Nicasio Urbina

La literatura centroamericana

Tulane University

urbina@tulane.edu

Obras citadas

 

Estimado público:

Es para mí un placer pronunciar las palabras de apertura de esta II Conferencia Internacional de Literatura, Cultura y Cine, en una encrucijada importante para la cultura centroamericana, en este principio de siglo que nos encuentra en medio de las consecuencia de años de guerra, de dictaduras militares, de gobiernos neo-liberales corruptos y populistas. Esta es una encrucijada importante para Centroamérica porque en estos años se están redefiniendo una serie de códigos y de discursos que habrán de regular las relaciones internacionales del siglo XXI. Los protocolos internacionales de comercio y el desarrollo de las comunicaciones han redefinido los mapas de relaciones territoriales y han descentrado los polos tradicionales de poder, control y distribución de los discursos. Ya Centroamérica no es esa tierra escuálida en los márgenes de todas las rutas comerciales, culturales, discursivas, ideológicas y políticas, y no quiero pretender que no lo sigamos siendo, pero debido a que la heterotopía de nuestro tiempo ha desarticulado las estructuras tradicionales de intercambio, la posicionalidad de los marginados, como dice Arturo Arias, está cambiando. Con la popularización del internet y los bloques comerciales, se está realizando una nueva estructuración de los canales semióticos, y como toda época de cambio, es una época de oportunidad para crecer y consolidarse. El reto es que todos los países centroamericanos, como naciones y como región, trabajemos en conjunto para aprovechar esas oportunidades. El reto es que nuestros gobiernos se rijan por las leyes de las naciones y respondan por su actos ante la justicia. El reto es que la sociedad civil se involucre en todas las acciones de la vida nacional, tomando control de los aparatos de poder que le corresponden y ejerciéndolo para el bien de las comunidades. El reto es que los gobiernos le dediquen el 40% de los presupuestos nacionales a la educación y abran las posibilidades de estudio y superación a todos los ciudadanos, de todas las etnias, razas y persuaciones, respetando sus propios planes de desarrollo y conservación. El reto es que cada uno de nosotros se comprometa a trabajar con más sentido de comunidad, de nación y de región.

Creo que en este momento la literatura centroamericana se encuentra en un momento muy fructífero y oportuno para salir de la limitación provinciana y extenderse por todo el mundo de habla española, hasta llegar a lectores en otras lenguas. Los procesos de guerras revolucionarias que vivimos en los ochentas han dejado a su paso muerte y desolación, pero de esa experiencia tenemos que sacar algo positivo. Aunque el neoliberalismo que está asfixiando a nuestras clases trabajadoras parezca haberse consolidado en los noventa, creo que esta década que empezamos ahora nos permitirá una gestión más madura y más beneficiosa para las grandes mayorías. De la época insurreccional nos ha quedado el desarrollo del testimonio como género literario, rico y pujante, que ha producido obras de gran importancia, no sólo para nosotros los centroamericanos, sino para todo el mundo. El fenómeno que implica la importancia del testimonio de Rigoberta Menchú, es algo inaudito en la historia de la literatura. A nosotros nos ha tocado vivir y ser protagonistas del surgimiento y canonización de un género literario, suerte y distinción nada común y cotidiana. Yo no creo como algunos de nuestros colegas que el testimonio sea un género nuevo en todo el sentido de la palabra. El testimonio es tan antiguo como el libro del Exodo del Viejo Testamento, y como los Evangelios, lo que sí se ha dado en la segunda mitad del siglo XX es la producción copiosa de testimonios de diferentes tipos, al lado de una teorización brillante e inteligente, por parte de distinguidos críticos del primer mundo, que desde las universidades más prestigiosas y elitistas del imperio, han protagonizado un diálogo fructífero en torno al género. En la conjunción de estos fenómenos semióticos y discursivos está la gran contribución de la literatura latinoamericana a la literatura mundial. Sin embargo, lo más importante desde el punto de vista social, es la sensación de poder que el testimonio confiere a las personas. El éxito comercial e intelectual de algunos discursos testimoniales y la subsiguiente controversia que han suscitado, demuestran el poder que puede tener la palabra escrita, demuestra las agencias de poder que puede activar el discurso literario, y por primera vez quizás, ese poder parece estar al alcance de los grupos más desposeídos, de los más débiles, de los marginados. Esto "empodera", para usar un neologismo sumamente necesario en los estudios subalternos, confiere poder, a las clases más marginadas de la sociedad y a las etnias más reprimidas de nuestros pueblos. Si mi vida es digna de ser contada, y digna de ser leída y estudiada, ergo, tengo cierto valor como ser humano. Este silogismo es sumamente importante y positivo para la percepción que esos mismos grupos tienen de sí mismos, para su auto-estimación y su imaginario social y cultural. Ojalá este sea un primer paso para la construcción de mejores condiciones de vida y educación para estas mayorías silenciosas y desposeídas, que a través del testimonio ejecutan acaso el primer gesto de apropiación valioso y perdurable para generaciones por venir.

