Michael Millar

Construyendo el futuro con vista al pasado:
Las novelas de Gaspar Pedro González

University of Michigan

mmillar@umich.edu

Notas*Obras citadas

 

Recientemente revisité la compilación de artículos The Rigoberta Menchú Controversy, editada por Arturo Arias y, al igual que durante mi primera lectura, me impresionó el esfuerzo intelectual y la escritura apasionada que se desprenden de sus páginas. No obstante, junto con las emociones que inevitablemente surgen de tal debate, experimenté un cierto malestar personal cuyo origen no podía identificar. ¿Es que al principio de mi carrera académica encuentro que he sido culpable de algunas de las justificadas acusaciones intelectuales que se encuentran allí? Tal vez se deba a la conciencia de que he sido, hasta ahora, no más que un mero espectador en una discusión política y cultural que afecta profundamente una de mis áreas de interés y mi incipiente investigación. O tal vez sea la revelación expresada por Kay Warren y Víctor Montejo de que tanta atención sobre un sólo texto resulta en una exclusión inevitable de otros elementos valiosos de la producción cultural. Soy nuevo en este campo, pero ya he aprendido mucho de críticos más experimentados como Marc Zimmerman y Arturo Arias, con quienes recientemente tuve el placer de compartir un panel en la Segunda Conferencia Internacional de Literatura y Cultura Centroamericana.1 Una de tantas lecciones aprendidas es la habilidad de reconocer la fuerza y la fragilidad de todo trabajo intelectual, y mientras tanto, admirar su dinámico anhelo de renovación constante. En este artículo, voy a aprovechar este anhelo para responder a la tercera de mis preocupaciones antes mencionadas, es decir, la necesidad de fomentar un conocimiento más profundo de, y entrar en diálogo con, la continua producción cultural indígena de Guatemala. Con el fin de establecer y contribuir a este diálogo, examino la obra literaria del autor Q'anjob'al Gaspar Pedro González, particularmente las novelas suyas publicadas en los años noventa, La otra cara y El retorno de los mayas. Me enfoco en estas novelas para desarrollar un mejor entendimiento de los procesos sociales complejos y dinámicos de la época de posguerra que contienen lecciones de importancia internacional.

Las novelas de Gaspar Pedro González no persiguen una revelación indiscutible de la verdad histórica, ni una denuncia maniquea de ladinos malignos y exaltación de indígenas oprimidos. En cambio, sirven para establecer una posición desde la cual se puede entrar en el diálogo nacional e internacional acerca del futuro de Guatemala y, particularmente, acerca de la posición de las poblaciones indígenas en aquel futuro. Mi análisis de estas novelas se desarrolla cronológicamente, es decir, primero voy a tratar La otra cara,2 publicada en 1993 y luego El retorno de los mayas,3 publicada en 1998. Mi intención es mostrar que a pesar de sus distintos estructuras y contenidos, ambas forman parte de un mensaje coherente acerca del futuro de una nación guatemalteca multiétnica, multicultural y multiligüe.

"El maya nace para sufrir... Ese es su destino" (1996: 95). Aquí leemos las palabras de una mujer maya q'anjob'al, Lotaxh, de la comunidad de Jolomk'u. Ella es la madre de Luin Mekel, el protagonista de la primera novela escrita en el idioma q'anjob'al, quien pasa su vida entera luchando por desarticular los conceptos erróneos, pero firmemente establecidos, expresados por las palabras de su propia madre. La primera novela de Gaspar Pedro González, La otra cara, sigue los eventos de la vida de Luin Mekel, desde su nacimiento humilde hasta su muerte como un anciano respetado y líder de su comunidad. De esta manera, González les concede a sus lectores la oportunidad de examinar las varias fuerzas que instilan las creencias expresadas por su madre, y también los procesos culturales y sociales por los cuales pueden y deben ser desmitificadas.

Hay que considerar tres necesidades principales que se identifican y se abordan a lo largo de las experiencias y acciones del protagonista Luin Mekel y los miembros de su comunidad. La primera de estas necesidades es la de recuperar y afirmar los valores y prácticas indígenas tradicionales; la segunda es la necesidad de desarrollar un entendimiento de las estructuras sociales y políticas que mantienen el estatus quo de la minoría mientras sufre la mayoría de la población indígena; y finalmente, la necesidad de un movimiento social y cultural autónomo para la transformación social que se genera dentro de las comunidades indígenas y se funda en las primeras dos necesidades ya mencionadas. El narrador es testigo de las experiencias de Luin Mekel que iluminan estas necesidades a lo largo de la novela. En este artículo, sin embargo, sólo quiero concentrarme en uno de tales ejemplos: la educación del protagonista Luin Mekel, tanto en su comunidad como en una escuela ladina situada lejos de Jolomk'u.

