Janis
Krugh
Hombres condimentados,
mujeres sin sal: Una dieta en desequilibrio
o un acercamiento a Hombres en escabeche de Ana Istarú
University of Dayton, EE.UU.
janis.krugh@notes.udayton.edu
Notas | Obras
Citadas
Estrenada en 2000 en San José, Costa
Rica, la obra teatral Hombres en escabeche (1999) de
Ana Istarú expone la lucha de la mujer por la liberación
y la igualdad en el orden social. La Niña/Novia –papeles
interpretados por una sola actriz– comenta las normas dobles
que la mujer subyugada en la sociedad falocéntrica ha
tenido que aguantar: los tabúes en cuanto a su lenguaje,
su sexualidad y su comportamiento en general, a la vez que se
le considera inferior al hombre en todo sentido excepto en lo
espiritual. Se examinarán los varios modos en que la dramaturga
costarricense cómicamente transgrede las convenciones
patriarcales, así afirmando una liberación femenina,
lo cual posibilita transformaciones igualitarias en el orden
falocrático. Se enfocará la ideología feminista
presentada en la pieza mediante el lenguaje y el uso extenso
del monólogo, elementos que se asemejan a Los monólogos
de la vagina (1998) de Eve Ensler.
En cuanto a la temática de las obras
mencionadas, coinciden en que las dos discuten la identidad femenina
por medio de las varias de las experiencias únicamente
compartidas por las mujeres: el desarrollo de los pechos y la
compra del primer sostén y el aborto espontáneo
en Istarú; la menstruación, la penetración
vaginal y el embarazo en las dos; el orgasmo múltiple,
el parto y el sexo lésbico en Ensler. Se percibe a Ensler
y a Istarú como subversivas o revolucionarias ya que no
recurren a las divisiones teatrales tradicionales de actos y
escenas, prefiriendo utilizar elementos metateatrales. Estructuralmente,
Ensler hace uso de monólogos basados en extractos de entrevistas,
intercalándolos con hechos tomados de fuentes periodísticas
o enciclopédicas. Tanto en Hombres en escabeche como
en Los monólogos de la vagina, las protagonistas
siempre están conscientes de dirigirse a los espectadores,
lo cual implica un posible diálogo. Hombres en escabeche empieza
como un monólogo en que Alicia, vestida de novia, espera
a un hombre, al que será su esposo. Sin embargo, al dirigirse
al público, la protagonista invoca a siete hombres que
han tenido un impacto fuerte en su vida: su hermano (Andrés),
su papá, el primer novio, el Filósofo (su primer
amante), el Yupi, el Músico y el Desconocido. Estas invocaciones
sirven para presentar escenas retrospectivas en que Alicia dialoga
con ellos, rompiendo la estructura lineal del tiempo y posibilitando
tanto un fluir entre el pasado y el presente como un fluir de
conciencia, aunque técnicamente, estos diálogos
forman parte del monólogo de la protagonista. Además,
por medio del monólogo y estos diálogos el público
ve el desarrollo psicológico de Alicia desde niña;
es decir, cómo construye su identidad femenina. Una última
razón por la cual el uso del monólogo interior
resulta apropiado en las dos obras es que, de acuerdo con Julia
Kristeva, el discurso femenino puede describirse como un discurso
semiótico / ilógico de lo inconsciente, lo atemporal,
lo reprimido y lo transverbal (Macaya, 1992: 87), lo opuesto
del “discurso simbólico, lógico y coherente
del patriarcado” (Acón Chan, 2004: 2).
En su conocido estudio sobre el marianismo
como complemento del machismo, Evelyn Stevens define el término
como las normas de comportamiento femenino basadas en el culto
a la superioridad espiritual de la mujer con respecto al hombre
(91), notando que tanto el vocablo como el concepto provienen
del culto a la Virgen María y que su enfoque principal
reside en el papel maternal de la mujer y su infinita capacidad
para la humildad y el sacrificio (91, 94), un modelo ideal imposible
de imitar.1 Stevens
agrega que la sociedad machista con sus morales dobles, al prescribir
la castidad premarital y frigidez posnupcial para la mujer, ordena
que la mujer “decente” o “buena” no goce
del coito sino que sólo lo aguante como un deber matrimonial
(96). Del mismo modo, según el ya clásico estudio
de Octavio Paz en El laberinto de la soledad, la mujer “decente” se
califica por su prudencia, pudor, pasividad y sumisión
a los hombres de su familia; en suma es “un instrumento” u
objeto del hombre, “... un reflejo de la voluntad y querer
masculinos” (31-32).
