Leonel Delgado Aburto

 

Postvanguardia y nostalgia modernista:ciudades americanas

y crónica de sí en Rápido tránsito de José Coronel Urtecho

 

Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica

ldelga_ni@yahoo.com

Notas * Bibliografía


1. En cierto sentido, los estudios centroamericanistas están, o han estado durante las últimas décadas, redefiniendo el canon literario y cultural de la región. Dentro de la gran cantidad de contextos que deben ser reevaluados o evaluados por vez primera, quisiera llamar la atención hacia lo que podría llamarse la coyuntura postvanguardista, que eclosiona desde fines de la década de 1940. Quizá el aporte más vistoso de esta coyuntura es la poética conversacional, coloquial o prosaísta, que dará figuras de la estatura de Ernesto Cardenal o Roque Dalton. Pero, por supuesto, no es esta poética el único entramado singular que tal coyuntura ofrece.1 En este caso, quisiera destacar:

a. La reflexión ensayística que fundamenta esta poética, hecha por medio de un texto muy híbrido (que mezcla autobiografía y crónica de viaje) y que se llama Rápido tránsito: al ritmo de Norteamérica (1953) (Coronel, 1985a), del vanguardista nicaragüense José Coronel Urtecho, y que va a ocupar las principales reflexiones de este ensayo. No voy a hacer una descripción detallada de esta obra, sino que me voy a referir a ella de manera general en lo que se podría considerar sus gestos retóricos fundamentales.

b. El contexto latinoamericano de esta irrupción; la constelación ensayística en que puede se colocada la obra de Coronel, por ejemplo, frente a El laberinto de la soledad (1950),de Octavio Paz (Paz, 1993) y los resultados disímiles que pueden evidenciarse si se miran ambas obras como archivos generadores: hacia el “boom” y la retórica de la soledad y la extrañeza del otro (que desemboca en Cien años de soledad, 1967); o hacia la poética conversacional (“conversación” con el otro) que caracteriza, en cierto sentido, los procesos políticos centroamericanos de los años 60 en adelante. (Dicho al margen: el contexto postvanguardista puede servir, pues, para reflexionar sobre las relaciones, poco estudiadas, de lo latinoamericano y lo centroamericano que parece un debate que tarde o temprano deberemos confrontar.)

2. En un sentido no solamente gnoseológico, sino ante todo cultural, la postvanguardia replantea la relación entre elaboración literaria y temporalidad, y, dentro de la misma operación, la relación de la temporalidad con la sensibilidad individual y el relato autobiográfico. La cuestión de la temporalidad y la vanguardia ha sido replanteada por críticos como Antonio Cornejo Polar (2003) y William Rowe (2006) para el contexto andino. Creo que hay muchas lecciones que sacar de aquellos estudios para ser confrontados con el contexto centroamericano. Se trata de definir la temporalidad como un asunto cultural, implicando con esto el problema de las temporalidades (imbricadas) de la modernidad, la nación,2 y las comunidades (no) enmarcadas por estos grandes relatos: el ámbito colonial y mítico que se asocia con estratos identificados con temporalidades alternativas o diferentes.3 Dado que, en el caso de Coronel hablamos de un vanguardista en cierto sentido inaugural, al menos a escala centroamericana, se encuentra durante los 1940s y 1950s en lo que podría llamarse una transición post-vanguardista, que en su caso, además de su reconocido magisterio, entrenando a gran parte de los poetas nicaragüenses más conocidos, implica la reflexión sobre la poética conversacional, el americanismo literario de la New Poetry, el sentido de la historia nacional, entre otros asuntos, y, atada a estas reflexiones fundamentales, la escritura autobiográfica. Como otros importantes autores centroamericanos (Arévalo Martínez, Turcios, etc.), Coronel es un frecuente, por no decir obsesivo, autobiógrafo. Esta posición autorreferente está condicionada, en cierta medida, por la percepción ambivalente de la marginación cultural (la balcanización de la cultura centroamericana a que se refiere Sergio Ramírez), en la que también, paradójicamente, es visible la posición de poder de la letra y la cultura. En este caso estricto podría pensarse la transición postvanguardista como cuestionamiento de las temporalidades replanteadas por los presupuestos vanguardistas. ¿En qué consiste tal cuestionamiento? Por supuesto, este abarca varios aspectos, pero se destaca en el caso de Coronel un asunto político básico: la identificación, que él busca y trata de justificar, del relato nacional con una (pretendida) temporalidad colonial. Coronel va a intentar una colonización de la historia nacional, en sentido doble: tomando a la Colonia como época cultural modélica (rechazando conceptos fundamentales de la modernidad política, como la democracia y la información), y, en segundo lugar, por una operación de reescritura de la historia nacional y centroamericana para “colonizar” su sentido interpretativo.4 Como en muchos relatos autobiográficos, Rápido tránsito está preocupado por la justificación. Uno de los héroes literarios más significativos de Coronel es, por supuesto, Ezra Pound, y en Pound se revela la interrelación entre la concepción medieval del tiempo moderno y el fascismo.5 ¿Cómo justificar esta contradicción entre la concepción del tiempo vanguardista del estilo de Pound, que es, hasta cierto punto, la de Coronel, y la modernidad? La respuesta justificativa condiciona, pues, la escritura autobiográfica de Coronel: justificación del tiempo, justificación del equívoco político (aunque no sea nombrado directamente a veces, pero todos conocemos la interrelación entre la vanguardia nicaragüense y la dictadura de Somoza García), justificación de la concepción del tiempo que es, a la vez, de acuerdo con Coronel, vanguardista y colonial.