La educación más temprana de Luin, por supuesto, ocurre en la comunidad de Jolomk'u entre sus amigos y familia, pero es con sus abuelos que se establecen los verdaderos cimientos de su entendimiento de la vida y el mundo:

Esa misma noche se dio comienzo a la instrucción: la abuela y el abuelo sahumaron al nieto para purificarlo y agudizar sus sentidos a fin de recibir la presencia de Tyoxh... se hicieron rezos y prácticas de preparación. Comenzaron los abuelos a narrar la historia de la creación del mundo, de los primeros ancestros, de la venida del hombre blanco y del despojo que fueron víctimas antiguos habitantes. (1996: 145)

Es interesante notar el uso de nombres genéricos empleado por el narrador aquí --abuela, abuelo, nieto. Se sugiere que este estilo de educación familiar sigue siendo una práctica común entre las familias de Jolomk'u y en otras comunidades también. El narrador describe las escenas de su educación en la comunidad como uno de los únicos momentos verdaderamente positivos en la vida de Luin, pero muy poco después de estas experiencias, el concepto de la educación adquiere un significado diferente.

Los padres de Luin deciden, contra los deseos de su niño, que él debe educarse en la escuela ladina a siete kilómetros de Jolomk'u, camino de una hora y media que tendría que hacer dos veces cada día escolar. El contraste entre los espacios de su comunidad y los de la escuela ladina es brusco y chocante en esta sección del libro. A través de la voz narrativa el lector conoce los pensamientos y experiencias conflictivos de Luin, y también de los otros niños indígenas que asisten, o han asistido, a la escuela ladina. Las múltiples barreras que los enfrentan, ya sean sociales, culturales, económicas, o lingüísticas, aislan a los niños ya aislados que son frecuentemente ridiculizados no sólo por los demás estudiantes, sino también por sus maestros. Además de las dificultades de las relaciones humanas, las distinciones culturales que observan dan lugar también a un conflicto interno. "Este había sido el punto de partida --según recordaría él más adelante-- para comenzar una doble personalidad, doble actitud, doble nombre, doble comportamiento: una forma ante su gente y la otra ante los ladinos" (1996: 167). Este desdoblamiento tiene efectos variados en los niños indígenas; unos pierden confianza y empiezan a aceptar las generalizaciones racistas de los ladinos, mientras otros aspiran a asimilarse a la cultura ladina a expensas de su propia herencia indígena.4 Los límites de estas opciones reflejan la situación a la que se ven sometidos muchos de los pueblos indígenas de Guatemala aún hasta la última década, una situación que el autor Gaspar Pedro González parece determinado a socavar a través de su examen literario de la vida del protagonista Luin Mekel.

Al terminar sus ocho años de escuela Luin, "...hizo un alto en el camino para analizar detenidamente y hacer un balance entre aquella educación ajena que había ido a recibir y la que había recibido en su comunidad: sencilla, humilde, pero auténtica y real. No tenía mayores ambiciones, se quedaría en su comunidad para apoyar a su gente hombro con hombro y tratar de utilizar aquellos puntos positivos de su aprendizaje en beneficio de Jolomk'u" (1996: 191). Aquí, González establece en el personaje de Luin Mekel una distinción entre retorno y resignación. Supera una denuncia simple de las disparidades de la sociedad para mostrar una clara preferencia por los valores aprendidos a través de su vida en la comunidad, una afirmación de las prácticas indígenas fortalecida por las lecciones aprendidas a través de sus experiencias fuera de la comunidad.

Sin embargo, a pesar de esta preferencia, las experiencias educativas de Luin Mekel, y la mayoría de sus experiencias en general, ofrecen a los lectores una visión de un mundo indígena definido por un sentido abrumador de resignación y una aceptación del sufrimiento general como el destino inevitable de los pueblos mayas. Este sentido, expresado incluso por la propia madre del protagonista, yace en el fondo del texto y realmente revela la importancia de compartir la historia de Luin Mekel y de su comunidad. La restauración de la confianza en los valores y tradiciones de la comunidad abre una nueva perspectiva por la cual se puede desarrollar un mejor entendimiento de las estructuras sociales, políticas y económicas que contribuyen al sufrimiento continuo de las poblaciones indígenas de Guatemala. Un ejemplo de este proceso de valoración y entendimiento ocurre en la siguiente conversación entre el protagonista Luin Mekel y uno de sus compañeros indígenas de escuela:

--Creo que me estoy convenciendo de que los mayas somos tontos, amigo-- comentaba uno de ellos bajando una tarde por la montaña.
--¿Por qué dices eso?
--Si revisas nuestras calificaciones, te darás cuenta que durante todos estos años no hemos sido los mejores estudiantes...
--Yo no lo pienso así-- replicó Luin --Más bien creo que nuestro bajo rendimiento en los estudios se debe a muchas otras cosas. Nosotros debemos ayudar a nuestros padres con los trabajos; no contamos con todos los recursos necesarios para estudiar como otros niños de nuestra edad. Por ejemplo, tener una casa como la de ellos, con suficiente luz, una mesa, una silla para hacer sus tareas... Nuestra salud es deficiente porque carecemos de una alimentación adecuada. Estamos expuestos a las inclemencias del tiempo; nuestros padres no nos pueden orientar y ayudar porque tampoco tienen instrucción; en nuestras casas carecemos de lo más indispensable, y en estas condiciones no es posible tener un buen rendimiento. (1996: 181-183)

