Julia M. Medina

 

Un episodio de la selva en la construcción del sujeto intelectual republicano:

El diario íntimo de Enrique Guzmán

 

Albion College, EE.UU.

jmedina@albion.edu

Notas*Bibliografía


This is the content of our diaries: our destiny declares
 it faith in us because we have long since ceased to
relate it to ourselves- we who have died and who are
resurrected in what happens to us.
Walter Benjamin (1999: 14)

Enrique Guzmán –intelectual, periodista, literato de la segunda mitad del siglo XIX– ha sido una figura secundaria de la historia intelectual de Nicaragua y de Centro América, pese a haber dejado una prolífica obra periodística, ensayística y epistolar que se extiende a lo largo de casi cincuenta años.1 Sus escritos registran maniobras importantes para discernir el rol del sujeto intelectual tradicional en la formación del discurso nacional nicaragüense y pan-centroamericano. Esta elaboración textual opera al filo de reproducir y cuestionar la ficción de la modernidad. Además, Enrique Guzmán es un personaje clave por haber sido no sólo uno de los primeros, sino el primer polemista público, o el contrapunto profesional de su compatriota, Rubén Darío. Como crítico cultural, en el contexto regional, Guzmán tejió una red importante de periódicos y lazos intelectuales a lo largo del istmo.

Sus textos apuntan, no a las peculiaridades de un prodigio, sino a las “prácticas de la vida cotidiana” como diría de Certeau; y, a los secretos de la hegemonía nacional centroamericana.2 El “intelectual tradicional”, como intermediario entre las masas populares y el poder, según Gramsci, consiste en aquellos individuos que son parte de contextos provinciales o de una pequeña burguesía cuya postura, ya sea revolucionaria o conservadora, depende de su propia identificación de clase (1999: 306). Aquí me interesa explorar cómo esta categoría social figura en textos, que supuestamente son privados, como el diario personal. Con esto no pretendo reinscribir una lectura alegórica entre el individuo y la nación, sino explorar la construcción del especialista intelectual y su función en el marco cultural histórico.

La documentación privada de Enrique Guzmán se encuentra en su Diario íntimo, cuya duración se extiende desde 1876 hasta el año de su muerte en 1911 –salvo algún año de interrupción que trataré más adelante.3 Gracias a su calidad y extensión temporal, este diario ha sido un documento imprescindible de la historia política centroamericana. Aquí me interesa leerlo desde la óptica de la historiografía cultural. A partir de esta perspectiva, la pregunta que bien han postulado los expertos en cuanto a la forma autobiográfica, es la ambigüedad genérica de dicha forma. El diario de Guzmán, como han notado algunos académicos, es un documento que tiene poco de “íntimo”, puesto que se trata más bien de un registro detallado de interacciones sociales, de fechas importantes, de recuento de chismes locales y de observaciones sobre la política y las noticias regionales. Sus reflexiones íntimas, o sentimientos personales, se limitan a datos superficiales sobre acontecimientos como cumpleaños, nacimientos, aniversarios y muertes de conocidos; y a un catálogo de encuentros cotidianos.

La redacción del diario de Guzmán es consistente con la postura oscilante del sujeto autobiográfico decimonónico latinoamericano la cual, según explica Sylvia Molloy, se ha basado en un imperativo documental, en una búsqueda de reconocimiento de los lectores, pese al carácter supuestamente personal de esta forma (2005: 4). Aunque el diario personal en teoría tiene fines privados, y la autobiografía un propósito público, ambas formas parten de la necesidad de afirmar y proyectar una subjetividad letrada. El diario viene a ser una de las tantas formas autobiográficas. Sin embargo, el diario de Guzmán está colmado de cuadros de costumbres y documentación de la actividad letrada y cívica. La impersonalidad que caracteriza al supuesto “diario íntimo”, apunta a detalles importantes sobre el vacío del “yo” en la representación intelectual, individualista centroamericana, y de la construcción del sujeto masculino decimonónico.

