Magda Zavala

 

Estudiar literatura(s) centroamericana(s) desde Centroamérica1

 

Crítica y escritora costarricense

mzavalagcr@yahoo.com

Notas*Bibliografía


Introducción

Luego de una década de ausencia de CILCA vuelvo a este espacio para proponer a la consideración de los aquí reunidos algunas reflexiones, que son una especie de diagnóstico sobre el estado de los estudios sobre literatura centroamericana, suscitadas por dos acontecimientos: el interesante trabajo del equipo del CICLA, en la Universidad de Costa Rica, cuyo propósito es escribir una historia de las literaturas centroamericanas, y una tesis2 que está en desarrollo en el Doctorado Interdisciplinario en Letras y Artes en América Central sobre el estado de los discursos críticos de la región en las últimas décadas. A ellos debo el desvelo que me trajo desde hace ya dos años replantearme los múltiples problemas básicos de los estudios literarios en la región, asunto que había ya abordado de maneraintroductoria por primera vez en La Nueva novela Centroamericana(1990), mi tesis de Lovaina La Nueva3; posteriormente, en las conclusiones del libro escrito con Seidy Araya, Historiografía literaria de América Central (1995) y luego en la introducción del libro de esta misma autoría, Literaturas indígenas de América Central (2002).

Consideraciones generales

Al cabo de un camino ya prolongado en la investigación de la literatura centroamericana4, considero que el estudio en este campo de especialidad me ha ofrecido una travesía a la vez apasionante y agridulce, en que los gozos de la investigación contrastan con el, hasta ahora, bastante difuso marco en que se desarrolla esta actividad. En general, he aprendido que los procesos de estudio casi siempre operan con orientaciones no conscientes y, a veces, con expectativas circunscritas al mismo objeto de análisis, visto de manera aislada. En esas circunstancias, se diría que nuestros trayectos de investigación contribuyen, un poco a tientas, a dibujar un rompecabezas de piezas que a menudo no calzan. En este proceso, aunque nos complacen los resultados que vamos logrando, sabemos que sería mejor avanzar con una mayor coherencia. Esa necesidad crea desasosiego en quienes se percatan de los estancamientos, de la falta de atención a los hallazgos y de la escasa acumulación de experiencias y resultados. Un aspecto importante de este panorama es la débil producción teórica, pues en este plano hemos sido fundamentalmente consumidores y divulgadores.

 La necesidad de coherencia y planificación, que podríamos llamar estratégica, no niega el derecho a realizar estudios de todo tipo, incluyendo los de bases teóricas experimentales y en boga ideológica o, por el contrario, los que trabajan con teorías desfasadas, o sólo se dedican a producir y recoger datos dispersos. No se trata tampoco de descalificar la enseñanza o divulgación de tendencias teóricas europeas, norteamericanas, asiáticas u otras. Ningún esfuerzo es desdeñable y la teoría acumulada en cualquier campo, sin importar su origen, tendría que ser patrimonio de la humanidad. Sin embargo, aprovechando el conocimiento generado nos corresponde, como comunidad de investigadores, el esfuerzo por crear reflexiones que, asentadas sobre la realidad múltiple y diversa de nuestros procesos literarios, produzcan datos capaces de permitir teorías que los expliquen y, de ese modo y de otros, desarrollar el conocimiento desde el aquí e impedir la pérdida de la memoria literaria específica. En esa dirección apuntan las presentes consideraciones.

 

Los principales indicadores del estado de los estudios literarios en Centroamérica

Desde los alcances actuales y ampliando el cúmulo de las desventajas y necesidades visualizadas en las conclusiones de libro Historiografía Literaria de América Central (1995), añado a aquél diagnóstico las siguientes evidencias del estado actual de los estudios literarios en, o sobre, nuestro contexto, varias de ellas ya señaladas entonces:

1. Dispersión e inconexión de los estudios literarios centroamericanos

Son ya numerosos y considerables los procesos investigativos sobre los hechos literarios centroamericanos, si nos atenemos a la muestra que ha reunido el CILCA durante quince años- basta con una ojeada al programa de exposiciones de este año-, así como a las investigaciones que se producen en las universidades de la región. Con ello podemos verificar también que ya aparece un grupo considerable de análisis que incorporan la dimensión regional, por una parte, y por otra, veríamos probablemente muy escasa relación entre ellos, en el ámbito temático y metodológico, y quizás solo algunos escasos atisbos de continuidad relativa en el trabajo de algunos investigadores. Prevalece la discontinuidad, la escasez acumulativa del conocimiento y la dispersión. Lo mismo ocurre en la labor investigativa de las universidades, donde cada generación de investigadores parece empezar de cero.

2. Estudios hechos mayoritariamente según nacionalidades

Persisten como mayoría evidente, los estudios que todavía no consideran la dimensión regional, salvo algunos programas investigativos5 dentro y fuera de Centroamérica. Siguen prevaleciendo los trabajos sobre cada literatura nacional centroamericana, analizada como proceso independiente y aislado.

