Sheila Candelario
Patología de una Insurrección:
La prensa y la Matanza de 1932
New York University
Notas*Obras
citadas
Me propongo en este ensayo explorar elementos culturales y
discursivos utilizados para proyectar de manera orgánica el concepto
de nación y la constante irrepresentable de la violencia, agonía
y muerte en artículos del Diario del
Salvador1 antes y después
de la masacre genocida del 1932 donde alrededor de 25,000 campesinos de etnia
pipil fueron asesinados por fuerzas militares y paramilitares. Es esencial profundizar
en la inscripción y lectura que se ha hecho del cuerpo humano en este
periodo histórico para desentrañar algunas claves discursivas
importantes. El concepto de nación que se utilizará parte de las
propuestas de Benedict Anderson en Imagined Communities: Reflections on the
Origin and Spread of Nationalism y de Homi K. Bhabha en su ensayo "Narrating
the Nation", texto influenciado notablemente por Anderson.
La nación no es homogénea ni simplistamente binaria.
Su concepción proviene de élites y clases dirigentes que han podido
trabajar el lenguaje y dejar inscritas propuestas contractuales que han diagramado
estructuras políticas, sociales y económicas. Ha sido la materialidad
y permanencia de la escritura la que ha ayudado a constatar la influencia histórica
de diversos círculos de poder. Bhabha observa que al enfrentarnos a la
nación "como se ha escrito", entramos en la temporalidad de
la cultura y la conciencia social tal y como ocurre en el proceso de significación
en el lenguaje a través de la articulación de diferencias.
Las raíces del nacionalismo se encuentran, según
Anderson, en los sistemas culturales que precedieron este concepto, y a través
y contra los cuales surgieron. La nación es una idea, una comunidad imaginada
mediada por el lenguaje. Dice Anderson:
[
] propongo la siguiente definición de nación:
es una comunidad política imaginada e imaginada de dos maneras,
inherentemente limitada y soberana.
Es imaginada porque los miembros, inclusive aquellos
de las naciones más pequeñas, nunca sabrán quienes son
la mayoría de sus compatriotas, no los conocerán o siquiera
oirán de ellos, sin embargo, en la mente de cada uno de ellos vivirá
la imagen de su comunión. (1989: 15)
La nación se imagina como soberana, continúa
Anderson, porque el concepto se creó durante el tiempo en que la Ilustración
y la Revolución destruían la legitimidad de un mundo en el que
se aceptaba la dinastía jerárquica como una entidad divina. Al
igual, dice Anderson, una nación se imagina como una comunidad porque
independientemente de los problemas de explotación y desigualdad, la
nación siempre se concibe desde un camaraderismo profundo y horizontal
(1989:16). El inicio e impulso del concepto moderno de nación es atribuido
por Anderson al desarrollo de la imprenta y su expansión dentro del capitalismo.
El que las diversas lenguas pasaran a imprimirse sentó las bases de una
conciencia nacional de tres maneras diferentes. Primero, explica Anderson, se
crearon campos de intercambio y comunicación. Los lectores estaban conectados
a otros lectores a través de la palabra impresa, formando de manera secular,
particular e imperceptible el embrión de la nacionalidad imaginada. Segundo,
la imprenta capitalista dio al lenguaje permanencia, lo cual a largo plazo ayudó
a crear la idea de antigüedad como factor central de la imagen subjetiva
de la nación. Por último, la imprenta capitalista creó
lenguajes de poder diferentes a aquellos que se utilizaban como lenguas administrativas
vernaculares, como por ejemplo el latín (1989: 47-48).
En Los primeros patriotas de Roberto Turcios (1995),
estudio sobre el alzamiento en San Salvador de 1811, pueden apreciarse los elementos
conflictivos y contradictorios dentro del concepto de la "nación
imaginada" especialmente en su etapa embriónica. Turcios analiza
lo que se ha llamado "La Revolución del 11" o la "Primera
Revolución" en la que se movilizaron residentes mestizos de los
barrios de San Salvador en una rebelión espontánea para evitar
el arresto de sacerdotes y la ejecución del padre José Matías
Delgado. El alzamiento del 4 de noviembre de 1811, encabezado por alcaldes reconocidos
como líderes de la comunidad, y en menor medida criollos productores
de añil, resultó en la destitución del Intendente y por
primera vez la integración de criollos en el gobierno colonial de la
región. Sin embargo, lo que se manifestó en un acto patriótico
de independencia por parte de poquiteros, artesanos y jornaleros representados
por sus alcaldes, termina en una alianza de las élites criollas con las
esferas del poder español leales al Rey Fernando VII.
