Anna Jagdmann

Colombia, ombligo del mundo

El Chocó y los proyectos colombianos para un canal interoceánico

*Bibliografía

1. Mapa y nación

Este texto versa sobre las representaciones cartográficas del territorio panameño procedentes de Colombia. No pretende volver a los relatos, tantas veces contados, de las relaciones colombo-panameñas o de los proyectos del canal a lo largo de la historia. Por el contrario, la intención del texto es la de enfocar los significados con los cuales están cargados los conceptos del territorio panameño y del canal desde la visión colombiana. Se trata de mostrar que, a un nivel simbólico, la cartografía colombiana imagina el territorio de una manera determinada y de analizar cómo logra hacerlo.

A manera de introducción quiero hacer algunas aclaraciones acerca del sentido en el cual los mapas pueden ser símbolos. La suposición básica reside en que los mapas no son representaciones objetivas del terreno, sino que, al contrario, funcionan como textos. Esto significa que, del mismo modo que una novela, por ejemplo, los mapas albergan significados más allá de su contenido informativo. ¿Por qué parece entonces que el mapa aporta una representación objetiva del terreno, cuando realmente significa algo? La clave es que los mapas se producen según reglas técnicas como las de la proyección, las convenciones, el color, el tipo y tamaño de fuente, etc., que aparentan objetividad, pero estas reglas tienen siempre un trasfondo cultural (Harley, 1988). Esta circunstancia reside en una doble estructura semántica del mapa, la del mito, como lo describe Roland Barthes. Según Barthes (1957/1970), encontramos el significado del mito detrás de un significante aparentemente neutro, objetivo y científico, que se confunde con su referente, haciendo caso omiso a que detrás de este significante hay otro signo, el signo arbitrario, que, en nuestro caso, es el mapa como producto cultural. Ya que el significado "mítico" se reviste de objetividad, aparentemente no puede ser examinado, dudado o interpretado, y ha de tomarse como verdad objetiva.

La similitud entre el mapa y el mito cobija también las estrategias de representación. En primer lugar, ambos se dan como perspectivas impersonales que no dejan lugar a la duda. La impersonalidad del mapa es consecuencia de la perspectiva desde arriba, a vuelo de pájaro, que es una perspectiva total. En segundo lugar, el mapa es atemporal. Como dice el geógrafo en El Principito, los relatos de la geografía son destinados para la eternidad y, por carecer de temporalidad, el mapa resiste a los cambios de la realidad. En suma, el mapa es un código, una norma, que estructuralmente no permiten la opción al «no». Como desea un orden ideal de la cosas, no importa que su representación sea una anticipación o una idea que no corresponde al estado de las cosas. El mapa es un símbolo, un icono. Debe distinguirse claramente entre sus dos capas significativas: como medio de información y como producto cultural.

En nuestro caso específico, nos vemos confrontados con el mapa como símbolo en un contexto particular: la construcción de la nación colombiana. A través de sus mapas, Colombia creó un imaginario de lo que es y también de lo que no es. Ningún medio representativo se prestó mejor que el mapa para simbolizar el concepto de la nación, ya que el mapa del estado-nación es la formalización total de lo nacional. La nación, definida por Anderson como comunidad política imaginada, soberana y limitada (1991: 6), halla su representación óptima en el mapa, pues éste permite imaginar la comunidad de los ciudadanos que no se conocen entre sí, mostrar el territorio de la nación en sus límites y destacarlo como soberano frente a los vecinos. Estos significados, además, no tienen que ser justificados por el mapa, el cual los presenta como evidentes y objetivos. Ningún medio resulta más apropiado para representar la nación como verdad del presente, válida para todos, más allá de las opiniones políticas y desigualdades sociales. La combinación de texto e imagen, propia del mapa, resultó extraordinariamente apta para superficies de proyecciones subjetivas y metáforas, que a la vez se pretendían verdad objetiva y absoluta.

El caso de Panamá es particularmente revelador para determinados aspectos del concepto que Colombia tiene de sí misma. Primero se analizará cómo se representaba Panamá antes de su independencia. Veremos que esta fase está marcada por la ausencia de concepciones territoriales en Colombia y por la apropiación de representaciones provenientes de afuera. Luego se tematizará el manejo de Panamá en la geografía posterior a la separación de 1903. El aspecto más importante de esta segunda fase consiste en la idea de un canal colombiano como compensación y en la construcción del Chocó como sustituto de Panamá. Finalmente se intentará mostrar cómo en Colombia el asunto del canal fue convertido en proyecto nacional y cuáles son las implicaciones espaciales de esta interpretación.

2. Panamá en Colombia

El año 1903 no representa exactamente un hito en cuanto a los conceptos de representación territorial vigentes antes y después de la separación definitiva de Panamá. La separación se anunciaba ya en los problemas de y con la compañía francesa y en la creciente intromisión de los Estados Unidos desde la construcción del ferrocarril en los años cincuenta del siglo XIX. Sin embargo, se mantiene acá la referencia en un sentido simbólico y como orientación para agrupar las representaciones colombianas de Panamá en dos fases.