El personaje femenino de Hombres en escabeche alude
al condicionamiento socio-sexual que recibió, al comentar
que aprendió de niña cuáles eran las expectativas
en relación con la conducta femenina:
“... hice todo lo que me ordenaron ...
poner la mesa, quitar la mesa, lavar los platos, secar los
platos, guardar los platos, poner la mesa. Sentarme con las
piernas cerradas. No rascarme en público, no bostezar
en público. No hablar en público ... pedí permiso
para retirarme, permiso para quedarme, permiso para pedir permiso.” (66-67)
En otro momento, al comentar lo difícil
que es ser mujer, observa que ser mujer se define por lo que
no se le permite hacer:
“... una mujer no puede (ser mujer se
define por los ‘no puede’) sentarse sola en un
parque sin que la hostigue una horroroteca de tipos más
feos que el déficit cambiario, salir indemne de un autobús
repleto, ser presidente de la FEDEFUTBOL, graduarse de doctora
uróloga o decir malas palabras” (75).
En lo tocante a los tabúes lingüísticos
impuestos a la mujer, con las primeras palabrotas que salen,
una voz de la cabina de luces aparentemente censura a Alicia:
“En clase de costura no me salía
el punto en cruz, y un buen hijueputazo. Se me olvidaba el ‘Yo,
pecador’ en el catecismo y un ¡a la mierda! bien
dado. ¿Perdón? (Se tapa los ojos con la mano,
a fin de evitar la luz de los reflectores y comprender lo que
le dicen de la cabina de luces). ¿Cómo? (Pausa). Está bien,
lo siento. Lo lamento mucho, parece que no se permiten malas
palabras en este teatro. Como en la clase de catecismo. Sólo
que aquí no tengo que confesarme con el luminotécnico.” (67-68)
Comenta la protagonista que su hermano “tenía
derecho a salpicar toda una conversación con el producto
de la excreta”, pero si ella decía “¡púchica”,
la “veían torcido” (75). Por eso, aprendió a
utilizar eufemismos y palabras cultas por palabrotas: “galleticas
de maicena” por los senos, “la espada de fuego de
San Miguel Arcángel” por el placer de la penetración
vaginal, “consumir hombres sin filtro” por tener
relaciones sexuales sin condón, “vástago
de meretriz” e “hijo de la gran ... Bretaña” por
hijo de puta, “el proxeneta”, “la hetaira” y “la
meretriz” por prostituta. Cuando Alicia hace uso de estos
vocablos, obedeciendo a las restricciones impuestas a las “mujeres
decentes”, “el efecto es tan cómico que ...
provoca identificación con su lenguaje marginal”,
y resulta “todavía más jocoso porque no es
la norma” (Acón Chan: 2004, 7).
Como se vio anteriormente, la cabina de luces
sirve para recordarle al público el orden falocrático
y las prohibiciones lingüísticas que le impone a
la mujer. Después de que Alicia acaba de relatar la ruptura
de su relación con el Filósofo, hay otro incidente
en que se le censura mientras ella lanza injurias al Filósofo:
“¡Desdichado! ¡Malparido! ¡Ampolla,
pústula, bodrio! ¡Adefesio emocional! ¡Amorcida! ¡Egodicto! ¡Puercólatra! ¡Pécoro! ¡Idi
Amín! ¡Neoliberal! ¡Cardumen! (Escucha algo
que le dicen de la cabina de luces). ¿Qué? (Pausa). ¿Qué me
importa que cardumen no sea insulto? ¿Querés
insultos? ¡Hijo de la gran pííííp! (Imita
el sonido con el que se censuran en la televisión las
malas palabras). ¡Pedazo de pííííp! ¡Andate
cuarenta veces a la repííííp! ¡Pííííp! ¡Píp! ¡Píp! ¡Píp! (Pausa
final). ¡Pííííp!” (120)
Aquí la protagonista no sólo
transgrede el tabú lingüístico anteriormente
mencionado sino que se libera de él. Al imitar el sonido
censorial, le quita al hombre el poder de callarla, sarcástica
y humorísticamente autocensurándose a la vez que
evoca en la mente del oyente las palabras prohibidas sin decirlas.