Permítanme ahora retroceder un poco para hacer algunas observaciones de naturaleza histórica y situar mejor los comentarios que siguen a continuación. Con el surgimiento de la novela en las postrimerías del siglo XIX en Centro América, se empieza a dar un proceso de ficcionalización del universo centroamericano, que se engasta dentro de otro proceso de ficionalización que había empezado con la conquista y colonización de nuestro territorio. A mi juicio se dan, en rasgos generales, las siguientes grandes tendencias: 1) una novela nacionalista, que se interesa por establecer en nuestra región un espacio novelable que le dé solidez y forma a las precarias naciones mesoamericanas, la obra de José Milla en Guatemala y de José Dolores Gámez en Nicaragua, son los dos primeros ejemplos que se me vienen a la mente; 2) una novela eurocéntrica, que trata de imitar a los novelistas europeos, ambientando sus obras en un medio extranjero, donde el ejemplo paradigmático es Gustavo Guzmán en Nicaragua y Brenes Mesén en Costa Rica, y 3) una novela costumbrista, que inicia un proceso de rescate del mundo provincial, utilizando el lenguaje dialectal propio de cada región y de cada rubro, recreando el color local e institucionalizando una serie de valores pequeño burgueses y nacionalistas, indispensables para la consolidación de los estados centroamericanos. Este último es, por supuesto, el sub-género más numeroso y el más importante para la ficcionalización de nuestros espacios nacionales. La obra de Joaquín García Monge en Costa Rica o de Pedro Joaquín Chamorro Zelaya en Nicaragua son paradigmáticas en este sentido.

Al promediar el siglo XX empieza paulatinamente a entrar en nuestra región un deseo de crear obras que, superando el localismo provincial, aspiraban a ser novelas más universalistas. La modernidad empieza a llegar a nuestra región con una serie de preocupaciones de corte social por un lado, y de corte existencial por el otro. La obra de Miguel Angel Asturias se erige como un faro que irradia modelos desde diferentes perspectivas ideológicas y estilísticas, demostrando los diversos caminos que la ficción centroamericana iba a tomar. La calidad y envergadura de la obra de Asturias demuestra que Mesoamérica es una tierra novelable, en la más alta esfera de la novelística mundial, y ese reconocimiento le imprime una fuerza creadora a nuestra literatura. Es así cómo durante la segunda mitad del siglo XX, surge a lo largo de Mesoamérica obras de ficción como la de Salarrué en El Salvador, la de Julio Escoto en Honduras y la de Fabián Dobles en Costa Rica, que se preocupan por la condición social del indio, por su identidad y sus valores étnicos. Surge por otro lado una serie de obras con enorme conciencia social, con propósito de denuncia y conciencia de clase. Voy a nombrar a la gran dama de las letras centroamericanas Claribel Alegría, nacida en Nicaragua pero Salvadoreña de nacionalidad, a Carlos Luis Fallas, que en Costa Rica estableció escuela con su novela Mamita Yunay, Mario Monteforte Toledo en Guatemala con una obra considerable, Manlio Argueta, el escritor más reconocido de El Salvador, a Gioconda Belli de Nicaragua, famosa tanto por su poesía como por su novela, y ahora por su libro de memorias El país bajo mi piel (2000), y a Marco Antonio Flores, quien ha trabajado el lenguaje popular urbano de Guatemala como ningún otro. Finalmente, debo distinguir una novela urbana, internacional, moderna y laberíntica, donde voy a destacar el nombre de Yolanda Oreamuno y su La ruta de su evasión (1949), que por sí sola cambió el rumbo de la novela centroamericana y sacó a la mujer del ostracismo en que la mantenía una sociedad patriarca y falocéntrica. En este grupo de novelistas están los nombres más reconocidos internacionalmente, empezando por Sergio Ramírez y sus excelentes novelas, a Carmen Naranjo, cuyo Diario de una multitud (1974) es una verdadero tour de force, en el complejo mundo de la novela moderna. Debo también mencionar a Rogelio Sinán de Panamá, a Roque Dalton de El Salvador y a Arturo Arias de Guatemala. Todas estas novelas contribuyen claramente al desarrollo de un imaginario social y literario fundamental para la identidad mesoamericana, dentro del panorama literario del continente.