La primera de éstas está marcada por la ausencia casi total de construcciones cartográficas y geográficas colombianas. De hecho, el primero en retomar la idea de un canal interoceánico en América fue Alexander von Humboldt. Sin embargo, para Humboldt el canal era todavía un asunto técnico y regional; lo consideraba simplemente una obra de ingeniería. La entusiasta acogida de las ideas de Humboldt por Caldas y Bolívar elevó el canal al nivel de un asunto de prioridad nacional, incluso universal. Sin embargo, este entusiasmo no trajo repercusiones geográficas en los momentos subsiguientes del siglo XIX y solamente la independencia panameña de 1903 generó un cambio sustancial. Esta circunstancia resulta tanto más significativa, cuando tenemos en cuenta que en la Nueva Granada existía una preocupación por las representaciones geográficas, en las cuales Panamá, no obstante, no figuraba. El siglo XIX se caracteriza por la ausencia de monografías colombianas, geográficas o de otro tipo, sobre el canal y Panamá, y por la escasez de mapas colombianos de Panamá y del canal. La producción sobre Panamá se limitaba a menciones en compendios geográficos y diccionarios, artículos ocasionales de periódico y referencias a expediciones extranjeras.

Al lado de la producción geográfica, una gran parte de lo poco que se escribió sobre el canal durante el siglo XIX es de naturaleza jurídica y versa sobre los tratados celebrados con diversos personajes, deseosos, pero incapaces, de excavar un canal en diferentes partes del territorio (Sánchez, 1999: 359). A partir de los años treinta se otorgó un sinnúmero de concesiones para la construcción de un canal con diferentes trazados. La única que tuvo repercusiones prácticas, y en consecuencia alguna repercusión geográfica, fue la del fracasado canal de Lesseps. La conciencia del tema del canal era esencialmente de carácter legal e ignoraba el componente de la representación del territorio. En los escritos jurídicos se vislumbra el conflicto de la soberanía nacional, que empezaba a esbozarse con mayor claridad a partir de la construcción del ferrocarril por parte de los norteamericanos. En esta línea, la Memoria del entonces Secretario del Interior Santiago Pérez (1869) reprodujo los documentos elaborados por una comisión, encargada de negociar una concesión de construcción para los Estados Unidos. Los puntos más discutidos de la época fueron la concesión de baldíos a la empresa del canal, la neutralidad de la vía, la futura devolución del canal a Colombia y las rentas que Colombia recibiera. Pero estas preocupaciones legales, a pesar de girar en torno a asuntos territoriales, no generaron una correspondiente producción geográfica nacional ni un imaginario territorial que incluyera a Panamá. El único interés que Panamá consiguió despertar concierne al aspecto legal de una obra particular en su territorio, el canal. Éste era considerado como un proyecto de modernización, pero los modernizadores venían de afuera y la máxima intervención de Colombia se reducía a su apoyo administrativo.

La ausencia casi total de Panamá en el conjunto territorial colombiano alcanzó ocasionalmente una expresión directa. Francisco Posada, autor de un directorio de la ciudad de Panamá, menciona que «Panamá es más conocido en el extranjero que en el interior del país adonde no suelen ir de por acá sino las más vagas é inexactas noticias» (1898: 151). A causa de este desconocimiento, incluso algunos viajeros colombianos, entre los pocos que llegaron hasta Panamá, consideraron imposible la intervención del gobierno nacional en asuntos de este estado. Uno de ellos, el político Salvador Camacho Roldán, propuso la intervención extranjera como única manera de remediar los problemas panameños: «El gobierno central, mal pudiera proveer al aseo, á la salubridad y á la policía de ornato y de seguridad de lugares desconocidos por los miembros del Gobierno de Bogotá; sólo el elemento extranjero podría comunicar á estos intereses la iniciativa, la espontaneidad, el amor cívico que ellas requieren» (1890: 34). Evidentemente, Panamá estaba más lejos del centro de la nación colombiana que del exterior.

La falta de concepto territorial se refleja también en una serie importante de mapas de Colombia del siglo XIX, el Atlas Geográfico e Histórico de la República de Colombia (Antigua Nueva Granada) de Codazzi, publicado en 1889 por algunos de sus ayudantes de exploración. Aunque el tema de las fronteras es una de las grandes constantes de la geografía en Colombia, la frontera norte de Panamá fue tratada con tal arbitrariedad por el Atlas, que algunos de sus mapas llegaron a omitirla, mientras que en otros figuraba mediante trazados diversos y carentes de cualquier tipo de explicación o lógica reconocible.

Esta falta de concepto no puede reducirse a las dificultades de la comunicación entre Bogotá y Panamá. También gran parte del oriente era desconocida hasta bien entrado el siglo XX, y su producción cartográfica y geográfica hasta principios del mismo siglo fue igualmente escasa. Sin embargo, el tratamiento cartográfico de esta región es mucho más consistente que el del territorio panameño. Desde los trabajos de Codazzi, el oriente adquirió importancia como reserva nacional, como hinterland, y ocupó un lugar estratégico para el futuro imaginado desde la geografía. A mi modo de ver, la diferencia reside en la posibilidad de concebir el oriente con referencia a la montaña, como su prolongación o como su opuesto, mientras que Panamá no solamente estaba lejos en el espacio, sino también en el imaginario. En las ocasiones en que Panamá se hizo visible, fue en términos del canal o del istmo, es decir, en un sentido posicional y no territorial. En suma, el espacio panameño apenas se percibía en las representaciones anteriores a 1903. Panamá era un apéndice y no una reserva.