Se puede apreciar cómo el concepto de nación
se divide por líneas raciales, económicas y sociales y refuerza
la fragmentación inherente dentro de su formulación conceptual,
especialmente si se toma en consideración la gran población indígena
que queda al margen de toda organización política. Esto problematiza
el concepto europeo de la nación imaginada de Anderson al tomarse en
consideración el enorme número de habitantes analfabetos entre
los que también se encuentra la población mestiza. Una vez se
logra la independencia y comienza a consolidarse la nación, son las élites
las que a través de escritos contractuales literarios, accesibles y diseminados
más ampliamente a través de la prensa, definen monolíticamente
los parámetros ideológicos, políticos y económicos
de esa nación imaginada. Aún más, la clase indígena
queda a su vez dividida entre sí al crearse alianzas entre las clases
dominantes y los grupos de campesinos que se unen a las fuerzas institucionalizadas
de represión, como notara en su estudio Patricia Alvarenga.
Según Anderson la prensa es meramente una "forma
extrema" del libro, es un texto que se vende a gran escala aunque su popularidad
sea efímera (1989: 39). Al leerse un periódico, se participa en
un ritual común que va creando conciencia de un mundo compartido por
todos, un mundo imaginado que visiblemente se va originando a través
de un acto cotidiano.
La significación de esta ceremonia en masaHegel observa que
los periódicos sirven al hombre moderno como un sustituto de la plegariaes
paradójica. Cada uno de los comunicantes están concientes de
que la ceremonia que se está practicando está siendo replicada
simultáneamente por miles (o millones) de otros de cuya existencia
está seguro, pero de cuyas identidades no tiene la más mínima
idea. Más aún, esta ceremonia se repite diariamente o en intervalos
de medio-día a través del calendario (Ibid, traducción
personal).
Por tanto, es necesario recurrir a la prensa para examinar
la masacre del 1932 y ver cómo, particularmente en este período,
se proyecta la necesidad de la violencia institucionalizada y las matanzas para
la consolidación y preservación de la nación moderna.
La prensa fue instrumental en lograr un consenso político
ante el alzamiento de 1932 manipulando términos que objetivaban a los
insurrectos y los desconectaban de su esencia humana. No se utilizaron nombres
ni apellidos de campesinos, no se profundizó en las demandas de los grupos
organizados ni en las condiciones laborales, económicas y sociales de
los participantes. Los apelativos más utilizados en el Diario del
Salvador2 para referirse a estos grupos de indígenas y campesinos,
antes y después del alzamiento que se inicia el 22 de enero de 1932,
son: "ociosos", "los comunistas", "grupos comunistas",
"individuos comunistas", "movimiento comunista", "invasión
de comunistas", "ordas", "huestes comunistas", "agitadores",
"peligro rojo comunista", "asaltantes", "peligro comunista",
"turbas comunistas", "facciosos". Las vidas de los insurrectos
se transmutan en abstracciones conceptuales, en frases que conjuran ideas extrañas,
amenazantes y anárquicas. Esta representación deshumanizadora
sirvió de catapulta ideológica a la maquinaria política
estatal que había incorporado a su aparato represivo las Guardias Cívicas,
"cuerpos paramilitares constituidos por miembros de la oligarquía,
de la clase media e incluso del campesinado," (Alvarenga 1996: 9), lo que
es significativo para entender el alcance de la manipulación ideológica
del Estado en varios frentes.3
En este caso la proyección ideológica se intensifica
de manera progresiva en la prensa semanas antes de la insurrección. Es
importante resaltar una nota inconspicua que aparece en la segunda página
del Diario del Salvador del 30 de diciembre de 1931 sobre la primera
publicación en español de El Capital de Karl Marx. Aunque
el parte de prensa aparenta ser una inocente nota bibliográfica, ésta
mayormente se dedica a resaltar el poder ideológico y transformativo
del documento.
El anunciar la publicación en la lengua oficial del
país de El Capital y su potencial accesibilidad y difusión
en El Salvador puede ser interpretado como un 'aviso' si se toma en
cuenta que el Diario del Salvador era un periódico
conservador.4 Dentro de los parámetros ideológicos y políticos de la
"nación imaginada" la infiltración del texto marxista
en el mercado de consumo amenazaba con destruir los cimientos discursivos del
poder político.
No extraña que al siguiente día, 31 de diciembre
de 1931, aparecieran en primera plana los siguientes titulares: "Envíase
Fuerzas Armadas a Sonsonate y La Libertad", "El Conflicto de la hacienda
'El Tránsito'/ Queda arreglada una dificultad surgida entre
patronos y peones". El lector, si se limita a leer el último titular,
puede interpretar el incidente como un caso aislado y controlado, sin embargo,
no es hasta casi terminado el parte de prensa que se revela lo contrario: "El
caso de la finca 'El Tránsito' no es, sin embargo, un acontecimiento
aislado. En otras propiedades del campo han sucedido recientemente casos análogos."5 Ya para el 6 de enero de 1932 la "amenaza" se hace oficial en el titular
de primera plana: "400 Comunistas Quieren Invadir Fincas Al Norte De la
República/ Las Tropas Del Govierno[sic] Los Tienen Controlados Para Mantener
El Orden."6 Desde entonces
el Diario del Salvador comienza a escalar su advertencia sobre una insurrección
comunista.
