Diana Bonnett Vélez

Nuevas aproximaciones a la separación de Panamá
Recordando nexos

 

Notas*Bibliografía

Introducción

En el último siglo, Panamá y Colombia, de manera independiente, han construido su Historia. Esta Historia, como la de todos los pueblos expresa, en gran medida, la necesidad de entender, recordar y guardar en la memoria los hechos más significativos que le han dado identidad a su vida nacional.

Sin embargo, los hechos históricos se recuerdan, reconstruyen y entienden desde diferentes representaciones: desde el objeto mismo que se recuerda, desde la óptica de quien lo recuerda y desde el significado social del hecho que se conmemora. Desde ésta perspectiva, la reescritura de la historia tiene el papel de modelar la memoria cambiante de los pueblos respecto a un orden y un tiempo determinados.

De esto se deduce que un factor de vital importancia en la reconstrucción de los hechos históricos está en relación directa con el momento en el cual se construyen. La cercanía con los hechos privilegia ciertos rasgos de explicación y amplifica la importancia de factores de carácter emotivo que justifican lo acontecido, dando respuesta a ciertas preguntas claves, que permiten conjurar y combatir los fantasmas del pasado.

El adagio popular "el tiempo lo cura todo" puede aplicarse también a la reconstrucción de la historia de los pueblos. Con el pasar del tiempo las sociedades van cambiando y reelaborando sus percepciones sobre el pasado; los estudiosos traducen bajo nuevos interrogantes lo que desean saber sobre sus fechas-símbolo, abriendo puertas para entender y descifrar las acciones sociales y políticas a las que han sido abocados los destinos de su territorio. Ésta es la razón por la que, a través de la reescritura de la historia, se ofrecen nuevas visiones y representaciones sobre los acontecimientos. En cada momento específico se resalta o atenúa el papel y la participación de cada uno de los actores en el desarrollo de los hechos.

Para entender el proceso de la Separación de Panamá, considero imprescindible referirme en una apretada síntesis a aquella historiografía, a través de la cual hemos conocido la historia de los acontecimientos sucedidos antes y después de 1903. De igual manera quisiera detenerme en las consecuencias que la estructuración del territorio colonial marcó en la configuración de las fronteras, y en los problemas regionales del hoy territorio de Colombia. La premisa fundamental de la que parto es que la delimitación de fronteras coloniales siempre fue dudosa, y que gran parte de la vida republicana —del siglo XIX y principios del siglo XX— arrastró ese problema sin resolverlo plenamente.

También es preciso acercarnos al malestar que crearon en las generaciones panameñas, aspectos relacionados con los regímenes administrativos del siglo XIX; si bien aparentemente la Separación no correspondió en estricto sentido a un asunto relacionado con el concepto de frontera física involucra el sentido de frontera cultural y la percepción de las elites del centro del país sobre "los otros territorios", entre ellos la zona costera. Con este propósito la antropóloga colombiana Claudia Steiner nos convoca a "mirar las fronteras no sólo como lugares sino también como procesos dinámicos en donde se desarrolla una interacción cultural plantea la posibilidad de ver los dos lados del borde, sin pretender que las explicaciones a su conflictiva y violenta conformación se encuentren sólo de un lado, el nuestro".1 Por lo tanto la organización administrativa del territorio involucra, o debiera involucrar este concepto de frontera cultural.

Memoria e historiografía

En relación con la "Separación de Panamá", existe una memoria compartida a través de la cual ambos países, Colombia y Panamá, han elaborado y guardan el recuerdo de este acontecimiento. Desde luego, la Historia que nos ha sido contada responde a ópticas diferentes y sus expresiones son múltiples, desde las versiones construidas por los ciudadanos comunes y corrientes, las contadas en la escuela primaria, las transmitidas en las familias de generación en generación, las difundidas a través de los libros de estadistas y diplomáticos, las construidas por las Academias de Historia, etc. Todas ellas son importantes para diseñar y entender la gestación de nuestros proyectos nacionales. Es así como, nuestros pueblos comparten las historias de carácter más emotivo y aquéllas construidas por quienes tienen la misión de justificar, legitimar y hacer entender las razones sobre las que descansan los hechos históricos.

