Carla Guerron-Montero

 

Movimientos laborales afro-antillanos y la Chiriquí Land Company

en Bocas del Toro, Panamá, 1890-1940

 

University of Delaware, Newark, EE.UU.

cguerron@udel.edu

 

Notas*Bibliografía


1. Introducción1

Las relaciones entre los afro-antillanos2 y la United Fruit Company (UFC) y sus subsidiarias han sido las de mayor duración y magnitud que esta compañía ha tenido con cualquier otro grupo étnico (Bourgois, 1985: 103). A partir de 1850 existía una tendencia de parte de las compañías internacionales asentadas en Centroamérica a afirmar que el trabajador afro-antillano era el más apropiado para un número de trabajos en el Caribe. En este ensayo, mi interés es responder a dos preguntas con relación a esta aseveración. Primeramente, ¿por qué se consideraba a los afro-antillanos como la fuente de trabajo más apropiada y confiable para el trabajo en las compañías bananeras? En conexión a esta pregunta, ¿cuál fue la respuesta de los grupos antillanos que trabajaban en las bananeras a las condiciones de vida infrahumanas que debieron confrontar en muchas ocasiones? Con el propósito de contestar a estas preguntas, discuto la participación de los afro-antillanos en el desarrollo de la Chiriqui Land Company (CLC) en Bocas del Toro (Panamá), y de manera secundaria en Limón (Costa Rica), desde 1899 –año en que la compañía fue creada– hasta 1940, cuando el mercado bananero experimentó una reducción de la producción con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial.3

Al decir de Heckadon Moreno (en Reid, 1980), la información sobre los afro-antillanos en el noroeste panameño es sumamente escasa, posiblemente aun más escasa que aquella que discute la experiencia de los negros coloniales en Panamá (1980: 9). A pesar de que existe un número relativamente amplio de estudios que se concentran en las actividades de la UFC en Centroamérica, se ha prestado muy poca atención a la participación de la población negra en el desarrollo de esta empresa.

 

2. Los afro-antillanos en Panamá

Las poblaciones afro-antillanas llegaron a Panamá como fuerza de trabajo en distintas empresas económicas durante el siglo diecinueve.4 El gobierno panameño (y de forma muy similar, el gobierno costarricense) experimentó con distintos grupos étnicos con el fin de hallar la fuerza de trabajo más adecuada. Por esta razón, contingentes de hombres de distintas partes del mundo fueron enviados a Panamá para trabajar en proyectos tales como la construcción del ferrocarril (1850-1855), los esfuerzos del gobierno francés por construir un canal (1880-1898), la construcción del canal en manos estadounidenses (1904-1914) y la formación de compañías bananeras estadounidenses aproximadamente a mediados del siglo diecinueve.

El ambiente natural y la vegetación atractiva de Centroamérica producen un paisaje deslumbrante. Sin embargo, en el siglo diecinueve, este ambiente fascinante era percibido como una jungla peligrosa y hostil donde ningún hombre se aventuraría a trabajar. Es por esta razón que era extremadamente difícil para las compañías internacionales con intereses invertidos en la riqueza de los recursos naturales del área encontrar trabajadores apropiados. Los grupos indígenas que vivían en las cercanías de la zona no se encontraban lo suficientemente integrados a la economía de mercado; los pobladores latinos panameños y centroamericanos no estaban interesados en trabajar bajo circunstancias agotadoras, considerando que tenían la oportunidad de hallar posiciones más atractivas y mejor pagadas en otros sectores de la economía. Como establece Adams (1914),

“Sólo unos pocos de esos [1500 trabajadores que iniciaron la construcción del ferrocarril costarricense en 1871] eran nativos de Costa Rica o habitantes de Centroamérica, ya que nada podía inducir al nativo promedio a entrar en la zona mortal de las tierras calientes de la región costera caribeña. Los trabajadores, por tanto, fueron atraídos desde Jamaica, y es el negro jamaicano el que realiza la mayor parte del trabajo manual en los distritos de banano de Centroamérica hoy en día.” (1914: 56)5

Por tanto, la única solución posible era importar fuerza de trabajo de distintos países a Panamá, y de experimentar con la misma, con el fin de hallar trabajadores que estuviesen dispuestos a adaptarse a las condiciones precarias de la región, así como a los salarios extremadamente bajos que se ofrecían. Con este objetivo en mente, miles de personas de distintos países del mundo fueron importadas a la región. De esta forma, chinos, italianos, canadienses, holandeses, suizos, afro-americanos, afro-amerindios caribeños, sirios, turcos, hindúes, y egipcios inmigraron a Panamá para trabajar en distintas empresas. Al igual que en el resto de Latinoamérica, en Panamá personas de descendencia caucásica fueron escogidas con el fin intencional de promover la mezcla de estos grupos con la población latina local, ya que esta mezcla “le haría bien al país” (Minor Keith en Bourgois, 1985: 107); es decir, promovería el anhelado y presuntamente factible proceso de blanqueamiento en la población (cf. Lomnitz-Adler, 1992). Sin embargo, a partir de 1850 los esfuerzos de experimentación cesaron, cuando los directivos de estas empresas reconocieron que los afro-antillanos eran sin lugar a dudas lo que las compañías internacionales estaban esperando.

 

3. La Chiriquí Land Company

La Chiriquí Land Company es una subsidiaria de la UFC, una de las corporaciones transnacionales más antiguas y poderosas de los Estados Unidos. La UFC se formó el 30 de marzo de 1899 con la unión de la Boston Fruit Company (creada informalmente en 1885 y presidida por Andrew W. Preston) y las compañías controladas por Minor C. Keith –empresario norteamericano pionero en la producción de banano en Centroamérica– en Limón [Costa Rica], Bocas del Toro [Panamá] y Santa Marta [Colombia] (Stephens, 1987: 8; cf. Adams, 1914: 68, 78).6 Adams propone que la formación legal de la UFC generó algo más que el nacimiento de una corporación: fue el origen de la industria del banano en el mundo (Adams, 1914: 85).

La CLC se formó “por la fusión de todas las granjas compradas o plantadas por Minor C. Keith en la provincia de Bocas del Toro” (Bourgois, 1985: 109).7 Esta compañía transformó la región en una de las plantaciones de banano más productivas de Latinoamérica, y mantuvo el control directo y constante de otras compañías bananeras a través de los años. A pesar de que este poder se limitaba durante tiempos de desequilibrio del mercado mundial, o debido a la presencia de plagas en la industria, la compañía pudo controlar su imperio por encima de cambios en la estructura social, política y económica reinante, guerras y calamidades en los países que operaba. Los gobiernos panameño y costarricense le concedieron todas las facilidades y ventajas en sus países. La siguiente resolución del presidente de Costa Rica en 1945 ilustra este curso de acción:

“El presidente de la República resuelve que [. . .] la Chiriquí Land Company [. . .] en referencia al cultivo y explotación de las haciendas antedichas disfruta de las concesiones y ventajas mencionadas en el decreto No. 2 de Septiembre 4, 1930 y el artículo VI del decreto No. 133 de Julio 23, 1938; [. . .] que esta compañía puede continuar manteniendo, conservando y explotando en las haciendas antedichas, para propósitos de la industria bananera las líneas de tren privadas de vía angosta (36”) y sus vías anexas correspondientes.” (República de Costa Rica, 1930-1953: 76; énfasis añadido)

