“La guerra vuelve loca a la gente”:
Ana Cristina Rossi sobre su novela Limón Reggae
Escritora centroamericana
El año pasado, la escritora costarricense Ana Cristina Rossi presentó su más reciente novela titulada Limón Reggae, publicada por Editorial Legado. Si Limón Blues se centraba en la búsqueda de la utopía a través de los ideales de Marcus Garvey y las luchas reivindicativas de los afro descendientes a comienzos del siglo pasado, Limón Reggae se ubica más cercana en el tiempo para guiarnos a través de la búsqueda de la utopía revolucionaria de Centro América.
Desde las luchas de los años 70 de los afro descendientes caribeños costarricenses, inspirados en el movimiento de los Panteras Negras de los Estados Unidos, pasando por el intento de una lucha revolucionaria en Costa Rica, culminando con la guerra de los 80 en El Salvador y cerrando con los ideales de los Rastafari en Puerto Viejo, la novela presenta el complejo proceso político y personal de Laura, la protagonista de esta historia, quien se nos presenta como un testigo privilegiado de los acontecimientos más significativos de las últimas décadas en la región.
Limón Reggae, definida por su autora como una novela política, es una historia dura que habla de la utopía y la esperanza y de cómo éstas son traicionadas y sacudidas en los agitados años de los cambios más profundos que han afectado a la región. Uno de sus temas medulares es la guerra de El Salvador, y dentro de ello, hay un relato figurado que nos remite al asesinato de la Comandante Ana María y el suicidio del Comandante Marcial.
Es una novela que atrapa, que envuelve, que angustia. Una novela que tocará mucho al lector, sobre todo al salvadoreño, porque nos dice cosas que no nos gustaría tener que escuchar y sobre todo porque, hacia el final, deja al lector con una profunda sensación de desesperanza.
Me reuní con Ana Cristina para hablar a profundidad de esta novela, de su contenido, de su construcción y de las motivaciones y reflexiones detrás de esta historia profundamente centroamericana.
¿De dónde salió la idea para Limón Reggae?
Después de escribir Limón Blues (el libro anterior), escribí unas 4 novelas tratando de que fueran una continuación, pues yo prometí que Limón Blues era el primero de un tríptico. Ninguna de esas cuatro funcionó, a pesar de que trataban de continuar la línea de Limón Blues. Un día un amigo afro descendiente, Ramiro Crawford, me dijo que para escribir sobre el Limón actual tenía que investigar sobre Afrotsco, un grupo limonense que se parecía a las Panteras Negras. Por Ramiro conocí a Milton Franklin, quien fue de ese grupo. Él me habló de esa utopía cuyo ideal era recuperar el movimiento de Garvey, la idea era ayudar a la gente, sacarla adelante. Por eso es que la verdadera continuación de Limón Blues es el hilo de la utopía, aunque pocos lo han visto así. Lo de Garvey fue una utopía que no se pudo realizar aunque también estaba la utopía de los Rastafari desde los años 40. Pero lo de los Panteras Negras fue mucho más importante de lo que nadie cree y no hay conciencia de eso ahora porque Costa Rica vive de espaldas a Limón. Como mi personaje, Laura, es un personaje muy real, y es mestiza, pasa lo lógico, los afro descendientes no la dejan entrar a su movimiento. Son super cerrados. Así es que ella se mete a la utopía que le corresponde, que es la de la izquierda de Costa Rica, y esa utopía costarricense falla. ¿Qué le queda? La única utopía que quedaba eran los territorios de la guerrilla en El Salvador, los territorios de los poderes populares.
Siendo que la novela está basada en hechos que ocurrieron, como la búsqueda de las utopías en Centro América, ¿no era más cercano para Costa Rica a nivel emocional o incluso geográfico lo que pasaba en Nicaragua?
No, porque yo tuve gente muy cercana que prefirió irse para El Salvador. Hubo mucha gente, más de lo que los ticos se imaginan, que fueron para allá… Tengo que hacerte una aclaración: yo viví en Francia y en Inglaterra ese período, pero lo supe por mis amigos que iban y venían de Libia, incluso parientes, que estaban mucho más vinculados con el proceso de El Salvador. Además, la revolución nicaragüense era como la moda, pero la lucha salvadoreña me parecía muy diferente. La experiencia salvadoreña fue algo muy distinto a lo de Nicaragua.
¿Hiciste algún tipo de investigación para escribir esta novela?