Esa, en parte, ha sido la tarea de la historiografía que se ha escrito sobre la separación de Panamá. Es importante mencionar que en general ha centrado su atención sobre los procesos cercanos a la historia de la "Separación". Ha analizado ampliamente los asuntos políticos y de coyuntura de los que se derivó tal situación; algunos escritos, debido a la importancia y a la envergadura de los acontecimientos, resultan altamente convencionales, deteniéndose en los acontecimientos más próximos al hecho. Se tiene información sobre la riqueza potencial y estratégica del Istmo; la escasa visión de los gobernantes colombianos respecto a la importancia de la región; la falta de apoyo del gobierno central al fomento de la educación y la salud en el sector; los escasos caminos y vías de penetración que hacían difícil la comunicación, interponiéndose entre ambos la selva del Darién, como frontera que hoy continúa siendo infranqueable en términos formales, pero donde se ha desarrollado un constante intercambio entre ambos territorios.

En las investigaciones se enuncia el impacto sufrido por Panamá por el fuerte peso de las aduanas en sus puertos, el incremento de las cargas impositivas y los devastadores efectos de las sangrientas guerras civiles del siglo XIX. También se enuncia el malestar por parte de los panameños sobre el sistema centralista implantado por el presidente Rafael Núñez, en un territorio cuya capital estaba situada a cientos de kilómetros de las áreas costeñas que, a todas luces, tenían una vocación contraria: la de las influencias extranjeras, la del tráfico y el comercio marítimos.

La historiografía se ha detenido, igualmente, en los factores externos que incidieron en la separación: las influencias inglesa, francesa y norteamericana en la precaria economía y política de las nacientes repúblicas; los intereses mundiales en juego sobre una zona de importancia estratégica; la trascendencia y las restricciones de la Doctrina Monroe.

Sin embargo, poca es la mención a pensar la "región" panameña a través de signos y símbolos de identificación relativamente arbitrarios y maleables, más que en función de las referencias físico-naturales particulares que la envuelven.2 Toda esta memoria compartida se limita al estudio del acontecimiento y de la corta duración. La dificultad se inicia en el momento mismo en que se intenta hacer un estudio de larga duración.

En un intento por encontrar nuevas aproximaciones a la Historia de la Separación de Panamá, quisiera resaltar, en primer lugar, desde esta perspectiva de la larga duración, el papel que jugó Tierra Firme —y más expresamente el Istmo— en la Historia hispanoamericana. Esto se debe a que la provincia de Panamá se ha constituido en el imaginario de los especialistas en historia colonial y de la generalidad de los historiadores, en un lugar de paso, de tránsito, decisivo para completar la carrera marítima hacia Ultramar. El Istmo ha sido visto como el lugar de culminación de una larga faena, marítima o terrestre, proveniente de Potosí o de la propia Lima y con dirección a Cádiz. Los estudios centrados en el período republicano también han destacado su importante y estratégica situación geográfica. Por eso gran parte de las explicaciones que los historiadores han ofrecido acerca del proceso independentista de Panamá tocan de alguna manera la importancia del Istmo, su papel protagónico respecto al comercio marítimo y los diversos intereses internacionales relacionados con su particular importancia geográfica.

Sin restar importancia a este factor, que desde luego ha determinado parte de la Historia panameña, considero oportuno fijar los límites que el enfoque "territorial" y estratégico-geográfico ha producido, desdibujando aspectos sociales y humanos que permitan ampliar el espectro sobre la historia del Istmo, como un lugar social con vida propia, moviendo sus propios hilos, como agentes de su propia historia y su propio destino .

La perspectiva colonial: la larga duración.

Durante el período colonial los Virreinatos, las Audiencias y las Capitanías Generales estructuraron macroterritorios con fronteras poco precisas. Generalmente fueron accidentes geográficos los que sirvieron de límites a estos territorios. Sin embargo los constantes conflictos jurídico administrativos y la sobreposición de funciones de los administradores —en circunscripciones de dudosa adscripción territorial— evidencian la falta de precisión de las fronteras. Para la historiadora Marta Herrera "las denominaciones y las delimitaciones jurisdiccionales reflejaban el mayor o menor control político y económico del Estado colonial sobre las diversas zonas del territorio y las transformaciones que sufrió esa territorialidad a lo largo de la colonia". De este proceso nacieron distintos esfuerzos ordenadores del territorio colombiano, que en la vida Republicana, tuvieron como propósito remediar esta situación.3

La primera división administrativa a la que perteneció la Audiencia de Panamá —después de la creación de Virreinatos en América— fue el virreinato del Perú. Esta Audiencia, abarcaba todo el territorio del actual Estado de Panamá más la región del Golfo de Urabá y la costa occidental de la Nueva Granada hasta algo al norte de Buenaventura –Bocas del Río San Juan—. El centro administrativo fue la ciudad de Panamá, en el Pacífico. A su vez Portobelo en el Atlántico sirvió de enlace en la vía que a través del Istmo comunicaba con la Metrópoli.