Por cierto, la misma impersonalidad, claramente con otra sensibilidad literaria, se ha señalado de la autobiografía de Darío, la cual también se caracteriza por ser más una constancia profesional, que un testimonio íntimo como la forma autobiográfica propiamente implica.4 En cuanto a este género, Philippe Lejeune aclara:

“Definimos la autobiografía como un relato retrospectivo en prosa que alguien escribe ocupándose de su propia existencia, en la que se centra en su vida individual y en particular en la historia de su personalidad.” (1994: 14, énfasis mío)

Aunque el diario de Guzmán no es una autobiografía per se, la menciono aquí en relación a Darío para subrayar el distanciamiento generalizado de la subjetividad, dentro de la gama de especialistas intelectuales.

Académicos como J.E. Arellano han considerado que lo mejor de este Diario Íntimo se produce en Guatemala en 1884, mediante un “retrato” que hace de la época de Justo Rufino Barrios, durante uno de sus tantos destierros en el istmo por su participación política (1994: 138). Este episodio transcurre entre el 24 de agosto de 1884 y el 2 de octubre de 1885 y fue publicado en 1912, un año después de la muerte de Guzmán, por Pedro Joaquín Cuadra Chamorro. No obstante, para limitar los treinta y cinco años del diario de Guzmán aquí me enfoco en los últimos cinco meses del año 1897, en los cuales el escritor se refugia en las sierras de Nicaragua, durante la huída hacia Costa Rica, por su disidencia del gobierno de José Santos Zelaya. Dado el espíritu de contradicción que caracteriza a este intelectual tradicional, ésta no fue la única vez, ni sería la última, que Guzmán se exiliara. Pero me centro en este episodio del diario porque me permite abordar las siguientes preguntas: ¿En qué se transforman las observaciones del hombre de letras ante el vacío urbano? ¿Cómo se establece la relación entre el sujeto letrado y el entorno rural? ¿Qué nos revela el diario, como forma y práctica decimonónica de la subjetividad letrada ístmica? ¿Cómo se anticipa o prefigura la escritura autobiográfica de las guerras de guerrillas?

Precisamente por la coyuntura de su producción, este episodio del Diario íntimo revela las reflexiones del sujeto urbano ante el destierro y la clandestinidad en las sierras. Este enfrentamiento entre el hombre de letras y la naturaleza, desde la forma autobiográfica, deslumbra ciertos desfases del ser letrado en un país en pleno apogeo de su promesa de modernización. En ese sentido, a mí me interesa explorar lo que queda del “yo” letrado nicaragüense/centroamericano, si es que se puede hacer esa generalización, fuera de su contexto urbano o provincial. Para llegar a relacionarse con este espacio, el sujeto intelectual tuvo que sentirse obligado a abandonar su medio urbano y la red social que parecía absorberlo. Esta narración decimonónica de un “yo truncado” anticipa etimológicamente, o genealógicamente, las narraciones posteriores testimoniales de las guerrillas, como vendría a ser específicamente la de Omar Cabezas en La montaña no es más que una gran estampa verde, o, Los días de la selva de Mario Payeras. En estas narrativas, sujetos letrados centroamericanos se presentan fuera de su contexto urbano, en la clandestinidad de la montaña, de la sierra, o de la selva para organizar y participar en esmerar la resistencia. La narración de estas estancias rurales cumple la función de cristalizar una supuesta transformación ideológica, que de cierta manera depende de este enfrentamiento entre la subjetividad letrada y el campo.

En este caso casi inaugural de Guzmán, el episodio de la selva no marca al sujeto letrado, no sólo por la diferencia histórica, sino más bien por tratarse de otras condiciones; es decir como válvula de escape, no de participación en una lucha armada dada. Para convertirse en partícipe de la acción y llegar a las narrativas del guerrillero, de cierta manera la categoría del intelectual tuvo que pasar por esta etapa, ya no de conquista ni de exploración, sino de reclusión.

La vida de Enrique Guzmán en términos ideológicos, como escritor y personaje público se puede dividir en dos épocas: su época liberal que termina en 1886 y su período conservador y católico que empieza en 1887. Este vaivén es consecuente con el dualismo del siglo XIX en América Latina entre las ideologías políticas dominantes de la época, la liberal y la conservadora. Es su segunda etapa, la conservadora, la que consideramos en este trabajo, que a su vez coincide con el período del auge del proyecto liberal.