Me pasé cinco años enteros (y Sebastián Vaquerano, director de Editorial Legado, es testigo) leyendo, investigando, hablando con gente, contrastando versiones. Sebastián me trajo los primeros 25 libros sobre El Salvador que me tocó leer. Luego Miguel Huezo Mixco me trajo más. Después le pedí como 5 más, yo le mandaba plata él y él me mandaba los libros por correo. Me leí toda la colección de Historia publicada por la DPI. Fui dos veces al Salvador. En el primer viaje, una persona que había vivido ciertos sucesos me llevó a algunos lugares, no diré nombres ni a dónde fuimos pero estuvimos en Guazapa y otros lugares de combates, lugares controlados. Mientras conversaba con la gente que había vivido allí, lo que hacía era tragármelos, verle los ojos, las bocas, la luz de sus ojos. Entre los campesinos había una cosa tan increíble que no he visto en ningún lugar y era una luz muy especial en la mirada.
En el 2º viaje fuimos con Huezo Mixco a La Montañona, un lugar que me impresionó mucho porque uno está sentado allí y ves Honduras, los ríos y los valles, es como un viaje de ácido. Es increíble.
Luego leí muchos libros, me fijé la manera cómo hablaban. Después de cada plática me iba rápido a apuntar las palabras que escuchaba. Tuve muchas conversaciones con Miguel que fueron muy importantes. En fin, fueron cinco años dedicados a documentar a fondo.
¿Como te “atreviste” a escribir sobre este tema (y uso la palabra “atreverse” en el sentido de cómo tuviste el valor), cómo asumiste que iba a ser una novela que toca puntos muy delicados de la historia de El Salvador, que ni siquiera ha sido escrita por los salvadoreños? ¿Qué fue lo que te hizo tomar esa decisión?
Un poco de inconciencia, esa inconciencia del niño que no sabe en el lío en que se está metiendo. Quizás también una tendencia a meterme donde no me llaman, a meterme donde no quieren que yo esté. Como con Limón Blues, porque igual entonces me dijeron “¿cómo te atreviste a contar la historia de los afro descendientes si sos una mestiza?”. Me metí porque creo que es una historia de todos los costarricenses.
A esta novela me metí porque pienso que la historia de los salvadoreños es algo demasiado doloroso como para que puedan hablarlo ahora y yo tenía testigos de primera mano así es que me atreví a hacerlo. Me atreví porque soy centroamericana, y porque ya estaba ocurriendo lo de las maras y para mí eso es salvadoreño, guatemalteco y viene para abajo, y va ser global.
Eso me daba espacio para hablar sobre una de mis obsesiones: la degradación del ser humano. El argumento emocional es también qué pasa con la degradación. Yo viví en una Costa Rica muy pobre, lo que cuento de los tugurios me tocó vivirlo a mí. Vivía con un tugurio enfrente y los niños se cagaban en la acera y enfrente de mi casa. Es lo único autobiográfico de la novela, a excepción de algunas pocas cosas que no me pasaron a mí pero que le pasaron a algunos amigos.
Cuando yo miraba pasar eso me preguntaba qué le pasa a los niños cuando se degradan, si un niño puede degradarse, yo vivía con la degradación enfrente. Y cuando supe lo que estaba pasando con los Escuadrones de la Muerte en El Salvador, yo pensé “claro, aquí viene una línea que pasa, que sigue pasando”, y fue siguiendo mi obsesión sobre la degradación que entré en El Salvador.
También porque la lucha salvadoreña involucró a muchos ticos que dejaron la vida y otros que volvieron. En Limón por ejemplo hay un señor que tiene una joyería y que fue guerrillero en El Salvador. Hubo más participación de la que te imaginás. Entonces ese conflicto fue centroamericano. Una cantidad de gente más grande de la que se cree basó todas sus ilusiones y ayudó a sacar adelante aquella lucha. Yo por lo menos tengo cuatro amigos cercanos que se jugaron la vida por la revolución salvadoreña. A través de ellos fue que supe de Marcial y Ana María que me parecían personajes increíbles. Lo que me contaban me iba abriendo un mundo, que no era sólo de los salvadoreños. Había ticos jugándose la vida, allá y acá…
Es que el futuro de El Salvador iba a afectar a toda Centro América. Escribir esta novela fue retomar un pedacito de esa historia de Costa Rica, retomar la historia de esa gente que puso sus esperanzas en esa utopía, y de esos ticos que siempre hemos negados que somos parte de Centro América. Costa Rica no es un país aislado como a los ticos nos gusta verlo. Y esto es así desde la guerra, lo estábamos viviendo desde El Salvador, creíamos que la revolución iba a ser centroamericana, Marcial así lo creía.
