Werner Mackenbach

 

Entre política, historia y ficción. Tendencias en la narrativa centroamericana a finales del siglo XX

 

Universidad de Costa Rica / Universidad de Potsdam (Alemania)

wmackenbach@amnet.co.cr

Notas*Bibliografía


Las literaturas narrativas centroamericanas se han destacado en la segunda mitad del siglo XX por su estrecha vinculación con el campo político y las realidades sociales de la región, sea en sus representaciones literarias, sus conceptualizaciones teóricas o su función político-institucional. Desde los años sesenta, el desarrollo del campo literario se ha caracterizado por la particular interrelación entre cambios sociales y cambios estéticos. Este ensayo estudia las relaciones entre la política y la literatura después del fin de las grandes utopías y bajo las condiciones de una globalización acelerada en el campo cultural, especialmente a partir de los años noventa. Asimismo, investiga los cambios de paradigma estéticos en relación con las apropiaciones literarias de las realidades extraliterarias, sus presentaciones narrativas y el papel de la institución "literatura" en relación con el campo político, en tiempos de una creciente comercialización y privatización del campo cultural.

El boom de la narrativa

A partir de los años ochenta y noventa Centroamérica – esto es cada uno de los países centroamericanos – 1 experimenta un verdadero boom de su literatura narrativa, especialmente en lo que se refiere al número de publicaciones y a la diversidad de la producción literaria.2 Esto se da tanto en la narrativa corta, el cuento, como en el caso de la novela y el testimonio. Un indicio de la creciente atención sobre el cuento en la región es la gran cantidad de ediciones de diversas antologías del cuento centroamericano en Centroamérica misma y en Europa (con cierta circulación en los países centroamericanos) a inicios del nuevo siglo, cuando para la década de los setentas, ochentas y aún inicios de los noventas, la única colección con que se contaba fue la Antología del cuento centroamericano, compilada y editada por Sergio Ramírez y publicada por primera vez por la editorial universitaria EDUCA en 1973. Algo similar pude decirse de cada uno de los países, en donde ya a partir de finales de los ochenta empiezan a publicarse antologías, incluso con muestras de los más jóvenes representantes (casi exclusivamente masculinos) de la cuentística.3

Sobre la novela centroamericana puede decirse con cierta justificación, que es a partir de finales de la década de 1960 e inicios de 1970 que se constata un verdadero auge. En su estudio "La nueva novela centroamericana" (1991) la científica literaria estadounidense Kathryn Eileen Kelly comprueba un boom centroamericano, que para ella inicia en los años del declive del boom latinoamericano (ver Kelly, 1991: 5), es decir, a inicios de los setenta, mientras que el escritor y científico literario guatemalteco, radicado en los Estados Unidos, Arturo Arias lo describe como un "mini-boom" (Arias, 1998a: 232) de la narrativa centroamericana que surge en esta década (ver también Zavala, 1990: 18, 22f.). Ciertamente surge a partir de finales de los sesentas e inicios de los setentas un corpus de novelas de autores de los diferentes países centroamericanos, que conscientemente se distancian de las hasta entonces dominantes tendencias del realismo social y del costumbrismo, para colocarse en el amplio terreno de la nueva novela latinoamericana, especialmente en cuanto a lo que se refiere a la experimentación con el lenguaje y la forma.

Como protagonistas de esta nueva novela centroamericana se toma a los siguientes autores: Lizandro Chávez Alfaro con su novela Trágame tierra (1969) y Sergio Ramírez con Tiempo de fulgor (1970) en Nicaragua; Carmen Naranjo con Diario de una multitud (1974) en Costa Rica; Claribel Alegría/Bud Flakoll con Cenizas de Izalco (1966), Manlio Argueta con El valle de las hamacas (1970) y Roque Dalton con Pobrecito poeta que era yo (1976) en El Salvador; Julio Escoto con El árbol de los pañuelos (1972) en Honduras; Marco Antonio Flores con Los compañeros (1976) en Guatemala, y, Gloria Guardia con El último juego (1976) en Panamá.4

Sin embargo, se puede hablar de un verdadero auge en la producción novelística en Centroamérica en cuanto a la cantidad y diversidad de las obras hasta los años ochenta y noventa del siglo XX. En mi estudio sobre la novela nicaragüense de estas dos décadas, publicado en alemán en 2004 bajo el título Die unbewohnte Utopie. Der nicaraguanische Roman der achtziger und neunziger Jahre (La utopía deshabitada: la novela nicaragüense de los años ochenta y noventa), demostré cómo se expresa este fenómeno en el caso de Nicaragua a través de las cifras: según mis investigaciones, fueron publicadas en el largo periodo que va desde la Independencia en 1821 hasta los años setenta del siglo XX –es decir, en un lapso de 150 años– apenas y un poco más de cien novelas y textos con características novelísticas, escritas por unos cincuenta autores y autoras. Frente a este dato, fueron publicados en los veinte años que van de 1980 a 2000, según mis estudios, casi cien títulos de un total de sesenta autores(as), publicados casi todos en Nicaragua, pero también en otros países (ver Mackenbach, 2004a: 42s., 44s.)5