3. Bagaje teórico y prácticas investigativas sucedáneos de las metrópolis

 Los estudios literarios siguen dos grandes tendencias: o se asimilan y acomodan a las teorías y métodos vigentes en las metrópolis, con mayor o menor retraso (y se practican como adquisición de un lenguaje especializado para autorizar investiduras), o se repiten las tradiciones anquilosadas, generalmente impresionistas o recopiladoras de datos por medios no sistemáticos, esto último en las zonas de menor tradición investigativa. En el pasado reciente, estas prácticas se han visto atravesadas por las intenciones de las ideologías políticas, de izquierdas tanto como de derechas, que han puesto los énfasis en objetos de estudios de manera selectiva en función de sus metas. Todo ello ha sido determinante de las redes canónicas vigentes en cada período. El período de la guerra en Centroamérica dejó como saldo un campo literario dividido según las ideologías en conflicto; el foso que las separaba ha ido cerrándose no sin roces, cobros y distancias.

En la segunda mitad del siglo XX, la renovación de los estudios literarios ocurrió de manera dispar en Centroamérica. Costa Rica parece haber sido centro de innovación6, dadas sus condiciones sociopolíticas favorables, mientras los países que sufrieron la guerra, o han tenido una situación económica más deprimida han mostrado un paso más lento y conservador. De la estilística española, a los estructuralismos; de ahí, con pocos años de diferencia, a las sociologías de la literatura, los estudios del folklore (ligados en ese período a posiciones de izquierda) y a la semiótica cultural, los cambios se han sucedido con bastante agilidad. Se hizo visible también entonces otra perspectiva, heredera del latinoamericanismo de la línea martiana, entonces venida desde el Cono Sur, centrada en la figura de Antonio Cornejo Polar, pero con antecedentes en las propuestas de Antonio Losada, Roberto Fernández Retamar, Ana Pizarro y de un grupo amplio de latinoamericanistas, defensores de la importancia de buscar una producción teórica y crítica propia de, y hecha en, Latinoamérica.

Luego a las prácticas revisionistas postmodernas y las teorías que enfatizan las desposesiones y asimetrías (postcolonialismo, subalternos, estudios culturales…, con su mirada sobre los excluidos, las culturas populares del presente, los entrelazamientos de las distintas esferas de la cultura y sus implicaciones políticas y económicas). Por el mismo período se conocen las epistemologías reivindicativas de minorías o grupos subalternizados (mujeres y minorías étnicas, principalmente). La crítica feminista tuvo cierto auge en los años noventa, aunque de manera no siempre protagónica en las universidades centroamericanas. Recientemente empieza a despuntar la crítica de la masculinidad y los estudios de la crítica homoerótica, así como los estudios sobre privados de libertad y delincuencia en sus manifestaciones literarias.

Pero estos cambios no han llegado del mismo modo, ni al mismo tiempo, a toda Centroamérica, ni tampoco han tenido cobertura amplia en cada país. Según es visible, existen centros de renovación crítica muy localizados, en nuestro caso, las universidades en el Valle Central, con radios de acción circunscritos a grupos de profesionales y a zonas sociales y geográficas bastante restringidas.

Pareciera que desde el interior ha sido más difícil asumir la realidad multiétnica y pluricultural en los estudios literarios; igualmente, las realidades literarias diferenciadas según géneros y edades, por sus productores y por sus lectores, tanto como por las intenciones de la escritura. Por eso, la literatura de mujeres no tuvo antes de la segunda mitad del siglo XX ciudadanía y la literatura de niños no es un campo de interés destacado todavía en el presente, como lo evidencian los cuerpos de textos seleccionados por la crítica.

Los estudios literarios internos en Centroamérica, por una parte, tienden a ser conservadores en el sentido de reacios al cambio, y por otra, incorporan las novedades teóricas y metodológicas de manera bastante repetitiva –este es quizás uno de los problemas mayores– y con bastante retraso con respecto a los centros de producción de pensamiento en este terreno. En cuanto a sus estrategias, se carece de diagnósticos sobre sus desarrollos, así que se trata de un proceso desarticulado, que no obedece a ninguna planificación específica y que, por esa razón, no tiene metas de corto, mediano y largo plazo, muestra dificultades para acumular el conocimiento adquirido y sus abordajes más novedosos dependen de las modas teóricas y de las posiciones ideológicas vigentes. En este contexto, el culto a los héroes culturales, heredero del rendido a los héroes militares, sigue poniendo en escena un “panteón” al que se le ofrece culto. Por tanto, hay grandes excluidos y subrayadas, y hasta cansinas, sobrevisibilizaciones en estos estudios.

 Los estudios literarios producidos desde los centros metropolitanos del Norte sobre nuestra literatura tienen por lo general su propio diálogo, muy distante de los que se requieren en la región centroamericana; por lo general, trabajan con bagajes teóricos y metas que tienen escasa cuenta nuestros caminos intelectuales internos. Parecen atender a una dinámica propia (los objetivos de las respectivas academias), o a fines de impacto ideológico y político (a veces lo definido como “políticamente correcto” en los espacios de origen). Sus productos llegan selectivamente por medio de congresos y revistas especializadas. Los estudios internos muestran una situación similar (no hay coordinación interna) sólo que además indican un cierto conservadurismo. Por ejemplo, la primera consideración de la literatura de mujeres y de las literaturas indígenas centroamericanas fue hecha por los estudiosos de fuera de la región y, posteriormente, por la crítica interna, si no me falla la capacidad perceptiva. En lo que se refiere a la escasez de producción teórica en el campo de estudios, esta situación, antes bastante incómoda para los latinoamericanos hace tres décadas, podría “naturalizarse” en el presente, cuando la globalización neoliberal pretende que es válida y apropiada la uniformación cultural del planeta y las políticas de propiedad intelectual fomentan el despojo o la imposibilidad de acceso de los más desfavorecidos. Esta tendencia podría seguir enfatizándose mientras no se asuma de manera específica el problema.