Mi hermano, que fue guerrillero en Nicaragua y aquí en un movimiento que fracasó, me decía que la revolución iba a ser regional. Yo soy heredera de eso.
Limón Blues fue una novela muy cargada de datos. Después de cinco años de investigación, ¿como decidís qué meter y qué no en Limón Reggae?
Aquí no podía hacer lo mismo que en Limón Blues porque esto no es una novela histórica. Aquí podía darme el lujo de hacer lo que yo quería, aquí no le debo nada a nadie, por eso no pongo agradecimientos porque en esta novela yo quería hacer lo que me roncara la gana. En Limón Blues tenía que seguir el curso que dictaba la historia pero aquí tuve la facultad de escoger para poder solucionar la novela como yo quería. Quería una novela ágil, sin demasiado detalle y para eso tenía que sacrificar un montón de cosas pero sabía que algo tenía que pasar alrededor de Marcial y Ana María. Y esa sensación de catástrofe que pasó con Marcial y Ana María tenía que poderse hablar porque somos humanos y en todo movimiento se dan este tipo de situaciones.
Es mentira que los salvadoreños andan todos con un picahielo en la bolsa, no es cierto, eso pasa en todos los movimientos. Mi compañero es chileno y las cosas que él me cuenta que pasaron allá son también terribles. En todos los movimientos de izquierda hubo errores y si se quiere salvar la utopía tiene que poderse hablar sinceramente de todas las cosas que pasaron. En El Salvador pararon cosas demasiado hermosas como para no poder hablar de lo que pasó con las dos personas más maravillosas, los dos líderes máximos del movimiento revolucionario. A mí me regalaron una carta escrita por Marcial en que sabe que lo traicionaron y por qué no puede soportar eso y dice que tiene que tomar una decisión. Yo sé que la carta es auténtica por la persona que me la dio, por la letra, por el dolor que tiene y porque es su estilo. Finalmente esa carta fue la que me decidió a integrarlo a la novela.
Él se oponía a la negociación y decían que era tan puro que era sectario. Me llamaba la atención porque hay cosas que se pueden creer y otras no y tengo la impresión de que si Marcial estuviera vivo él no hubiera aceptado la negociación, no lo hubiera hecho así.
¿De dónde sacaste la versión de la muerte de Marcial que planteás en la novela?
De gente muy cercana, la más cercana que puede haber.
Te pregunto porque hay cualquier cantidad de versiones sobre su muerte, que si que fue la CIA quien mató a Ana María, que si fue Tomás Borge el que le “ordenó” suicidarse a Marcial y que incluso le puso la pistola en la mesa, hay varias versiones y hasta hoy sólo sé de una persona más que exime a Marcial de toda responsabilidad sobre lo de Ana María, pero sigue siendo un tema sobre el que no se ha escrito ni discutido mucho en El Salvador…
A mí me parece una lástima que los salvadoreños lo quieran borrar pero bueno, no soy salvadoreña y como centroamericana me pregunto ¿por qué?
Por eso me pareció muy interesante que hayás tocado el tema en la novela, aunque obviamente es ficción y salen con nombres ficticios, es un recurso literario, no mencionás nombres de organizaciones ni comandantes reales…
… sí, porque no pretendo hacer una novela histórica ni decir la verdad. Es una visión sobre las cosas y es una versión literaria, eso tiene que quedar claro. Y si a partir de eso quieren hablar de ello, qué bueno y si lo quieren tomar como una fantasía también.
Esto no es una denuncia, es una novela política. La única imagen que planteo de Marcial es que es un héroe pero muere, es un héroe caído, un héroe decepcionado, muy triste. Es una mezcla de lo que me contaron y de mis impresiones. Ya se sabrá eventualmente si eso fue o no verdad. Pero una cosa que me impresionó es la manera cómo después de la muerte de Marcial y Ana María hay un cambio de táctica radical, no hay tiempo de duelo, es como en la muerte de Héctor en La Ilíada: “durante nueve días lo lloraremos, el décimo lo sepultaremos, el undécimo le erigiremos un túmulo y el duodécimo volveremos a pelear”.
El libro es duro no sólo para El Salvador sino también para Costa Rica y también para Limón, para los afro descendientes.
Es cierto, el libro no queda bien con nadie. Al principio se da eso que cuenta uno de los personajes, que los afro descendientes eran abiertos, amaban a los costarricenses. Y golpe tras golpe, al ser excluidos de la fuerza de trabajo, algo que pocos costarricenses saben, se fueron cerrando. Y fueron excluidos por el color; llegaban los afro descendientes a pedir trabajo y decían “pero yo soy costarricense”, “sí”, les contestaban, “pero véase su piel”. Entonces ahí está la razón de su rechazo. En la novela exploro mucho las consecuencias de eso, que son tremendas.
