Susanne Hartwig
Las historias de la Historia: Entre Dios y el Diablo, de Tatiana Lobo
Universidad de Passau, Alemania
Susanne.Hartwig@Uni-Passau.De
Notas* Bibliografía
[...] Milan Kundera dice: Descubrir lo que sólo una novela
puede descubrir es la única razón de ser de una novela.
Descubrir algo más que la historia oficial, añado yo.
También apunta Kundera que la fidelidad a la realidad histórica
es algo secundario en relación con el valor de la novela
ya que el novelista no es un historiador ni un profeta ...
el novelista es un explorardor de la existencia.
(Lobo 1993: 52)
I. Introducción
La predilección por las “pequeñas historias” en detrimento de la “gran” Historia es una tendencia característica de la novela centroamericana contemporánea, lo que describe detalladamente Mackenbach en su panorama sobre “La nueva novela histórica en Nicaragua y Centroamérica” (2000). Muchas novelas históricas de los años 80 y 90 proponen una nueva interpretación de la Historia.1 Sin embargo, parece un desafío del budismo zen la pregunta por los “silenciados” de la Historia. ¿Qué pasó con todos estos hombres y mujeres cuya vida no dejó testimonios escritos en las crónicas oficiales de la comunidad cultural? ¿Cómo recuperar la voz de la gente humilde, la gente “sin voz” por excelencia? Y si se recuperan las huellas, ¿qué tipo de “lugar de memoria” (lieu de mémoire en el sentido de Pierre Nora, 1984/1986/1992) es todo aquello que sólo se intuye entre los reconocidos (o sea visibles y palpables) “lugares de memoria”? Si la historia silenciada es tan sólo fruto de una intuición - ¿es más que pura imaginación sin rigor histórico?
Una de las mejores escritoras centroamericanas del momento, Tatiana Lobo, nos muestra un camino para ‘hacer hablar’ los documentos oficiales al servicio de los silenciados de la Historia. Lobo, que nació en Chile en 1939, reside en Costa Rica desde 1967 –es naturalizada costarricense– dónde escribió toda su obra.2 Ésta incluye diversos géneros. En repetidas ocasiones tiene como tema principal hechos históricos: el mundo indígena, la vida de los afro-caribeños del Atlántico o el papel de las mujeres3
Su acercamiento a la Historia es abiertamente estético. He aquí unos ejemplos:
- En su primera novela, Asalto al Paraíso (1992), Lobo cuenta historias de la resistencia indígena en el período colonial, rescatando un hecho histórico clave, la rebelión del indígena Presbere contra el dominio español.
- El año del laberinto (2000) es la reescritura de un asesinato (político) ocurrido en el San José del año 1894. Una mujer muere en circunstancias misteriosas que se relacionan con la liberación de Cuba, así que el libro da también un cuadro de las condiciones de las mujeres a finales del siglo XIX.
- Según la autora, su libro Entre Dios y el Diablo (del año 1993) trata de las “historias en la Historia” (Lobo, 2004: 16). Es un estudio de la situación de la mujer durante la época de la Colonia. Lobo buscó las historias ocultas entre los folios de testamentos, mortuales, libros de matrimonio, cartas olvidadas y otros documentos conservados en los Archivos Nacionales y los de la Curia Metropolitana.
- En Calypso (1996), Lobo cuenta la historia de tres mujeres afro-costarricenses de tres generaciones distintas a mediados del siglo XX.
- Blancos y negros, todo mezclado (historia) (1997) es un texto sobre el sistema esclavista en Cosa Rica.
Lobo procede a una desmitificación de la Historia oficial, lo que ya se comentó en diferentes publicaciones (véase, por ejemplo, Seager, 2004). Lo que nos interesa en este artículo, es el papel de la escritora como detective así como la tensión que se crea entre las historias y la Historia, o sea la manera en la que la historia silenciada de las personas ‘sin voz’ dialoga con la Historia oficial. La confrontación muestra claramente que las historias y la Historia son ambas imaginaciones estéticas a partir de textos escritos transmitidos entre las generaciones de una comunidad cultural. Las siguientes reflexiones tornan alrededor de la pregunta sobre la manera en la que las historias alternativas y la Historia oficial entran en este diálogo, estimulando un juego entre dos posibilidades de narrar lo pasado y creando un lugar en el que se vislumbra el movimiento característico de la cultura.