Durante los siglos XVI y XVII, con la existencia de solo dos virreinatos, el de Perú y el de Nueva España, el Istmo se constituyó en un lugar de primera importancia debido al amplio tráfico mercantil en ambas direcciones: del Potosí hacia España y viceversa. Para ese entonces, el canal interoceánico ya se planteaba como una de las necesidades en la mente de los gobernantes españoles.4 Y si bien, desde la primeras incursiones conquistadoras a Panamá, la Corona española pensó en la posibilidad de abrir un canal interoceánico, el hermetismo y el celo colonial frente a la arremetida de otras potencias, a más de las limitaciones tecnológicas del momento, frenaron cualquier posibilidad de unir los dos océanos a través del Istmo.

Sin embargo las condiciones cambiaron con la subdivisión del virreinato del Perú, en el siglo XVIII. A los dos virreinatos iniciales, se sumaron el virreinato del Río de la Plata —con Buenos Aires como capital— y la creación del virreinato de la Nueva Granada. Pero lo verdaderamente importante de esta nueva división administrativa en el ordenamiento territorial fue la incorporación al nuevo Virreinato del Río de la Plata de dos extensos territorios: La Audiencia de Charcas y la Audiencia de Chile.5 De ésta manera, las fuerzas mercantilistas se inclinaron hacia el Atlántico. El puerto de Buenos Aires fue el lugar obligado de transito para la plata de Potosí, limitándose de esta manera la participación de Panamá en el traslado de la plata americana hacia España.

A partir de 1739, las provincias de Veraguas y Panamá formaron parte del restablecido Virreinato de Santa Fe, pero las condiciones del istmo dentro del tráfico mercantilista habían cambiado radicalmente. Humboldt en su descripción en los inicios del siglo XIX se refirió así a la ciudad de Panamá: "con 12.000 habitantes, situada en la costa meridional del istmo del Darién, a sesenta y cinco millas al sur de Puerto Bello en el fondo de la Bahía de Panamá, era antes el teatro de un movimiento comercial muy activo".6

A propósito del orden social, valdría la pena proponer un estudio detallado sobre la caída poblacional del Istmo. Aunque no existe información demográfica suficiente para gran parte del período colonial, sí hay algunas referencias significativas e interesantes de analizar. A partir de la nueva división administrativa y de la mayor participación del Rió de la Plata en el tráfico mercantil, como se ha expresado, las condiciones fueron otras para el Istmo, y en particular para Portobelo. Estas condiciones se reflejaron en la caída de la población y en la definitiva supresión de la feria. La situación se radicalizaría a partir de las leyes de libre comercio impuestas por Carlos III a partir de 1776.

Portobelo sustituyó, al puerto Nombre de Dios a partir de 1597. Según Alfredo Castillero Calvo "allí levantó Antonelli, en 1597, la nueva ciudad, tras la destrucción de Nombre de Dios, que no volvió a repoblarse hasta muy avanzado el siglo XIX". Portobelo permitió que se acortara la ruta a través del istmo por mar y tierra, instaurándose allí la feria que funcionó solo el 50% de las veces que estaba previsto.7 Como se ha visto, llama la atención la fuerte caída demográfica, en el transcurso del siglo XIX; si en 1810 Portobelo alcanzaba cerca de los 10.000 habitantes, en 1860 tenía menos de 1.000 pobladores. ¿Qué tanto de ésta caída estuvo vinculada con la apertura de la gran mayoría de puertos americanos a partir de las reformas borbónicas? ¿Qué razones internas o externas limitaron el crecimiento de dicho puerto en el siglo XIX? Estas investigaciones para el caso de Portobelo, están por realizarse, ya que su vocación comercial se había visto afectada por las vicisitudes del establecimiento del Proyecto de Galeones y Flotas a partir de 1720. La proyectada feria de Portobelo se había frustrado y la apertura de la nueva ruta hacia el Perú por el Cabo de Hornos aceleró su lugar como centro del comercio entre el Atlántico y el Pacífico. Ya en el siglo XIX para 1828, la región del Istmo contaba con una población de 100.085 habitantes, lo que demográficamente la ubicaba cerca de otras provincias de segundo orden pero a gran distancia demográfica de Cartagena (176.983 habitantes), Bogotá (188.695 habitantes) y Caracas (326.840 habitantes).

