos de paz. Sin embargo es importante tener en cuenta que la firma de los acuerdos de paz no ha podido ponerle fin a las persecusiones políticas, los secuestros, la tortura y los asesinatos por parte de grupos paramilitares o militares ligados al gobierno, del mismo modo que el Estado guatemalteco comenzó a recurrir a dichas formas represivas para controlar y amedrantar a la población antes de 1962.

vuelve 3. Quisiera detenerme un momento en las alucinaciones y los miedos del protagonista, porque ambos son altamente significativos en este contexto: después de un tiempo de haber estado leyendo los testimonios de los sobrevivientes, el protagonista empieza a fantasear situaciones en las cuales el mismo ejerce una violencia similar a aquella sobre la que ha leído (ver Castellanos Moya, 2004: 39). Además, no solamente sufre de ataques de pánico cada vez más graves y frecuentes, sino que también desarrolla una obsesión paranoica, la que finalmente lo llevará a huir del país; una vez en Suiza, y por tanto en terreno seguro, sigue teniendo actitudes paranoicas (ver 19, 31, 139s y 153). No obstante, el hecho de que el obispo que coordinó el Informe REHMI sea asesinado al final de la novela confirma los peores miedos del protagonista, justificándolos.

vuelve 4. En este contexto me parece pertinente señalar que la ilustración de la portada de Insensatez es un detallle de El cuerpo de Abel descubierto por Adán y Eva de Williams Blake, en el cual se muestra a Adán desesperado, agarrándose la cabeza con ambas manos en una imagen similar a la del registrador de Totonicapán en la fantasía del narrador. Más allá de esto, el cuadro en cuestión es sobre todo una alegoría bíblica: toda guerra civil es una repetición del asesinato de Abel por Caín. Sugerir que la guerra civil puede ser interpretada como una guerra entre hermanos, o mejor dicho como un asesinato (masivo) entre hermanos presupone una relación de fraternidad entre los implicados. Los otros, es decir los indígenas, por medio de su incorporación a la sociedad fraterna nacional son transformados en ciudadanos guatemaltecos. El carácter puramente nominal de dicha igualdad fraterna aparece además en el discurso del narrador de la novela, el cual no se cansa de utlizar el epíteto „mal llamados compatriotas" cuando se refiere a los indígenas. De manera significativa, la figura de la guerra civil como asesinato entre hermanos no sólo desdibuja la división entre los asesinos (ladinos) y las víctimas (indígenas), sino que además pone en evidencia la falsa promesa del Estado nacional con respecto a la población indígena: para ellos no hay ni igualdad, ni fraternidad, ni libertad.

vuelve 5. Taylor clasifica específicamente los modos en los cuales se han representado los desaparecidos víctimas del terrorismo de Estado en Argentina, pero considero que los criteriso de la misma son también aplicables a otras víctimas como las del genocidio en Guatemala. Taylor distingue cinco niveles de representación: en el primero se encuentran los testimonios orales de las víctimas que han sobrevido; se trata de los testimonios presentados en los juicios o recogidos por comisiones de esclarecimiento. En el segundo grupo Taylor coloca las representaciones literarias testimoniales de los mismos sobrevivientes por ellos mismos. El tercer nivel de representación es el de los grupos de derechos humanos que por distintos medios colocan a las víctimas que no han sobrevivido en la esfera pública por medio de actos políticos, pancartas, fotos, documentos, etc. El cuarto nivel es el de la incorporación de las víctimas en obras de ficción, mientras que el quinto nivel es el de la reflexión teórica sobre (la representación de) las víctimas del genocidio. (Taylor 1997: 141-145)

vuelve 6. Véase el ensayo "The Historical Text as Literary Artifact" en White (1978).

vuelve 7. Por supuesto, no se puede descartar la posibilidad de que la novela sea leída por personas que vivieron la guerra en Guatemala. Sin embargo, ésta fue publicada primero en México y en el año 2005 en España, y por lo tanto el lector implícito no es en primer lugar la población guatemalteca. Además hay que tener en cuenta las dificultades existestes en América Latina en lo que respecta a la distribución de libros más allá de las fronteras nacionales del país en el que fueron publicados. De ello se deduce que no debe ser fácil encontrar ejemplares de Insensatez a la venta en Guatemala. Finalmente, no debemos olvidar que gran parte de la población guatemalteca, y muy especialmente la indígena, no tiene una cultura letrada en español, ni dinero de más para libros.

vuelve 8. Véase al respecto la nota al pie número iv. La referencia extraliteraria del obispo, cuyo nombre no se menciona en la novela, es Monseñor Juan Gerardi, coordinador de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, quien fue asesinado el 26 de abril de 1998.

vuelve 9. Sobre la problemática de la literatura testimonial véase Cortez (2001) y Mackenbach (2004: 63-74, 144-150).

vuelve 10. Véase Cortez (2005: s.p.).

vuelve 11. Véase también la nota 4.

vuelve 12. Véanse también los siguientes pasajes: " […] esos testimonios que parecían cápsulas concentradas de dolor y cuyas frases tenían tal sonoridad, fuerza y profundidad que yo había anotado ya algunas de ellas en mi libreta personal […] " (Castellanos Moya, 2004: 30);  " […] esos versos que para mí expresaban toda la desolación de la masacre […] ". (31)

vuelve 13. Véase al respecto la descripción del discurso literario de la novela centroamericana de posguerra que hace Alexandra Ortiz Wallner: "Frente a la ficción del proceso y el discurso democráticos, ante la vulnerabilidad de los límites entre lo público y lo privado, lo colectivo y lo individual, ante la fragilidad de la ciudadanía y el imperio de la violencia, las relaciones de poder, tanto entre actores sociales como entre imaginarios, se ven trastocadas. Estas alteraciones habilitan el surgimiento de una escritura fragmentaria que habla sobre el proceso agudamente violento de la descomposición del sujeto centroamericano […] ". (Ortiz Wallner, 2002b: s.p.) Esta última frase se aplica perfectamente a la obsesión creciente del protagonista de Insensatez, así como también a su tesis sobre la "incompletud" de la sociedad guatemalteca.


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