La historia es sólo un pretexto para
ser ficcionalizado por el escritor.
Sergio Ramírez Mercado
(Conferencia en el IHN-UCA/2000).
En una mesa redonda dedicada al tema Historia y ficción en la literatura centroamericana contemporánea, (realizada este año) en la que participaron Sergio Ramírez Mercado, Claribel Alegría, Lizandro Chávez Alfaro y otros escritores centroamericanos, se entabló un debate que demuestra la vigencia del problema del género testimonio en su aspecto ético que reside en la intención de contar la "verdad". En contraposición a esta pretensión del discurso testimonial, en la novela histórica o en cualquier otra forma de narración no se cuestiona la "ficcionalización" o "literaturización" de las fuentes primarias de la historia ya que son inherentes al género literario.
En ese sentido el presente estudio aborda las relaciones, diferencias e implicaciones que surgen de la lectura comparada entre La montaña es algo más que una inmensa estepa verde de Omar Cabezas y Algo más que un recuerdo de Ernesto Castillo Guerrero, para valorar el uso del "testimonio" como medio didáctico o de aprendizaje.
Procesos de elaboración de ambos testimonios
En principio, el "algo más" de ambos títulos delata la intención de querer ir más allá de lo posible, o al menos a eso induce. Si se nos ofrece "algo más que un recuerdo", significa que no sólo se trata de un recuerdo, puede que sea también la ficcionalización de un recuerdo; si se dice que la montaña es "algo más" que una inmensa estepa verde, pues hay que ir tras ese más allá metafórico que tal vez, a fin de cuentas, es una "técnica narrativa" más que una historia de vida planteada desde una fuente primaria. Revisando ambos textos, me propongo aclarar estos planteamientos.
En el caso de Omar Cabezas, el proceso de elaboración transita sobre el esquema de la elaboración de un texto meramente literario, aunque se vale de técnicas como la grabación, propias del testimonio. El mismo es la fuente y es el gestor, es decir que ordena su propia historia, sin necesidad de mediar con algún "otro". El conocido testimonio de Omar Cabezas relata el proceso de cambio vivido por él durante su incorporación a la lucha sandinista y su preparación militar en la montaña, es decir con respecto a su transición de joven urbano, estudiante y guerrillero sandinista a "hombre nuevo".
Para Magda Zavala, en La montaña... el hecho de que "el protagonista [sea] al mismo tiempo individual y colectivo, y por lo tanto representativo de unos ideales trascendentes, hace ver en su trasfondo el modelo de la novela de caballerías" (Zavala: 283).
En esa misma línea, en una entrevista que Edward Waters Hood hace a Omar Cabezas, éste declara que nunca había leído literatura, excepto el Quijote, y mal leído, por obligación en la secundaria: "cuando yo me fui a la montaña, yo nada más había leído textos políticos, sociología y derecho" (Hispamérica, 1993: 111:). Por eso ve irónicamente que se hable de los libros que lo han influenciado. La presión social lo hizo comenzar a leer literatura, pero recién después de haber publicado su primer libro. Lo más interesante es la forma de producción del texto de La Montaña... Según Cabezas, lo dictó a una grabadora, pero al mismo tiempo que hacía el amor con distintas mujeres. Por ejemplo, ara seducir a una panameña le contó que Pilar Arias le había dicho que lo que él hacía era "literatura". Entonces le mostró lo que había escrito y la panameña decidió acompañarlo a grabar. "Entonces, grabábamos, hacíamos el amor, a veces apagábamos la grabadora, seguíamos haciendo el amor, y así." (Hispamérica: 114)
La misma historia se repite dos veces más. "Y entonces, para mí, grabar se convirtió en una forma de comunicar, y hacer el amor es comunicar, y hablar es comunicar." (Ibid: 115)
Luego habla del premio Casa de las Américas. Lo envió a concurso presionado por Cardenal y Tomás Borge. No quería concursar porque consideraba antiético que se pusiera a concursar su vida "para que escojan cual vida es la más bonita de todas las vidas que allí les llegan" (Ibid :116).
En esta entrevista queda clara la posición del autor en relación a su aparente falta de intención política en la construcción de su discurso literario. Esto más bien se puede tomar como un elemento extratextual que induce a crearle al texto un auge de "credibilidad" o "veredicción", como dice Sklodowska.
