Alexandra Ortiz Wallner*
Constitución de nuevos espacios
discursivos en tres novelas centroamericanas de posguerra
Universidad de Costa Rica
aortiz@le.ucr.ac.cr
alexandraortiz@gmx.net
Notas* Obras
citadas
Abstract
Existe en la narrativa centroamericana escrita entre los años de 1960
y 1980 una tendencia que privilegia la reelaboración de temas y situaciones
íntimamente ligadas al compromiso revolucionario de quienes escribieron.
En sociedades como la guatemalteca, la salvadoreña y la nicaragüense
de esos años, la literatura posibilitó y desarrolló una
reescritura alternativa de la historia. Para la década de 1990, la
complejidad de los procesos políticos, que desembocaron en el inicio
de los proyectos de democratización de la región centroamericana,
transformaron y ampliaron la conflictividad social al visibilizar la fragmentariedad
de estas sociedades. Es en este contexto que surge un corpus narrativo que
ha sido llamado novelas de posguerra. Este trabajo consiste en una propuesta
de lectura del cambio narrativo que experimenta cierto sector de las literaturas
guatemalteca, salvadoreña y nicaragüense de los últimos
años tomando como ejes tres novelas publicadas entre 1996 y el 2000.
Este cambio narrativo se encuentra íntimamente ligado a la conformación
de nuevos espacios discursivos en la narrativa contemporánea centroamericana.
Transiciones democráticas / transiciones literarias:
hacia un cambio narrativo
Los procesos histórico-políticos que vive Centroamérica
a partir de la década de los noventa resultan fundamentales para introducir
las nuevas condiciones en que se está (re)construyendo la región.
Estos años de transición se caracterizan por ser un periodo atravesado
por la existencia-permanencia de una cultura de la intolerancia, la segregación
y la violencia.1
Las décadas anteriores fundaron las bases de las dinámicas de
confrontación y lucha armada y a la vez fueron el espacio que permitió
el surgimiento de formas de pensar y actuar radicales en la mayor parte del
territorio centroamericano. Con la instauración de una legitimidad electoral
en Nicaragua (1990) y las firmas de los Acuerdos de Paz en El Salvador (1992)
y en Guatemala (1996), el discurso de la democratización asume un lugar
primordial al constituirse en un espacio de transición histórica,
política y cultural. En este sentido es válido pensar que el periodo
de la posguerra en Centroamérica ofrece una alternativa -aún frágil-
para la creación de nuevos espacios de expresión y representación
de una cultura y de un discurso que se generan en y desde los diversos sectores
sociales de las llamadas sociedades democratizadas.
Un diagnóstico general de la región durante los últimos
diez años estará inevitablemente marcado por una convergencia
de situaciones: la agudeza de las asimetrías sociales, económicas
y culturales; la insistencia de los sectores dominantes por instaurar un modelo
de desarrollo que promete la inserción en el mercado mundial y, la certeza,
por parte de los sectores populares y emergentes, de que este "nuevo"
intento de modernización es una continuidad matizada y a la vez sólidamente
instaurada del discurso de la exclusión. Las transiciones democráticas
son, entonces, procesos incompletos y aún agendas y proyectos políticos,
económicos y sociales pendientes en Centroamérica.
Esta condición convulsa y fragmentada de los espacios sociales, políticos
y culturales centroamericanos está articulada a otros espacios discursivos,
precisamente a aquellos que se han ido construyendo simultáneamente.
Beatriz Cortez2 señalaba ya hace un par de años que estamos frente
a "un momento de desencanto, pero [que] es también una oportunidad
para explorar la representación contemporánea de la intimidad
y de la construcción de la subjetividad en la producción de ficción."
Para Rafael Lara Martínez, por otro lado, las propuestas escriturales
salvadoreñas se encuentran atravesadas por lo que ha llamado una cesura
entre el período de la guerra y el de la paz3. Armando Rivera e Isabel
Aguilar Umaña afirman que "en la sociedad actual existen los espacios
e instancias políticos que generan referentes para alzarse contra el
silencio y el horror, y para replantear a través de la palabra la memoria
de todos nosotros. Los escritores [...] se convierten en elocuentes portadores
de discursos útiles a la reconstrucción de esa parte de la historia
reciente del país."4
La complejidad de nombrar y aprehender la narrativa centroamericana
de posguerra, estas escrituras en proceso, abre también a la labor
crítica un nuevo espacio. Reflexionar sobre el carácter desigual,
inestable e incompleto de los procesos de transición política
desde la narrativa de posguerra, necesariamente estará relacionado con
una lógica de continuidades y rupturas.
