Nicasio Urbina
La literatura centroamericana
Tulane University
urbina@tulane.edu
Obras
citadas
Estimado público:
Es para mí un placer pronunciar las palabras de apertura
de esta II Conferencia Internacional de Literatura, Cultura y Cine, en una encrucijada
importante para la cultura centroamericana, en este principio de siglo que nos
encuentra en medio de las consecuencia de años de guerra, de dictaduras
militares, de gobiernos neo-liberales corruptos y populistas. Esta es una encrucijada
importante para Centroamérica porque en estos años se están
redefiniendo una serie de códigos y de discursos que habrán de
regular las relaciones internacionales del siglo XXI. Los protocolos internacionales
de comercio y el desarrollo de las comunicaciones han redefinido los mapas de
relaciones territoriales y han descentrado los polos tradicionales de poder,
control y distribución de los discursos. Ya Centroamérica no es
esa tierra escuálida en los márgenes de todas las rutas comerciales,
culturales, discursivas, ideológicas y políticas, y no quiero
pretender que no lo sigamos siendo, pero debido a que la heterotopía
de nuestro tiempo ha desarticulado las estructuras tradicionales de intercambio,
la posicionalidad de los marginados, como dice Arturo Arias, está cambiando.
Con la popularización del internet y los bloques comerciales, se está
realizando una nueva estructuración de los canales semióticos,
y como toda época de cambio, es una época de oportunidad para
crecer y consolidarse. El reto es que todos los países centroamericanos,
como naciones y como región, trabajemos en conjunto para aprovechar esas
oportunidades. El reto es que nuestros gobiernos se rijan por las leyes de las
naciones y respondan por su actos ante la justicia. El reto es que la sociedad
civil se involucre en todas las acciones de la vida nacional, tomando control
de los aparatos de poder que le corresponden y ejerciéndolo para el bien
de las comunidades. El reto es que los gobiernos le dediquen el 40% de los presupuestos
nacionales a la educación y abran las posibilidades de estudio y superación
a todos los ciudadanos, de todas las etnias, razas y persuaciones, respetando
sus propios planes de desarrollo y conservación. El reto es que cada
uno de nosotros se comprometa a trabajar con más sentido de comunidad,
de nación y de región.
Creo que en este momento la literatura centroamericana se encuentra
en un momento muy fructífero y oportuno para salir de la limitación
provinciana y extenderse por todo el mundo de habla española, hasta llegar
a lectores en otras lenguas. Los procesos de guerras revolucionarias que vivimos
en los ochentas han dejado a su paso muerte y desolación, pero de esa
experiencia tenemos que sacar algo positivo. Aunque el neoliberalismo que está
asfixiando a nuestras clases trabajadoras parezca haberse consolidado en los
noventa, creo que esta década que empezamos ahora nos permitirá
una gestión más madura y más beneficiosa para las grandes
mayorías. De la época insurreccional nos ha quedado el desarrollo
del testimonio como género literario, rico y pujante, que ha producido
obras de gran importancia, no sólo para nosotros los centroamericanos,
sino para todo el mundo. El fenómeno que implica la importancia del testimonio
de Rigoberta Menchú, es algo inaudito en la historia de la literatura.
A nosotros nos ha tocado vivir y ser protagonistas del surgimiento y canonización
de un género literario, suerte y distinción nada común
y cotidiana. Yo no creo como algunos de nuestros colegas que el testimonio sea
un género nuevo en todo el sentido de la palabra. El testimonio es tan
antiguo como el libro del Exodo del Viejo Testamento, y como los Evangelios,
lo que sí se ha dado en la segunda mitad del siglo XX es la producción
copiosa de testimonios de diferentes tipos, al lado de una teorización
brillante e inteligente, por parte de distinguidos críticos del primer
mundo, que desde las universidades más prestigiosas y elitistas del imperio,
han protagonizado un diálogo fructífero en torno al género.