Actualmente en Centroamérica estamos viviendo una etapa de interesante creación narrativa. En cada una de las naciones de Centroamérica hay escritores jóvenes produciendo cuento y novela de gran calidad literaria, poesía contestaria tanto en términos de su relación con los discursos oficiales como en su relación con los discursos poético-revolucionarios, que en los setentas y ochentas se impusieron como norma y credo poético. Las guerras de los años ochenta y los procesos de democratización de los noventa han dado a estas generaciones de escritores una madurez y una variedad temática maravillosa, lo que ha permitido una creación de alto nivel estético, profundidad filosófica y riqueza estructural. La masiva migración de centroamericanos a los EE.UU. y a otros países le ha dado a la cultura centroamericana un ámbito más internacional, lo que está permitiendo mayor difusión internacional de sus textos y creando mayor interés en los públicos lectores.

No voy a demorarme en ejemplos que todos ustedes conocen muy bien, y de cuyas investigaciones me he beneficiado yo mismo en muchas ocasiones. Quiero señalar solamente un aspecto de los procesos de evolución que veo en la narrativa centroamericana. En su novela de 1997 Que me maten si... Rey Rosa plantea una historia que a la vez combina la novela de espionaje con la denuncia de la violencia política en Guatemala, la sospecha de la trata de niños y la búsqueda de sí mismo. Con la brevedad y economía del lenguaje que caracteriza toda su obra, Rodrigo Rey Rosa, nos lleva desde un pueblecito de Inglaterra llamado Fernchurch, hasta Chajul, en el altiplano guatemalteco, la tierra de Rigoberta Menchú, porque Lucien Leigh, novelista y escritor inglés quiere ver el lugar donde mataron al hermano de Rigoberta. En un segundo viaje de Leigh a Guatemala, para investigar un orfelinato acusado de trata de niños, Leigh muere en un supuesto accidente donde se hundió la lancha en la que viajaba. Emilia es una chica guatemalteca que hace amistad con los Leigh y es quien finalmente va a esclarecer el crimen de Lucien. Ernesto es un joven guatemalteco, ex militar, que ahora ha regresado a la vida civil, conoce en la Universidad a Emilia y empieza una relación con ella, pero es misteriosamente asesinado. La trama de esta novela es intrincada y hay vacíos muy grandes en la información. Hay largas pausas y silencios en los que ocurren las cosas más importantes de la novela: la muerte de Ernesto por ejemplo, el naufragio de Lucien y el asesinato de Emilia, ocurren en momentos no representados en la narración, en los vacíos o los blancos del texto. Nos enteramos de estos eventos por las conversaciones que los personajes tienen en un tiempo posterior a los hechos, y nunca escuchamos una explicación o recuento de los detalles. Esto aparentemente no tiene mucho sentido, hasta que lo ponemos en el contexto de la sordera de Lucien y sus audífonos. Lucien ha modificado sus audífonos y los ha convertido en micrófonos que usa en sus investigaciones y espionajes. La señal de los audífonos no es constante, sino que va y viene permitiendo escuchar porciones o segmentos de ellas, pero no la comunicación completa. Es decir, que hay espacios vacíos o blancos en esas comunicaciones, similares a los que encontramos en el discurso de la novela. Una vez más entonces tenemos la estructura de la comunicación interrumpida, fragmentada, cargada de estática, de ruido. El ruido semiótico entorpece la comunicación, el silencio. En la primera sección de la novela que consta apenas de tres páginas, Lucien Leigh dice "El siempre había estado a favor de las malas comunicaciones"(Rey Rosa, 1997: 8). Considerando todo, yo propongo la tesis de que Que me maten si... está construida en base a un sistema de malas comunicaciones, de mensajes interrumpidos e incompletos, comunicaciones suspendidas en el vértice de lo indecible, mensajes semióticos donde el canal se ve interrumpido por el ruido semiótico. Su mismo título confirma esta tesis. Que me maten