En la producción literaria de las décadas anteriores a los años
noventa predominó la preferencia por los temas históricos y la
escritura testimonial. Es precisamente la existencia de una tradición
en la literatura centroamericana, representada en gran parte en esa continuidad
y predominio del discurso testimonial en la historia literaria más reciente,
la que permite hablar hoy de una transición, ¿un cambio?, hacia
un espacio escritural más abierto, más ecléctico y simultáneamente
fragmentado; un espacio en el que la búsqueda por definir las identidades
nacionales desde lo colectivo y regional ha sido sustituida por exploraciones
relacionadas con la construcción y constitución de identidades
individuales, tanto femeninas como masculinas, en una gran mayoría de
los casos en el espacio urbano. De los numerosos discursos que enfrentan al
lector en las novelas que se discuten en este estudio, predominan los que indican
precisamente el movimiento de lo colectivo a lo individual. El sociólogo
británico Chris Shilling, siguiendo los postulados de Anthony Giddens,
señala lo siguiente:
With the decline of religious frameworks, which constructed and sustained
existential and ontological certainties residing outside the individual, and
the massive rise of the body in consumer culture as a bearer of symbolic value,
there is a tendency for people in high modernity to place ever more importance
on the body as a constitutive of the self.5
Se refiere con ello a que las estructuras autoritarias transpersonales, políticas
y religiosas, ya no proveen un marco de referencia claro que hable de la propia
identidad, el cuerpo emerge como una base en la que es posible reconstruir un
sentido confiable del ser en el mundo. En el acercamiento de Michel Foucault
al cuerpo hay una preocupación sustantiva por el mismo y por las instituciones
que lo gobiernan y, por otro lado, una mirada epistemológica del cuerpo
como producto de y existente en el discurso. No es simplemente el foco del discurso,
sino que a la vez es el lazo de unión entre las prácticas cotidianas
y la organización del poder. Postula Foucault que el poder se ha introducido
en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. El cuerpo es concebido,
entonces, como centro de lucha.6
La herencia de las narrativas fundacionales latinoamericanas,
y en este caso específico centroamericanas, es relativizada e incluso
rechazada en los textos de que se ocupa este trabajo, en la medida en que se
(de)construyen los roles identitarios de épocas y momentos históricos
anteriores para abandonarlos. Las opciones y posibilidades de que surjan y se
constituyan identidades de sujetos fragmentados, incompletos y frágiles
se da en un contexto caracterizado, entre otros aspectos, por una intensa presencia
de la violencia en sus múltiples y plurales manifestaciones. En el estudio
de Rebecca E. Biron titulado Murder and Masculinity. Violent Fictions of
Twentieth-Century Latin America (2000), la investigadora coincide con R.W.Connell,
quien en su estudio Masculinities de 1995, escribe:
Violence is part of a system of domination, but is at the same time a measure
of its imperfection. A thoroughly legitimate hierarchy would have less need
to intimidate. The scale of contemporary violence points to crisis tendencies
(to problematize a term from Jürgen Habermas) in the modern gender order.7
Durante la última década, son varios y no pocos
los autores que pueden considerarse parte de una explosión escritural en la región. Aquí nos aproximaremos a tres novelas: Que me
maten si... del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, Baile con serpientes del salvadoreño Horacio Castellanos Moya y Managua, Salsa City (¡Devórame otra vez! ) del guatemalteco-nicaragüense
Franz Galich.
En estos textos, tanto el discurso literario como el político se articulan
con procesos de transición y negociación entre un pasado, un presente
y un futuro. Un punto de convergencia lo constituyen las transformaciones que
ha ido adquiriendo la dimensión ética del compromiso revolucionario
de una colectividad frente a otra. En la actualidad, el compromiso revolucionario
y las sistemáticas respuestas del poder opresor se han relocalizado y
con ello incluso reestructurado, lo cual implica que los conflictos de los actores,
sean éstos literarios o políticos, se intensifican e interiorizan.