Aunque para los otros países aún no contamos con estudios comprehensivos y basados en investigaciones empíricas, aquellos estudios publicados hasta hoy permiten concluir que también en los demás países del Istmo, y no solamente en Nicaragua, los años ochenta y noventa, así como los inicios del siglo XXI, pueden ser caracterizados por una explosión en cuanto a la producción y publicación de novelas y de narrativa.6 A este aumento numérico le corresponde también una ampliación de la diversidad de las formas literarias: nueva novela, cuento, mini-cuento, mini-ficción, diversas formas de la literatura testimonial, nueva novela histórica, novela negra, novela indigenista, novela urbana, novela "femenina", novela de dictador, novela de folletín, son solamente algunas de las formas de esta creciente pluralidad (ver Mackenbach, 2004a: 510).

Política y literatura: el fin de una ficción

Los motivos para estos cambios en el campo literario están sin duda vinculados íntimamente con los desarrollos en el campo político. Esto se refiere especialmente a la literatura testimonial que oscila entre ficción y documentación, y esto en sus diversas formas (novela testimonio, diarios de cárcel, diarios sobre la lucha guerrillera y armada, testimonio político, documentación político-etnográfica). Junto a la lírica de orientación política de los intelectuales, escritores y políticos de la izquierda como Roque Dalton, Otto René Castillo, Ernesto Cardenal, Roberto Sosa, Ana María Rodas, y más tarde en Nicaragua la poesía popular, iniciada por el Ministerio de Cultura Nicaragüense en sus Talleres de Poesía, el testimonio se vuelve una práctica hegemónica de escritura, la cual quiere representar las necesidades de una liberación antidictatorial. Lo que la guerrilla se propone en el campo político-militar, el testimonio se lo propone en el campo cultural-literario. La literatura se convierte en un arma en la lucha por la liberación (nacional). El poeta-guerrillero se transforma en la figura central de una nueva variante que en la literatura latinoamericana y centroamericana no era desconocida: la simbiosis del intelectual/escritor y el político/jefe de Estado. Como uno de los más destacados representantes de esta simbiosis cabe mencionar aquí a Sergio Ramírez, quien en varias ocasiones se ha referido a esta situación en términos de "oficios compartidos".7

En esta estrecha relación entre política y literatura le es conferida a la literatura una función central en la construcción de la nación, sea en los movimientos guerrilleros como arma cultural para la realización de un proyecto nacional/social contra los vendepatrias (también en sentido cultural) ante el imperialismo del "gran hermano" del Norte, sea como proyecto de gobierno, en donde la literatura se convierte en una institución nacional. Esto vale –a pesar de todas las diferencias– especialmente para los casos de Costa Rica y Nicaragua. Mientras que la cultura letrada, en especial la educación (pública) y con esto la literatura en su sentido más amplio, juega desde mediados del siglo XX un papel central en el proyecto socialdemócrata de construcción del estado benefactor costarricense, en Nicaragua la democratización y "popularización" de la cultura letrada a inicios de los años ochenta se convierte en el pilar de la nueva nación (revolucionaria); así, la alfabetización emprende a través de una pluralidad de formas de sensibilización y praxis literarias.

Con el fin del proyecto sandinista y de los movimientos revolucionarios pierde también el discurso de la literatura –como arma cultural en la lucha por la liberación y en tanto práctica hegemónica como testimonio– su esfera de dominio: el poeta-guerrillero se convierte en una figura obsoleta y llegamos a vivir el final de una ficción, la ficción de la simbiosis entre literatura y política. No obstante, las formas testimoniales mantendrán su significado, sea como expresión literaria de los "nuevos subalternos", es decir, de aquellos grupos sociales y étnicos marcados de diversas formas por los procesos revolucionarios; sea como recurso narrativo de la literatura narrativa en general, y esto tanto en el cuento como en la novela. También para esta relación puede leerse la obra de Sergio Ramírez como paradigmática. Mientras que en su testimonio del año 1989, La marca del Zorro. Hazañas del comandante Francisco Rivera Quintero contadas a Sergio Ramírez, recurre a una multiplicidad de medios ficcionales y literarios para crear un gran documento de la revolución sandinista, se vale en su novela (histórica) de 1988 Castigo divino de técnicas documentales del testimonio para la construcción ficcional. Es el género novelesco que toma cada vez más presencia, hecho que se comprueba tanto en el número de obras publicadas como en cuanto a su recepción por parte de los lectores como de la crítica.