Armado con este entendimiento, aprendido a través de sus experiencias y observaciones, Luin Mekel se encuentra en una posición desde la cual puede convertirse en un líder capaz de ayudar a sus compañeros a pasar por el mismo proceso de transformación. Así vuelvo a la tercera necesidad expresada en el texto de González y mencionada al principio de este artículo; es decir, la necesidad de un movimiento autónomo, generado dentro de la población indígena misma, hacia una transformación social y cultural en Guatemala.

Un examen de este proceso organizativo como se ve en la comunidad de Jolomk'u desbordaría los límites de este artículo; baste mencionar que el último capítulo de la novela parece un manual para la educación social y la transformación comunitaria. Los residentes de Jolomk'u que gradualmente empiezan a participar experimentan el mismo proceso que Luin Mekel de aprendizaje del valor de las costumbres y prácticas comunitarias, y luego de entendimiento de su situación como resultado histórico de determinadas estructuras políticas, económicas y sociales. Entendida así, en vez de aceptada como destino inevitable de los mayas, la situación en que se encuentra la gente de Jolomk'u es una que pueden cuestionar y cambiar. De esta manera, González muestra no sólo los esfuerzos de una comunidad por la transformación social, sino el proceso por medio del cual se puede estructurar y fomentar tal movimiento.

Sin embargo, González no sugiere un deseo de aislamiento ni de autonomía de la estructura nacional de Guatemala. Al contrario, es un movimiento que sugiere un proceso de auto mejoramiento como el primer paso para crear un ámbito más equitativo en el cual se pueda fomentar este tipo de cambio a nivel nacional. Un ejemplo claro de esta idea se encuentra dentro de las propias metas de Luin Mekel. "Uno de sus propósitos era detectar la verdadera causa del problema dicotómico ladino-maya; para tratar de tender un puente de entendimiento que permita un encuentro que conduzca al verdadero desarrollo" (1996: 307). Una visión hacia el fin del libro y poco antes de la muerte de Luin Mekel también apoya esta idea y revela la conexión que imagina el autor entre un movimiento revitalizador a nivel comunitario y su importancia para el progreso nacional. Mientras Luin contempla el futuro de su propia comunidad, también sueña con una nación en la cual "... no había vendabal ni terremoto que moviera los cimientos de su patria, porque cada ladrillo, cada piedra estaba compuesta por los ciudadanos: mayas y ladinos" (1996: 385). De esta manera, La otra cara no sólo termina con un mensaje optimista de esperanza por un futuro de mejor entendimiento y justicia social, sino también incluye una última demanda de Luin Mekel, dada con la voz entrecortada del que va a morir: "Que... no... haya... un... grupo... ni... dos... que... se... quede... atrás... de... los... demás" (1996: 389).

La denuncia simultánea del trato injusto de los ladinos y el desafío a la resignación indígena que he descrito hasta ahora ilustra la complejidad de las tensiones con las cuales la sociedad guatemalteca tendría que enfrentarse después de décadas de guerra. En su primera novela, Gaspar Pedro González propone a la población indígena el reto y la necesidad de fortalecer su propia posición dentro de la transición democrática del estado guatemalteco y de aprovechar los nuevos espacios sociales, políticos y culturales abiertos por aquel proceso. La necesidad no es de aislarse de las estructuras nacionales, sino mejorar su posición como ciudadanos de una nación definida por su diversidad. El texto revela las causas históricas de la frustración y violencia y su continuación en la sociedad contemporánea de Guatemala. Tal articulación facilita la identificación de la producción cultural de González como otro lente a través del cual se puede examinar los complejos procesos de la transición democrática.

La incapacidad de establecer una conexión entre los mundos indígenas y ladinos dentro del espacio del texto no parece resultar en un deseo de autonomía a expensas de la unidad nacional, sino en una necesidad para todos los sectores de trabajar en la construcción de un nuevo futuro. Dice Luin que "existe un gran abismo entre [el Estado] y nosotros. Es preciso tender un puente estructurado no con palabras vagas y estériles, sino un entendimiento mutuo que nazca de buena y sincera voluntad" (1996: 349). Hay que hacer de manera separada lo que no se puede hacer juntos, y juntos lo que no se puede hacer separados, para alcanzar este entendimiento común al nivel nacional sobre el futuro de su país. Del mismo modo, habiendo sido traducido al español y al inglés, el texto mismo aporta la posibilidad de dialogar con la sociedad nacional e internacional y así abrir nuevos espacios de investigación sobre el proceso de paz y sobre las dinámicas relaciones políticas, sociales y culturales que lo facilitan o lo detienen.

