Ann González
El Legado de Tata Mundo
University of North Carolina, Charlotte
abgonzal@email.uncc.edu
Notas*Obras
citadas
Tradicionalmente, los críticos literarios costarricenses
han señalado a Fabián Dobles y a la generación de 1940
como el punto de partida de una literatura nacional.1 Además, los críticos
más recientes colocan su obra dentro de un contexto y debate nacional
sobre lo que significa ser costarricense, lo que define una literatura nacional
y lo que mejor describe al pueblo costarricense y la personalidad del 'tico.'
La pregunta fundamental en esta discusión, sin embargo, consiste en quién
se incluye o se excluye en estas construcciones sociales.2 Subrayando este discurso
sobre la identidad nacional se halla la tensión entre la literatura 'regional'
y la 'universal' puesto que estos dos conceptos se ven en oposición permanente,
resultado de la creencia implícita de que la literatura universal incluye
sólo textos anglosajones y europeos generados en la metrópolis
y por su naturaleza superiores a las literaturas regionales, especialmente a
los textos producidos en la periferia, como América Central o América
del Sur. Sin embargo, la creación de una identidad nacional toma precedencia
sobre el supuesto valor de la literatura universal en lo que concierne a las
figuras y obras importantes en el canon costarricense.
Como el escritor más prolífico de la Generación
de los 40, Dobles encarna las tendencias regionalistas y realistas del período,
las cuales han sido fundamentales en el proceso de la construcción de
la nación y de una formulación más amplia del concepto
de 'patria'. Antes de Dobles y la Generación de 1940, los autores costarricenses
como Aquileo Echeverría (1866-1909), Manuel González Zeledón,
conocido como Magón (1864-1936), María Isabel Carvajal, la conocida
Carmen Lyra (1888-1949) y Joaquín García Monge (1881-1958), habían
circunscrito el concepto de nación a la vivencia cultural, política
y económica de la oligarquía del valle central y, más específicamente,
a la de San José. El regionalismo sirvió solamente como un escenario
plástico y como decoración en las narrativas de costumbres de
la era. Fueron los miembros de la Generación de 1940 quienes por primera
vez integran la psique del campesino de las montañas y costas en la literatura
y lo proyectan como una figura noble y vital. Pero más aún, la
Generación de 1940 entendió que la tierra merecía un lugar
más importante que el de ser el escenario de fondo de la narrativa; son
ellos quienes vitalizan la idea de que la tierra patria (el terruño en
el vocablo tico) es parte integral de la ontología del pueblo y por ende
de la vida de cualquier personaje de ficción.
Junto con la importancia de la tierra en la vida del costarricense
(aún la oligarquía vivía de las plantaciones de café
y el éxito del modelo económico del agro exportador) vino una
conciencia social y política sobre la posesión y utilización
de las tierras. El hecho de que los campesinos más y más fueron
desposeídos de su tierra y que aún los miembros de la oligarquía
se encontraban con problemas económicos dada la adquisición de
tierra por compañías internacionales, la inopia del modelo de
agro exportación y el creciente urbanismo provocaron que la Generación
de 1940, que ya se veía bajo la influencia de ideas socialistas, escribiera
no sólo de la tierra sino de los problemas económicos, sociales,
y psicológicos asociados con la posesión, distribución
y pérdida de la misma. Este cambio en el modo de producción y
sus consecuencias se extiende por todo Centro y Sur América ya que integralmente
la región sufría de condiciones socio-económicas similares
por el colapso del modelo agrario y la ruptura de la hegemonía europea
como producto de la segunda guerra mundial. Las diferencias de país a
país se relacionaban más bien con quién sufría más
la pérdida y redistribución de las tierras. En los países
con grandes poblaciones indígenas, como Guatemala por ejemplo, los escritores
e intelectuales se interesaban obviamente en la compleja relación entre
el nativo y su tierra.