3. Creo que hay que observar con detenimiento los artefactos discursivos, técnicos y científicos que podrían ser integrados al modelo del ensayo identitario que en última instancia persigue Coronel. Piénsese por comparación en Octavio Paz y El laberinto de la soledad y su combinación de modelos prestados del psicoanálisis, del surrealismo etnográfico o de la sociología de lo sagrado (Santí, 1993: 98 y ss). Piénsese, también, que este tipo de interpretaciones están presentes en la novelística de Asturias, sobre todo frente a los mitos indígenas. Pero no solamente. En modelos autobiográficos como los de Arévalo Martínez o César Brañas también hay una relación con recursos de, por ejemplo, el psicoanálisis. Coronel es mucho más lento o reluctante a la hora de incorporar estrategias parecidas. Por ejemplo, narra su convivencia en ciudades norteamericanas (San Francisco, Nueva Orleáns, Nueva York), pero su motivación es en realidad paradójica: leer las ciudades (la vida “americana”) a través de la “nueva poesía” y su predominio realista. De manera general se podría decir que Coronel no ve las ciudades en sí, sino una referencia literaria (operando así una consecuencia de la confusión entre vida y literatura que caracteriza su proyecto literario en general). Esto es paradójico, puesto que la supuesta referencialidad de la poética es profundamente libresca (en el entendido de que la literatura ha copiado, o documentado, la vida de un ámbito cultural específico; la ciudad, o la cultura (norte)americana). Aquí se cuela, por supuesto, la tecnología en un estado, si se quiere, muy depurado, porque podría pensarse en la documentación de la vida cotidiana hecha por la fotografía y el cine. El caso contradictorio es que hay ciertos ámbitos en que Coronel es un anti-moderno: el modelo de civilización propiciado por las urbes y la cultura de masas le parece carente, siguiendo la filiación conservadora de intelectuales como Ortega y Gasset y, más decididamente tal vez, T.S. Eliot.6

Esta filiación conservadora castra en cierta medida la posicionalidad crítica del ensayo y la integración dialógica de las discursividades tecnológicas que caracteriza a las vanguardias. La escritura no sirve para “ver” las ciudades (poniendo en crisis determinadas formas de documentación; provocando, pues, versiones alternas y contradictorias), sino para realizar un ajuste cultural entre literatura moderna y vida; para producir un modelo crítico en el que no cabe duda sobre la función literaria de documentación. Lo que está en juego, en última instancia, es el poder cultural de la letra como articulación histórica, mítica o primigenia. Para ello, Coronel resalta su ubicación extramuros de la modernidad, escribiendo desde la soledad sagrada del Río San Juan, alegoría, a su vez, de la pureza natural de la escritura.