Las ventajas concedidas a la compañía, debido a los enormes intereses económicos en juego, fueron tan importantes que cuando Costa Rica y Panamá se encontraban en un período de confrontaciones limítrofes en 1945, el Presidente de Costa Rica le aseguró al Director de la CLC en esa época, el Sr. Reginald Hamer Turnbul, que sus intereses se mantendrían intocables en este conflicto, y que la compañía podría continuar usando los ferrocarriles que pasaban por la zona en disputa sin ningún tipo de obstáculo:

“El Presidente de la República resuelve que [. . .] todos los materiales, maquinaria, mercadería, y cualquier otro artefacto que la Chiriquí Land Company y la Compañía Caronas S.A. necesiten para el desarrollo de sus actividades relacionadas con el banano en la hacienda ‘El Roble’ o en otras haciendas localizadas en la misma región, podrán continuar siendo transportadas al país a través de las líneas que existen en la actualidad y que cruzan la frontera a través del área conocida como ‘Bogamani’.” (República de Costa Rica, 1930-1953: 79; énfasis añadido)

De la misma forma, contratos celebrados entre la CLC y el gobierno panameño le garantizó a la compañía la tala gratuita de bosques y la extracción de arena y piedras de los ríos.

“Toda la región bananera del Atlántico y el Pacifico, en sus bosques y minerales metálicos, ha sufrido el masivo pillaje que ha empleado la compañía [CLC] por tantos años, haciendo imposible calcular el valor económico en este sentido, ya que debido a que este despojo se realiza en forma gratuita, se lleva a cabo de la misma manera, sin un estimado o medida, temerariamente.” (Ricord, 1974: 8)

Los números hablan por sí mismos: la exportación de banano desde Bocas del Toro por la CLC fue de cuatro millones y medio de unidades en 1908; 3,400,000 en 1909; y casi cinco millones en 1911. En 1929, la exportación total de banano fue de cuatro millones seiscientos mil unidades. En los años 30, la exportación total aumentó después de un período de depresión mundial en 1935, ya que en esa época se exportaron cinco millones seiscientos mil unidades. La Segunda Guerra Mundial trajo consigo numerosas pérdidas de producción hasta 1946, cuando la producción total fue de cinco millones de unidades. El total de unidades desde 1908 hasta 1973 fue de más de 399 millones de unidades con un total de más de 749 millones de dólares (Ricord, 1974:7-8). En Costa Rica se sucedió una situación sumamente similar. La UFC obtuvo 110 mil unidades en 1883; más de dos millones de unidades en 1889, diez millones de unidades en 1907, once millones en 1913 y declinó a más de siete millones de unidades en 1927, para un total de más de doscientos cincuenta millones de unidades desde 1883 hasta 1927 (Sáenz, 1928: liv).

A pesar de que la compañía recibía todas las garantías legales y constitucionales para funcionar de forma apropiada, no siempre recompensó esta confianza de la misma manera. La UFC y sus subsidiarias enfrentaron problemas legales en más de una ocasión por violación de contratos y la falta de pago de precios previamente estipulados. En Costa Rica, por ejemplo, dos compañías bananeras privadas demandaron a la UFC por incumplimiento de contrato:

“Mi representada [la Empresa Bananera Thagor y compañía Bananera del Reventazón] entregó –en concordancia con los contratos estipulados– un total de 314,9995.3/4 de unidades y la demandada [United Fruit Company y Compañía Bananera de Costa Rica] pagó el precio en dólares devaluados y no transferibles que valen después de la devaluación 40.49% menos que el dólar oro americano que existía al momento de la celebración del contracto. Por consiguiente, las compañías no pagaron ciento nueve mil ciento ochenta y seis dólares y siete centavos.” (Hecho No. 3 en Jiménez, 1943: 5)

Otra área en la cual la CLC demostró su poder fue en las ventajas que tenía sobre los pequeños productores. Un contrato en 1928 por la adquisición de banano de propiedad de pequeños productores por la UFC en Costa Rica indica de forma sumamente clara estas ventajas:

“La compañía, sin embargo, se reserva el derecho de comprar al contratista las unidades de seis manos, siempre que la compañía lo desee y necesite, y el contratista, a su vez, está obligado, claro está, a vender su producto exclusivamente a la compañía siempre que la compañía lo requiera. Las seis manos de cada unidad de este tipo deben tener diez o más dedos bien desarrollados, especialmente la mano del final, es decir la sexta mano, que debe tener seis o más dedos bien desarrollados, de forma similar a la mano que se encuentra inmediatamente antes.” (Sáenz, Artículo II, 1928: LIC; énfasis añadido)

El banano que crecía en la tierra de los productores nacionales públicos o privados era vendido por la CLC a través de su marca registrada “Chiquita;” los pequeños productores eran manipulados por la CLC y no se les garantizaba sus legítimos derechos. Carlos Reid (1980), pequeño productor bocatoreño narra su experiencia con las bananeras:

“En 1932 traté de establecer una finca grande de banano, pues la United Fruit Company se aprovechaba de los pequeños agricultores, pagándoles un precio muy bajo por sus frutas. Sin embargo, en 1932 el Capitán Aubrey Surgeon trajo de Panamá a un comerciante de apellido Adgate, quien vino a Bocas ofreciendo mejores precios a los agricultores. Luego, la United Fruit Company tuvo un plan para sacar a Adgate de este negocio. Llamaron a todos los pequeños agricultores y les ofrecieron un precio más alto, firmando así mismo un contrato en donde estos se comprometían a venderle solo a la United Fruit Company. Cuando la compañía tuvo en su poder a la gente que estaba comprometida por los contratos de aceptación, Adgate tuvo que abandonar Bocas. Poco después de su partida, la compañía renegó su acuerdo con los pequeños agricultores y comenzó a rechazar por completo los bananos, alegando que los agricultores pobres no podían producir la calidad de fruta que ella exigía.” (1980: 40).

Al decir de Solano (1950), para que la compañía estuviese en concordancia con las necesidades de la economía nacional, ésta tenia que “asegurar que compraría el banano a los productores nacionales en condiciones de igualdad.” Sin embargo, “cuando tenía oportunidad de aplicar esta práctica [la compañía] rechazaba arbitrariamente una gran cantidad de fruta, causando perjuicios perversos a los panameños que estaban luchando por mantener su producción bananera” (1950: 10).

Los partidos políticos de izquierda estaban usualmente en oposición a estas concesiones y ventajas. En 1950, el Secretario General del Partido del Pueblo en Panamá estableció que el dar concesiones a la UFC por treinta años más después de que un contrato inicial terminó en 1927, era equivalente a “poner una hipoteca en la provincia de Chiriquí y en el estado de Panamá, a los intereses del imperialismo norteamericano” (Solano, 1950: 1). ¿Qué es lo que el ciudadano afro-antillano pensaba acerca de la CLC?