La campaña impresa de deshumanización de los
insurrectos llega a tal grado patológico que la misma existencia biológica
de estos se proyecta como una amenaza a la supervivencia vital de la nación.
Se creía necesario eliminar el "germen" ideológico que
"carcomía" las entrañas del país. Cada individuo
representaba un "foco de contagio" en las "zonas afectadas".
En la primera página del Diario del Salvador del sábado
30 de enero de 1932, un resurgimiento insurreccional se proyecta como un "brote
comunista". Las connotaciones semánticas de la palabra 'brote'
van íntimamente ligadas a asuntos de salud pública, al inicio
de una enfermedad contagiosa dentro de los parámetros de una zona contenida.
Esto puede apreciarse en la siguiente cita del Diario del Salvador:
ABORTÓ UN BROTE EN SABANA DE SAN JUAN
Sonsonate. Anoche a altas horas abortó un brote comunista en
la sabana de San Juan jurisdicción de Nauhizalco, fue sofocado por
las tropas del ejército constituido que obra con toda energía
a favor de la gente honrada. Hoy en la mañana salieron con rumbo a
las haciendas Santa Emilia, Hacienda Nueva, Hacienda Acajutla, tropas al mando
del Capt. J. Antonio Morán de la Guardia Nacional. Existen datos de
que tales lugares se encuentran infestados por gente comunista en mayoría
campesinos.7 (Énfasis mío)
El verbo 'abortar' de acuerdo a la definición
médica de Ramón García-Pelayo y Gross, significa: "Desaparecer
una enfermedad antes de su término natural" (García-Pelayo
1989:5). La intervención a través de la violencia institucional
se proyecta como única solución para la eliminación del
foco ideológico "infeccioso".
Susan Sontag observa en su estudio Enfermedad como Metáfora que el orden social ha sido la preocupación más antigua de la
filosofía política, y si es posible comparar la polis a un organismo
también es posible comparar la desobediencia civil con una enfermedad.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) invoca la tuberculosis como una enfermedad
cuyo progreso puede cercenarse si se detecta a tiempo. Tomás Hobbes (1588-1679)
argumentaba que los gobernantes tienen la responsabilidad y la habilidad a través
de la razón de controlar el desorden. El filósofo inglés
equipara la desobediencia civil con una enfermedad interna que afecta la sociedad.
La enfermedad como metáfora, insiste Sontag, fue utilizada en la filosofía
política para reforzar el llamado a una respuesta racional. Sin embargo,
cuando la metáfora de la tuberculosis en la retórica política
moderna no invocaba la solución radical necesaria se pasó a una
enfermedad que requería un tratamiento, literalmente, más tajante,
el cáncer. En discursos Nazis sobre el "problema de los judíos"
en los años treinta se hacía referencia al tratamiento del cáncer
ya que éste requería extirpar una gran parte del tejido sano a
su alrededor.Al denunciar el comunismo en 1920 el escritor "futurista"
italiano Felipe Tomás Marinetti (1876-1944) indica que "el comunismo
es una exasperación del cáncer burocrático que siempre
ha dañado a la humanidad" (Sontag 1979: 75, traducción mía).
Durante la insurrección de 1932 en El Salvador, especialmente
a través de la prensa, las referencias patológicas no se daban
de manera directa. Se apelaba a la experiencia común de la enfermedad
en los lectores de manera asociativa, o sea, la terminología se utilizaba
inconspicuamente en la narración de noticias diarias apelando a la experiencia
colectiva de males físicos y al terror de sus consecuencias mortales.
Esto se "validó" al lector cuando la amenaza ideológica
a la supervivencia y salubridad de la nación cobró una dimensión
física a medida que los miles de cadáveres en estado de descomposición
presentaban amenazas epidémicas.
Terminado el grueso de la matanza en menos de diez díasel
31 de enero aparece en primera plana el titular: "Director de Policía
Cree que el Comunismo está al fin
Develado"8 estas proyecciones
patológicas se materializan en cuerpos en proceso de descomposición
y su amenaza real a la salud pública. Estas decenas de miles de personas
una vez dejaron de ser portadoras del "germen" ideológico se
materializaron a través de su representación en objetos grotescos
que necesitaban ser desechados de manera sanitaria. No sólo fue imperativo
eliminar el portador ideológico sino que era imprescindible borrar todo
rastro de la "enfermedad" para el bienestar físico de la nación.
Las víctimas enterradas en fosas no profundas se proyectaban a través
de la prensa como alimento de bestias y amenaza epidémica.