Mientras tanto, los costarricenses se preocupaban por la desubicación
del campesino quien era la columna vertebral del sistema agro. Lo cierto es
que por estas alturas Fabián Dobles emerge en el eje central en esta
tendencia regionalista en Costa Rica y la consiguiente revolución que
se produce en la narrativa costarricense --y en esto coinciden los críticos
literarios costarricenses. Sin embargo, más allá de este punto
es donde empieza el desacuerdo entre los críticos literarios locales.
Algunos de los escritores de la segunda mitad del siglo recién pasado
colocan a Dobles y a su generación dentro de un movimiento histórico
al que acusan de adolecer de imaginación, y maniatados por un compromiso
con un realismo con una posición política prescriptiva. Estos
son los críticos que aducen que los modelos narrativos y políticos
del realismo/ socialismo están gastados, fuera de moda, y son inferiores,
y como tales, deben ceder paso a visiones más amplias y universales,
las cuales contemplan realidades ordinarias y no ordinarias. Estos mismos jóvenes
escritores en su recalcitrante rechazo hacia la producción realista de
la Generación de los 40 han sido en turno criticados por su tendencia
de explorar con otros modelos sin otro fin que la experimentación misma:
"Es una literatura experimental, sujeta a los vaivenes de la experimentación
por la experimentación" (Chase, 1975: 112). No han cumplido, dice
Alfonso Chase, el crítico más conocido de Costa Rica en estos
momentos, con las posibilidades narrativas prometidas por Dobles y su generación.
Mi posición en este trabajo en cuanto al legado de Dobles,
se aparta considerablemente de esa discusión. Claro está el impacto
histórico que las obras de Dobles han tenido en la narrativa de Costa
Rica. Sin duda es un escritor formativo de la identidad de la literatura costarricense,
pero la importancia histórica de su narrativa es superada, creo yo, por
la creación de un personaje llamativo, central y duradero: Tata Mundo.
Esta figura, un viejo campesino que cuenta y participa en veinticinco cuentos
cortos --Las historias de Tata Mundo (1955) y El Maijú y otras
Historias de Tata Mundo (1957)-- personifica el ser que nadie realmente
es, cuyas calidades de personalidad todo costarricense aspira tener por cuanto
emula las bondades del Ego Ideal en la estructura del Súper Ego del Tico.
Con Tata Mundo, Dobles nos da una imagen del tico, de su manera de pensar, de
comunicarse y comportarse, de su parecer y hablado. Más que cualquier
otro personaje de las novelas de Dobles, Tata Mundo representa y da valor a
todas las cualidades que los costarricenses añoran y creen que en el
fondo poseen.
En ambos niveles --individual y nacional-- el costarricense
se ve, como Tata Mundo, como el personaje de los de abajo que ríe de
último a pesar de su estatus inferior; es el representante de un pueblo
rural, simple, del tercer mundo que posee inteligencia y sentido común
innatos muchas veces ausentes entre los pueblos más ricos y poderosos
del primer mundo. Tata Mundo sabe de todo un poco, es un pícaro con un
corazón de oro y una sensibilidad especial para los más débiles
y los que están en problemas, un buen bebedor de guaro, un burlador y
un cuenta cuentos imparable --todas calidades que el macho costarricense idealiza.
En otras palabras, Tata Mundo es el hombre típico tico, con la personalidad
de un Huckleberry Finn ya adulto, una iconografía cultural, un nombre
que todo costarricense conoce y ha conocido desde siempre, el abuelo narrativo
de todos, la figura que los refleja y al mismo tiempo se burla de ellos y quien,
los ticos dirían, es algo más que una construcción literaria.
De la misma forma en que José Hernández (1834-1886)
creó el arquetipo del gaucho argentino en sus poemas narrativos El
gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1979), Dobles ha creado el campesino costarricense en la figura de Tata Mundo.