 La búsqueda de teorización a partir del conocimiento de las realidades concretas y regionales, como base programática, y la renuncia a la tentación del aplicacionismo (hemos oído a muchas generaciones de estudiantes decir “voy a aplicar a Bajtín, a Barthes, a Lacan…”) serán un esfuerzo necesario para salir de este “impasse”. Igualmente necesario será que los estudiosos centroamericanistas de los centros metropolitanos construyan sus agendas pensando en el estado de los conocimientos del aquí centroamericano, y no del allá y los intereses múltiples de investigación en esos espacios, o por lo menos contar con dos agendas, una de emergencia institucional en el allá, otra de responsabilidad cognoscitiva con el aquí. Eso pasa también por el abandono de la arrogancia que exhiben quienes consideran que el mejor conocimiento se encuentra en el allá. Se trata de iniciar vías de cooperación y transferencia de conocimientos seleccionados en función de las necesidades cognoscitivas, siempre y cuando sean pertinentes y oportunos, en la doble vía, de ida y vuelta, en situación simétrica. De lo contrario, el conocimiento cultural servirá fundamentalmente a los proyectos e intereses de los sujetos que lo producen y del contexto de la producción (aunque usen temas y métodos “políticamente correctos”) y muy poco a la empresa común de progresión del conocimiento y al crecimiento intelectual de los pueblos.

En este contexto, el diálogo, el intercambio y la polémica teóricos requieren refuerzo y desarrollo. Hay que reconocer que no existe propiamente una academia centroamericana en este campo. Se produce un cúmulo de procesos investigativos dentro y fuera de la región, sin que se abone a un desarrollo gradual y acumulativo del conocimiento. Mientras persista un clima de poca tradición de diálogo entre los centroamericanistas radicados en los países metropolitanos y los que estudian desde el aquí de la vida literaria regional, más próximos y, supondríamos, más enterados de los detalles particulares de su realidad literaria, habrá escasas posibilidades de superar esta condición. Igual sucederá si quienes trabajamos en la región no intercambiamos experiencias ni compartimos saberes. Una adecuada dinámica entre los estudiosos de la región podría mejorar notablemente la calidad de los productos.

Otro asunto aparte es la llamada “fuga de cerebros” que ha provocado el clima de guerra de hace unas décadas y, en el presente, el autoexilio económico o la importación selectiva de profesionales. Entre quienes se han ido hay una diversidad de prácticas de relación con sus países originarios: hay quienes vuelven a recoger datos de campo, otros dieron simplemente la espalda, otros más han querido tener nexos más estrechos y hasta solidarios, aunque a veces motivados por causas políticas generales, sin asumir que existen responsabilidades en el campo profesional específico y por ese medio con amplios grupos sociales; otros más, están muy ocupados por su carrera en la vida cultural metropolitana y otros querrían tener alternativas de conexión, sin lograrlo, o con logros relativos, aunque encomiables.

4. Las distancias notorias entre las líneas principales del desarrollo de la investigación literaria

A saber: los trabajos empíricos que procuran la acumulación de datos (diccionarios, antologías, bases de datos…); las investigaciones centradas en la (o una) obra de un autor específico; los estudios de lo literario en relación con fenómenos o procesos sociales que afectan y transforman lo literario (migración, feminismo, guerra, exilio, globalización, delincuencia…) y los estudios en diálogo interdisciplinario con otras artes y disciplinas (un ejemplo de este último nexo es la historia literaria). Por supuesto, hay trabajos que mezclan varias de estas posibilidades. Sin embargo, en general, estas líneas investigativas se desarrollan aisladamente y, a veces, más en la ruda competencia o en el desdén, que en la cooperación.

5. Salvo excepciones, no parece haber una suficiente tradición de trato respetuoso y simétrico entre colegas

En Centroamérica, el autoritarismo político tiñe los procesos de conocimiento. No pensar como el otro, sobre todo si ese otro tiene poder-político, económico o cultural…–suele otorgar el papel de enemigo forzado, con las consecuentes e inmediatas represalias. Igualmente, practicar ciertos cortes operativos, tales como selección de períodos, de temas o grupos de textos puede atraer disgustos y descalificación de quienes no atienden razones fundadas y objetivas. Algo similar le ocurre a los escritores para quienes trabajar un tema álgido para la vida social puede tener un alto costo; se ha dicho que algunos hasta han recibido amenazas de muerte, o son víctimas de montajes que buscan su desprestigio.

 Es necesario que los intelectuales centroamericanos reflexionemos sobre la importancia de democratizar las prácticas de contacto entre colegas, así como de lograr un efectivo respeto a la libertad de pensamiento y a la libre elección en el terreno del trabajo intelectual. Esta es una base necesaria para el desarrollo de un pensamiento que no esté sujeto a dueños ni a patrocinadores, y que tampoco se esconda por temor al costo social y personal. Para ello, en particular la crítica periodística requiere un mayor apego al respeto de la imagen y la objetividad y, especialmente, saber distinguir entre la crítica a los textos y el ataque personal.