II. La Historia
La época colonial de Costa Rica tiene una versión oficial de los libros de Historia que trasmiten los datos, las fechas y los sucesos llamados memorables y dignos de ser recordados (lo siguiente resume las informaciones de una guía turística costarricense, Rodríguez, 2004: 16-21):
Cristóbal Colón descubre la costa atlántica del país el 18 de septiembre de 1502 en su cuarto y último viaje al continente americano. La bautiza con el nombre de Costa Rica porque –así lo cuenta la leyenda– queda impresionado con su exuberante vegetación y con los adornos de oro que portan los indígenas que entonces poblan el país. Tras varias luchas por el gobierno de Costa Rica, el territorio pasa a formar parte de la Capitanía General de Guatemala con el rango de Provincia a partir de 1568, considerándose Cartago como su capital (San José de Costa Rica se funda en 1737). Durante los siglos XVII y XVIII, a diferencia de otras colonias españolas, Costa Rica permanece aislada y, sin hacer gala de su nombre, es siempre pobre siendo incluso los propios gobernadores quienes se ven obligados a labrar la tierra para sobrevivir. Este supuesto inconveniente se vuelve una gran ventaja: gracias a esta misma pobreza, el país costarricense se libra de los conflictos que acaecen en otras colonias. El 15 de septiembre de 1821, la provincia se declara independiente de España.
Esta bonita historia oficial, Tatiana Lobo la comenta de la manera siguiente:
Costa Rica tiene una historia muy bonita. Los pocos indios que aquí había eran tan pacifistas y generosos que entregaron voluntariamente sus tierras a los colonizadores. Estos eran tan pobres que hasta el gobernador español cultivaba repollos para poder comer. En la época republicana los cafetaleros mantuvieron el minifundio para que todos pudieran disfrutar de la tierra. De tal manera que en el siglo veinte los costarricenses ya eran igualiticos hermaniticos. (Lobo, 2002)
Lobo denuncia la Historia como historia truncada al servicio de los poderosos que narran lo pasado conforme a sus intereses, o sea con el objetivo de “aislar, a Costa Rica, del contexto centroamericano; crear un cordón sanitario psicológico fabricando una identidad histórica falsa” (Lobo, 2002). Así pues, denunciar la supresión de los indios y de los esclavos en Costa Rica equivale a una desmitificación de la historia de la Suiza Centroamericana. Lobo lo hace sirviéndose de otras historias que forman un contraste con la Historia oficial. Re-escribe, por ejemplo, el pasado enfocando la vida de las mujeres durante la época colonial.
Lobo afirma que la historia de la mujer costarricense “está por escribirse”. Faltan documentos así como estudios profundizados.
Entre la precolombina y la contemporánea hay un gran vacío documental que impide darle un seguimiento continuo. Es muy poco lo que se sabe de la mujer indígena y hay escasos documentos de los años inmediatos a la Conquista. A partir del siglo XVIII, se cuenta con material suficiente para hacer una selección representativa de españolas, indias, negras, mulatas y mestizas. (Lobo, 2004: 13)
De sobra sabemos que ninguna historia cuenta la verdad del pasado, siendo la perspectiva de un historiador el mismo de un ser humano en general: limitado y condicionado por una perspectiva individual. El observador manipula los datos observados ya con su enfoque que determina los resultados. La famosa tesis de Hayden White (1973) dice que el historiador está siguiendo siempre unos pocos esquemas invariables cuando construye las secuencias de los acontecimientos (White habla de plots), cuando narra los hechos pasados relacionándolos con nexos inventados. Según White, no existe una descripción auténtica del pasado, puesto que el historiador tiene que rellenar los huecos entre los datos, es decir, excluir e incluir todos los datos existentes. Habla incluso de la ficción de los hechos (fiction of facts)4 porque no existe una diferencia sustancial entre presentación histórica y ficción. Cada escritor sigue unos pocos “patterns of meaning” para contar al final “a story of a particular kind”.5 Otros investigadores proponen hablar de “construcción”: la Historia oficial siempre se construye en función de un objetivo actual. 6
Lo que podemos afirmar es que las historias y la Historia se parecen en el hecho de que son una versión, entre otras, del pasado y que se utilizan en función de la actualidad, es decir, en el caso de la Historia, según los intereses de los poderosos. Para que los otros también puedan levantar su voz, tendrían que escribir otras historias, o sea historias complementarias. Dicho de otra manera: la proliferación de historias protege de la Historia.
