Ana Patricia Rodríguez

Memorias del devenir: Belli, Cardenal y Ramírez recuentan la historia

University of Maryland, College Park

aprodrig@wam.umd.edu

Obras citadas

 

Al final del siglo pasado y al inicio del siglo XXI varios escritores y personajes célebres de la historia nicaragüense contemporánea conmemoran el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y su precipitada derrota en 1989 con la publicación de sus propias memorias literarias. En un acto autobiográfico singular y colectivo, Sergio Ramírez publica Adiós muchachos: Una memoria de la revolución sandinista con Aguilar / Alfaguara (1999), Ernesto Cardenal publica Vida perdida que según él señala, será el primer tomo de sus memorias bajo la etiqueta de la editorial Seix Barral (1999) y Gioconda Belli publica El país bajo mi piel: Memorias de amor y guerra con Plaza y Janés (2001). En estos textos, cada escritor intenta evaluar, desde una posición retrospectiva situada entre 1999 y 2001, el papel que él o ella jugó en la realización de una sociedad y cultura revolucionaria que al final del siglo XX forman ya parte de la historia.

El aniversario de la Revolución Sandinista en 1999 les sirve a Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal y Gioconda Belli como motivo de reflexión crítica no sólo del período sino también sobre la relación imaginaria del escritor con su pasado. Cómo escribir la historia e inscribirse dentro de ella preocupa a estos escritores que eligen reflexivamente el género discursivo de la memoria literaria para elaborar las historias de sus vidas. El contexto de los libros de Belli, Cardenal y Ramírez es el período revolucionario sandinista en Nicaragua, pero la diferencia está en cómo cada uno se recuerda y escribe de ese período usando esquemas autobiográficos, o más bien, lo que yo llamaría estrategias memográficas que son aquellas que codifican los detalles históricos por medio de una mediación lingüística y simbólica.

Belli, Cardenal y Ramírez en sus respectivos textos nos dan representaciones personales según lo que cada uno recuerda del período en cuestión. La narrativa memográfica de cada uno pone en orden hechos, fechas, eventos, anécdotas, personajes y otros detalles que quizás como actores históricos ellos hayan compartido. Pero ahora, en la conmemoración, o el recuento de memorias particulares, esas historias se organizan, se reinterpretan y se reinventan a partir de las posiciones políticas e ideológicas de los escritores hoy en día. El meta-historiador Hayden White, en "The Historical Text as Literary Artifact" (1978), explica que la historia, como la ficción, usa las mismas técnicas literarias –tropos, metáforas, ironía, pastiche, trama, etc.—para construir representaciones históricas, recopilando detalles que en sí no tienen ningún significado hasta no ser puestos en la escena de la narrativa. En cualquier historia o ficción, y aquí añadimos la memoria literaria, el escritor logra producir lo que White además llama una "ficción verbal" (1978: 99) –una construcción narrativa mediatizada en todo momento por el lenguaje, la ideología, los discursos y las técnicas literarias. De allí que la memoria literaria y la autobiografía se entiendan como prácticas discursivas desde las cuales se ficcionaliza o se representa la vida propia.

Tal como lo propone White para la escritura de la historia, podríamos decir que las autobiografías y las memorias literarias son narrativas que toman datos y detalles de la materia prima vivencial, organizan este material de acuerdo con ciertos planteamientos ideológicos y finalmente elaboran un relato que toma prestado elementos de las estrategias literarias (White, 1978). A partir de esta lectura se podría leer la autobiografía y la memoria literaria como textos literarios, tan literarios como la novela, la poesía y otros géneros narrativos. De igual manera, las autobiografías y las memorias literarias no podrían considerarse textos completos ni definitivos, pues están sujetos a la continua recuperación, reorganización y renarrativización de datos y detalles seleccionados de las experiencias vivenciales.

