Yolanda Rosas

Amante, refugio y compañera:

La mujer en la poesía de Roque Dalton

California State University, Northridge

yolanda.t.rosas@csun.edu

Notas*Obras citadas

 

Hasta el presente, la crítica sobre la poesía de Roque Dalton se ha mantenido, casi en su totalidad, dentro del marco de una "mera defensa apologética" (Lara, 1994: XI). Si bien existen algunos ensayos que se enfocan en las complejas "transfiguraciones poéticas" de Dalton, la mayoría promueven la imagen del poeta-guerrillero. Rafael Lara dice al respecto:

Salvo raras excepciones, casi toda la iniciativa editorial sobre el poeta ha sido encaminada hacia una reinvención de los originales con el objetivo, casi expreso, de borrar toda traza de un escritor-otro que no sea el Dalton-guerrillero[...]Sus antólogos insisten siempre en reducir su imagen polifacética, su riqueza temática, su profundidad poética y teológica a un mero compromiso político, a la ortodoxia del foquismo guerrillero. (1994: XLIII)

Este tratamiento de los temas y momentos considerados como cruciales en la historia de El Salvador perpetúa el "apologismo póstumo y el compromiso político en la obra de Dalton," dice Lara (1994: XLVI). Por consiguiente, es necesario que se rescaten del olvido otras de las muchas facetas que constituyen la obra poética de este autor salvadoreño. En el presente ensayo se tratará un tema muy descuidado dentro de la compleja obra de Roque Dalton, el amoroso. Se indagará la vanguardia artística más que su intención política para poner de manifiesto su profundidad poética en la creación de un hablante lírico que ama, es amado y sufre por amor. Emil Volek dice al respecto:

su poesía sorprende por la sensibilidad educada en la poesía surrealista y en el humor negro, por el contrapunteo de los lenguajes que utiliza (la heteroglosia bajtiniana), por el humor y por sus irreverencias sembradas tanto a la derecha como a la izquierda. (1999: 153)

La poesía de Dalton sobresale por su lirismo, el cual se plasma en sus poemas con logradas imágenes que, como afirma Chase, "logran aclarar los referentes y fortalecen el núcleo sémico en cuestión" (64).

Existe un corto poema (4 versos) que exterioriza el concepto de amor en la poesía de Dalton:

El amor es mi otra patria
la primera
no la de que me ufano:
la que sufro. (Lara, 1994: 439)

El amor, dice el yo poético, es lo primero en su vida porque lo siente dentro, como un sufrimiento. El hecho de aceptar una dualidad en la posesión de patria, establece una dualidad de vida y como ser viviente, el hablante de este poema proyecta dos de la muchas facetas que tiene un individuo. El amor, por consiguiente, es parte muy importante, es una de

las problemáticas tan caras a Roque Dalton como la necesidad de innovación formal, su relación con la modernidad y la vanguardia artística internacional, el amor y el erotismo, la autobiografía y la recuperación de la infancia, la religión del arte, la muerte de Dios, el Witz romántico o desconstrucción irónica de su propio proyecto social y de escritura, son sólo algunas decisiones que han quedado hasta ahora fuera de la mesa del debate. (Lara, 1999: 4)

Al estudiar la poesía amorosa de Roque Dalton se encuentran varias posiciones que el hablante lírico asume ante lo amado, o mejor dicho ante la amada. Por la limitación del espacio consideraré tres principales: Primero, la amada como amante; segundo, la amada como refugio; y tercero, la amada como compañera.