III. Las historias
Entre Dios y el Diablo. Mujeres de la Colonia (Crónicas) es una reescritura de las historias coloniales costarricenses desde una perspectiva femenina. En el centro de las historias están las mujeres que dejaron huellas escritas por las desgracias que sufrieron. Tatiana Lobo les da nombre y apellido. También les atribuye un epíteto que trasforma el caso individual en algo ejemplar y universal: a través de las mujeres concretas se intuye la condición femenina en general. Las once microhistorias contadas llevan los siguientes títulos:
“Dominga Liberata Moya. La orfandad de una india, 1713”
“Las hermanas Gómez. La inocencia castigada, 1723”
“Andrea Chavez. La honra perdida, 1724”
“Juana Delgado. El incesto, 1725”
“Josefa Teresa Martínez. La adúltera, 1731”
“María Francisca Álvarez. El honor recuperado, 1732”
“Nicolasa Vargas. Los malos tratos, 1737”
“Josefa de la Cruz Aguilar. La madre soltera, 1752”
“Petronila de la Flor. La esclava del convento, 1753”
“María Dolores Gómez. La mulata ingrata, 1771”
“Manuela Fernández de la Pastora. La toma del campanario, 1772”
El libro concluye con un documento histórico sin comentario añadido: la “Prohibición de velos transparentes en las mujeres, 1813” del Obispo de León que condena una “indecencia desconocida y abominada de nuestro Padre, y aún anatematizada por los cánones” (Lobo, 2004: 141) de las mujeres. Les prescribe asistir a los Divinos Oficios “cubiertas de mantillas o mantos” que no “den lugar a que se vea su cuerpo o los vestidos y ajustes con que se adornan” (Lobo, 2004: 141s.).
El libro entero trata la condición femenina bajo distintas perspectivas: la situación de las niñas, la esclavitud, la violencia doméstica, el incesto, el adulterio, etc. Las once historias muestran claramente el abismo que mide entre la española, la criolla hidalga, la esclava y la negra. El panorama se cierra sobre lo que podría llamarse la Reacción del poder contra el más mínimo intento de liberarse por parte de las mujeres. El lector ve claramente que el control de la Iglesia se ejerce sobre el cuerpo femenino, sobre los derechos elementales de la mujer como dueña de sí misma, pero la mera existencia del documento también es índice de una rebelión porque hace hincapié en la existencia de un problema: la opresión de la mujer provoca comportamientos que la enfrentan. Lo mismo pasa con las mujeres de los once relatos: en varias ocasiones, los documentes dejan entrever que no todas sufren injusticias, también hay listas y las que se salen con la suya. De esta manera, la estructura del libro Entre Dios y el Diablo inicia al lector en el arte de leer entre las líneas.
La disposición de los once capítulos muestra una estructura argumentativa así como cada una de las pequeñas historias. Éstas se componen de unos fragmentos de los documentos originales, relacionados por la narración de Lobo. La autora no nos da un comentario, sino una historia imaginada conforme a la lógica de los documentos. Lobo muestra fidelidad a los documentos citando meticulosamente los textos originales, pero añadiendo: “Para hacer más amena la lectura me permití agregar algunas pinceladas, echando mano a los recursos que nos ofrece la ficción literaria.” (Lobo, 2004: 16)
De esta manera, la autora muestra claramente la parte ficcional de sus historias. Pero no ve en eso ningún inconveniente puesto que “[e]n términos rigurosos, la novela histórica sólo podría darse si existiera la verdad histórica, lo que no me parece demostrable. Sólo se pueden confirmar los hechos y las circunstancias que condujeron a ese hecho, la complejidad de la vida no permite abarcar más” (Lobo, 2002). El ejercicio de la imaginación revela los hechos cotidianos: intereses particulares, necesidades de los involucrados en el pleito, condiciones sociales, condiciones políticas, conductas personales y todo un sistema de valores.