Baile con serpientes
La novela Baile con serpientes de Horacio Castellanos
Moya fue publicada en San Salvador en 1996. En ella se relatan tres días
en la vida de Eduardo Sosa, habitante de la Macrópolis, la periferia
urbana salvadoreña. Su historia se desenvuelve a partir del asesinato
de Jacinto Bustillo. Sosa se convierte así en un criminal y, obsesionado
con la vida que vivió su víctima, se dedica a sembrar el caos
en la ciudad, experiencia que se vive simultáneamente en su interior.
Sosa es sociólogo y es un desempleado más. Alquila un cuarto en
el apartamento de una de sus hermanas, mientras que la que vive en los Estados
Unidos le envía algo de dinero. Se trata de un hombre desencantado de
la política, que no cree en ella como agente de cambio, que, por lo tanto,
no está comprometido con causa alguna y para quien la ética de
un compromiso no existe.
Desvinculado y excluido de la sociedad civil, en tanto se trata de un personaje
que no posee relaciones con las instituciones estatales ni sociales (como la
familia o el matrimonio). Es incluso un protagonista incapaz de representar
exitosamente el ideal masculino de autoridad y ciudadanía que caracteriza
al discurso hegemónico de nuestras sociedades. Según esta lógica,
Sosa es un hombre fracasado. La novela lo proyecta como un sujeto marginal y
marginado, en tanto es un individuo que actúa fuera de la lógica
democrática y capitalista de finales del siglo XX.8
Sin embargo, el acto de matar a Jacinto Bustillo, es decir, transgredir la ley
y convertirse en un criminal, le otorga un lugar en la esfera pública.
Si dentro del apartamento de su hermana ocupa el lugar de un hombre que ha fallado,
afuera, en las calles, Sosa cumple con la representación de una masculinidad
exitosa: ejerce el poder absoluto al terminar con la vida de otro ser humano.
Sosa existe, pero como criminal y únicamente en la medida en que desde
el discurso dominante sea reconocido como transgresor. De forma contradictoria,
el acto criminal que por un lado le otorga un lugar "adecuado", una
identidad masculina "correcta" es el mismo que frustra su aspiración
de libertad y subversión.
La ética presente en este personaje es mundana, pasional, instintiva.
El asesinato pareciera adquirir todo su sentido en la purga que Sosa realiza
de la vida de Jacinto Bustillo, el contador de clase media que lo ha perdido
todo:
Fui extrayendo la historia de un pobre tipo que hacía años
aún era el contador en jefe de una de esas fábricas por las que ahora deambulábamos, un
tipo a quien de pronto echaron a la calle, con una indemnización nada despreciable, pero
absolutamente destrozado, no tanto por la eventualidad de que no volviera
a conseguir un empleo, ni por el impacto sociológico de verse súbitamente
despedido, ninguneado, como si toda la vida que él le había
dado a la empresa hubiese servido para nada, sino por le hecho contundente
de que sin empleo él se convertía en la peor miseria dentro
de ese hogar donde había una mujer vomitiva y ana adolescente cortada
a la misma medida de su madre.
-El asco, joven, el asco masculló...9
Sosa-criminal se apodera de las pertenencias del "ninguneado" e inicia
sus recorridos por la ciudad. A través de éstos muestra todas
las facetas de la experiencia urbana: la pobreza, el alcoholismo, la corrupción
institucional (en la mención del Palacio Negro y en los agentes drogadictos
de la Dirección de Inteligencia y Combate Antinarcóticos DICA),
la desintegración familiar (en el caso específico de los Bustillo),
la decadencia de la clase alta (los Ferracuti), el surgimiento de una economía
informal. Se asoma el mosaico de la cultura popular de los bares, burdeles,
los periódicos amarillistas.