Este auge de la novela tiene ciertamente también que ver con el hecho de que una cadena de factores extraliterarios que detuvieron el desarrollo de la literatura narrativa en la región,8 y que sin haber sido superados por completo, sí han sufrido cambios significativos. La subvención durante décadas del sistema educativo en Costa Rica, los esfuerzos de alfabetización en Nicaragua, el gran número de estudiantes en universidades públicas y también privadas en todos los países centroamericanos (excepto en Belice) forman parte de la creación de las condiciones apropiadas para el surgimiento de un público lector mucho mayor (aspecto primordial para el desarrollo de una cultura novelística). Por otro lado, existen otros factores que han contribuido a este proceso, como el fin de las dictaduras militares y con ello de la censura y persecución de escritores, una relativa estabilidad política, la existencia (al menos temporal) de editoriales (en parte financiadas por el Estado) y una profesionalización de un número significativo de profesores de literatura (formados muchos de ellos en universidades en el extranjero, especialmente en España, Francia y México) que por primera vez en la historia de la región se dedican al estudio de la producción literaria propia.9 En cuanto al proceso de escritura literaria, toda una generación de intelectuales comprometidos pasó a tener tiempo entre sus manos y pudo y debió incursionar en otras formas literarias más "amplias", como es el caso de la novela, hecho que muchas veces contó con el apoyo de financiamiento internacional y la consecuente inserción, relativamente estable, de estos beneficiarios en la docencia en universidades nacionales como extranjeras (sobre todo en Estados Unidos y Europa). Los recientes desarrollos en Centroamérica fueron y son para muchos de estos intelectuales una motivación esencial y la materia prima de sus obras literarias. En este sentido, surge aquí la expresión de un fenómeno como ha sido constatado para la novela latinoamericana. En palabras del romanista alemán Karsten Garscha, refiriéndose a los ensayos de Carpentier, Fuentes y Vargas Llosa en el contexto de procesos de cambios sociales y políticos determinantes, y siguiendo a Vargas Llosa, el momento de la novela se da allí en donde surge una curiosa relación entre la emergencia de una gran novela y la crisis o descomposición de una sociedad (en que se la engendra).10

El auge de la narrativa en Centroamérica no se deja, sin embargo, delimitar a estas relaciones políticas, sino que se nutre –como lo ha descrito el escritor y profesor de literatura, el guatemalteco-nicaragüense Franz Galich en su artículo "Notas para una posible teoría de la novela en Centroamérica"– de una rica herencia histórica, desde las culturas prehispánicas y su apropiación y sobrevivencia como sustratos culturales, mitos y leyendas, de las influencias europeas coloniales, así como de las tendencias influenciadas por Europa en las búsquedas por una independencia literaria y los nuevos discursos (ver Galich, 2005, y también Ramírez, 1973: Introducción). Centroamérica cuenta, especialmente desde mediados del siglo XIX, con una cultura narrativa escrita e impresa. El que su existencia haya permanecido en las sombras puede tener mucho que ver con los discursos dominantes sobre la literatura centroamericana que suelen privilegiar otros géneros y formas (como es el caso de la poesía y el testimonio) determinando así las instancias literarias y educativas. Aquí también cabe mencionar la obra y figura del escritor Sergio Ramírez como sintomática de este proceso, quien en los más álgidos momentos del compromiso político publica obras literarias estéticamente sutiles (novelas y cuentos), sin que esto significara que fueran reconocidas/canonizadas por el entonces discurso hegemónico de la literatura como arma político-cultural.

Finalmente actúan en el proceso de una globalización acelerada, factores que determinan las condiciones de producción y distribución literaria, los cuales tienen a la vez repercusiones sobre los procesos de creación y consumo, descritos por el latinoamericanista alemán Ottmar Ette con una paradoja: paralelo a la pérdida de importancia de la literatura y el literato como instancias nacionales, algunos pocos autores(as) ganan terreno en el campo literario transnacional de manera extraordinaria (ver Ette, 1999: 128-130) con todas las consecuencias que ello implique, por ejemplo, el adaptarse a las exigencias y leyes del mercado editorial internacional, que privilegia ciertos géneros y temas (ver al respecto Mackenbach, 2004a: 52s.). A la separación de la política y la literatura le sigue una estrecha relación entre literatura y economía. Así también las obras de algunos pocos autores(as) centroamericanos(as) son hoy publicadas por grandes editoriales transnacionales y mercadeados por estos circuitos, lo que los inserta en una dinámica mayor y los convierte en global players.