3.1 Fuerza de trabajo afro-antillano y la Chiriquí Land Company

A finales del siglo diecinueve, las corporaciones transnacionales que operaban a lo largo del litoral atlántico de Centroamérica tenían serios problemas de escasez de trabajo. Las divisiones de Bocas del Toro y Limón en particular estaban en la necesidad de contratar una fuerza de trabajo considerable desde que la industria bananera se convirtió en una empresa prometedora.

Sin embargo, era sumamente difícil hallar fuerza de trabajo apropiada, debido a que las condiciones de trabajo ofrecidas por la UFC eran “excepcionalmente arduas y peligrosas, aun para los estándares costarricenses y panameños de la época” (Bourgois, 1985: 105). Las condiciones más mínimas de vivienda y trabajo no estaban disponibles en Bocas: no existían viviendas, transporte o agua potable, la tierra debía ser limpiada antes de ser plantada, y había un sinnúmero de plagas y enfermedades. Como consecuencia, y con el fin de evitar el pago de salarios elevados y la construcción de infraestructura costosa, las compañías buscaban trabajadores que estuviesen dispuestos a trabajar “por salarios de subsistencia bajo condiciones poco satisfactorias’ (Bourgois, 1985: 106). Debido a las extremas dificultades que exige la producción de banano –es necesario que los trabajadores estén disponibles a diario ya que no existen estaciones de producción– era esencial que la compañía bananera contase con “una fuerza de trabajo estable, totalmente proletarizada y bien disciplinada” (Bourgois, 1994: 32).

De la misma forma que ocurrió con la construcción del Ferrocarril de Panamá y los esfuerzos francés y estadounidense de construir el Canal, los afro-antillanos fueron elegidos como la fuerza laboral más prominente para trabajar en las plantaciones bananeras.. Como establece Stephens, “desde que la agricultura comercial comenzó en Bocas del Toro, la fuerza de trabajo estuvo compuesta mayoritariamente por poblaciones negras de habla inglesa de las Antillas y la costa caribeña de Centroamérica” (Stephens, 1987: 32). Al decir de Gutiérrez, “la expansión de plantaciones de banano en Bocas del Toro produjo un importante flujo migratorio de miles de trabajadores de las Antillas o directamente de los campamentos del Canal francés, que habían permanecido desempleados debido a la bancarrota de la ‘Compagnie Nouvelle’ en 1895” (Gutiérrez, 1986: 34; cf. Gutiérrez, 1991: 77).

Bocas del Toro llegó a ser una de las regiones más prosperas de Panamá, y recibió la migración más prominente de trabajadores afro-antillanos (particularmente de Jamaica) y trabajadores desempleados provenientes de la compañía del Canal francés (Heckadon Moreno en Reid, 1980: 10, 11) y luego del Canal norteamericano, en la historia de la provincia. Bourgois establece que en 1894, Minor Keith contaba con 1,500 trabajadores antillanos recogiendo banano en sus plantaciones adquiridas recientemente; en 1899, 2,120 afro-antillanos trabajaban para la División Bocas de la UFC (Bourgois, 1985: 111). Para el año 1905, la compañía tenia 6,500 trabajadores, la mayoría de ellos afro-antillanos. Los estadounidenses manejaban las áreas de administración y labor especializada (Stephens, 1987: 14).

Las condiciones laborales para los trabajadores de banano (afro-antillanos, latinos e indios) eran desastrosas. Los trabajadores debían habitar en pequeñas barracas, enfrentándose a condiciones de vida congestionadas e insalubres, falta de suministros médicos, y epidemias desenfrenadas de malaria y fiebre amarilla. Además, la segregación asociada con las condiciones de trabajo y la adscripción étnica ocurrían a diario. El amplio número de enfermedades detectadas en el área provocó que Bocas tuviese “uno de los peores índices de salud de todas las divisiones de la United Fruit Company” (Bourgois, 1985: 111).

Las viviendas reflejaban las rígidas jerarquías de trabajo de las plantaciones. Aquellos que trabajaban en las barracas (usualmente trabajadores afro-antillanos) no poseían ni las más mínimas condiciones de trabajo, mientras que los supervisores y controladores de los horarios (generalmente latinos provenientes de Panamá o Costa Rica) disfrutaban de un estándar de vida estable y relativamente justo. De forma contrastante, los directores de división y administradores (en su mayoría estadounidenses) vivían en casas lujosas y pertenecían a clubes exclusivos (Bourgois, 1994: 29-30). Solano (1950) confirma esta tendencia: en Puerto Armuelles existían tres vecindarios de propiedad de la compañía donde los estadounidenses, supervisores y trabajadores vivían: el Rol de Oro, el Pueblo Español y la Ciudad de Plata, respectivamente. En las instalaciones de la Compañía en Panamá y Costa Rica, los directores y administradores norteamericanos disfrutaban de toda comodidad imaginable, y “a cien metros de distancia, los campamentos [se encontraban] en condiciones de pobreza [. . .] baños colectivos, falta de [. . .] agua, pisos de tierra, luz insuficiente, etc.” (Solano, 1950: 21-22). Carlos Reid, quien a edad temprana trabajó como cargador de banano, ratifica la existencia de condiciones de trabajo sumamente severas: “En los días lluviosos la piel se nos arrugaba y parecía la de un viejo, por el constante trajinar en la lluvia y lodo” (1980: 131; cf. Bourgois, 1994: 32).

Hasta 1960, la UFC pudo mantener un monopolio comercial al interior de la compañía misma al mantener “tiendas donde el mercado cautivo de sus miles de trabajadores (y sus familias) debían comprar comida, ropa, licor, etc. gastando de los exiguos salarios recibidos” (Ricord, 1974: 6). Solano establece que se hacía imperativa la supresión de estos mercados con el fin de forzar a la compañía a pagar “salarios de acuerdo al costo de vida en el país, y no salarios extremamente bajos, como los que la compañía paga ahora protegida por sus mercados, y por el monopolio comercial que practica en sus plantaciones” (1950: 9).

3.2 Condiciones de trabajo y demandas laborales

En un ambiente de trabajo como el de las plantaciones bananeras, donde los trabajadores estaban controlados constantemente –ya que el éxito del negocio dependía de su tratamiento del producto– inevitablemente las relaciones de trabajo a menudo se tornaban explosivas. Esta tensión se vio agravada por el hecho de que el pago que recibían los trabajadores era “a destajo”, es decir, basado en lo que el trabajador producía. Bourgois (1994) sugiere que en esas condiciones, “los trabajadores tratan de trabajar rápido con el fin de obtener más dinero, mientras que los supervisores tratan de hacer que trabajen más lento para garantizar que la fruta no sea maltratada” (1994: 35). Las jerarquías burocráticas internas de la CLC crearon privilegios notorios para los jefes administrativos, y “sumisión y conformidad absoluta en la fuerza de trabajo” (Ricord, 1974: 9). ¿Es posible aplicar esta afirmación a las poblaciones afro-antillanas que trabajaban en las compañías bananeras de Bocas del Toro?