La carretera y su recorrido son espacios abiertos que permiten, como el lente
de una cámara cinematográfica, apreciar el acontecer diario de
una ciudad violenta y delirante. El viaje hacia el delirio de la ciudad y fuera
de él se convierte en la metáfora del recorrido de un individuo
hacia sí mismo, el inicio y la conclusión de una búsqueda
que, irónicamente, vuelve a su punto de partida. Al final de la novela
leemos:
Subí las escaleras, saqué mis llaves y abrí la puerta
del apartamento de mi hermana Adriana.
-Soy yo...-dije.10
Esta afirmación hecha por el protagonista podría
leerse como una operación a la que recurre este sujeto centroamericano
para lidiar con la violencia de su historia y sobrevivirla. La personalidad
de Sosa se va disolviendo en obsesiones, hasta el punto que el lector no sabrá
distinguir entre alucinación, ficción o realidad del mundo narrado.
La ciudad, el afuera, puede tomarse entonces como un territorio para la indagación
existencial; el individuo recorre el laberinto urbano a la vez que, amenazado
en su realidad física y moral, experimenta la disolución de su(s)
identidad(es).
Que me maten si...
Que me maten si... (1997) de Rodrigo Rey Rosa narra
las historias entrecruzadas de tres personajes: Ernesto, un militar que aprovecha
la firma de los Acuerdos de Paz para abandonar la institución y reorientar
su vida; Emilia, muchacha de clase alta que ha decidido vincularse a movimientos
izquierdistas y Lucien Leigh, un inglés que había vivido gran
parte de su vida entre extraños y en lugares lejanos.
Ernesto se matricula en la universidad donde conoce a Emilia. Ambos establecen
una relación, la cual le permite a Ernesto iniciar un replanteamiento
de sus posiciones políticas. Junto a ella hará un viaje por toda
Guatemala. Durante su recorrido conocen a Lucien Leigh, quien también
recorre el país y con quien Ernesto viajará a Chajul, el pueblo
donde Rigoberta Menchú sitúa la matanza de su familia. Una vez
en Chajul, los visitantes entran a la iglesia. En su fondo, ambos observan a
la derecha del altar:
una tosca pintura contemporánea, donde aparecían amontonados
varios indígenas muertos, sus cuerpos sangrientos y mutilados, en medio
de un semicírculo de figuras con uniformes de soldados. "Dichosos
los perseguidos. Lucas, XXIII", decía el lema al pie del cuadro.11
Esta escena establece un diálogo con la realidad histórica, y
con la historia reciente del país, que a la vez se constituye en una
prolongación de la búsqueda de la verdad sobre esos hechos. Leigh
y Ernesto indagan sobre los acontecimientos narrados por Menchú. Con
esa intención, le preguntan a unos lugareños sobre el incidente
y es uno de ellos (que participó en el entierro de los cadáveres)
quien los lleva al verdadero lugar donde ocurrió la matanza. Una vez
allí, este hombre se convierte en la voz de los acontecimientos:
-Los mataron de noche, como a las tres. Amarrados como estaban en la plaza
los trajeron hasta aquí. Les tiraron una granada en medio y después
los acabaron con machetes. A nosotros nos dijeron: Bomberos, quemen y entierren
los restos. Les pusimos las tripas en su lugar y los cosimos y después
los llevamos cargados hasta el camposanto. Como eran tantos, no alcanzaron
las cajas, los féretros, y a algunos tuvimos que enterrarlos en bolsas
de plástico.
-¿Eran chajulenses?
-Cómo no.
-¿Vos sos de aquí también?
-Sí.12
Este fragmento introduce la dimensión de la violencia en dos de sus más
brutales formas. Por un lado, la crueldad de las matanzas y las sistemáticas
eliminaciones de seres humanos por parte del Ejército y de los paramilitares
en sus campañas de represión y, por otro lado, la dolorosa ambigüedad
de la relación entre memoria y olvido.
Retomando la versión escuchada en Chajul, Leigh le comenta a Ernesto:
-Así que hay dos versiones distintas. La descripción de ella
es un poco exagerada, un poco increíble. Pero tampoco la de él
es del todo confiable, ¿no?
-¿Por qué no? -preguntó Ernesto.
-Por haber estado allí cuando ocurrió todo esto, y no haber
hecho nada al respecto. Se sentiría algo culpable, y sería natural.