La postura de Guzmán a lo largo de su vida puede definirse como un espíritu de contradicción, siempre en oposición a la ideología oficial: durante los treinta años conservadores mantuvo mayoritariamente una postura liberal; y justo antes de empezar la época liberal se adscribe a la causa conservadora. En ésta última época, llega a afirmar que la independencia fue un paso a atrás respecto a la época colonial, por lo que habría sido necesario volver a pasar por ese régimen antes de lograr una democracia “a la estadounidense.”5 En cierto sentido, pese a ser un intelectual tradicional, Guzmán ejerce un rol casi moderno ya que cumplió una función modernizante. El hecho de haber polemizado con Rubén Darío, aunque haya sido por miopía y formalismo lingüístico, le hizo partícipe de dicho proceso, al colaborar en el desarrollo de la categoría del artista como Poeta. Edward Said explica que el intelectual moderno es aquel que se posiciona en contra y cuestiona las normas establecidas (1994: 36). Guzmán no pudo, y más bien quiso mantener un régimen gramatical “congelado”; sin embargo, en el ámbito político, fue consecuente en asumir siempre la voz de la oposición, aunque bien haya sido de forma reaccionaria. Por lo tanto, es importante tener en cuenta el contexto ideológico de este exilio quasi voluntario de 1897 –y digo quasi voluntario porque se podría inferir que Guzmán se mantuvo en reclusión por sus propias ilusiones de protagonismo histórico y por sus delirios de grandeza.

Por otra parte, para enmarcar el contexto de producción del episodio de la selva, es preciso destacar que la redacción del Diario íntimo se había suspendido por casi un año antes, desde el 26 de Noviembre de 1896. En la última entrada, antes de su huida, dice: “Me llevan al Momotombo” (Guzmán, 1963:326). Una nota explicativa de la publicación de este diario, revela que en dicha fecha el autor fue llevado a Managua conforme con una orden presidencial. La misma nota incluye un comunicado entre el Ministro Erasmo Calderón y su hijo, el obispo de Matagalpa, Monseñor Octavio José Calderón y Padilla, el cual transcribe la siguiente orden del presidente de la república, José Santos Zelaya a Enrique Guzmán:

“Por el acuerdo respectivo se habrá Ud. hecho cargo de que ha sido nombrado Profesor de Letras de la Escuela de Cabos y Sargentos. Tenemos en el Cuartel La Momotombo unos negritos a los que queremos darles la instrucción necesaria para que sean buenos oficiales y como es Ud. tan buen gramático.” (Guzmán, 1963: 332)

Hago referencia a este intercambio para encuadrar biográfica e históricamente el episodio “de la selva”, y el contexto de racismo que ha definido la hegemonía nacional de los países centroamericanos. Y también para ralentizar con otro ejemplo más, de cómo el estado ha pretendido “castigar” o “humillar” a los sujetos intelectuales nacionales.6

Pese a que el diario, a diferencia de la autobiografía, implica una actividad diaria, para Guzmán fue tal la humillación de su breve estadía en la escuela de Cabos y Sargentos que no vuelve a retomar su escritura hasta el 17 de Septiembre 1897. Suspende la escritura queriendo borrar de alguna manera de su documentación personal éste episodio de su vida. Un año después, desde el volcán Mombacho el 25 de noviembre de 1897, Guzmán dice en su diario “recuerdo hoy al despertar que hace hoy un año me llevaron a la Momotombo” (1963: 343). El recuerdo queda en un simple recuento y en impulso de catalogar su experiencia. Consecuente con la frialdad del resto de diario, no reflexiona sobre ningún aspecto de ésta estancia involuntaria en el cuartel.7

Dada la frecuencia regular del diario, es significativa la pausa que se documenta entre noviembre de 1896 y el 17 de septiembre de 1897. Retoma la documentación personal sólo tras un fallido intento, por parte de los conservadores de apoderarse del cuartel de Granada. Es hasta después del llamado “disparate”, una vez que Guzmán huye a las montañas, que vuelve a redactar su diario. Huye, no por haber participado activamente en el alzamiento, pues era un hombre con cincuenta y muchos años, sino por su afiliación política conservadora que le hacia temer la represión gubernamental típica de la época. Tenaz con la autoconstrucción romántica y de protagonismo, el Diario íntimo vuelve a redactarse solamente a partir de dicha huída; como si el exilio voluntario en el campo fuera lo único que ameritara volver a tomar la palabra, o mejor dicho, el papel y la pluma.