En la conjunción de estos fenómenos semióticos y discursivos
está la gran contribución de la literatura latinoamericana a la
literatura mundial. Sin embargo, lo más importante desde el punto de
vista social, es la sensación de poder que el testimonio confiere a las
personas. El éxito comercial e intelectual de algunos discursos testimoniales
y la subsiguiente controversia que han suscitado, demuestran el poder que puede
tener la palabra escrita, demuestra las agencias de poder que puede activar
el discurso literario, y por primera vez quizás, ese poder parece estar
al alcance de los grupos más desposeídos, de los más débiles,
de los marginados. Esto "empodera", para usar un neologismo sumamente
necesario en los estudios subalternos, confiere poder, a las clases más
marginadas de la sociedad y a las etnias más reprimidas de nuestros pueblos.
Si mi vida es digna de ser contada, y digna de ser leída y estudiada, ergo, tengo cierto valor como ser humano. Este silogismo es sumamente
importante y positivo para la percepción que esos mismos grupos tienen
de sí mismos, para su auto-estimación y su imaginario social y
cultural. Ojalá este sea un primer paso para la construcción de
mejores condiciones de vida y educación para estas mayorías silenciosas
y desposeídas, que a través del testimonio ejecutan acaso el primer
gesto de apropiación valioso y perdurable para generaciones por venir.
Permítanme ahora retroceder un poco para hacer algunas observaciones
de naturaleza histórica y situar mejor los comentarios que siguen a continuación.
Con el surgimiento de la novela en las postrimerías del siglo XIX en
Centro América, se empieza a dar un proceso de ficcionalización
del universo centroamericano, que se engasta dentro de otro proceso de ficionalización
que había empezado con la conquista y colonización de nuestro
territorio. A mi juicio se dan, en rasgos generales, las siguientes grandes
tendencias: 1) una novela nacionalista, que se interesa por establecer en nuestra
región un espacio novelable que le dé solidez y forma a las precarias
naciones mesoamericanas, la obra de José Milla en Guatemala y de José
Dolores Gámez en Nicaragua, son los dos primeros ejemplos que se me vienen
a la mente; 2) una novela eurocéntrica, que trata de imitar a los novelistas
europeos, ambientando sus obras en un medio extranjero, donde el ejemplo paradigmático
es Gustavo Guzmán en Nicaragua y Brenes Mesén en Costa Rica, y
3) una novela costumbrista, que inicia un proceso de rescate del mundo provincial,
utilizando el lenguaje dialectal propio de cada región y de cada rubro,
recreando el color local e institucionalizando una serie de valores pequeño
burgueses y nacionalistas, indispensables para la consolidación de los
estados centroamericanos. Este último es, por supuesto, el sub-género
más numeroso y el más importante para la ficcionalización
de nuestros espacios nacionales. La obra de Joaquín García Monge
en Costa Rica o de Pedro Joaquín Chamorro Zelaya en Nicaragua son paradigmáticas
en este sentido.
Al promediar el siglo XX empieza paulatinamente a entrar en
nuestra región un deseo de crear obras que, superando el localismo provincial,
aspiraban a ser novelas más universalistas. La modernidad empieza a llegar
a nuestra región con una serie de preocupaciones de corte social por
un lado, y de corte existencial por el otro. La obra de Miguel Angel Asturias
se erige como un faro que irradia modelos desde diferentes perspectivas ideológicas
y estilísticas, demostrando los diversos caminos que la ficción
centroamericana iba a tomar. La calidad y envergadura de la obra de Asturias
demuestra que Mesoamérica es una tierra novelable, en la más alta
esfera de la novelística mundial, y ese reconocimiento le imprime una
fuerza creadora a nuestra literatura. Es así cómo durante la segunda
mitad del siglo XX, surge a lo largo de Mesoamérica obras de ficción
como la de Salarrué en El Salvador, la de Julio Escoto en Honduras y
la de Fabián Dobles en Costa Rica, que se preocupan por la condición
social del indio, por su identidad y sus valores étnicos. Surge por otro
lado una serie de obras con enorme conciencia social, con propósito de
denuncia y conciencia de clase. Voy a nombrar a la gran dama de las letras centroamericanas