Al decir de Solano (1950), la compañía mantenía la práctica común de impedir el funcionamiento libre de los sindicatos en sus empresas y de crear “sindicatos amarillos, instrumentos dóciles de la compañía a cargo de sofocar las aspiraciones de los trabajadores” (1950: 16-17). Sin embargo, los trabajadores antillanos se organizaron y mantuvieron encuentros constantes con la dirigencia de la compañía, con el fin de mejorar sus salarios y condiciones de trabajo.

“En la actualidad, los trabajadores [en la compañía] que ya sobrepasan los 10,000 en ambas plantaciones, viven en condiciones miserables en hogares deprimentes [. . .] y discriminados, sin ninguna protección y no reciben apoyo legal alguno; víctimas de enfermedades y de hambre, los trabajadores de la United Fruit Company no progresan en lo más mínimo en sus condiciones de vida, social o culturalmente. Frente a sus ojos, los gringos, los capataces y otros instrumentos extranjeros, hacen fortunas con mejores salarios, agravando la miseria de nuestro país.” (Solano, 1950: 2)

Los trabajadores antillanos organizaron una serie de huelgas y levantamientos en el área a partir de 1881 y continuaron al menos hasta 1904 (Maloney et al., 1981: 74). Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, se sucedieron dos levantamientos laborales importantes en las Divisiones de Bocas y Limón. En 1910 se formó el “Sindicato de Artesanos y Trabajadores”. El mismo estaba compuesto casi exclusivamente por afro-antillanos que se unieron a la compañía debido a un crecimiento de la producción en la División de Limón. Esta organización permaneció activa por un período corto de tiempo; la respuesta que la compañía dio a la formación de esta unión fue la de despedir a todos los supervisores negros que eran miembros del sindicato. A continuación, se declaró una huelga general y se produjo una confrontación sumamente violenta cuando la compañía importó setecientos rompehuelgas de San Cristóbal. Cuarenta y ocho huelguistas fueron heridos por la policía como resultado de esta confrontación (Bourgois, 1994: 97).

Incidentes de este tipo fueron más frecuentes a principios de la década de 1910. Casi todas las huelgas culminaron en confrontaciones sangrientas y violentas debido a la represión creada por la policía. La huelga más contundente ocurrió en marzo de 1913 en los distritos de Sixaola y Talamanca en la División de Bocas del Toro:

“Un motín surgió cuando la compañía intentó romper la huelga al importar doscientos trabajadores latinos nicaragüenses. El gobierno de Costa Rica envió tropas para proteger a los rompehuelgas pero cuando el primer grupo de 150 soldados desembarcaban de los botes de la compañía que los había transportado a la plantación, una masa de trabajadores antillanos enfurecidos invadieron el muelle. A petición de la compañía, se movilizó a cincuenta soldados panameños más a lo largo de la línea limítrofe en el lado panameño para prevenir que la huelga se extendiese al resto de la División. Al final de la huelga [un mes y medio después] un afro-antillano había sido asesinado, dos habían sido heridos y docenas habían sido golpeados. Los líderes de la huelga, incluyendo los maquinistas y conductores de vagón del Departamento de Ferrocarril fueron despedidos.” (Bourgois, 1985: 118-119; énfasis añadido)

La segunda ola de huelgas comenzó después de la Primera Guerra Mundial; estas huelgas fueron causadas por el rápido incremento de los precios de los servicios básicos, y el hecho de que los salarios no aumentaban proporcionalmente. Después de la Primera Guerra Mundial, se desarrolló un fenómeno internacional entre los trabajadores negros de la Diáspora africana de petición de mejores condiciones laborales. Por ejemplo, durante la huelga del Distrito de Sixaola en 1918-1919 docenas resultaron heridos y los líderes del movimiento fueron llevados prisioneros. La compañía se vio forzada a subir los salarios en un quince por ciento, debido a la presión de la Oficina Colonial Inglesa (Bourgois, 1985: 117-124). De la misma forma que en años anteriores, la huelga más extensa y violenta de ese período tuvo lugar en el Distrito de Sixaola en la División de Bocas del Toro. El resultado de este conflicto fue el arresto y el despido en masse de los huelguistas (Bourgois, 1994: 99).

La CLC aplicó dos estrategias comúnmente utilizadas por compañías norteamericanas con el fin de prevenir o limitar la esfera de acción de las huelgas en Latinoamérica. Una –la más viciosa y efectiva– fue la de traer fuerza de trabajo latina a las compañías, aprovechando la inestabilidad económica que enfrentaban las naciones centroamericanas vecinas. Entre estos “rompehuelgas” latinos y los trabajadores antillanos existía una animosidad racial y diferencias culturales importantes que no permitieron que surgiese un movimiento de solidaridad.8 Cuando los afro-antillanos comenzaban una huelga, los latinos la boicoteaban; lo mismo sucedía con los afro-antillanos cuando los panameños latinos iniciaban una huelga. Al decir de un indígena Bribrí que trabajaba en la compañía en aquella época:

“Teníamos que callarnos porque todos los que participaban en la huelga perdían su trabajo. La paga era miserable. Antes de eso, cuando solo los negros estaban por aquí, ¡uh! Ellos eran realmente bravos sobre cosas como estas. Ellos dejaban de trabajar por un asunto antiguo y nada los movía. Ni siquiera el capataz tenia permiso de entrar en la granja.” (Don Simón en Bourgois, 1985: 125)

La UFC y otras compañías norteamericanas asentadas en Centroamérica utilizaron muy frecuentemente la estrategia de incorporar fuerza de trabajo racial y culturalmente diferente en una misma empresa, con el fin de apartar la atención de los trabajadores de las responsabilidades de la administración. En las minas de Abangares (Costa Rica), en 1910-1911 por ejemplo, compañías mineras (propiedad de compañías afiliadas a la UFC) intentaron destruir la resistencia cotidiana de los trabajadores mineros “con la ingeniosa estratagema de reclutar a un grupo de jamaicanos para que sirviesen como guardias o fuerza policíaca específicamente con el propósito de ubicar ‘ladrones’ de oro” (Chomsky, 1998: 174). La compañía contrató entre 50 y 100 afro-antillanos para trabajar en las minas de Abangares en ese periodo. Al decir de Chomsky (1998),

“El lenguaje, la raza y las diferencias culturales separaron a los jamaicanos de los trabajadores hispanos, y la compañía tomó clara ventaja de este hecho al traer a los jamaicanos con el propósito de controlar [a los trabajadores hispanos]. El testimonio de un trabajador hispano demuestra como él percibió los nuevos arribos: ‘En las noches, los negros bailaban en el galerón de su casa golpeando troncos de árboles huecos que cubrían en un lado con la piel de una serpiente. Y ellos bailaban, con un taca bamba-taca bamba, hasta por tres horas chorreando sudor de todas partes de su cuerpo.’ Claramente, prejuicios sociales profundos dividían a los trabajadores hispanos y negros.” (1998: 174; énfasis en el texto original)

La segunda estrategia usada por la CLC fue la de desestimar cualquier movimiento iniciado por los afro-antillanos (y de igual forma, por trabajadores de cualquier nacionalidad) bajo la excusa de que tales movimientos no eran más que el producto de influencias comunistas (cf. Grannum de Lewis, 1979: 11).