A diferencia de su primera novela, la segunda novela de González, El retorno de los mayas, enfrenta a sus lectores con un examen más extenso y detallado del legado de violencia política y militar en Guatemala. El narrador de esta segunda novela, conocido sólo por el apoyo de El Mebixh o el huérfano, abre su discurso con la siguiente declaración de angustia y un aviso sobre el texto que ha empezado el lector:

Quisiera en este relato de remembranzas, narrarles cosas agradables y bellas. Quisiera contarles aventuras de héroes y dioses de mi mundo mítico y legendario que aún queda de este pueblo antiguo. Quisiera contarles sobre las construcciones de ciudades fantásticas... temas de la belleza de la naturaleza de esta parte del mundo... los lagos de jade que reflejan sobre su espejo los viejos volcanes... de la primavera permanente... de leyendas, fábulas, mitos de mi mundo archivados en la punta de las lenguas de mi oralidad... Cuánto me gustaría narrarles sobre su [mayas] escritura, sobre su arte, sobre su cosmovisión y sobre su filosofía... Pero ésta vez no puedo. (1998: 2)

El narrador introduce diversos elementos subyacentes que dan fuerza a la novela en las primeras páginas del discurso narrativo. Por el estilo directo empleado, hay poca posibilidad de confusión sobre el contenido del texto de parte del lector, pero hay que fijarse en el poder que el texto ejerce sobre la experiencia del lector. En vez de desarrollar los temas, inmediatamente enfrenta a sus lectores con lo que no va a aparecer en su texto, y que tal vez ellos preferirían. De esta manera, El Mebixh no sólo introduce el tema de pérdida que se difunde a lo largo del texto, sino que compele a su audiencia hacia una posición desde la cual puede empezar a contemplar la dificultad de tales pérdidas.

En la segunda novela de Gaspar Pedro González, habla un q'anjob'al maya. Esta vez es un hombre que se quedó huérfano por la violencia contra su pueblo y que está endurecido por el sufrimiento de su niñez en el exilio, pero que encuentra fuerza en el mero acto de contar y compartir sus experiencias. Adopta el idioma español para crear un espacio literario dentro del cual puede expresar su historia y la importancia de compartirla. "Ya me cansé de que otros, los charlatanes, hablen por mí... Mi nombre ha sido instrumentalizado para beneficio de muchos. Permítaseme esta vez tomar la palabra. Esta palabra aunque no es la mía, sin embargo la tomo para decir lo que siento y lo que pienso" (1998: 2). Aquí no sólo define su texto como un momento importante de producción personal y cultural, sino que lo identifica como una simultánea auto defensa contra los que históricamente se han aprovechado del sufrimiento de los mayas.

A diferencia de la primera novela de González, El retorno de los mayas es semajante, casi idéntica, a las estructuras y contenido que tradicionalmente se han asociado con la forma del testimonio.5 Sin embargo, aunque existan semejanzas, es necesario aclarar que no es un testimonio de la vida y experiencias del autor. González describe la voz narrativa y las experiencias del Mebixh como una creación literaria basada en los testimonios de varios jóvenes con los cuales él trabajó como voluntario en los campamentos mexicanos de refugiados durante los años 80.6 Dividida en tres secciones distintas, la historia del Mebixh cuenta la huida de la violencia militar, los años de exilio en México y el retorno a Guatemala en los años 90. Esta tercera parte es el presente, tanto temporal como espacial, desde el cual el huérfano empieza el difícil proceso de organizar, reconstruir y compartir los recuerdos que se convierten en novela.

El narrador pierde a su padre y a su hermano asesinados por el ejército, su madre muere de enfermedad y malnutrición durante la huida hacia México y él tiene que abandonar a su hermana menor en México para poder sobrevivir. El decaimiento gradual de las tradiciones y los valores sufrido por los exiliados intensifica su pérdida y su sentido de aislamiento:

Allí estábamos de nuevo, más bien, yo allí estaba ya no como colectividad, ni como miembro de una comunidad, sino como simple unidad solitaria andando por el mundo en constante lucha por la supervivencia, habiendo sido ya influenciado por una cultura de individualismo, de competencia, de egoísmo y de lucha por salir adelante en medio del montón, de la masa que así vivía. Había perdido mis valores primigenios de vivir en forma comunitaria porque nuestra comunidad, nuestro grupo, hace tiempo que se había desintegrado. "Divide y vencerás", como dijo Julio César. Cada cual por caminos distintos, por diversos rumbos, habíamos perdido el restro de nuestros hermanos por los recovecos de la vida de destierro. (1998: 89)