Una de las cosas duras que contás en la novela es cómo se hacen las expropiaciones para formar el Parque Nacional de Cahuita, uno de los más populares entre los turistas que van al Caribe...
Costa Rica vende imagen de país ecológico pero lo que le pasó a los dueños es muy duro. Fijate que una vez yo estaba hablando de eso y Epsy Campbell (ex candidata a la vice presidencia) cuyos padres fueron expropiados de Cahuita se puso a llorar. Además estuvo lo de la monilia, el hongo que muchos aseguran fue regado por avionetas sobre sus terrenos para obligarlos a vender.
Sigue habiendo un diálogo de sordos. La manera que lo planteo en la novela es la que yo escogí aunque quizás no sea la más conveniente para el diálogo, porque la novela se iba a presentar ahora para el Festival del Negro que es en agosto, pero se decidió no hacerlo. Ellos (los afro descendientes) quieren discutir sus problemas entre ellos. Son pocos los que aceptan discutirlo con los mestizos.
El momento se ha llegado para un diálogo porque Limón no está integrado al resto de la nación.
El libro en su conjunto me deja sensación de gran desesperanza. ¿Refleja eso tu visión de este momento en Centro América?
… sí, y en el mundo. Yo creo que la humanidad no tiene solución. Tengo una hija con doctorado en ecología en Cambridge y a través de ella tengo siempre acceso a las últimas opiniones científicas. Y este mundo para salvarse tiene que hacer unos cambios muy drásticos y no los va a hacer. Yo presiento que sólo un milagro puede salvar a la humanidad. Hay un montón de gente con conflictos y en este momentos las utopías personales son lo único que hay; tal vez por ahí tengo una esperanza pero condenada a muerte porque los científicos cercanos y la información que he buscado me indican que si no se aplican cambios drásticos ya, ahora, no dentro de 5 o 10 años, la humanidad está condenada a perecer.
Quizás la desesperanza es en realidad mi realismo. Tengo una pequeña esperanza pero creo que es más grande la desesperanza o el realismo que tengo.
¿Qué objetivos te planteaste con este libro?
Uno, plantear el asunto de la degradación que me obsesiona. Es querer desmontar algo que todavía no entiendo, es querer explicar “eso” (como se le llama en el libro), porque por ejemplo yo vi cuando los jóvenes franceses lo incendiaban todo, es una locura, es como querer ensañarse contra los más débiles.
Y segundo, hablar de la gesta del pueblo salvadoreño. Me parece que nunca ningún pueblo ha hecho tantos sacrificios y tanto acto heroico y nunca ningún pueblo ha sido tan valiente y tan golpeado. Los golpeaban, los masacraban pero se levantaban y seguían peleando. No existe otra experiencia como ésa, con todo lo bueno y todo lo malo que pudo tener. La guerra impone imperativos que son camisas de fuerza y construir cambios interiores desde la guerra es imposible porque estás matando. La guerra vuelve loca a la gente.
Yo estoy segura que hay mucha gente allá que está enferma todavía por la guerra...
… y más porque la perdieron, si la hubieran ganado habría más posibilidades de sanar pero al ser perdida no hay posibilidad, en eso me parece que es más sano Nicaragua. La tuvieron, la ganaron y la perdieron. Por eso quizás allá hay menos violencia, hicieron su revolución aunque después se las quitaran. El nicaragüense por lo menos tiene una sensación de orgullo personal todavía por eso, porque ganó su guerra, aunque ahora esté en la miseria.
Más de alguno se preguntará por qué, luego de publicar en Alfaguara, publicás ahora en Editorial Legado que, con todo el respeto que me merece el trabajo de Sebastián Vaquerano, es en realidad una pequeña editorial local, no conocida internacionalmente.
Comienzo eso con una anécdota. Cuando iba a salir novela la gente decía “Limón Reggae debe ser malísima, ¿no ves que por algo no se la publicó Alfaguara?” Es la idea que tienen de Alfaguara, que es lo máximo.
Lo que pasó es que hubo muchos malentendidos con ellos. Alfaguara es una transnacional que discrimina a los centroamericanos y sólo los españoles pueden circular por el mundo; pese a que Limón Blues ganó varios premios nacionales e internacionales, y que guste y sea pedida, que va ya por la 5ª edición y hay una edición cubana, Alfaguara le pone barreras para circular en otros países. Entonces ¿qué sentido tiene publicar con ellos?