4. Conclusiones

4.1. Afro-antillanos, relaciones étnicas y condiciones de trabajo

Desde la mitad del siglo diecinueve hasta aproximadamente mediados de 1920, un amplio número de afro-antillanos fue traído hacia Panamá para trabajar en diferentes empresas. Bajo la premisa de los principios reinantes en el siglo diecinueve del Darwinismo social, el gobierno de Panamá (y de forma similar, el de Costa Rica) experimentó con distintas poblaciones con el fin de hallar la fuerza de trabajo más apta para trabajar bajo condiciones infrahumanas. Después de un período infructuoso de búsqueda, se escogió a los afro-antillanos como el grupo de trabajadores mayoritario y más apropiado para trabajar en el ferrocarril de Panamá, en la construcción del Canal de Panamá por manos francesas y estadounidenses, y las empresas bananeras y de otras frutas tropicales en Panamá y Costa Rica.

Cabe preguntar, ¿por qué los afro-antillanos? Varios elementos permiten explicar el razonamiento usado por las compañías contratantes. Primeramente, los afro-antillanos crecieron en granjas familiares, generalmente orientadas a la producción de subsistencia. Por tanto, tenían familiaridad con las relaciones de producción de las plantaciones, ya que la mayoría de ellos habían sido campesinos semi-proletarios que completaban sus ingresos provenientes de la producción agrícola con trabajo asalariado en grandes plantaciones de azúcar.

Los afro-antillanos eran inmigrantes saludables y fuertes que “encontrarían la muerte prematura en Centroamérica” debido a las condiciones de trabajo opresivas que fueron forzados a soportar. No se ofrecían a trabajar fuera de sus países hasta que tenían la edad óptima para el trabajo fuerte. Aun más, “la mayoría de los antillanos que trabajaban en la industria bananera de hecho pagaron por el costo de su transporte al sitio donde la transnacional los necesitaba más en ese momento en particular” (Bourgois, 1985: 110-111; énfasis añadido). Debido a su fuerza física, su adaptación a la vida en los trópicos y su conocimiento del idioma inglés, los afro-antillanos fueran percibidos como la población ideal para trabajar en las plantaciones bananeras (Lewis 1980:15, 30). A principios del siglo veinte, un trabajador latino en las minas de Abangares se quejaba de la preferencia de la administración por la fuerza laboral afro-antillana de la siguiente forma: “Cualquier orden que [la administración] les daba en inglés, los negros la comprendían. Eso cuenta, sin duda, por su preferencia por los jamaicanos” (en Chomsky, 1998: 174).

Además, “a través de su larga asociación con los ingleses como esclavos y como ciudadanos de la Comunidad Británica de Naciones” (Lewis, 1980: 15), y debido a una historia brutal de esclavitud, presuntamente los afro-antillanos se acostumbraron y se hicieron tolerantes a rígidas condiciones de trabajo y particularmente al trabajo de plantación.

“La mayoría de los abuelos y padres de los trabajadores inmigrantes en las subsidiarias de la United Fruit Company habían sido esclavos. Como consecuencia, formas de control del trabajo y disciplina que eran consideradas intolerables para los costarricenses latinos, italianos u otros europeos eran vistas como ‘normales’ por los jamaicanos y barbadenses.” (Bourgois, 1985: 112)

Como establece Bourgois, las Antillas emergieron de la esclavitud cuando la economía del azúcar “se sumió en una depresión profunda exacerbada en 1874 por la eliminación de las tarifas protectoras del azúcar por parte de Gran Bretaña” (Bourgois, 1985: 112). Las consecuencias de esta situación fueron el hambre y el desempleo; los hombres jóvenes antillanos estaban desesperados por encontrar cualquier tipo de trabajo, ya que las condiciones de vida en las Antillas se encontraban por debajo del nivel mínimo de subsistencia de la época. No existía vida industrial o ciudades en las islas, la gente vivía de la tierra “y la lucha por la existencia era un problema real en todo el sentido de la palabra” (Lewis, 1980: 31).

Debido al pasado reciente de un sector afro-antillano como esclavo en las Antillas, donde se estableció un racismo desenfrenado y un código estricto de diferenciación basado en el color de la piel, éstos tenían familiaridad con la segregación y con las relaciones sociales racistas, y habían adaptado en cierta medida una actitud de docilidad como estrategia de supervivencia. Estaban “preparados para soportar tratamiento, vivienda y pago inferiores debido a su color de piel” (Bourgois, 1985: 113). Para la compañía, estas eran ventajas importantes, añadidas al hecho de que los jamaicanos “y otros súbditos británicos” ya tenían previa experiencia en la construcción del ferrocarril, y en los esfuerzos franceses y norteamericanos por construir el Canal de Panamá (Lewis 1980:30).9 Por otro lado, los afro-antillanos eran percibidos por la administración como dedicados por entero a su trabajo. Al decir de un administrador minero en Costa Rica, en contraste con los trabajadores latinos, “la mayoría de los jamaicanos eran muy trabajadores, sobrios y fieles, y no robaban el oro” (en Chomsky, 1998: 174).

4.2 Resistencia afro-antillana

Varios documentos de la CLC a finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte, felicitan a los afro-antillanos por su cortesía y dócil comportamiento. Al decir de Lewis (1980), los afro-antillanos en Panamá “demostraron una seguridad personal, una calma que carecía de servilismo o arrogancia, además de una despreocupada firmeza” (1980: 35).

“Se encontró que [los afro-antillanos] eran callados, generalmente honestos, de hablar suave y respetuoso como regla general, mostrando aptitud para aprender los rudimentos de varias ramas del trabajo para los que se contrataban, y adquiriendo una cierta regularidad automática en el desempeño de sus labores.” (Bucklin en Westerman, 1980: 35).

Algunos investigadores han determinado que esta afabilidad y “fidelidad” se debían a que los trabajadores afro-antillanos veían en sus empleadores a una cierta “réplica” de sus amos británicos, y por lo tanto se identificaban con ellos. Esta idea también se ha utilizado como justificación de la “falta” de participación de los afro-antillanos en movimientos laborales, y se ha convertido en una nueva fuente para estereotipar en forma racista a las poblaciones negras. Algunos afro-antillanos han interiorizado esta creencia y establecen que, por tradición, son “pacíficos” y por lo tanto no se asocian con los movimientos de trabajo: “Siempre hemos sido gente pacífica, [. . .] nunca hemos estado envueltos en problemas de trabajo [. . .] Los jamaicanos no entendemos ese tipo de cosas [. . .] en el pasado nosotros no sabíamos nada de los sindicatos” (en Bourgois, 1985: 114).