Claribel Alegría, nacida en Nicaragua pero Salvadoreña de nacionalidad,
a Carlos Luis Fallas, que en Costa Rica estableció escuela con su novela Mamita Yunay, Mario Monteforte Toledo en Guatemala con una obra considerable,
Manlio Argueta, el escritor más reconocido de El Salvador, a Gioconda
Belli de Nicaragua, famosa tanto por su poesía como por su novela, y
ahora por su libro de memorias El país bajo mi piel (2000), y
a Marco Antonio Flores, quien ha trabajado el lenguaje popular urbano de Guatemala
como ningún otro. Finalmente, debo distinguir una novela urbana, internacional,
moderna y laberíntica, donde voy a destacar el nombre de Yolanda Oreamuno
y su La ruta de su evasión (1949), que por sí sola cambió
el rumbo de la novela centroamericana y sacó a la mujer del ostracismo
en que la mantenía una sociedad patriarca y falocéntrica. En este
grupo de novelistas están los nombres más reconocidos internacionalmente,
empezando por Sergio Ramírez y sus excelentes novelas, a Carmen Naranjo,
cuyo Diario de una multitud (1974) es una verdadero tour de force,
en el complejo mundo de la novela moderna. Debo también mencionar a Rogelio
Sinán de Panamá, a Roque Dalton de El Salvador y a Arturo Arias
de Guatemala. Todas estas novelas contribuyen claramente al desarrollo de un
imaginario social y literario fundamental para la identidad mesoamericana, dentro
del panorama literario del continente.
Actualmente en Centroamérica estamos viviendo una etapa de interesante
creación narrativa. En cada una de las naciones de Centroamérica
hay escritores jóvenes produciendo cuento y novela de gran calidad literaria,
poesía contestaria tanto en términos de su relación con
los discursos oficiales como en su relación con los discursos poético-revolucionarios,
que en los setentas y ochentas se impusieron como norma y credo poético.
Las guerras de los años ochenta y los procesos de democratización
de los noventa han dado a estas generaciones de escritores una madurez y una
variedad temática maravillosa, lo que ha permitido una creación
de alto nivel estético, profundidad filosófica y riqueza estructural.
La masiva migración de centroamericanos a los EE.UU. y a otros países
le ha dado a la cultura centroamericana un ámbito más internacional,
lo que está permitiendo mayor difusión internacional de sus textos
y creando mayor interés en los públicos lectores.
No voy a demorarme en ejemplos que todos ustedes conocen muy
bien, y de cuyas investigaciones me he beneficiado yo mismo en muchas ocasiones.
Quiero señalar solamente un aspecto de los procesos de evolución
que veo en la narrativa centroamericana. En su novela de 1997 Que me maten
si... Rey Rosa plantea una historia que a la vez combina la novela de espionaje
con la denuncia de la violencia política en Guatemala, la sospecha de
la trata de niños y la búsqueda de sí mismo. Con la brevedad
y economía del lenguaje que caracteriza toda su obra, Rodrigo Rey Rosa,
nos lleva desde un pueblecito de Inglaterra llamado Fernchurch, hasta Chajul,
en el altiplano guatemalteco, la tierra de Rigoberta Menchú, porque Lucien
Leigh, novelista y escritor inglés quiere ver el lugar donde mataron
al hermano de Rigoberta. En un segundo viaje de Leigh a Guatemala, para investigar
un orfelinato acusado de trata de niños, Leigh muere en un supuesto accidente
donde se hundió la lancha en la que viajaba. Emilia es una chica guatemalteca
que hace amistad con los Leigh y es quien finalmente va a esclarecer el crimen
de Lucien. Ernesto es un joven guatemalteco, ex militar, que ahora ha regresado
a la vida civil, conoce en la Universidad a Emilia y empieza una relación
con ella, pero es misteriosamente asesinado. La trama de esta novela es intrincada
y hay vacíos muy grandes en la información. Hay largas pausas
y silencios en los que ocurren las cosas más importantes de la novela:
la muerte de Ernesto por ejemplo, el naufragio de Lucien y el asesinato de Emilia,
ocurren en momentos no representados en la narración, en los vacíos
o los blancos del texto. Nos enteramos de estos eventos por las conversaciones
que los personajes tienen en un tiempo posterior a los hechos, y nunca escuchamos
una explicación o recuento de los detalles. Esto aparentemente no tiene