El viernes, 5 de febrero, aparece el siguiente titular en primera
plana: "Los Cadáveres Sepultados a Escasa Profundidad son un
Peligro para la Salud/ Los Cuervos, Cerdos y Gallinas los Desentierran para
luego Devorarlos". En el parte de prensa se hace referencia al "crecido
número de muertos como saldo de los pasados bochinches comunistas"
(Énfasis personal) como un peligro nacional. Las víctimas se proyectan
como el residuo lógico de medidas necesarias para restablecer el orden
y asegurar la 'salubridad' de la nación. Los cadáveres
se develan como desperdicios polutos que no sólo amenazan la salud pública
sino que afectan la economía local, como ilustra el siguiente párrafo:
Actualmente en el departamento de Sonsonate y en muchos lugares de Ahuachapán
y algunos de Santa Ana la carne de cerdo ha llegado a desmerecerse de tal
manera, que casi no tiene valor. Por el mismo camino va la de res y las aves
de corral. Todo se debe a que los cerdos comen en grandes cantidades la carne
de los cadáveres que en los montes han quedado. La gente, por intimación,
se está negando también a comer la carne de res y aves de corral.
Desde luego, ellos tienen razón; pero en cambio, esta industria
está sufriendo fuertes golpes. (Ibid, Énfasis mío)
El surrealismo macabro descrito no parte del festín
que se dan los animales o el rechazo de la gente a consumir carne, sino de la
indiferencia y normalidad dentro del sentido práctico comercial con que
los productores de carne abarcan el
tema.9 Los miles de campesinos muertos se
proyectan como objetos obstaculizadores de ganancias empresariales. Es la industria
la que "sufre fuertes golpes" a consecuencia de la matanza indiscriminada
de campesinos e indígenas. La ausencia de una autoreflexión moral
por parte de gobernantes y clases dirigentes ante el asesinato en masa de campesinos
ha sido una realidad histórica que el salvadoreño ha tenido que
enfrentar, internalizar y dar por norma.
La amenaza de una plaga propagada por insectos conocidos como
"moscas negras" era de máxima preocupación para las
autoridades. Los cadáveres podrían ser contaminadores de enfermedades
"[...] y la consecuencia sería terrible para los habitantes del
país. Quizá sus resultados llegarían a ser peores que los
provocados por la revuelta."10 Los cuerpos de los insurrectos, en vida
y muerte, se ven como portadores de "organismos" nocivos para el bienestar
político, ideológico y físico de la nación.
El Estado, una vez más, se muestra como única
entidad capaz de auxiliar al pueblo en momentos de crisis. Al siguiente día
aparece una corta nota en primera plana"La sanidad hace inspección/
Investigará hoy los cadáveres medio enterrados"en
la que el Departamento de Sanidad, encabezado por el Doctor Escalante, envía
una comisión para determinar el peligro y las medidas a tomar. El 9 de
febrero, bajo el titular "Gira Sanitaria al Occidente: El Dr. Escalante
a la cabeza de la misión", se indica: "El Gobierno que
preside el General Martínez, atento siempre a las insinuaciones de la
prensa, está manifestando con hechos que sabe atender todo aquello que
redunda a favor del bien público. Esto se observa en todas las actividades
del Gobierno, y sobretodo en el aspecto sanitario."11 Es interesante que esta noticia compartiera la primera página del Diario
con la cifra dada por el General Calderón bajo el titular "80,000
comunistas en la zona afectada [...]." El paralelismo que encontramos
en la diagramación de la primera plana del Diario el 9 de febreroen
la que se presentan noticias relacionadas con "comunistas en la zona afectada"
y la presencia de oficiales de sanidad en la misma área posiblemente
contagiada con organismos infecciososilustra la carga patológica
en la representación impresa de los insurrectos. El 10 de febrero se
publica una evaluación de las áreas insurreccionalesel titular
lee: "No Habrá Epidemias en la Zona Afectada/ Resultado de la
visita que hizo el director de sanidad"en donde se trazan estrategias
para corregir algunas condiciones sanitarias.
Aunque "epidemia" no sea un término preciso,
según J.N. Hays (1998: 1-8), muchas definiciones coinciden en que es
algo temporal, afecta un lugar particular, y su mayor consecuencia es el alto
índice, en exceso de la norma, de mortandadporcentaje de muertosy/o
morbosidadporcentaje de incidencias de la enfermedad. Las enfermedades
epidémicas, añade Hays, son generalmente asociadas con la palabra
"infección", y, en efecto, son causadas generalmente por una
invasión de agentes infecciosos. Una de las mayores consecuencias de
una epidemia es la depleción demográfica, explica Hays, en la
que se registran periodos de estancamiento o disminución de la población.
Por tanto, una de sus consecuencias sociales es la agudización de diferencias
entre estructuras de clases, dando como resultado político la dominación
de un grupo privilegiado sobre otro debilitado.
