Seymour Menton

Margarita, está linda la mar, una Nueva Novela Histórica
en la época posrevolucionaria: 1989-2000.

University of California, Irvine

smenton@benfranklin.hnet.uci.edu

Notas*Obras citadas

 

Al hablar de la época posrevolucionaria, me refiero a la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 y a la subsiguiente desintegración de la Unión Soviética dos años después; a la derrota electoral de los sandinistas en 1990 y a la firma de acuerdos de paz en El Salvador en 1992 y en Guatemala en 1996; en fin, a la Revolución Neoliberal. Pues bien, durante la época posrevolucionaria, que yo sepa, no se destacan más que tres novelas históricas que merecen claramente el adjetivo "nueva" : La campaña (1990) de Carlos Fuentes, Rasero (1993) del químico mexicano Francisco Rebolledo (1950) y Margarita, está linda la mar (1998) de Sergio Ramírez.

Voy a limitarme ahora a Nicaragua, sede del último movimiento revolucionario que llegó a triunfar en toda la América Latina. Aunque el gobierno sandinista (1979-1990) coincidió con el auge de la Nueva Novela Histórica, se publicaron en esa década muy pocas novelas en general debido a que se privilegiaron la poesía y el testimonio. Según John Beverley y Marc Zimmerman, la literatura testimonial "representaba tanto un rechazo como una alternativa a la narrativa sofisticada del Boom que se identificaba con Borges, Carpentier, Donoso, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar" (1990: 178; la traducción es mía). En contraste con la relativa escasez de novelas durante el gobierno sandinista, la profesora Isolda Rodríguez Rosales afirma que en la década siguiente, mientras los testimonios de los años ochenta "dejaron de causar interés y quedaron en el olvido" (1999: 11), se presenció un verdadero auge de la novela, muchas de las cuales son históricas.

A mi juicio, la mejor de las novelas históricas nicaragüenses de la última década y la única que podría calificarse de "nueva" es Margarita, está linda la mar. Veamos primero hasta qué punto contiene los seis rasgos de la Nueva Novela Histórica que señalo en mi libro de 1993.

1. Los protagonistas y casi todos los personajes son históricos: Rubén Darío, Rigoberto López Pérez, asesino del Dictador Anastasio (Tacho) Somoza García, éste, su esposa Salvadora, su suegro el sabio Debayle, "los contertulios de la mesa maldita," (Ramírez, 1998:17) es decir, los conspiradores y otros más.1

2. La intertextualidad con Crónica de una muerte anunciada (1981) de García Márquez salta a la vista, sobre todo en las páginas que marcan el paso de las horas con los pasos del asesino y de su víctima el 21 de setiembre de 1956, tanto que una ponencia dedicada exclusivamente a este aspecto de la novela podría titularse "Crónica de dos asesinatos anunciados". Aunque la muerte de Rubén Darío no se considera oficialmente un asesinato, las punciones al hígado que le dio a Darío el sabio Debayle, médico torpe y futuro suegro de Somoza, le aceleraron la muerte, según Rigoberto. De ese modo se le ofreció a Debayle la posibilidad de cumplir con su afán de extraerle el cerebro al cadáver de Darío, para medirlo y comprobar que pesaba más que el de Víctor Hugo. El otro parecido entre el asesinato de Somoza y el de Santiago Nasser es que los dos se deben a la casualidad. Para dar sólo uno de los varios ejemplos, Somoza se niega a ponerse el chaleco blindado y ordena levantar el control de las puertas del club donde se va a celebrar el baile porque le han asegurado que ya cayó preso Cordelio Selva, el revolucionario profesional que volvió a Nicaragua para "organizar un alzamiento" (Ramírez, 1998: 253).

3. El hecho de que Somoza resulte asesinado en un baile a manos de un poeta obsesionado con averiguar los datos más insignificantes de la vida de Darío; el hecho de que el suegro de Somoza se apellide Debayle [el subrayado es mío]; y el hecho de que muchos personajes se disfracen con apodos como Jorge Negrete, La Maligna, La Caimana, La Rosa Niña, El Centauro y otros más convierte todo el asesinato de Somoza en un baile de máscaras, estableciendo entronques con el de La campaña de Carlos Fuentes, con el de Noticias del imperio de Fernando del Paso y con el de la novela anterior del mismo Sergio, titulada efectivamente Un baile de máscaras (1995). O sea que está presente en Margarita, está linda la mar no sólo la intertextualidad sino también lo carnavalesco. ¿De qué otro modo podría tildarse la pelea física por el cerebro de Darío entre el sabio Debayle y el cuñado del poeta, Andrés Murillo? Éste le arrebata a Debayle el frasco con el cerebro y corre a la calle. Pelean, cae el frasco y se rompe; interviene el mayor Appleton de los Marines para darle permiso a Debayle a poner el cerebro en otro frasco; el frasco desaparece y luego se revela que el adolescente Quirón, devoto de Darío, se lo entregó a su amiga La Caimana, quien, cuarenta años después, todavía lo conserva en el patio de su prostíbulo.