mucho sentido, hasta que lo ponemos en el contexto de la sordera de Lucien y
sus audífonos. Lucien ha modificado sus audífonos y los ha convertido
en micrófonos que usa en sus investigaciones y espionajes. La señal
de los audífonos no es constante, sino que va y viene permitiendo escuchar
porciones o segmentos de ellas, pero no la comunicación completa. Es
decir, que hay espacios vacíos o blancos en esas comunicaciones, similares
a los que encontramos en el discurso de la novela. Una vez más entonces
tenemos la estructura de la comunicación interrumpida, fragmentada, cargada
de estática, de ruido. El ruido semiótico entorpece la comunicación,
el silencio. En la primera sección de la novela que consta apenas de
tres páginas, Lucien Leigh dice "El siempre había estado
a favor de las malas comunicaciones"(Rey Rosa, 1997: 8). Considerando todo,
yo propongo la tesis de que Que me maten si... está construida
en base a un sistema de malas comunicaciones, de mensajes interrumpidos e incompletos,
comunicaciones suspendidas en el vértice de lo indecible, mensajes semióticos
donde el canal se ve interrumpido por el ruido semiótico. Su mismo título
confirma esta tesis. Que me maten si... Mensaje interrumpido por algún
elemento exterior inaplazable, mensaje interrumpido por la muerte o la violencia.
Muerte también presente en el título interumpido, en los puntos
suspensivos que reemplazan al predicado del título. Son dos misterios
fundamentales de la novela, dos elementos que la estructuran por dentro y por
fuera. Las malas comunicaciones, la muerte, el discurso interrumpido por la
estática, por una mala alineación del satélite, por la
violencia. Esta reflexión tan compleja sobre la vida en Guatemala, las
comunicaciones y la escritura, refleja un grado de madurez altamente sofisticado.
Como nos enseñó Georges Lukacs en los años cincuenta, la
literatura refleja el estado de las condiciones socio-históricas de la
sociedad que les da vida. Creo que la lección de Rey Rosa en esta novela
incide en la esencia de muchos de los problemas que hoy en día afligen
a nuestras sociedades, denuncia y propone, y lo hace con una sutileza y un grado
de eleboración estética, dignos de la mejor literatura.
Los últimos años nos han sorprendido con una
serie de obras que se apropian de las estrategias discursivas de los grandes
mercados literarios, obras que luchan por entrar en el mundo de la distribución
masiva de los textos literarios, pero que a la vez se preocupan por revelar
las problemáticas que afectan en estos momentos a nuestras naciones.
Me vienen a la mente El arma en el hombre (2001) de Horacio Castellanos, Managua salsa city, Devórame otra vez (2000) de Franz Galich,
y Cascabel (1997) de Arturo Arias. Estas tres novelas se apropian claramente
de una serie de estrategias discursivas de la novela de acción, del thriller,
de la novela de intriga o de la cinematografía hollywoodense, para convocar
una denuncia y una reflexión sobre las situaciones sociales que se han
desarrollado en nuestros países en los últimos años. Esta
apropiación de las estructuras narrativas de los géneros populares,
lejos de ser una vulgarización, yo la veo como un paso adelante en la
inserción de Centroamérica en los mercados literarios. Creo que
es importante posicionarse frente a las maquinarias editoriales internacionales,
abrir espacios para la literatura centroamericana, acaparar ciertos espacios
en el mercado internacional y abrir puertas que acaso puedan luego beneficiar
a otros escritores del istmo. Creo firmemente que se puede hacer una novela
que a la vez de ser crítica y profunda, interesante y entretenida, logre
cierta aceptación entre el público lector internacional, y sea
a la vez representativa de la narratividad centroamericana de su tiempo. Eso
lo logra por ejemplo, una novela como Cruz de olvido (Alfaguara, 1999),
de Carlos Cortés, quien desafortunadamente no podrá estar con
nosotros en este Congreso, poeta de larga trayectoria, jefe de redacción
de La Nación de Costa Rica. Cruz de olvido es quizás
la novela más alucinógena que ha producido la literatura costarricense,
una novela que desmonta toda la imagen que Costa Rica ha cultivado de ser un
país ordenado, respetuoso de las leyes, amante de la paz y la justicia.