A pesar de esta situación, durante el siglo XIX fue publicado un gran número de compendios sobre Panamá y el canal. Pero estas monografías son extranjeras en su totalidad – norteamericanas y sobre todo europeas–, circunstancia que determina la naturaleza particular de tales textos. Todos demuestran un genuino interés geográfico –todo lo contrario de lo que sucedía en Colombia–, que a su vez radicaba en una motivación definida: el canal como proyecto europeo, y no como parte de una unidad política. Consecuentemente, estos textos constituyen tratados geográficos que no se refieren a Panamá, ni a Colombia, ni al Chocó ni al Darién, sino a espacios concebidos en términos de las posibles rutas de canal y explorados con base en tal delimitación. La geografía de la región en cuestión se concebía en función del canal y de las posibilidades de su realización, mas no en términos de geografías completas. Como relatos de exploraciones, son por definición parciales, en el sentido de que describen solamente la parte explorada y no una entidad política. La Nueva Granada y la organización política del territorio se prestaban únicamente para un pie de página, aunque extenso. Tal omisión de la organización política naturaliza el territorio, y de esta manera fue posible definir un espacio del canal sin la necesidad de definir su pertenencia política. Para la concepción europea, el canal era una territorio de todos, construido en una tierra de nadie, o de nadie importante. Esto se anuncia ya en los títulos, por ejemplo el Journal of the Expedition of Inquiry for the Junction of the Atlantic and Pacific Oceans de Gisborne, À travers l'Isthme de Panama de Verbrugghe, Le Canal de Panama. L'Isthme Américain. Explorations; Comparaison des tracés étudíés. Négociations; État des Travaux de Wyse o las Exploraciones a los Istmos de Panamá y de Darién 1876, 1877 y 1878 de Armand Reclus. Relevante era la unión entre el Atlántico y el Pacífico, el istmo de Panamá, del Darién o de América, pero en ningún momento el contexto político. Panamá fue reducido al istmo, y no se percibía ni como parte de la Nueva Granada, ni como unidad política. El territorio percibido por Europa fue un territorio imaginado a través del canal y, por consiguiente, fragmentado si comparamos su construcción con la de otras partes. Un territorio nacional, como se señaló en la introducción, es, idealmente, homogéneo y limitado –todo lo contrario de un fragmento territorial–.

Sin embargo, esta concepción territorial europea fue adoptada posteriormente también en Colombia, con repercusiones para los conceptos de un canal colombiano y, en todo caso, para las escasas manifestaciones del espacio panameño. Como consecuencia de la mirada europea, las denominaciones del espacio natural y del espacio político se tornaron intercambiables: Panamá era el istmo, el istmo era el canal: Panamá era el canal. Uno de los pocos mapas colombianos de la región pone de manifiesto esta confusión. Publicado en el Papel Periódico Ilustrado en 1882, el «Mapa del Istmo de Panamá con el trazado de la línea actual del ferrocarril y la del proyecto de Canal interoceánico» (1882: 312), representa, con pocos detalles, la parte entre Colón y Panamá, esto es, la línea del ferrocarril y del trazado del canal. Es claro que en este mapa el istmo de Panamá es concebido en términos del canal. No obstante, «Istmo de Panamá» solía aplicarse no solamente a la parte más estrecha, sino también a una parte o la totalidad del estado federal. Panamá tuvo varios nombres a través del tiempo: «Istmo», «Panamá», «Istmo de Panamá», para mencionar sólo los más recientes, y no siempre era claro a qué territorio hacían referencia. En una geografía de Panamá de 1898, por ejemplo, el departamento se define de manera expresa como istmo: «El Departamento de Panamá forma el istmo más notable del mundo y es el puente natural que junta las dos partes en que está dividida la América, marcando al mismo tiempo el punto más corto de comunicación entre los Océanos Atlántico y Pacífico» (Valdés, 1898: 1). En gran parte esta ambigüedad de denominación fue consecuencia del concepto de Panamá como lugar del canal.

Se podría suponer que la producción geográfica europea sobre la región habría generado un eco en Colombia, pero esto no sucedió. El miedo a la intromisión y a las complicaciones legales provocaron más bien desconfianza. Los pocos textos que se refieren a exploraciones extranjeras son estrictamente reproducciones, limitadas a la traducción y publicación de los relatos en español. Entre los pocos mapas colombianos que son mencionados en relación con rutas posibles del canal hay uno de Codazzi, desaparecido, que mostraba las rutas de exploración de los europeos (Sánchez, 1999: 371-373), pero parece que no existía ningún mapa de rutas de canal diseñado por el propio Codazzi u otro colombiano. En suma, los conceptos sobre el canal y el territorio por él atravesado no fueron superados o transformados, sino recibidos de manera pasiva. Panamá parecía un país distinto de Colombia.

Con la separación de Panamá se abre una nueva fase en términos representativos, en la cual el concepto colombiano del territorio panameño cambia, o mejor, empieza a existir. La pérdida del territorio panameño fue lo que provocó el interés de la geografía colombiana. Este hecho no lo podría expresar con mayor claridad Luis Armenta, defensor del canal, que publicaba en las Anales de Ingeniería y en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia. En 1948 escribió: «Inmediatamente después del 3 de noviembre de 1903, solicité ... cinco gruesos volúmenes y unos cuarenta ejemplares de Scientific American» (1948: 75) –textos sobre proyectos de canal en el istmo americano–. Armenta aclara su motivación con las siguientes palabras: «La separación de Panamá me indujo a conseguir toda la documentación técnica posible, que condujese al conocimiento completo de las posibles vías intermarítimas en nuestro territorio» (1948: 76). Estas citas nos muestran algunas constantes del nuevo imaginario, surgido a partir de la pérdida de Panamá. En primer lugar, fue la pérdida del territorio panameño aquello que motivó el interés por Panamá. En segundo lugar, «Panamá», esencialmente, se comprendía como sinónimo de «canal» y no como alusión a un territorio. La pérdida del territorio provocó la búsqueda de documentos sobre canales, no sobre el territorio panameño, relevante sólo en la medida en que contenía la posibilidad para la construcción de un canal interoceánico. Finalmente, dado que la pérdida se refería al canal, y no al territorio panameño, la búsqueda se inició en pos de una sustitución de territorios que posibilitaran vías intermarítimas y de un canal en el restante territorio colombiano.