... pues obviamente esos documentos son incompletos y nunca son objetivos porque están tamizados por la pluma y los prejuicios de quien los escribió. Aunque yo hubiera querido escribir ‘la historia’, hubiera sido un fraude porque yo no estuve presente ni fui testigo. Con unos cuantos documentitos, nada más, se me permite reconstruir los vacíos, con base, no solamente en mi imaginación y en mi intuición, sino... y aquí lo más importante, con base en una lógica ... (Lobo, 1993: 53)
Así, Lobo no critica una supuesta equivocación de un documento histórico, sino que muestra que éste es simplemente incompleto. Desmitificar la Historia oficial no equivale a destruirla sino a completarla.
IV. Ejemplo: Josefa de la Cruz Aguilar
Como ejemplo, elegimos la historia de Josefa de la Cruz Aguilar porque muestra nítidamente la técnica narrativa de Lobo. En el prólogo del libro, Calvo resume la historia de la manera siguiente: “ […] una burlada Josefa de la Cruz Aguilar, ante cuya demanda determina el Obispo de León una condena al ofensor; que éste no cumple ni le importa al Obispo que lo haga, una vez que siente tintinear en su bolsillo los dineros de las costas judiciales” (2004: 9). Veamos las etapas de este fraude en detalle. Son cinco pasos:
1) La primera parte (Lobo, 2004: 97) constituye una introducción general que proyecta el sentido de la historia por contar: el tema principal son “[n]uestros prejuicios sobre la madre soltera”. La narradora relaciona el pasado con la época actual denunciando un mecanismo social todavía en vigor doscientos años después: “la supervivencia ideológica del Derecho Español” o sea los “prejuicios sobre la madre soltera”. Lobo llama el caso individual “representativo” de un “juego” social. Al mismo tiempo, confiesa su desconocimiento de los detalles jurídicos. Así deja claro que no es su propósito ser la historiadora de un caso jurídico, sino de un caso humano: “la aberración de los prejuicios que se sobreponen al derecho de ser feliz”.
2) Luego el texto repite lo que dicen los documentos históricos (Lobo, 2004: 97s.): una mujer, Josefa de la Cruz, demanda a un hombre, Fernando Joaquín Ramírez, pretendiendo estar embarazada de éste y pidiéndole en matrimonio. La narradora nos brinda dos citas de los textos originales: la acusación y la defensa. Josefa acusa a Fernando de que “con falacia violó el honor, dándome, primero, mano y palabra de esposo”. Fernando replica que “como hombre frágil y miserable” cayó en una trampa. La narradora no llena los huecos dejados por los documentos históricos inventando detalles: ni la diferencia de edad de los dos contrincantes ni los meses de embarazo que tiene la protagonista.
3) La tercera parte describe lo que se inventa el acusado para escapar al matrimonio: un drama en cinco actos con sus respectivas acciones y reacciones (Lobo, 2004: 98-103). En cada una de las cinco etapas, Lobo nos da un fragmento del documento original o por lo menos unas citas del original:
a) el acusado alega que el padre de la criatura es otro: “ […] sí se puede rechazar la paternidad de la criatura”; el juez no está convencido: “Pero al juez se le hace muy raro que la madre de la muchacha, en lugar de apresurarse a disimular el traspié de su hija con el mismo autor del traspié, agravara las cosas negándole a Quirós la mano de Josefa […] .”
b) Luego, el acusado cita a dos hombres (“El acusado presenta a sus testigos […] ”), que, muy a su pesar, atestiguan en su contra: “ […] confiesan que ella es una buena chica a la que siempre se la ve acompañada de su mamá, de una tía, de un hermano, y que nunca han oído hablar mal de ella […] ”; además, se hace público que la familia del acusado intentó sobornar a los hombres nombrados testigos.