Aunque las primeras dos partes de la novela recuerdan y lamentan el incomprensible sufrimiento experimentado por miles de guatemaltecos,7 no continua así en la tercera y última sección. La transición del lamento a una denuncia de todos los que tuvieron parte en el sufrimiento de los pueblos indígenas es esencialmente un resultado inmediato de su retorno físico a su país natal. Dice el Mebixh:

Ahora despierto como de un sueño largo, tan largo que se prolonga a más de veinte años atrás. Una noche tenebrosa, llena de pesadillas y sobresaltos, de nubes negras y aires fríos. Aquí me encuentro de nuevo en Yichkan, el punto de partida en mi tierra natal, en la tierra de mis ancestros que históricamente me pertenece por derecho... Me pongo a reflexionar sobre los orígenes de un tipo de guerra como la que supuestamente ahora llega a su fin... Revisando la historia, debo presentar ante el mundo una imagen de estos hechos reales. (1998: 121)

El narrador huérfano abre la tercera sección con un extenso monólogo que traza los siglos de opresión en contra del pueblo indígena de Guatemala. A lo largo de este monólogo, hay una desconfianza históricamente condicionada de los líderes políticos y una denuncia de la continuada exclusión de las diversas poblaciones indígenas. El Mebixh, como uno que ha sufrido tanto por la violencia e injusticia del conflicto militar, explica que tiene tanto interés en la paz como todos, pero quiere ver una paz con justicia social, no sólo una que esté firmada en un documento oficial:

¿Qué estoy en contra de la paz, que soy desestabilizador, agitador, mal guatemalteco, decís? ¡Claro que sabés que no!
Si hay alguien que durante todos estos años ha pasado rumiando ese concepto de paz, soy yo como pueblo. Porque entiendo perfectamente que sólo en el escenario de la paz, puede el hombre civilizado construir su vida de ser humano: dentro de una verdadera paz sin sesgos, no como los sesgos de la historia que inventan algunos de sus historiadores. La paz sin justicia social no es paz verdadera. Esa clase de paz, claro que no la quiero. (1998: 136)

Es importante notar aquí que un resultado positivo mencionado por los que han estudiado el tiempo que pasaron las comunidades refugiadas en Guatemala es el surgimiento de un nuevo entendimiento de la organización social. Durante más de una década como refugiados entre una variedad de culturas e idiomas, se construyó un discurso colectivo sobre el retorno eventual a su tierra natal. El resultado de esta discusión fue una transición del localismo tradicional hacia una visión más nacional del futuro, así como el desarrollo de una explicación política y social de las diversas experiencias con la violencia que sufrieron.8 El deseo común de retornar y un entendimiento histórico de la necesidad de transformación a nivel nacional sirvieron para proporcionar cohesión a una nueva idea de la identidad indígena, por transitoria que fuera, que superaba las divisiones culturales entre las varias culturas descendientes de los mayas. El nivel de organización alcanzado por los pueblos refugiados queda en evidencia en los acuerdos y compromisos entre las Comisiones Permanentes de Pueblos Refugiados en México y el Gobierno de Guatemala del 8 de octubre del 1992.9 Este avance histórico proporciona una nueva perspectiva desde la cual el Mebixh, el narrador de la segunda novela de González, puede examinar los cumplimientos nacionales del resto de los Acuerdos de Paz firmados en diciembre de 1996.10

Es cada vez más evidente hacia el final de la novela y, por lo tanto, en el momento presente de la narración, que el narrador no ha percibido una verdadera transformación de las estructuras sociales y políticas de su país. La frustración y la esperanza subyacen en la tercera parte de la novela para expresar una demanda de justicia social, un grito literario en nombre de todos los que sufrieron la violencia, la huida, el exilio y la muerte descritos en sus páginas. Este segundo texto de González se funda en, y avanza el mensaje de su primera novela: ya no es el destino de los mayas soportar el silencio y la marginación con resignación, sino abrir nuevos espacios discursivos, políticos y sociales para examinar su posición en el proceso de paz y democratización. Por ejemplo, en un apóstrofe dirigido a los líderes, el Mebixh, portavoz de los históricamente reprimidos y marginados, dice:

La historia demostrará si ustedes, los de ahora, pueden darme la paz con justicia, la paz tomando en cuenta el derecho. Porque los otros, los de ayer, ya demostraron lo que pudieron hacer; ya se llenaron sus bolsillos; ya se llevaron su tajada. Ellos viven bien. Tengo fe; por eso regreso; tengo esperanzas, por eso estoy aquí, pero sobre todo, tengo amor, un gran amor a esta tierra, a ésta mi Patria. Demuestren ustedes que no son iguales a los otros, que fueron diferentes, haciendo valer lo que reza el refrán "Obras son amores, y no buenas razones". (1998: 138)