Los años ochenta y noventa, así como los inicios del siglo XXI están marcados por un cambio de paradigma cultural y estético en la región, estrechamente vinculado a un entrelazamiento con los múltiples cambios sociales y políticos. Este proceso será a continuación seguido a través de los procesos ejemplares en la actual literatura centroamericana en relación con las presentaciones y representaciones literarias de la violencia.

La literatura como lugar de la violencia

La violencia es asumida desde las ciencias sociales en su múltiple dimensión social, política, económica y cultural como parte estructural de la historia latino- y centroamericana. Así, los científicos de la cultura, de la historia y de la ciencia literaria constatan la persistencia de manifestaciones estéticas de la violencia a lo largo de diversas fases de la historia literaria latino- y centroamericana, en donde es incluso posible hablar de un dominio de la violencia como manifestación estética.11

Para la producción literaria en Centroamérica es acertada esta apreciación, la cual ha sido descrita por el crítico literario hondureño Héctor Leyva como "narrativa de los procesos revolucionarios centroamericanos" y dentro de la que destaca tres tendencias: la novelística escrita por guerrilleros, las narraciones testimoniales (testimonios de participantes así como novelas testimoniales) y novelas disidentes (Leyva, 1996). Paradigmáticas para las primeras dos tendencias resultan el testimonio de Omar Cabezas La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (1982) y la novela La mujer habitada (1988) de Gioconda Belli. En todos estos textos toma la violencia un espacio dominante, y es el de la violencia de los que dominan/gobiernan contra la población y como violencia legítima por parte de los oprimidos por la dictadura que luchan contra ella. De esta violencia de la lucha armada debía nacer el "hombre nuevo" de la nueva sociedad, en donde la evocada pujanza e invencibilidad de la lucha armada se trasforman en un nuevo mito.12 Que este discurso literario de la violencia no esté exento de los rasgos del militarismo y del culto a la muerte, de larga tradición en la historia centroamericana, lo muestran probablemente de manera muy clara los textos antes mencionados de Cabezas y Belli, pero, por ejemplo también los diarios de cárcel de los participantes de la lucha insurgente. En La mujer habitada le es posible lograr a la arquitecta Lavinia un completo reconocimiento por parte de la organización guerrillera solamente al ocupar el lugar de su amante asesinado por la Guardia Nacional y tomar la decisión de continuar en la lucha armada. La muerte (heroica) se convierte en un requisito de la (nueva) vida y del hombre (nuevo). En el testimonio de Cabezas cuenta el autor que no habría podido superar la separación de su amada si él no fuera "plomo", una palabra que sustituye uno de los lemas centrales del movimiento sandinista: "Patria libre omorir" – una metáfora a lo mejor inconsciente pero certera para describir la concepción cerrada, militarista y patriarcal de la "nueva" nación y del hombre "nuevo".

Sin embargo, ya en la novela del guatemalteco Marco Antonio Flores Los compañeros, publicada en 1976, se le había otorgado a la violencia –desde la mirada de un participante de los movimientos insurgentes– una anulación/una carga negativa, pues mostraba el lado oscuro de la lucha armada, en especial en cuanto al uso de la violencia relacionada con los crímenes que se cometen al interior del mismo movimiento, crímenes que son relatados y que rompen así el silencio y los tabúes revolucionarios. Trece años más tarde retoma Horacio Castellanos Moya en su novela La diáspora (1989) este mismo tema, relacionado con el desarrollo político específico en El Salvador, representado en el personaje de un militante político desencantado y confundido por el asesinato de dos líderes comandantes guerrilleros, hechos que lo llevan al exilio y a convertirse en un disidente.13

A partir de los años noventa podemos constatar cómo la representación de la violencia en la novelística se distancia de este sentido político-ideológico. Irónicamente empieza la violencia a ganar espacio en las novelas que reniegan de la fuerza mítico-revolucionaria de la misma, como de la lucha armada. El autor y crítico literario guatemalteco Dante Liano diferencia, para la producción textual de Guatemala, tres tipos de la manifestación estética de la violencia en la narrativa, los cuales pueden ser tomados como válidos para el resto de la región: la literatura testimonial, una literatura de denuncia, y textos en los que la violencia es indirectamente aludida (textos de violencia oblicua en términos de Liano) (Liano, 1997: 261-266). Sin duda, es esta última tendencia la que domina en la narrativa centroamericana a partir de los años noventa. Contrario a las "grandes narraciones" de la lucha armada y de la violencia justificada políticamente, representan y presentan estos textos más recientes una violencia despojada de un sentido político-ideológico y sin justificación ético-moral alguna. Como ejemplares para estas tendencias deben ser mencionadas las obras narrativas de Horacio Castellanos Moya, Franz Galich y Claudia Hernández, entre otras.

