Sheila Candelario

Patología de una Insurrección: La prensa y la Matanza de 1932

New York University

Notas*Obras citadas

 

Me propongo en este ensayo explorar elementos culturales y discursivos utilizados para proyectar de manera orgánica el concepto de nación y la constante irrepresentable de la violencia, agonía y muerte en artículos del Diario del Salvador1 antes y después de la masacre genocida del 1932 donde alrededor de 25,000 campesinos de etnia pipil fueron asesinados por fuerzas militares y paramilitares. Es esencial profundizar en la inscripción y lectura que se ha hecho del cuerpo humano en este periodo histórico para desentrañar algunas claves discursivas importantes. El concepto de nación que se utilizará parte de las propuestas de Benedict Anderson en Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism y de Homi K. Bhabha en su ensayo "Narrating the Nation", texto influenciado notablemente por Anderson.

La nación no es homogénea ni simplistamente binaria. Su concepción proviene de élites y clases dirigentes que han podido trabajar el lenguaje y dejar inscritas propuestas contractuales que han diagramado estructuras políticas, sociales y económicas. Ha sido la materialidad y permanencia de la escritura la que ha ayudado a constatar la influencia histórica de diversos círculos de poder. Bhabha observa que al enfrentarnos a la nación "como se ha escrito", entramos en la temporalidad de la cultura y la conciencia social tal y como ocurre en el proceso de significación en el lenguaje a través de la articulación de diferencias.

Las raíces del nacionalismo se encuentran, según Anderson, en los sistemas culturales que precedieron este concepto, y a través y contra los cuales surgieron. La nación es una idea, una comunidad imaginada mediada por el lenguaje. Dice Anderson:

[…] propongo la siguiente definición de nación: es una comunidad política imaginada— e imaginada de dos maneras, inherentemente limitada y soberana.

Es imaginada porque los miembros, inclusive aquellos de las naciones más pequeñas, nunca sabrán quienes son la mayoría de sus compatriotas, no los conocerán o siquiera oirán de ellos, sin embargo, en la mente de cada uno de ellos vivirá la imagen de su comunión. (1989: 15)

La nación se imagina como soberana, continúa Anderson, porque el concepto se creó durante el tiempo en que la Ilustración y la Revolución destruían la legitimidad de un mundo en el que se aceptaba la dinastía jerárquica como una entidad divina. Al igual, dice Anderson, una nación se imagina como una comunidad porque independientemente de los problemas de explotación y desigualdad, la nación siempre se concibe desde un camaraderismo profundo y horizontal (1989:16). El inicio e impulso del concepto moderno de nación es atribuido por Anderson al desarrollo de la imprenta y su expansión dentro del capitalismo. El que las diversas lenguas pasaran a imprimirse sentó las bases de una conciencia nacional de tres maneras diferentes. Primero, explica Anderson, se crearon campos de intercambio y comunicación. Los lectores estaban conectados a otros lectores a través de la palabra impresa, formando de manera secular, particular e imperceptible el embrión de la nacionalidad imaginada. Segundo, la imprenta capitalista dio al lenguaje permanencia, lo cual a largo plazo ayudó a crear la idea de antigüedad como factor central de la imagen subjetiva de la nación. Por último, la imprenta capitalista creó lenguajes de poder diferentes a aquellos que se utilizaban como lenguas administrativas vernaculares, como por ejemplo el latín (1989: 47-48).

En Los primeros patriotas de Roberto Turcios (1995), estudio sobre el alzamiento en San Salvador de 1811, pueden apreciarse los elementos conflictivos y contradictorios dentro del concepto de la "nación imaginada" especialmente en su etapa embriónica. Turcios analiza lo que se ha llamado "La Revolución del 11" o la "Primera Revolución" en la que se movilizaron residentes mestizos de los barrios de San Salvador en una rebelión espontánea para evitar el arresto de sacerdotes y la ejecución del padre José Matías Delgado. El alzamiento del 4 de noviembre de 1811, encabezado por alcaldes reconocidos como líderes de la comunidad, y en menor medida criollos productores de añil, resultó en la destitución del Intendente y por primera vez la integración de criollos en el gobierno colonial de la región. Sin embargo, lo que se manifestó en un acto patriótico de independencia por parte de poquiteros, artesanos y jornaleros representados por sus alcaldes, termina en una alianza de las élites criollas con las esferas del poder español leales al Rey Fernando VII.