Hay que destacar que hay un vínculo importante entre la forma en que la literatura “documenta” la ciudad y la filosofía crítica de Coronel, los presupuestos metodológicos con que concibe la historia de la literatura y la cultura, principalmente el caso de las grandes personalidades de la literatura, del genio americano liberado de la estrechez del canon europeo. Y, en este mismo sentido, hay que notar el contexto en que se desenvuelve esta delimitación de fronteras panamericanas: la cultura estadounidense pierde la identificación “calibanesca” que tuvo durante el modernismo para pasar a encarnar unas operaciones civilizadoras (de documentación urbana o cultural, para decirlo irónicamente) por entero deseables. De hecho el trasiego de la poética coloquial implica el descubrimiento del alma nacional en la lengua, y la poesía queda transformada en un relato subordinado a funciones de identificación nacional; “la poesía – afirma Coronel – ha continuado siendo en Norteamérica un arte viviente que sigue de cerca la evolución profunda del país y expresa cada vez con mayor variedad el alma americana individual y colectiva” (1985b: 140). Ésta es la esencia del proyecto de articulación poética nacionalista. Mucho más allá de la discusión en torno a la autonomía de la esfera cultural en el ámbito americano,7 cuyo correlato podría ser la recurrencia a modelos tecnológicos o técnicos, que implica un reconocimiento de ámbitos diferenciados, en Coronel la poesía (relato poético, podría llamarse) conserva (quiere conservar) una capacidad de representación muy poderosa.

No está demás recordar que durante la coyuntura modernista regiones como el Caribe y Centroamérica quedaron opacadas como territorios de identidad. “La oposición Estados Unidos / Hispanoamérica –explica Montaldo– contribuy[ó] también, al polarizar el campo, a borrar al Caribe como centro político-cultural” (1999: 91). La situación a mitad del siglo es totalmente diferente: Estados Unidos domina la región, en Centroamérica predominan las dictaduras, y hay, en Centroamérica y el Caribe, una fundamental producción letrada que, paradójicamente, reelabora las identidades nacionales. La retirada a la pureza y la soledad, como alegoría de escritura, está en relación, pues, con un aislamiento cultural y político, con un designio geopolítico de “protección” regional, (White, 1992: 190) y con un funcionamiento muy estratificado de la cultura (reducida, por decirlo así, a la operación de documentación de un habla colonial).

4. En ese contexto, parece paradójico que el empeño vanguardista de Coronel por (r)establecer la temporalidad colonial se articule con cierto uso del modernismo hispanoamericano como fuente de significación. En ese sentido, Ezra Pound y Rubén Darío ocupan, según Coronel, una función similar en la renovación de las literaturas americanas (Coronel, 1985a: 135). Y la figura del escritor cosmopolita Lafcadio Hearn, pariente por actitud y temática de los decadentes hispanoamericanos, resulta muy importante para replantearse el asunto del exotismo y la rareza (Coronel, 1985a: 91-92). ¿En qué forma el modernismo es americano con ese sentido primigenio que entusiasma a Coronel? ¿Cuáles son los vínculos entre esta crónica que publicita una poética postvanguardista y la crónica modernista? ¿En qué grado la reminiscencia modernista identitaria afecta la pretendida compenetración entre vida y poética que publicita Coronel? ¿Cuál es el significado de esta reminiscencia? ¿Cuál es la relación entre poesía, poética y ciudad moderna? ¿Cuál es la relación, en fin, entre documentación urbana y recuento autobiográfico?

5. Para Coronel, la operación vanguardista, en los Estados Unidos o en Hispanoamérica, es en cierto sentido mundonovista. Pound, por ejemplo, es, según Coronel, “un norteamericano inconfundible, si no precisamente por su figura medio bohemia, por la frescura casi salvaje de su vitalidad y la energía incontenible que ponía al servicio de la literatura, como si pretendiera producir a pura actividad un nuevo y nunca visto Renacimiento” (1985a: 137). La marca identitaria fundamental, el americanismo, (con)funde expresión y naturaleza. Como ha mostrado, entre otros estudiosos, Graciela Montaldo “el gran tema modernista es la figura del sujeto moderno, especialmente, el poeta o artista, que intenta articular su identidad conflictiva en el contexto altamente variable del mundo volátil del presente” (1999: 101). Una poética como la de Coronel que se desatiende de recursos discursivos prestados a las ciencias humanas (el psicoanálisis, por ejemplo), y pone en el centro de su poética la identidad entre naturaleza y literatura, encuentra modélica la posición modernista; en todo caso, entendida como fuerza atávica o inconsciente, mostrando, por ejemplo, lo “que en Rubén Darío era como un instinto de cultura, un natural poder de adivinación, un innato sentido de orientación en la corriente viva de la tradición poética occidental” (1985a: 137).