No hablemos del distanciamiento de algunos de los que se han ido con éxito a otras altitudes. Es hora ya de lograr una colectividad que renuncie tanto a las embestidas oscurantistas como al menosprecio, llamado por aquí “ninguneo”.

6. Escasa interacción entre los estudios hechos por los escritores y algunos periodistas y la crítica especializada

Los avances investigativos dialogan poco con lacrítica periodística. La crítica en los medios de comunicación tiende, en algunos países a ser liviana; en otros, ofensiva y descalificante, y en otros más, sencillamente complaciente, aunque también existen en todos ellos sectores que procuran una crítica objetiva, respetuosa y sugerente. Este tipo de crítica tiene un poco más de interacción con los escritores y poca con la academia, salvo excepciones. Sería valiosa y productiva la sana cooperación de estas distintas esferas, más allá de los pactos para sellar compromisos en torno a distinciones, premios y otros procesos de obtención de valor simbólico que todavía persisten.

Los cánones que manejan cada uno de estos ámbitos suele tener sus particularidades, por eso en la región no es posible hablar de la existencia de un canon, sino de redes canónicas: cada país y la región como conjunto cuenta con su canon oficial (dictado por las instituciones más fuertes en cada período) y cánones diversos: el de los escritores (indica el reconocimiento entre pares), el de los medios masivos (canon periodístico), el del aparato educativo (canon educativo, dictado por los ministerios de educación y de cultura y por las universidades, principalmente), canon de derecha, canon de izquierda (en el presente, con fronteras diluidas), entre otros, anudados de manera directa o indirecta. En estas circunstancias, la práctica de una escucha recíproca, atenta y respetuosa, sería un gran paso.

7. No se ha superado, sino escasamente, la dificultad de la circulación del libro y del conocimiento experto producido en este campo en la región

Un conjunto significativo de libros que se refieren a la literatura centroamericana, como los de Arturo Arias, Erick Aguirre, Mario Roberto Morales, Lucrecia Méndez de Penedo, Seidy Araya, Consuelo Meza, Rafael Lara Martínez , entre otros, quedan confinados todavía a las fronteras nacionales o circulan muy escasamente, y lo que es más, no logran ir más allá de los límites simbólicos que separan la ciudad del campo en cada uno de nuestros países y que segregan a las mayorías de los conocimientos expertos, limitados a los espacios universitarios capitalinos. El país, como un todo, y el sistema educativo, en particular, se enteran tardíamente de esos progresos. Este es un drama colectivo y general de la cultura centroamericana. En esta etapa, sería muy productivo que los críticos y estudiosos se preocuparan por desarrollar el diálogo y los intercambios con los aparatos educativos de todos los niveles, para mejorar esa situación y ofrecer esperanzas a la efectiva y real democratización de la cultura.

8. La realización de estudios monoculturales en sociedades multiculturales

Este fenómeno que recién empieza a ser visualizado por los estudios externos, mientras que los estudios internos, en general, más conservadores y herederos del hispanismo, siguen viendo y canonizando solamente, o de manera mayoritaria, la literatura criolla, producida por los escritores que son reconocidos por las instituciones que elaboran el canon oficial. Se empieza a aceptar recientemente que esta región reúne un conglomerado de etnias y que no es cuestión de borrar las diferencias y el derecho a la diferencia, tras discursos mestizantes, que propugnan por la hibridez y asumen que el futuro será un mundo de un mismo (y aceptable) color. Es necesario desarrollar los estudios de la literatura de afrodescendientes en Centroamérica, las literaturas indígenas, del norte, centro y sur de Centroamérica, del pasado y del presente, de los emigrantes, así como de otras minorías (o mayorías subalternizadas) que hayan producido o produzcan literatura.

 Pero no solo se trata de aceptar la existencia de un abanico de culturas étnicas, entrelazadas en mayor o menor grado, sino además, de aceptar que otros grupos rebajados a condición subalterna, como las mujeres aún hoy, merecen una observación reivindicativa precisa, que dé cuenta de los olvidos y los supere. Estudiar de manera específica la literatura de mujeres es, en este momento, una necesidad ineludible y lo será hasta que se abandonen los viejos esquemas discriminatorios, todavía vigentes en las prácticas sociales, aunque disimulados en las palabras7. Esto mismo aplica para las literaturas de otros grupos discriminados, como las de opciones sexuales no convencionales. Su ocultamiento o la censura contra ellos a lo largo del tiempo hace necesaria ahora su visibilización protagonista.

9. La ausencia de la noción clara de Centroamérica y la desatención a su relatividad histórica

Esto ocurrea muchos de los estudiosos que llevan a cabo investigaciones nacionales; la escasa información regional de algunos expertos en literaturas nacionales, impide el adecuado diagnóstico de fenómenos singulares y muy propios de una determinada localidad o subregión e impide ver las constantes centroamericanas, en el orden estético (movimientos y tendencias), temático y de opciones epistemológicas, ideológicas, políticas y otras.