Como en el caso de la escritura de la historia, la escritura autobiográfica sería siempre provisional, indefinida e incompleta. El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), conocido como el padre del "contrato social", produjo no menos de tres textos autobiográficos: Confesiones (terminado en 1770 y publicado entre 1781 y 1789), Diálogos (1776) y Reveries (1778). Por su cuenta, el gran pensador abolicionista y ex-esclavo afroamericano Frederick Douglass (1818-1895) relató su vida en un texto titulado The Life and Times of Frederick Douglass (1845), que él reelaboró varias veces durante su vida. En el contexto centroamericano el testimonio de Rigoberta Menchú (Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, 1983) tiene continuación en un libro autobiográfico titulado Rigoberta: La nieta de los Mayas (Rigoberta Menchú con Dante Liano y Gianni Miná, 1998). Más recientemente Ernesto Cardenal ha embarcado en el proyecto de escribir tres tomos memográficos de su vida y Sergio Ramírez se propone escribir una autobiografía más allá de la memoria que representa Adiós muchachos. Borrando las líneas genéricas entre la historia, la autobiografía y la novela, Gioconda Belli usa, transforma y convierte al referente histórico en literatura a través de sus textos, La mujer habitada (1988), Waslala (1997) y El país bajo mi piel: Memorias de amor y guerra (2001).

Aunque los diarios, las memorias y otros textos de índole autobiográfico parecieran compartir un parentesco entre ellos, algunos críticos señalan diferencias importantes (Anderson 2001; De Marco Torgovnick, 2001). Al nivel más básico, las autobiografías se centran en individuos que parecieran ser excepcionales, cuyas historias apelan a una interpretación verídica y se empeñan en documentar su veracidad con fechas, nombres y otros detalles que verifican la importancia de la vida relatada. Las autobiografías posmodernas, en particular, representan textos experimentales y lúdicos a través los cuales los sujetos se articulan y sus historias se dispersan, nunca completándose sino siempre reconstruyéndose a la manera del "sujeto-en-proceso", según los planteamientos de la crítica Julia Kristeva (Kristeva, 1989). Los textos de Gioconda Belli, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez retoman prácticas de las autobiografías modernas y posmodernas, identificando a la vez sus nuevas producciones como "memorias". El libro de Ramírez configura "una memoria de la revolución sandinista" entre muchas otras interpretaciones del período; Belli recopila "memorias de amor y guerra", aludiendo a la permutación de memorias propias que arman su texto; y el texto de Cardenal es catalogado por su editorial dentro del amplio género de memorias literarias. Las memorias parecieran ser el género propicio para contar la historia sandinista desde múltiples perspectivas y posiciones que se dan durante y después del auge del movimiento.

A diferencia de la autobiografía cronológica, las memorias literarias tienden a organizarse de manera temática y conceptual, dándole al escritor mayor flexibilidad para representar las problemáticas en su vida. Mientras que la autobiografía contaría una historia singular, cronológica y tal vez monumental del sandinismo, las memorias ofrecen aproximaciones y experiencias organizadas alrededor de temáticas que interesan a nuestros escritores y a sus lectores. De allí que en Adiós muchachos, Ramírez construye casi una apología de su colaboración y militancia en el sandinismo que posteriormente se desplomaría en una gran "piñata" de la cual él intenta distanciarse. Según Ramírez,

Teníamos los instrumentos estratégicos de la economía en nuestra mano, el dominio de la tierra laborable, las empresas clave del sector industrial y de la agroindustria, la explotación minera, pesquera y forestal, la banca y el comercio exterior, las comunicaciones, la energía y buena parte del transporte público; pero el modelo de acumulación, basado en la idea del Estado dueño, no fue viable desde el principio. (Ramírez, 1999: 241)

Más adelante, Ramírez reconoce que "La fidelidad ideológica a un mundo que ya no existía seguía siendo una obsesión de la vieja guardia" (1999: 288). La memoria escrita de Ramírez se convierte en una justificación que lo llevará a "la hora de decir adiós" al sandinismo (1999: 288). El texto entero gira alrededor del tema de la ruptura definitiva y justificada de Ramírez con el poder estatal sandinista.

En su primer tomo de memorias, Cardenal ofrece un preludio a su vida política que se seguirá contando en textos aun inéditos sobre sus experiencias en Solentiname (Tomo II) y su "participación en una revolución" (Tomo III). Vida perdida, el primer tomo de la vida de Cardenal, se enfoca exclusivamente en la primera fase de la vida del hombre que llegaría a ser místico, misionero, escritor, educador y ministro de cultura dentro del sandinismo. El texto se mueve hacia múltiples conversiones religiosas, ideológicas y políticas que organizan el texto. Desde un inicio, Cardenal explica la motivación del texto de su vida: "Yo sé que fue Dios el que dirigió todo, en este caso como en todos los otros" (Cardenal, 1999: 29). Tomando como modelo las Confesiones de San Agustín, las confesiones de Ernesto Cardenal representan a un joven burgués que en cada etapa de su vida va transformándose hasta asumir el papel histórico destinado para él por Dios. El joven privilegiado que viaja y estudia en Europa y los Estados Unidos cuenta de sus aventuras y de cómo "deseaba tener como él [San Agustín] mi conversión, pero después. Después de haber pecado como él" (Cardenal, 1999: 75).