si... Mensaje interrumpido por algún elemento exterior inaplazable, mensaje interrumpido por la muerte o la violencia. Muerte también presente en el título interumpido, en los puntos suspensivos que reemplazan al predicado del título. Son dos misterios fundamentales de la novela, dos elementos que la estructuran por dentro y por fuera. Las malas comunicaciones, la muerte, el discurso interrumpido por la estática, por una mala alineación del satélite, por la violencia. Esta reflexión tan compleja sobre la vida en Guatemala, las comunicaciones y la escritura, refleja un grado de madurez altamente sofisticado. Como nos enseñó Georges Lukacs en los años cincuenta, la literatura refleja el estado de las condiciones socio-históricas de la sociedad que les da vida. Creo que la lección de Rey Rosa en esta novela incide en la esencia de muchos de los problemas que hoy en día afligen a nuestras sociedades, denuncia y propone, y lo hace con una sutileza y un grado de eleboración estética, dignos de la mejor literatura.

Los últimos años nos han sorprendido con una serie de obras que se apropian de las estrategias discursivas de los grandes mercados literarios, obras que luchan por entrar en el mundo de la distribución masiva de los textos literarios, pero que a la vez se preocupan por revelar las problemáticas que afectan en estos momentos a nuestras naciones. Me vienen a la mente El arma en el hombre (2001) de Horacio Castellanos, Managua salsa city, Devórame otra vez (2000) de Franz Galich, y Cascabel (1997) de Arturo Arias. Estas tres novelas se apropian claramente de una serie de estrategias discursivas de la novela de acción, del thriller, de la novela de intriga o de la cinematografía hollywoodense, para convocar una denuncia y una reflexión sobre las situaciones sociales que se han desarrollado en nuestros países en los últimos años. Esta apropiación de las estructuras narrativas de los géneros populares, lejos de ser una vulgarización, yo la veo como un paso adelante en la inserción de Centroamérica en los mercados literarios. Creo que es importante posicionarse frente a las maquinarias editoriales internacionales, abrir espacios para la literatura centroamericana, acaparar ciertos espacios en el mercado internacional y abrir puertas que acaso puedan luego beneficiar a otros escritores del istmo. Creo firmemente que se puede hacer una novela que a la vez de ser crítica y profunda, interesante y entretenida, logre cierta aceptación entre el público lector internacional, y sea a la vez representativa de la narratividad centroamericana de su tiempo. Eso lo logra por ejemplo, una novela como Cruz de olvido (Alfaguara, 1999), de Carlos Cortés, quien desafortunadamente no podrá estar con nosotros en este Congreso, poeta de larga trayectoria, jefe de redacción de La Nación de Costa Rica. Cruz de olvido es quizás la novela más alucinógena que ha producido la literatura costarricense, una novela que desmonta toda la imagen que Costa Rica ha cultivado de ser un país ordenado, respetuoso de las leyes, amante de la paz y la justicia. Carlos Cortés nos revela una sociedad marcada por la manipulación y por la corrupción institucional. Pequeños grupos de poder, unidos por la amistad forjada en los colegios de la burguesía, que al llegar a la edad adulta manejan el país como manejaban sus juegos infantiles. Cruz de olvido es una novela memorable que cuenta la vida de los cuatro Fantásticos, Lucho Morales Santo, el Procónsul, presidente de Costa Rica; Edgar Jiménez, Ministro del Interior; Jorge Echeverría, Fiscal General de la Nación; Ricardo Blanco, Babyface, es el número uno de la televisión nacional quien resulta involucrado en un asesinato pasional donde muere la Chola, un travesti reconocido, y luego lo arrestan tratando de salir del país con el millón de dólares, con toda su familia y pasaportes falsos, pero luego termina como embajador en España. Y finalmente Martín Amador, el protagonista, el único "fracasado" del grupo, el revolucionario, el raro.