Leilah Assunção, dramaturga brasileña, ha
comentado la necesidad de rebelarse contra estos interdictos
lingüísticos para la mujer: “Using ... obscenities
was taking the power of my own sexuality back into my hands ...” (France/Corso,
1993: 149), una idea afín a la de Cixous.2
El padre de la protagonista ejemplifica perfectamente la definición
del macho propuesta por Paz:
“... el hecho es que el atributo esencial
del ‘macho’, la fuerza, se manifiesta casi siempre
como capacidad de herir, rajar, aniquilar, humillar. Nada más
natural, por tanto, que su indiferencia frente a la prole que
engendra.” (Paz, 1959: 74)
La protagonista ha sufrido de varios modos
por esta indiferencia paternal, pero quizás el más
hiriente es que el padre aparentemente ni siquiera recuerda su
nombre, llamándola de una manera distinta cada vez que
la ve. Como indica Luce Irigaray (2002: 12), “[t]he proper
name best represents the paradox of the engendering of ‘1*
out of <zero>” (12). Consecuentemente, cada vez que
el padre llama a Alicia por otro nombre, la aniquila metafóricamente,
quitándole una parte esencial de su identidad, intentando
volverla a cero. Cuando el padre la llama “María”,
Alicia sale del diálogo con él, dirigiéndose
al público:
“¡María! ¿María
la criada o María la Santa Madre? ¡O mejor ambas! ¡Dame
de comer! ¡Ahora me llamo mamá! (Grita). ¡Para
que te enterés: me llamo Lucrecia Borgia, Circe, Morgana! ¡Dalila! ¡Medea! (Llora). ¡Me
llamo Alicia!” (146)
Al pronunciar cada nombre, Alicia se identifica
con mujeres históricas o míticas reconocidas por
ejercer cierto poder sobre el hombre al violar las normas de
conducta femenina establecidas por el patriarcado, o sea,
“... convoca a la diosa que vive dentro
de ella y da vida a esas antepasadas, hermanas de infortunio
y estigma social, quienes al desafiar tiempo y espacio, se
refinen con su descendiente femenino y evocan un regreso a
las sociedades matriarcales previas al patriarcado de Occidente”.
(Acón Chan, 2004: 8)
En un momento el personaje femenino –de
niña ya en su etapa edípica con la concomitante
envidia del pene– le cuenta al público cómo
notó que su hermano ganó más atención
y aprobación paternas que ella. Determinada a descubrir
lo que los diferenciaba para poder remediar la situación,
Alicia cómicamente confiesa que lo espió en el
baño:
“... y ahí lo comprendí todo: él
orinaba de pie, igual que papá. ¡Qué alivio!
Si era sólo eso, yo estaba dispuesta a hacer un rápido
aprendizaje de la materia. Me enfrenté al inodoro con
una gran fe en mí misma, separé un poco las piernas
y me dispuse a lanzar con distinción y donaire un radiante
chorro. Aquel fracaso marcó mi vida. El baño
parecía un jacuzzi y yo una sobreviviente del Titanic.
Comprendí dos cosas: por qué debía sentarme,
con las piernas cerradas, y por qué papá quería
a mi hermano: tenía mejor puntería.” (67)
Como Alicia no podía imitar al macho
en este aspecto por razones anatómicas, procuró imitarlo
al jugar al fútbol y decir palabrotas, otras formas de
conducta aceptables para los hombres pero no para las mujeres.
Alicia comunica su conciencia de la moral doble
en varios momentos, notando que “... el sexo, o ... el
libre ejercicio de la sexualidad, acarrea consecuencias muy distintas
según uno sea damita o caballero”, explicando que
una mujer que pierde su virginidad antes de casarse
“... se convierte ipsofácticamente
en una resbalosa, sometida, jabonera, turra, perdida, prostituta,
tipa, ramera, meretriz, hetaira (también del diccionario),
gata, perra, zorra, pécora, cuarenta, mujerzuela, mujer
de la calle, mujer de mala vida, mujer de vida alegre, o mujer
pública, que por supuesto, nada tiene que ver con hombre
público” (77).