Para Cardenal igual que para San Agustín, la conversión religiosa significa una toma de conciencia radical que le obliga a enfrentarse a su posición económica, social e ideológica en Nicaragua. Cardenal experimenta una transformación epistemológica, yendo de "niño bien" a cura liberal, liberacional y revolucionario. Cardenal explica,

Es más: sin este error de escoger el celibato yo no hubiera sido tampoco revolucionario. Habría sido burgués. Ése era el rumbo que llevaba mi vida. Ante la Revolución Sandinista habría sido a lo sumo un intelectual simpatizante del sandinismo, no un militante revolucionario. (1999: 77)

En la memoria de Cardenal, el sandinismo pareciera una etapa más dentro de las "ficciones de una ficción, porque Dios hizo que la historia que aquí he contado fuera una realidad ficticia" (Cardenal, 1999: 35). Cardenal explica que la ficcionalización de su vida incluye varias facetas –sus interminables noviazgos con las muchachas que hacen su conversión a Dios aun más romántica, sus penitencias monásticas que imitan las vidas de los santos y su continuo deseo por "la palabra" que lo transfigura en un poeta del pueblo. A través de su memoria, Cardenal construye una relación amorosa con Dios, describiendo sus acercamientos a Dios a través de sus lecturas de San Juan de la Cruz y desarrollando una trama religiosa que lo lleva a los monasterios trapense de Kentucky y benedictinos de Cuernavaca y Colombia hasta volver a Nicaragua a fundar Solentiname –la comunidad utópica—ya prescrita por Thomas Merton en el monasterio trapense, como nos dice Cardenal. Cardenal llega a concebir su vida como parte del plan y de la palabra de Dios.

Finalmente, Gioconda Belli en El país bajo mi piel escribe de su vida amorosa y política, temas centrales en toda su producción literaria. Ella enlaza estos dos aspectos en un texto autobiográfico que a veces pareciera ser tomado de las novelas sentimentales o de los diarios de mujeres del siglo XIX. Con El país bajo mi piel, Belli se sitúa dentro de una genealogía femenina de escritoras que producen un corpus de textos híbridos tejidos con experiencias personales e históricas y centrados en el lema feminista que dice que "lo personal es político y lo político es personal". Estos textos por mujeres forman la base de una literatura femenina en Latinoamérica si tomamos en cuenta las novelas históricas y sentimentales de Gertrudis Gómez de Avellaneda (Sab, 1841), Clorinda Mato de Turner (Aves sin nido, 1889), Teresa de la Parra (Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, 1924; Las memorias de Mamá Blanca, 1929), Carmen Lyra (En una silla de ruedas, 1946), Rosario Castellanos (Balún Canán, 1957), Claribel Alegría (Cenizas de Izalco, 1966), Elena Poniatowska (La "Flor de Lys", 1988), Rosario Ferré (La casa de la laguna, 1996; Vecindarios excéntricos, 1999), y otras autoras que borran las líneas entre lo histórico personal y lo histórico nacional, como lo hace Gioconda Belli en sus novelas autobiográficas. El país bajo mi piel es un collage de historias amorosas, una autobiografía literaria y una especie de "novela de aprendizaje" revolucionaria, entre otras cosas, en la cual Belli negocia e intercala constantemente los discursos afectivos y políticos. La joven burguesa del texto se enamora (más de una vez), se casa (varias veces), tiene varios hijos, participa en la revolución, escribe literatura, gana fama y prestigio como revolucionaria y escritora y al final de la historia emigra parcialmente a los Estados Unidos. Las protagonistas de las novelas, La mujer habitada y Waslala, parecieran ser tomadas de la vida propia de Gioconda Belli, así como la vida de la escritora pareciera imitar la vida de sus personajes. En fin, como explica Belli, ella fue poseída por "la urgencia de escribir" a la vez que fue atraída a la Revolución Sandinista. Su toma de conciencia fue socioeconómica, geopolítica y artística, en su totalidad como ella lo explica: "Mi vida entera me parecía un largo aprendizaje sobre la calidad efímera y frágil de la existencia" (Belli, 2001: 100).