Sobre los ingresos aduaneros coloniales hay que decir que las condiciones de los puertos de Panamá, Portobelo y Veraguas eran excepcionales en comparación con otras provincias de la Costa Atlántica. Así lo acreditan los informes comerciales escritos entre 1816 y 1822: Mientras los territorios del istmo tenían un ingreso anual de 800.000 piastras, a Santa Marta, Riohacha y Cartagena ingresaban sólo 320.000, es decir, en ellos se triplicaban los valores recibidos en el resto del Caribe colombiano.8 Es pues explicable que la falta de autonomía de Panamá, en el manejo de éstos ingresos, sembrara recelo y una actitud hostil frente al gobierno central.

Según los historiadores panameños, la historiografía colonial ha acentuado la importancia de la feria de Portobelo, descuidando otros aspectos básicos de la economía de éste territorio, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XVIII; factores como la trata esclavista, el comercio regional y el contrabando son imprescindibles para un buen estudio de la economía Panameña.9 Por otra parte, el Situado que llegaba anualmente de Lima, inyectaba una fuerte cantidad de numerario que vivificaba muchos sectores de la economía, tanto local como externa.10

Para terminar con esta relación sobre la configuración colonial Panameña vale la pena referirnos a la hipótesis planteada por Fernán González y Fabio Zambrano acerca de lo que ellos llaman "los espacios vacíos de la época colonial". Según los autores estos territorios coinciden con las regiones particularmente violentas de los años cincuenta, su amplia participación en algunas guerras civiles y el poco control de estos espacios por parte de las autoridades españolas en el siglo XIX. Si bien Panamá no cumple con alguna de estas características propuestas por González y Zambrano, si parece enmarcarse en aquellos territorios donde se dio un bajo control de las autoridades y albergó muy poca población española. Cabría preguntarse el impacto que tuvo la poca influencia de la estructura encomienda-hacienda-resguardo. A los ojos de los investigadores panameños, esta podría ser una diferencia importante con otros territorios enmarcados en el sistema colonial.11

La identidad andina y "el otro"

Comenzaré por señalar que desde el marco de la larga duración es preciso recordar la relación conflictiva entre las provincias caribeñas y los Andes Centrales neogranadinos. Aunque en ambos territorios —Panamá y Colombia— existió y sigue existiendo una historia común sobre las expresiones culturales nacidas en el pasado prehispánico, con grupos étnicos indígenas que aún perviven en las orillas de ambos territorios y, un proceso de colonización del que surge el mestizaje que cubrió la generalidad de nuestras poblaciones, no se puede desconocer el peso de lo que un historiador colombiano, Alfonso Múnera, ha llamado "la identidad andina como el 'yo' que representaba con mayor autenticidad una imaginada nación colombiana".12 Este "yo" andino dejó por fuera de la mirada oficial de la Historia otras expresiones culturales y sociales consideradas como inferiores y desde luego como pertenecientes a "los otros".

Existía desde la época de la colonia una suerte de dicotomía que dificultaba las relaciones fluidas entre el altiplano central y la Costa Atlántica, dicotomía manifiesta en las relaciones políticas, en las costumbres sociales y en las amplias diferencias en las percepciones de ambos territorios: costa y centro. Esta imagen del "otro" estuvo alimentada por la profusa producción de viajeros que hacía referencia a los territorios costeros y al de Panamá en particular, como un lugar de escaso poblamiento, de tráfico ilegal y de refugio de exiliados.

Desde la colonia hasta comienzos del siglo XX participaron los Andes y el Caribe Colombiano —sólo formalmente— de las mismas instituciones civiles y eclesiásticas fundadoras, y de las mismas actividades económicas. Los representantes peninsulares y criollos en las audiencias y gobernaciones alternaban sus cargos de gobierno en ambos lugares. A la ciudad de Panamá —al igual que a Santa Fé—- se le honró con el título de "Muy noble y muy leal" y en sus alrededores se crearon doctrinas, sitios, parroquias y rochelas para albergar población indígena y población vecinos españoles.