Así, Istarú señala la
misma oposición binaria entre la Virgen y la Chingada
expuesta por Paz en El laberinto de la soledad (76-77).
En cambio, un hombre en la misma situación se considera “un
don Juan, un Casanova, un Valentino, conquistador, seductor,
matador, azotador, playboy, latin lover, jungle fever” (Istarú,
77). De ahí, Alicia saca la conclusión que
“el honor de una mujer se encuentra
en un sitio muy específico de su anatomía, por
una broma cruel, católica y apostólica de la
naturaleza. Y perderlo era más grave que perder el pasaporte
en un golpe de estado en Uganda.” (77)3
En otro momento de la obra, después
de que Alicia le confiesa al Yupi que no es virgen, éste
refuerza la machista visión binaria de la mujer cuando
decide no llevarla a conocer a sus padres, sugiriéndole
que se vayan juntos a “un paraíso escondido en la
montaña” (137) a pasar el fin de semana.
Otro momento en que la Novia se refiere a su
conciencia de esta dualidad femenina se observa cuando al final
de una sesión de intercambiarse besos apasionados con
el primer novio, éste la abandona para satisfacerse con
otra:
“Lo que nunca nos contó Moisés
ni me enseñaron en el catecismo, es que hay dos tipos
de mujeres: la una y la otra. La una era yo, la noviecita pulcra,
digna de ser presentada a mamita, y la otra era ‘la otra’,
la que podía comerse al novio entero, sin cubiertos
y con mostaza.” (94)
La protagonista rompe definitivamente con estas
normas sexuales cuando decide ser “la otra” al conseguir
un amante. Sin embargo, esta relación con el Filósofo
también le presenta problemas. Como Alicia nunca alcanza
un clímax en el acto sexual, el Filósofo se disculpa,
informándole estereotípicamente que “todas
las mujeres son lentas” (111), pero cuando un editor decide
publicar un artículo de Alicia en vez de el del Filósofo, éste,
sintiéndose amenazado por sentimientos desnaturales de
inferioridad o tal vez de sensaciones de incompetencia sexual,
se burla de la posibilidad que ella haya escrito algo digno de
ser publicado:
“FILÓSOFO: –¿Y se
puede saber sobre qué es tu magistral y esclarecedor
artículo?
ALICIA: –Sobre un santo que no conocés ni por
el forro.
FILÓSOFO: –¡No te lo puedo creer! ¿Santa
Frígida?
ALICIA: –¡No! ¡San Clítoris Arcángel!” (119)
Así, transgrediendo todas las barreras
lingüísticas impuestas a la mujer así como
las del comportamiento sexual, Alicia nombra la parte de su anatomía
que ha sido ignorada por su amante, disminuyendo su superioridad
machista. Al usar abiertamente el término “clítoris”,
Istarú, de acuerdo con el feminismo cisouxiano, por medio
de la voz de la protagonista, hace que la mujer escriba su propio
cuerpo (o en este caso, lo pronuncie)4 y
se lo recupere (Cixous, 1997: 350-51) y a la vez, se puede sostener
que afirma también su derecho al clímax y al goce
sexual (Irigaray, 2000: 249).
Como la cocina y la preparación de comidas han tradicionalmente
formado parte de la esfera femenina en la cultura patriarcal,
no queda sorprendente la cantidad de metáforas alimentarias
usadas en la obra. El personaje femenino a veces recurre a este
tipo de imagen como reflejo de su bajo nivel de autoestima, como
es el caso cuando alude al hecho que su papá siempre se
equivoca de nombre cuando la llama: “Como la gelatina dietética,
que nadie la prueba por insulsa. Insulsa Pocacosa, así debió llamarme
(66).” En otra ocasión, cuando Alicia habla de un
momento de su adolescencia en que notó que los senos ya
empezaban a hacerse visibles, los llama “[d]os galleticas
de maicena (70)”. Habiendo salido a comprarse su primer
sostén, vuelve a hablar de sus “galleticas de maicena” (74),
aprovechando la oportunidad de burlarse de su busto pequeño: “Sólo
pude comprar dos parches de tela, 32 triple A. Yo soñaba
con un brassière y me tocaron los anteojos de
Woody Allen” (75). El comentario le parece gracioso al
público, en parte porque la comparación es inesperada;
no obstante, al recordar esa época de su juventud, a muchas
mujeres les provoca risa ya que pueden identificarse tan plenamente
con la protagonista. En otra ocasión, como cualquier mujer “buena”,
Alicia habla de haber aprendido “... a hacer galletas de
limón, de maní, de avena, de mantequilla, de chocolate,
cuadritos crocantes de nuez y strudel de manzana” (89)
para dejarle buena impresión a su primer novio por sus
destrezas culinarias, para así demostrarle que sería
buena candidata matrimonial. Durante su iniciación sexual,
el Filósofo la llama “Dulce higo berberí,
dátil de Marruecos” (108), dos frutos asociados
con la sexualidad: el higo asociado en la antigua Grecia con
la fertilidad por su aparente semejanza a la vulva (Allende,
1997: 161), y el dátil que se relaciona con “la
potencia viril” (Allende, 1997: 159).