En El país bajo mi piel, Belli inicia sus memorias con un capítulo titulado "Donde dan inicio, con olor a pólvora, estas rememoraciones" y termina con el epílogo, "De cómo viví mis primeros años en Estados Unidos". Comenzando con su origen genealógico familiar y político en Nicaragua y terminando con su relocalización a los Estados Unidos, el texto de Belli es además un relato diaspórico, marcado por la búsqueda de orígenes y las migraciones de Gioconda Belli a través de las Américas y el mundo. El texto incorpora las tensiones de vivir entre espacios geográficos, ideológicos y sujetivos, como lo hace Belli a través de su vida, especialmente a partir de lo que ella llama su exilio en los Estados Unidos. Yendo y viniendo constantemente entre Nicaragua y los Estados Unidos, Belli asume una posición que se podría llamar diaspórica, según los planteamientos del crítico cultural James Clifford en su libro Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century (1997). Una representación de la condición diaspórica, el texto se refracta a través de espacios geopolíticos –el Norte y el Sur, los Estados Unidos y el mundo en vías de desarrollo. Belli explica que

Nunca deja de impresionarme el contraste entre mi mundo y Estados Unidos. Bastan tres horas de vuelo para que la pobreza, el paisaje rural y rústico desaparezcan y surja junto al agua turquesa del Caribe, el skyline de la Florida, blanco, refulgente y opulento. En Nueva York ya no hay comparación posible. Es como ser Gulliver en el país de los gigantes. (Belli, 2001: 164)

Además de reproducir el vértigo del constante movimiento entre el norte y el sur, El país bajo mi piel negocia varios espacios discursivos en la narrativa, alternando capítulos dedicados a la vida de Belli en Nicaragua (seis meses al año) y otros sobre su vida en Santa Mónica, California. El texto pareciera enmarcar y contener las contradicciones producidas por una cultura transnacional centroamericana que ahora surge de los escombros de las guerras civiles en el istmo.

Compartiendo en un momento la vida y los ideales sandinistas, Belli, Cardenal y Ramírez ahora se distancian y se mueven por diferentes rumbos. Sin embargo, en 1999 cada uno vuelve a un punto común—una reflexión sobre el proyecto social del sandinismo. En sus memorias, cada escritor pareciera estar motivado por la interrogativa con la cual Sergio Ramírez comienza su texto, "¿valió la pena, al fin de cuentas?" (1999: 14). Ramírez cuestiona el haber participado en el proyecto sandinista: "La revolución sandinista fue la utopía compartida" (1999: 14) que ahora cae en el olvido y el desplomo. ¿Valió la pena?, pareciera también preguntarse Belli, cuando en su introducción a El país bajo mi piel intenta explicarse cómo llegó ella al sandinismo: "Quién sabe qué señales se transmitirían en el líquido amniótico, pero en vez de terminar como deportista con un bate en la mano terminé esgrimiendo todas las armas a mi disposición para botar a los herederos del señor del caballo y participar en la lucha de mi país por liberarse de una de las dictaduras más largas del continente americano" (Belli, 2001: 11). ¿Valió la pena?, Ernesto Cardenal reflexiona, confiando hasta al final en la master-narrativa compuesta por su interlocutor omnisciente: "Espero en vos, Amor, que esta vida, en más de un sentido perdida, sea después de todo una vida ganada" (Cardenal, 1999: 457).

De una manera u otra, Belli, Cardenal y Ramírez en sus respectivos textos llegan a la conclusión que la Revolución Sandinista sí valió la pena personal y colectiva porque en ella se logró pensar, soñar y forjar una "inmensa solidaridad mundial que ayudaba a defender a David contra Goliath" (Ramírez, 1999: 15). Por su parte, Cardenal suma la revolución al plan de Dios, mientras que Belli declara su participación en la revolución como otro acto de amor por Nicaragua. Con la Revolución Sandinista, Belli adquiere una conciencia de clase y se radicaliza: "¿Qué hacía que las personas fueran capaces de dar su vida por una idea, por la libertad de otros? ¿Por qué era tan fuerte el impulso heroico? Para mí lo que resultaba más extraordinario era la felicidad, la plenitud que acompañaba al compromiso. La vida adquiría rotundo sentido, propósito, norte" (Belli, 2001: 129).