Según lo planteado por Hays puede verse claramente el
paralelismo semántico entre el término epidemia, los efectos causados
por este fenómeno, y la manipulación del Diario de conceptos
patológicos en su representación de las zonas insurreccionales,
los protagonistas del alzamiento y la subsiguiente materialización de
una amenaza epidémica. La más notable consecuencia de la matanza
genocida de 1932siguiendo con el paralelismo planteadofue la eliminación
de las comunidades indígenas en la "zona afectada" (en esta
área occidental del país se concentraba el mayor número
de pipiles), su consecuente erradicación demográfica y la auto-censura
pública de su cultura por parte de sobrevivientes, como hablar el náhuatl
y usar la vestimenta típica.12
Continuando con el paralelismo, observamos que después
de la plaga de 1347-1350 conocida como "Muerte negra", una
de las epidemias más graves que azotara Europa, el Estado progresivamente
va interviniendo en materias de salud pública comenzando así a
regular más la vida del individuo. El hombre imponía su poder
sobre la naturaleza.13 En el caso de los sucesos de 1932 en El Salvador, el
legado histórico fue la intensificación de la intervención
del Estado y la imposición de su poder coartando toda libertad y regulando
literalmente la vida del individuo. Esto se vio a través de la dictadura
del General Maximiliano Hernández Martínez, los consecuentes gobiernos
militares y la coalición militar-civil de gobiernos que durarían
hasta terminado el conflicto armado en 1992.14
Para combatir una epidemiaes notable la simbiosis entre
guerra y epidemia a través del verbo 'combatir'como durante
la gran plaga de 1347 en Europa, se tomaron medidas drásticas y en este
caso inútiles al ignorarse en la época la causa de la enfermedad.
Una de las medidas fue matar a todos los perros y gatos por creerlos portadores
de la enfermedad, práctica que siguió hasta el siglo XVII y que
en cambio ayudó a las ratas, verdaderas portadoras del microorganismo,
a desplazarse sin dificultad (Hayes 1998: 60). La representación de una
plagaaunque se transmute en metáfora políticaacarreaba
en sí la necesidad de su pronta y radical eliminación aunque implicara
quebrantar toda norma cívica, social y, en casos extremos, humana.
La justificación e internalización de una matanza
de tal magnitud se hizo, en parte, posible a través de la objetivación
de las víctimas en la prensa, en este caso el Diario del Salvador:
primero, se deshumanizan los campesinos despojándoles de una identidad
individual, comunitaria y de clase,15 transformando discursivamente su existencia
en conceptos abstractos amenazantes de gran carga ideológica; segundo,
se proyectan los insurrectos como una amenaza patológica, una enfermedad
mortal y contagiosa, sus cuerpos vivos o cadáveres como portadores de
"organismos infecciosos" que ponen en peligro la supervivencia de
la nación.
La comunidad salvadoreña imaginada se encontraba "unificada"
por el instinto de supervivencia y de preservación de la vida ante la
proyección impresa de "amenazas" imponentes fuera del control
del individuo, lo que desde el siglo XIX era patente en todos los aspectos de
la vida salvadoreña, desde catástrofes naturales hasta plagas.
Según documenta el historiador Carlos Castro, los salvadoreños
han estado acechados por frecuentes catástrofes como:
Los terremotos de 1815, 1839, 1854 y 1873. Las continuas guerras. Las recurrentes
epidemias de cólera morbus, sobre todo las de 1837 y 1858; de viruela
y sarampión en varias ocasiones. Los incendios: del altar mayor de
la iglesia Catedral en 1870; del portal norte o de Arrieta, y del de occidente
o de Blanco y Trigueros, frente a la hoy Playa Libertad, en 1872 y 1878; del
cuartel número 1 y de la Escuela Normal, en el sitio donde poco después
se construyó la plaza Morazán, en 1880; del mercado central,
en 1883. Las inundaciones provocadas por las crecidas del río Acelhuate,
particularmente la de 1852. Las destructoras y constantes plagas de chapulín,
como la de abril de 1853, que se abatió sobre la ciudad, en cuyos alrededores
había manchas de cuatro a cinco leguas de longitud. (Castro, 2000)
La nación moderna salvadoreña se imagina a partir
del miedo, del terror sin cara, de la presencia de amenazas inminentes, del
temor real e infundido a la pérdida de posesiones que trascienden estructuras
económicas y condiciones sociales: la vida, la familia, y la
patria.16 La ideología del poder procuraba mantener en la consciencia colectiva
no sólo el temor, sino el dolor que pasadas catástrofes y enfermedades
habían producido en el pueblo, lo que le permitía actuar con impunidad
ante un pueblo que se veía acechado y victimizado por constantes y devastadores
sucesos fuera de su control.
