Vidaluz Meneses
Gracias Franz Galich
Escritora nicaragüense
A Orieta, consuelo de sus horas
a Franz Manuel, su hijo entrañable
Debe haber sido en 1984, cuando estuve a cargo de la Dirección de Fomento del Arte en el Ministerio de Cultura, que tuve la oportunidad de conocer a Franz Galich la vez que llegó a integrarse a nuestro equipo de trabajo. Poco supe de su origen al principio, yo asumí con naturalidad que se trataba de un joven revolucionario que deseaba colaborar con el proyecto cultural de la recién triunfante revolución sandinista.
Gentileza y responsabilidad serían dos palabras con que definiría la personalidad de este guatemalteco-nicaraguense que con sus méritos y actitud se supo labrar un espacio en nuestro medio literario y en el social, donde no pocas personas forjamos una excelente amistad con él.
Franz supo irradiar su trabajo literario colaborando no sólo en los eventos que nos correspondía organizar y realizar en nuestra área de trabajo, como el inolvidable simposio sobre Darío-Martí y la nueva literatura latinoamericana y del Caribe, realizado en el marco de las jornadas darianas de 1985, con Lizandro Chávez Alfaro (q.e.p.d.), Ileana Rodríguez, Julio Valle Castillo, Alvaro Urtecho y Gustavo Adolfo Páez (q.e.p.d.), ocasión en la que una pléyade de críticos literarios de primera línea de América Latina se hizo presente, sino también colaborando con el movimiento de artistas aficionados animado desde los Centros Populares de Cultura; con los suplementos Nuevo Amanecer Cultural y Ventana, de la Asociación Sandinista de los Trabajadores de la Cutlrua (ASTC), y en la década de los noventa con La Prensa Literaria.
Fue pródigo con sus conocimientos y experiencia, sobrino del famoso dramaturgo Manuel Galich, también asesoró a grupos de teatro emergentes en ese entonces.
En las memorias de Claudia Contreras, actriz del Grupo Justo Rufino Garay (más tarde, Tita Ternura), tal como ella lo compartió en las páginas del NAC, su párrafo en el que se refiere con admiración y gratitud a Franz, su profesor de Historia del Arte, podrían suscribirlo cientos de jóvenes ex alumnos/as de él, en la UNAN, la UCA y la UPOLI, beneficiados no sólo por su generoso magisterio, sino por su animación permanente a quienes detectaba algún talento para la actuación o para escribir.
En 1992, siendo Jefa del Departamento de Arte y Letras de la Facultad de Humanidades de la UCA, me encontré de nuevo con Franz, como miembro del claustro de profesores/as de dicha carrera, lo que me dió mucha alegría, pues conociendo su potencial, sabía que podríamos desarrollar algún proyecto para la Escuela. En esos años llegó al país, Bárbara Droöcher, con su recién adquirido doctorado en Literatura con especialidad en literatura feminista. Me informó que tomaría clases de español y que en tres meses estaría disponible para dar su apoyo a la Escuela. Le recomendé a Franz como profesor de las clases de español y como enlace contraparte con la Escuela.
Los resultados no se hicieron esperar. Ya estaba listo el semillero de lo que constituiría el Seminario permanente de literatura centroamericana con talentosos estudiantes como Leonel Delgado, María del Carmen Pérez, Miguel Ayerdis, entre otros/as.
Bárbara, con disciplina alemana ya había logrado hacerse entender en español y brindaba todo el apoyo posible al grupo conducido por Franz, que con mucho esfuerzo editaba una pequeña revista que titularon El Ángel pobre en homenaje a Joaquín Pasos, poeta vanguardista fallecido en la flor de su juventud y cuya obra ha impactado en las distintas generaciones posteriores a la vanguardia.
El mensaje de Bárbara, al recibir la triste noticia que me correspondió trasmitirle, dice en parte: “En él he perdido a mi mejor amigo que tenía en Nicaragua.” Amistad fructífera a la que supo darle continuidad el sucesor de ella, Werner Mackenbach, representante de la iniciativa cultural alemana.
También con Franz vivimos la experiencia de fundar el PEN capítulo de Nicaragua, primero bajo la presidencia de Sergio Ramírez y luego Franz asumió tal cargo, logrando desarrollar un proyecto durante un año sobre el delicado tema de la libertad de expresión, en el que nos involucramos un buen número de escritores y escritoras con artículos, programas de radio y TV y que, dicho sea de paso, creo importante retomar en el nuevo contexto.
Como bien dice su gran amigo guatemalteco Eduardo Verlásquez, Franz era de buen comer y buen beber y así disfrutamos no pocas veladas que Sergio Morazán, mi compañero, preparó, cuidando de garantizar en el menú, los dulces guatemaltecos traídos por Tito Torres en las primorosas cajas de madera pintadas, de Antigua Guatemala.
Al calor del ron nica comentábamos sus novelas y sobre todo aspectos chistosos como el asombrado comentario de Tatiana, hija de Dolores Torres, contándole lo que cuchicheaban por allí, en el ámbito universitario, acerca de lo amanesquero del profesor Galich en sitios nocturnos animados por chicas, necesario entorno para que nuestro amigo escribiera Managua, Salsa City (¡Devórame otra vez!) e Y te diré quién eres, mariposa traicionera.
Franz fue mi amigo marxista quien no sólo supo reconocer y respetar mi filosofía cristiana, sino que en sus momentos más críticos, cuando lo visité en el hospital y encontré a Orieta, como todos los días, dedicada abnegadamente a su cuidado, conversando con ella me contaba que diariamente le leía un salmo a Franz, lo que él agradeció desde el fondo de su corazón, pues como me dijo posteriormente por teléfono: “Vos sabés que no soy ateo propiamente, respeto las creencias y reconozco ahora el bien que me han trasmitido las oraciones de Orieta y de mis amistades.”
Algo que me dolió muchísimo fue aceptar que por muchos esfuerzos que se hicieran desde la ciencia, la vida de mi amigo tendría que cesar. Apenas se supo el diagnóstico del cáncer, él acogió con mucha esperanza las probabilidades que su médicos le abrieron: ayudaba su edad pues aún era un hombre joven para resistir el tratamiento.
En respuesta anunció públicamente que tenía cuatro novelas en preparación. A lo largo del doloroso proceso, participó de jurado en dos certámenes de novela de Anide, y del Centro Nicaragüense de Escritores en ciclos de lecturas ... fue su forma de aferrarse a la vida.
Ahora que escribo estos recuerdos no puedo evitar las lágrimas al tomar conciencia que no sólo perdí a un gran amigo, sino a un aliado en múltiples proyectos culturales que con Juan Carlos Vílchez y otros/as colegas debemos continuar realizando para honrar a plenitud su memoria.
Gracias Franz, hermano, por tu generoso y fructífero tránsito entre nosotros/as.
Sábado 3 de marzo, a 30 días de
haber entregado sus sueños al
Hucarán, corazón del cielo.
© Vidaluz Meneses
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