De la misma manera, la obra de González también revela su creencia en la posibilidad de desarrollar y mantener un diálogo entre el estado y los sectores tradicionalmente marginados acerca de las necesidades de su país. La simultaneidad de la frustración y la esperanza define el momento histórico del cual surgió el texto; captura un momento en un proceso que parece perder su ímpetu peligrosamente más con cada año que pasa.11

Dicho esto, es importante volver brevemente a una consideración de la estructura narrativa de esta segunda novela. Como audiencia a las historias de la vida del Mebixh, los lectores saben que las cuenta desde su presente, reconstruyéndolas de los fragmentos de su memoria en vez de seguir el desarrollo del protagonista cronológicamente desde una perspectiva externa. Esta estructura literaria efectivamente muestra el difícil proceso de recuperación de las memorias traumáticas y, a la vez, revela que el narrador lo hace conscientemente a causa del valor que concede al entendimiento histórico. El Mebixh supera los límites de su propia memoria para hacer conexiones entre su historia y el contexto histórico más amplio de los mayas frente a la invasión, la opresión y la explotación. John Beverley explica la importancia de este proceso cuando dice que "...representar la historia es darse cuenta de la posibilidad de transformación y cambio... y mantener vivas... nuevas formas de comunidaltura humana" (1993: 61, la traducción es mía). Publicada en medio del proceso de paz y democratización, después de firmar los varios acuerdos de paz, y después de los primeros retornos organizados de refugiados a su país natal, esta novela de Gaspar Pedro González simultáneamente abre un espacio para dialogar con la comunidad nacional e internacional en busca de un mejor entendimiento histórico de las tensiones contemporáneas.

Como ya mencioné en mi discusión sobre su primera novela, La otra cara, fue precisamente este tipo de entendimiento histórico el que ofrecía la posibilidad de desmitificar las concepciones erróneas tradicionalmente aceptadas de la identidad indígena y de fomentar la transformación social, política y económica del futuro de su país. Este tipo de análisis histórico de las tensiones contemporáneas en Guatemala es un elemento común que enlaza las dos novelas de González y revela que las diferencias entre ellas son más sutiles de lo que parecen al principio. Ambos textos, elementos de un movimiento literario indígena emergente, revelan una coherencia en sus mensajes y una dependencia de un mejor entendimiento del pasado para poder responder a los desafíos del presente y del futuro. El Mebixh les recuerda a sus lectores la importancia de este proceso una vez más en las últimas páginas de su narración: "Para mí como maya, no debe haber olvido porque el pasado me alimenta, porque el pasado queda aquí en mi memoria. Nosotros usamos la palabra para archivar nuestro pasado. Nuestros métodos son orales que salen de la memoria. Nosotros construimos nuestro futuro con vista al pasado, a diferencia de otros que caminan hacia el futuro viendo hacia el futuro" (1998: 141).

En la primera novela, La otra cara, un examen del sufrimiento y la búsqueda de un mejor entendimiento de sus causas sistémicas resultan en una agenda clara para la transformación social en Jolomk'u, mientras que en la segunda novela de González, es la recuperación y comunicación activa de memorias y tradiciones la que provee las bases del esfuerzo por eliminar la injusticia en la sociedad guatemalteca. Esta combinación ilumina el valor de la obra literaria del Licenciado Gaspar Pedro González e incorpora diversos elementos centrales al desarrollo y tranformación de la sociedad de posguerra, los cuales este artículo apenas empieza a examinar. La importancia de las reformas educativa y agraria, de programas de desarrollo rural y la afirmación de múltiples identidades y culturas, forman sólo una parte de los temas tratados a través de las experiencias de los protagonistas indígenas en los textos de González.

A pesar de la controversia que rodea el testimonio de Rigoberta Menchú Tum,12 sin aquel texto y sus historias de víctimas y supervivientes de la violencia, es imposible saber hasta qué punto la comunidad internacional hubiera aprendido de la situación de Guatemala. Sin esta comprensión internacional y la presión política que resultó de ella, es difícil imaginar la posibilidad del proceso de paz y democratización de la última década.13 En la época de transición democrática, a la luz de las fuerzas contradictorias del proceso de paz y las reformas económicas neoliberales, la obra literaria de Gaspar Pedro González proporciona un nuevo lente por el cual se puede examinar las varias tensiones sociales, políticas y culturales que persisten en Guatemala.14 Como señala el mismo autor, será a través de una producción literaria continua que los autores indígenas descubran lo que define y diferencia a los escritores mayas contemporáneos.15 Escritas por un q'anjob'al maya, las novelas de Gaspar Pedro González señalan un hito importante de este movimiento literario emergente, un elemento más en la búsqueda compleja de una posición indígena más equitativa que permita la participación en las estructuras políticas, económicas y sociales de su nación.