En sus memorias literarias de fin de siglo, Gioconda Belli, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez toman detalles más y menos conocidos de la historia del período sandinista y los redistribuyen a través de narrativas personales desde las cuales interrogan y evalúan los mismos principios que organizaron sus vidas como militantes y dirigentes del Sandinismo de antaño. En sus últimos textos se plantean críticamente el futuro de Nicaragua al inicio del siglo XXI y rechazan las líneas oficiales del sandinismo y del neoliberalismo. En un artículo que se publicó el 10 de octubre de 2001 en Managua en El Nuevo Diario, poco antes de las elecciones en Nicaragua, Cardenal, Belli y Ramírez expresan una "conciencia crítica" colectiva y declaran lo siguiente:

No podemos votar por los responsables de este golpe de mano contra el futuro de la democracia y de las opciones cívicas en nuestro país. No podemos votar, ni por Enrique Bolaños, que como vicepresidente ha sido corresponsable de todos los abusos cometidos por el gobierno actual, ni por Daniel Ortega quien, en su ambición de recuperar el poder, ha irrespetado los principios democráticos. Ambos representan el pasado.
Nicaragua necesita una renovación moral, que pasa por enterrar la corrupción, y necesita gobernantes que tengan compasión por los más pobres y necesitados, convertidos hoy en carne de cañón electoral, y engañados con promesas que nunca podrán ser cumplidas. Nuestra esperanza es que una nueva generación de nicaragüenses asumirá ese reto. (Cardenal, Belli y Ramírez, "No votaremos", 10 de octubre de 2001)

Militantes políticos, dirigentes revolucionarios y personajes públicos y publicitarios del sandinismo en algún momento, Gioconda Belli, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez hoy en día intentan reconciliarse de una manera crítica con el legado sandinista y (re)presentarse ante los lectores aun interesados en el futuro de Nicaragua y Centroamérica. En sus memorias literarias, estos escritores ponen a buen uso sus "sensibilidades literarias" en la reconstrucción literaria de Nicaragua después y aparte del motivo del sandinismo. Al expresar su inquietud sobre la incertidumbre por la cual pasa actualmente Centroamérica, Belli, Cardenal y Ramírez ahora abren el campo de la representación para que se elaboren otras interpretaciones de la historia reciente y por hacer en Nicaragua y América Central.

©Ana Patricia Rodríguez


Obras citadas
Arriba
 
  • Preble-Niemi, Oralia, ed.,1999: Afródita en el trópico: Erotismo y construcción del sujeto femenino en obras de autoras centroamericanas, Potomac, MD: Scripta Humanística.
  • Anderson, Linda, 2001: Autobiography, New York: Routledge.
  • Belli, Gioconda, 2001: El país bajo mi piel: Memorias de amor y guerra, Barcelona: Plaza y Janés Editores.
  • Cardenal, Ernesto, 1999: Vida perdida, Barcelona: Editorial Seix Barral.
  • Cardenal, Ernesto, Gioconda Belli y Sergio Ramírez, 2001: "No votaremos", en El nuevo diario, Nicaragua, 10 de octubre, <http://www.lainsignia.org/2001/octubre/ibe_035.htm>.
  • Clifford, James, 1997: Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century, Cambridge, MA: Harvard University Press.
  • De Marco Torgovnick, Mariana, 2001: "Autobiographies, Memoirs, and Diaries", en Enyclopedia of American Studies, 4 vols., ed. George T. Kurian, NY: Grolier Educational, 1: 203-205.
  • Kristeva, Julia, 1989: Black Sun: Depression and Melancholia, New York: Columbia University Press.
  • Liss, Sheldon B., 1991: Radical Thought in Central America, Boulder, CO: Westview Press.
  • Menchú, Rigoberta, con Elisabeth Burgos, 1985: Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, México: Siglo XXI.
  • Menchú, Rigoberta, con Dante Liano y Gianni Miná, 1998: Rigoberta: La nieta de los Mayas, Madrid: Aguilar.
  • Ramírez, Sergio, 1999: Adiós muchachos: Una memoria de la revolución sandinista, México, D.F.: Aguilar, Taurus, Alfaguara.
  • White, Hayden, 1978: "The Historical Text as Literary Artifact", en Topics of Discourse: Essays in Cultural Criticism, Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 81-100.
  • White, Hayden: 1973: Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth Century Europe, Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
  • White, Hayden: 1987: The Content of the Form: Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore: The Johns Hopkins University Press.

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