4. El cuarto rasgo de la Nueva Novela Histórica que se encuentra en Margarita, está linda la mar es la metaficción. Desde el primer capítulo, se interrumpe de vez en cuando la narración omnisciente, aparentemente en tercera persona, con apartes en primera persona dirigidos a algún personaje o a los lectores en general. Por ejemplo, el capítulo trece empieza con una invitación personal a los lectores: "Vengan conmigo cuanto antes para situarnos junto al Capitán Prío en su atalaya. . ." (Ramírez, 1998: 267). Después de describir cómo el Capitán Prío observa a la Primera Dama en el momento en que se acerca al oído de Somoza para quejarse de lo apretado que está el corsé, el narrador en primera persona dice: "Pero presumo, Capitán, que no estaría recordándole al marido que quien reposa bajo el peso del león doliente [Darío] fue despojado de su cerebro la misma noche de su muerte, un enojoso asunto de familia" (Ramírez, 1998: 17).

En una variante de la metaficción, el narrador indica de vez en cuando que toda la inverosimilitud de la novela, es decir, todo su realismo mágico, se debe al papel primordial de las tres hadas: "Las remendonas, porque están apuradas, equivocan los hilos, si es que ellas, ciegas y todo, son capaces de equivocarse" (Ramírez, 1998: 314). El papel de las tres hadas se refuerza con el nombre del gringo mandado para hacerse cargo de la seguridad de Somoza: Sartorius Van Wynckle. El apellido es una evocación irónica del personaje de Washington Irving: un encargado de la seguridad de un presidente no debe dormir por veinte años. El nombre de pila, Sartorius, además de evocar la novela de Faulkner, Sartoris, proviene de la palabra "sastre" y hacia el fin de la novela, el autor juega con la frase "atar los cabos sueltos": "La mente de Van Wynckle es de puntadas precisas, como las de las hermanas que esta noche tienen mucho que zurcir y costuras de sobra que soltar" (Ramírez, 1998: 358).2

En cuanto a los otros dos rasgos de la Nueva Novela Hstórica, hay que admitir que la novela de Sergio Ramírez no subordina la visión detallada de los dos periodos históricos a las ideas filosóficas de Borges y tampoco distorsiona mucho la historia. Ya que se ha justificado la aplicación de la etiqueta Nueva Novela Histórica a Margarita, está linda la mar, queda por discutir hasta qué punto se podría considerar una novela histórica a secas. Como Sergio Ramírez nació en 1942, tenía catorce años en 1956, año del asesinato de Somoza, y por lo tanto, Margarita, está linda la mar no debería encasillarse como novela histórica sino a medias, o sea sólo a partir de las escenas protagonizadas por Rubén Darío entre 1907 y 1916. No obstante, pese a mi propia definición, se da la impresión de que en conjunto se trata de una novela histórica. ¿Cómo se logra esta impresión?

Más que nada, desde el asesinato de Somoza García, no se mira cronológicamente hacia el futuro, hacia la dictadura de Somoza Debayle y la revolución sandinista. Al contrario, se mira mucho más hacia el pasado entrelazando el asesinato de Somoza García con los sucesos protagonizados por Rubén Darío entre 1907 y 1916.3 Las transiciones entre los dos periodos históricos se efectúan sin ninguna brusquedad por el gran interés que muestran "los contertulios de la mesa maldita" en averiguar ciertos detalles de la vida de Darío. Aún en el capítulo catorce, que comienza a eso de las cinco de la tarde del día del asesinato de Somoza, Rigoberto visita la peluquería "Las Flores de Citeres" para confirmar ciertos datos sobre la toilette del cadáver de Darío.