La búsqueda de un canal colombiano fue una de las grandes estrategias para la superación del trauma de la separación. Otra de las estrategias fue la negación de la independencia panameña hasta 1924 aproximadamente, cuando finalmente Colombia reconoció a Panamá como estado independiente. En términos cartográficos, esta estrategia se revela en la representación de Panamá como parte de Colombia. Se hizo además el intento tardío de crear un imaginario territorial de Panamá como parte de Colombia, asignándole importancia y valores positivos al territorio perdido. Sin embargo, con el reconocimiento de Panamá como estado independiente por parte de Colombia, esta estrategia perdió su razón de ser. Posteriormente, y en muchos casos hasta hoy, la estrategia de la negación de la independencia panameña fue reemplazada por la negación de la existencia panameña. Cartográficamente, Panamá no aparecía, o lo hacía con muy pocos elementos, y en especial, su nombre era suprimido. Al lado de estas dos estrategias representativas, otra consistía en la desviación del interés geográfico a otras regiones, en especial a los Llanos y la Amazonía, que se descubrieron como regiones de Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX. Una estrategia más, complementaria de aquella de la negación de la independencia, fue la afirmación de la amistad entre Colombia y los Estados Unidos, junto con la pretensión de superioridad colombiana e inferioridad panameña en múltiples sentidos –desde las posibilidades de construir un canal hasta el valor moral del comportamiento de los dirigentes políticos–. Más allá de todas estas estrategias, aquella que puede considerarse como la más fuerte es la señalada inicialmente: la idea de un canal colombiano, que conduce a la invención del Chocó como istmo y a la eliminación del Darién.

3. El Chocó como sustitución de Panamá

Al ser Panamá sinónimo del canal y no de un territorio, suplir la pérdida del canal implicaba la tarea de construir otro. Pero la construcción de un canal interoceánico requiere, por definición, de un istmo, y el istmo se había perdido. La idea de un canal en territorio colombiano a través del Chocó partía, entonces, de la suposición de que el Chocó constituye igualmente un istmo. En este sentido afirma Alberto Mendoza Morales, presidente de la Sociedad Geográfica de Colombia, que el Chocó «representa una prolongación del istmo centroamericano en Suramérica, istmo legítimo, conexión entre Centro y Suramérica, umbral continental» (1996: 31). Belisario Arenas Paz, autor de un compendio geográfico, habla incluso de modo explícito sobre una parcial identidad territorial entre el Chocó y Panamá: «El territorio de la Intendencia del Chocó comprende una parte del istmo de Panamá, en los límites con la república de este nombre» (1928: 174). Que el Chocó formara parte del istmo de Panamá –denominación ambigua por ser geográfica y política a la vez–, significaba que Panamá no se había perdido del todo, o que la pérdida no traía consecuencias irremediables.

La doble pertenencia del Chocó aquí postulada –como parte del istmo centroamericano o de Panamá, pero también de la América del Sur– recibió una atención cartográfica muy clara. Los dos primeros mapas colombianos, de 1893, que representan al Chocó como parte del istmo, fueron elaborados por Vergara y Velasco como complemento a su traducción de Colombia, texto que formara parte de una geografía general, en francés, de Eliseo Reclus. Titulados «Oro-hidrografía de Colombia» e «Hidrografía», los mapas pueden considerarse como el inicio de una representación colombiana del Chocó como continuación del istmo de Panamá. Ya el recorte en el territorio representado apunta hacia una integración del Chocó con Panamá y hacia un acercamiento del istmo, o de los dos istmos, a la cordillera. Ambos mapas son clasificados como mapas de Colombia, así no aparezca el todo del territorio nacional, sino solamente la parte occidental, y ésta de manera incompleta: falta la parte occidental de Panamá. Especialmente significativo es que la franja Panamá–Chocó, a través de los símbolos utilizados para las propiedades del terreno, aparece como continua. En el mapa orográfico, por ejemplo, se muestran «tierras ardientes» con menos de 500 metros de altura, simbolizadas por el fondo blanco del mapa. Adicionalmente, los nombres de las unidades orográficas –desde el «Istmo», la «Serranía ístmica», el «Darién» y la «Serranía de Baudó», hasta el «Chocó (Alto) (Bajo)»– aparecen como sucesión, reforzando de esta manera el efecto de continuidad visual y espacial. En el mapa hidrográfico, la continuidad se establece mediante el sombreado para la vertiente pacífica. Este sombreado se distingue de los símbolos usados para las otras dos hoyas y es mucho más fuerte en cuanto a la atención visual que suscita.