Martín Amador es un costarricense que ha vivido en Nicaragua por los diez años del gobierno sandinista, y regresa a San José a esclarecer el crimen de su hijo Jaime, de 18 años, que ha sido asesinado junto con seis amigos más, "en la Cruz de Alajuelita, una inmensa cruz de metal que domina la ciudad de San José desde una estribación montañosa"(Cortés, 1999: 13). A partir de ahí la historia se desarrolla entre políticos borrachos y corruptos, los bajos fondos del viejo centro de San José donde ahora proliferan los bares de travestis y el crimen organizado, el reencuentro del protagonista con su familia, con su madre que está totalmente loca viviendo en una casa inundada, y con el asesinato de su padre nunca totalmente aclarado. Dentro de esta historia personal hay también una intriga de corte internacional, donde la CIA ha dado fondos para la compra de armas para la Contra en Nicaragua, y un millón de dólares de ese dinero se ha perdido. Según parece ese dinero se encuentra en una cuenta a nombre de Martín Amador y el asesinato ha sido sólo una forma de hacerlo regresar al país para recuperar el dinero.

La frase incial de la novela dice: "En Costa Rica no ha pasado nada desde el Big Bang"(Cortés, 1999: 13). Sin embargo la lectura de la novela nos demuestra lo contrario, nos demuestra que en Costa Rica pasan cosas interesantísimas, en cada página de la novela ocurre algo inusitado, y el mundo anodino y ordenado que Costa Rica pretende reflejar, se revela aquí como un mundo interesante, loco, lleno de intrigas y de actos desmesurados. Hay por tanto en la novela un gesto de negación, un doble movimiento que por un lado nos quiere presentar la imagen tradicional de Costa Rica y los costarricenses; y por el otro, nos presenta un país alucinante, llamado Tiquicia, en manos de un presidente desaforado, alcohólico y cocainómano, gobernado en breves momentos de lucidez. Cruz de olvido es una de las críticas más acérrimas y directas a la sociedad costarricense, a los costarrisibles, como les llama el autor, siguiendo el gentilicio acuñado por la primera gran novelista de Costa Rica, Yolanda Oreamuno.