Además de las frecuentes alusiones a las tres hadas, el motivo recurrente del acercamiento del planeta Marte crea cierto distanciamiento entre los sucesos y los lectores, propio de una novela histórica: Cordelio Selva, disfrazado de pastor protestante, apostrofa en tono bíblico a Somoza: "¡Tiembla en tu trono, tiembla en tu madriguera! ¡Ya se acerca Marte, el de la corona de sangre, vengador de los cielos! ¡Tus días, sátrapa, están contados! Amén" (Ramírez, 1998: 54-55).4 Ese distanciamiento se refuerza por la focalización inicial en cada capítulo impar por los ojos del Capitán Agustín Prío, que observa la manifestación popular a favor de Somoza y todas las otras actividades en la plaza desde el balcón, el observatorio o la atalaya5 de la renombrada Casa Prío donde se reúnen los conspiradores.

Otro factor que contribuye a empujar los sucesos de 1956 más hacia el pasado es la eliminación aparente de los límites cronológicos entre Darío y Somoza a partir del primer capítulo. El título "El retorno a la tierra natal" se refiere indudablemente al desembarco de Darío en Corinto en 1907 seguido de su entrada en "la locomotora enflorada" (Ramírez, 1998: 25), vagón presidencial del general José Santos Zelaya, el mismo tren que toman Somoza y su esposa en 1956 (Ramírez, 1998: 177) desde Managua a León, donde se encuentra la tumba de Darío. La acogida triunfal de Darío en Corinto se refleja en la manifestación popular en León a favor de la reelección de Somoza. Pese a las recepciones triunfales, los dos hombres se desmitifican desde el primer capítulo. Mientras el obispo Simeón grita varias veces "¡Viva el príncipe de los cisnes!" (Ramírez, 1998: 25), frente al Hotel Lupone (¿insinuación de lupanar?), "los cerdos buscan desperdicios" (Ramírez, 1998: 25) en el lodo y "los soldados de la guarnición del puerto contiene a la multitud con los fusiles a bayoneta calada" (Ramírez, 1998: 25-26). Aún antes de desembarcar, se subraya el alcoholismo de Darío: "La resaca del cognac Martell. . . Agujerea todavía su cráneo" (Ramírez, 1998: 18) y en el capítulo siete, Eulalia, que ha experimentado en carne propia la impotencia de Darío, causada por exceso de ajenjo, ríe con desdén cuando Darío se jacta de sus conquistas parisinas (Ramírez, 1998: 131-134).6 También en el capítulo trece se burla de la fama del gran poeta nacional. Cuando el Capitán Prío afirma que "se le adoraba como a un santo. Nicaragua entera se sabía de memoria sus poesías de tanto leerlas" (Ramírez, 1998: 280), Rigoberto lo contradice: "--Casi no las habían leído" (Ramírez, 1998: 280) y Erwin agrega: "--Lo adoraban los demás borrachos. . . Un país de analfabetos no se preocupa de la poesía" (Ramírez, 1998: 280).

En cuanto a la desmitificación de Somoza, su figura es mucho menos imponente que la del dictador Trujillo, por ejemplo, en La fiesta del Chivo: él y sus oficiales parecen tan ineptos como los conspiradores. Para rebajar a Somoza desde el inicio de la novela, el marco del primer capítulo está formado por los defectos físicos de Somoza. En la segunda página, se le retrata "ralo de cabello, doble la papada, numerosas las pecas color de tabaco en la nariz y las mejillas, también lo atormentaba un corsé que reprimía sus carnes" (Ramírez, 1998: 16), corsé que fue regalo de Edgar J. Hoover [sic]. La imagen negativa de Somoza se remata en los últimos renglones del capítulo cuando Rigoberto define científicamente la colestectomía del dictador: "supresión del tracto rectal y formación del ano artificial por el método de Charles Richet" (Ramírez, 1998: 37). Ese elemento escatológico se refuerza en su curriculum vitae con su nombramiento en 1916 como "inspector de excusados" por la Rockefeller Foundation Sanitation Mission" (Ramírez, 1998: 166).7

Otro elemento que refuerza la unidad de la novela es la presencia viva de ciertos personajes en ambos periodos. La Primera Dama del dictador recuerda la llegada triunfal del poeta en 1907, cuando ella era una niña de diez años acompañada de su hermana Margarita, la que figura en el verso del título. En el capítulo quince, apenas tres horas antes del asesinato de Somoza, se retrocede al entierro de Rubén Darío en 1916 con la descripción del cortejo fúnebre. Inmediatamente después del discurso del sabio Debayle, Anastasio Somoza se le acerca inoportunamente para pedirle la mano de Salvadorita. Debayle se siente tan molesto que hasta lo amenaza con la policía americana. Sin embargo, Debayle cambia de actitud hacia Somoza después de que éste convence a su amiga lesbiana La Caimana que debería contratar a Debayle para hacerle la operación de cambio de sexo.