Sin embargo, es importante reconocer también la limitación inevitable de hablar de un movimiento literario indígena. Porque examino los elementos de este movimiento a través de los textos de Gaspar Pedro González, me quedo con los mismos para abrir una discusión sobre sus límites también. Un texto se define tanto por lo que dice como por lo que no dice, sea porque no sabe decirlo, no puede decirlo o no quiere decirlo. Este silencio queda más allá del texto, pero es definido por el texto mismo. No sugiero que sea necesario completar las obras llenando estas zonas de silencio, pero sí hay que distinguir de dónde viene su necesidad.16 Hay muchos que han definido los textos literarios como espejos que reflejan la sociedad y los eventos o experiencias de la vida, pero pensados así, hay que reconocer que la imagen en un espejo es significativa tanto por lo que refleja como por lo que no refleja. Es un simultáneo reflejo y una ausencia de reflejo lo que define la imagen, y así hay que entender los textos literarios. Al volver a la obra de Gaspar Pedro González, entonces, es necesario pensar también en lo que no ha escrito para ampliar la discusión de su contribución al diálogo social y político de la época de posguerra.

Desde sus primeras observaciones de la comunidad de Jolomk'u hasta la vuelta del Mebixh a su tierra natal, la obra literaria de González representa la población indígena como un grupo que tiene una historia común de explotación y sufrimiento. Sería difícil discutir esta idea, pero sí hay que reconocer que a pesar de estas experiencias comunes, los pueblos indígenas mantienen idiomas, tradiciones y hasta agendas políticas distintas. Mencioné antes la cohesión de estas culturas diversas durante el exilio, pero ya vueltos a Guatemala se pierde algo de esta noción solidaria tanto ideológica como geográficamente. Como señala Carlos Enríquez:

El exilio, bajo tales presiones, constituye un desgajamiento de la comunidad y culturas propias, por lo que afecta tanto a los que se van como a los que se quedan... una fractura involuntaria e inevitable para todo el sistema de relaciones con las cosas, las instituciones, las personas, y la cultura en general. Las coordenadas espacio y tiempo que permitían organizar lógicamente los aconteceres cotidianos extraordinarios pierden efectividad... es necesario crear nuevos puntos de referencia. (1995: 87)

La fractura que menciona Enríquez sigue siendo una barrera por sobrepasar. A pesar de las relaciones solidarias establecidas en el exilio y del retorno a Guatemala, las poblaciones indígenas tuvieron que enfrentarse con una miríada de complicaciones. Cuando huyeron los refugiados de su tierra, el ejército frecuentemente organizó nuevos pueblos de desplazados, bajo control militar, en las tierras 'abandonadas'. Después del retorno, siguen las tensiones y sospechas no sólo entre los retornados y los desplazados, sino también entre ellos y el ejército. Las diferencias ideológicas entre los grupos indígenas fueron complicadas aún más por las distintas experiencias de organización social. Una separación de generaciones también complica la vida indígena, ya que los jóvenes que crecieron en tierra mexicana no se identifican con las tradiciones y prácticas de la tierra guatemalteca. Otra tensión surge de la perpetua falta de tierra que termina en conflictos de derechos sobre las varias zonas. Estas sólo son algunas de las complicaciones con las cuales los pueblos indígenas tienen que enfrentarse para seguir el camino hacia una transformación social.

El hecho de que los textos de González no entren en tales relaciones complejas de esta época resulta en una visión imaginaria de una población indígena homogénea y solidaria. No es decir que la obra de González sea demasiado optimista ni que él no reconozca la compleja diversidad de las poblaciones indígenas. Al contrario, su obra señala la necesidad de concebir el movimiento indígena como uno que se basa en una historia común a pesar de la variedad de tradiciones y culturas. González examina, a través de sus textos literarios, los procesos necesarios para el mejoramiento de la posición indígena, y también parece indicar que todavía no hay manera de responder a la dificultad de consolidar y mantener un movimiento nacional homogéneo para la justicia social.

Como punto de partida de un movimiento renovado cultural indígena, las novelas de Gaspar Pedro González analizan las múltiples y complejas relaciones de la época de posguerra en Guatemala. Buscan una nueva posición y participación indígena en el diálogo político-social acerca del futuro de una "nación guatemalteca [que] tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe" (Acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas, 1995). La lucha en contra de siglos de explotación e injusticia sigue su ruta de transición de los campos militares y de refugiados hacia los sociales y culturales. Las novelas de González muestran la importante contribución que la producción cultural puede hacer para que haya un mejor entendimiento de este proceso. Su simultáneo entendimiento del pasado y visión para el futuro facilita un diálogo sobre las continuas tensiones acerca del proceso de paz y democratización guatemaltecos y nos ofrece otro lente a través del cual podemos considerar su reconciliación.