La figura central en la novela de Horacio Castellanos Moya Baile con serpientes (1996) es un sociólogo desempleado, desencantado de la política, habitante de la Macrópolis (una alusión directa de la capital salvadoreña), quien tras cometer un asesinato, usurpa el lugar de ese hombre, quien vivía recluido junto a cuatro serpientes en un viejo Chevrolet. El personaje es un individuo marginalizado, quien ha perdido todo vínculo con las instituciones públicas y privadas y el cual solamente a través de continuos asesinatos, en compañía de las cuatro serpientes, encuentra un sentido a la vida. La ciudad es un lugar devastado por la violencia y por crímenes sin sentido ni justificación. Otro personaje de las ficciones de Castellanos Moya es Robocop, figura central de El arma en el hombre (2001), quien es un antiguo miembro de las unidades especiales anti-insurgentes del Estado salvadoreño, que sólo ha aprendido el oficio de matar, y aplica dicho aprendizaje en la época de la posguerra para asegurar su sobrevivencia, sin que en sus actos medien una justificación política sino más bien las órdenes del crimen organizado, por ejemplo, el tráfico de drogas. Similar sucede en la novela de Franz Galich Managua, Salsa City (¡Devórame otra vez!) (2000), que relata la violencia de la época posrevolucionaria de Managua: también aquí son sus protagonistas antiguos combatientes de ambos lados de la contienda política (el ejército sandinista y los contras) que se matan entre sí, en parte como mero reflejo de los acontecimientos militares de los años ochenta, en parte debido a la lucha por el poder que se ha generalizado en la ciudad. Tanto las novelas de Castellanos Moya como también la de Franz Galich se convierten en una alegoría de la situación de toda una generación de centroamericanos que no han aprendido más que el oficio de la guerra y que se enfrentan a las nuevas condiciones de la posguerra y a su inserción en la vida civil. Aparentemente sin relación alguna a este contexto aparece la ciudad en los relatos publicados en Mediodía de frontera (2002) de la salvadoreña Claudia Hernández. Se trata de un lugar colmado de cadáveres y cuerpos mutilados en donde los motivos permanecen ocultos y que por otro lado tienen consecuencias asoladoras sobre la convivencia entre los individuos. También pueden ser leídos estos textos, que persiguen las íntimas perversiones y heridas de los individuos, como sintomáticos de una reciente salida de la experiencia traumática de la guerra y la guerra civil.

Una postura de excepción la toma en este contexto desde cierto punto de vista la novela El cojo bueno (1996) del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Se relata en la novela un secuestro hasta en sus más mínimos detalles dando a conocer así la mutilación del cuerpo del secuestrado. También en esta novela aparece la violencia sin un motivo político, sino que es un simple medio para obtener dinero y sobrevivir en la difícil situación de una sociedad devastada por una guerra civil. La víctima, perspectiva desde la cual es narrada la novela, no aspira a una venganza, sino que incluso reconoce cierta simpatía por uno de sus secuestradores, un mensaje reconocible que aboga por una futura reconciliación en una Guatemala en donde apenas se dan los pasos hacia la firma de los Acuerdos de paz (recordemos que la novela aparece ese mismo año de 1996); una Guatemala con un cuerpo social mutilado como el físico del protagonista. Ya en 1986 aparecía un llamado similar por parte del salvadoreño Manlio Argueta, en medio del conflicto armado salvadoreño. En su novela Cuzcatlán donde bate la mar del sur, en la que narra la captura de un miembro de las tropas del gobierno por parte de la guerrilla, esta llega a tomar la decisión, a través de un proceso revolucionario, de no aplicar la pena de muerte, sino de dejar con vida al rehén.

Parece entonces que la narrativa centroamericana a partir de la década de los noventa se convierte en un medio por el que la violencia es negociada estéticamente en sus más diversas facetas y dimensiones. El corpus de esta literatura está abierto, incluye una gran cantidad de autores(as), obras y tipos de textos, desde sex, drugs and (no: no rock’n roll, sino) salsa hasta la novela negra, una forma cada vez más popular en la región, siendo su cercanía con los medios masivos como con el cine más que evidente en cuanto a lo que a las técnicas narrativas se refiere.14 La presentación y representación estética de la violencia en la narrativa va mas allá de un simple tratamiento temático. Las narraciones y novelas de estos años se alimentan de las diversas relaciones de violencia, sin que deban tener la violencia como tema central, relaciones que caracterizan a las sociedades centroamericanas: la violencia fundacional, justificada estructural e históricamente, rastreable en estas sociedades hasta el acto de violación de la Conquista; las secuelas de la violencia directa, política y militar de los conflictos armados de las décadas de 1970 hasta 1990, así como la violencia indirecta de las relaciones económicas, hogareñas, familiares, para solamente mencionar algunas. Muchos de estos textos literarios privilegian sobre todo la mirada de las consecuencias de estas relaciones de violencia en los individuos y en sus relaciones personales.

