Willy
Muñoz
El performance de
la tradición y la nacionalidad
en Loubavagu o “El
otro lado lejano” de Rafael Murillo
Selva Rendón
Kent University, EE.UU.
wmunoz@kent.edu
Obras | Citadas
Originario de Tegucigalpa (1936), abogado de
profesión, catedrático, ensayista y conferencista
de teatro y temas político-culturales, Rafael Murillo
Selva Rendón, ha fundado y dirigido elencos teatrales
como “La Merced,” “Superación Garífuna,” “Rasca
Niguas,” “La Cantera,” “El Manchen” y “Lanigimua
(Corazón de la Tierra),” elencos en los que, en
ocasiones, ha hecho de actor. Como director teatral, fue premiado
en festivales internacionales realizados en España, México,
Colombia y varios países centroamericanos. De las diez
obras teatrales que ha escrito, sólo dos han sido publicadas
hasta la fecha: Loubavagu o “El otro lado lejano” y Creo
que nadie es capaz de mentir o el caso de Riccy Mabel, ambas
editadas en Tegucigalpa por Litografía López el
año 2000. “El Bolívar descalzo,” “El
huracán Fifí,” “José Cecilio
del Valle y la independencia de Centro América,” “Don
Anselmo,” “La reina malvada y el derecho a la vida,” “Seis
piezas para títeres,” “La danza con las almas” y “La
historia de una ceiba” permanecen inéditas. Tiene
en su haber más de cuarenta obras escenificadas no sólo
en Honduras sino también en Colombia, Sri Lanka, Guatemala,
Estados Unidos, Francia y el Brasil.
Loubavagu o “El otro lado lejano”,
cuyo debut data de 1980, es un drama que teatraliza la historia
del pueblo garífuna. Hoy en día, los garífunas
viven en la Costa Atlántica de Honduras, Guatemala y Belice;
provienen de la mezcla de esclavos negros y de indias arahuacas
y caribes, originarias de una isla pequeña situada al
sur de la Martinica, en San Vicente. De aspecto físico
negroide, los garífunas hablan una lengua de origen caribe
que incluye expresiones francesas, españolas e inglesas.
Por considerarles indomables y como consecuencia de una prolongada
guerra por lograr su independencia, los ingleses decidieron deportar
a los garífunas a las Islas de la Bahía, en la
costa norte de Honduras, que es el grupo cuya historia Murillo
dramatiza en su obra. En el momento de su deportación
a Honduras, los garífunas eran unos cinco mil y ahora
sobrepasan los cien mil en los tres países citados anteriormente.
(ver Barthélèmy, 1981)
Aislados en el litoral norte hondureño,
los garífunas fueron ignorados hasta que Murillo los rescata
del olvido. El propósito inicial de esta pieza teatral,
pues, es dar a conocer su historia, la que comienza con un barco
de negros que naufraga en el Caribe, frente a la isla de San
Vicente en 1635. Aquellos náufragos se mezclan con los
indios caribes rojos, dando como resultado un grupo étnico
nuevo que posteriormente es colonizado por franceses e ingleses,
historia que continúa con sus luchas emancipadoras y concluye
con su deportación a las Islas de las Bahías, en
las costas de Honduras, donde son nuevamente explotados por terratenientes
y compañías internacionales, en un ciclo repetitivo,
abusos que se extienden hasta nuestros días. El drama,
entonces, en apretada síntesis, dramatiza tres siglos
y medio de la historia del pueblo garífuna.
Loubavagu es un drama construido según
los postulados de varias corrientes teatrales, entre ellas el
teatro popular, el teatro antropológico y el teatro épico
brechtiano. Para Augusto Boal, el tema principal del teatro popular
es la lucha contra el imperialismo. (ver Boal, 1972: 38) En el
drama de Murillo, el imperialismo toma varias formas: el colonialismo,
el latifundismo y las transnacionales. Otra característica
del teatro popular es que la pieza presenta la problemática
social garífuna desde el punto de vista del pueblo mismo
(ver Boal, 1972: 45), expuesto, en este caso, ya sea por el narrador
o por el pueblo mismo, grupo que expresa sus pesares a la manera
del antiguo coro griego.
Para crear esta pieza, el director de Teatro
Hondureño, Rafael Murillo Selva, viajó a Guadalupe
donde, junto con algunos miembros del pueblo garífuna,
comenzó a armar esta obra de creación colectiva.