Carlos Cortés nos revela una sociedad marcada por la manipulación
y por la corrupción institucional. Pequeños grupos de poder, unidos
por la amistad forjada en los colegios de la burguesía, que al llegar
a la edad adulta manejan el país como manejaban sus juegos infantiles. Cruz de olvido es una novela memorable que cuenta la vida de los cuatro
Fantásticos, Lucho Morales Santo, el Procónsul, presidente de
Costa Rica; Edgar Jiménez, Ministro del Interior; Jorge Echeverría,
Fiscal General de la Nación; Ricardo Blanco, Babyface, es el número
uno de la televisión nacional quien resulta involucrado en un asesinato
pasional donde muere la Chola, un travesti reconocido, y luego lo arrestan tratando
de salir del país con el millón de dólares, con toda su
familia y pasaportes falsos, pero luego termina como embajador en España.
Y finalmente Martín Amador, el protagonista, el único "fracasado"
del grupo, el revolucionario, el raro.
Martín Amador es un costarricense que ha vivido en Nicaragua por los
diez años del gobierno sandinista, y regresa a San José a esclarecer
el crimen de su hijo Jaime, de 18 años, que ha sido asesinado junto con
seis amigos más, "en la Cruz de Alajuelita, una inmensa cruz de
metal que domina la ciudad de San José desde una estribación montañosa"(Cortés,
1999: 13). A partir de ahí la historia se desarrolla entre políticos
borrachos y corruptos, los bajos fondos del viejo centro de San José
donde ahora proliferan los bares de travestis y el crimen organizado, el reencuentro
del protagonista con su familia, con su madre que está totalmente loca
viviendo en una casa inundada, y con el asesinato de su padre nunca totalmente
aclarado. Dentro de esta historia personal hay también una intriga de
corte internacional, donde la CIA ha dado fondos para la compra de armas para
la Contra en Nicaragua, y un millón de dólares de ese dinero se
ha perdido. Según parece ese dinero se encuentra en una cuenta a nombre
de Martín Amador y el asesinato ha sido sólo una forma de hacerlo
regresar al país para recuperar el dinero.
La frase incial de la novela dice: "En Costa Rica no
ha pasado nada desde el Big Bang"(Cortés, 1999: 13). Sin embargo
la lectura de la novela nos demuestra lo contrario, nos demuestra que en Costa
Rica pasan cosas interesantísimas, en cada página de la novela
ocurre algo inusitado, y el mundo anodino y ordenado que Costa Rica pretende
reflejar, se revela aquí como un mundo interesante, loco, lleno de intrigas
y de actos desmesurados. Hay por tanto en la novela un gesto de negación,
un doble movimiento que por un lado nos quiere presentar la imagen tradicional
de Costa Rica y los costarricenses; y por el otro, nos presenta un país
alucinante, llamado Tiquicia, en manos de un presidente desaforado, alcohólico
y cocainómano, gobernado en breves momentos de lucidez. Cruz de olvido es una de las críticas más acérrimas y directas a la sociedad
costarricense, a los costarrisibles, como les llama el autor, siguiendo el gentilicio
acuñado por la primera gran novelista de Costa Rica, Yolanda Oreamuno.
Cruz de olvido es una novela que incide fuertemente
en el problema de la paternidad. Como ya he dicho, Martín Amador regresa
a Costa Rica para aclarar el asesinato de su hijo, pero resulta que el asesinato
que logra aclarar es el asesinato de su padre. En este juego de homicidios se
da una exploración muy interesante donde el deseo de conocer al padre
y esclarecer su asesinato, se confunde con el deseo de asesinar al padre y olvidarlo.