Contrario a estas aseveraciones, considero que el asumir la falta de asociación de los afro-antillanos con los movimientos laborales es engañoso y simplemente equivocado. Un análisis más cercano de la información disponible demuestra que los afro-antillanos no fueron en lo más mínimo recipientes pasivos de las luchas de los trabajadores por mejores condiciones laborales, y que por el contrario, estuvieron a la cabeza en la lucha por garantizar sus derechos. Por ejemplo, en la construcción del Canal de Panamá, “había trabajadores, que entendían muy bien las razones por las que se los explotaban y se convertían en líderes, que iniciaron una ofensiva seria y decidida, basada en luchas y sacrificios y comenzaron a convertirse en mejoras y conquistas de esos trabajadores y sus descendientes” (Grannum de Lewis, 1979: 4).10

Los afro-antillanos se organizaron en sindicatos, logias y consejos cívicos con el fin de defender sus intereses, y se convirtieron en líderes de una minoría étnica en Panamá. Una clara demostración de estos esfuerzos se manifestó en la construcción del Canal de Panamá. El primer sindicato organizado por los afro-antillanos fue la Asociación del Trabajador de Plata (Silver Employee Association), que comenzó en 1917 y duró dos años. Esta organización tenia el apoyo del gobernador de la Zona del Canal, quien luego se retractó de su compromiso de colaboración con la organización ya que fue acusada de organizar una huelga general en el Puerto de San Cristóbal. Después de esta huelga, los trabajadores antillanos continuaron laborando juntos pero sin el auspicio de esta organización, y en 1920 dos maestros afro-antillanos de la Zona (Preston Stoute y Samuel Innis) planearon una nueva huelga. Esta huelga duró una semana; quince mil trabajadores del rol de plata11 dejaron su trabajo bajo el liderazgo de Stoute e Innis: “El 2 de marzo, el Secretario General Stoute declaró el final de la huelga, pero no antes de que una delegación de trabajadores negros llevara el caso al Secretario de Guerra de los Estados Unidos, Newton Baker, quien estaba visitando Panamá” (Grannum de Lewis, 1979: 6). Como consecuencia de esta huelga, varios líderes y partidarios fueron deportados de la Zona del Canal, mientras que otros abandonaron el Istmo de Panamá y viajaron a Cuba, las Honduras Británicas, Colombia, Costa Rica y los Estados Unidos (Gaskin, 1984: 9).

En 1924 surgió una nueva organización: la Asociación de Trabajadores Antillanos del Canal de Panamá (Panamá Canal West Indian Employee Association [PCWIEA]). Esta organización fue creada por Samuel H. Whyte y permaneció en pie por 25 años.12 La PCWIEA estaba empeñada en eliminar las terribles condiciones de vida a la que eran sometidos los afro-antillanos,

“las semanas de trabajo de 56 y 48 horas; abuso displicente de los supervisores; la falta de vacaciones, descanso, ó permisos para ausentarse por maternidad o enfermedad; viviendas de tipo barraca e infestadas de ratas y cucarachas, con práctica o totalmente ninguna facilidad o privacidad; la segregación y discriminación autentica desde el útero a la tumba y en cada faceta de la existencia diaria.” (Gaskin, 1984: 10)

Es lógico asumir que bajo tales condiciones precarias de vivienda y trabajo, el descontento y la agitación crecerían y que generarían movimientos de trabajo organizados, particularmente considerando que la CLC absorbía un largo numero de trabajadores que se encontraban sin trabajo después de que se terminó de construir el Canal de Panamá, y que esos trabajadores tenían experiencia en la organización de sindicatos.13 En el caso de la CLC, se puede hallar documentación contradictoria que muestra por un lado que los afro-antillanos fueron ciudadanos pasivos e ignoraron las huelgas de trabajo, y por el otro, que eran uno de los grupos organizadores de movimientos laborales más significativos de Panamá. De la misma forma, Gudmundson y Scarano (1998) establecen que en varios países centroamericanos las poblaciones negras étnicamente diferentes llegaron a estar entrelazadas “con una tradición nacionalista heroica como la encarnación de la labor ‘proletaria’ y militante organizada” (1998: 346) y al mismo tiempo demonizados como la epítome del enemigo. Al decir de Bourgois, esta contradicción se debe a la inconsistencia de las fuentes primarias y a “la mistificación ideológica que ha acompañado a la movilidad económica ascendente de los inmigrantes antillanos desde los años 30” (1985: 116). Ultimadamente, estos argumentos contradictorios no ha sido resueltos en las discusiones de la historia social de los afro-antillanos en Centroamérica.

“El punto continua siendo que los trabajadores hispanos en Costa Rica [y Panamá] podían simultáneamente atacar y adherirse a los afro-antillanos en los mundos de la imaginería y la acción sin reconciliar por completo los temas del conflicto étnico con sus discursos nacionalistas y de clase.” (1998: 347)

Otro elemento que debe ser tomado en cuenta es que la documentación proveniente de la CLC puede ser sumamente parcial. Con regularidad se hacia necesario introducir más trabajadores afro-antillanos en las plantaciones; por esta razón, las confrontaciones y protestas causadas debían dejarse a un lado o ser convenientemente ignoradas con el fin de presentar un reporte favorable sobre posibles nuevas migraciones.

La evidencia presentada en este ensayo demuestra claramente que los afro-antillanos no fueron seres pasivos que aceptaron las condiciones de trabajo injustas que fueron forzados a soportar, y que este entendimiento erróneo de la conducta del afro-antillano produjo estereotipos y divisiones entre distintas poblaciones étnicas. Esta estrategia ampliamente usada de “dividir y conquistar” no sólo fue una característica de la CLC, sino también de otras compañías internacionales (cf. Lewis, 1980: 35). Una carta del secretario general del Partido Comunista de Costa Rica a un organizador local en Limón ilustra las profundas consecuencias de estos conflictos étnicos para los líderes laborales:

“La compañía ha estado fomentando la división entre los blancos y los negros porque cuando los trabajadores están divididos son más débiles y no tienen la capacidad de luchar contra la compañía. Trate de adelantar y ganar cada día con cuidado más negros en nuestras filas; luche contra la ignorancia y la falta de comprensión de muchos de ellos[. . .] Recuerde que [la administración] está manipulando la situación con los negros con suma habilidad, para hacer que los blancos piensen que los negros son el enemigo.” (Carta de Manuel Mora a Octavio Bustos Ramal del Bosque en Bourgois, 1985: 126; énfasis añadido)

Al parecer, hasta cierto punto, la compañía logró su cometido. No surgieron movimientos laborales interétnicos en la compañía, y el favoritismo que se manifestaba hacia el trabajador afro-antillano creó fuertes resentimientos. En forma similar a los resultados de la resistencia de los trabajadores mineros en Costa Rica, en las bananeras panameñas y costarricenses los trabajadores (latinos, indígenas y negros) se revelaron y resistieron la discriminación, pero generalmente “escogieron medios de resistencia que no retaban de forma abierta al orden social. Y la compañía permitió y aun promovió ciertas formas de resistencia que desviaban la ira de los [trabajadores]” de la compañía hacia trabajadores pertenecientes a otros grupos étnicos (Chomsky, 1998: 178). Irónicamente, los afro-antillanos fueron discriminados por los trabajadores latinos y sus jefes norteamericanos debido a su color de piel y por ser considerados inferiores; al mismo tiempo, fueron segregados porque los panameños latinos los percibían como superiores, más educados y con mayor conocimiento, y por tanto preferidos por los contratistas norteamericanos y europeos. Biezans (1955) establece que,

