Iván Molina Jiménez

Marinería histórica

Universidad de Costa Rica, San José

ivanm@ns.fcs.ucr.ac.cr

La renovación de la investigación histórica, en la Centroamérica de las últimas tres décadas del siglo XX, supuso una transformación fundamental en los enfoques y la concepción del pasado del istmo. Las viejas descripciones políticas, militares y diplomáticas, que tenían por protagonistas a caudillos e intelectuales, dieron paso a la explicación de complejos procesos económicos y sociales, y a la preocupación por comprender el papel jugado por actores colectivos comúnmente olvidados: campesinos, artesanos, obreros y otras categorías de trabajadores. El interés por las formas de organización y lucha de los de abajo, desde una perspectiva de clase, pronto adquirió una dimensión étnica (los indígenas, los negros) y, más tarde, una de género (las mujeres), la cual será, sin duda, crecientemente cultivada en el futuro próximo.

El libro de Miguel Angel Herrera se ubica dentro de esa nueva historia del istmo, a la que aporta un tema original, tradicionalmente descuidado por otros investigadores, sobre todo por los estudiosos del comercio y de las llamadas "clases trabajadoras". Los primeros, con su énfasis en la circulación de las mercancías, tienden a prestar poca atención a los que, en la base, posibilitaban tales flujos: arrieros y carreteros en caminos y veredas, marinos en costas, ríos y lagos. Y los segundos, concentrados en el examen de los que laboraban en campos, talleres y fábricas, suelen descartar a la fuerza de trabajo ocupada en el transporte, en particular a la marinería.

El escaso interés por esta categoría de trabajadores no es, sin embargo, excepcional en Centroamérica: en efecto, fue únicamente en los últimos 25 años que investigadores especializados en la vida social de las comunidades costeras de Europa, Estados Unidos y Canadá, empezaron a superar la visión, con frecuencia idílica, que la historia marítima tendió a elaborar del quehacer cotidiano en los barcos. Los estudios pioneros de Paul Thompson sobre los pescadores ingleses y escoceses (1983), y el libro ya clásico de Marcus Rediker acerca de la cultura de los marineros del Atlántico Norte y su enfrentamiento con capitanes y patronos (1987), son -entre otros- dos valiosos ejemplos de un campo historiográfico que, a la vez que se expande, se diversifica.

Análisis original y provocador

El texto de Miguel Angel Herrera, al asumir el desafío de inaugurar un nuevo capítulo de la historia social de Centroamérica, demuestra estar a la altura de ese reto. La solvencia teórica y metodológica del autor está al servicio de un análisis original y provocador sobre el impacto social y cultural que la Compañía Accesoria del Tránsito tuvo, a partir de 1849, sobre la sociedad nicaragüense en su conjunto y, especialmente, sobre las comunidades marineras que operaban en el río San Juan, el lago de Nicaragua y las costas del Pacífico y el Caribe. La reconstrucción de la cultura y de la vida cotidiana de esos trabajadores, con base en crónicas de viajeros, informes consulares y otras fuentes primarias, es uno de los aportes fundamentales de la presente obra.

La investigación efectuada por Herrera, que combina el rigor análitico con un estilo ameno y cautivante, es ya un texto de consulta imprescindible para entender mejor, en términos sociales y culturales, la Nicaragua de vísperas de la guerra contra Walker. El esfuerzo del autor por explorar la dinámica de las comunidades de bogas y marinos de la década de 1850, con sus rituales laborales y sus identidades colectivas, complementa y profundiza los afanes previos de E. Bradford Burns por caracterizar las culturas populares nicaragüenses del período 1798-1858, y los de Jeffrey L. Gould por comprender el trasfondo étnico de las mismas a lo largo de los siglos XIX y XX.

La contribución del libro de Miguel Angel Herrera, con todo, va más allá del caso especifícamente nicaragüense, ya que es también un llamado para que la investigación histórica sobre Centroamérica, centrada en la vida social de campos y ciudades, comience a considerar las comunidades de pescadores y marineros, que florecieron en las cercanías de sus mares, ríos y lagos. Los golfos de Nicoya, de Fonseca, y de Honduras, son, junto con el río San Juan y el Lago de Nicaragua, escenarios privilegiados del quehacer marinero en el istmo desde la época colonial (y desde mucho antes, dirían los especialistas en el periodo prehispánico), y un análisis de tales universos, aparte de enriquecer el conocimiento sobre los sectores populares del área, permitiría avanzar en la construcción de un indispensable estudio comparativo.

La originalidad y la importancia de este libro ubican a Miguel Angel Herrera como uno de los principales historiadores jóvenes de la Nicaragua actual. Los lectores, que acepten la invitación del autor para viajar con él entre bongos y vapores por el río y el lago, descubrirán un pasado cultural que, durante mucho tiempo, quedó en el olvido, y cuyo retorno fue posible gracias al esmero de un investigador que supo escuchar los cánticos y las voces que bogas y marinos dejaron impresos en las aguas. El empeño con que este cosmopolita vecino de Nindirí recuperó esa cultura marinera es únicamente comparable al afán que puso en transplantar con éxito una delicada flor de Cartago (la alvarengiesis esplendorem) a los jardines de su casa, siempre abierta para el arte de la conversación y la invocación de la poesía.

Herrera C., Miguel Angel: Bongos, Bogas, Vapores y Marinos. Historia de los "marineros" del río San Juan, 1849-1855, Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 1999.


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