c) Sale el próximo argumento: Fernando confirma que, por el tiempo trascurrido, no puede ser el padre: “ […] la preñez de Josefa no coincidía con el romance sostenido entre ésta y Fernando Joaquín”; pero, como “falta el dato principal” –¿en qué mes está Josefa?– , el (nuevo) juez manda el caso entero a su superior, el obispo Morel de Santa Cruz.
d) La respuesta es la siguiente: “ […] las dos partes en conflicto deberán comparecer ante el obispo, en León, para escuchar la sentencia”; Josefa no puede viajar y teme que Fernando intenta escaparse a Nicaragua: “ […] el acusado puede pasar de largo por la ciudad de León y perderse en un socavón de las minas hondureñas o diluirse en una factoría de añil en El Salvador …”, por lo cual Fernando Joaquín tiene que nombrar también un representante.
e) Entonces, el acusado juega su última carta: “un alegato que no se les había ocurrido antes, quizá el más sensato para objetar el matrimonio”: la desigualdad de edades. Sin embargo, el juez no ve ningún inconveniente en este hecho desde el punto de vista de la Iglesia: de hecho, el obispo condena al acusado a casarse: “Dijo su Ilustrísimo que debía de condenar y condenó al expresado Fernando Joaquín Ramírez a que se case con la dicha Josefa de la Cruz o, en su defecto, a que la dote según al calidad de ésta y el caudal de aquél …”
4) La siguiente parte narra el final del caso: el juzgado no asume su pena. Paga la deuda con el tribunal, pero no cumple con su deber hacia la mujer: “ […] el acusado se declara en rebeldía”.
5) La quinta parte resume la historia entera en un plan abstracto, no desde un punto de vista jurídico sino desde un punto de vista cultural:
Un resumen de la anécdota nos revela sus etapas: Josefa, horrorizada porque será madre soltera, se ve compulsada a ‘atrapar’ un marido; el ‘elegido’ se resiste; la Iglesia interviene para salvaguardar la honra de Josefa; el obispo dicta una sentencia que permite al varón acusado escapar por la puerta de la indemnización económica; el varón acusado se declara abiertamente en rebeldía y la Iglesia hace mutis por el foro …
Y añade:
El círculo de lo hipocresía se ha cerrado; Josefa deberá asumir su ‘culpa’ y la crianza de un hijo sin padre.
Al párrafo introductorio corresponde el epílogo: ambos sitúan el caso ejemplar en un vasto tejido social. De hecho, los comentarios enmarcan la historia e indican claramente la perspectiva desde la cual se leen los documentos: no como testimonios de una historia personal de paternidad sino como indicios de una conducta social general. No le interesa a la autora cómo se soluciona el caso jurídico sino cómo es posible que se haya manifestado como tal: los documentos son reveladores con respecto a una práctica social nutrida por una mentalidad. Dicho en una metáfora actual: Lobo busca los programas tras los datos trasmitidos. Dice en otro contexto: “Pensé que para conocer una época no hay nada mejor que investigar escándalos... Hay que conocer las transgresiones para descubrir la norma ...” (1993: 51).
El trabajo de la autora es la de un detective a la busca de lo no dicho que dejó huellas en lo dicho, de lo que Lobo llama la “identidad cultural” (que forma un contraste con la “identidad nacional”):
La identidad cultural es la suma de experiencias colectivas, tradiciones que están sujetas a las mutaciones que produce el paso del tiempo. Es alquímica, espontánea y dinámica, constantemente evoluciona hacia nuevas formas de ser identidad. (Lobo, 2002)7
Hemos podido mostrar en detalle que la historia entera revela una estructura afirmativa: cada elemento tiene una función precisa en el conjunto cuya función es probar una tesis; pero no una tesis jurídica, sino cultural. El documento histórico no es más que una huella, un esqueleto, un índice de una mentalidad de su contexto cultural.