Una figura muy diferente, es cierto, del gaucho idealizado, trágico y
romántico de Hernández, Tata Mundo, sin embargo, plasma un arquetipo
nacional. En una buena tradición realista, la diferencia entre Tata Mundo
y Martín Fierro refleja las disparidades fundamentales entre el carácter
básico de la sociedad y cultura argentina y tica. Seymour Menton lo llama
"el Don Segundo Sombra" de Costa Rica (1964: 27). Mientras
que Dobles escribió los cuentos originalmente para un lector adulto,
el Ministerio de Educación los incluye en las escuelas públicas
de Costa Rica como representantes de la literatura nacional. Ya que la educación
primaria en Costa Rica es obligatoria y gratuita, es raro el tico que nunca
ha oído de Tata Mundo.3 Lo que es más, cuatro ediciones de los cuentos tienen ilustraciones de
artistas costarricenses: Cesar Valverde, Francisco Amighetti, Luis Daell y Carlos
Barboza. También, varios dibujos lineales del psicólogo Ricardo
Ulloa Garay acompañan al texto en las Obras Completas (1993) de
Dobles. Por lo tanto, existe una imagen visual de Tata Mundo con su bigote enorme
y su cuerpo lánguido y ágil, al igual que siempre recordamos a
Huckleberry Finn visualmente con su sombrerito de paja y su pipa de mazorca
o a Martín Fierro con su traje típico de gaucho.
La imagen de Tata Mundo se ha incluido en una variedad de discursos,
de artículos periodísticos a textos pedagógicos a la crítica
literaria. Se ha hablado de los cuentos como "verdaderos", "realistas"
y aún "deliciosos". Ronald Solano, por ejemplo, nos llama la
atención a las metáforas gastronómicas que se han empleado
para describir a Tata Mundo. Además, Solano arguye que Tata Mundo existe
no sólo como personaje sino como una función, o sea, como el arte
de contar cuentos (1992: 85-95). El hecho de que Tata Mundo tiene sus inicios
tan claramente en la vida y experiencia, para no decir el parecido mismo con
Fabián Dobles en sus últimos años (aunque Dobles lo creó
mucho antes de encanecer su pelo y usar el bigote emblemático de Tata
Mundo), sólo refuerza la creencia popular en su autenticidad, tan cuidadosamente
construida.
Esta versión más bien romántica que realista
del campesino o "concho" tico forma parte del paisaje cultural y,
como tal, igual que Martín Fierro, merece el respeto y el reconocimiento
de los autores contemporáneos. Vale recordar que Jorge Luis Borges (1899-1986),
uno de los mejores cuentistas de Latinoamérica, se refiere a Martín
Fierro a menudo en su ficción, o de nombre específico o implícitamente
en la recreación de la figura del gaucho tan central a la conciencia
argentina. Esta intertextualidad, o sea, la referencia narrativa a otra ficción,
indica lo profundo que ha penetrado el gaucho en la psiquis argentina como imagen
de la potencialidad idealizada del hombre argentino. Aún resta que esta
madurez llegue al escritor contemporáneo costarricense.
Los nuevos autores costarricenses, sin duda, harán algo
similar en cuanto a Tata Mundo. Conforme vayan madurando y ganando conciencia
de ellos mismos como escritores de un pueblo específico, con una historia
y herencia cultural suyas, y conforme vayan internalizando al nivel inconsciente
la iconografía significante de su pasado aprenderán a interpretar
e incorporar a Tata Mundo en sus escritos. Como el gaucho argentino, el campesino
tico está a punto de desaparecer y, por lo tanto, ya no es un foco legítimo
de la narrativa realista. Como Menton explica: "Ya no se podrá escribir
sobre el gaucho argentino ni sobre el concho costarricense; en parte, porque
el prototipo ha ido desapareciendo a causa de los adelantos de la civilización
y, por otra parte, a causa de estas obras maestras que, idealizando al último
de la especie, serían difíciles de superar" (1964: 28). Sin
embargo, como un reflejo del mito y proyección del ser personal y nacional,
Tata Mundo ofrece posibilidades provocantes para la nueva narrativa costarricense.