Cruz de olvido es una novela que incide fuertemente en el problema de la paternidad. Como ya he dicho, Martín Amador regresa a Costa Rica para aclarar el asesinato de su hijo, pero resulta que el asesinato que logra aclarar es el asesinato de su padre. En este juego de homicidios se da una exploración muy interesante donde el deseo de conocer al padre y esclarecer su asesinato, se confunde con el deseo de asesinar al padre y olvidarlo. Martín descubre en este viaje que el que creía ser su padre no lo es en realidad. Que él es hijo del hermano menor de su padre, Arturo, quien rehusó casarse con su madre y se fue para Panamá, dejándola embarazada. El hermano Jaime decide casarse con la madre y reconocer a Martín, pero luego es asesinado por el hermano menor en una acción que se clasificó como accidental, pero cuya naturaleza no queda nunca totalmente aclarada. Lo cierto es que los dos hermanos terminan enredados en un triángulo mortal donde tanto la paternidad como la muerte son víctimas del engaño y el equívoco. Esto me parece a mí sumamente importante en la novela. Cruz de olvido trata de las figuras paternas, figuras de poder, patriarcas, presidentes, padres. Es un viaje a los orígenes y una exploración del travestismo, en el sentido en que la paternidad puede ser travestida, camuflada, explotada y acuñada. Martín se siente culpable porque él a su vez abandonó a su hijo para irse a la revolución nicaragüense y ahora tiene que regresar a esclarecer el horrible asesinato de su hijo abandonado. El padre díscolo e irresponsable, tiene que cargar ahora con la cruz de la muerte de su hijo: cruz de olvido, cruz de hierro. Ahora bien, en un giro más de gran interés y suspenso en la novela, resulta que Jaime en realidad no está muerto. Todo ha sido una artimaña de los amigos de Martín para traerlo a Costa Rica y que saque el millón de dólares depositados en su cuenta corriente. El encuentro entre padre e hijo, entre Martín y Jaime no es el encuentro peripatético de las telenovelas. Jaime no le tiene rencor pero tampoco lo necesita. La conversación que sostienen no refleja un encuentro entre padre e hijo sino entre dos extraños que perplejamente reconocen en ellos algún parecido con el otro. Hay por tanto un fracaso más en la vida de Martín, continúa en su "no estar en nada", ni siquiera en su relación con el hijo que acaba de resucitar. La búsqueda del padre se convierte metafóricamente en el tema central de la novela, en la cruz que todos tenemos que cargar por toda nuestra vida. En fin, Cruz de olvido es una gran novela que viene a insertarse en una creciente tradición novelística en Costa Rica, que desenmascara los mitos más sagrados de la nación y denuncia las "buenas costumbres" y la "democracia" costarricense.

Para terminar esta charla quiero hablarles del más reciente libro de Gioconda Belli, El País bajo mi piel. Memorias de amor y guerra (Plaza & Janés, 2000), que alcanzó el lugar número siete en ventas en la Feria de Buenos Aires el año pasado, y sus traducciones a cinco lenguas se están vendiendo muy bien. En El país bajo mi piel la famosa escritora nicaragüense cuenta sus peripecias como una hija de la burguesía nicaragüense que se involucra en el Frente Sandinista, sirve en diferentes capacidades y termina luego casada con un norteamericano y viviendo en California. En un hermoso libro de 450 páginas Belli desarrolla con arte y maestría a un sujeto femenino que se rebela contra las normas establecidas por la sociedad en que le ha tocado nacer. Con un estilo desenfadado y valiente, evidente en ella desde los años de sus primeros poemarios, confiesa una serie de secretos sobre su vida íntima y sentimental, que difícilmente nosotros quisiéramos que se supieran. El sujeto que se perfila en las páginas de El país bajo mi piel es una muchacha guapa e inteligente que se casa muy joven con un hombre de su condición social, pero al cabo de algún tiempo encuentra que es un ser totalmente aburrido. Para esa época conoce al "poeta" que es la persona que va a iniciarla en los placeres de la vida sexual y va a presentarle a las personas que la llevarán al Frente Sandinista. Por lo tanto podemos decir que la toma de posesión de su cuerpo se da al mismo tiempo que se desarrolla una toma de conciencia social por parte del personaje. El país bajo mi piel es un libro de memorias pero que en realidad está contado como una novela. La autora ha dividido su vida en segmentos y nos va contando en forma alterna, pasajes de su juventud y su gesta guerrillera y pasajes de su vida actual en un barrio privilegiado de Santa Mónica. Los capítulos en que ha dividido el texto vienen encabezados por acápites similares a los utilizados por Cervantes en Don Quijote. El capítulo 1 reza: "Donde dan inicio, con olor a pólvora, estas rememoraciones", y así sucesivamente, los 58 capítulos están acompañados de un acápite que remite al contenido del capítulo. Esta estructura novelística de las Memorias, combinado con el explícito interés de la autora por presentarnos a un sujeto heroico, nos da un texto híbrido que se sitúa entre la autobiografía y la novela, entre el testimonio y la ficción. Esta combinación no deja de ser problemática, ya que pone en tela de juicio la veracidad del texto, elemento indispensable para la autobiografía. Por el otro lado, esta estrategia hace del texto un paisaje muy atractivo para el lector, inscribiendo la narración una saga política y personal que toca la imaginación del lector de muchas formas diferentes.

