Ramón Romero

 

Roberto Castillo, filósofo y escritor

 

Universidad Nacional Autónoma de Honduras

ramonromero54@yahoo.es


“La Filosofía es un escuchar

que cobra sentido conceptual.”

Roberto Castillo, Del siglo que se fue

El segundo día del año 2008 murió en Tegucigalpa Roberto Castillo, filósofo y escritor hondureño de 57 años, cuya enorme calidad humana y vasta formación lo situaron entre los más cultos y mejor formados intelectuales de la Centroamérica actual. Partió dejando una enorme y erudita obra, elaborada desde el silencio fecundo, signada por la originalidad y fundada en la asimilación lúcida y creativa de la filosofía y la literatura de occidente.  Estudió a Heráclito, Aristóteles, Platón, Esquilo, Sófocles y Eurípides en lengua griega; a Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y Boecio en Latín; a Shakespeare, Cervantes, el Dante y Voltaire en sus propias lenguas, así como a Hegel, Marx, Nietzsche, Goethe y Wittgenstein. Abrevó siempre de las fuentes originales del pensamiento clásico, de cuyo estudio destilan la frescura y profundidad de su propio pensamiento, siendo uno de aquellos que han podido ver muy lejos porque han logrado subir a los hombros de gigantes.

La genialidad de Roberto Castillo reside, en alto grado, en asimilar soberanamente la tradición más culta de occidente y convertirla en un recurso valioso, conceptual y metodológico, para la interpretación lúcida del ser del hondureño y de su conciencia. Tanto sus ensayos como su narrativa contienen aportes valiosos a la comprensión y explicación de la cultura y la condición mental predominante en los habitantes de la Honduras de hoy. Para lograrlo, nuestro autor forjó un vínculo fecundo entre lo universal y lo nacional. Así como bebió de las fuentes clásicas, se hundió en el estudio de la historia de Honduras, de su cultura y sus producciones literarias y artísticas. Fue un erudito conocedor de lo propio, para quien el ser y el pensar en la nación constituyeron preocupación central. Compartió con Ramón Oquelí y otros pensadores de lo propio, que la principal reforma que necesitamos en la Honduras de hoy es la reforma mental.

Además del ser del hondureño y de su conciencia, otros temas que Roberto Castillo abordó con rigurosidad y amplitud fueron la ciudad, el tiempo, los libros, los grandes pensadores y el sentido del hacer filosofía hoy. También estudió la teoría del arte a un nivel que permite afirmar sin vacilación que es el hondureño con mayores conocimientos sobre la estética.

Estos campos de la reflexión filosófica también nutrieron su narrativa, articulándolos con coherencia y lucidez en una totalidad de pensamiento sobre su gran tema: el ser humano. Las angustias y esperanzas de la humanidad, y en especial de quienes moran en esta parte del planeta fueron el hilo conductor, el trasfondo decisivo y motivo central de la reflexión y la narrativa de Roberto Castillo, Su preocupación por los seres humanos, su comprensión espacio temporal de la existencia y de la construcción del futuro lo constituyen en uno de los grandes humanistas de nuestro tiempo en Centroamérica, heredero de la tradición humanista, enciclopedista e ilustrada de los siglos XVIII y XIX, que por el cultivo de la razón se encaminó a la captura de las esencias del ser y al deslinde de sus vías de realización.

Su libro Del siglo que se fue, publicado en el 2005 por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, evidencia íntegramente el carácter humanista de nuestro autor. Una de sus propuestas, abordada de manera amplia a lo largo del texto, nos dice de la tarea intelectual de destacar la importancia del pasado para construir el futuro: “Será necesario un esfuerzo intelectual enorme para recuperar creadoramente  el sentido del pasado e incorporarlo productivamente a nuestro hacer. Será preciso un pensamiento vigoroso capaz de dotar al hombre del siglo XXI de un respaldo firme en lo temporal, de hacerle concebirse y vivirse como tiempo”. A continuación, completando la misma idea, refiere el desafío de quienes asumen el oficio de escritor: “Hay un dominio, denominémoslo así, en el cual el escritor tiene mucho por hacer. Es la formación de la sensibilidad y el gusto de su tiempo de cara a los años y décadas por venir. Aquí nace la primera de las múltiples responsabilidades que, lo quiera o no, se le imponen, condición para asumir cualquiera de las demás.” (Del escribir, en: Del siglo que se fue).

En el pensamiento de Roberto Castillo se fundieron en armoniosa síntesis lo universal y lo propio. Dio cuenta del ser hondureño y centroamericano con plena conciencia de su ubicación, sus alcances y límites en la historia y la cultura de la humanidad. Su vasta formación le permitió tratar lo propio en la síntesis de lo universal, superando completamente la estrechez municipal que con ingenua trivialidad y desconocimiento se lanza a la exaltación grotesca o la minimización exagerada de lo nuestro.