La reminiscencia modernista se expresa en Rápido tránsito por varias vías. Una, podría llamarse orientalista (persecución del decadentista en el escenario de la ciudad industrializada) y otra podría llamarse arielista, en el sentido de identificar lo norteamericano con una racionalidad meramente tecnológica o industrial alejada de la posibilidad de comunidad. Para ilustrar estas dos expresiones sirven los recorridos de Coronel de Nueva Orleáns y Nueva York, respectivamente. Nueva Orleáns, comprueba Coronel, puede operar hacia fuera de la modernidad, una vez que se activa el exotismo, la rareza y el decadentismo encarnado en Hearn. En sentido simbólico, el plan del modernismo hispanoamericano es restituido como operación de oposición a la lógica de la modernidad. En cambio, Nueva York es el símbolo de la velocidad, majestuosidad y monstruosidad imposible de dominar por la escritura (1985a:123). La reminiscencia de la llegada de Darío a Nueva York, en su artículo sobre Poe, es quizá evidente. “Se cree oír la voz de Nueva York –dice Darío–, el eco de un vasto soliloquio de cifras. ¡Cuán distinta de la voz de París, cuando uno cree escucharla, al acercarse, halagadora como una canción de amor, de poesía y de juventud!” (1994: 51). Coronel, no evoca a París, pero encuentra en el corazón propio de Nueva York, un refugio:

“No me quedaba más remedio que refugiarme en el Gotham Book Mart, donde me era posible sentirme fuera del tiempo y del espacio sin perderlos de vista.
En el número 51 de la Calle 47 West, no muy lejos de Time Square, en pleno vórtice neoyorquino, estaba mi refugio favorito: la librería de escritores modernos, que fundó y administra Frances Steloff.” (1985a:123)

Las restituciones modernistas funcionan a favor de la poética de Coronel, que, a su vez, persigue un equilibrio cultural entre civilización y urbe. El recuento autobiográfico se transforma en un recorrido por la moralidad de la documentación: “la librería de escritores modernos”. Esta documentación no es otra cosa que el canon: un canon que puede hablar desde la naturaleza y modelar la temporalidad alternativa de la nación colonial o arcaica. En efecto, Rápido tránsito es la escritura hecha desde el refugio sagrado del Río San Juan, como evocación autobiográfica en la que se le da sentido moral al tránsito por las ciudades americanas.

6. Por supuesto, los relatos autobiográficos, las crónicas y ensayos, todos los medios de documentación escritural, están inmersos en determinada episteme o cadenas discursivas que los modela. ¿Cómo saber de sí sin integrar modelos discursivos autorizados por la ciencia o la religión? Un medio (quizá hipotético en el caso de la autobiografía) es lo que Barthes llamaría escritura en grado cero. Coronel, por supuesto, deja entrar de manera depurada modelos interpretativos prestados, por ejemplo, a la historia de la literatura y la crítica (la imagen del genio americano, el encadenamiento generacional, etc.). Pero su aspiración de una distancia trascendental con respecto a la modernidad, sólo puede referir a un deseo de escritura que es a la vez razón y encarnación de esa distancia. Lo que debe destacarse aquí es cómo en el contexto postvanguardista, el modernismo se presenta como modelo escritura. Por supuesto, no se trata de un problema de estilo, los postvanguardistas (en especial, Coronel) no imitan a los modernistas por su articulación estilística, sino más bien los usan como códigos que dan sentido a un entendimiento cultural del americanismo. El modelo de moralización de la urbe y por tanto de la modernidad presente en el modernismo sirve no para ser copiado en su trato de la realidad, sino por la pretendida interrelación entre un estilo depurado, exigente y original que dará voz a la identidad americana. Tal posicionamiento es expresado, por ejemplo, por Darío en España contemporánea (1901) (Darío, 1998), cuando muestra una ideología cultural de exigencia: exigencia de originalidad cultural y de trabajo productivo con el material socio-cultural latinoamericano. El esteticismo así mediado por una exigencia de identidad, articula el espacio utópico de la modernidad en el territorio marginal americano. Según Coronel tal espacio tiene una expresión analógica en la escritura hecha en las condiciones del río San Juan: aislamiento, pero presencia “viva” de la historia y la naturaleza, puesto que es por el río por donde la modernidad ha ingresado al territorio de la nación.