“los panameños se refieren con orgullo a la naturaleza históricamente rebelde del negro nativo, y desprecian el respeto del afro-antillano por la autoridad, llamándolo servilismo. El resentimiento hacia los chombos ha sido relacionado con el miedo a los yanquis [. . .] El afro-antillano es acusado de fidelidad dividida. Se establece que es inglés por nacionalidad y fidelidad, norteamericano por intereses económicos, y panameño únicamente por conveniencia.” (1955: 225; énfasis en texto original)

Los afro-antillanos encontraron una fuerte oposición por parte de todos los sectores de la sociedad panameña debido a diferencias culturales e históricas, su capacidad de movilidad social ascendente y a la competencia “real o imaginada, en una economía dominada por norteamericanos blancos” (Biezans en Lowe, 1975: 45). Al decir de Westerman, durante la construcción del Canal de Panamá y después de una inspección de las condiciones laborales en 1924, el Secretario de Guerra, John Weeks, estuvo de acuerdo con la visión ya existente de que “los afro-antillanos [. . .] eran competentes para desempeñar puestos más altos que los del muy bajo nivel que se les asignaba, a los cuales poderosos grupos de ciudadanos de los Estados Unidos luchaban incesantemente por restringirlos” (1980: 28). Los afro-antillanos eran percibidos como poseedores de una cultura orientada al estilo de vida británico; ellos “no ‘se mezclaban’ con la población local, ya sea negra, blanca o mulata” y a menudo se veían a sí mismos como superiores “en cultura y refinamiento.” Tenían un lenguaje y religión diferentes, compartían un orgullo por el Reino Unido, y se negaban a negociar con panameños que hablaban el español (Lowe, 1975: 44-45).

“El resentimiento de los panameños latinos hacia los antillanos se demostró claramente en la estructura social del país a través de leyes creadas contra la inmigración afro-antillana.14 inmigrantes y naturales, aun cuando ellas constituían claramente mayorías regionales.” (1998: 346)

La hostilidad entre los distintos grupos étnicos que trabajaron (y trabajan) para la CLC se mantiene hasta nuestros días. En este contexto, el resentimiento originado con la llegada de los afro-antillanos a Panamá es un legado que los descendientes de este grupo étnico continúan resistiendo.

© Carla Guerron-Montero


Bibliografía

arriba

Fuentes Primarias

Adams, Frederick Upham, 1914: Conquest of the Tropics: The Story of the Creative Enterprises Conducted by the United Fruit Company. Garden City, NY: Doubleday, Page and Company.

Asamblea Legislativa Costa Rica, 1930-1953: “Compañía Bananera de Costa Rica. Chiriquí Land Company, United Fruit Company. Leyes, Contratos y Resoluciones Relativos a las Industrias de Banano, Abacá, Cacao y Palma Africana Oleaginosa”.

Costa Rica Legislative Assembly, 1954: “Decree Giving Approval to the Contract Between the Ministry of Economy and Finance and of Agriculture and Industries on the one hand, and the Compañía Bananera de Costa Rica and the Chiriqui Land Company on the other, both Domiciled in Wilmington, Del., USA”.

Jiménez, Ricardo, 1943: “Expresión de Agravios Presentado ante la Sala Primera Civil, en el Juicio Ordinario de la Empresa Bananera Thagor y Compañía Bananera del Reventazón contra la United Fruit Company y la Compañía Bananera de Costa Rica”. San José: Imprenta Tormo.

Palmer, B.W., 1907: The American Banana Company. Boston: Geo H. Ellis Co., Printers.

Saenz, Alfredo, 1928: La Situación Bananera en los Países del Caribe. San José: Imprenta Borrase Hermanos.

Fuentes Secundarias

Bourgois, Philippe, 1985: “Ethnic Diversity on a Corporate Plantation: The United Fruit Company in Bocas del Toro, Panama and Talamanca, Costa Rica”. University Microfilms International.

Bourgois, Philippe, 1994: Banano, Etnia y Lucha Social en Centroamérica. San José: Departamento Ecuménico de Investigaciones.

Chomsky, Aviva, 1998: “Laborers and Smallholders in Costa Rica's Mining Communities, 1900-1040”. En: Identity and Struggle at the Margins of the Nation-State: The Laboring Peoples of Central America and the Hispanic Caribbean. Editado por Aviva Chomsky y Aldo Lauria-Santiago. Durham and London: Duke University Press, 169-195.

Conniff, Michael L., 1995: “Afro-West Indians on the Central American Isthmus: The Case of Panama”. En: Slavery and Beyond. The African Impact on Latin America and the Caribbean. Editado por Darién Davis. Wilmington, DE: Scholarly Resources, 147-172.

Gaskin, E. A., 1984: Blacks Played Significant Role in Improving Life on the Isthmus of Panama. Balboa: Gebsa de Panamá.

Grannum de Lewis, Catalina N., 1979: Los Trabajadores Panameños de Ascendencia Antillana en la Zona del Canal de Panamá: Su Situación Social y Económica.Panamá: CELA.

Gudmundson, Lowell y Francisco A. Scarano, 1998: “Conclusion: Imagining the Future of the Subaltern Past – Fragments of Race, Class and Gender in Central America and the Hispanic Caribbean, 1850-1950”. En: Identity and Struggle at the Margins of the Nation-State: The Laboring Peoples of Central America and the Hispanic Caribbean. Editado por Aviva Chomsky y Aldo Lauria-Santiago. Durham and London: Duke University Press, 335-364.

Lauria-Santiago, Aldo y Aviva Chomsky, 1998: “Introduction: Identity and Struggle in the History of the Hispanic Caribbean and Central America, 1850-1950”. En: Identity and Struggle at the Margins of the Nation-State: The Laboring Peoples of Central America and the Hispanic Caribbean. Editado por Aviva Chomsky y Aldo Lauria-Santiago. Durham and London: Duke University Press, 1-21.

Lewis, Lancelot, 1980: The West Indian in Panama: Black Labor in Panama, 1850-1914. Washington, DC: University Press of America.

Lomnitz-Adler, Claudio, 1992: Exits from the Labyrinth: Culture and Ideology in the Mexican National Space. Berkeley: University of California Press.

Lowe, Robert, 1975: “An Historical Explanation of the Status of Blacks in Brazil, Panama, Haiti and the West Indies”. University of Wisconsin.

Maloney, Gerardo (ed.), 1994: Armando Fortune, Obra Selecta. Panamá: Instituto Nacional de Cultura.

Maloney, Gerardo et al. (ed.), 1981: Memorias del Primer Congreso del Negro Panameño. Panamá: Impresora de la Nación.

Newton, Velma, 1995: Los Hombres del “Silver Roll”. Migración Antillana a Panamá 1850-1914. Traducido por Irma Ritter. Primera edición. Panamá: Sociedad de Amigos del Museo Afroantillano de Panamá.

Niemeier, Jean Gilbreath, 1968: The Panama Story. First ed. Portland, OR: Metropolitan Press.