En el campo, Guzmán ya no podía anotar los acontecimientos provinciales. Así que empieza esta nueva redacción con el dato documental de la hora, pero esta vez con un toque narrativo, casi gauchesco: “A las siete de la noche monto un caballo colorado de Gustavo Guzmán (su hermano) y me dirijo a su quinta Palmira con el objeto de pasar allí la noche” (1963: 333). No esperaba nuestro personaje que esa noche se convirtiera en tres meses y medio, ni tampoco que no fuera en la comodidad de una quinta, sino que en un rancho provisional. Ya en el contexto rural, el sujeto es incapaz de formularse lejos de las noticias y de los chismes pueblerinos, y empieza a vivir a través de la correspondencia, periódicos viejos y de otros países centroamericanos, y de las noticias que circulaban entre los campesinos indígenas. Constatándose así en la “forma privada”, un desfase en configurarse como hombre de letras en el campo.

El diario documenta la frustración de la experiencia letrada por su falta de relación con los medios de comunicación y la prensa. Es a partir de su aislamiento que la correspondencia con su esposa se convierte en fundamental, convirtiéndose ella, por primera vez en su diario, en interlocutora del sujeto letrado. Interesa que es sólo ante esta experiencia de supuesta soledad que Guzmán menciona a la Bela, su esposa, como posible interlocutora y cómplice. En la ciudad, Guzmán era un sujeto público y no mencionaba a su esposa en el diario, pero en la soledad del exilio tuvo que referirse a lo femenino, al “sujeto privado” en el imaginario masculino decimonónico, para validarlo.

Consistente con el esmero de legitimación que menciona Molloy en cuanto al lugar de las lecturas en los recuentos decimonónicos autobiográficos hispanoamericanos, las escenas de escritura y lectura se convierten en acontecimientos privilegiados dentro de la redacción del diario.8 Así, la redacción del diario mismo se menciona con detalle. Por ejemplo, en su entrada del 2 de enero de 1898 dice:

“Todo lo anterior lo escribí a las ocho y media de la mañana, luego guardé este diario para continuarlo como de costumbre en las últimas horas de la tarde. Media hora haría que había guardado mi manuscrito en las alforjas y leía yo en la hamaquita de cabuya un número de la República de Guatemala cuando Rocha […] .” (1963: 350)

Esta entrada no sólo delinea su forma metódica de escritura, empezar en la mañana y terminar en la tarde, sino que también resalta cómo se relaciona con el documento. Al mencionar que lo guarda en la alforja, deja a entrever que lo último que olvidaría en aquel campo sería el manuscrito. La escritura del diario y la lectura de los periódicos, actos necesarios de la subjetividad letrada en el campo, se encadenan sucesivamente con los detalles del “color local” como la hamaquita de cabuya.

Si bien su diario fue una reflexión privada de los sucesos políticos y de las noticias locales que lo insertan en la “esfera pública”, una vez en el campo esa necesidad se transforma. Ya no se trata de mantenerse al día, sino de leer “periódicos viejos” y de otros países como Guatemala, Costa Rica y Honduras, nunca de Nicaragua. La red letrada ístmica se establece con más facilidad que la nacional. Aquí surge un asunto destacable, puesto que la relación de Guzmán con los sucesos nacionales se ve mediada por los campesinos de la zona, quienes son los que transmitían dicha información. Por lo mismo, dada la dinámica ambivalente entre “la ciudad letrada” y la clase campesina, Guzmán documenta la dificultad de tener que discernir entre las noticias fidedignas y las “bolas”, transformadas para exagerar, o presuntamente para burlarse de “los refugiados”; reinscribiendo así, el carácter supuestamente güegüense de lo popular nacional nicaragüense.