Desde 1821, Centroamérica denominada con distintos nombres, es una comunidad imaginaria con vigencia intermitente y distintos componentes, pero indudable en el contexto de las políticas y estrategias internacionales, sobre todo desde la década de los sesenta, cuando la Alianza para el Progreso le da nuevo aliento. En nuestro caso, considero que se trata de asumir una definición operativa para el momento en estudio, más que perderse en las variaciones históricas del concepto. Para los estudios literarios internacionales, sin embargo, esa identificación ha sido bastante inoperante, hecho que empieza a cambiar hoy. El hábito investigativo común en América Latina del Sur y del Norte había sido ignorar la región y verla como suma de países, quizás porque allá han privado también la divisiones nacionales, aunque haya existido, en la latencia, el sueño de una agrupación mayor, la utopía tal vez posible de la patria grande, formulada por Bolívar y tantos otros en el siglo XIX.

  • En la década de los ochenta, empezaron a articularse más claramente los proyectos interesados en Centroamérica como región cultural, a raíz de la solidaridad que provocó la cruenta y desigual guerra que azotó entonces la región. El Congreso de Escritores y Críticos Centroamericanos que se reunió por tres veces, y en 1987 con mayor eco, en Costa Rica8 fue una expresión clara de esta necesidad. Según recuerdo claramente, CILCA tendría que ver en esta iniciativa su ancestro más inmediato.

10. La observación de lo literario al margen de las probables interacciones con las demás prácticas artísticas

Es un hecho que llama especialmente la atención cuando se trata de aquéllas que involucran trabajo literario, como el cine y el teatro. Hay un cine centroamericano y una presencia de la literatura centroamericana en el cine que vale la pena observar, así como un teatro centroamericano bastante olvidado por la historiografía literaria.

11. La existencia de campos muy poco asumidos por la crítica, como la literatura para niños

tan abundante en el mercado y con una función social de tanta importancia, llama la atención y pide soluciones.

12. La separación entre el conocimiento experto y la enseñanza

Este es un drama general de la cultura latinoamericana del presente que se vive con especial agudeza en Centroamérica.

¿Qué hacer ante este panorama?

Propondré enseguida algunas posibles soluciones, por supuesto tentativas, ofrecidas a la comunidad de estudiosos, para abonar a la superación del estado de los conocimientos en la actualidad.

La impostergable necesidad de manejar un conocimiento básico de la dimensión regional en estudios literarios. Con estos esclarecimientos de base, si desde Centroamérica optamos por encerrarnos en el concepto de nacionalidad, como casi todo el siglo XX, podremos tener aciertos abundantes para conocer las especificidades de cada país, pero seguramente nos equivocaremos al considerar como específicos muchos fenómenos comunes que ocurren al mismo tiempo, aunque puede ser también de manera no coetánea, en mayor o menor grado, en toda la región. Esto es, para estudiar mejor las literaturas nacionales, requerimos hoy el conocimiento de la dimensión regional; por ejemplo, para saber si una característica que muestra uno de los sectores de la poesía nicaragüense de mujeres jóvenes, y que he identificado como “poesía de la ira”, es un hecho estrictamente nicaragüense, es necesario investigar si ocurre del mismo o similar modo en este grupo generacional de mujeres poetas en toda Centroamérica, o en varios países de la región, y si así fuera, habría que precisar las particularidades con que ocurre en Nicaragua. Este contraste permitiría identificar los hechos particulares con propiedad.

  • En conclusión, aunque se trate de estudios de literatura centroamericana con perspectiva nacional, necesariamente se requieren conocimientos regionales sobre los objetos en estudio, para no caer en falacias diversas debido a desconocimiento de los aspectos comunes y transversales en la región.
  • Terminar de asumir efectivamente a Centroamérica como sociedad multiétnica, plurilingüística y multicultural en transformación
  • Es aceptado actualmente que hay una realidad cultural diversa según etnias en la región, y, por lo tanto, identidades múltiples, que en el presente globalizado, se complejizan más aún con la presencia de un nuevo sujeto trasnacional, propietario o turista, que se afinca en las localidades y las adecua a sus necesidades, como nueva modalidad de coloniaje. Antigua Guatemala o Tamarindo en el Guanacaste costarricense son realidades de este tipo.

Partir de que Centroamérica es una realidad culturalmente diversa, interrelacionada por sociales procesos comunes, supone la consideración de:

–La hegemonía, aunque en crisis, de la cultura criolla de origen peninsular (idioma español mayoritario o asumido como tal; cultura católica dominante; dominio político del mestizo en el terreno de mitos y representaciones...). Esa composición y dinámica social subordina a las etnias indígenas, a los afrodescendientes y a los emigrantes económicos internos, venidos a las capitales desde el campo.

Por otra parte, empieza a aparecer un nuevo sector con poder económico de residentes de distintos orígenes. Estos nuevos sujetos producen también un impacto cultural. Es necesario asumir su presencia al delimitar los objetos de estudio literarios.

En consecuencia, hay que tener en cuenta la nueva condición de Centroamérica, la que está determinando el momento de nueva colonización que vivimos: un tratamiento común en el marco de las políticas económicas internacionales (de Repúblicas Bananeras a repúblicas-maquila y “eco turísticas”) que pretende borrar las especificidades en la construcción de los estados nacionales (El Tratado de Libre Comercio, por ejemplo), comprar la tierra a los locales y asentar grupos humanos del Norte entre nosotros, en condición socioeconómica notablemente diferente y favorecidos por el impacto de leyes transnacionales. Este nuevo contexto modifica los requerimientos de los productores y lectores de la literatura, convoca a nuevas reivindicaciones y ofrece distintas oportunidades.