La sexualidad siempre ha sido un tema de gran interés para Gioconda Belli. Desde sus primeros poemas de 1970, Belli ha demostrado un compromiso ineludible con la liberación del cuerpo femenino, con un feminismo que aunque no se expresa directamente a través de una teorización abstracta de la problemática, se revela claramente a través del planteamiento de la concatenación de las relaciones de poder entre los sexos. En El país bajo mi piel, Belli nos revela lo secretos de su vida sentimental demostrando la dificultad que tiene una mujer guapa y atractiva como ella, para desenvolverse en un mundo dominado por hombres, y ser tratada siempre con objetividad intelectual y ética revolucionaria. Su belleza física y su atractivo se convierte en un problema al tratar con hombres poderosos que piensan que la mujer debe depender de ellos y someterse a su dominio. Así el encuentro con Fidel Castro y con Omar Torrijos, se convierte en una lucha donde poder y sexualidad (que también es una forma de poder como lo demostró claramente Michel Foucault) se imbrican en una conjunción interesante y explosiva. El encuentro con Fidel Castro en La Habana en 1978 refleja muy bien esta ambigüedad. Hay una mezcla en Fidel de coquetería y manipulación. Por un lado quiere seducir a la joven poeta revolucionaria, utilizando su personalidad, su poder y su carisma; y por el otro quiere sacarle información sobre las problemáticas internas del Frente Sandinista. Belli se siente muy alagada por la distinción especial que el Comandante le ha hecho, pero se siente utilizada al ver que le quiere sacar información. Al final de ese capítulo 41 Belli afirma: "Aunque el significado de esa noche sigue siendo inexplicable para mí, atesoro el recuerdo como una de esas cosas mágicas y ligeramente perversas que le pasan a uno en la vida. A la luz de los años, el episodio en vez de aclararse se ha oscurecido. ¿Necesitaba Fidel que yo le diera esa información? Parece improbable. Contaría con medios suficientes para enterarse sin mi concurso. Modesto se lo habría dicho sin duda. ¿A qué obedecía entones su insistencia? ¿Quiso simplemente tener un pretexto para justificar su deseo de verme, hablarme, examinarme como mariposa bajo el microscopio, estudiar mi reacción ante el poder que él blandía? ¿Quería seducirme? No lo sé. Supongo que nunca lo sabré. A mí me quedó este recuerdo. Literatura"(Belli, 2000: 296). Vemos pues el tipo de posición que Belli adopta en sus memorias. Hay en ella un gesto continuo de rechazo y de adhesión. La personalidad y la carisma del Comandante Fidel Castro juega un papel tan importante en el horizonte de la vida narrada, que Belli ha escogido el encuentro con Castro para iniciar sus Memorias. El capítulo 1 se sitúa en La Habana, en 1979, cuando Belli está recibiendo entrenamiento militar y Castro la observa. Unos días después se vuelven a encontrar y los comentarios de Fidel están siempre cargados de picardía e insinuación. La dinámica oscila siempre entre la admiración por el héroe revolucionario y el alago por la coquetería y la conquista. No voy aquí a discutir la veracidad de todos los encuentros que Belli narra en su libro ya que no tengo elementos para hacerlo, sólo quiero señalar la forma en que se maneja esta dinámica en el libro. Al ser objeto de admiración por parte de personajes muy importantes, Belli eleva su estatus como mujer deseable al situarse en la esfera del deseo de hombres preponderantes. Y al rechazar a hombres de la estatura de Castro o Torrijos, eleva todavía más su situación de mujer, de revolucionaria, de feminista. Develar estas intimidades es por tanto un gesto de auto-alabanza, y adoptar un tono humilde e ingenuo es una forma de posicionarse frente al lector.