En el caso de Castillo, la elaboración de su testimonio nace como una colaboración para la clase de español de su hermano menor, que debía llevar un "testimonio" a clase. Es decir que Castillo inicia su proceso de elaboración del texto consciente de que está escribiendo un testimonio, siguiendo la misma línea de Cabezas, como gestor-fuente, que va a relatar su propia historia de vida.
"Cada vez que pasaba el lapicero sobre las hojas removía aquella coraza que estaba oculta en mis sentimientos y, al recordar algunas situaciones, me estremecí como nunca." (8)
Para Ernesto Castillo, escribir la historia vivida durante dos años en el cumplimiento del servicio militar patriótico es exorcizar el pasado. En el momento que decide relatar su historia no tiene ninguna barrera o presión de ningún tipo que le impida manifestar su opinión o expresar su vivencia personal a nivel "textual" porque se supone que está viviendo un proceso democrático. Castillo es el gestor de su recuerdo, fija la memoria perdida para "hacer las paces" con su pasado.
"Había salido de mi casa con la esperanza de que mi sacrificio aportara algo positivo al país, pero habían pasado dos largos años invertidos en un proyecto de cuyo buen resultado dudaba ahora." (214)
En ambos casos lo que prevalece es un deseo de enseñar con el ejemplo. Omar Cabezas se convierte así en un punto de partida para sus demás compañeros revolucionarios que, hermanados por medio del habla coloquial con lo nicaragüense, van a sentirse impulsados a trascender las barreras entre el hombre común y corriente y "el hombre nuevo".
En los dos casos se ha obviado el proceso de descontextualización y recontextualización para elaborar una historia de vida literaturizada; se ha hecho un texto con una voz narrativa dirigida a un lector, cuya fijación carece de una "reelaboración", al menos aparentemente.
Es interesante el hecho de que la lectura de ambos "testimonios" se dé como si se tratase de una novela. En ese sentido cabría hacerse la pregunta: ¿cuáles son los límites de la novela histórica y realista en relación con el testimonio? En ese mismo sentido Sklodowska advierte en el testimonio un avatar del género novela, siendo este un criterio que estudiosos como Beverley observan con recelo."La novela contemporánea hispanoamericana continúa su propia tradición de adaptación camaleónica al contexto, manteniendo su función dominante dentro del sistema literario de origen europeo" explica la referida autora.(Sklodowska, 1992: 94).
Para Sklodowska la novela aún no cumple la profecía de su tantas veces anunciada muerte, sino que, al contrario, con la incorporación de diversos textos como documentos legales, cartas, crónicas, ensayos historiográficos, relatos de viajes, biografías, reportajes, informes científicos, entrevistas, etc. emerge renovada para responder a las exigencias de su momento histórico, tal como lo había hecho desde sus orígenes: "encubriendo una forma literaria bajo una máscara referencial/testimonial" (Ibid: 95).
Las posiciones de poder. El propósito del texto
Cabezas es un comandante de la Revolución, un sobreviviente que puede dar su testimonio de vida, que en ningún momento trata de rescatar las voces de los héroes muertos en combate que aparecen en La montaña... ni de buscar otras formas de representatividad de las subalternidades. Desde este punto de vista es cuestionable la premisa de que el testimonio haya surgido como una alternativa para darle voz a los sin voz, es decir a la "otredad". Para Linda Craft, el testimonio es elaborado para producir un cambio de conciencia que el indianismo no logró provocar al no poder representar a sus personajes.
Como un punto de interés tenemos una idea de Leonel Delgado que cita a Coronel Urtecho: Omar Cabezas sería "como Bernal ... otro soldado escritor, cuya gracia consiste en saber escribir sin saberlo, es decir, en hablar ... " (Coronel, 1994: 112). Delgado nos dice que Coronel establece un "límite infranqueable para el no-letrado: el conocimiento, la conciencia, el saber sobre el propio discurso [...] reserva[n] para el letrado el poder de decidir sobre el arte que engendra el no-letrado, pero que éste no asume. El letrado establece el canon del no-letrado, la separación guarda los estatus." (Delgado, 1998: 10)
Ernesto Castillo, un hombre letrado que decide usar su acceso a la letra, no necesita de un escribiente para ordenar sus ideas y dar a conocer su historia, su vida. Este gestor-fuente no parece interesarse por la historia de vida de los muchachos que no sabían leer ni escribir, ni de los niños que eran obligados a integrarse al servicio militar "patriótico", impuesto durante los años de gobierno sandinista. Este relato carece de la intención "etnográfica" con la que Barnet justifica e inaugura el género.