El crítico teatral Michelle Barthélèmy del
diario Le Monde de París hace un recuento de
la creación de este drama basado en la historia del pueblo
garífuna. Al crear la obra con eventos históricos
trascendentales que reflejan la condición social garífuna,
los actores garífunas, a través de los múltiples
ensayos adquieren conciencia de su pasado, de su etnia, de su
razón de ser y del ciclo de opresión que han sufrido
como pueblo, historia que representan ante diversos públicos
por más de diez años. Esta conciencia les permite
a los actores garífunas, que actúan a ser garífunas,
cambiar la manera de percibir su realidad sociopolítica,
situación que complica aún más la paradójica
relación que existe entre el teatro y la vida. De la misma
manera, cuando la audiencia es el pueblo garífuna, lo
escenificado en el tablado deviene el reflejo de su realidad,
de modo que, para ese público, Loubavagu es el
medio que posibilita la toma de conciencia de su realidad histórica.
De esta manera, Loubavagu constituye un teatro de la
identidad. Es más, las estrategias épicas de esta
obra instan a que los receptores de otras latitudes reflexionen
sobre la opresión e injusticias cometidas contra este
grupo étnico del que hasta entonces tenían escasa
información histórica. El triunfo de la representación
de esta pieza ante más de 200.000 espectadores de las
Américas y Europa da testimonio de la identificación
del público con este teatro de dimensiones épicas.
(ver Jaén, 1990)
Según Richard Schechner, existen varios
niveles de “transformación de la conciencia” (Schechner,
1985: 10), tanto entre los actores como en el público,
ya sea como individuos o como grupo, cambio motivado por el performance.
El mencionado crítico diferencia entre la “transformación” y
la “transportación.” En la primera clase de
performance, los actores cambian de actitud, mientras que en
el segundo caso, el cambio ocurre sólo durante el performance,
cuando los actores son “transportados a otra parte,” cuando
dan vida a su personaje durante la representación, para
luego volver a su estado inicial. Sin embargo, añade que,
tras una serie de transportaciones performativas, el actor puede
lograr una transformación (ver Schechner, 1985: 125-126),
estado que, sin duda, alcanzan los actores de Loubavagu.
La transformación performativa es más propia de
los ritos de iniciación, en los cuales los iniciados adquieren
un nuevo estatus o una nueva identidad social. La misma transformación
ocurre entre los actores del drama de Murillo, quienes adquieren
una nueva conciencia étnica, un conocimiento que les habilita
para contribuir a la construcción de una sociedad que
esté más acorde con su realidad sociopolítica.
La obra dramatiza la esclavitud de los negros
procedentes de África, el accidente marítimo que
hace que un grupo de ellos naufrague frente a las costas de San
Vicente, donde entran en disputa con los nativos de esa isla,
con quienes también forman uniones creando así un
nuevo grupo étnico. Carentes de poder, son sacrificados
como peones en el tablero de ajedrez colonial de Francia e Inglaterra,
naciones colonialistas que intercambian tierras y habitantes,
comercialización que da como resultado la eventual deportación
de los garífunas a Honduras, donde nuevamente se mezclan
con otros grupos étnicos, incrementando así el
sincretismo cultural y religioso de un pueblo de por sí rico
en tradiciones. Los garífunas, por lo tanto, sufren un
doble exilio, de África y de San Vicente, experiencias
que les hacen sentir en todo momento la desorientación
propia del extranjero.
En esta obra de estructura capitular, la repercusión
del ritmo del tambor une, como una especie de hilo dramático,
las varias escenas de la pieza. La música –la punta– el
canto, la danza –el ganchéi, el arumahaní y
el wanáragawa– el uso esporádico de la lengua
garífuna y los ritos escenificados dejan constancia de
la presencia de una innegable corriente cultural de origen africano.
El título mismo, Loubavagu o “El otro lado lejano” señala
aquella tierra lejana, más allá de los mares, de
donde los africanos fueron sacados contra su voluntad y traídos
a las Américas para ser esclavizados. La obra dramatiza
las penurias y tribulaciones de uno de esos grupos étnicos
desarraigados de su suelo maternal, pero que mantiene viva sus
tradiciones ancestrales, creencias que forman parte de su cotidianidad.