Tal vez cobarde.
Estas reflexiones deprimieron a Ernesto. También él, según
esa manera de pensar, debía sentirse culpable, tal vez cobarde.13
Sin embargo, Ernesto nunca llega a resolver esta disyuntiva entre culpabilidad
y cobardía. Cada uno de los tres personajes que busca, de maneras diferentes,
lograr un cambio en sus existencias cotidianas ve frustradas sus intenciones.
Sea Ernesto queriendo separarse del ejército, sea Emilia intentando negar
su origen burgués y lidiar con la culpa que la agobia por pertenecer
a esa clase, sea Lucien Leigh queriendo, románticamente, salvar un rincón
subdesarrollado del mundo. Cada una de sus aspiraciones es violentamente interrumpida
con sus muertes. Ninguno logra llevar a cabo el cambio y al final, al desaparecer
sus cuerpos se confirma la anulación de sus proyectos.
Y ahora debían sacarle las vísceras, rellenar el vientre con
plomo (usarían plomos de buceo) para que permaneciera en el fondo,
esperar el momento oportuno para cargar el cuerpo hasta la borda sin ser vistos
y echarlo al agua.14
La novela de Rey Rosa no es una respuesta a las preguntas que ella misma plantea,
pero sugiere, desde mi punto de vista, que existe, con urgencia, la necesidad
de crear un espacio de negociación en el que coexistan diversos puntos
de vista y diversas realidades posibles. Sin embargo, tanto en el texto literario
como en el histórico, y en el contexto de los Acuerdos de Paz, la violencia
se impone. En palabras de Dante Liano,
La violencia, en el contexto guatemalteco, no proviene sólo de instancias
históricas contingentes, sino que pertenece a una tradición
secular y, sin lugar a dudas, más que una tipología caracteriológica
del habitante del país, se trata de la persistencia de formas de articulación
de la sociedad basadas en la relación violenta entre los hombres.15
Las muertes, los proyectos frustrados y la confirmación final en el acto
de la desaparición de los cuerpos de Ernesto, Emilia y Lucien son situaciones
que están cargadas de ambigüedad. El lector encuentra a un militar,
una burguesa y un extranjero, comprometidos cada uno con una búsqueda
íntima de una identidad alternativa a la que posee. En este sentido,
el título de la novela puede leerse como revelador de parte de esta ambigüedad,
¿"que me maten si..." logro transgredir los límites
o si no lo logro?
Managua, salsa city (¡Devórame otra vez!)
Premio Centroamericano de Literatura "Rogelio Sinán"
(1999-2000), Managua, salsa city (¡Devórame otra vez!) de
Franz Galich se publica en el 2000. La novela cuenta una historia sencilla.
Pancho Rana es empleado de una familia rica de Managua y aprovecha el viaje
de sus patrones para robarles todo lo que puede. Por una noche, antes de escapar
a los Estados Unidos, saldrá a divertirse en uno de los autos de la casa.
En una cantina conoce a la Guajira, prostituta que jefea a un grupo de delincuentes
dedicados a despojar de todas sus pertenencias a los clientes de cada noche.
Pancho Rana y la Guajira bailan toda la noche y se enamoran. Deciden retirarse
a la mansión para hacer el amor y la pandilla de criminales los sigue,
mientras que otros dos hombres se unen a la persecución, pero con otros
fines (violar a la Guajira). Ya en la casa, Pancho Rana se enfrenta a los demás
hombres y la balacera acaba con todos ellos, menos con el acompañante
del violador, cara de ratón, y con la Guajira.