La mayoría de los escritores jóvenes de Costa
Rica, sin embargo, se encuentran tan preocupados con una reacción en
contra del realismo y con la búsqueda de una estética nueva que
suelen rechazar lo viejo en favor de lo nuevo. Alfonso Chase critica la nueva
generación de escritores y declara que "para mi generación
la vida y la obra de Fabián Dobles han sido símbolo y bandera"
(1997). En otra oportunidad alega que "el creador costarricense ha vuelto
a refugiarse en su propio yo, como una manera de manifestar su inconformidad
con el cuerpo social en el que tiene que desenvolver su trabajo" (1975:
113). Uno de estos jóvenes autores, Rodrigo Soto, explica en una carta
a Dobles las diferencias fundamentales que han separado a los dos grupos de
escritores:
Ninguno de ustedes hablaba de mi mundo: ese mundo al que yo empezaba a abrir
los ojos, urbano y torrencial, transformado dramáticamente por la industria,
el consumo y los medios de comunicación masiva. Sentía que no
había nada en común entre la realidad que usted y sus compañeros
de generación pintaban, y aquella en la que yo crecía. Con la
arrogancia propia de quien no ha hecho nada, me daba el lujo de despreciarlos.
"Esos rocos en su mundo campesino, bucólico y perdido, nada saben
de esto", mascullaba frente a los libros de Cortázar, Sábato
o Vargas Llosa. (1993: ms)
El realismo mágico, los escritores del "boom"
de los sesentas y la crítica literaria post-moderna que ha dominado la
academia en los últimos treinta años, han claramente influenciado
la nueva generación de escritores en Costa Rica --escritores buenos pero
que no han producido aún su propia narrativa madura.4 Tal vez están
participando por oposición y no se han integrado completamente a su pasado
o explorado suficientemente las profundidades de la psiquis nacional. Como Soto
aclara a continuación: "Una cosa es el parricidio, el intento de
contraponer una concepción del quehacer literario a la que desarrolló
la generación precedente, y otra muy distinta la omisión, el desconocimiento
y la ignorancia. Nosotros crecimos en esta última posición. Y
digo "nosotros" porque esos sentimientos los compartíamos todos
o casi todos los que empezábamos a escribir a principios de los años
ochenta" (1993: ms).
Desde mi punto de vista como extranjera, tratando de entender
las idiosincrasias de la personalidad del costarricense, veo a Tata Mundo en
todas partes, aún hoy en una Costa Rica crecientemente moderna y urbanizada.
Es él quien se encuentra al centro del sentido del humor tico, de sus
chistes y cuentos, y es él quien representa mejor su resistencia postcolonial.
En su homenaje a Dobles, Daniel Gallegos, dramaturgo contemporáneo de
Costa Rica, caracteriza a Tata Mundo como el hombre que más bien define
Costa Rica: "[Tata Mundo] con sus raíces en la tierra, sencillo
pero altivo e incorruptible en su verdad, generoso pero firme y fuerte en sus
valores, sin perder nunca un ápice de compasión por sus semejantes,
pero implacable en señalar el deterioro que causa la lucha del hombre
contra el hombre" (1997: 4). Tata Mundo sintetiza los valores más
sacros del costarricense porque eleva al campesino inculto sobre la culta oligarquía,
al pobre sobre el rico, al campo sobre la ciudad, lo regional sobre lo universal,
y en esto se coloca a la vanguardia entre las teorías críticas
en las ciencias sociales emergentes al alba del siglo veintiuno. Sospecho que
una vez que los jóvenes escritores de Costa Rica acepten a Tata Mundo
como parte de su herencia cultural y como un elemento que define el carácter
nacional, recobrarán una parte esencial que falta en su creatividad.