Quien funde aún más los dos periodos en un alarde de estructuración novelística es Quirón, el centauro, el niño prodigio descalzo que enarbola el pabellón de Nicaragua en la recepción de 1907 para Darío. El poeta "le toma la cabeza con ambas manos. . . Un sordo rumor de caracolas va llenando su cráneo, y tanto lo aturde aquel ruido que rueda desvanecido" (Ramírez, 1998: 29). Así es que Darío le traspasa a Quirón "el numen de las musas con sólo apretarle la cabeza" (Ramírez, 1998: 32). Ya se ha comentado cómo el mismo Quirón se escapó en 1916 con el cerebro de Darío. Pues bien, la novela termina con un episodio parecido, que incluso tiene un toque macondino. Quirón, sacristán de la catedral de León en 1956, observador (equivalente callejero del Capitán Prío) envejecido y mudo por los golpes que le ocasionaron los marines en 1908 por haber denunciado en la prensa la violación de La Caimana, tiene el olfato tan fino que el olor de los testículos cortados de Rigoberto, semejante al hilo de sangre del protomacho José Arcadio en Cien años de soledad8 lo lleva directamente a la oficina de Van Wynckle donde recoge el frasco y se escapa corriendo hacia el prostíbulo sin que Van Wynckle pueda alcanzarlo.9

En fin, sea Margarita, está linda la mar una Nueva Novela Histórica 100% o sólo 43%, no cabe duda de que es la novela nicaragüense más sobresaliente de la época postsandinista y una de las novelas hispanoamericanas más sobresalientes de la época posrevolucionaria. Para terminar, quisiera confesar que el Acta del Jurado de la Editorial Alfaguara, dirigido por Carlos Fuentes, me parecía a primera vista demasiado elogiosa y por lo tanto mi primera lectura de la novela se dejó influir por una incredulidad exagerada. En cambio, gocé enormemente de la segunda lectura, una lectura mucho más minuciosa. Si el obispo Simeón exclama "¡Viva el príncipe de los cisnes!" (Ramírez, 1998: 25) y si el mismo Somoza grita "¡Somoza forever! ¡Que viva Somoza!" (Ramírez, 1998: 229), mis últimas palabras son "¡Que viva Margarita! ¡Que viva la Nueva Novela Histórica! ¡Que viva el Realismo Mágico! y ¡Que viva para siempre el Boom de la Novela Hispanoamericana!"

 

©Seymour Menton


Notas

Arriba

vuelve 1. En un mensaje electrónico del 12 de agosto de 2001, el novelista Erick Aguirre me dio la verdadera identidad del Capitán Prío, de Erwin (el poeta Edwin Castro), de Norberto (Ausberto Narváez) y de Cordelio Selva (Cornelio Silva).

vuelve 2. El nombre de pila aparece pocas veces en la novela. La ortografía del apellido Van Wynckle difiere de la del personaje de Washington Irving, lo que no elimina en absoluto la relación irónica.

vuelve 3. Las excepciones son la caracterización apócrifa de Sir Harold Pinter como inventor para la Feria de París en 1900 de un retrete automático y de Manlio Argueta como "propietario de la sorbetería ‘Los mil sabores del cacique Atlacatl’" (Ramírez, 1998: 44).

vuelve 4. En un ejemplo falso de lo dialógico, el mismo Cordelio ofrece una interpretación pro-somocista del acercamiento de Marte, sólo porque está hablando con el sargento Domitilo Paniagua: "Cada vez que el general Somoza se quiere reelegir, Marte se acerca a la Tierra para ayudarlo, es lo que dije. ¡El poder magnético de Marte es inmenso! ¡Es el planeta de los grandes hombres!

vuelve 5. El uso de la palabra "atalaya", nombre de la revista repartida por los Testigos de Jehovah, se entronca con el proselitismo activo de varios grupos protestantes en Nicaragua y con el disfraz de pastor de Cordelio Selva. Cuando éste se acerca con su Biblia a una barredora, ella se alarma y dirige la vista hacia la litografía del Papa Pío XII con la advertencia al pie: "AQUI SOMOS CATOLICOS Y NO ADMITIMOS PROPAGANDA PROTESTANTE" (Ramírez, 1998: 146).