No obstante y en este sentido, radica precisamente allí el carácter político de esta literatura que muestra además no haber perdido su impronta de un compromiso moral. Esta literatura es también una escritura contra el olvido de los múltiples actos de violencia vividos por la población, sin que exista la creencia en una utopía social fundada míticamente. Ejemplar de lo anterior es la novela de la chileno-costarricense de origen alemán Tatiana Lobo, Elcorazón del silencio (2004b). En la historia del reencuentro de dos mujeres, que crecen en una familia de descendencia alemana y cuyas vidas se distancian al llegar a ser adultas, y en el contexto del ocaso de la dictadura de Pinochet, se retorna al recuerdo de las masacres cometidas por los militares y se apela a un no olvidar la propia historia –por más terrible que sea–. El poder expresar estas experiencias se vuelve requisito para poder pensar en una sociedad que pueda llegar a fundarse en los actos del recuerdo, del perdón y de la reconciliación. Una fosa común ocultada y silenciada es traída al presente por parte de la más joven de las protagonistas, una fosa que, ya vacía, se convierte en alegoría de la sociedad chilena a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, en la que aún se encuentran desaparecidos los muertos y donde cabe aniquilar cualquier clase de recuerdo. Un cronotopo (en sentido bajtiniano) que es también posible leer como una alegoría de las sociedades centroamericanas, después de las guerras y guerras civiles, después de los desaparecidos y de las masacres.

Literatura y política: ¿una ficción sin fin?

Las más recientes literaturas narrativas centroamericanas se caracterizan aún por una singular relación con las condiciones políticas y con las realidades sociales. Ahora bien, se ha desarrollado y ha emergido, más allá de la anterior institucionalización de la literatura y de su instrumentalización en función de proyectos políticos, una nueva Zweierbeziehung/"relación doble". Las nuevas literaturas centroamericanas se sirven de una amplia gama de técnicas y recursos narrativos, toman préstamos de los más diversos géneros y subgéneros y son caracterizadas por las más diversas rupturas, así como los procesos de cambio y las continuidades, tanto en lo temático como en lo formal. Esta literatura centroamericana reciente se caracteriza por un recuperar y retomar de la ficción en todas sus dimensiones. La realidad se vuelve pretexto/pre-texto para poder escribir literatura, la literatura ya no es más subterfugio para poder hacer política. Como lo relatara Sergio Ramírez recordando una anécdota, que retrata muy bien lo anterior: ya durante su candidatura como presidente en la campaña de 1996 contaba con más lectores que electores. En aquella elección obtuvo 7000 votos, mientras que para ese mismo año de 1996 su novela Castigo divino había alcanzado una edición de 50000 ejemplares vendidos (ver Ramírez, 1998: 13). Esta nueva relación no daña en absoluto a la creación literaria, muy al contrario.

© Werner Mackenbach


Bibliografía

Arriba

a) Obras literarias

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Ruiz Puga, David Nicolás, 2001: "Panorama del texto literario en Belice, de tiempos coloniales a tiempos post-coloniales", en: Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos, no. 1, enero-junio < http://collaborations.denison.edu/istmo/>

Vargas Llosa, Mario, 1971: Historia secreta de una novela. Barcelona: Tusquets

Zavala, Magda, 1990: La nueva novela centroamericana. Estudio de las tendencias más relevantes del género a la luz de diez novelas del período 1970-1985. Université Catholique de (tesis doctoral)


Notas

Arriba

vuelve 1. De forma similar que en el caso de la(s) literatura(s) latinoamericana(s) existe entre los investigadores la discusión sobre si se debe hablar en singular o en plural sobre la(s) literatura(s) centroamericana(s), así también se ha planteado la discusión acerca de si se debe pensar Centroamérica como una región distinguible cultural y literariamente de otras. En el presente ensayo parto de un concepto pragmático y dinámico de las literaturas centroamericanas, el cual favorece el plural, además de tomar en cuenta los rasgos en común y las diferencias (ver Mackenbach, 2004a: 28-34).

vuelve 2. Esto no vale para su circulación en Centroamérica, donde más allá de las fronteras nacionales no existe un mercado editorial, y salvo unas pocas excepciones tampoco existe una editorial que opere regionalmente. En este sentido, la situación es aún más compleja que en los setentas y parte de los ochentas cuando funcionaba la editorial EDUCA con una fuerte presencia centroamericana en su programa editorial.