El ensayo, el cuento y la novela fueron los géneros que más cultivó. Sin embargo, en su obra más reciente, se nos presenta otra forma de expresión de ideas: los aforismos, a los que se refirió como la escritura de lo breve. El construir aforismos fue un reto decisivo para nuestro autor y acometió con maestría la compleja tarea de decir cosas fundamentales con una economía del leguaje tal que las ideas puedan encerrarse en una frase, sin hacerles violencia ni cercenarlas. Heráclito, Bacon, Nietzsche y Ciorán Valdivia fueron sus maestros en el arte de construir aforismos.

Una situación peculiar en la obra de Roberto Castillo es que sus trabajos inéditos y terminados sobrepasan con mucho el volumen de lo publicado. Subida al cielo y otros cuentos, Figuras de agradable demencia y Traficante de ángeles son sus libros de relatos publicados. Además las novelas El corneta y La guerra mortal de los sentidos. También los libros de ensayos Filosofía y pensamiento hondureño y Del siglo que se fue. Su obra inédita consiste de 20 libros terminados: El ángel de todas las lenguas, La casona inexpugnable y otros cuentos, Imágenes, Nosotros los seres humanos, El espejo, La ciudad del más largo de todos los sueños, El escritor dormido en una rama, La tinta del Olvido y otros cuentos, El viaje a través de los prodigios, La cercanía de los símbolos (dividido en tres partes: La escritura del sueño, La escritura de la vigilia, La escritura de lo breve), Manuscritos, Aforismos, El destino del ángel, Los prados de la conciencia, La crecida, El arte y el sueño, Tan blanca era la piedra, Cuentos de la verde hierba y del sueño, Un regalo para Antígona, Como si fuera un sueño.

Esta obra amplia y profunda también incluye muchos trabajos publicados en revistas y páginas culturales y literarias dentro y fuera de Honduras. Algunos relatos suyos han sido traducidos al inglés y al francés. Su novela El corneta tiene una versión en Inglés titulada Tivo the bugler. Con base en su cuento “Anita la cazadora de insectos” se filmó una película hondureña con el mismo título, y se ha rodado un cortometraje sobre su cuento “Selene y los espejos”, ambos filmes bajo la dirección de Hispano Durón.

La actividad intelectual de Roberto Castillo abarcó además otras áreas: fue profesor universitario, conferencista y editor. Después de concluir sus estudios de Filosofía en la Universidad de Costa Rica, enseñó durante muchos años en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, siendo muy recordados sus cursos de Estética, Griego clásico, Latín, Filosofía antigua, Filosofía medieval, Filosofía moderna, Filosofía de la historia y Filosofía de la praxis. Dictó conferencias sobre literatura y filosofía en varios países de América y Europa. Como editor fue fundador y director de la Editorial Guaymuras, a la que dio norte y bajo cuyo sello co-dirigió la Revista Alcaraván, símbolo del pensamiento crítico en la Honduras de los años ochenta. Fue parte del equipo editor de la Revista Paraninfo, del Instituto de Ciencias del Hombre, habiéndose publicado trabajos suyos en cada número de tal revista. Co-dirigió la revista Astrolabio, del Centro de Documentación de Honduras, y hasta que los quebrantos de salud se lo impidieron, fue parte del equipo editorial del Ministerio de Cultura.

En 1992 el Gobierno de Honduras le otorgó el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa”. En México, en 1984 se le concedió el Premio Latinoamericano de Narrativa Plural, por la casa editora y revista del mismo nombre, y en 2002, en Brasil, ganó el Premio Centenario de José Carlos Lisboa, al ensayo, otorgado por la Academia Mineira de Letras de Brasil.

Una vida tan fecunda y una obra tan vasta e importante solo pudieron ser construidas, en la brevedad de su tiempo, con esfuerzo y dedicación extraordinarios. Roberto Castillo fue un trabajador incansable, que consagró su vida a leer, reflexionar, escribir y enseñar. Pensador abierto, en búsqueda, libre de ataduras dogmáticas, es el intelectual genuino que, con gran respeto por su obra, hace contribuciones decisivas y por ellas se perpetúa más allá de la muerte. Honduras aún no tiene la dimensión de lo que su pérdida significa.

Con tu misión cumplida y habiendo legado a la posteridad una obra trascendente, descansa en paz querido amigo.

Corralitos, 5 de enero de 2008

 

© Ramón Romero


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