©Michael Millar


Notas

Arriba

vuelve 1. Quiero agradecerles a los organizadores de La Segunda Conferencia Internacional de Literatura y Cultura Centroamericana y Festival de Cine, California State University, Northridge, del 24 al 26 de octubre, 2001, Beatriz Cortez y Ricardo Roque Baldovinos.

vuelve 2. Esta es la primera edición bilingüe. La primera edición de la novela fue publicada en 1993 por la fundación Myrna Mack en Guatemala. He citado el texto biligüe en este artículo.

vuelve 3. Quiero agradecerle a Fernando Peñalosa de la Fundación Yax Te' por su ayuda con mi trabajo sobre este texto.

vuelve 4. Los problemas de educación se tratan en el reporte de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (véase la nota 7) y la reforma educativa es un aspecto central del "Acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas", firmado en México, D.F. el 31 de marzo de 1995. El texto completo en español se encuentra en http://www.minugua.guate.net

vuelve 5. Se encuentran varias discusiones sobre la definición del testimonio en George Gugelberger, ed., 1996: The Real Thing, Durham: Duke University Press.

vuelve 6. Entrevisté al Licenciado Gaspar Pedro González el 27 de julio, 2001 en su oficina en la Asociación Cultural B'eyb'al donde trabaja como Director General de la Dirección de Arte y Cultura.

vuelve 7. Para los estimados del número de refugiados en México, véase Guatemala: Memoria del Silencio. Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Http://www.rdata.aaas.org/ceh

vuelve 8. Véase Carlos Camacho Nassar y Carla Aguilar Stowlinsky, 1997: Memoria de la esperanza: el retorno de los refugiados guatemaltecos, Ciudad de Guatemala: Programa de Apoyo Institucional a C.E.A.R.

vuelve 9. Ibid. 198-211.

vuelve 10. Para el texto completo de los Acuerdos de Paz, véase http://www.minugua.guate.net

vuelve 11. "A pesar de los avances registrados en el curso del año, la adhesión popular al proceso de paz sigue siendo obstaculizada por la situación de la seguridad pública y la persistencia de grandes dificultades económicas y sociales… es importante redoblar esfuerzos para responder a las expectativas de la población prestando particular atención al cumplimiento de los compromisos en las áreas donde la deuda social es la más apremiante, propiciando una mejor comprensión de las perspectivas que ofrecen los Acuerdos y mayor información sobre el proceso de cumplimiento; y multiplicando las oportunidades de participación a distintos niveles, generando así un sentimiento de mayor apropiación del contenido de las Acuerdos" (Informe de verificación sobre los derechos humanos, MUNUGUA, 1998). Para un análisis político y social de los avances y fracasos de los primeros años del proceso de paz, véase Miguel Angel Sandoval, Ch'ipil Li'inem: La Paz Precaria (Guatemala: Cholsamaj, 2000). Véase también el Consejo Nacional de Educación Maya, Análisis del proceso de paz desde la perspectiva indígena, (Chimaltenango, Guatemala: Editorial Maya Nobij'sa, 1998).

vuelve 12. Para leer más sobre esta controversia, sugiero los siguientes textos: George Gugelberger, ed., 1996: The Real Thing, Durham, Duke University Press; David Stoll, 1999: Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans, Boulder, Colorado: Westview Press; Arturo Arias, ed., 2001: The Rigoberta Menchú Controversy, Minneapolis: Univeristy of Minnesota Press.

vuelve 13. Para una discusión sobre esta relación léase Dinorah Azpuru, 1999: "Peace and Democratization in Guatemala", en Comparative Peace Processes in Latin America, Cynthia J. Arnson, ed., Stanford: Stanford University Press.

vuelve 14. Para un análisis más extenso léase William Robinson, 2000: "Neoliberalism, the Global Elite, and the Guatemalan Transition: A Critical Macrosocial Analysis", en Journal of Interamerican Studies and World Affairs, 42.4.

vuelve 15. Véase el artículo de Gaspar Pedro González: "La literatura maya contemporánea: como base la oralidad: en Literatura indígena de América: Primer congreso, Guatemala: Asociación Cultural B'eyb'al, 1999.

vuelve 16. Véase Pierre Macherey,1978: A Theory of Literary Production, trad. Geoffrey Wall, Boston: Routledge, y también Fredric Jameson, 1981: The Political Unconscious / Narrative as a Socially Symbolic Act, Ithaca, New York: Cornell University Press.

 


Obras citadas
Arriba
 
  • Acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas, 1995: http://www.minugua.guate.net, 31 de marzo.
  • Arias, Arturo, 2001: The Rigoberta Menchú Controversy, Minneapolis: University of Minnesota Press.
  • Beverley, John, 1993: Against Literature, Minneapolis: University of Minnesota Press.
  • Enríquez, Carlos, 1995: Guatemala: No más exilio. Guatemala: CONGCOOP.
  • González, Gaspar Pedro, 1996: Sb'eyb'al Jun Naq Maya Q'anjob'al - La otra cara, Rancho Palos Verdes, California: Ediciones Yax Te'.
  • González, Gaspar Pedro, 1998: El retorno de los mayas, Rancho Palos Verdes, California: Fundación Yax Te'.

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