En síntesis, debido a la marginación sufrida por las etnias y sectores sociales subalternizados, es necesario ofrecer un énfasis compensatorio en el estudio de sus literaturas: programar el desarrollo de estudios de las literaturas indígenas pasadas y presentes, de la literatura afrodescendiente, de la literatura de emigrantes obligados y de desplazados, entre otros grupos. También nos corresponde estudiar la “literatura de enclave” es decir, la difusión de una literatura en lenguas extranjeras, especialmente en inglés, importada para y por los nuevos habitantes en los sitios de su asentamiento y para sus circuitos de radiación entre los criollos. Es una posible explicación para el fenómeno Harry Potter, éxito de librería en Costa Rica, por ejemplo.

Centroamérica como comunidad de comunidades interliterarias

Partiendo de esta realidad diversa, es posible sostener al mismo tiempo que, como sobrecama hecha de retazos que armonizan, es posible adivinar el diseño de una comunidad interliteraria, es decir, comprender a Centroamérica como espacio cultural donde se desarrollan ciertas constantes en el ámbito literario, que amarran o cosen la diversidad en unidad, estos componentes a la vez reunidos transversalmente entre sí, obedecen más a unas lógicas culturales que a las políticas, aunque están visiblemente marcadas por ellas.

En 1990 propuse el uso de una hipótesis fundada en la categoría de “comunidad interliteraria” usada por Durisin. Señalaba entoncesa propósito del estudio de la nueva novela centroamericana que se puede asumir la existencia de una comunidad literaria, de límites más o menos flexibles en cada período en Centroamérica, puesto que se han compartido algunos fenómenos y procesos literarios similares claves para la vida cultural y literaria: un conjunto de editoriales comunes y editoriales locales con dinámicas semejantes, aunque desvinculadas; premios literarios regionales; similares procesos internos de orden político con impacto en el campo literario, certificación de los cánones internos y validación regional de ellos, circulación de estilos y tendencias literarias…Habría que considerar esta hipótesis, en el marco de la realidad multicultural y pluriétnica señalada. Esto es, habría que tener en cuenta la posibilidad de concebir una relación comunitaria interliteraria propia de la literatura afrocentromericana; otra de las literaturas indígenas y otra de la cultura criolla, que es la más desarrollada y con el reconocimiento de las instituciones del campo literario.

 

Precisar los contextos, los sujetos y las razones de los estudios literarios sobre Centroamérica, para lograr una lógica propia, aunque diversa en sus bases y métodos

Según este trabajo, el estado actual de los estudios literarios centroamericanos se debe a que los objetivos de su desarrollo no atienden a las necesidades del progreso del pensamiento y de los conocimientos, sino a las necesidades de los sujetos que los practican y que, en lo fundamental, obedecen a promociones de distinto orden: una graduación de grado o postgrado dentro de una universidad, el ascenso de un académico en su carrera profesional, la inserción del profesional en una academia determinada ( norteamericana, europea, latinoamericana…), la conquista de un lugar en el campo literario con uno o varios libros… Por supuesto, existen excepciones cada vez en número más considerable donde las necesidades del desarrollo del conocimiento coinciden, por voluntad y mira del investigador (a), con los objetivos personales, y donde hay un verdadero esfuerzo por crear conocimientos.

Según se señaló, es posible distinguir tres tipos de agentes especializados en los estudios literarios centroamericanos: el escritor, el académico y el periodista literario. A veces en una misma persona se combinan dos o los tres tipos. El académico suele tener mayor formación teórica, el escritor o escritora, por supuesto, un conocimiento más claro de la práctica de escritura y de los procesos organizativos del campo literario (cenáculos, revistas, manifiestos, conflictos intergrupales, etc.…) y el o la periodista, mayor poder en cuanto a la difusión de famas y marginaciones. Son notorios los casos en que coinciden las tres funciones y es probable que quienes los detecten sean personalidades con mucha posibilidad de acceso a manejo de posiciones y reconocimientos, lo mismo que a la capacidad de censura. Existe una cuarta categoría que es el crítico aficionado, con profesión de base en otras disciplinas o sin formación específica, pero con poder de escucha por los otros sujetos del campo literario, dado su poder en otras áreas (esfera artística, política, educativa, etc.). Cada uno de estos grupos trabaja con sus lenguajes y conocimientos fragmentarios, ignorando al resto, aunque existen esfuerzos muy importantes por superar esta condición y reunir objetivos y lenguajes.

En este contexto, es necesario superar el aislamiento de los críticos y de los estudiosos, el conformismo con ciertas investigaciones suntuarias, el manejo de los estudios utilitarios, cuya aspiración es publicar en revistas especializadas y editoriales reconocidas, o procurar los ascensos, más que aportar al conocimiento.

Superar la fragmentación de la investigación literaria en el interior de América Central

Las universidades serían las instituciones naturales para responder a la necesidad del desarrollo sistemático del conocimiento en este campo, pero no las únicas concernidas. Se esperaría que en adelante las universidades centroamericanas den prioridad al avance de los estudios literarios con perspectiva regional. Además, es urgente la creación nexos activos y ojalá solidarios entre los escritores de la región, y entre escritores y críticos, de las distintas esferas, superando las antiguas separaciones; y por supuesto entre investigadores y otros estudiosos. Y también es urgente el nexo entre estas comunidades y los editores locales y de todos ellos con los libreros. Hace mucho se habla de esta necesidad, pero no se desarrollan las estrategias correspondientes, ni en el sector público ni en el privado.