La primera posición del yo poético ante la amada se hace presente en la relación "yo-tú" que, por lo general, en la escritura poética, configura el lirismo que caracteriza el marco del retrato verbal. Según Luis Jiménez, el proceso de comunicación lingüística opera a pesar de las limitaciones dialógicas que reviste un imposible dúo de voces entre el hablante y la ausente (1994-95: 32). En el caso de Roque Dalton, el texto de sus poemas amorosos pone énfasis en el amor o/y el deseo de un "yo" a un "tú" referencial que cumple una función lingüística que no se orienta al éxtasis contemplativo sino al alcance de una comunión a un nivel total. En el poema " Te amo" se pone de manifiesto el alcance del amor por medio de imágenes temporales, espaciales y sensoriales:

Todos los días bajo todos los climas
en todos los lugares
te amo. (Lara, 1994: 104)

En estos primeros tres versos la imagen temporal abarca todo el tiempo y la espacial alcanza todo el universo. No hay espacio ni día, ni clima que alteren su verdad: Te amo dice la voz poética, llanamente, sin artificios ni rodeos. Y continúa:

La mañana surge de pronto en las ventanas
y me incorporo lentamente desde la tibieza.
Con agua fresca curo las heridas del vino
y te amo. (Lara, 1994: 104)

Por medio de imágenes sensoriales que contrastan la tibieza con la frescura se plasma una placidez que invade el poema. Cada día, con toda su repetición está enfocado hacia la amada. Cada amanecer lo revive y repite: "y te amo." Y sigue diciendo:

Con nada de lo que me circunda hay desacuerdo
pero contra todo ello te amo. (Lara, 1994: 104)

La amada representa todo para el "yo" poético. Tanto, que está dispuesto a irse contra su mundo armónico, si es necesario.

Pero la vida tiene otros caminos que lo alejan de la amada, tantas facetas que lo llevan fuera del espacio compartido, pero es imposible amarla menos, no importa con quién o dónde esté:

Y en la vida me hundo
palpo nuevas palabras nuevos gestos ajenos
en el sol de la calle alzo mi arrasada frontera.
Te amo. (Lara, 1994: 104)

No hay sitio ni hora en que la amada no esté con él, ella es el aliciente en la vida. El espacio fuera de ella es peligroso, es "arrasada frontera." La soledad le sirve para reflexionar:

Vuelvo a la soledad y te amo.
Inútil todo lo demás.
Te amo. (Lara, 1994: 104)

La actitud de hablante es serena pero decidida. El amor o la amada pueden estar con él o distante: su verdad es que la ama. El temple de ánimo del hablante está impregnado de un amor que busca su totalidad en el otro. El amor lo es todo dentro de esta particular faceta del ser.

En el segundo poema que he escogido como ejemplo, "Desnuda,"(177) se presenta el tema del amor en su carácter erótico cuyo motivo estructurante es la desnudez. La composición del poema se funda, primero en la exposición del efecto que la desnudez de la amada produce en el hablante mientras está viva; y segundo, en el efecto que él desea que ella plasme en él después de su muerte. El "yo"se dirige al "tú" con una entrega total que sobrepasa los niveles de lo humano para alcanzar una comunión total en la vida, y cuando el cuerpo de la amada esté muerto. El hablante comienza la primera parte por establecer las razones por las que él ama, a nivel superlativo, el cuerpo desnudo de la amada:

Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes por los poros,
Como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo. (Lara, 1994: 177)

La imagen de totalidad que conllevan estos dos versos finales plasman un deseo superado, un saberse entregado totalmente. El simbolismo del agua en su precedencia de toda forma y sostén de la creación queda incorporado al poema como la regresión a lo pro-formal que, por medio de la inmersión, se da a dos niveles: el hombre en la mujer y el hombre en el agua misma. Según Mircea Eliade, el contacto con el agua implica siempre una regeneración (1972: 188). En este poema, en esta imagen doble, el hablante se sumerge en el agua=amada en una entrega total y regeneradora que:

derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como un niño perdido
que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas. (Lara, 1994: 177)

La desnudez de la amada es el remanso de paz donde el amante descansa de la vida misma. El amante se siente envuelto en su pasión y plasma una visión donde logra fundir la pasión y el espíritu, y exclama:

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre;
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a las sombras los deseos me ladran. (Lara, 1994: 177)

La piel es el símbolo de fusión entre los amantes. De aquí en adelante, el hablante expresa su pasión por medio de imágenes que apuntan hacia una comunión total:

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra. (Lara, 1994: 177)

Por medio del desplazamiento calificativo, el hablante proyecta un tú indispensable para su existencia. Tanto en el verso "cabes en una copa vecina de mi lengua" como en los dos siguientes se desplaza lo tangible del agua y el pan hacia lo intangible de la sombra para calificar las diferentes formas en que la amada complementa su ser.