El amor de Belli por el Comandante Henry Ruiz, Modesto, ya antes mencionado, juega un papel muy importante y decisivo en su crecimiento espiritual. Henry Ruiz es uno de los Comandantes más admirados de la revolución nicaragüense, hombre muy inteligente, con prestigio de ser honesto y sencillo. Su nombre de combate Modesto, ya refleja una dimensión de su personalidad. Gioconda se enamoró profundamente de él pero nunca fueron pareja en todo el sentido de la palabra. Modesto nunca formalizó su relación con ella negándose aún a vivir juntos, ya que él tenía otros amores en su vida. El sufrimiento por ese amor y la decisión final de dejarlo, ejemplifican una etapa de crecimiento en la autora, que refleja un paso muy importante de liberación por parte de la heroína. Como dice Belli, "quizás sea importante en la vida de una poeta enloquecer de amor al menos una vez para poder conocer el lado oscuro de la femenina experiencia humana, tocar el fondo de la propia vulnerabilidad y emerger"(2000: 336). El periplo amoroso termina con Carlos, su marido actual, un norteamericano, periodista y escritor con quien tiene ahora una relación muy estable, compartiendo su tiempo entre California y Nicaragua. De esta forma Gioconda Belli noveliza su vida, presentándonos un testimonio autobiográfico que problematiza tanto la esencia del testimonio como la esencia de la autobiografía, que se mueve entre la novela y la biografía demostrando que en la posmodernidad es imposible distinguir claramente entre los géneros, y que así como la novela se nutre de la realidad, la autobiografía también juega a novelar una vida.

Además de los mecanismos de exclusión y represión, los desgarramientos y las dudas, las identificaciones y los rechazos que procuran legitimar la dominación oligárquica, los discursos culturales centroamericanos que discutiremos en estos días expresan también los sueños, temores y utopías de nuestras flamantes naciones, pequeñas, dependientes y débiles, que se esfuerzan por modelar una identidad propia en un mundo dominado por poderes ajenos. Nuestras naciones-estados han necesitado de sus poetas y escritores para darle forma a proyectos de nación, que ni sus dimensiones físicas, ni sus procesos históricos justificaban. Algunos visionarios tuvieron siempre conciencia de que el camino hacia el desarrollo pasaba por la unión centroamericana, y empeñaron su talento en promoverlo. Es claro hoy en día para mí que ese proceso de unidad no podrá nunca darse en su totalidad, pero sí creo firmemente que se puede dar un cierto proceso de integración que nos permita dialogar en mejores condiciones con los grandes bloques económicos que dominan el mundo del siglo XXI. Estoy seguro que nuestros poetas y escritores están llamados a jugar un papel importante en la creación de un imaginario social mesoamericano, inventado un concepto de área, así como en el pasado inventamos nuestros conceptos de nación.

He tratado en estas páginas de darle forma a los fenómenos que estamos viviendo en Centro América en los últimos tiempos. Nuestra pequeña "garganta pastoril de América" como la llamara Pablo Neruda, continúa cantando, aún con la voz quebrada por los horrores de la guerra, las calamidades de la corrupción y el tráfico de influencias, aún con la destrucción de las catástrofes naturales que constantemente nos acechan y la pobreza endémica que nos acosa. Creo firmemente en el futuro de la América Central, creo que a pesar de que la globalización nos arrastra como hojarasca a la deriva, tenemos mucho que ofrecer al mundo en términos de producción cultural. Espero firmemente no estar equivocado y ojalá ustedes compartan esa opinión. Muchas gracias.

©Nicasio Urbina


Obras citadas
  • Belli, Gioconda, 2001: El país bajo mi piel. Memorias de amor y guerra. Barcelona: Plaza y Janés.
  • Cortés, Carlos, 1999: Cruz de olvido. México: Alfaguara.
  • Rey Rosa, 1997: Que me maten si... Barcelona: Seix Barral.

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