Este episodio de asilo en el volcán Mombacho obligó a Guzmán a enfrentarse a sus propios demonios en vez de divagar sobre chismes de unos y otros, o sobre sus visitas y encuentros diarios. Lo permanente en estos tres meses son sus sentimientos de melancolía, tristeza y nostalgia. El paso del tiempo y su impresión sobre éste, como último signo de la relación moderna, viene a desplazar los detalles urbanos del día a día. Esos demonios e inquietudes se vieron apaciguados por la morfina. Guzmán justifica el uso y casi abuso de esta sustancia por catarros, malestares estomacales y dolores en las viejas cicatrices. Curioso por lo mismo que en el diario se viera obligado a justificar sus acciones, como si escribiera, no un documento íntimo, como lo que en principio sería un diario, sino un escrito para la posteridad.

Los chismes y detalles políticos se vieron remplazados por reportajes meteorológicos y enumeración de las varias especies silvestres, incluyendo algunas interacciones ridículas con la fauna. En cierta forma estos animales vienen a personificar los “demonios” de nuestro protagonista. Sin arrebatos narrativos, cuenta por ejemplo:

“Mientras estábamos allí pasaron unos monos por las ramas del árbol bajo el cual nosotros nos hallábamos y nos cagaron. Dicen que los monos hacen esto hacen intencionalmente. Me ensuciaron la hombrera y la manga derecha del saco, pero limpié bien esa porquería con hojas.” (1963: 348)

La interacción entre los monos y los sujetos urbanos se convirtió en costumbre y en violencia por parte de los hombres que cazaban mórbidamente a los simios. También relata llenarse de garrapatas y tener que pasar el día sacándoselas de todos sus orificios, de buscar culebras y alacranes que andaban metidos en el rancho, de nuevas especies que él había creído míticas, como el casimpulga; de zancudos (mosquitos) que no lo dejan dormir, su lucha obsesiva con “perros zompopos”, y admite divertirse y jugar con cangrejos de tierra.

Es importante por lo mismo destacar, que en este reportaje cuenta con más detalle su interacción con los animales que con los habitantes que vivían en su entorno, y de quienes dependía para sobrevivir. Específicamente Juan José y su familia, cuya mujer se encargaba de alimentarlos mientras éste transportaba su correspondencia y lo mantenía al tanto de los movimientos de la escolta, que supuestamente les rodeaba buscándolos. De hecho, si ésta afectaba a las comunidades locales, Guzmán los descontaba sin importancia: “sólo se llevaron dos indios que han tomado para soldados”(1963:334). Este recuento que se presenta sin importancia, capta las prácticas del ejército hacia los indígenas, y también la indeferencia absoluta de la ciudad letrada. El elitismo y racismo subyacente de Don Enrique se transluce claramente durante este tiempo en la sierras.9

Veamos por ejemplo las circunstancias del 25 de diciembre, una de sus pocas narraciones en la que incluye sus verdaderas intenciones versus su discurso público:

“¡Vaya noche buena! A eso de las 7 me puse a instarles[a los otros dos conservadores que estaban refugiados con él] para que se vistiesen y fuesen a la casa de la hacienda a tener un rato de parranda con Juan José y su familia. Yo no voy les dije, por el dolor y ardor que tengoen esta pierna, lo cual no era del todo cierto, pues de ninguna manera habría ido.”(1963: 344)

Esta indiferencia despectiva hacia quienes lo ayudaban aparece más de una vez a lo largo de su estadía. Se trata de una postura consistente con lo que Jeffrey Gould ha especificado sobre la época:

“La credibilidad de los intelectuales locales dependió de la deslegitimación efectiva de la identidad indígena. En este contexto el estilo descarado de la negación efectuada por los intelectuales ladinos es algo comprensible. Su lucha requiso de confines impermeables y firmes; cualquier debilidad, descuido o reconocimiento pondría en peligro a la construcción discursiva, antes que solidificaran sus límites.” (1998: 286)

El diario íntimo de Guzmán, en cierto sentido, es un registro, no personal, sino nacional sobre las relaciones sociales. Por ejemplo, pese a que esta comunidad cuidaba y alimentaba a los refugiados, también queda implícito que se divertían a su costa, anunciando falsamente la llegada de la escolta, haciendo que los sujetos urbanos salieran corriendo al monte y se llenaran de garrapatas. O diciéndoles que en una u otra fecha llegarían los emigrados, noticias que provocaban júbilo y exaltación por parte de los escondidos.