Sin duda, las metáforas alimentarias
más significativas se ven cuando el personaje femenino
se compara, como una “mujer decente” con “la
otra”:
“¿Cómo era la otra? La
versión humana del spaghetti alla putanesca, arrabbiata,
con aglio, acciughe et molto peperoncino. ... (Se
mira las piernas y las junta con gesto recatado. Suspira.) Spaghetti
alla putanesca. ¡Yo que no llegaba ni a lasaña
de espinacas! Me sentía fea, me sentía flaca,
me sentía gorda, me sentía más bruta que
un queso ricotta. Tenía vergüenza de ser
virgen y vergüenza de llegar a no serlo. Pero no importaba.
Habría dado cualquier cosa por un hombre en escabeche.” (100-01)
Estos términos “spaghetti
alla putanesca” y “lasaña de espinacas” se
repiten durante los ritos sexuales de Alicia y el Filósofo
(115-16) como un código: el primero para referirse a
un acto más caliente y el segundo, un acto todavía
sabroso pero algo más soso. Por la descripción
del spaghetti alla putanesca, queda patente que se
trata de un plato riquísimo en sabores y que da gusto;
sin embargo, se evidencia el poco amor propio que tiene Alicia,
como cree que aún un queso ricotta tenga más
inteligencia que ella. Cada vez que la protagonista se compara
con un alimento, se refiere a algo que no tiene ni textura
ni sabor. Empero, el hombre está en escabeche, lo cual
le condimenta.5 Así,
por medio de estas metáforas, lo que comparten los hombres
con “el otro tipo de mujer” –la que no obedece
a la doble moral del orden fálico– es el sabor
rico por ser condimentados, a diferencia de la mujer “decente”,
quien queda insípida, sin sal, sin opciones o posibilidades..
La obra teatral termina al volverse a empezar,
pero esta vez cuando la protagonista declara que está esperando
a un hombre, “[s]u traje parece aún más
deslucido y cuesta reconocer en él un vestido de novia” (155).
Al aparecer el Desconocido vestido de novio en busca de una mujer,
Alicia y él entablan un diálogo que se diferencia
de los intercambios que ha tenido con otros hombres ya que el
Desconocido, a diferencia del macho del orden patriarcal, no
teme mostrar su vulnerabilidad ni compartir sus experiencias
dolorosas. En suma, esta estructura circular de la obra, junto
con su desenlace abierto,6 subraya
el carácter ritual de la pieza, el cual implica liberación
y renovación.7
Aunque no se sabe cómo sale el encuentro
con el Desconocido, la dramaturga inserta un tono esperanzador
ya que él, al igual que Alicia, va liberándose
y reinventándose. Así, el mensaje de Istarú posiblemente
podría ser que la única posibilidad de alcanzar
una relación igualitaria está en la reinvención
simultánea del hombre y de la mujer en que el/la amado/a
busca la unión completa, volviendo el objeto de su deseo
en sujeto (Paz, 1993: 125) y en que se demuestra respeto por
el/la otro/a (Cixous, 1997: 78). Puesto que en este nuevo orden
habría alternativas a los viejos patrones binarios del
patriarcado, las transformaciones deben producir relaciones igualitarias,
liberadoras y humanizantes para todo ser humano, incluso los
marginados u oprimidos.8
© Janis
Krugh
Obras Citadas
Arriba
Acón Chan, Lai Sai, 2004: “Los
monólogos de la vagina y Hombres es escabeche:
Reescritura de la sexualidad femenina como una liberación
de los tabúes patriarcales que han mantenido a la mujer
subyugada”, en: Revista de Filología y Lingüística
de la Universidad de Costa Rica 30.1, enero-junio: 41-50.