Notas
Arriba
vuelve 1. El Diario del
Salvador fue el único periódico en La Biblioteca Nacional
de El Salvador en el que pude encontrar información de los sucesos acontecidos
el 22 de enero de 1932. Otros periódicos no tenían ejemplares
del año o de los meses investigados, enero y febrero de 1932. Según
historiadores, el General Maximiliano Hernández Martínez ordenó
destruir todo periódico, revista o publicación donde aparecieran
noticias sobre los sucesos insurreccionales de 1932.
vuelve 2. La importancia e
influencia del Diario del Salvador es discutida por Italo López
Vallecillos: "Diario del Salvador es indiscutiblemente, el periódico
más importante editado en las primeras tres décadas del presente
siglo. Introductor de las modernas técnicas de periodismo norteamericano,
mantuvo por largo tiempo sus secciones informativas y sus páginas literarias
con gran sentido de responsabilidad [
] Su editor, don Román Mayorga
Rivas, fue el precursor del periodismo como empresa y su preocupación
mayor fue la de traer a El Salvador la maquinaria más moderna en la edición
de periódicos. A él se debe la introducción de la primera
prensa Duplex y de los primeros linotipos, con lo cual revolucionó, por
decirlo así, el viejo sistema del diarismo salvadoreño" (1987:
352).
vuelve 3. Observa Patricia
Alvarenga: "El Estado oficializó las Guardias Cívicas tomando
estos grupos bajo su control y, como en el caso de las Ligas Rojas, dando a
las fuerzas voluntarias una vertical y rígida organización. Pero
a diferencia de las Ligas Rojas, las Guardias Cívicas constituyeron definitivamente,
una institución paramilitar. Cuando el Estado las oficializó,
se ocupó de que estuvieran bajo control directo de las instituciones
represivas" (Alvarenga, 1996: 338).
vuelve 4. Como se puede apreciar
en las copias de los artículos estudiados, este periódico abiertamente
apoyó incondicionalmente al gobierno del General Maximiliano Hernández
Martínez. El Diario del Salvador fue fundado por Román
Mayorga Rivas en 1895, y fue publicado por primera vez el lunes 22 de julio.
El periódico, siguiendo el ejemplo modernizador de la prensa norteamericana,
utilizó el telégrafo para seguir al minuto noticias internacionales,
el anuncio comercial, el entrefilete, "que dieron al diario independencia
económica" (Gallegos, 1989: 136). A esto agrega el investigador
Carlos Cañas-Dinarte: "Su director importó a El Salvador
la primera prensa Duplex y los linotipos iniciales, técnicas con las
que revolucionó la industria gráfica de su tiempo [...] Ningún
periódico ejerció sobre el público, en su desarrollo cultural,
la influencia que ejerció este medio en los primeros años del
siglo XX en El Salvador" (1998: 177-179).
vuelve 5. Ibid. Jueves, 31
de diciembre de 1931. Primera Plana.
vuelve 6. Dice el parte de
prensa: "Oficialmente hemos recibido los datos que contienen la siguiente
información: Ayer en la mañana, las autoridades de Atiquizaya
tuvieron noticia cierta de que un grupo de comunistas, en número como
400 hombres, estaban introduciéndose a las fincas de los cantones Santa
Rita, Anonal, El Paraíso, El Chayal, Tortuguero y Montanaza. De aquella
jurisdicción, y arengando a los trabajadores para que se unieran a ellos
a fin de impedir las cortas de café", Diario de El Salvador,
10. 772, 6 de enero de 1932. Debe señalarse que "desde 1875, el
café se había vuelto el principal producto de exportación.
Su participación total del total de exportaciones era del 33%, porcentaje
que subió hasta el 76% al inicio del siglo actual. La oligarquía
cafetalera se convirtió en la clase dominante: había pasado a
controlar económicamente el país dado que el factor decisivo de
la economía era ahora el café. En lo político, instalaba
al Presidente de la República" (Krämer, 1998: 19).
vuelve 7. El Diario del
Salvador, 30 de enero de 1932, 10.793. Primera Plana.
vuelve 8. El Diario del
Salvador, 31 de enero de 1932, 10.794.
vuelve 9. El surrealismo encontrado
en el parte de prensa del Diario es superado por Roque Dalton en Las
historias prohibidas del pulgarcito (1999) donde la antropofagia se vuelve
parte de una conspiración de empresarios indolentes. En la siguiente
cita de Dalton se ilustra cómo los sobrevivientes pobres de las zonas
insurreccionales, en su desconfianza ante lo presenciado, rehusan ser tratados
como bárbaros devoradores de su gente negándose a consumir carne
de puerco: " 'Nadie comía carne de cerdo. [...] porque más
de alguna persona aseguró que vendedores inescrupulosos habían
llegado a vender carne humana en zonas de occidente especialmente azotadas por
el hambre, haciéndola pasar como carne de cerdo.' " (Dalton,
1999: 116). El propósito de una impactante anécdota como ésta
donde se insinúa la antropofagia, siguiendo la propuesta de Mary Caruthers,
es imprimir en la memoriaindividual, colectiva e históricala
dimensión inimaginable de los sucesos vividos en enero y febrero del
1932.
vuelve 10. El Diario del
Salvador. Op.cit.
vuelve 11. El Diario del
Salvador, 10.801, 9 de febrero de 1932. Primera Plana.
vuelve 12. "El alzamiento
del 32 dejó profundas huellas en la conciencia de todos los salvadoreños.