Los dos mapas de Vergara y Velasco no constituyen una excepción, sino el inicio de una tradición representativa que alcanzara gran divulgación. Un ejemplo de ello es el «Croquis de unidades geológicas de Colombia» del Ministerio de Minas y Petróleos y el Instituto Geológico Nacional, que data aproximadamente de la mitad del siglo XX (Pérez Arbeláez, 1964), cuya similitud con los mapas de Vergara es notoria. En el croquis aparece todo el territorio colombiano, pero se mantiene, e incluso se refuerza, la representación de la continuidad entre los dos istmos. Las unidades geológicas en la costa pacífica, que son varias, corren paralelas, aparecen en blanco y se distinguen frente al resto de las unidades geológicas de Colombia.

A pesar de estas representaciones, no es obvio que el Chocó sea un istmo. Por definición, un istmo está situado entre dos mares. Del Chocó se puede afirmar esta condición en un sentido muy limitado, y más bien con referencia al Darién, que no constituye una noción territorial tanto de la Colombia republicana como de la época colonial. En la concepción del Chocó como prolongación del istmo, el límite occidental no ocasiona dificultades conceptuales: se trata del Océano Pacífico. Pero del lado oriental no se cuenta con la presencia del Atlántico, como sí lo hace América Central. El Chocó sería un «istmo» confinado por el mar solamente desde un lado, y por ello, ya no sería realmente un istmo. Dada esta circunstancia, el río Atrato, límite oriental del Chocó, fue imaginado como sustituto y prolongación del Atlántico: fue convertido en mar. Si el Atrato se toma como mar y el Chocó como istmo, el istmo centroamericano tiene un límite preciso con América del Sur. Así lo explica Álvaro Rebolledo: «El río Atrato, que la [América del Sur] baña de sur a norte, tiene la singular distinción de marcar el límite geográfico de la garganta ístmica del continente y, por consiguiente, la frontera entre la América del Sur y la Central» (1930: 314). Un escritor anónimo de principios del siglo XX llegó incluso a ver el Atrato como mar mientras observaba el río: «En mi mente desaparecieron las quince bocas del Atrato con sus barras y se me ocurrió que el río, por su horizontalidad donde las aguas parecen no moverse, fuese un simple brazo que el Atlántico ha internado en el Continente como buscando un encuentro con su hermano el Pacífico» (1910: 146-147). Esto significa una inversión de la dirección del agua: el Atrato no fluye hacia el Atlántico, sino que el Atlántico se adentra en el continente, y, por así decirlo, fluye hacia el Pacífico.

Como consecuencia de esta inversión, surgió la pregunta por la unión del Atlántico y el Pacífico en una época geológica anterior, teoría que aún hoy es muy recurrente. Según ella, el istmo chocoano, antes de convertirse en istmo, habría sido un canal natural que unía los dos océanos. El territorio del Chocó habría estado separado del de Panamá mediante este canal, sustituido posteriormente por la serranía del Baudó, que, al levantarse, ocupara el lugar del antiguo canal natural. Construir un canal significaría entonces reconvertir al Chocó a su estado original.

En una serie de cuatro mapas, frecuentemente reproducida hasta hoy y que en la Geografía Económica de Colombia de 1943 (Contraloría) lleva por título «Teoría de la formación de las hoyas hidrográficas del Chocó», se representa esta evolución geológica. En el primer mapa, «Las aguas confundidas de los dos mares tenían por límite una línea próxima a los cursos de los ríos Atrato y San Juan». Según el mapa, las riberas del Atrato y del San Juan no son propiamente riberas, sino costa, «la costa primitiva del Pacífico». La costa del lado noroccidental coincidiría con la Serranía del Darién. Pero el mapa también muestra el límite costero actual mediante una línea punteada. El mar aparece en blanco, igual que la tierra firme: Ya en este mapa, tierra y mar están sobrepuestos, y «las aguas confundidas de los dos mares» aparecen como mar y como tierra a la vez. Los dos ríos mencionados forman la «costa primitiva», mas no la costa definitiva. A pesar de que esta antigua unión de los dos mares prefigurara al proyecto de un canal artificial, se trataba de una formación preliminar que todavía no había alcanzado su destino territorial. Solamente la desaparición del canal natural permitió la existencia del Chocó, formado por aluviones del Atrato: La Geografía Económica elogia el trabajo de los dos ríos. Al arrastrar detritus y rellenar con él las bahías en las cuales desembocan, aumentan lentamente la superficie terrestre de Colombia a expensas del mar. Las bahías, el Atrato y el San Juan son el rezago de la antigua unión entre el Atlántico y el Pacífico. Abrir un canal a través de este territorio, que es en sí un antiguo canal, significaría restablecer los valores de la naturaleza y a la vez mejorarla. Por ello, el canal era considerado como la culminación del destino territorial del Chocó mediante la obra del hombre. En este sentido, ya el mismo Codazzi identifica, en su geografía de Panamá, el paso natural con aquél hecho por el hombre: «Desde luego se recuerda que han transcurrido tres siglos y medio desde que Colón vino a buscar en este mismo punto el paso para seguir a las indias orientales, paso que la naturaleza había abierto, pero que después volvió a cerrar ...y que después de tanto tiempo sólo hasta nuestros días se ha pensado en hallar la misma vía y en hacer lo que la naturaleza había hecho» (2002: 139).