El componente antropológico –la
música, el canto y la danza– no está incorporado
en el drama como un simple elemento folklórico, sino que
constituye un verdadero símbolo cultural que origina y
fundamenta aquellos procesos que culminan en el cambio de las
relaciones sociales. El componente kinésico, pues, forma
parte del desarrollo dinámico, dado que los símbolos
instigan la acción social, el cambio, tanto a nivel personal
como en las relaciones sociales. (ver Turner, 1976: 117-118)
En Loubavagu, el/la narrador/a que recita o canta la
historia garífuna, desde un principio menciona la dinámica
del cambio como un factor constante en la travesía del
pueblo garífuna:
“V
Con los nuevos tiempos
una nueva codicia se regó por el mundo,
la fuerza se impuso, llegaron las
guerras y las destrucciones
cambiaron las cosas con veloz frecuencia
y el mundo dio vueltas con dolor y sangre.
VI
Es esta vida que se mueve y cambia
Que sube y que baja, que vuela y navega
Desde Yuramain hasta nuestra Honduras ...
El canto y la danza, que en las escenas iniciales
tenían un ritmo lento, van adquiriendo más vigor
y, al final de la obra, se hacen más vertiginosos, ocasión
en la que se baila el Wanáragawa, que es una danza guerrera,
y la danza del Indio Bárbaro y el Guarín, bailes
rituales de personajes mitológicos que suelen hacer sus
apariciones durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo,
subrayando así la intencionalidad simbólica de
la obra: el renacimiento del pueblo garífuna, su permanente
renovación social. Los elementos antropológicos,
por lo tanto, contribuyen a motivar la acción, promueven
el cambio social, de manera que dejan de ser un simple complemento
decorativo.
Loubavagu tiene también varias
de las características del teatro épico. Siguiendo
a Brecht, la primera estrategia que se nota en este drama que
contiene una introducción y dos partes, es la presencia
de la voz narrativa, quien narra o canta la historia de los garífunas.
La historia que narra es dramatizada por una treintena de actores
que aparecen en escena. La dramatización de tres siglos
y medio de historia se logra gracias a su estructura episódica,
la que le permite al autor mostrar en rápida sucesión
escenas que tienen lugar en tiempos e inclusive en continentes
diferentes. Gracias a este esquema, los personajes hacen una
serie de papeles breves para dramatizar el constante cambio en
la historia garífuna. El propósito de la obra,
pues, no es crear personajes con quienes el público receptor
se pueda identificar, sino escenificar la travesía de
todo un pueblo, crear, según las palabras de Emanuel Jaén, “un
fresco épico.”
Los actores recurren también al uso
de la máscara, de muñecos, a la pantomima y muestran
los resortes de la representación. Por ejemplo, al sacarse
la peluca en el escenario, algunos actores se quitan su “traje” de
indio para luego hacer de negros, o arman el decorado de una
nueva escena en presencia del público o a veces quedan
como congelados cuando no toman parte en la acción. Todos
estos recursos producen extrañeza en el público,
desfamiliarización destinada a romper la ilusión
producida por el teatro aristotélico. De esta manera,
los espectadores experimentan los efectos del Verfremdung,
el cual, según Brecht, es “una forma de representación
a través de la cual lo familiar se convirtiese en sorprendente
y lo habitual en asombroso. Aquello con lo que nos hallamos todos
los días debía producir un efecto peculiar, y muchas
cosas que parecían naturales debían ser reconocidas
como artificiales” (citado de Toro, 1984: 29). Esta forma
de representación requiere que el destinatario del discurso
teatral diferencie entre el actor y el personaje que hace, a
la vez que los efectos del Verfremdung están
diseñados para que el público reflexione sobre
la historia narrada, sobre los abusos cometidos contra ese pueblo.
En el teatro épico, brechtiano, entonces,
el espectador no debe confundir al actor con el personaje, desdoblamiento
que en Loubavagu adquiere una inusitada complejidad.
En esta obra, la vestimenta de los actores, la música,
las danzas, los ritos escenificados y la historia misma tienen
su referente en la realidad cotidiana que se encuentra detrás
de bastidores, referencialidad fácilmente reconocible
especialmente cuando el público mismo es garífuna.