Y aquí me refiero a otro protagonista ausente del diario de Guzmán durante esta época de clandestinidad: los emigrantes. Según el contexto histórico, un número significativo de disidentes políticos había buscado refugio en Costa Rica. La esperanza de Guzmán y de sus compañeros era que los emigrantes atacaran el país con el apoyo costarricense y derrocaran al gobierno de Zelaya. Veamos por ejemplo su relato del 26 de diciembre:

“ […] sin duda son sinceros los que se mantienen fijando los brazos para la venida de los Mesías, pero la buena intención no le salva a uno del ridículo ni del desprecio. Hoy se cumplen 100 días del estúpido golpe en vano del 17 de sept, de lo que ando huyendo por estos montes y de que estamos casi todos los nicaragüenses esperando la venida de los emigrados.” (1963: 349)

Los emigrantes se convirtieron en una omnipresencia mesiánica, que según nuestro personaje redimiría su clandestinidad y le permitiría regresar triunfante a su ciudad.

Cabe señalar el paralelo posterior que ha surgido por ejemplo con la guerra civil nicaragüense durante los ochenta y los llamados contras, quienes también se veían refugiados y luchaban desde las fronteras norte y sur. Y más contemporáneamente, esta representación mesiánica de los emigrantes alude a las necesidades de las remesas y al protagonismo distante que cumplen los emigrantes en la economía, ya no necesariamente en la política local. Después de mucho esperar en vano la llegada de los emigrantes, Guzmán, el 17 de enero de 1898, se suma a ellos en su exilio: “que alegre que nos pusimos al vernos en camino para Costa Rica. Lo que hacen las tiranías horribles que el hombre se siente feliz de dejar su patria, convertida en una verdadera caverna de Polifemo” (1963: 354). Y así termina el episodio del destierro rural de Enrique Guzmán. Una vez que se integra en “la sociedad” su diario vuelve a revertirse, a enumerar la experiencia cotidiana con poca, si a caso alguna reflexión. El episodio del destierro del intelectual decimonónico, desvela lo que queda cuando el sujeto es sacado de su contexto urbano. Un sujeto que mantuvo su adscripción o pasaporte a la ciudad letrada a través del diario. En el espacio supuestamente subjetivo confirma la experiencia moderna remota.

El diario personal es una subcategoría de la autobiografía que implica una actividad o un registro privado. Se ha de notar que en castellano es preciso calificar la palabra diario para diferenciarla de la producción periodística. El diario de Guzmán por ejemplo, en vez de personal se califica de íntimo. La semántica hispánica, correspondiendo con la realidad cultural, ha carecido de posibilidades menos rígidas o sistemáticas, como en inglés, a partir del francés, con la posibilidad de journal, un registro menos estricto y sistemático que no implica la categorización de la experiencia, sino más bien la reflexión. De esta manera, el “diario íntimo” de Guzmán es más bien un cuaderno de bitácora, es decir, un registro que mantiene cuentas de las variaciones climáticas y de las acciones y sucesos que toman lugar durante la realización de alguna tarea. La ambivalencia de la forma autobiográfica remite a éste intelectual en transición, entre tradicional y moderno.

 

© Julia M. Medina


Bibliografía

arriba

Arellano, José Eduardo, 1994: Diccionario de Autores Nicaragüenses, Tomo I: Instituto Nicaragüense de cultura, Biblioteca Nacional Rubén Darío.

Benjamin, Walter, 1999: “The Diary” en el ensayo “The Metaphysics of Youth”, en: Walter Benjamin, Selected Writings: 1913-1926. ed. Marcus Bullock, Massachussets:
Belknap Press of Harvard University Press.

Certeau, Michel de, 1988: The writing of History, New York: Columbia University Press.