Es importante aclarar que las dificultades de las comunicaciones, invocadas en el proceso separatista panameño, eran un fenómeno generalizado en la Nueva Granada y no un fenómeno exclusivo con respecto al territorio del Istmo. Todas las regiones y particularmente las costeras exigían la inversión en vías que facilitaran el desarrollo comercial. En el caso de la provincia de Panamá, era Cartagena, que a través del Consulado de Comercio administraba el impuesto de avería, la que debía invertirlo en las obras que esta provincia —y otras—necesitasen para la reparación de caminos y muelles.13

El tema de las difíciles relaciones entre la costa colombiana y el centro del país refleja en extenso las mismas limitaciones sufridas por el Istmo. En este sentido, existía desde la colonia una suerte de dicotomía que dificultaba las relaciones fluidas entre el altiplano central y la Costa Atlántica, dicotomía manifiesta en las relaciones políticas, en las costumbres sociales y en las amplias diferencias en las percepciones de ambos territorios: costa y centro.

Para el caso colombiano, el proceso histórico creciente de regionalización ha sido estudiado por los investigadores colombianos a partir de los años 70. Este fenómeno marcó la historia de Colombia desde el período colonial temprano y fue, en parte, resultado de la disposición administrativa, de las deficiencias de la autoridad central y de la creciente importancia económica y política de los líderes locales. Cada espacio regional fue adquiriendo su propia impronta social y cultural, diferenciándose de otros segmentos territoriales y teniendo más fuerza que las disposiciones legales. Las autonomías regionales entraron en conflicto con el estado central, en momentos en que éste propuso nuevas fórmulas centralistas de administración. Este factor tuvo injerencia en el proceso separatista panameño, como se verá a continuación.

Los problemas regionales

Desde el momento mismo en que Panamá, en 1821, se independizó de España para sumarse a la Gran Colombia los intentos separatistas reflejan las limitaciones sufridas por el Istmo y las difíciles relaciones con el gobierno central.14 Sin embargo, gran parte del siglo las distintas posiciones, dentro y fuera del territorio panameño, mantuvieron la confusión y los vaivenes de la política respecto a la condición del territorio.

No hubo una década del siglo XIX en que Panamá no pensara en organizar un nuevo movimiento independentista, como forma de expresar su sentimiento de inconformidad frente a las políticas del al gobierno central. Sólo en el siglo XIX se dieron por parte de Panamá 5 intentos separatistas hasta su final desvinculación en 1903.

Respecto al problema de las regiones y la frontera, tanto el historiador Renán Silva como otros colegas concluyen, para el caso Colombiano, sobre la falta de coincidencia entre el Estado y el territorio. Esta inconsistencia, según Silva ha obligado en los últimos años a un proceso de re-territorialización y refundación de la sociedad, a través, por ejemplo, de la aparición de nuevas sociedades regionales.15 Sin embargo este proceso, no es del todo nuevo y tiene sus antecedentes en otros intentos de ordenamiento territorial producidos a raíz de la Separación de Panamá y bajo la amenaza de otros separatismos.16

Entre 1905 y 1908 el presidente Rafael Reyes propuso una reforma en el ordenamiento territorial y más adelante se sugirieron algunos reajustes realizados entre los años 1909 a 1914. Posteriormente se hicieron campañas para crear ocho nuevos departamentos en las décadas de 1950 y 1960.17 En la raíz de estas reestructuraciones territoriales se encontraba la reforma constitucional del programa de la Regeneración. La Regeneración se había opuso a los excesos ultrafederalistas que desde 1863 habían incidido en el orden interno. La constitución Centralista de 1886 había denominado "departamentos" a los Estados Federales; colocando el nombramiento de los gobernadores en manos del presidente.18 El marcado centralismo y la posible asimetría entre regiones producidas a partir de 1886 —presión y sujeción de las regiones al gobierno central— caldeó aún más las relaciones de Panamá con el centro del territorio, creándose un sentimiento anticentralista, aguzándose la idea de su particularidad y alimentando las tendencias localistas.