Para Richard Hornby, esta autorreferencialidad hace que el público
esté consciente de la vida fuera del escenario, de la
transmutación estética de la vida en teatro, relación
que el citado teórico denomina “semiosis” (Hornby,
1986: 98). Esta traslación es el resultado de la biubicuidad
paradójica del actor-personaje ya que el actor está siempre
en escena, con su esencia inmutable y materialmente presente,
en el personaje, lo cual permite potencial y fácilmente
la reversión a la vida real, especialmente en el drama
de Murillo, donde los actores garífunas actúan
a ser garífunas. Claro que la vida real propiamente no
se inserta en el teatro, sino, según Hornby, el reconocimiento de
la vida real (ver Hornby, 1986: 98). No sorprende, entonces,
que Murillo mismo describa su creación teatral como “una
actuación natural, emparentada con la vida” (citado
de Jaén, 1990). El crítico de teatro Fernando González
Cajiao nota asimismo la relación íntima que existe
entre esta obra y su contexto referencial. Al presenciar la escenificación
de esta pieza y ver la penosa historia dramatizada por los actores
garífuna, no puede más que preguntarse:
“¿Cuántas odiseas hay
todavía escondidas en esta fabulosa historia? ¿Cuántos
millones de víctimas indígenas y negras representan
estos dieciséis actores que uno ve bailando tan ingenuamente
en el escenario? ¿Qué tremendos dramas antiguos
yacen aún en sus conciencias? ¡El teatro y la
realidad llegan así a fundirse de tal manera en este
espectáculo ...” (González Cajiao, 1994:
157)
Si bien la obra dramatiza el pasado y la nostalgia
por las tierras ancestrales remotas, el propósito no es
mostrar una tradición extranjerizante, sino, al contrario,
aboga por la hondureñidad de este grupo étnico
que inicialmente proviene de otro lado lejano. Cabalmente, esta
pieza dramatiza la incorporación del pueblo garífuna
en la historia de Honduras y la historia de explotación
que sufre en dicho país es también representativa
de la historia de otros grupos marginados hondureños.
En Honduras, los garífunas sufren los
problemas que son propios de los campesinos: la posesión
de la tierra. En este drama de estructura episódica que
muestra los constantes cambios en la vida comunal garífuna,
un hecho histórico se repite cíclicamente con trágicas
consecuencias: la expropiación de la tierra garífuna.
La posesión de la tierra es el problema económico
más importante de esta obra, ya que a través de
su historia, el aguerrido pueblo garífuna lucha por la
tenencia de la tierra, la cual es sucesivamente expropiada por
los poderes coloniales, por hacendados inescrupulosos y por compañías
extranjeras que recurren a métodos sanguinarios de explotación,
además de ser explotados por el aparato burocrático
hondureño y por oficiales que extorsionan su pobre economía
con taimadas estrategias durante el proceso de legalización
de sus tierras.
Si bien el pueblo garífuna ha sido sistemáticamente
explotado, racialmente discriminado, víctima de injusticias
gubernamentales y expresamente mantenido en la ignorancia, su
historia tiene mucho en común con otros grupos marginales
de Honduras. Por esta razón, subtemas como el analfabetismo,
la persona que llega a la ciudad y con el pasar de los años
reniega de su origen étnico, o el emigrante a los Estados
Unidos que regresa con una gestualidad extranjerizante, o la
llegada de los turistas que cambia la estructura social de un
lugar, son temas propios de Honduras y de las naciones del llamado
Tercer Mundo.
Sin embargo, a pesar de la marginación
del pueblo garífuna, su hondureñidad está sabiamente
dramatizada en la escena que trata de la educación que
un maestro clandestinamente les imparte: este profesor no sólo
les enseña a leer y escribir, sino también les
instruye sobre la historia de los héroes garífunas
a la par de los héroes hondureños; les enseña
a cantar el himno nacional, a honrar a la bandera como hondureños
y les informa sobre sus derechos humanos como hombres. Si bien
esta enseñanza simbólica del pueblo garífuna
termina con la llegada de las fuerzas represoras del gobierno
que buscan al maestro por haber cometido el delito de alfabetizar
a su pueblo, dicha instrucción está diseñada
para que este grupo étnico tome conciencia de que ellos
también son parte de Honduras y de su historia.
En la escena que sigue, los militares con fusiles
y ametralladoras preguntan a los del pueblo dónde está el
profesor, pero ellos al unísono y reiteradamente contestan: “Aquí no
hay”, respuesta reminiscente de Fuenteovejuna de
Lope de Vega. En ese drama histórico, los habitantes encubren
al asesino del tiránico comendador de Calatrava. El pueblo,
cansado de sufrir esa tiranía, cuando el juez pesquisidor
pregunta por el asesino, ellos responden que fue Fuenteovejuna,
o sea que el asesino fue todo el pueblo. De la misma manera,
en el drama de Murillo, el “aquí no hay”,
crea una conciencia de pueblo, de un pueblo unido ante la represión.