Allende, Isabel, 1997: Afrodita: Cuentos,
recetas y otros afrodisíacos. Barcelona: Plaza & Janés
Editores.
Andrade, Elba/Cramsie, Hilde F., 1991: Entrevista
con Ana Istarú, en: Dramaturgas latinoamericanas contemporáneas:
Antología crítica. Madrid: Editorial Verbum,
225-30.
Bajtín, Mijail, 1974: La cultura
popular en la Edad Media y Renacimiento. Barcelona: Barral
Editores.
Cixous, Hélène, 1997: “The
Laugh of the Medusa”, en: Feminisms: An Anthology of
Literary Theory and Criticism. Ed. Robyn R. Warhol and Diane
Price Herndl. Rev. ed. New Brunswick, NJ: Rutgers University
Press, 347-62.
Cixous, Hélène/Clément,
Catherine, 1975: The Newly Born Woman. Minneapolis:
University of Minnesota Press.
Daly, Mary, 1973: Beyond God the Father:
Toward a Philosophy of Women’s Liberation. Boston:
Beacon Press
Driver, Tom F., 1973: The Magic of Ritural:
Our Need for Liberating Rites that Transform our Lives and
our Communities. Boston: Beacon Press.
Ensler, Eve, 1998: The Vagina Monologues.
New York: Villard8.
France, Anna Kay/Corso, P.J. (ed.), 1993: “Eroticism,
Sexual Identity and Politics”, en: International Women
Playwrights: Voices of Identity and Transformation–Proceedings
of the First International Women Playwrights Conference, Oct.
18-23, 1988. Metuchen, NJ & London: Scarecrow Press,
146-61.
Frye, Northrop, 1957: Anatomy of Criticism.
Princeton, NJ: Princeton University Press.
Giddens, Anthony, 1992: The Transformation
of Intimacy: Sexuality, Love and Eroticism in Modern Societies.
Stanford, CA: Stanford University Press.
Irigaray, Luce, 2000: “Body Against Body:
In Relation to the Mother” en: French Feminism Reader.
Ed. Kelly Oliver. Lanham, MD: Rowman & Littlefield Publishers,
241-52.
Irigaray, Luce, 2002: To Speak in Never
Neutral. New York: Routledge.
Istarú, Ana, 2003: Hombres en escabeche, en: Baby
Boom en el paraíso / Hombres en escabeche. San
José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 61-165.
Macaya, Emilia, 1992: Cuando estalla el
silencio: para una lectura femenina de textos hispánicos.
San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Mora, Gabriela, 1982: “Crítica
feminista: Apuntes sobre definiciones y problemas”, en: Theory
and Practice of Feminist Literary Criticism. Ed. Gabriela
Mora y Karen S. Van Hooft. Ypsilanti, MI: Bilingual Press/Editorial
Bilingüe, 2-13.
Paz, Octavio, 1959. El laberinto de la soledad.
México: Fondo de Cultura Económica.
Paz, Octavio, 1993: La llama doble: Amor
y erotismo. Barcelona: Editorial Seix Barral.
Stevens, Evelyn, 1973: “Marianismo:
The Other Face of Machismo in Latin America”,
en: Female and Male in Latin America: Essays. Ed. Ann
Pescatello. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 89-101.
(Los ensayos recopilados por Pescatello se encuentran
también traducidos al español en Hembra y macho
en Latinoamérica. México: Editorial Diana,
1977. El ensayo de Stevens también se publicó en
los siguientes libros: Gender Basics: Feminist Perspectives
on Women and Men. Ed. Anne Minas. Belmont, CA: Wadsworth
Publishing Co., 1993, 483-90; y Confronting Change, Challenging
Tradition: Women in Latin American History. Ed. Gertrude
M. Yeager. Wilmington, DE: Scholarly Resources, 1994, 3-17.)
Notas
Arriba
vuelve 1. Mary
Daly subraya la imposibilidad de imitar este modelo: “This
impossible ideal ultimately has a punitive function, since, of
course no woman can really ‘live up’ to it. (Consider
the impossibility of being both virgin and mother.) It throws
all women back into the status of Eve and essentially reinforces
the universality of women’s low caste status.” (1973:
62)
vuelve 2. Según
Daly, esta recuperación del derecho a darle nombre a su
mundo y a ponerse nombre a sí misma es la base de la liberación
de la mujer (1973: 8). Mijail Bajtín también confirma
que el uso de palabrotas se presta “... a la creación
de una atmósfera de libertad ...” (1974: 22).