Martín descubre en este viaje que el que creía ser su padre no
lo es en realidad. Que él es hijo del hermano menor de su padre, Arturo,
quien rehusó casarse con su madre y se fue para Panamá, dejándola
embarazada. El hermano Jaime decide casarse con la madre y reconocer a Martín,
pero luego es asesinado por el hermano menor en una acción que se clasificó
como accidental, pero cuya naturaleza no queda nunca totalmente aclarada. Lo
cierto es que los dos hermanos terminan enredados en un triángulo mortal
donde tanto la paternidad como la muerte son víctimas del engaño
y el equívoco. Esto me parece a mí sumamente importante en la
novela. Cruz de olvido trata de las figuras paternas, figuras de poder,
patriarcas, presidentes, padres. Es un viaje a los orígenes y una exploración
del travestismo, en el sentido en que la paternidad puede ser travestida, camuflada,
explotada y acuñada. Martín se siente culpable porque él
a su vez abandonó a su hijo para irse a la revolución nicaragüense
y ahora tiene que regresar a esclarecer el horrible asesinato de su hijo abandonado.
El padre díscolo e irresponsable, tiene que cargar ahora con la cruz
de la muerte de su hijo: cruz de olvido, cruz de hierro. Ahora bien, en un giro
más de gran interés y suspenso en la novela, resulta que Jaime
en realidad no está muerto. Todo ha sido una artimaña de los amigos
de Martín para traerlo a Costa Rica y que saque el millón de dólares
depositados en su cuenta corriente. El encuentro entre padre e hijo, entre Martín
y Jaime no es el encuentro peripatético de las telenovelas. Jaime no
le tiene rencor pero tampoco lo necesita. La conversación que sostienen
no refleja un encuentro entre padre e hijo sino entre dos extraños que
perplejamente reconocen en ellos algún parecido con el otro. Hay por
tanto un fracaso más en la vida de Martín, continúa en
su "no estar en nada", ni siquiera en su relación con el hijo
que acaba de resucitar. La búsqueda del padre se convierte metafóricamente
en el tema central de la novela, en la cruz que todos tenemos que cargar por
toda nuestra vida. En fin, Cruz de olvido es una gran novela que viene
a insertarse en una creciente tradición novelística en Costa Rica,
que desenmascara los mitos más sagrados de la nación y denuncia
las "buenas costumbres" y la "democracia" costarricense.
Para terminar esta charla quiero hablarles del más
reciente libro de Gioconda Belli, El País bajo mi piel. Memorias de
amor y guerra (Plaza & Janés, 2000), que alcanzó el lugar
número siete en ventas en la Feria de Buenos Aires el año pasado,
y sus traducciones a cinco lenguas se están vendiendo muy bien. En El
país bajo mi piel la famosa escritora nicaragüense cuenta sus
peripecias como una hija de la burguesía nicaragüense que se involucra
en el Frente Sandinista, sirve en diferentes capacidades y termina luego casada
con un norteamericano y viviendo en California. En un hermoso libro de 450 páginas
Belli desarrolla con arte y maestría a un sujeto femenino que se rebela
contra las normas establecidas por la sociedad en que le ha tocado nacer. Con
un estilo desenfadado y valiente, evidente en ella desde los años de
sus primeros poemarios, confiesa una serie de secretos sobre su vida íntima
y sentimental, que difícilmente nosotros quisiéramos que se supieran.
El sujeto que se perfila en las páginas de El país bajo mi piel
es una muchacha guapa e inteligente que se casa muy joven con un hombre de su
condición social, pero al cabo de algún tiempo encuentra que es
un ser totalmente aburrido. Para esa época conoce al "poeta"
que es la persona que va a iniciarla en los placeres de la vida sexual y va
a presentarle a las personas que la llevarán al Frente Sandinista. Por
lo tanto podemos decir que la toma de posesión de su cuerpo se da al
mismo tiempo que se desarrolla una toma de conciencia social por parte del personaje. El país bajo mi piel es un libro de memorias pero que en realidad
está contado como una novela. La autora ha dividido su vida en segmentos
y nos va contando en forma alterna, pasajes de su juventud y su gesta guerrillera
y pasajes de su vida actual en un barrio privilegiado de Santa Mónica.