Yo publiqué en Alfaguara con mucha ilusión pero no por el prestigio del sello sino porque era una manera de abrirse un caminito a salir, por lo menos al resto de Centro América. Pero cada filial de Alfaguara funciona como una empresa aparte, y si te ponés a verlo, Alfaguara y Legado son igual, empresas locales, con la ventaja de que Legado tiene un libro más barato y tiene más disponibilidad a hacerlo circular en Centro América, si el libro lo permite. Eso depende de cómo se comporte el libro. No hay tanta diferencia a nivel de estructura entre ambos.
Alfaguara Costa Rica sólo tiene que ver con Costa Rica no tiene que ver con México ni con España y ése es el engaño. La gente me dice “cómo bajaste de calidad” pero no bajé de calidad. Para la gente que cree que el sello lo es todo bajé de calidad, pero es lo mismo salvo que Alfaguara es una transnacional española que si quisiera podría hacer circular a escritores pero no quiere por una política que tienen. Este libro es la denuncia de todo ese mundo neoliberal y me parecía que si Alfaguara se comportaba como una transnacional lagarta, no debía publicarla con ellos.
¿Ni siquiera les ofreciste la novela entonces?
Sí pero ya no les ofrecí esta última versión. Mi agente les ofreció una de las versiones a Alfaguara Guatemala y Alfaguara El Salvador, porque por el tema debía interesarles, pero la decisión debía tomarla Alfaguara Costa Rica y me ofrecieron muy poca circulación en el exterior. Eso era inaceptable para mí, no hubo entendimiento y Alfaguara Costa Rica no quiso negociar.
Por eso preferí publicar con Sebastián. Además me parece que en estos momentos de segmentación de mercado hay que darle un chance a las editoriales pequeñas, así es que vamos a ver qué pasa. De por si tendré mejor distribución a nivel de Costa Rica de la que tenía antes, ya que como vos sabés, aquí el monopolio sobre los libros de Alfaguara lo tiene una sola librería.
Lo que tengo de Alfaguara es una visión realista que la gente que está afuera y que nunca ha publicado no tiene y es que Alfaguara es una transnacional como una del agua o de telecomunicaciones, y ya sabemos cómo tienen a otros países. En la lógica del capitalismo es así como funcionan y eso no funciona para los objetivos que tiene uno como escritor. Uno piensa en la mayor distribución posible del libro. Por ejemplo, Limón Blues nunca llegó a Honduras, pero el Caribe les interesa y se la agenciaron para comprarlo. Eso es un triunfo, que el libro logre circular a pesar de los impedimentos que puso la editorial.
Los centroamericanos estamos totalmente ninguneados, ¿qué somos en la literatura? Nada. ¿Por qué?
Pues yo también me lo pregunto porque tenemos un montón de buenos, excelentes escritores en cada país, que están escribiendo cada cosa interesante…
… es que no somos comerciales. Y Alfaguara me lo dijo muy claro, que a partir del 2003 la línea es comercial. Entonces que les vaya bien. Cuando quieran que yo vuelva, ellos saben que yo pido por lo menos distribución centroamericana. Limón Blues tenía contrato de distribución general en todos los países de habla hispana, pero no cumplieron eso. Limón Blues debería estar en toda ciudad de Sur América pero por supuesto no está. Sacar la edición cubana costó porque Alfaguara no la quería autorizar. Así es que cuando Alfaguara se quiera comportar de manera decente, que me avise.
Ojalá Alfaguara cambie, y se dieran cuenta de que hay buenos escritores en Centro América y apostaran por ellos pero no por lo comercial sino por lo literario. ¡Que nos manden a España y que apuesten! En ese sentido Legado apostó por mí y yo me siento mucho más cómoda.
Además la edición está muy bonita…
Sí, es el libro más bonito que he tenido.
Ahora que ya estás clara de que el proyecto sobre Limón es una trilogía, ¿de qué va la tercera novela?
No lo puedo decir porque se ceba, se sala. Pero sí tendrá que ver con Limón.
¿Y luego que concluyás con la trilogía, ya tenés pensado algún proyecto?
Dos novelas pero igual, no puedo adelantar nada porque se ceba. Pero tengo muchas ganas de terminar ya sobre Limón. Luego tengo un libro que quiero sacar de ensayos y poesías traducidos de los periódicos de Limón pero necesitamos financiamiento. Pero eso es otra cosa.
Después quiero escribir cosas que me diviertan, ya no más cosas tristes.
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