El segundo y tercer mapa de la serie representan la «Emersión de la Cordillera del Baudó». Especialmente el tercer mapa muestra la «Formación de dos grandes golfos» y, según él, hasta ese momento el Atrato y el San Juan todavía no existían como ríos. Éstos pueden verse solamente en el cuarto mapa, sobre la «Formación de las hoyas hidrográficas de los ríos Atrato y San Juan». En él aparece además el límite con Panamá, sin mención de Panamá y sin que la frontera involucre los procesos geológicos que representa: había que sustituir la separación natural de los dos territorios por otra. Éste fue el costo de la representación del Chocó como istmo: aunque seguía siendo un límite natural por la Serranía del Darién, la frontera dejó de ser clara. Este último mapa cierra el círculo con el primero: la línea que en el primer mapa aparece punteada es ahora costa marítima, y la anterior costa se ha convertido, por un lado, en frontera, y por el otro, en una delgada línea negra: el Atrato. El Chocó, según estos mapas, une tanto por mar como por tierra. Es unión de los dos mares, sueño nacional de Colombia, y unión de los territorios del Chocó y Panamá, que, destinados a unir una vez más los dos mares, justifican a su vez al Chocó como istmo. La misma separación entre Colombia y Panamá determina, como canal natural, a la línea Atrato-San Juan, posteriormente unidos por los procesos geológicos. La divisoria de aguas entre los dos ríos se ha convertido en la prolongación del istmo de Panamá en Colombia. Si el Atrato hubiera permanecido como río, no se podría hablar de un istmo. Pero su ancestro, que sí fue un istmo, justifica al río como mar y permite a la línea Atrato-San Juan seguir actuando como límite de un istmo, ya que en su origen ambos ríos hacían parte del mar. La importancia de esta transformación natural en tierra de canales reside en el hecho de que un paso natural, al no poder atravesar un territorio, tampoco puede ser poseído de la misma manera que éste, más aún en un país donde el concepto de los «territorios marítimos» es relativamente nuevo.

Sin embargo, esta interpretación no convirtió al Chocó en centro de atención. De modo análogo a Panamá, el Chocó era considerado como útil sobre todo para la construcción de un canal. De esta manera, la identidad entre Panamá y el Chocó se extendió al estatus que tenían –y tienen– en el imaginario territorial colombiano: se trataba de espacios marginales y marginados. Panamá y el Chocó, cultural y geográficamente opuestos al concepto hegemónico de nación, que establecía como estándar el territorio montañoso y lo comparaba todo con él, más que hacer parte integral del imaginario del territorio nacional, eran espacios en función de este imaginario. No importaban en sí mismos, sino a partir de la posibilidad de realizar un canal a través de sus territorios. Lo relevante era el canal, pues con él, como se mostrará en la última parte, se esperaba que el país se convirtiera en el centro del mundo. Pero dentro del imaginario territorial de la nación, Panamá y el Chocó permanecían como espacios marginales, cumpliendo una función para el nuevo centro, mas sin formar parte de él.

4. La separación cartográfica de Panamá y del Chocó y la eliminación del Darién

En la construcción del Chocó como sustituto de Panamá, a pesar de la analogía entre ambos espacios, tenía que separárseles claramente. El Chocó, considerado como la prolongación del istmo en Colombia, a la vez no era idéntico con éste. Al hacer parte de Colombia, como no lo hacía Panamá, se trataba de un espacio radicalmente distinto. La historia humana se dio de modo diverso a la historia geológica antes descrita, según la cual el Chocó y Panamá estaban originalmente separados. Durante la época colonial, el Chocó y Panamá estaban relacionados territorialmente por el Darién, lugar de definición imprecisa, carente de estatus o límites políticos, y que, superpuesto en Panamá y el Chocó, confundía la demarcación divisoria entre ambos. La separación de Panamá requería la eliminación del Darién y la construcción de un límite natural claramente visible, confirmado por la historia. Pero, dado que a principios de la época colonial el Darién era el único referente territorial para la región occidental de la actual Colombia, resultó imposible eliminarlo de la historia.