La población india prácticamente dejó de ser la misma como
resultado de la matanza, sobre todo porque de ahí en adelante existió
el temor de mostrarse como 'indio'. El idioma, la vestimenta y las
costumbres de los indios pasaron a ser formas peligrosas de identificarse y
fueron reemplazadas por otras menos evidentes.[...]" (Ministerio de Educación,
1994: 137). Knut Walter, profesor de Historia de la Universidad Centroamericana,
indica en un artículo en Tendencias: "En 1932, la represión
que se desató a raíz de la insurrección campesina en el
occidente salvadoreño terminó de sellar su destino como pueblo
conquistado y sometido: hoy por hoy, el pipil (o nahuat) ya no se escucha, las
tradiciones pipiles no se recuerdan y los pocos descendientes biológicos
de los pipiles se confunden en un mar de mestizos y blancos y de expresiones
culturales importadas de reciente data. La conquista es ya total" (1992:
21).
vuelve 13. Indica Hays: "The
health boards created precedents for an active role of the state in the name
of public health, and in doing so they raised questions about the state's
regulatory powers that remain meaningful today. Their activity may reasonably
be seen as an aspect of the scientific revolution of the sixteenth and seventeenth
centuries [
] when a conviction in human powers over nature took root"
[Los Directorios de Salud crearon precedentes para un rol activo del Estado
en nombre de la Salud Pública, y al hacerlo así, leventaron preguntas
sobre los poderes regulatorios que continúan todavía vigentes.
Su actividad puede verse razonablemente como un aspecto de la revolución
científica de los siglos XVI y XVII [
] cuando se afianzó
la convicción del poder humano sobre la naturaleza] (1998: 61).
vuelve 14. La dictadura del
General Maximiliano Hernández Martínez, 1932-1944, fue extremadamente
severa y brutal. Según una hoja suelta escrita en abril de 1944 durante
"la huelga de brazos caídos" reporducida en Historia del
Salvador, Tomo II se describe la situación: "[
] El pueblo
entero de El Salvador se encuantra de duelo, son contados los hogares en donde
no se ha derramado sangre, en todas las clases socials se refleja el odio, la
protesta absoluta por la abominable sangría de que está siendo
objeto nuestro pueblo. [
] Es risible que pretendamos [vivir] en un país
libre, que hayamos declarado la Guerra a los Dictadores de Europa y que nos
contemos entre los Demócratas. ¿Dónde está nuestra
democracia? ¿En la prensa libre? No. Los salvadoreños sólo
podemos leer los diarios que el Tirano paga y mantiene para que adulen y que
pretendan tenernos engañados y aislados de la realidad, pero todos sabemos
cuál es la desgraciada realidad. No tenemos libertad de pensamiento,
ni libertad de palabra. No podemos leer siquiera lo que los otros países
comentan acerca de nuestra ridícula y triste situación, porque
confiscan en el correo todo lo que no le conviene al dictador". Pero el
legado más oneroso de la dictadura de Martínez fue que el poder
político, o sea el manejo de la nación, estuviera en manos de
las Fuerzas Armadas hasta 1980. El último presidente militar de El Salvador,
el general Carlos Humberto Romero, fue derrocado por la misma fuerza armada
e impulsado al exilio en octubre 15 de 1979. Luego se formó una Junta
Revolucionaria de Gobierno en la que participaron dos militares y tres civiles.
Los miembros de esta junta de gobierno renunciaron y se creó una segunda
junta de gobierno acordada por el Partido Demócrata Cristiano y la fuerza
armada. Esta junta fue reemplazada por una asamblea constituyente que quedó
bajo el control de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Partido
Demócrata Cristiano (PDC). En medio de la guerra civil (comienza en 1981)
y ausente la participación del FMLN y FDR, la asamblea constituyente
redacta una nueva constitución y nombra al doctor Álvaro Magaña
como presidente provisional hasta efectuarse las elecciones en 1984. El ingeniero
José Napoleón Duarte gana las elecciones en una segunda ronda
de votación derrotando a Roberto D'Aubuisson, presidente de la asamblea
constituyente. Nuevas elecciones para la asamblea legislativa y concejos municipales
se efectuaron en 1985 y 1988, con una considerable baja de votantes. En el 1989
fue electo presidente el licenciado Alfredo Cristiani. "Por primera vez
desde 1931 [
] un presidente civil popularmente electo entregaba el cargo
a un sucesor civil electo igualmente" (Ministerio de Educación 1994:
146, 165, 247, 249, 256-261). Es necesario mencionar que durante este último
periodo de intentos democráticos (1980-1992) la presencia, impunidad
y prepotencia militar se hacía sentir en todos los aspectos de la vida
civil ya que durante la guerra, que termina oficialmente en 1992, las desapariciones,
masacres y asesinatos de ciudadanos por parte de fuerzas militares y paramilitares
eran parte de la cotidianeidad del salvadoreño.