Como Soto mismo reconoce, "la literatura de un país no es una cosa
lineal que se construye sólo desde el pasado hacia el presente, depende
también de la lectura y elaboración que cada generación
hace de la tradición y el pasado" (1993: ms). Conforme los costarricenses
vayan aprendiendo a contextualizar e intertextualizar a Tata Mundo, como ya
han hecho con otras figuras legendarias como La llorona, La Cegua, y La Caperucita
Roja, crearán una nueva narrativa y nuevos modos estéticos para
entenderlo. Dobles, que cuando envejecía se parecía más
y más a su creación literaria, Tata Mundo, insistía en
que escribía su vida y la de su país. En cuyo caso, tal vez, su
legado más duradero a los jóvenes escritores de Costa Rica sea
el reconocimiento de que la habilidad de contar un cuento auténtico de
Costa Rica inevitablemente implica la habilidad de releer y rescribir a Tata
Mundo.
Entre las ficciones que Dobles creó, recordaremos sobre
todo a Tata Mundo y su relación inevitable con la tierra. Y al recordar
a Tata Mundo, la ficción, recordaremos a Dobles, la persona. Al día
de su muerte, Gallegos lo compara con un roble viejo, dejándonos sin
duda su epitafio más poético: "cómo sus raíces
profundas habían extraído de la tierra esa sabiduría, cómo
su curtido tronco podía compararse a su hombría de bien, las ramas
a su generosidad siempre pródiga al amigo, cómo la altura que
alcanzó nunca lo separó del resto de esa humanidad que tanto amó.
Entonces pienso que puedo mirar la montaña y encontrar ahí su
espíritu" (1997: 4).
©Ann González
Notas
Arriba
vuelve 1. Véase Bonilla
Baldares, Abelardo, 1967: Historia y antología de la literatura costarricense,
2? ed., San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica; y Sandoval de Fonseca,
Virginia, 1978: Resumen de la literatura costarricense, San José,
Costa Rica: Editorial Costa Rica.
vuelve 2. Véase Albaro
Quesada Soto, 2000: Breve historia de la literatura costarricense, San
José Costa Rica: Editorial Porvenir; y Margarita Rojas, Flora Ovares,
et al., 1993: La casa paterna: escritura y nación en Costa Rica,
San José, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
vuelve 3. Una historia de Tata
Mundo está incluida en la antología de lecturas de séptimo
grado de Fernández L., Mario, 1980: Textos de lectura y comentarios
para séptimo año, 2? ed., San José, Costa Rica: Editorial
Fernández Arce, 70-72.
vuelve 4. Véase Para
no cansarlos de cuentos: narrativa costarricense actual, editado por Carlos
Cortés, Vernor Muñoz y Rodrigo Soto, 1989, San José: Editorial
Universidad de Costa Rica. Además, véase el volumen II de Narrativa
contemporánea de Costa Rica, editado por Alfonso Chase, 1975, San José:
Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Otros escritores contemporáneos
que no se han incluido en ninguno de estos volúmenes son Linda Berrón,
Alfredo Aguilar, Tatiana Lobo y Rima de Vallbona.
Obras citadas
- Chase, Alfonso, 1997: "En el centro luminoso del sol" en La
Prensa Libre, 3 de abril.
- Chase, Alfonso, ed., 1975: Narrativa contemporánea de Costa Rica,
San José, Costa Rica: Ministerios de Cultura, Juventud y Deportes.
- Gallegos, Daniel, 1997: "Fabián Dobles: In Memoriam", en Revista Nacional de Cultura, 30, 4.
- Menton, Seymour, 1964: El cuento costarricense, Lawrence, Kansas:
University of Kansas Press.
- Solano, Ronald, 1992: "Crítica literaria en Costa Rica: de las
Historias de Tata Mundo" en Anuario de Estudios Centroamericanos,
18.1, 85-95.
- Soto, Rodrigo, 1993: Carta a Dobles, manuscrito.
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