Se puede apreciar cómo el concepto de nación se divide por líneas raciales, económicas y sociales y refuerza la fragmentación inherente dentro de su formulación conceptual, especialmente si se toma en consideración la gran población indígena que queda al margen de toda organización política. Esto problematiza el concepto europeo de la nación imaginada de Anderson al tomarse en consideración el enorme número de habitantes analfabetos entre los que también se encuentra la población mestiza. Una vez se logra la independencia y comienza a consolidarse la nación, son las élites las que a través de escritos contractuales literarios, accesibles y diseminados más ampliamente a través de la prensa, definen monolíticamente los parámetros ideológicos, políticos y económicos de esa nación imaginada. Aún más, la clase indígena queda a su vez dividida entre sí al crearse alianzas entre las clases dominantes y los grupos de campesinos que se unen a las fuerzas institucionalizadas de represión, como notara en su estudio Patricia Alvarenga.

Según Anderson la prensa es meramente una "forma extrema" del libro, es un texto que se vende a gran escala aunque su popularidad sea efímera (1989: 39). Al leerse un periódico, se participa en un ritual común que va creando conciencia de un mundo compartido por todos, un mundo imaginado que visiblemente se va originando a través de un acto cotidiano.

La significación de esta ceremonia en masa—Hegel observa que los periódicos sirven al hombre moderno como un sustituto de la plegaria—es paradójica. Cada uno de los comunicantes están concientes de que la ceremonia que se está practicando está siendo replicada simultáneamente por miles (o millones) de otros de cuya existencia está seguro, pero de cuyas identidades no tiene la más mínima idea. Más aún, esta ceremonia se repite diariamente o en intervalos de medio-día a través del calendario (Ibid, traducción personal).

Por tanto, es necesario recurrir a la prensa para examinar la masacre del 1932 y ver cómo, particularmente en este período, se proyecta la necesidad de la violencia institucionalizada y las matanzas para la consolidación y preservación de la nación moderna.

La prensa fue instrumental en lograr un consenso político ante el alzamiento de 1932 manipulando términos que objetivaban a los insurrectos y los desconectaban de su esencia humana. No se utilizaron nombres ni apellidos de campesinos, no se profundizó en las demandas de los grupos organizados ni en las condiciones laborales, económicas y sociales de los participantes. Los apelativos más utilizados en el Diario del Salvador2 para referirse a estos grupos de indígenas y campesinos, antes y después del alzamiento que se inicia el 22 de enero de 1932, son: "ociosos", "los comunistas", "grupos comunistas", "individuos comunistas", "movimiento comunista", "invasión de comunistas", "ordas", "huestes comunistas", "agitadores", "peligro rojo comunista", "asaltantes", "peligro comunista", "turbas comunistas", "facciosos". Las vidas de los insurrectos se transmutan en abstracciones conceptuales, en frases que conjuran ideas extrañas, amenazantes y anárquicas. Esta representación deshumanizadora sirvió de catapulta ideológica a la maquinaria política estatal que había incorporado a su aparato represivo las Guardias Cívicas, "cuerpos paramilitares constituidos por miembros de la oligarquía, de la clase media e incluso del campesinado," (Alvarenga 1996: 9), lo que es significativo para entender el alcance de la manipulación ideológica del Estado en varios frentes.3

En este caso la proyección ideológica se intensifica de manera progresiva en la prensa semanas antes de la insurrección. Es importante resaltar una nota inconspicua que aparece en la segunda página del Diario del Salvador del 30 de diciembre de 1931 sobre la primera publicación en español de El Capital de Karl Marx. Aunque el parte de prensa aparenta ser una inocente nota bibliográfica, ésta mayormente se dedica a resaltar el poder ideológico y transformativo del documento.

El anunciar la publicación en la lengua oficial del país de El Capital y su potencial accesibilidad y difusión en El Salvador puede ser interpretado como un 'aviso' si se toma en cuenta que el Diario del Salvador era un periódico conservador.4 Dentro de los parámetros ideológicos y políticos de la "nación imaginada" la infiltración del texto marxista en el mercado de consumo amenazaba con destruir los cimientos discursivos del poder político.

No extraña que al siguiente día, 31 de diciembre de 1931, aparecieran en primera plana los siguientes titulares: "Envíase Fuerzas Armadas a Sonsonate y La Libertad", "El Conflicto de la hacienda 'El Tránsito'/ Queda arreglada una dificultad surgida entre patronos y peones". El lector, si se limita a leer el último titular, puede interpretar el incidente como un caso aislado y controlado, sin embargo, no es hasta casi terminado el parte de prensa que se revela lo contrario: "El caso de la finca 'El Tránsito' no es, sin embargo, un acontecimiento aislado. En otras propiedades del campo han sucedido recientemente casos análogos."5 Ya para el 6 de enero de 1932 la "amenaza" se hace oficial en el titular de primera plana: "400 Comunistas Quieren Invadir Fincas Al Norte De la República/ Las Tropas Del Govierno[sic] Los Tienen Controlados Para Mantener El Orden."6 Desde entonces el Diario del Salvador comienza a escalar su advertencia sobre una insurrección comunista.