vuelve 15. El campesino indígena
ha sido sometido a numerosos intentos de representación discursiva por
parte de intelectuales que han tratado de desentrañar la verdadera identidad
cultural y étnica de estas comunidades. Esto se ve claramente en los
escritos de Salarrué. El hecho de que no existieran disciplinas que estudiaran
las diferentes culturas étnicas en El Salvador, descartando un reconocimiento
institucional de una presencia étnica significativa; el que se tratara
de pintar en la narrativa su cotidianeidad con resultados ambiguos; y el que
se despojara totalmente a esta población de una esencia humana en los
sucesos de 1932, apunta al marcado sistema de explotación existente en
este periodo. La constatación representativa de una comunidad indígena
marginalizada, empobrecida y explotada requería cierta responsabilización
político-social. Por otro lado, el vacío representativo o reconocimiento
institucional de estas comunidades permitía la explotación impune
de la colectividad.
vuelve 16. Este tipo de paranoia
comunista tomó un giro hemisférico a partir de 1947 y la firma
del Tratado de Río de Janeiro. Las estrategias de defensa ante la amenaza
soviética en el hemisferio fueron delineadas por la administración
del presidente estadounidense Harry Truman. Breni Cuenca observa en un artículo
publicado en Tendencias en 1993: "Tal marco doctrinario deslizó
continentalmente hacia una concepción de seguridad nacional, bajo la
cual los gobiernos y ejércitos de la época comenzaron a identificar
a los opositores como enemigos internos, y a las huelgas y protestas como prototerrorismo.
Así la Doctrina de la Seguridad Nacional brindó la perspectiva
estratégica bajo la cual los ejércitos de América Latina
decidieron, en gran número de casos, colocarse en el centro del poder
del Estado para enfrentar las amenazas. Dicha doctrina no sólo fue aceptada
sino que en algunos casos fue bienvenida por las oligarquías económicas
de la época, porque les evitó tener que negociar o enfrentar el
descontento económico y sociopolítico de una sociedad empobrecida
y privada de derechos" (Cuenca, 1993: 20-21).
Obras citadas
- Alvarenga, Patricia, 1996: Cultura y ética de la violencia,
San José: EDUCA.
- Anderson, Benedict, 1989: Imagined Communities: Reflections on the Origin
and Spread of Nationalism, Londres: Verso.
- Bhabha, Homi K., 1990: "Narrating the Nation", en Nation and
Narration, Londres y Nueva York: Routledge.
- Cañas-Dinarte, Carlos, 1998: Diccionario Escolar de Autores Salvadoreños,
San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
- Castro, Carlos, 2000: "La tierra prometida: los placeres de la imaginación.
La cultura del siglo XIX en El Salvador," en Varios autores, EL SALVADOR.
La República. Tomo I. San Salvador: Programa Fomento Cultural Banco
Agrícola.
- Cuenca, Breni, 1993: "Civiles y militares: ¿Una nueva relación?",
en Tendencias, 24, octubre.
- Dalton, Roque, 1999: Historias prohibidas del pulgarcito, San Salvador:
UCA Editores.
- Diario del Salvador, 1932: (periódico, consultado en la Hemeroteca
de la Biblioteca Nacional de El Salvador).
- Gallegos Valdés, Luis, 1989: Panorama de la Literatura Salvadoreña,
San Salvador: UCA Editores.
- Hays, J. N. 1998: The Burdens of Disease: Epidemics and Human Response
in Western History, New Jersey: Rutgers University Press.
- Krämer, Michael, 1998: El Salvador: Unicornio de la Memoria,
San Salvador: Ediciones Museo de la Palabra.
- López Vallecillos, Italo, 1987: El periodismo en El Salvador,
San Salvador: UCA Editores.
- Ministerio de Educación, 1994: Historia de El Salvador, Tomo II,
San Salvador: Dirección de Publicaciones.
- Sontag, Susan, 1979: Illness as Metaphor, Nueva York: Vintage Books.
- Turcios, Roberto, 1995: Los primeros patriotas: San Salvador, 1811,
San Salvador: Editorial Tendencias.
- Walter, Knut, 1992: "Madreselva: El Señorío de Cuscatlán",
en Tendencias, 12, Julio.
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