El límite al cual se recurrió no era para nada claro. Una de las maneras en que fue definida la frontera oriental de Panamá es la siguiente: «desde la boca del río Atrato, aguas arriba hasta su confluencia con el Napipí; todo el curso de éste hasta su nacimiento, y de ahí a la bahía de Cupica» (Medina, 1913: 24). Medina, autor de una tesis doctoral sobre el límite colombo-panameño, publicada en 1913, tras afirmar que, en tiempos de la conquista del territorio, la línea Atrato-San Juan constituía el límite de la audiencia de Castilla de Oro, sostiene que se trataba de un límite provisional, ya que la extensión exacta de la audiencia no era conocida. En otras palabras, el límite no podía llamarse tal, porque el territorio por él atravesado era esencialmente desconocido, y tampoco podía determinarse según la línea Atrato-San Juan, pues ésta no correspondía a los trazados de límites de las unidades políticas que se constituyeron en 1903. Como el Darién se hallaba superpuesto a lo que ya Medina consideraba la verdadera geografía de la región, compuesta de Panamá y del Chocó, poco a poco el Darién dejó de existir. Este proceso de desaparición parece iniciarse muy pronto tras la conquista del territorio, ya que «Esta jurisdicción [de Castilla de Oro] se fue menoscabando, y el territorio de la Provincia de Tierra Firme disminuyéndose a la medida de la creación de nuevas Audiencias, Capitanías Generales, Gobernaciones y Virreinatos, hasta venir a reducirse, a lo que geográficamente constituye el Istmo de Panamá, lo cual ... suministra una prueba de la influencia de la unidad geográfica sobre la unidad política» (Medina, 1913: 61). Según esta explicación, los primeros españoles en tierra firme, al desconocer la región, estaban equivocados en cuanto a su geografía. La geografía verdadera –surgida con la separación de Panamá– fue la que, según Medina, determinara las unidades políticas actuales. En algún momento, las unidades políticas se retiraron hacia los territorios geográficos que les correspondían. Lo que realmente hizo Medina, fue confinar la unidad política a su territorio actual, para garantizar la posesión colombiana del Chocó y la claridad de su frontera con Panamá. La posesión del Chocó se hallaba constantemente amenazada: a pesar de todos los intentos de análisis geográfico, la línea Atrato-San Juan, precisamente por su utilidad para crear un istmo en Colombia, siempre podía ser un argumento a favor de posibles reclamos panameños, y, en un sentido más abstracto, amenazar la integridad del territorio colombiano como tal. En cuanto prolongación del istmo panameño, el istmo chocoano significaba para Colombia la presencia, en su territorio, de territorio panameño: Si Colombia poseía una parte del istmo, la totalidad de éste, incluido Panamá, se relacionaba con Colombia. En este sentido, para Medina, el Chocó adquirió sus límites a través de la legalización del verdadero límite natural –la Serranía del Darién–, en la medida en que la unidad política de Panamá se redujo a su verdadero espacio geográfico. La historia trajo como efecto la conformación del Chocó y de Panamá en los territorios que les correspondían verdaderamente. Con el tiempo, Panamá fue recogiéndose, el Chocó afirmándose en el territorio que le pertenecía, pero que no tenía bajo su control, mientras el Darién iba desapareciendo. Las denominaciones «Chocó», «Darién», «Urabá», «Panamá», «Tierra Firme» y «Castilla de Oro», que se referían a territorios superpuestos en distintos momentos, fueron reducidas a «Chocó» y «Panamá», claramente separadas. De hecho, el Darién casi nunca fue nombrado en los mapas posteriores a 1903. La Serranía del Darién se convirtió en su único vestigio, mientras el «Golfo de Urabá o Darién» redujo su nombre a «Golfo de Urabá». Como tema de investigación en Colombia, el Darién prácticamente no existió hasta los años 90, cuando empezó a despertar un interés a partir de la ecología.

5. Colombia, ombligo del mundo

Colombia realmente no necesitaba poseer el territorio panameño, pues el Chocó constituía la promesa de otro canal, éste sí colombiano. ¿Pero en qué radicaba la importancia de tener un canal? Más allá del ánimo de recuperar lo que Panamá se había llevado consigo, los proyectos para un canal de Colombia revelan toda una mitología en torno a su posición entre dos mares. Según los defensores del canal colombiano, la ubicación de Colombia prometía que, teniendo un canal, ésta se convertiría en el punto central del mundo. Esta mitología fue elevada a proyecto nacional: ser centro del mundo era considerado como el destino de Colombia, que habría de transformarla radicalmente a nivel económico, cultural, social y político.

El estatus del canal como proyecto nacional surgió casi simultáneamente con la idea de un canal colombiano, es decir, recién acontecida la separación de Panamá. Griseldino Carvajal, uno de los primeros en sostener la idea de un canal colombiano, publicó en 1911 un folleto que él mismo define como «ofrenda á la memoria de nuestros libertadores y mártires» (1911: I), y que originalmente había de publicarse el 20 de julio de 1910. Carvajal resume el proyecto de la siguiente manera: «En síntesis: confundir las aguas de ambos océanos al través de las entrañas rotas del Chocó; qué contribución tan digna para la apoteosis de nuestros libertadores y mártires! Nada como esto para ver pronto á Colombia grande, libre y respetada» (1911: 19-20). Al describir el canal como homenaje a los fundadores del país independiente, Carvajal hace de éste la consumación de la nación colombiana. Aún a finales de los años 80 del siglo XX un análisis de rentabilidad, que presenta el canal bajo una luz muy favorable, sostiene que, más allá de la esperada redención económica del país, la construcción del canal llevaría a la "construcción de una nueva nación" (Silva Betancourt, 1989: 137) a nivel social, político y cultural.

Con un argumento un tanto más complejo, también en los años 80, Bahamón Dussan describe al canal como piedra de toque para comprobar la existencia de la conciencia nacional colombiana. Ésta es señalada como prerrequisito para la realización de un canal en Colombia: «Por todo esto lo primero que tenemos que hacer es robustecer una conciencia nacional que opere como un objetivo geopolítico para el siglo XXI no sólo sobre la bondad y la conveniencia del canal sino sobre nuestra capacidad para emprender la obra y luego para administrarla» (1997: 82). Sin embargo, aún era el canal el que, inversamente, tenía el poder de crear esta conciencia nacional: el canal era el fin que creaba sus medios, los cuales, a su vez, constituían su verdadero fin. El medio para robustecer la conciencia nacional consistía en «aplicar los consejos que dicta la geopolítica» (Bahamón Dussan, 1997: 82), concernientes a la relación entre nación y mapa. Éstos habrían de cambiar la manera de imaginar a Colombia en el espacio mundial. Específicamente, Colombia tenía que empezar a verse en el mapa, ya no como lugar marginal en relación con los Estados Unidos, sino como centro del mundo. Tal suposición significa que, mientras Colombia no se definiera como su propio centro y empezara a evaluar su situación geográfica de manera independiente, liberada de la tutela de los Estados Unidos, no podría entenderse a sí misma como nación. Una vez que los colombianos miraran el mapa con otros ojos y descubriesen la posición central de su país en el mundo, podría hacerse el canal, el cual, a su vez, revelaría esta posición ante el mundo.