Los estudios literarios centroamericanistas desde fuera de Centroamérica

Los estudios de fuera de la región tampoco son homogéneos, ni parecen tener diálogos internos. Existen países, zonas y universidades que han desarrollado un especial interés por los estudios latinoamericanos, y aunque en menor número, también por los centroamericanos, pero no parece haber ninguna red establecida de investigadores. El trabajo de estos centros es visible por intermitencias, cuando sus noticias nos alcanzan; sus ecos aparecen y desaparecen, sin que sus esfuerzos sean suficientemente conocidos en la región. Muchas veces dependen de profesionales específicos. En síntesis, no parecen obedecer tampoco a una lógica de acumulación del conocimiento.

 En la actualidad, es posible identificar algunas tendencias básicas comunes a varios de ellos (por supuesto, no todos: a) crean sus propios cánones, con el riesgo de resulten algo “livianos” y que se repitan sin cuestionamiento, b) difunden con cierto autoritarismo modelos teóricos; c) producen al margen de la realidad de referencia, para lograr un lugar en su propia institución de origen, d) miran a Centroamérica como sitio culturalmente indiferenciado, adonde lo importante resulta ser la cultura criolla o mestiza, principalmente. e) trabajan con la obra de autores y obras específicos muy reconocidos, olvidándose del resto, sin valorar que en los márgenes puede haber más elocuentes resonancias de la vida social. f) Practican la crítica literaria “de ocasión” en este campo, sin interés por un desarrollo mayor. g) atienden los nexos de lo literario con los procesos económicos y políticos más generales del Istmo cuando se estima correcto, y se olvidan cuando ya no están bien visto por el discurso intelectual en boga. Sin embargo, existe otro grupo que busca: a) proponer campos de observación nuevos, destinados en principio, por sus temas, a un contexto centroamericano; b) difunde con mirada crítica la innovación del conocimiento literario; por lo tanto, cumple con una importante labor de transferencia de conocimiento, cuando se da la divulgación adecuada. c) considera con visión solidaria las exclusiones (grupos sociales relegados económicamente, mujeres, etnias, otras minorías…) d) no se sitúa en sitio de poder, promueve la tolerancia y las solidaridades, que toman diversos caminos y apoyan distintas reivindicaciones. e) Propone y desarrolla procesos investigativos de largo alcance. f) Tiene una posición de escucha y respeto hacia el conocimiento producido en la región y acepta la crítica. Este último grupo ha sido especialmente importante aunque tal vez no el más visible. Suele suceder que los líderes de estos procesos han vivido o viven en la región, aunque no sean centroamericanos. Y ocurre el fenómeno contrario: varios de los que viven fuera siendo de la región suelen perder la perspectiva de las necesidades y realidades intelectuales internas.

Conclusiones

Estudiar de manera aislada a algunos autores consagrados en Centroamérica, e incluso, a autores emergentes, para canonizarlos; investigar las literaturas nacionales sin el contexto centroamericano, o viéndolo como suma de países radicalmente distintos; no aceptar las diferencias sociales y étnicas ( y el derecho a la diferencia) y su impacto en lo literario; renunciar a pensar lo propio en el aquí y desde el aquí, porque se tienen las gafas de un allá, sea lejano o cercano y escribir sobre literatura centroamericana sin una perspectiva estratégica en el orden del conocimiento nos lleva a la difícil situación de perpetuar el estado de de cosas en el campo de los estudios literarios y ser conservadores, aunque con discursos alternativos. El diálogo abierto y respetuoso y el cuido de la constitución de objetos de estudio que tengan en especial cuenta las perspectivas y condiciones internas, aunque se realicen en distintos espacios en el mundo, es una necesidad que hay que satisfacer, si se quiere hacer avanzar este ámbito de estudios. La búsqueda de una visión integral, que observe particularidades y constantes, de manera contrastiva, asumiendo a Centroamérica como constituida por varias comunidades interliterarias, puede ser una opción para superar el fragmentarismo y la dispersión de los estudios, lo cual no niega el derecho a las especializaciones de toda índole.

Finalmente, una posible vía hacia las metas del desarrollo del campo de estudio, sería la formulación agendas periódicas precisas, concertadas y compartidas (en este tiempo, la comunicación vía electrónica posibilita altamente estos intercambios) entre los distintos sujetos del campo, que ofrezcan una visión acumulativa y propositiva, a partir del avance de las investigaciones. Un paso más allá en esta meta es la constitución de una red de investigadores centroamericanistas, con áreas de especialización, integrando a los escritores que tengan interés y siempre con escucha atenta respecto a este sector, como fuente primordial de datos literarios. Y por supuesto, habría que procurar la debida divulgación de los logros, mediante los medios masivos y las actividades docentes.

El olvido de la antigua querella entre escritores y estudiosos y la búsqueda de formas de cooperación pondría mejores condiciones y facilitaría los logros de este campo; del mismo modo, el acortamiento generoso de las distancias entre los que vivimos en este estrecho espacio, todavía dudoso y lleno de asaltos, pero exuberante y sugestivo, y los que se mueven las realidades metropolitanas, podría ofrecer lugar al florecimiento de una nueva etapa en los estudios literarios centroamericanos, hoy visiblemente sumidos en desmovilizaciones, reflujos, nueva colonización y letargos, luego de su primer y notable momento que abarcó más de dos décadas, al final de siglo que nos tocó despedir a los presentes, no hace mucho.