El símbolo final de apertura hacia el
resto de Honduras está representada por la construcción
de una carretera. La carretera permite al pueblo garífuna
establecer contacto con los de afuera, pero la carretera asimismo
sirve para que gente extraña invada el pueblo. En efecto,
la carretera trae una ola de turistas y uno, significativamente,
lleva la misma máscara del agente de la compañía
bananera que quería comprar la tierra a precios irrisorios,
y ahora quiere hacer lo mismo para construir hoteles y casino.
Una anciana, que no quiere vender su tierra, invoca el espíritu
de sus antepasados, quienes responden a la invocación
y danzan, uno vistiendo el traje guerrero de los máscaros,
otro viste como el Indio Bárbaro y otro más como
el Guarín, personajes mitológicos que convergen
en escena para apoyar a la defensa de la tierra garífuna.
Esta última escena sintetiza los temas más importantes
del drama: primeramente, la carretera es como el símbolo
de apertura a la hondureñidad. Pero, la carretera trae
también nuevos invasores que tratan de despojarles de
sus tierras, hecho que dramatiza el continuo ciclo de explotación
del pueblo garífuna. Segundo, la concurrencia de los espíritus
deja entrever la fundación mítico-histórica
de la cultura garífuna, base tradicional sobre la que
este pueblo se desarrolla hasta alcanzar la modernidad. Esta
escena muestra, entonces, la paradójica relación
entre la permanencia y el cambio, así como la sincronía
del pasado y del presente.
Los versos iniciales de la última canción
con la que concluye la obra dice:
“Blanco wai, déjame entrar, déjame
entrar
connacional ...
soy hondureño
de nacimiento
déjame pasar
déjame pasar”
Después de este canto se invita al público
a subir al escenario. De esta manera se mancomunan actores y
público por medio de cantos y danzas, simbólicamente
se estrechan lazos de unión entre compatriotas o, en otros
casos. El público foráneo se identifica aún
más con la lucha social garífuna.
Para mostrar la historia, la explotación
y el desarrollo del pueblo garífuna, Rafael Murillo Selva
Rendón crea un teatro de imágenes, para lo cual
se vale de coros, cantos y danzas, de música, héroes
y espíritus para mostrar teatralmente no un hilo histórico
propiamente, sino para dramatizar una cultura viva, que vibra
polirrítmicamente al sonido del tambor. Con esta pieza,
inscribe la historia de un pueblo en la geopolítica mundial,
a la vez que los garífunas mismo obtienen conciencia de
su devenir histórico, de su particular pasado étnico
y de ser parte integral de Honduras.
© Willy
Muñoz
Obras Citadas
Arriba
Barthélèmy, Michelle, 1981: “Loubavagu
(El otro lado lejano)”, en: Le Monde. Trad.
Roberto Martínez
Castañeda. El Tiempo [Tegucigalpa], 8 de marzo.
Boal, Augusto, 1972: Categorías de
teatro popular. Buenos Aires: Ediciones Cepe.
De Toro, Fernando, 1984: Brecht en el teatro
hispanoamericano contemporáneo. Ottawa, Ontario:
Girol
Books.
González Cajiao, Fernando, 1994: “Loubavagu: ¿Entre
la tradición y la vanguardia?”, en: Latin American
Theatre Review 28.1: 153-158.
Hornby, Richard, 1986: Drama, Metadrama,
and Perception. Lewisberg, Pennsylvania: Bucknell University
Press.
Jaén, Emanuel, 1990: “Loubavagu cumple
diez años”, en: El Público 80.
Schechner, Richard, 1985: Between Theatre
and Anthropology. Philadelphia: University of Pennsylvania
Press.
Turner, Victo, 1976:. “Social Dramas and
Ritual Metaphors”, en: Ritual, Play, and Performance.
Ed. Richard Schechner and Mady Schuman. New York: The Seabury
Press, 97-120.
*Istmo*
*¿Por
qué existe Istmo? *¿Qué es
Istmo? *¿Quiénes
hacen la revista? *¿Cómo
publicar en Istmo?*
*Consejo
Editorial *Redacción *Artículos
y Ensayos *Proyectos *Reseñas*
*Noticias *Foro
Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*
*Dirección: Associate Professor Mary
Addis*
*Realización: Cheryl
Johnson*
*Modificado 02/03/09*
*Istmo@wooster.edu*
*© Istmo, 2009*
|