¿Qué los hace testimonio, qué no?; ¿Qué tendencias literarias contienen?
Para Zavala es cuestionable considerar La montaña... como perteneciente al género testimonial, pues asegura que "resulta difícil sostener que es un testimonio, salvo si de manera automática se envía al depósito así rotulado, todo texto que tenga por tema une (sic) guerra insurreccional" (1990: 294), lo que más considera esta autora es que el texto en cuestión "tiene carácter de novela autobiográfica testimonial épica (o épica testimonial)" (Idem.).
Para la autora el texto tiene la intención de hacer un testimonio, pero con ese fin, el relato asume formas narrativas antiguas de Occidente, a saber los modelos de la novela de pruebas (Prüfungsroman) griega, la autobiografía exterior y pedagógica también grecorromana y la novela de caballerías (Zavala, 1990: 295). Quizá hace falta reconocer la forma en que es leído el testimonio, como novela o como novela testimonial, o quizá es de mayor interés el aspecto de las repercusiones que despierta en el lector este tipo de texto.
El punto de vista de lo masculino
Para Yúdice el orden de La montaña... es "patrilineal": hijos de Sandino, hijos de don Leandro o cuando Cabezas dice que sentía que renacía, al darse cuenta de que él era fruto de una continuidad sandinista. "Al final, habiéndose separado ya de la montaña (del principio femenino) se identifica con el padre, o mejor dicho, con los padres de la nueva patria, una cadena de padres que conectan al narrador con Sandino mismo, con el fundador de la nueva nación." (Yúdice, 1986: 50)
Desde el punto de vista de la imposición de una voz patriarcal masculina tenemos el amor entre hombres según Cabezas versus el amor entre hombres según Castillo. En La montaña..., el amor entre hombres llena más, es más completo (dentro del relato de vida) porque lleva solidaridad, ternura, entrega, sinceridad, apertura y algo de erotismo. Por ejemplo, en la página 105 dice:
"Nos tratábamos toscamente pero en el fondo nos amábamos con un amor profundo, con una gran ternura de hombres. Un grupo de hombres abrazados, hermanados, éramos un grupo de hombres con un beso permanente entre los mismos." (105-106)
Mientras que en Algo más que un recuerdo lo que hay es una "tensa hermandad" gracias a las circunstancias de alto riesgo que a Castillo le toca vivir; aunque es importante la relación entre compañeros, ésta nunca es feminizada y el mayor lazo de unión que siente el protagonista es con su hermano Orlando. Cuando llegaba a vivir momentos en que el amor fraternal lo hacía sentir el deseo de abrazarlo, generalmente se abstienía y si llegaba a hacerlo "se armaba la fregadera" con sus compañeros que tildaban el acto de homosexual. En el relato hay una atmósfera permanente de distancia entre los "cachorros": la competencia, el odio, la indolencia y el rencor entre unos y otros, casi como efecto de las circunstancias que estaban viviendo. Dice Castillo: "Y es que en todos lados siempre hay alguien que quiere perjudicar a los demás sin ninguna razón." (41)
Cuando lo nombran político, y a medida que asciende de cargo, se crea una barrera creciente entre sus compañeros y él.
Las figuras femeninas
En contraposición al amor entre hombres como elemento de un discurso masculino tenemos el concepto o uso de lo femenino, que en ambos textos es cosificado o construido como "objeto deseado" o de recompensa para el héroe, aunque hay que admitir que en el caso de La montaña... sirve de aparente fuerza impulsora como sucede con la figura de Claudia. En Algo más... de Castillo la figura femenina ni siquiera alcanza estos términos.
Según Susan Kirkpatick, citada por Ileana Rodríguez, en el romanticismo de las mujeres (españolas) del siglo XIX, la subjetividad liberal construye el género como diferencia: el hombre, analítico, creativo, intelectual; la mujer, amorosa, tierna, sentimental. (Rodríguez, 1996: 30)
Aunque en el relato de Castillo aparecen varias mujeres (cocineras) tratando de conquistarlo, él en ningún momento vacila, no muestra ningún interés por ellas, porque soñaba con el cariño de una mujer, pero de una mujer "distinta":
"Pensé que no había sido malo que me dieran un pase para ir a Managua a pasar mi cumpleaños y de paso buscar a una chavala delicada y cariñosa que estuviera pendiente de mí." (170. El subrayado es mío, MPC.)