La campaña impresa de deshumanización de los insurrectos llega a tal grado patológico que la misma existencia biológica de estos se proyecta como una amenaza a la supervivencia vital de la nación. Se creía necesario eliminar el "germen" ideológico que "carcomía" las entrañas del país. Cada individuo representaba un "foco de contagio" en las "zonas afectadas". En la primera página del Diario del Salvador del sábado 30 de enero de 1932, un resurgimiento insurreccional se proyecta como un "brote comunista". Las connotaciones semánticas de la palabra 'brote' van íntimamente ligadas a asuntos de salud pública, al inicio de una enfermedad contagiosa dentro de los parámetros de una zona contenida. Esto puede apreciarse en la siguiente cita del Diario del Salvador:

ABORTÓ UN BROTE EN SABANA DE SAN JUAN
Sonsonate. Anoche a altas horas abortó un brote comunista en la sabana de San Juan jurisdicción de Nauhizalco, fue sofocado por las tropas del ejército constituido que obra con toda energía a favor de la gente honrada. Hoy en la mañana salieron con rumbo a las haciendas Santa Emilia, Hacienda Nueva, Hacienda Acajutla, tropas al mando del Capt. J. Antonio Morán de la Guardia Nacional. Existen datos de que tales lugares se encuentran infestados por gente comunista en mayoría campesinos.7 (Énfasis mío)

El verbo 'abortar' de acuerdo a la definición médica de Ramón García-Pelayo y Gross, significa: "Desaparecer una enfermedad antes de su término natural" (García-Pelayo 1989:5). La intervención a través de la violencia institucional se proyecta como única solución para la eliminación del foco ideológico "infeccioso".

Susan Sontag observa en su estudio Enfermedad como Metáfora que el orden social ha sido la preocupación más antigua de la filosofía política, y si es posible comparar la polis a un organismo también es posible comparar la desobediencia civil con una enfermedad. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) invoca la tuberculosis como una enfermedad cuyo progreso puede cercenarse si se detecta a tiempo. Tomás Hobbes (1588-1679) argumentaba que los gobernantes tienen la responsabilidad y la habilidad a través de la razón de controlar el desorden. El filósofo inglés equipara la desobediencia civil con una enfermedad interna que afecta la sociedad. La enfermedad como metáfora, insiste Sontag, fue utilizada en la filosofía política para reforzar el llamado a una respuesta racional. Sin embargo, cuando la metáfora de la tuberculosis en la retórica política moderna no invocaba la solución radical necesaria se pasó a una enfermedad que requería un tratamiento, literalmente, más tajante, el cáncer. En discursos Nazis sobre el "problema de los judíos" en los años treinta se hacía referencia al tratamiento del cáncer ya que éste requería extirpar una gran parte del tejido sano a su alrededor.Al denunciar el comunismo en 1920 el escritor "futurista" italiano Felipe Tomás Marinetti (1876-1944) indica que "el comunismo es una exasperación del cáncer burocrático que siempre ha dañado a la humanidad" (Sontag 1979: 75, traducción mía).

Durante la insurrección de 1932 en El Salvador, especialmente a través de la prensa, las referencias patológicas no se daban de manera directa. Se apelaba a la experiencia común de la enfermedad en los lectores de manera asociativa, o sea, la terminología se utilizaba inconspicuamente en la narración de noticias diarias apelando a la experiencia colectiva de males físicos y al terror de sus consecuencias mortales. Esto se "validó" al lector cuando la amenaza ideológica a la supervivencia y salubridad de la nación cobró una dimensión física a medida que los miles de cadáveres en estado de descomposición presentaban amenazas epidémicas.

Terminado el grueso de la matanza en menos de diez días—el 31 de enero aparece en primera plana el titular: "Director de Policía Cree que el Comunismo está al fin Develado"8 —estas proyecciones patológicas se materializan en cuerpos en proceso de descomposición y su amenaza real a la salud pública. Estas decenas de miles de personas una vez dejaron de ser portadoras del "germen" ideológico se materializaron a través de su representación en objetos grotescos que necesitaban ser desechados de manera sanitaria. No sólo fue imperativo eliminar el portador ideológico sino que era imprescindible borrar todo rastro de la "enfermedad" para el bienestar físico de la nación. Las víctimas enterradas en fosas no profundas se proyectaban a través de la prensa como alimento de bestias y amenaza epidémica.