7. En reacción contraria al rompimiento radical con el modernismo que se proponía la vanguardia, la postvanguardia trabaja sus posibilidades identificatorias. Con mucho menos perturbación que los modernistas, los postvanguardistas traen el estilo de la identidad (la soledad y el aislamiento) al territorio de la nación. Por eso quizá resultaría importante para estudiar la interrelación entre lo centroamericano y lo latinoamericano fijarse en este tipo de reubicación de los legados culturales. Por otra parte, es preciso replantearse en el ámbito centroamericano el asunto de las vanguardias y las temporalidades, lo que también es decisivo para repensar la cuestión de la nación y el tiempo nacional en los diversos contextos. Por ejemplo, es preciso examinar los campos discursivos en que se colocan las narraciones autobiográficas, y la hibridez en que incurren a veces al presentarse entramadas con crónicas, ensayos, cartas u otros géneros; observar, al mismo tiempo, los procesos de reescritura y reinscripción de tradiciones letradas. Es decir, replantear el asunto de las funciones de lo autobiográfico en determinadas coyunturas, concretamente su funcionamiento político hacia dentro de las redes de poder cultural y de poder político.

Si tuviera que resumir a qué refiere la actitud autobiográfica de Coronel, diría que se ocupa de manera general de la documentación urbana y de su destino “virginal”. Es decir, de la transformación de una poética que trata la realidad de la urbe norteamericana, en un código para instaurar la civilización nacional en un territorio primordial. Y esto se propone haciendo un guiño al modernismo, quizá porque hay algo siempre de exotista y decadente en el gesto de fundar naciones.

© Leonel Delgado Aburto


Bibliografía

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Cornejo Polar, Antonio, 2003: Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima y Berkeley: Latinoamericana Editores.

Coronel Urtecho, José, 1985a: Rápido tránsito: al ritmo de Norteamérica. Managua: Nueva Nicaragua.

Coronel Urtecho, 1985b: Prosa reunida. Managua: Nueva Nicaragua.

Coronel Urtecho, 2001 (1962): Reflexiones sobre la historia de Nicaragua: de la Colonia a la Independencia. Managua: Fundación Vida.

Darío, Rubén, 1994: Los raros. Buenos Aires: Losada.

Darío, Rubén, 1998: España Contemporánea. Madrid: Alfaguara.

Montaldo, Graciela, 1999: Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina. Rosario: Beatriz Viterbo.

Paz, Octavio, 1993: El Laberinto de la Soledad. Enrico Mario Santí, editor. Madrid: Cátedra.

Ramos, Julio, 2003: Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y política en el siglo XIX. 2ª ed. Santiago de Chile y San Juan de Puerto Rico: Editorial Cuarto Propio; Ediciones Callejón.

Rowe, William, 2006: Ensayos vallejianos. Berkeley-Lima: Latinoamericana Editores.

Santí, Enrico Mario, 1993: “Introducción”, en: Paz, 1993: 11-137.

White, Steven F., 1992: La poesía de Nicaragua y sus diálogos con Francia y los Estados Unidos. México: Banco Mercantil; Limusa; Grupo Noriega.


Notas

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vuelve 1. Se podría colocar a Asturias también en este contexto, sobre todo si se piensa la politización que ejercen sus novelas en el contexto de las dictaduras centroamericanas de la época.

vuelve 2. Quizá habría que proponer la presencia de un nacionalismo letrado: una elaboración del nacionalismo realizada por la élite y que no corresponde necesariamente con la que practica el Estado, y que, por supuesto, tampoco coincide con las formas de apropiación del nacionalismo que realizan los grupos subalternos.

vuelve 3. Estas operaciones son visibles también en la obra de Octavio Pazcon una articulación, por supuesto, muy diversa de la que elabora Coronel.

vuelve 4. El resultado propiamente historiográfico principal se encuentra en sus Reflexiones sobre la historia de Nicaragua.

vuelve 5. Cf. el capítulo de Rápido tránsito sobre Pound, “Un poeta de nuestro tiempo” (Coronel, 1985a: 129 ss, esp. 150-151).

vuelve 6. Véase la nota de Coronel sobre Eliot en Prosa reunida (Coronel, 1985b: 157-158). Asimismo, el capítulo de Rápido tránsito sobre su visita a Nueva York, “Memorama de Gotham” (Coronel, 1985a: 101-128).

vuelve 7. Al respecto, el clásico estudio de Julio Ramos.


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