Los capítulos en que ha dividido el texto vienen encabezados por acápites
similares a los utilizados por Cervantes en Don Quijote. El capítulo
1 reza: "Donde dan inicio, con olor a pólvora, estas rememoraciones",
y así sucesivamente, los 58 capítulos están acompañados
de un acápite que remite al contenido del capítulo. Esta estructura
novelística de las Memorias, combinado con el explícito
interés de la autora por presentarnos a un sujeto heroico, nos da un
texto híbrido que se sitúa entre la autobiografía y la
novela, entre el testimonio y la ficción. Esta combinación no
deja de ser problemática, ya que pone en tela de juicio la veracidad
del texto, elemento indispensable para la autobiografía. Por el otro
lado, esta estrategia hace del texto un paisaje muy atractivo para el lector,
inscribiendo la narración una saga política y personal que toca
la imaginación del lector de muchas formas diferentes.
La sexualidad siempre ha sido un tema de gran interés
para Gioconda Belli. Desde sus primeros poemas de 1970, Belli ha demostrado
un compromiso ineludible con la liberación del cuerpo femenino, con un
feminismo que aunque no se expresa directamente a través de una teorización
abstracta de la problemática, se revela claramente a través del
planteamiento de la concatenación de las relaciones de poder entre los
sexos. En El país bajo mi piel, Belli nos revela lo secretos de
su vida sentimental demostrando la dificultad que tiene una mujer guapa y atractiva
como ella, para desenvolverse en un mundo dominado por hombres, y ser tratada
siempre con objetividad intelectual y ética revolucionaria. Su belleza
física y su atractivo se convierte en un problema al tratar con hombres
poderosos que piensan que la mujer debe depender de ellos y someterse a su dominio.
Así el encuentro con Fidel Castro y con Omar Torrijos, se convierte en
una lucha donde poder y sexualidad (que también es una forma de poder
como lo demostró claramente Michel Foucault) se imbrican en una conjunción
interesante y explosiva. El encuentro con Fidel Castro en La Habana en 1978
refleja muy bien esta ambigüedad. Hay una mezcla en Fidel de coquetería
y manipulación. Por un lado quiere seducir a la joven poeta revolucionaria,
utilizando su personalidad, su poder y su carisma; y por el otro quiere sacarle
información sobre las problemáticas internas del Frente Sandinista.
Belli se siente muy alagada por la distinción especial que el Comandante
le ha hecho, pero se siente utilizada al ver que le quiere sacar información.
Al final de ese capítulo 41 Belli afirma: "Aunque el significado
de esa noche sigue siendo inexplicable para mí, atesoro el recuerdo como
una de esas cosas mágicas y ligeramente perversas que le pasan a uno
en la vida. A la luz de los años, el episodio en vez de aclararse se
ha oscurecido. ¿Necesitaba Fidel que yo le diera esa información?
Parece improbable. Contaría con medios suficientes para enterarse sin
mi concurso. Modesto se lo habría dicho sin duda. ¿A qué
obedecía entones su insistencia? ¿Quiso simplemente tener un pretexto
para justificar su deseo de verme, hablarme, examinarme como mariposa bajo el
microscopio, estudiar mi reacción ante el poder que él blandía?
¿Quería seducirme? No lo sé. Supongo que nunca lo sabré.
A mí me quedó este recuerdo. Literatura"(Belli, 2000: 296).
Vemos pues el tipo de posición que Belli adopta en sus memorias. Hay
en ella un gesto continuo de rechazo y de adhesión. La personalidad y
la carisma del Comandante Fidel Castro juega un papel tan importante en el horizonte
de la vida narrada, que Belli ha escogido el encuentro con Castro para iniciar
sus Memorias. El capítulo 1 se sitúa en La Habana, en 1979, cuando
Belli está recibiendo entrenamiento militar y Castro la observa. Unos
días después se vuelven a encontrar y los comentarios de Fidel
están siempre cargados de picardía e insinuación. La dinámica
oscila siempre entre la admiración por el héroe revolucionario
y el alago por la coquetería y la conquista. No voy aquí a discutir
la veracidad de todos los encuentros que Belli narra en su libro ya que no tengo
elementos para hacerlo, sólo quiero señalar la forma en que se
maneja esta dinámica en el libro. Al ser objeto de admiración
por parte de personajes muy importantes, Belli eleva su estatus como mujer deseable
al situarse en la esfera del deseo de hombres preponderantes. Y al rechazar
a hombres de la estatura de Castro o Torrijos, eleva todavía más
su situación de mujer, de revolucionaria, de feminista. Develar estas
intimidades es por tanto un gesto de auto-alabanza, y adoptar un tono humilde
e ingenuo es una forma de posicionarse frente al lector.