El viernes, 5 de febrero, aparece el siguiente titular en primera plana: "Los Cadáveres Sepultados a Escasa Profundidad son un Peligro para la Salud/ Los Cuervos, Cerdos y Gallinas los Desentierran para luego Devorarlos". En el parte de prensa se hace referencia al "crecido número de muertos como saldo de los pasados bochinches comunistas" (Énfasis personal) como un peligro nacional. Las víctimas se proyectan como el residuo lógico de medidas necesarias para restablecer el orden y asegurar la 'salubridad' de la nación. Los cadáveres se develan como desperdicios polutos que no sólo amenazan la salud pública sino que afectan la economía local, como ilustra el siguiente párrafo:

Actualmente en el departamento de Sonsonate y en muchos lugares de Ahuachapán y algunos de Santa Ana la carne de cerdo ha llegado a desmerecerse de tal manera, que casi no tiene valor. Por el mismo camino va la de res y las aves de corral. Todo se debe a que los cerdos comen en grandes cantidades la carne de los cadáveres que en los montes han quedado. La gente, por intimación, se está negando también a comer la carne de res y aves de corral. Desde luego, ellos tienen razón; pero en cambio, esta industria está sufriendo fuertes golpes. (Ibid, Énfasis mío)

El surrealismo macabro descrito no parte del festín que se dan los animales o el rechazo de la gente a consumir carne, sino de la indiferencia y normalidad dentro del sentido práctico comercial con que los productores de carne abarcan el tema.9 Los miles de campesinos muertos se proyectan como objetos obstaculizadores de ganancias empresariales. Es la industria la que "sufre fuertes golpes" a consecuencia de la matanza indiscriminada de campesinos e indígenas. La ausencia de una autoreflexión moral por parte de gobernantes y clases dirigentes ante el asesinato en masa de campesinos ha sido una realidad histórica que el salvadoreño ha tenido que enfrentar, internalizar y dar por norma.

La amenaza de una plaga propagada por insectos conocidos como "moscas negras" era de máxima preocupación para las autoridades. Los cadáveres podrían ser contaminadores de enfermedades "[...] y la consecuencia sería terrible para los habitantes del país. Quizá sus resultados llegarían a ser peores que los provocados por la revuelta."10 Los cuerpos de los insurrectos, en vida y muerte, se ven como portadores de "organismos" nocivos para el bienestar político, ideológico y físico de la nación.

El Estado, una vez más, se muestra como única entidad capaz de auxiliar al pueblo en momentos de crisis. Al siguiente día aparece una corta nota en primera plana—"La sanidad hace inspección/ Investigará hoy los cadáveres medio enterrados"—en la que el Departamento de Sanidad, encabezado por el Doctor Escalante, envía una comisión para determinar el peligro y las medidas a tomar. El 9 de febrero, bajo el titular "Gira Sanitaria al Occidente: El Dr. Escalante a la cabeza de la misión", se indica: "El Gobierno que preside el General Martínez, atento siempre a las insinuaciones de la prensa, está manifestando con hechos que sabe atender todo aquello que redunda a favor del bien público. Esto se observa en todas las actividades del Gobierno, y sobretodo en el aspecto sanitario."11 Es interesante que esta noticia compartiera la primera página del Diario con la cifra dada por el General Calderón bajo el titular "80,000 comunistas en la zona afectada [...]." El paralelismo que encontramos en la diagramación de la primera plana del Diario el 9 de febrero—en la que se presentan noticias relacionadas con "comunistas en la zona afectada" y la presencia de oficiales de sanidad en la misma área posiblemente contagiada con organismos infecciosos—ilustra la carga patológica en la representación impresa de los insurrectos. El 10 de febrero se publica una evaluación de las áreas insurreccionales—el titular lee: "No Habrá Epidemias en la Zona Afectada/ Resultado de la visita que hizo el director de sanidad"—en donde se trazan estrategias para corregir algunas condiciones sanitarias.

Aunque "epidemia" no sea un término preciso, según J.N. Hays (1998: 1-8), muchas definiciones coinciden en que es algo temporal, afecta un lugar particular, y su mayor consecuencia es el alto índice, en exceso de la norma, de mortandad—porcentaje de muertos—y/o morbosidad—porcentaje de incidencias de la enfermedad. Las enfermedades epidémicas, añade Hays, son generalmente asociadas con la palabra "infección", y, en efecto, son causadas generalmente por una invasión de agentes infecciosos. Una de las mayores consecuencias de una epidemia es la depleción demográfica, explica Hays, en la que se registran periodos de estancamiento o disminución de la población. Por tanto, una de sus consecuencias sociales es la agudización de diferencias entre estructuras de clases, dando como resultado político la dominación de un grupo privilegiado sobre otro debilitado.