Entonces su "chavala" no estaba en el campo sino en la ciudad, en Managua, y debía ser ante todo "delicada". Siendo él de clase media, se abstiene de cualquier relación fuera de su clase social (de origen).
Siguiendo siempre a Rogríguez, en una referencia que hace a Doris Sommer, según esta última autora hay una erotización heterosexual en la narrativa de construcción nacional (novelas fundacionales-amorosas). La feminización de las epistemes revolucionarias contemporáneas es, en el mejor de los casos, una oximorónica proposición de androginia, bisexualidad, y homosexualidad/homosocialidad en la constitución del estado como nacional y revolucionario: un Yo que es colectivo y que habla por las mujeres. (Véase: Rodríguez: 32)
El nivel de oralidad textualizado
Por otra parte, en relación al uso de la oralidad en el texto de Omar Cabezas hay que hacer notar que es a través de la oralidad que se rescatan "memorias" que han sido silenciadas por los discursos oficiales de la Historia. Siendo así, el testimonio nace para "rescatar" la voz y pasarla a la letra y dar a conocer masacres, atentados, mutilaciones, humillaciones insospechadas o actos bárbaros y crueles, por ejemplo, que una vez recopilados por el gestor son dados a conocer gracias al testimonio (que en principio fue oral). Además, la oralidad crea una relación con el lector, tiene un poder de convocatoria como discurso verídico o verificable.
Dice Linda Craft, refiriéndose al caso de Argueta, que tomar el lenguaje del pueblo es una forma de rebeldía. (Craft, 2000: 88) En este caso es un acto político plenamente conciente, que persigue educar al "pueblo" usando "su lenguaje" para imponerle una conciencia política con una dirección predeterminada.
Según Magda Zavala "[e]s posible leer La Montaña es algo más... como testimonio de la realidad lingüística cotidiana de Nicaragua, más que como documento político de intenciones épicas y heroicas" (1990: 294). Y lo que ocurre es que el nivel de oralidad "textualizado" hace que los lectores encuentren de alguna manera un eco entre la realidad de vida leída y su propia realidad vivida. A fin de cuentas el acto escritural del texto establece las intenciones políticas como algo propio del testimonio, es decir que se propone "orientar al lector" con un ejemplo de vida desde el cual él mismo, o ella, se reconozca.
Ernesto Castillo es bastante tímido en el uso de su voz masculina, pues está mediatizada por su cultura de clase media. En el texto se percibe su pertenencia de clase como un límite: él nunca acepta a ninguna mujer de las que lo cortejan porque se bloquea la mente con una novia utópica extranjera y de su misma clase. Sus deseos sexuales son frenados por la actitud de sobrevivir el trayecto temporario que implica el servicio militar patriótico; trata con mucho "pudor" el uso del vocabulario soez y cuando lo emplea lo hace justificando su uso como necesario. Si Cabezas es agresivo, directo, y se dirige al lector hablándole de vos ("te imaginás", "Fijate"), el "cachorro" Castillo Guerrero, en su denuncia de carácter ético de lo que fueron las estructuras del servicio militar patriótico, es pasivo en cuanto al uso del tono del lenguaje, siempre habla en pasado, como si estuviera recordando. En cambio Cabezas habla en pasado pero como si estuviera viviendo lo cuenta en el momento de narrarlo. Guerrero no se "mezcla" con los que no son de su clase. Si hay una relación aparente, es la del observador exotista caracterizando al "otro o a la otra".
El "hombre nuevo"
En el texto de Cabezas hay una clara evasión de las acciones armadas, seguramente con el objetivo de crear confianza en el receptor. Principalmente lo van orientando figuras como el Che. En lugar de la insistencia en enfrentamientos armados hay una insistencia en esta figura como motivador primordial. Es más, cuando el protagonista cree que lo perdió todo, cuando pierde a Claudia, se refugia en el Che. Dice Ileana Rodríguez que "los revolucionarios reciclan los problemas de las ontologías y epistemologías anteriores. Para sostener con fuerza sus identidades, se vuelven hacia las iconografías estables, liberales, republicanas del pasado (Bolivar = El Che = Cabezas = el guerrillero)". (Rodríguez: 31) Tanto en Cabezas como en Borge, el nuevo sujeto es caracterizado en términos de dureza y ternura, un hombre que resiste una geografía política (la montaña) y es tierno con sus compañeros de lucha. (Aquí Rodríguez da el ejemplo de cuando Cabezas se reencuentra con el "Gato Munguía", véase Rodríguez: 32.)