Al comenzar la siguiente estrofa, la voz poética cambia de tiempo verbal, hacia el futuro, para expresar su deseo de continuidad en esta comunión lograda. Empieza diciendo:

El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra. (Lara, 1994: 177)

En estos dos versos parece que su intención fuera entregarla a la tierra y que descanse, pero al continuar el poema, el hablante pone de manifiesto el motivo del deseo antes expuesto y vuelve al "yo":

para poder besarte la piel en los caminos
trenzarte en cada río los cabellos dispersos. (Lara, 1994: 177)

El amor que siente va más allá de la muerte y concluye el poema con la afirmación de su intención así como de su pasión:

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas. (Lara, 1994: 177)

La segunda posición del hablante lírico en la poesía de Roque Dalton ante el amor se centra en la amada como refugio. El poema "Y sin embargo amor" presenta la dualidad amada=refugio, en una composición en tres partes. Del verso 1-3 se presenta una imagen de aceptación de lo inevitable:

Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
Yo sabía que al fin iba a quedarme
Desnudo en la ribera de la risa. (Lara, 1994: 104)

Dentro de su nueva soledad, el hablante le confiesa a la amada sus premoniciones: "yo sabía" le dice. En el verso siguiente "desnudo en la ribera de la risa" se plasma una realidad anímica: la felicidad ya estaba perdida aún antes de quedarse triste y solitario, aún cuando pensaba que la había alcanzado. El hablante recuerda el pasado y analiza el presente mirando hacia adentro:

Aquí
hoy,
digo:
por siempre recordaré tu desnudez entre mis manos,
tu voz a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana (Lara, 1994: 104)

En estos dos versos, la emotividad del hablante transfiere sintéticamente la contemplación de una compleja reacción anímica que el tú produce en el yo. Y recuerda:

tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores (Lara, 1994: 104)

Las imágenes de este poema apuntan hacia una dimensión lejana y presente que dieron amor y refugio al hablante mientras que su recuerdo trae dolor de ausencia. La amada fue algo concreto que la memoria revive en el hablante. El verso "tus manos largas y amantes" desplaza el calificativo de todo el cuerpo a las manos para sentir su pasión en el recuerdo. Y continúa:

tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras. (Lara, 1994: 104)

Otra vez vuelve al pasado: pensaba, pensaba aprehender, retener por medio del poema, pero ya nada es posible y exclama:

Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón. (Lara, 1994: 104)

En estos versos se conjuga una visión de dolor que se continúa en los siguientes con una estoica aceptación:

Hace frío sin ti
pero se vive. (Lara, 1994: 104)

La ausencia llena el temple de ánimo del hablante de dolor. Sin embargo, aunque el recuerdo le da el refugio en su desamparo, aunque la tibieza interior se convierte en frío de soledad, la memoria revive la tibieza del amor. Este verso "hace frío sin ti" aparece también en el poema "La hora de la ceniza", donde alude al dolor de ausencia para luego seguir con el tema socio-político donde hace una descripción de cómo lo juzgarán en el futuro.

El segundo poema escogido para este segmento es "Tu misión" y está estructurado en el motivo del refugio. El hablante abre la composición hablando de sí mismo:

Abro mi anatomía primitiva
para que me fecunde tu sonrisa.
Amor,
amor (Lara, 1994: 96)

para cambiar de inmediato la mirada hacia ese "tú" que es su interlocutor constante y preguntarse:

¿qué me sucede cuando sustituyes
la vibración nupcial que me despierta? (Lara, 1994: 96)

Para enseguida contestarse con imágenes que describen a la amada y su entrega:

Encomiendo a tu cuerpo,
a tus secretos dones adversarios,
a tu manera de mirarme,
a tu brutal huída,
a tu tenaz ofrecimiento inacabado,
a tus ansias de amar que me adivinan
como un soldado atónito
encomiendo a tu sangre apresurada;
a tu total medida
que me deja el abrazo sin lugares (Lara, 1994: 96)

la larga lista ha ido estableciendo un crescendo que casi acaba con el aliento. El hablante hace una corta pausa, se detiene y exclama "encomiendo" y hace otra pausa y repite "encomiendo a tu beso" y comienza su propia entrega:

todo mi amanecer futuro y mi sonrisa,
todo mi amar al hombre colectivo
toda mi floración de fuego que combate
mi lugar en la cumbre indispensable
y mi altiva raíz.
Todo te lo encomiendo. (Lara, 1994: 96)

La amada será la guardiana de todo su futuro. Su vida, sus ideales, su herencia, todo queda supeditado a su amor de pareja.

El poema "Alta hora de la noche" establece una transición entre la segunda posición del hablante lírico que ya he comentado y la tercera posición que ve a su amada como compañera:

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
Sería el tenue faro buscando por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
Desde la oscura tierra vendía por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre. (Lara, 1994: 106)

Este poema es uno de los más conocidos de Roque Dalton, sin embargo, la mayoría de los estudios críticos al analizarlo, apuntan hacia la premonición del poeta acerca de su muerte. Volek afirma que la obsesión del poeta con la muerte "revela un sorprendente rasgo de narcisismo y exhibicionismo. Roque acaricia con deleite sensual la imagen de su futura muerte, inescapable" (162), y este poema lo confirma; sin embargo, sólo estoy de acuerdo en la segunda parte de su aserto. Es verdad que el hablante lírico acaricia el verso "cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre" pero al hacerlo, lo que destaca es el inmenso amor por la voz amada cuyo sonido lo haría volver a la vida. Y es esto último lo que deseo destacar en este ensayo, esa imagen de amor tan grande que respondería a la voz de la amada después de la muerte. Para lograrlo, el poeta recurre al leitmotiv 'no pronuncies mi nombre' que se repite cinco veces en este corto poema de doce versos. La idea del amor unida a la de la muerte aparece en otras composiciones de Roque Dalton. Por ejemplo, en el poema "Algunas nostalgias" dice:

Yo, que he amado hasta tener sed de agua, luz sucia;
yo que olvidé los nombres y no las humedades,
ahora moriría fieramente por la palabrita de consuelo de un ángel
...
disfrazado de reo borracho en la celda de al lado... (Lara, 1994: 396)

En este caso, no muere por sus ideales políticos, sino por alcanzar paz interior. En el poema que nos ocupa, "Alta hora de la noche," lo que trasunta más es la emoción amorosa que va más allá de la muerte. Al deseo de paz y silencio, explícita en los versos 2 y 7, se opone la voz de la amada como símbolo de vida.

La tercera posición del hablante lírico de Roque Dalton es ante la amada como compañera. En el poema "Aída fusilemos la noche" se percibe un hablante preocupado ante un problema superior a sus fuerza. El hablante, desde los primeros versos recurre a la amada:

Aída fusilemos la noche
Y la terrible
miseria colectiva. (Lara, 1994: 69)

A diferencia de los poemas anteriores, en este poema no hay un yo y un tú sino un "nosotros." El "yo" se siente impotente ante un mundo de contradicciones donde impera el odio, y busca en su amada, una compañera que comparta sus ideales como comparte su amor y su vida. El hablante hace un recuento de sus armas:

Aquí tenemos estas cuatro manos
Y tenemos mi voz.
Nos respaldan tus ojos
Y tu suave
manera de ir queriéndome.
Nos respalda esa sangre proyectada
hasta el cuerpo del hijo.
Nos respalda esta atmósfera
este pan cotidiano
y estas cuatro paredes
que tutelan los besos. (Lara, 1994: 69)

Con el pronombre nos utilizado en función de anáfora vertical, reiterándose tres veces a diferentes niveles de acercamiento, se logra establecer una imagen progresiva que va de lo individual a lo colectivo. Primero son los ojos de la mujer; luego, la sangre del hijo; y por último, lo que los circunda. Y con este haber a su alcance le pide a su amada que emprenda en su compañía una labor enfocada hacia el bienestar común:

Rompamos Aída esta tormenta amarga.
Hay que construir pañuelos con luceros
para secar las lágrimas del hombre. (Lara, 1994: 69)

Al hablante le preocupa el sufrimiento colectivo, como cuando en versos anteriores se encomendaba a la amada y le entregaba: "todo su amar al hombre colectivo", ahora le pide que juntos inicien el proceso de calmar el dolor de todos proponiendo una lucha que termine con el odio. Este llamado trasciende el destino de la pareja para adentrarse en los problemas del hombre en general, cuyo sufrimiento se sintetiza en la imagen del hombre que llora. Después de elaborar una larga lista de posibilidades concluye diciendo:

Aída, fusilemos la noche
Y esa horrible bandera.
Aída fusilemos la noche
Y los negros cañones
Y las bombas atómicas;
Fusilemos el odio
Y la terrible
Miseria colectiva. (Lara, 1994: 69)

Desde el punto de vista de la crítica feminista, este poema representa un cambio en la representación de la mujer en la poesía de Roque Dalton. Por lo general, la amada ha sido el objeto del amor o del deseo; ahora, la mujer tiene un grado de igualdad que no se limita al amor sino que alcanza todo el espectro de la vida del hombre. El "nosotros" plasma una imagen de pareja que remite al oyente a otro campo semántico más amplio, el de la lucha político-social. Cida Chase afirma que cuando Dalton despliega una voz poética pluralizada "se escucha así la voz de un ser 'pluránimo' que siente llevar dentro de sí las almas y los sufrimientos de todos los hombres" (1999: 69).

El estudio de los poemas presentados ha permitido comprobar que Roque Dalton reconcilia en su poesía el amor en todas sus acepciones. La voz poética plasma al mismo tiempo la pasión erótica y/o la comunión espiritual con la amada. Comunión que puede ser tanto compenetración de espíritus afines como esperanza de un futuro mejor. Desde el punto de vista de lo artístico, estos poemas son la representación de una faceta de Roque Dalton que contribuye significativamente a la literatura, es "poesía invadida por la vida invasora de la vida, inundada por las otras formas de creación humana y a la vez inundadora de ellas; poesía útil para la lucha, para ayudar a transformar el mundo."1 Sus versos crean imágenes, visiones y símbolos que ponen de manifiesto una sensibilidad única y una visión de mundo donde el amor puede constituirse en la razón de ser en la figura de la amada y que ésta a la vez sea amante, refugio y compañera.

©Yolanda Rosas


Notas

Arriba

vuelve 1. Esta cita forma parte del prólogo de Un libro rojo para Lenín que, de acuerdo a Ricardo Roque Baldovinos, puede leerse como un auténtico manifiesto de Dalton y sobre todo "de la técnica de collage" empleada en dicho libro. Cultura, no. 82, mayo-agosto, 1998. 92.

 


Obras citadas
Arriba
 
  • Chase, Cida, 1999: "Imágenes reiteradas en la poética de Roque Dalton", en Otros Roques. La poética múltiple de Roque Dalton, eds. Rafael Lara Martinéz y Dennis Seager, University Press of the South, 64-81.
  • Eliade, Mircea, 1972: Tratado de las religiones, México: Ediciones Era.
  • Jiménez. Luis A., 1994-95: "Máscaras y retratos en Nieve de Julián del Casal", en Explicación de textos literarios, Vol. 23.2, 31-38.
  • En la humedad del secreto. Antología poética de Roque Dalton, 1994: ed. Rafael Lara Martínez, San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos: 1994.
  • Roque Baldovinos, Ricardo, 1998: "Compromiso y libertad creativa: Roque Dalton bajo el signo de las vanguardias", Cultura, 82, 77-94.
  • Volek, Emil, 1999: "Las muertes de Roque Dalton: Meditaciones primaverales cuando aún los muertos se ponen inquietos, indóciles, irónicos, y preguntan", en Otros Roques. La poética múltiple de Roque Dalton, ed. Rafael Lara Martínez y Dennis Seager, University Press of the South, 153-166.

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