Según lo planteado por Hays puede verse claramente el paralelismo semántico entre el término epidemia, los efectos causados por este fenómeno, y la manipulación del Diario de conceptos patológicos en su representación de las zonas insurreccionales, los protagonistas del alzamiento y la subsiguiente materialización de una amenaza epidémica. La más notable consecuencia de la matanza genocida de 1932—siguiendo con el paralelismo planteado—fue la eliminación de las comunidades indígenas en la "zona afectada" (en esta área occidental del país se concentraba el mayor número de pipiles), su consecuente erradicación demográfica y la auto-censura pública de su cultura por parte de sobrevivientes, como hablar el náhuatl y usar la vestimenta típica.12

Continuando con el paralelismo, observamos que después de la plaga de 1347-1350 conocida como "Muerte negra", una de las epidemias más graves que azotara Europa, el Estado progresivamente va interviniendo en materias de salud pública comenzando así a regular más la vida del individuo. El hombre imponía su poder sobre la naturaleza.13 En el caso de los sucesos de 1932 en El Salvador, el legado histórico fue la intensificación de la intervención del Estado y la imposición de su poder coartando toda libertad y regulando literalmente la vida del individuo. Esto se vio a través de la dictadura del General Maximiliano Hernández Martínez, los consecuentes gobiernos militares y la coalición militar-civil de gobiernos que durarían hasta terminado el conflicto armado en 1992.14

Para combatir una epidemia—es notable la simbiosis entre guerra y epidemia a través del verbo 'combatir'—como durante la gran plaga de 1347 en Europa, se tomaron medidas drásticas y en este caso inútiles al ignorarse en la época la causa de la enfermedad. Una de las medidas fue matar a todos los perros y gatos por creerlos portadores de la enfermedad, práctica que siguió hasta el siglo XVII y que en cambio ayudó a las ratas, verdaderas portadoras del microorganismo, a desplazarse sin dificultad (Hayes 1998: 60). La representación de una plaga—aunque se transmute en metáfora política—acarreaba en sí la necesidad de su pronta y radical eliminación aunque implicara quebrantar toda norma cívica, social y, en casos extremos, humana.

La justificación e internalización de una matanza de tal magnitud se hizo, en parte, posible a través de la objetivación de las víctimas en la prensa, en este caso el Diario del Salvador: primero, se deshumanizan los campesinos despojándoles de una identidad individual, comunitaria y de clase,15 transformando discursivamente su existencia en conceptos abstractos amenazantes de gran carga ideológica; segundo, se proyectan los insurrectos como una amenaza patológica, una enfermedad mortal y contagiosa, sus cuerpos vivos o cadáveres como portadores de "organismos infecciosos" que ponen en peligro la supervivencia de la nación.

La comunidad salvadoreña imaginada se encontraba "unificada" por el instinto de supervivencia y de preservación de la vida ante la proyección impresa de "amenazas" imponentes fuera del control del individuo, lo que desde el siglo XIX era patente en todos los aspectos de la vida salvadoreña, desde catástrofes naturales hasta plagas. Según documenta el historiador Carlos Castro, los salvadoreños han estado acechados por frecuentes catástrofes como:

Los terremotos de 1815, 1839, 1854 y 1873. Las continuas guerras. Las recurrentes epidemias de cólera morbus, sobre todo las de 1837 y 1858; de viruela y sarampión en varias ocasiones. Los incendios: del altar mayor de la iglesia Catedral en 1870; del portal norte o de Arrieta, y del de occidente o de Blanco y Trigueros, frente a la hoy Playa Libertad, en 1872 y 1878; del cuartel número 1 y de la Escuela Normal, en el sitio donde poco después se construyó la plaza Morazán, en 1880; del mercado central, en 1883. Las inundaciones provocadas por las crecidas del río Acelhuate, particularmente la de 1852. Las destructoras y constantes plagas de chapulín, como la de abril de 1853, que se abatió sobre la ciudad, en cuyos alrededores había manchas de cuatro a cinco leguas de longitud. (Castro, 2000)

La nación moderna salvadoreña se imagina a partir del miedo, del terror sin cara, de la presencia de amenazas inminentes, del temor real e infundido a la pérdida de posesiones que trascienden estructuras económicas y condiciones sociales: la vida, la familia, y la patria.16 La ideología del poder procuraba mantener en la consciencia colectiva no sólo el temor, sino el dolor que pasadas catástrofes y enfermedades habían producido en el pueblo, lo que le permitía actuar con impunidad ante un pueblo que se veía acechado y victimizado por constantes y devastadores sucesos fuera de su control.