La novela inicia con una descripción dantesca de la
capital. Entre fuerzas tradicionalmente consideradas antagónicas y que
el texto ironiza, se construye lo que podría llamarse una memoria
de la violencia:
Managua empieza a gozar y a sufrir. Dios y el Diablo sobre Managua. Y si
no creen, miren Managua de día: así quedo desde el terremoto
cuando Dios y el Diablo se echaron una tercia y Dios perdió, se retiró
a sus alturas y el Diablo se quedó con el derecho de seguir gobernando
en Managua, porque ya hacía años, en el otro terremoto, el Diablo
también había ganado, pero más antes ya había
ganado, cuando la guerra contra los gringos, en el norte, en las Segovias.16
Esta memoria de la violencia se articula con el fenómeno
actual de la violencia, en la medida en que la agresividad construida y sostenida
por los periodos de guerra y las catástrofes naturales se transforma
en la página siguiente:
...pero para mientras, aquí en el infierno, digo Managua, todo sigue
igual: los cipotes piderreales y huelepega, los cochones y las putas, los
chivos y los políticos, los ladrones y los policías (que son
lo mismo que los políticos, sean sandináis o liberáis
o conservadurías, cristianáis o cualquiermierdáis, jueputas
socios del Diablo porque son la misma chochada). Yo por eso no soy nada, ni
chicha ni limonada, como dice la canción que tanto oímos en
aquellos años de runga, cuando creíamos lo que nos decían,
ahora creo sólo en lo que cargo entre las bolsas...o sea que no creo
nada porque sólo palmado camino, pero tengo eggs y muchas ganas de
culiar o cualquier cosa, así de simple, lo importante es vivir, hacer
algo y no quedarse parqueado porque entonces sí te lleva la gran pu-pu...ta!17
La narración se traslada de una memoria hacia
un espacio urbano, no menos convulso, de la violencia política, criminal,
familiar, de género. Dicho espacio organiza la visión de mundo
que prevalecerá en la narración. Al cerrarse la novela, la ciudad
transita de la oscuridad a la claridad. Dios, nos dice el texto, retoma su lugar
al "amarrarle nuevamente las manos al Diablo"18. Sin embargo, este
intercambio entre Diablo y Dios, oscuridad y claridad, no hace diferencia alguna
en la cotidianidad de Managua. Esta ciudad no ofrece alternativas:
Diablos y diablas volvían a sus madrigueras después de una
vertiginosa noche. Los que habían descansado de noche, sumidos en los
sueños y la locura de las ansias de tener algo, salían a las
calles: unos a trabajar en las oficinas, otros a las fábricas, otros
a las entrañas del gobierno, y los más, a vivir de la caridad,
el robo o la estafa. La luz ganaba las calles. El bullicio y la acción
se instalaban de nuevo como signo de vida, y eso era lo importante: estar
vivos: /En mi cama nadie es como tú...¡Devórame otra vez!/19
Los sobrevivientes de la balacera, la Guajira y cara de ratón, la prostituta
y un hombre animalizado, es decir, dos individuos completamente marginales,
vuelven a ocupar su lugar en la dinámica violenta de esa ciudad. "¡Ah,
y recordá: somos los mismos!" le sentencia el hombre a la mujer
antes de salir de la mansión con lo que recogieron del botín.
Sin embargo, aunque frágil y débil, los deseos románticos
e ingenuos de la Guajira dejan abierta la posibilidad de pensar en un futuro.
Managua es la protagonista de la historia y los personajes conducen al lector
por los pasajes más decadentes de la misma. La mirada de cada uno de
estos personajes permite conocer la realidad de una sociedad fragmentada, una
Managua alejada de las utopías revolucionarias, en extremo pobre y violenta.
Estéticamente, la novela visibiliza una forma nueva de violencia: se
trata de la ruptura de la formalidad de la escritura. Como afirma Werner Mackenbach:
Los elementos fundamentales, los verdaderos protagonistas de esta novela
son su leguaje y la capital nicaragüense, Managua. De una manera única
en el contexto de la literatura nicaragüense contemporánea, Franz
Galich logra representar y presentar el lenguaje de las capas bajas y bajísimas
en el andamiaje social de la metrópoli nicaragüense, otorgándole
un alto valor literario-artístico. En esta novela las voces subalternas
toman la palabra, se vuelven pilar de la trama.20
Precisamente es la toma de la palabra de estas voces subalternas la que constituye
un espacio en el que el desencanto y la violencia se traducen de manera más
íntima. La mirada que se construye en la novela de Galich contribuye
a una interpretación de las dinámicas de la subjetividad en las
sociedades centroamericanas de posguerra.