V. Las relaciones entre historias e Historia: Conclusiones
Quisiera tirar tres conclusiones de la confrontación de las historias con la Historia en el libro de Lobo:
1) La confrontación entre las historias probables y la Historia oficial describe a la vez la mentalidad de una cultura pasada y la mentalidad de una cultura actual, puesto que la manera en la que se presenta el pasado sigue los esquemas de quien lo presenta. Así, Lobo muestra al lector la invisibilización de las mujeres en el siglo XVIII, pero al mismo tiempo, la toma de consciencia de esta invisibilización en el siglo XX. Al olvido del siglo XVIII le corresponde una recuperación en el siglo XX. Si los documentos trasmitidos dan testimonio de la construcción de la Historia en la época colonial, las historias no contadas que se re-construyen, dan testimonio de la construcción de las historias en la actualidad. De hecho, la confrontación entre las historias y la Historia permite analizar la identidad cultural en su movimiento diacrónico.
2) No hay posibilidad de jerarquizar historias e Historia sin dogmatismo. O como escribe Lobo: “La novela histórica es un palimpsesto, un texto escrito sobre un texto anterior, una ficción sobrepuesta a otra ficción.” Según Lobo, la vida es un “caos gigantesco”, y “hay que extraer de ese caos los datos fundamentales que den esa idea cabal del estado general de la existencia” (1993: 52). Interpretando los documentos (que, a su vez, interpretaron la época), o sea en la observación de la observación que hace Lobo, vemos otras verdades, pero nunca la Verdad. De hecho, el tono en las historias de Lobo es francamente parcial y no oculta su parte subjetiva. Admitiendo las múltiples posibilidades y confrontando las múltiples versiones, nos acercamos a la complejidad de la época histórica y de la nuestra. En el conjunto de los varios mundos posibles podemos intuir la complejidad de la cultura.8
3) Si los documentos de la Historia son Lieux de mémoire en el sentido de Pierre Nora –una ayuda mnemotécnica de una comunidad cultural– la reconstrucción de los huecos son utopies de mémoire - utopías de la memoria, precisamente con todo el potencial creativo de las utopías y toda la parte fantástica de éstas.
Mario Vargas Llosa afirma en su libro La verdad de las mentiras:
Una época no está poblada únicamente de seres de carne y hueso; también, de los fantasmas en que estos seres se mudan para romper las barreras que los limitan y los frustran. (Vargas Llosa, 2004: 23)
Y sigue:
La verdad literaria es una y otra la verdad histórica. Pero, aunque esté repleta de mentiras –o, más bien, por ello mismo– la literatura cuenta la historia que la historia que escriben los historiadores no sabe ni puede contar. Porque los fraudes, embaucos y exageraciones de la literatura narrativa sirven para expresar verdades profundas e inquietantes que sólo de esta manera sesgada ven la luz. (Vargas Llosa 2004: 26)
Dicho en palabras de Tatiana Lobo:
el novelista no es un historiador ni un profeta ... el novelista es un explorador de la existencia (Lobo 1993: 52).
Lobo considera la ficción literaria superior a lo que escriben los historiadores. Sin embargo, este artículo quisiera sostener que para aprender algo sobre la cultura costarricense hoy en día, hay que tener en cuenta las dos: la Historia y las historias, para poder apreciar las diferencias entre ambas. La reescritura de las historias nos dibuja un mundo y la Historia oficial otro mundo. De la tensión entre ambos surge la compleja identidad cultural.
© Susanne Hartwig
Referencias bibliográfícas
Arriba
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Lobo, Tatiana, 1993: “Asalto al paraíso. Entrevista”, en: Herencia, 5,2: 48-60.
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Lobo W., Tatiana, 2002: “Abordar la historia desde la ficción literaria (o como destejer la bufanda)”, en: Revista Comunicación, 12, año 23, Edición Especial Tatiana Lobo (en: http://www.itcr.ac.cr/escuelas/ciencias_lenguaje/htm/revistacomunicacion/Volumen%2012N%BA2%202002/pdf%27s/tlobo.pdf, 13.12.2006).
Lobo W., Tatiana, 2004: Entre Dios y el Diablo. Mujeres de la Colonia (Crónicas), San José/C.R.: Norma.
López de la Vieja, María Teresa, 2003: “Hacer compañía y hacer justicia”, en: Signos filosóficos, 10: 235-250.
Mackenbach, Werner, 2000: “La nueva novela histórica en Nicaragua y Centroamérica”, en:
http://collaborations.denison.edu/istmo/n01/articulos/novela.html (13.12.2006).