 


Notas

Arriba

vuelve 1. El Diario del Salvador fue el único periódico en La Biblioteca Nacional de El Salvador en el que pude encontrar información de los sucesos acontecidos el 22 de enero de 1932. Otros periódicos no tenían ejemplares del año o de los meses investigados, enero y febrero de 1932. Según historiadores, el General Maximiliano Hernández Martínez ordenó destruir todo periódico, revista o publicación donde aparecieran noticias sobre los sucesos insurreccionales de 1932.

vuelve 2. La importancia e influencia del Diario del Salvador es discutida por Italo López Vallecillos: "Diario del Salvador es indiscutiblemente, el periódico más importante editado en las primeras tres décadas del presente siglo. Introductor de las modernas técnicas de periodismo norteamericano, mantuvo por largo tiempo sus secciones informativas y sus páginas literarias con gran sentido de responsabilidad […] Su editor, don Román Mayorga Rivas, fue el precursor del periodismo como empresa y su preocupación mayor fue la de traer a El Salvador la maquinaria más moderna en la edición de periódicos. A él se debe la introducción de la primera prensa Duplex y de los primeros linotipos, con lo cual revolucionó, por decirlo así, el viejo sistema del diarismo salvadoreño" (1987: 352).

vuelve 3. Observa Patricia Alvarenga: "El Estado oficializó las Guardias Cívicas tomando estos grupos bajo su control y, como en el caso de las Ligas Rojas, dando a las fuerzas voluntarias una vertical y rígida organización. Pero a diferencia de las Ligas Rojas, las Guardias Cívicas constituyeron definitivamente, una institución paramilitar. Cuando el Estado las oficializó, se ocupó de que estuvieran bajo control directo de las instituciones represivas" (Alvarenga, 1996: 338).

vuelve 4. Como se puede apreciar en las copias de los artículos estudiados, este periódico abiertamente apoyó incondicionalmente al gobierno del General Maximiliano Hernández Martínez. El Diario del Salvador fue fundado por Román Mayorga Rivas en 1895, y fue publicado por primera vez el lunes 22 de julio. El periódico, siguiendo el ejemplo modernizador de la prensa norteamericana, utilizó el telégrafo para seguir al minuto noticias internacionales, el anuncio comercial, el entrefilete, "que dieron al diario independencia económica" (Gallegos, 1989: 136). A esto agrega el investigador Carlos Cañas-Dinarte: "Su director importó a El Salvador la primera prensa Duplex y los linotipos iniciales, técnicas con las que revolucionó la industria gráfica de su tiempo [...] Ningún periódico ejerció sobre el público, en su desarrollo cultural, la influencia que ejerció este medio en los primeros años del siglo XX en El Salvador" (1998: 177-179).

vuelve 5. Ibid. Jueves, 31 de diciembre de 1931. Primera Plana.

vuelve 6. Dice el parte de prensa: "Oficialmente hemos recibido los datos que contienen la siguiente información: Ayer en la mañana, las autoridades de Atiquizaya tuvieron noticia cierta de que un grupo de comunistas, en número como 400 hombres, estaban introduciéndose a las fincas de los cantones Santa Rita, Anonal, El Paraíso, El Chayal, Tortuguero y Montanaza. De aquella jurisdicción, y arengando a los trabajadores para que se unieran a ellos a fin de impedir las cortas de café", Diario de El Salvador, 10. 772, 6 de enero de 1932. Debe señalarse que "desde 1875, el café se había vuelto el principal producto de exportación. Su participación total del total de exportaciones era del 33%, porcentaje que subió hasta el 76% al inicio del siglo actual. La oligarquía cafetalera se convirtió en la clase dominante: había pasado a controlar económicamente el país dado que el factor decisivo de la economía era ahora el café. En lo político, instalaba al Presidente de la República" (Krämer, 1998: 19).

vuelve 7. El Diario del Salvador, 30 de enero de 1932, 10.793. Primera Plana.

vuelve 8. El Diario del Salvador, 31 de enero de 1932, 10.794.

vuelve 9. El surrealismo encontrado en el parte de prensa del Diario es superado por Roque Dalton en Las historias prohibidas del pulgarcito (1999) donde la antropofagia se vuelve parte de una conspiración de empresarios indolentes. En la siguiente cita de Dalton se ilustra cómo los sobrevivientes pobres de las zonas insurreccionales, en su desconfianza ante lo presenciado, rehusan ser tratados como bárbaros devoradores de su gente negándose a consumir carne de puerco: " 'Nadie comía carne de cerdo. [...] porque más de alguna persona aseguró que vendedores inescrupulosos habían llegado a vender carne humana en zonas de occidente especialmente azotadas por el hambre, haciéndola pasar como carne de cerdo.' " (Dalton, 1999: 116). El propósito de una impactante anécdota como ésta donde se insinúa la antropofagia, siguiendo la propuesta de Mary Caruthers, es imprimir en la memoria—individual, colectiva e histórica—la dimensión inimaginable de los sucesos vividos en enero y febrero del 1932.