El amor de Belli por el Comandante Henry Ruiz, Modesto, ya antes mencionado,
juega un papel muy importante y decisivo en su crecimiento espiritual. Henry
Ruiz es uno de los Comandantes más admirados de la revolución
nicaragüense, hombre muy inteligente, con prestigio de ser honesto y sencillo.
Su nombre de combate Modesto, ya refleja una dimensión de su personalidad.
Gioconda se enamoró profundamente de él pero nunca fueron pareja
en todo el sentido de la palabra. Modesto nunca formalizó su relación
con ella negándose aún a vivir juntos, ya que él tenía
otros amores en su vida. El sufrimiento por ese amor y la decisión final
de dejarlo, ejemplifican una etapa de crecimiento en la autora, que refleja
un paso muy importante de liberación por parte de la heroína.
Como dice Belli, "quizás sea importante en la vida de una poeta
enloquecer de amor al menos una vez para poder conocer el lado oscuro de la
femenina experiencia humana, tocar el fondo de la propia vulnerabilidad y emerger"(2000:
336). El periplo amoroso termina con Carlos, su marido actual, un norteamericano,
periodista y escritor con quien tiene ahora una relación muy estable,
compartiendo su tiempo entre California y Nicaragua. De esta forma Gioconda
Belli noveliza su vida, presentándonos un testimonio autobiográfico
que problematiza tanto la esencia del testimonio como la esencia de la autobiografía,
que se mueve entre la novela y la biografía demostrando que en la posmodernidad
es imposible distinguir claramente entre los géneros, y que así
como la novela se nutre de la realidad, la autobiografía también
juega a novelar una vida.
Además de los mecanismos de exclusión y represión, los
desgarramientos y las dudas, las identificaciones y los rechazos que procuran
legitimar la dominación oligárquica, los discursos culturales
centroamericanos que discutiremos en estos días expresan también
los sueños, temores y utopías de nuestras flamantes naciones,
pequeñas, dependientes y débiles, que se esfuerzan por modelar
una identidad propia en un mundo dominado por poderes ajenos. Nuestras naciones-estados
han necesitado de sus poetas y escritores para darle forma a proyectos de nación,
que ni sus dimensiones físicas, ni sus procesos históricos justificaban.
Algunos visionarios tuvieron siempre conciencia de que el camino hacia el desarrollo
pasaba por la unión centroamericana, y empeñaron su talento en
promoverlo. Es claro hoy en día para mí que ese proceso de unidad
no podrá nunca darse en su totalidad, pero sí creo firmemente
que se puede dar un cierto proceso de integración que nos permita dialogar
en mejores condiciones con los grandes bloques económicos que dominan
el mundo del siglo XXI. Estoy seguro que nuestros poetas y escritores están
llamados a jugar un papel importante en la creación de un imaginario
social mesoamericano, inventado un concepto de área, así como
en el pasado inventamos nuestros conceptos de nación.
He tratado en estas páginas de darle forma a los fenómenos que
estamos viviendo en Centro América en los últimos tiempos. Nuestra
pequeña "garganta pastoril de América" como la llamara
Pablo Neruda, continúa cantando, aún con la voz quebrada por los
horrores de la guerra, las calamidades de la corrupción y el tráfico
de influencias, aún con la destrucción de las catástrofes
naturales que constantemente nos acechan y la pobreza endémica que nos
acosa. Creo firmemente en el futuro de la América Central, creo que a
pesar de que la globalización nos arrastra como hojarasca a la deriva,
tenemos mucho que ofrecer al mundo en términos de producción cultural.
Espero firmemente no estar equivocado y ojalá ustedes compartan esa opinión.
Muchas gracias.
©Nicasio Urbina
Obras citadas
- Belli, Gioconda, 2001: El país bajo mi piel. Memorias de amor
y guerra. Barcelona: Plaza y Janés.
- Cortés, Carlos, 1999: Cruz de olvido. México: Alfaguara.
- Rey Rosa, 1997: Que me maten si... Barcelona: Seix Barral.
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