Eran mas fuertes las bases naturales y culturales que tejieron los arraigos regionales, que la importancia dada a los dictámenes del gobierno central. Desde allí se hicieron más presentes las diferencias geográficas, las asimetrías de intercambio y las particularidades regionales que impulsaron resentimientos contra las acciones determinadas por el gobierno central. Desde entonces estas tendencias localistas se alimentan por los dirigentes políticos regionales.

Según Fals Borda, el presidente Reyes en su afán de contrarrestar el separatismo, después de la ruptura con Panamá, y ante nuevos intentos, particularmente en el Cauca y en la Costa Atlántica, propuso un nuevo ordenamiento administrativo —con la organización de nuevos entes administrativos más pequeños y manejables— asemejándose al funcionamiento de los estados soberanos de antes de 1886.19 Es bastante significativo que en esta nueva reforma, la Asamblea Nacional Constituyente de 1908, desconociendo su separación, contara a Panamá como uno de los 34 nuevos departamentos en que se subdividió el territorio.

Consideraciones finales

Aludimos a todo esto, para decir que para llegar al punto de la Separación de Panamá, la historia compartida de ambas naciones era larga y compleja y obliga a pensar en una doble dirección. Por un lado debe tenerse en cuenta que Panamá ocupaba un lugar que iba más allá del mero tránsito comercial. Además, el propósito de su separación debe ser visto no como un acto contingente y meramente coyuntural, sino explicarse desde las dificultades que desde un comienzo planteó las relación de la Costa Atlántica con el altiplano interior del país y en particular con su capital, Santa Fé.

Estas vicisitudes de la Historia de Panamá y Colombia están relacionadas con una historia de más largo alcance. La tarea actual para los historiadores debe enfocarse en revisar visiones, proponer nuevas aproximaciones convirtiendo el centenario de su separación en una ocasión importante para pensar en la historia compartida con las naciones herederas de un pasado común. A la vez, el momento para elaborar y asimilar las condiciones históricas que ocasionaron procesos como el de la separación; ubicarlas en su momento, despojarlas de un enfoque meramente "territorial" y estudiarlas más allá de la visión limitada del acontecimiento. A esto nos o obliga la configuración de un mundo cada vez más globalizado, donde las fronteras territoriales se desdibujan cada vez más, pero donde los vínculos anudados por la historia común no desaparecen y no deben desaparecer.


Notas

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vuelve 1. Steiner, Claudia. En Silva, 1994, 146. Para Steiner "la intensa preocupación por lo estatal ha debilitado el estudio sobre la forma como los habitantes perciben su condición de personas de frontera".

vuelve 2. A propósito ver Jimeno, Miriam. En Silva, 1994.

vuelve 3. Herrera, 2001, 78.

vuelve 4. Martínez Delgado, 1972, 46.

vuelve 5. Ghul, 1990, 92.

vuelve 6. Tomado de Ghul, Ernesto. 1990. 92.

vuelve 7. Castillero Calvo, 2000, 82.

vuelve 8. Laffite, 1995, 167.

vuelve 9. Los altos costos trans-istmicos, como las demoras y riesgos fueron factores que limitaron la actividad comercial en el Panamá colonial.

vuelve 10. El Situado era el dinero con el que se contribuía desde las diferentes colonias, particularmente de los grandes centros metalíferos a hacer frente a los ataques en el Caribe. Este se convirtió en el principal y más sólido apoyo de su economía panameña, sobretodo desde la segunda mitad del siglo XVIII, cuando aquella se encontró en un estado de crisis profunda. Castillero Calvo, 2000, 106.

vuelve 11. González, Fernán. En Silva, 1994.

vuelve 12. Múnera, 1998, 53.

vuelve 13. Laffite, 1995, 99 y 100.

vuelve 14. Los intentos de separación respondieron a las dificultades dadas en la economía portuaria debido a varios factores: disposiciones administrativas, cargas impositivas, limitantes de comunicación, rivalidades regionales y contiendas civiles.

vuelve 15. Silva, 1994.

vuelve 16. Según Fals Borda “Había el peligro latente de nuevos separatismos, en especial del Cauca y de la Costa Atlántica, algunos de cuyos dirigentes fueron castigados con el destierro en Orocué y Mocoa”. Fals Borda, 1996, 13.

vuelve 17. Fals Borda, 1996, 14.

vuelve 18. Bushnell, 1993.

vuelve 19. Fals Borda, 1996, 14.


Bibliografía

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