vuelve 10. El Diario del Salvador. Op.cit.

vuelve 11. El Diario del Salvador, 10.801, 9 de febrero de 1932. Primera Plana.

vuelve 12. "El alzamiento del 32 dejó profundas huellas en la conciencia de todos los salvadoreños. La población india prácticamente dejó de ser la misma como resultado de la matanza, sobre todo porque de ahí en adelante existió el temor de mostrarse como 'indio'. El idioma, la vestimenta y las costumbres de los indios pasaron a ser formas peligrosas de identificarse y fueron reemplazadas por otras menos evidentes.[...]" (Ministerio de Educación, 1994: 137). Knut Walter, profesor de Historia de la Universidad Centroamericana, indica en un artículo en Tendencias: "En 1932, la represión que se desató a raíz de la insurrección campesina en el occidente salvadoreño terminó de sellar su destino como pueblo conquistado y sometido: hoy por hoy, el pipil (o nahuat) ya no se escucha, las tradiciones pipiles no se recuerdan y los pocos descendientes biológicos de los pipiles se confunden en un mar de mestizos y blancos y de expresiones culturales importadas de reciente data. La conquista es ya total" (1992: 21).

vuelve 13. Indica Hays: "The health boards created precedents for an active role of the state in the name of public health, and in doing so they raised questions about the state's regulatory powers that remain meaningful today. Their activity may reasonably be seen as an aspect of the scientific revolution of the sixteenth and seventeenth centuries […] when a conviction in human powers over nature took root" [Los Directorios de Salud crearon precedentes para un rol activo del Estado en nombre de la Salud Pública, y al hacerlo así, leventaron preguntas sobre los poderes regulatorios que continúan todavía vigentes. Su actividad puede verse razonablemente como un aspecto de la revolución científica de los siglos XVI y XVII […] cuando se afianzó la convicción del poder humano sobre la naturaleza] (1998: 61).

vuelve 14. La dictadura del General Maximiliano Hernández Martínez, 1932-1944, fue extremadamente severa y brutal. Según una hoja suelta escrita en abril de 1944 durante "la huelga de brazos caídos" reporducida en Historia del Salvador, Tomo II se describe la situación: "[…] El pueblo entero de El Salvador se encuantra de duelo, son contados los hogares en donde no se ha derramado sangre, en todas las clases socials se refleja el odio, la protesta absoluta por la abominable sangría de que está siendo objeto nuestro pueblo. […] Es risible que pretendamos [vivir] en un país libre, que hayamos declarado la Guerra a los Dictadores de Europa y que nos contemos entre los Demócratas. ¿Dónde está nuestra democracia? ¿En la prensa libre? No. Los salvadoreños sólo podemos leer los diarios que el Tirano paga y mantiene para que adulen y que pretendan tenernos engañados y aislados de la realidad, pero todos sabemos cuál es la desgraciada realidad. No tenemos libertad de pensamiento, ni libertad de palabra. No podemos leer siquiera lo que los otros países comentan acerca de nuestra ridícula y triste situación, porque confiscan en el correo todo lo que no le conviene al dictador". Pero el legado más oneroso de la dictadura de Martínez fue que el poder político, o sea el manejo de la nación, estuviera en manos de las Fuerzas Armadas hasta 1980. El último presidente militar de El Salvador, el general Carlos Humberto Romero, fue derrocado por la misma fuerza armada e impulsado al exilio en octubre 15 de 1979. Luego se formó una Junta Revolucionaria de Gobierno en la que participaron dos militares y tres civiles. Los miembros de esta junta de gobierno renunciaron y se creó una segunda junta de gobierno acordada por el Partido Demócrata Cristiano y la fuerza armada. Esta junta fue reemplazada por una asamblea constituyente que quedó bajo el control de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC). En medio de la guerra civil (comienza en 1981) y ausente la participación del FMLN y FDR, la asamblea constituyente redacta una nueva constitución y nombra al doctor Álvaro Magaña como presidente provisional hasta efectuarse las elecciones en 1984. El ingeniero José Napoleón Duarte gana las elecciones en una segunda ronda de votación derrotando a Roberto D'Aubuisson, presidente de la asamblea constituyente. Nuevas elecciones para la asamblea legislativa y concejos municipales se efectuaron en 1985 y 1988, con una considerable baja de votantes. En el 1989 fue electo presidente el licenciado Alfredo Cristiani. "Por primera vez desde 1931 […] un presidente civil popularmente electo entregaba el cargo a un sucesor civil electo igualmente" (Ministerio de Educación 1994: 146, 165, 247, 249, 256-261). Es necesario mencionar que durante este último periodo de intentos democráticos (1980-1992) la presencia, impunidad y prepotencia militar se hacía sentir en todos los aspectos de la vida civil ya que durante la guerra, que termina oficialmente en 1992, las desapariciones, masacres y asesinatos de ciudadanos por parte de fuerzas militares y paramilitares eran parte de la cotidianeidad del salvadoreño.