Hacia la constitución de otros espacios discursivos
A partir de este breve recorrido se ha apuntado hacia algunas de las operaciones
que conforman parte de los nuevos espacios discursivos de la narrativa centroamericana
de posguerra. Frente a la ficción del proceso y el discurso democráticos,
ante la vulnerabilidad de los límites entre lo público y lo privado,
lo colectivo y lo individual, ante la fragilidad de la ciudadanía y el
imperio de la violencia, las relaciones de poder, tanto entre actores sociales
como entre imaginarios, se ven trastocadas.
Estas alteraciones habilitan el surgimiento de una escritura fragmentaria que
habla sobre el proceso agudamente violento de la descomposición del sujeto
centroamericano y cómo el nuevo sujeto es un sujeto con una identidad
cambiante, móvil, (des)armable y frágil.
El cambio y proceso literario inaugurado en este periodo de posguerra se encuentra,
en este sentido, relacionado con la emergencia de un nuevo lenguaje21 (incluso
extensivo a las artes de y en la región). Y como proceso continúa
en la actualidad. Estos textos son propuestas, lecturas y alternativas de representación
que pueden, o intentan, articular el cómo pensar, explicar y comprender
Centroamérica desde la actualidad.22
Notas
Arriba
vuelve * Alexandra Ortiz Wallner
es bachiller en Filología Española por la Universidad de Costa
Rica y estudiante del Posgrado en Literatura Latinoamericana del mismo centro
de estudios. Con el apoyo del Servicio Alemán de Intercambio Académico
(DAAD) ha realizado recientemente una estadía de investigación
en Alemania como parte del proyecto de su tesis de Maestría. Actualmente
trabaja en dicha investigación, la cual versa sobre el tema de la violencia
y la literatura centroamericana contemporánea, específicamente
en las novelas de Rodrigo Rey Rosa, Horacio Castellanos Moya y Franz Galich.
vuelve 1. Cuevas, Rafael. Traspatio
florecido. Tendencias de la dinámica de la cultura en Centroamérica
(1979-1990). Heredia: EUNA, 1995, p. 87.
vuelve 2. Cortez, Beatriz,
"Estética del cinismo: la ficción centroamericana de posguerra".
Ponencia presentada en el V Congreso Centroamericano de Historia, 18-21 de julio
2000, Universidad de El Salvador, p.2.
vuelve 3. "Por ello, no
existe una continuidad entre el periodo de guerra y el de la paz sino una cesura
(los Acuerdos de Paz de 1992) la cual crea un conflicto entre dos regímenes
divididos de la substancia ética. (La crítica literaria no parece
haber sometido aún su quehacer teórico) al suspenso antirítmico
(...) a la alternancia (y) al conflicto de representaciones (que deriva de una
cesura tal)." en La tormenta entre las manos. Ensayos sobre literatura
salvadoreña. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos,
2000, p.7.
vuelve 4. Rivera, Armando e
Isabel Aguilar Umaña. Las huellas de la pólvora. Antología
del cuento de la guerra en Guatemala. Guatemala: Magna Terra Editores, 1998.
vuelve 5. Shilling, Chris. The Body and Social Theory. London: SAGE Publications, 1993, pp.1-18.
vuelve 6. Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid: Ediciones Endimión, 3a.
Ed., 1992, p.103 ss.
vuelve 7. Biron, Rebecca E. Murder and Masculinity. Violent Fictions of Twentieth-Century Latin America.
Nashville: Vaderbilt University Press, 2000, p.8.
vuelve 8. "Yo era el vecino
ideal para fisgonear a ese individuo. Desempleado, sin posibilidades reales
de conseguir un trabajo decente en estos nuevos tiempos, vivía en el
apartamento de Adriana, mi hermana menor, y de su marido Damián. Le pagaba
una cuota, un tanto simbólica, de los dólares que eventualmente
me enviaba desde Estados Unidos mi hermana Manuela, la mayor, la que me había
criado, la que más me quería. Y es que mi situación resultaba
harto difícil: mis estudios de sociología (una carrera que a esta
altura ya había sido borrada de varias universidades) no me servían
para nada en lo relativo a la consecución de un empleo, pues había
una sobreoferta de profesores, las empresas no necesitaban sociólogos
y la política último terreno en que hubiera podido aplicar
mis conocimientos- era un oficio ajeno a mis virtudes." Castellanos Moya,
Horacio. Baile con serpientes. San Salvador: Dirección de Publicaciones
e Impresos, 1996, p.10.