vuelve 3. Varios
escritores, incluso ciertas autoras feministas, han comentado
que la revolución sexual que acompañó la
primera etapa del movimiento feminista, no trajo una verdadera
liberación sino más bien otras formas de cosificación,
esclavitud y degradación. Véase, por ejemplo, a
Mary Daly (1973: 122) y Octavio Paz (1993: 136 y 160).
vuelve 4. Anthony
Giddens, propone al nivel personal una democracia sexual y, como
Irigaray, sostiene que la recuperación del placer sexual
femenino tiene grandes implicaciones no sólo para la reconstitución
de la intimidad sino también para la emancipación
de otras instituciones sociales más públicas (1992:
178-182).
vuelve 5. En
otro nivel psicoanalítico, esta metáfora del “hombre
en escabeche” puede ser interpretada o como lo ha hecho
Acón Chan: “... es un eco de un feto bien acomodado
en el cálido vientre materno, rodeado del líquido
amniótico vital. Preservar a los hombres en escabeche
es, pues, un intento por regresarlos al período [pre-edípico]
de sus vidas en que la figura femenina y la voz materna lo eran
todo y la Ley del Padre aún no había perturbado
su esencia acomodada a los ritmos internos y sonidos de la madre” (2004:
6). Dentro del contexto del monólogo en que Alicia proclama
que “habría dado cualquier cosa por un hombre en
escabeche”, queda evidente que alude a la penetración
vaginal. En otro nivel, se puede inferir que habría dado
cualquier cosa por tener los mismos derechos que un hombre.
vuelve 6. Esta
clase de desenlace abierto, de acuerdo con Gabriela Mora, sugiere “...
el progresivo cambio que va experimentando la situación
de la mujer en la sociedad” (1982: 8) mientras ésta
logra alcanzar nuevas posibilidades.
vuelve 7. Varios
escritores apoyan esta interpretación de la fiesta o del
ritual festivo. Entre ellos, Northrop Frye constata que este
tipo de rito indica a menudo la apariencia de una nueva sociedad
(1957: 163) y Mijaíl Bajtín, que cualquier fiesta
ritual de esta clase implica un ciclo de muerte y regeneración
/ renacimiento (1974: 14). Asimismo, Tom Driver reconoce el aspecto
renovador del ritual, admitiendo su poder liberador (1973: 8),
la noción que se relaciona con “... cutting a path
through new territory, or marking a new route to follow” (33)
y con “.. bringing about some change in an existing
state of affairs” (95) y manteniendo que los rituales le
conceden a la sociedad tres regalos principales: el orden, un
sentido de comunidad y transformación (131). Bajtín
también recalca la asociación del realismo grotesco,
el cual abunda en Hombres en escabeche por las metáforas
alimentarias y por las referencias a la vida sexual, con el ciclo
de vida / muerte / regeneración. (1974: 24).
vuelve 8. Istarú misma
ha comentado que ésta es la especie de transformación
social que busca promover: “Desearía ... combatir
cualquier otro tipo de opresión, ya no sólo en
el contexto de la relación hombre mujer, sino dentro del
marco de las relaciones sociales en general.” (Andrade/Cramsie,
1991: 227)
*Istmo*
*¿Por
qué existe Istmo? *¿Qué es
Istmo? *¿Quiénes
hacen la revista? *¿Cómo
publicar en Istmo?*
*Consejo
Editorial *Redacción *Artículos
y Ensayos *Proyectos *Reseñas*
*Noticias *Foro
Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*
*Dirección: Associate Professor Mary
Addis*
*Realización: Cheryl
Johnson*
*Modificado 02/03/09*
*Istmo@wooster.edu*
*© Istmo, 2009*
|