Al leerla "en reversa", esta constitución de lo Nuevo como diferencia crea un sujeto colectivo que no incluye a las mujeres. (Rodríguez: 32)
Los revolucionarios creían que proponiendo una "masculinidad alternativa" que incorporaba características "femeninas" como la ternura-amor (tendresse) se iban a convertir en el Hombre Nuevo. (Rodríguez: 33)
En ambos testimonios, en el proceso que lleva del hombre común y corriente al "hombre nuevo" hay una supuesta mutilación de las partes que aparentan feminidad. En Cabezas, durante el entrenamiento Tello les aclara que no son mujeres para darse por vencidos o para ser tan inútiles, mientras que en Algo más... se les aclara que no son "señoritas":
"Recuerden que aquí estamos entrenando hombres de combate, no señoritas que vayan a tejer a sus casas. Si olvidan eso les va a ir muy mal." (28)
Las formas de evasión, con respecto a los enfrentamientos armados
La "evasión " en el caso de Cabezas corresponde a las formas de pensamiento propias de la mística revolucionaria, pues sirve para sustentar el objetivo de "educar" para el futuro, para transformar hombres normales en hombres nuevos (nunca se dice "mujer nueva"). Omar Cabezas no aborda la crudeza de los enfrentamientos armados con la guardia en la lucha por el poder. Lo que hace es eludir esa parte y hablar de su formación ideológica, no de la toma del poder o de los choques con la guardia.
El problema es que si se está hablando de que el testimonio surge para dar voz a los sin voz, hasta qué punto es un cambio de paradigma dentro del "género" que los que ya tienen voz, como es el caso de Omar Cabezas, adquieran una nueva voz, esta vez representativa de una comunidad imaginada o un imaginario colectivo denominado nación nicaragüense. Esto parece más bien una "re-calificación" del acto escritural, según la cual lo que hace Cabezas ya no sería ficción, tampoco sería la "verdad" absoluta, pero sí sería recibido como portador de una fuerza auténticamente testimonial. O tal vez haya que preguntarse si esto le quita vigencia al género, en el sentido epistemológico.
A manera de conclusión se puede decir que de la lectura de los testimonios anteriores surgen dos interrogantes: ¿hasta qué punto se puede hablar de que la "subalternidad" adquiere voz en estos testimonios, si sabemos que el objetivo del género es dar voz a la diferencia? Y, ¿hay un problema ético con respecto a las líneas de veredicción?
Si se busca la "marginalidad" de Cabezas o de Castillo, es posible de alguna manera que se la encuentre, pero en ese caso estaríamos hablando de que el testimonio parece renovar los auges del criollismo, pues no deja de proyectar la visión exotista de unos supuestos subalternos.
En los textos estudiados no aparece otro fin más que el de dar una lección a las nuevas generaciones, sentando un precedente de heroicidad sin implicaciones (Cabezas) o de señalar "errores" que sólo se pudieron cubrir con el heroísmo o la muerte de muchos jóvenes nicaragüenses (Castillo).
Encuentro que la función primordial del texto de Cabezas es concientizar con una función politizante, aprovechando la riqueza de la oralidad, en el sentido de que la tradición oral constituía una manera fuertemente establecida de comunicar y educar (de madres a hijos o de los mayores a los menores) en la población mayoritariamente iletrada o analfabeta de ese entonces. Al mismo tiempo, en Castillo Guerrero el afán es de educar con el ejemplo de su vida, para demostrarle a las "nuevas generaciones" que con sacrificio es posible salir adelante, eludir dificultades.
Los textos, independientemente de su categorización científico-literaria, a fin de cuentas "dependen de la forma de lectura (recepción) que de ellos haga el lector o lectora. Siendo así, un texto va dirigido a un público preestablecido, por ejemplo "al pueblo nicaragüense": si éste lee la obra como testimonio, pues será testimonio, si lo lee como novela, también será novela. Lo que importa es qué repercusiones tiene este tipo de "textualidad" en los niveles de sociabilidad de una comunidad determinada.
*Dirección: Associate Professor Mary Addis*
*Realización: Cheryl Johnson*
*Modificado 06/26/01*
*© Istmo, 2001*