Pereira de Padilla, Joaquina, 1974: El Léxico en la Región Occidental de Panamá, Provincias de Chiriquí y Bocas del Toro. Panamá: Litho-Impresora Panamá, S.A.

Reid, Carlos, 1980: Memorias de un Criollo Bocatoreño. Editado por Stanley Heckadon Moreno. Panamá: Litho-Impresora Panamá.

Reid, Carlos, 1986: Posdata: Memorias de un Criollo Bocatoreño. Editado por Samuel Gutiérrez, Panamá: Impresora Universitaria.

Scigliani Hassan, Gloria, 1973: “Incorporación del Grupo Negro Antillano en los Aspectos Socioeconómicos y Culturales de la Provincia de Bocas del Toro: Sus Proyecciones”. Universidad de Panamá.

Solano, Celso Nicolás, 1950: El Progreso de Chiriquí y Bocas del Toro Exige un Mejor Contrato con la United Fruit Company. Panamá: Ediciones el Pueblista.

Stephens, Clyde, 1987: “Bosquejo Histórico del Cultivo del Banano en la Provincia de Bocas del Toro (1880-1980)”. En: Publicaciones Especiales Revista Panameña de Antropología.Editado por Stanley Heckadon Moreno. Panamá, 50.

Stephens, Clyde, 1997: History of Hospital Point. Pioneer Medical Center, 1899-1920, Province of Bocas del Toro, Panama.Panama: Chiriqui Land Company.

Westerman, George, 1980: Los Inmigrantes Antillanos en Panamá. Panamá: Impresora de la Nación.


Notas

arriba

vuelve 1. Agradezco al Dr. Carlos Aguirre (Universidad de Oregon) por sus valiosas recomendaciones en versiones preliminares de este ensayo. Agradezco además a la Dra. Gloria Rudolf (Universidad de Vermont) por su apoyo incondicional a mi labor de investigación.

vuelve 2. En este ensayo, utilizaré el termino “afro-antillano” para referirme a los descendientes de la población negra proveniente de las Antillas inglesas y francesas (en especial Jamaica, Barbados y Martinica). Algunos investigadores utilizan los términos “africano de las Indias Occidentales” o “criollo” para referirse a la misma población.

vuelve 3. He escogido concentrarme en el periodo que va desde finales del siglo diecinueve hasta principios del siglo veinte por ser de vital importancia en la historia de Centroamérica y el Caribe, ya que las economías de exportación y los estados nacionales experimentaron una fuerte consolidación en esta etapa histórica (cf. Lauria Santiago y Chomsky 1998:1) .

vuelve 4. Westerman (1980) sugiere otras migraciones de afro-antillanos (particularmente de Jamaica) previas a las migraciones del siglo diecinueve. Presumiblemente, estas migraciones ocurrieron en el siglo diecisiete. “Existe evidencia que revela que los antepasados de estos negros se habían radicado en esta tierra baja y desértica dos siglos y medio antes” de la llegada de afro-antillanos provenientes de San Andrés y Providencia en el siglo diecinueve (1980: 21). El autor cita a Adams (1914), quien establece que los ancestros de los habitantes actuales de la provincia de Bocas del Toro (en el noroeste del país) provinieron de Jamaica “o de alguna otra colonia inglesa” (en Westerman, 1980: 21).

vuelve 5. Esta y otras traducciones del idioma inglés al español que aparecen en este ensayo son mi responsabilidad.

vuelve 6. Las compañías controladas por Keith que se fusionaron con la Boston Fruit Company eran: la Tropical Trading and Transport Company, Limited (Costa Rica); la Colombian Land Company, Limited (Colombia); y la Snyder Banana Company (Panamá) (Adams, 1914: 68). Más tarde, la UFC se fusionó con la compañía United Brands en 1971 y cambió su nombre a Chiquita Brands en 1987.

vuelve 7. La Chiriqui Land Company fue formalmente registrada en el estado norteamericano de Delaware en 1927.

vuelve 8. Una de las diferencias más importantes era el lenguaje. Los afro-antillanos hablaban inglés criollo mientras que los latinos hablaban español. Esta situación indudablemente impedía una efectiva comunicación, y generaba malentendidos constantes.

vuelve 9. Como consecuencia de esta migración masiva, casi todas las comunidades en las islas de las Antillas tenían a sus hombres en Panamá, los mismos que habían dejado las islas únicamente “con la ropa a sus espaldas, un baúl pequeño de hojalata [. . .] y unas pocas gallinas” (Lewis, 1980: 34). Esta situación dejó a innumerables familias sin una figura paterna, y las mujeres estuvieron a cargo de los asuntos del hogar, lo que a su vez generó el patrón familiar conocido como “hogar caribeño.”

vuelve 10. Durante el periodo de construcción del Canal de Panamá (1904-1914), centenares de afro-antillanos murieron debido a causas violentas “o sufrieron lesiones físicas o mentales permanentes, debido a explosiones prematuras o retardadas de dinamita, ataques provocados por asfixia, caídas, descarrilamiento de ferrocarriles, deslizamientos de tierra, desprendimiento de rocas en los trabajos del canal, y muchos otros peligros” (Westerman, 1980: 35).

vuelve 11. El sistema de segregación racial y de nacionalidad elaborado por los norteamericanos en la Zona del Canal consistía en un sistema dual de pago, tratamiento y control social basado en el color y el origen: los estadounidenses blancos pertenecían al “gold roll” (lista de oro) y los europeos blancos, estadounidenses y antillanos negros pertenecían al “silver roll” (lista de plata). Con el tiempo, las distinciones se basaron más bien en el color de la piel, destinando el pago y tratamiento inferior a las poblaciones negras en un sistema que en cierta forma se asemejaba al apartheid sudafricano (cf. Conniff, 1995: 168; Newton, 1995: 189). El valor de la moneda de oro estadounidense con la que se les pagaba a los estadounidenses era el doble de la moneda de plata panameña que recibían las personas enlistadas en el “silver roll.”

vuelve 12. Antes del surgimiento de esta organización, los trabajadores afro-antillanos sufrieron dos recortes de salario generales, uno en 1921 y otro en 1923 (Gaskin, 1984: 9; cf. Grannum de Lewis, 1979: 6-7).

vuelve 13. Por esta razón, los afro-antillanos “recién llegados” de las Antillas Británicas eran continuamente preferidos por las empresas contratantes con relación a aquellos que vivían en Panamá y que tenían experiencia de trabajo en el área, ya que aquellos que ya habían trabajado en el Canal u otras empresas estaban más dispuestos a exigir mejores salarios y condiciones de vida (Bourgois, 1985: 135).

vuelve 14. Por ejemplo, la Ley No. 13 de 1926 impuso restricciones en aquellas personas que podían ingresar al país desde las Antillas y las Guayanas cuya lengua nativa no fuese el español (Westerman, 1980: 93, 95). Esta ley es claro reflejo de la discriminación dirigida directamente hacia los antillanos por parte del estado panameño.


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Modificado 13/04/08*

*Istmo@wooster.edu*

*© Istmo, 2008*