La idea de la centralidad del istmo es tan antigua como Colombia, más referida a Panamá, y no a Colombia, hasta la separación panameña. Ya Bolívar, en su «Carta de Jamaica» (1829), sostiene que: «Los estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino que fue Bizancio la del antiguo hemisferio!» (1999: 59). La centralidad de Panamá se derivaba de su posición, en sentido geométrico, «entre los dos grandes mares». A finales del siglo XIX, Francisco Posada nombra en este mismo sentido y ya sin necesidad de explicaciones, «su posición tan central en el mundo [la de Panamá]» (47). Ésta parece haberse convertido en un hecho evidente.

Mas no bastaba con la mera posición central de Panamá, sino que ésta debía ser aprovechada. Solamente el canal, «gran camino del comercio universal» y «punto de cita de todas las industrias y de todos los cultivos», habría de ser el «verdadero lazo de unión de la familia humana» (Papel Periódico Ilustrado, vol. 1: 312). Únicamente a partir de la construcción del canal, el istmo de Panamá podría «considerarse como lugar sagrado, supuesto que allí podrán estrecharse las manos protegidos por la bandera de Colombia, garantía para todos, amenaza para ninguno, los hombres de distintas razas y de diversas nacionalidades» (Papel Periódico Ilustrado, vol. 1: 312). Esa centralidad de la posición panameña, revelada mediante la obra del canal, determinó el enfoque de las lamentaciones sobre su pérdida, y se convirtió, consecuentemente, en tema central de los proyectos colombianos de canal.

El istmo colombiano, entonces, debería contener las mismas cualidades y potencias que el de Panamá, y, en especial, la posibilidad de convertirse en centro mundial mediante un canal. A pesar de la gran cantidad de escritos en torno a esta suposición, son escasos los mapas que construyen a Colombia como centro del mundo, quizá porque la creación de la conciencia nacional no llegó a término. Una de las pocas presentaciones cartográficas de la idea se encuentra en el proyecto del Puente Terrestre Interoceánico para un así llamado «canal seco». Presentado en formato de atlas, el primero de los cuatro tomos abre y cierra con un mapamundi (Presidencia, tomo 1, planchas 7 y 39), cuyo aspecto más notable es el punto de enfoque: su centro geométrico coincide con el Océano Pacífico, no con una masa terrestre. Europa se ubica cerca del margen izquierdo, América en el tercero derecho, y Asia ocupa el tercero izquierdo. El océano Atlántico prácticamente no existe, y es tal la confinación de Europa a un extremo del mapa, que el continente de África no aparece entero. Colombia resalta en color rojo. En sí, esta distribución no la representa como centro, mas éste, al estar vacío, sugiere un camino abierto hacia el occidente. El proyecto del Puente Terrestre surgió de la hipótesis de que el futuro de Colombia se encontraba en el Pacífico, y el mapamundi realmente abre la mirada a esta dirección. Pero es otro su efecto más fuerte: dirigir la atención al lugar del mundo que, tradicionalmente, no hacía parte de la ubicación cartográfica de Colombia. Las representaciones cartográficas de Colombia solían establecerse en relación con el continente americano y con Europa, pero nunca con Asia. Este mapamundi muestra lo oculto en cuanto a la ubicación de Colombia en el mundo, y, combinado con el recuerdo de los mapamundis convencionales, le asigna su nueva posición central.

Al mapa se sobrepone una hoja semitransparente, cuyo texto –de diferente contenido al principio y al final del libro–, al estar impreso en la parte izquierda, domina sobre el mapa y cubre la parte de Europa. En el mapa de cierre, las flechas que salen de Colombia hacia el oriente y el occidente, refuerzan el cambio de perspectiva respecto a la posición de Colombia en el mundo, acercándola a Asia vía occidente y no vía Europa, como era la costumbre. Aunque tanto el mapa de apertura como el de cierre se llamen simplemente «El Mundo», su título secreto es el que enseña la última hoja superpuesta: «Una Colombia, de todos los mares y de todos los continentes». Así, a pesar de enfocar la nueva conciencia posicional en relación con la «dimensión del Pacífico», el proyecto del Puente Terrestre inserta a Colombia en el contexto universal, y revela, como todos los proyectos de canal en Colombia, su intención de otorgarle una posición favorable y visible a nivel global.

Colombia: ¿cruce de caminos globales? Una mirada predispuesta al mapa confirma que el país, efectivamente, se sitúa en un punto donde pueden cruzarse rutas provenientes de todas partes. Pero esta mirada, que de antemano concibe a Colombia como centro geométrico del mundo, se desintegra si se la transfiere a un globo terráqueo. Al girarlo, Colombia se convierte nuevamente en un punto geométrico cualquiera sobre la tierra. No es un secreto que el mundo, si se acepta que contiene centros, contiene varios. Y tampoco lo es que Colombia no se identifica con ninguno de estos centros posibles. Para convertirse en centro, no basta con la sola construcción de una posición central en términos geométricos, sino que se requiere de algo más. No es éste el lugar para determinar este algo. Baste con decir que, para hacerlo, hay que reconocer primero que la visión construida, además de ser insuficiente, puede obstaculizar un verdadero cambio de perspectiva.


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