vuelve 9. Op.cit., p.18.
vuelve 10. Op.cit., p.158.
vuelve 11. Rey Rosa, Rodrigo. Que me maten si... Barcelona: Seix Barral, 1997, p. 35.
vuelve 12. Op.cit., p. 38.
vuelve 13. Op.cit., p. 39-40.
vuelve 14. Op.cit., p.125.
vuelve 15. Liano, Dante. Visión crítica de la literatura guatemalteca. Guatemala:
Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 1997, p.260.
En la novela de Rey Rosa leemos: "...la brutalidad en este país
era una fuerza impersonal que se manifestaba aquí o allá, una
fuerza fuera del control de los hombres, implacable y desinteresada." (9).
vuelve 16. Galich, Franz. Managua, Salsa City (¡Devórame otra vez!). Panamá:
Editora Géminis, 2000, p.1.
vuelve 17. Op.cit., p.2.
vuelve 18. Op.cit., p.92.
vuelve 19. Op.cit., p.92.
vuelve 20. Mackenbach, Werner,
"Managua, Salsa City (¡Devórame, otra vez!) Novela
de posguerra" en ANCORA, 13 de mayo, 2001, p.6.
vuelve 21. Siguiendo la reflexión
de Michel de Certeau, tomamos la definición de lenguaje como un lugar
organizado que permite operaciones. Cfr. Certeau, Michel de, "El lenguaje
de la violencia" en La cultura en plural. Buenos Aires: Ediciones
Nueva Visión, pp.71-79.
vuelve 22. En las novelas
analizadas, la representación de acontecimientos durante los conflictos,
presente en la producción literaria de las décadas anteriores,
se traslada hacia la representación y presentación de nuevos espacios, como, por ejemplo, el espacio que ocupan las consecuencias
de los conflictos armados en las sociedades centroamericanas.
Obras citadas
Arriba
- Biron, Rebecca E. Murder and Masculinity. Violent Fictions of Twentieth-Century
Latin America. Nashville: Vaderbilt University Press, 2000.
- Castellanos Moya, Horacio. Baile con serpientes. San Salvador: Dirección
de Publicaciones e Impresos, 1996.
- Certeau, Michel de, "El lenguaje de la violencia" en La cultura
en plural. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, pp.71-79.
- Cortez, Beatriz, "Estética del cinismo: la ficción centroamericana
de posguerra". Ponencia presentada en el V Congreso Centroamericano de
Historia, 18-21 de julio 2000, Universidad de El Salvador.
- Cuevas, Rafael. Traspatio florecido. Tendencias de la dinámica
de la cultura en Centroamérica (1979-1990). Heredia: EUNA, 1995.
- Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid: Ediciones
Endimión, 3a. Ed., 1992
- Galich, Franz. Managua, Salsa City (¡Devórame otra
vez!). Panamá: Editora Géminis, 2000.
- Lara Martínez, Rafael. La tormenta entre las manos. Ensayos sobre
literatura salvadoreña. San Salvador: Dirección de Publicaciones
e Impresos, 2000.
- Liano, Dante. Visión crítica de la literatura guatemalteca.
Guatemala: Editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala,
1997.
- Mackenbach, Werner, "Managua, Salsa City (¡Devórame otra
vez!) Novela de posguerra" en ANCORA, 13 de mayo, 2001.
- Rey Rosa, Rodrigo. Que me maten si... Barcelona: Seix Barral, 1997.
- Rivera, Armando e Isabel Aguilar Umaña. Las huellas de la pólvora.
Antología del cuento de la guerra en Guatemala. Guatemala: Magna
Terra Editores, 1998.
- Shilling, Chris. The Body and Social Theory. London: SAGE Publications,
1993.
- Torres Rivas, Edelberto. "La metáfora de una sociedad que se
castiga a sí misma. Acerca del conflicto armado y sus consecuencias".
Proyecto de investigación. Inédito. 2001.
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