vuelve 3. Antologías publicadas desde el año 2000: Délano, Poli (ed.), 2000: Cuentos centroamericanos, Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello; Cortés, María Lourdes (ed.), 2001: Cuentos centroamericanos, Madrid: Editorial Popular; Mejía, José (ed.), 2002: Los centroamericanos, Ciudad de Guatemala: Alfaguara; Jaramillo Levi, Enrique (ed.), 2003: Pequeñas resistencias / 2. Antología del cuento centroamericano contemporáneo, Madrid: Páginas de Espuma; Salinas Paguada, Manuel (ed.), 2004: Narrativa contemporánea de la América Central, Tegucigalpa: Multigráficos Flores; Mackenbach, Werner (ed.), 2004: Cicatrices. Un retrato del cuento centroamericano, Managua: anamá ediciones centroamericanas; Méndez, Francisco Alejandro (comp.), 2007: Tiempo de narrar cuentos centroamericanos, Guatemala: Piedra Santa. También existe un gran número de antologías nacionales de cuentos: Arango, Luis Alfredo/Castellanos, Rolando (ed.), 1988: De Francisco a Francisco. 50 años de narrativa guatemalteca, Ciudad de Guatemala: Grupo Editorial RIN-78; Oviedo, Jorge Luis (ed.), 1988: Antología del cuento hondureño, Tegucigalpa: Editores Unidos; Cortés, Carlos/Muñoz, Vernor/Soto, Rodrigo (ed.), 1989: Para no cansarlos con el cuento: narrativa costarricense actual, San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica; Ramírez, Sergio (ed.), 41993: Cuento nicaragüense, Managua: Nueva Nicaragua; Gólchez, Rafael Francisco/Fernández, Gloria Marina/Cañas Dinarte, Carlos (ed.), 1994: Antología 3 x 15 mundos. Cuentos salvadoreños 1962-1992, San Salvador: UCA Editores; Phillips, Michael D. (ed.), 1995: Snapshots of Belize. An anthology of short fiction, Benque Viejo del Carmen, Belize: Cubola Books; Arellano, Jorge Eduardo (ed.), 21996: Cuentistas de Nicaragua, Managua: Ediciones Distribuidora Cultural; Roque Baldovinos, Ricardo (ed.), 21998: El Salvador: cuentos escogidos, San José: EDUCA; Sosa, Roberto (ed.), 21998: Honduras: cuentos escogidos, San José: EDUCA; Valle-Castillo, Julio (ed.), 21998: Nicaragua: cuentos escogidos, San José: EDUCA; Jaramillo Levi, Enrique (ed.), 1998: Hasta el sol de mañana. 50 cuentistas panameños nacidos a partir de 1949, Panamá: Fundación Cultural Signos; García de Paredes, Franz (ed.), 1998: Panamá: cuentos escogidos, San José: EDUCA; Sánchez, Chrisnel et al. (ed.), 2001: Grito de nuevas voces, Managua: Camino; Tzijonem, Lema (ed.), 2002: Antología del cuento, Ciudad de Guatemala: Fondo de Cultura Económica; Valle-Castillo, Julio (ed.), 2002: Cuentos nicaragüenses, Managua: Centro Nicaragüense de Escritores; Rivera, Armando (ed.), 2003: Guatemala. Narradores del siglo XX, Ciudad de Guatemala: Letra Negra; Jaramillo Levi, Enrique (ed.), 2004: Cuentos panameños. Antología de narrativa panameña contemporánea, Madrid: Editorial Popular; Chávez Mayorquín, Leda (ed.), 2005: Cuentos hondureños, Madrid: Editorial Popular. Igualmente se han publicado antologías de cuentos con base en criterios de selección por género y/o tema, por ejemplo: Méndez de Penedo, Lucrecia/Toledo, Aída (comp.), 2000: Mujeres que cuentan, Guatemala: Universidad Rafael Landívar (abrapalabra 32); Muñoz, Willy O. (comp.), 2001: Antología de cuentistas guatemaltecas, Guatemala: Letra Negra; Muñoz, Willy O. (comp.), 2003: Antología de cuentistas hondureñas, Tegucigalpa: Guaymuras; Sánchez, Jessica (comp.), 2005: Antología de cuentistas hondurenas, Guatemala: Letra Negra; Muñoz, Willy O. (comp.), 2006: Narradoras costarricenses. Antología de cuentos, San José: EUNED; Editorial Lumbre, 2005: Nuevas especies: 21 cuentos primitivos, San José: Colección Nuevas Especies; Editorial Lumbre, 2006: Nuevas especies: Melocotones sin almíbar. Antología primera del relato erótico costarricense, San José: Colección Nuevas Especies.