vuelve 15. El campesino indígena ha sido sometido a numerosos intentos de representación discursiva por parte de intelectuales que han tratado de desentrañar la verdadera identidad cultural y étnica de estas comunidades. Esto se ve claramente en los escritos de Salarrué. El hecho de que no existieran disciplinas que estudiaran las diferentes culturas étnicas en El Salvador, descartando un reconocimiento institucional de una presencia étnica significativa; el que se tratara de pintar en la narrativa su cotidianeidad con resultados ambiguos; y el que se despojara totalmente a esta población de una esencia humana en los sucesos de 1932, apunta al marcado sistema de explotación existente en este periodo. La constatación representativa de una comunidad indígena marginalizada, empobrecida y explotada requería cierta responsabilización político-social. Por otro lado, el vacío representativo o reconocimiento institucional de estas comunidades permitía la explotación impune de la colectividad.

vuelve 16. Este tipo de paranoia comunista tomó un giro hemisférico a partir de 1947 y la firma del Tratado de Río de Janeiro. Las estrategias de defensa ante la amenaza soviética en el hemisferio fueron delineadas por la administración del presidente estadounidense Harry Truman. Breni Cuenca observa en un artículo publicado en Tendencias en 1993: "Tal marco doctrinario deslizó continentalmente hacia una concepción de seguridad nacional, bajo la cual los gobiernos y ejércitos de la época comenzaron a identificar a los opositores como enemigos internos, y a las huelgas y protestas como prototerrorismo. Así la Doctrina de la Seguridad Nacional brindó la perspectiva estratégica bajo la cual los ejércitos de América Latina decidieron, en gran número de casos, colocarse en el centro del poder del Estado para enfrentar las amenazas. Dicha doctrina no sólo fue aceptada sino que en algunos casos fue bienvenida por las oligarquías económicas de la época, porque les evitó tener que negociar o enfrentar el descontento económico y sociopolítico de una sociedad empobrecida y privada de derechos" (Cuenca, 1993: 20-21).


Obras citadas
Arriba
 
  • Alvarenga, Patricia, 1996: Cultura y ética de la violencia, San José: EDUCA.
  • Anderson, Benedict, 1989: Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Londres: Verso.
  • Bhabha, Homi K., 1990: "Narrating the Nation", en Nation and Narration, Londres y Nueva York: Routledge.
  • Cañas-Dinarte, Carlos, 1998: Diccionario Escolar de Autores Salvadoreños, San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
  • Castro, Carlos, 2000: "La tierra prometida: los placeres de la imaginación. La cultura del siglo XIX en El Salvador," en Varios autores, EL SALVADOR. La República. Tomo I. San Salvador: Programa Fomento Cultural Banco Agrícola.
  • Cuenca, Breni, 1993: "Civiles y militares: ¿Una nueva relación?", en Tendencias, 24, octubre.
  • Dalton, Roque, 1999: Historias prohibidas del pulgarcito, San Salvador: UCA Editores.
  • Diario del Salvador, 1932: (periódico, consultado en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de El Salvador).
  • Gallegos Valdés, Luis, 1989: Panorama de la Literatura Salvadoreña, San Salvador: UCA Editores.
  • Hays, J. N. 1998: The Burdens of Disease: Epidemics and Human Response in Western History, New Jersey: Rutgers University Press.
  • Krämer, Michael, 1998: El Salvador: Unicornio de la Memoria, San Salvador: Ediciones Museo de la Palabra.
  • López Vallecillos, Italo, 1987: El periodismo en El Salvador, San Salvador: UCA Editores.
  • Ministerio de Educación, 1994: Historia de El Salvador, Tomo II, San Salvador: Dirección de Publicaciones.
  • Sontag, Susan, 1979: Illness as Metaphor, Nueva York: Vintage Books.
  • Turcios, Roberto, 1995: Los primeros patriotas: San Salvador, 1811, San Salvador: Editorial Tendencias.
  • Walter, Knut, 1992: "Madreselva: El Señorío de Cuscatlán", en Tendencias, 12, Julio.

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