Franz Galich
Carta de amor al pueblo de Guatemala
Hace 26 años, una mañana, salí a mi trabajo en el Instituto de Antropología e Historia, situado en la 12 avenida y 11 calle, si rnal no recuerdo. Salí como salieron rniles de guatemaltecos que simplemente ya no regresaron. Yo tuve la suerte de regresar 15 años después. Guatemala se había convertido de un país donde se contaban historias de aparecidos en uno donde se contaban historias de desaparecidos. En aquellos aciagos días supe, por primera vez, lo que era la solidaridad activa de la gente. También supe de la solidaridad espiritual de la gente que pedía, elevando sus oraciones a Dios que me protegiera. Esto lo supe por mi madre, que Dios tenga en su Gloria. 26 años después, la historia se repite, aunque en otras circunstancias: estuve a punto de no regresar a mi casa en Nicaragua, con mi familia mi esposa Orietta y nuestros hijos Souhail y Franz.
Una enfermedad, el cáncer, invadió mi próstata y tras larga y complicada operación que duró 7 horas, regresé un mes y tres días después. No está demás decirles que fui operado un tres de mayo, en mayo, tan bendecido por mi madre porque también un 10 de mayo me fue permitido salir al exilio. Corno en aquella ocasión aunque bajo otras circunstancias, ya que era muy peligroso hacerlo públicamente, la solidaridad volvió a brotar de los corazones guatemaltecos. Mi corazón se conmovió muy fuertemente, como cuando enterramos a mi madre, donde también fuimos acompañados multitudinariamente. La capacidad de amar de los guatemaltecos solamente está dispersa, por múltiples razones, pero no bloqueada. Podrá decirse lo que quieran pero nunca negar la capacidad de amar y de la solidaridad de los amatitlanecos y de la gran mayoría de guatemaltecos, aunque la pesadilla nocturna que nos atormenta ya hace muchos años parezca prolongarse en el tiempo.
¿Cómo podré pagar esto? ¿Podré acaso? La única forma que tengo y creo que puedo será luchando por elevar a nuestro Amatitlán y Guatemala tan queridos a un nivel más alto que al que lo llevaron tantos y tantos grandes hombres y mujeres, con su arte, su deporte o su ciencia. Pido a Dios poder cumplirles, queridos amigos, hermanos y compatriotas. Perdonen mis lágrimas que luchan por no salir, pero es inevitable, como inevitable será mi gratitud eterna a todos y cada uno de ustedes.
En nombre propio y de mi familia, infinitamente agradecido
Franz Galich Mazariegos
Nicaragua, 23 de julio del 2006
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