vuelve 6. En un ejemplo de lo dialógico bajtiniano, en otra parte de la novela, Eulalia resulta embarazada: "los escalones de madera resuenan con los mismos ecos sordos con que resonaron cuando Eulalia bajaba del aposento de Rubén ya preñada con la semilla de la gloria" (Ramírez, 1998: 227). Efectivamente, Doña Leda Sacasa, apodada La Rosa Niña, se identifica en la novela como la madre de La Mora Zela (novia de Norberto, quien "pretende también a varones" (Ramírez, 1998: 101), esposa del Dr. Baltasar Cisne e hija de Rubén Darío y Eulalia.

vuelve 7. Con el nacimiento de Quirón en un excusado y con la invención del retrete automático por Sir Harold Pinter, esto se convierte en un pequeño motivo recurrente.

vuelve 8. Recuérdese cómo en Cien años de soledad, después del pistoletazo escuchado en la casa del protomacho José Arcadio, "un hilo de sangre salió por debajo de la puerta" (García Márquez, 1967: 118) y siguió por las calles de Macondo hasta dar con "la cocina donde Ursula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan" (García Márquez, 1967: 118). El olor relacionado con los testículos de Rigoberto López también puede haberse inspirado en la muerte de José Arcadio puesto que hasta muchos años después la tumba y el cementerio siguen "oliendo a pólvora" (García Márquez, 1967: 119).

vuelve 9. Además del paralelismo entre el cerebro de Darío y los testículos de Rigoberto, éstos también se comparan con los de Sandino. En un diálogo entre el orfebre Segismundo y Norberto, el primero afirma que Somoza puede seguir robando porque "éste es un país de eunucos. Se engorda más fácil cuando no se tiene testículos" (Ramírez, 1998: 218). Norberto, en cambio, afirma: "¿Y si le digo que los testículos también existen?" (Ramírez, 1998: 218). De ahí, comentan los "testículos descomunales" (Ramírez, 1998: 218) de Sandino observados por el sabio Debayle mientras le trataba de curar una fiebre palúdica: "Y cuál no sería su asombro al contemplar los huevos de su paciente enormes y sonrosados, como la postura del ave fénix" (Ramírez, 1998: 218). Debayle hasta "quería tomarles la medida, sopesarlos" (Ramírez, 1998: 219) como había hecho con el cerebro de Darío. De manera que Rigoberto es la resurrección de Sandino: Norberto le pregunta al orfebre Segismundo: "¿Usted estaría dispuesto a ayudar a que los huevos del ave fénix resurjan de las cenizas?" (Ramírez, 1998: 219).

 


Obras citadas
Arriba
 
  • Aguirre, Erick, 2001: "El general en su laberinto y la nueva novela histórica nicaragüense" en Nuevo Amanecer Cultural, 6 de enero.
  • Beverley, John and Marc Zimmerman, 1993: Literature and Politics in the Central American Revolutions, Austin: University of Texas Press.
  • Del Paso, Fernando, 1987: Noticias del imperio, México: Diana.
  • Fuentes, Carlos, 1990: La campaña, Madrid: Mondadori.
  • Fuentes, Carlos, 1999: "Los hijos de Cervantes. The Astonishing New Novels of Two of Latin America's Most Gifted Writers", en Los Angeles Times Book Review, 14 de marzo, 6.
  • García Márquez, Gabriel, 1967: Cien años de soledad, 3a ed., Buenos Aires: Sudamericana
  • Mackenbach, Werner, 2000: "La nueva novela histórica en Nicaragua y Centroamérica", Octavo Congreso Internacional de Literatura Centroamericana, Antigua, Guatemala, 1-3 de marzo.
  • Posse, Abel, 1987: Los perros del Paraíso, Barcelona: Plaza y Janés.
  • Ramírez, Sergio, 1980: "Los intelectuales en el futuro revolucionario", en Nicaráuac, 1, 159-162.
  • Ramírez, Sergio, 1995: Un baile de máscaras, México: Alfaguara.
  • Ramírez, Sergio, 1998: Margarita, está linda la mar, Buenos Aires: Alfaguara.
  • Ramírez, Sergio, 1999: Adiós muchachos. Una memoria de la revolución sandinista, México: Aguilar.
  • Ramírez, Sergio, 1999: "Oficios compartidos", en Hispamérica, 28.83, 67-75.
  • Rodríguez Rosales, Isolda, 1999: Una década en la narrativa nicaragüense y otros ensayos, Managua: Centro Nicaragüense de Escritores.

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