Gould, Jeffrey, L., 1998: To Die in This Way: Nicaraguan Indians and the Myth of Mestizaje: 1880-1965, Durham and London: Duke University Press.

Gramsci, Antonio, 1999: The Antonio Gramsci Reader: selected writings 1916-1935, New York: New York, University Press.

Guzmán, Enrique, 1963: Diario íntimo, Managua: Edición de Revista Conservadora.

Lejeune, Philippe, 1994: El pacto autobiográfico y otros estudios, Madrid: Megazul, Endymion.

Molloy, Sylvia, 2005: At Face Value: Autobiographical Writing in Spanish America, Cambridge: Cambridge University Press.

Said, Edward, 1994: Representations of the Intellectual: The 1993 Reith Lecture, New York: Vintage Books.

 


Notas

arriba

vuelve 1. Francisco Cerutti ha hecho una labor imprescindible recopilando los escritos de Enrique Guzmán. Entre sus ediciones se encuentra: Las pequeñeces cuiscomeñas de Antón Colorado. Ed. Francisco Cerutti. Pub. Fondo de Promoción Cultural Banco de América. Serie Literaria No1.1974; Las Gacetillas: 1878-1894. Nicaragua: Colección Cultural Banco de América, 1975; Escritos Autobiográficos de Enrique Guzmán. Nicaragua, Colección Cultural Banco de América, 1976.; Editoriales de la Prensa: 1878. Colección Cultural. Nicaragua: Banco de América, 1977. Pedro Joaquín Cuadra Chamorro hizo una de las primeras colecciones de los escritos de Guzmán bajo el titulo: Huellas de su pensamiento: Política, historia, literatura y religión. Edición Centenaria 1843-1943. Granada, C.A-Tip del Centro Americano.

vuelve 2. Antonio Gramsci (1999) hace una historia cultural del desarrollo del intelectual. Explica que todo miembro de la sociedad es un intelectual; pero pocos funcionan como tales. Por lo tanto, existen categorías históricamente formadas que se especializan en la práctica de la función del intelectual. El intelectual se define como alguien que se ocupa de organizar, administrar, dirigir educar o guiar a otros miembros de la sociedad. (“The intellectuals are the dominant group’s ‘deputies’ exercising the subaltern function of social hegemony and political government.” [306])

vuelve 3. El hijo de Guzmán rescató el diario de su padre y lo divulgó sólo mucho después de la muerte del mismo.

vuelve 4. La distancia entre el hombre y el profesional en la autobiografía de Darío, la han comentado Enrique Anderson Imbert, Julio Valle Castillo y Jorge Eduardo Arellano, entre otros.

vuelve 5. Referirse a la colección de Pedro Joaquín Cuadra Chamorro: Huellas de su pensamiento: Política, historia, literatura y religión. Edición Centenarial. 1843-1943. Granada, C.A-Tip del Centro Americano.

vuelve 6. En el contexto argentino, casi cincuenta años después, Perón quiso humillar a Borges asignándolo como inspector de Aves de Corral. En ese contexto ya no se trataba de castigar mediante la interacción interracial, sino en un claro gesto burlesco.

vuelve 7. Entre las fechas históricas que recuerda en el campo y menciona en su diario se encuentra el doce y el trece de octubre. El doce escribe: “Rocha y yo recordamos al levantarnos que hoy se cumplen 405 años de descubrimiento de América.” Y al día siguiente: “Recuerdo a mis compañeros, todos más jóvenes que yo que hace hoy cuarenta y dos años de la toma de Granada por Walker, y les refiero a este suceso del cual me acuerdo muy bien.” Guzmán se asigna el rol del historiador, de marcapasos de las fechas nacionales.

vuelve 8. Otras lecturas que Guzmán menciona en su diario incluyen: “Le rêve” de Émile Zola y El Quijote.

vuelve 9. Otro ejemplo curioso es cuando identifica que la persona que supuestamente denuncia su paradero es una mujer negra: “[…] que una negra, mujer de un tal Chombo, llegó a denunciar a las autoridades de aquella ciudad el lugar de nuestro escondite” (1963:341).

 


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Modificado 28/04/08*

*Istmo@wooster.edu*

*© Istmo, 2008*