vuelve 4. A estas novelas debe ser agregada El tiempo principia en Xibalbá del guatemalteco de descendencia indígena Luis de Lión. Nacido en 1939 en San Juan del Obispo, Departamento de San Juan de Sacatepéquez, Luis de Lión fue secuestrado en 1984 por el ejército guatemalteco y forma parte de los miles de desaparecidos de la guerra civil. La primera edición de la novela fue publicada póstumamente en 1985, el manuscrito sin embargo había sido premiado en los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango en 1972 con el primer lugar.

vuelve 5. Ver una amplia referencia bibliográfica en Mackenbach, 2004a: 529-533. En la bibliografía trabajada por el científico literario estadounidense Edward Waters Hood y mi persona "La novela y el testimonio en Nicaragua: una bibliografía tentativa, desde sus inicios hasta el año 2000" se registran 260 títulos de 108 autores y autoras. Así como 48 títulos registrados pero aún no hallados de 29 autores y autoras. (Hood/Mackenbach, 2001) Desde el 2000 se han seguido publicando textos con estas características.

vuelve 6. Ver los estudios de Zavala (1990), Liano (2005) y Galich (2005). Una mención especial merece Belice, que permanece hasta hoy relativamente ignorado en el contexto centroamericano. Poco después de su independencia en 1981 inicia también aquí la producción y publicación de novelas, tanto en inglés como en español (ver Ruiz Puga, 2001).

vuelve 7. Por ejemplo en su compilación de ensayos de 1994 bajo el título Oficios compartidos y en numerosas de sus conferencias (ver Mackenbach, 2004a: 37).

vuelve 8. En su estudio pionero sobre la novela en Centroamérica, publicado a inicios de la década de 1980, La novela centroamericana: desde el Popol-Vuh hasta los umbrales de la novela actual (1982) menciona el científico literario puertorriqueño Ramón Luis Acevedo los siguientes factores extraliterarios para los problemas del desarrollo de la literatura centroamericana y su relativo desconocimiento, los cuales no tienen relación con una falta de calidad estética sino con las circunstancias de atraso en asuntos sociales, políticos y económicos: un alto porcentaje de analfabetismo, un ingreso per cápita muy bajo, la falta de una clase media, la inestabilidad política, la cooptación de los mercados nacionales con productos extranjeros, las dictaduras y la censura, la falta de grandes editoriales y la falta de una crítica literaria (Acevedo, 1982: 9-11, 447; ver también Engelbert, 1994: 400f., y más ampliamente Mackenbach, 2004a: 19s., 45).

vuelve 9. En algunas universidades aparecieron en los ochentas y noventas carreras especializadas en literatura centroamericana, por ejemplo, en la Universidad Nacional en Costa Rica, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en la Universidad Rafael Landívar en Guatemala y durante un tiempo en la Universidad Centroamericana en Nicaragua; las carreras de literatura en la Universidad de Costa Rica ofrecen cursos de literatura centroamericana como parte de su currículo de estudios.

vuelve 10. En Historia secreta de una novela escribió Mario Vargas Llosa a inicios de los años setenta: "Hay [...] una relación muy curiosa entre el surgimiento de una gran novela y el estado de crisis y descomposición de una sociedad. [...] América Latina tiene una realidad que está por cambiar de piel, una realidad que va a ser sujeto de grandes transformaciones y de cambios, y creo que justamente ante esta especie de cadáver surgen ahora, como han surgido siempre en la antigüedad, esos buitres en cierta forma, que son los novelistas." (Vargas Llosa, 1971: 39s., cit. en Garscha, 1994: 272)

vuelve 11. Ejemplo destacado es la "novela de la violencia" en Colombia, que incluye una vasta producción literaria que va desde finales de 1940 hasta la década de 1960 (ver por ejemplo Paschen, 1994).

vuelve 12. Ver detalladamente sobre este aspecto en la novelística nicaragüense contemporánea a Mackenbach (2004a: 177, 205s.).

vuelve 13. El punto de referencia histórico-político en la novela son los llamados "hechos de abril", que aluden en la historia de la izquierda salvadoreña al asesinato de la comandante guerrillera Ana María (Mélida Anaya Montes) y del líder guerrillero Marcial (Cayetano Carpio) en 1983.

vuelve 14. En tiempos recientes han aparecido una serie de estudios que intentan ofrecer una conceptualización de esta literatura, por ejemplo por medio de conceptos como "literatura de posguerra", "narrativa de la violencia", "estética del terror", "estética del cinismo", "literatura del desencanto", entre otros en los trabajos de Anabella Acevedo (2001), Beatriz Cortez (2000 y 2002), Héctor Leyva (1996) y Dante Liano (1997). Ver al respecto también sobresaliente trabajo de Alexandra Ortiz Wallner (2004: bes. 83-106) y Mackenbach (2004b).


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