Menton, Seymour, 1993: La nueva novela histórica de la América Latina, 1979-1992, México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Nora, Pierre (ed.), 1984 : Les lieux de mémoire I. La République, Paris: Gallimard.
Nora, Pierre (ed.), 1986 : Les lieux de mémoire II. La Nation, Paris: Gallimard.
Nora, Pierre (ed.), 1992 : Les lieux de mémoire III. Les France, Paris: Gallimard.
Nünning, Ansgar (1995): Von historischer Fiktion zu historiographischer Metafiktion, Bd. 1: Theorie, Typologie und Poetik des historischen Romans, Trier: WVT.
Nünning, Ansgar, 1999: “‘Verbal Fictions?’ Kritische Überlegungen und narratologische Alternativen zu Hayden Whites Einebnung des Gegensatzes zwischen Historiographie und Literatur”, en: Literaturwissenschaftliches Jahrbuch, 40: 352-380.
Rodríguez, Javier, 2004: Costa Rica, Madrid: travel.
Seager, Dennis, 2004: “Tatiana Lobo y la resistencia al dominio patriarcal”, en: Chen Sham, Jorge/ Chiu Olivares, Iseala (ed.), 2004: De márgenes y adiciones, San José, C.R.: Perro Azul: 97-118.
Vargas Llosa, Mario, 2004: La verdad de las mentiras, 2ª ed., Madrid: Santillana.
White, Hayden, 1973: Metahistory. The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe, Baltimore/London: Johns Hopkins University Press.
White, Hayden, 1987: The Content of the Form – Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore/London: Johns Hopkins University Press.
Notas
Arriba
vuelve 1. Véase las características de esta nueva novela histórica que enumera Menton (1993: 42-45): presentación de ideas filosóficas, distorsión de la historia, ficcionalización de personajes históricos, metaficción, intertextualidad, carácter dialógico, carnavalesco. Sobre la metaficción véase también Nünning, 1995.
vuelve 2. Lobo dice sobre su socialización: “Chile es para mí la infancia, mi adolescencia, mis primeros amores, la vida juvenil bohemia. Luego, tres duros años en Alemania me enseñaron a sobrevivir. En Costa Rica me inserté como adulta; es la sociedad que mejor conozco, en la que parís dos hijas, maduré y ahora envejezco; Costa Rica me da el material para mi trabajo literario” (1993: 49).
vuelve 3. Véase también López de la Vieja 2003: 237
vuelve 4. Como afirma White, el historiador da una perspectiva a lo narrado conforme selecciona y ordena los documentos elaborando un conjunto narrativo. Su manera de organizar los datos sigue las premisas de la retórica, puesto que el lenguaje humano está limitado a la hora de transformar en palabras una percepción holística. Así pues, el lenguaje forma el pensamiento de manera que el historiador sigue unos esquemas para transformar lo ocurrido en sentido, en filosofía implícita de la historia.
vuelve 5. Los “modes of emplotment”, según White, son comedia, tragedia, romance y sátira. Cada uno de estos tipos constituye a la vez una interpretación estética (elegir un proceso narrativo), una interpretación epistemológica (elegir un proceso interpretativo) y una interpretación ética (elegir un proceso mediante el cual las implicaciones ideológicas de una historia se prestan al conocimiento de los problemas actuales de una sociedad).
vuelve 6. Sobre la crítica del punto de vista demasiado retórico de White véase Nünning, 1999.
vuelve 7. Sigue Lobo: “En cambio, la identidad nacional se construye como una pared siempre a punto de desplomarse sobre las espaldas de los que la sostienen. No es espontánea ni dinámica, pretende ser inmutable. Obedece a un patrón establecido y trata de convencer que el tiempo pasa igual para todos. Para crear esta ilusión se inventó la historia patria y su relato de supuestos hechos fundadores que permite cohesionar a los ciudadanos alrededor de la Nación. ” (2002).
vuelve 8. Lobo dice sobre sus experiencias con las comunidades indígenas, por ejemplo: “ [...] me enseñaron que había muchas otras posibilidades de vivir en este planeta” (Lobo, 1993: 49).
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