 Que venga realmente el siglo nuevo.

© Magda Zavala


Bibliografía

Arriba

Zavala, Magda, 1990: La Nueva Novela Centroamericana, Universidad Louvain-La Neuve, Bélgica (tesis doctoral).

Zavala, Magda/Araya, Seidy, 1995: Historiografía Literaria de América Central, Heredia: EUNA.

Zavala, Magda/Araya, Seidy, 2002: Literaturas indígenas centroamericanas, Heredia: EUNA.


Notas

Arriba

vuelve 1. Este texto corresponde a una síntesis de la ponencia presentada al Congreso Internacional de Literatura Centroamericana (CILCA) 2007 (Antigua Guatemala) por la autora.

vuelve 2. Se trata de la tesis que elabora actualmente el crítico y escritor Carlos Villalobos.

vuelve 3. Había iniciado ese trabajo al final de 1985 y se derivaba de los conocimientos adquiridos en un buen número de encuentros y congresos de escritores y críticos centroamericanos, que querían entonces dejar atrás las formas de análisis y los objetos de estudio de tradición hispanizante, tanto como las prácticas de investigación que veían nuestros procesos como parte sin identidad precisa de la literatura latinoamericana. Por los intríngulis propios de las luchas internas por los espacios simbólicos, este trabajo defendido en 1990, permanece aún inédito. Sin embargo, debo a intelectuales como Werner Mackenbach y Franz Galich, entre otros, la divulgación y apreciación de sus resultados.

vuelve 4. En mi caso, el trabajo se remonta a 1985, al formular el proyecto de tesis doctoral sobre novela centroamericana. Cuando regresé de mi primera estadía en Lovaina en 1987, constituí con Seidy Araya y, posteriormente, con Albino Chacón un equipo en la Universidad Nacional (Costa Rica) dedicado a la investigación sistemática de las literaturas de Centroamérica. Varios libros dan cuenta de ese proceso. Citaré aquí La Nueva novela Centroamericana(1990), mi tesis de Lovaina La Nueva; posteriormente, el libro escrito con Seidy Araya, Historiografía literaria de América Central y de esta misma autoría, Literaturas indígenas de América Central (2002).

vuelve 5. Menciono aquí los esfuerzos de la Universidad Nacional, iniciados en 1987, cuyos productos fueron los libros que cité al inicio, más los que se producen a manera de tesis en dos programas de postgrado vigentes también en la misma Universidad Nacional en Costa Rica (la Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana y el Doctorado en Letras y Artes en América Central, el primero a partir de 1996 y el segundo, de 2000. Seguramente existen otros más dentro y fuera de la región). La labor de equipo en torno a una historia de las literaturas centroamericanas en la Universidad de Costa Rica, animado por la cooperación alemana y el trabajo de Werner Mackenbach, es otro eslabón de esta cadena.

vuelve 6. Cuando iniciaba mis estudios en los años setenta, en Costa Rica era usual que la escuela filológica española y la estilística dominaran el panorama de los estudios literarios, especialmente con la estilística. Los cambios ideológicos de esa época movieron también este campo y bien pronto las teorías estructuralistas francesas y la semiótica ingresaron como novedad, con fuerza de credo. Las corrientes de la sociología literaria no se hicieron tardar mucho y el panorama de las opciones de análisis se diversificó. Los estudios folklorológicos tuvieron auge en Centroamérica, especialmente en El Salvador y Guatemala, como acompañamiento consecuente del intelectual a lado de las mayorías sociales. Luego llegaron las escuelas revisionistas postmodernas (Derrida, Lacan, Foucault…), entre otros, y los estudios (poscoloniales, culturales…) de la marginación, aunque estos últimos no alcanzaron mayor éxito y difusión, lo que parece un contrasentido en el contexto.

vuelve 7. En lo que respecta a las mujeres, me dado mucho gusto saber que, según me ha informado Consuelo Meza Márquez, es posible que pronto se constituya el equipo con la tarea de escribir la historia de la literatura de mujeres en Centroamérica, un sueño compartido desde hace algunos años. Aprovechamos para llamar a la cooperación de quienes se interesen por esta línea investigativa.

vuelve 8. Para una recuperación de la memoria sobre estos esfuerzos, es necesario reunir la documentación relativa a estos antecedentes. El encuentro de 1987 fue muy importante porque asistió también una delegación del Caribe, donde figuraba Roberto Fernández Retamar, cuyas ideas remozaron el latinoamericanismo en estudios literarios hacia 1976. En ese contexto se consideró la posibilidad de crear un postgrado dedicado a la literatura centroamericana. Esta iniciativa se concretó en 1996 como la Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana, desde donde posteriormente se gestó el Doctorado en Letras y Artes en América Central, ambas propuestas impulsadas por el grupo de investigadores que tuve el honor de coordinar durante más de siete años, en la Universidad Nacional de Costa Rica.


*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Modificado 28/09/07*

*Istmo@wooster.edu*

*© Istmo, 2007*

Web Design SWS CR © Istmo - 2000-2010