Alexandra Ortiz Wallner
“Desde la dolorosa cintura de América”:
Reseña sobre estudios recientes de literaturas centroamericanas
Universidad de Costa Rica/Universidad de Potsdam, Alemania
ortizwal@uni-potsdam.de
Podemos afirmar que los estudios literarios centroamericanos viven en la actualidad un momento crucial en su desarrollo y profesionalización. Generalmente vinculadas a dictaduras y luchas políticas, y, en tiempos más recientes, a los procesos revolucionarios y las guerras civiles que vivió la región entre finales de la década de 1970 e inicios de 1990, estas literaturas han permanecido casi desconocidas para la crítica y la historia literarias y el público lector, salvo algunas excepciones como los estudios pioneros de Sergio Ramírez, Seymour Menton y Ramón Luis Acevedo. Sin duda alguna es a partir de los años noventa que un grupo creciente de académicos, dentro y fuera de la región, en las Américas como en Europa, ha logrado unir esfuerzos para establecer y consolidar este campo de estudio (cabe destacar aquí el nutrido grupo de académicos, investigadores, estudiosos y críticos centroamericanistas vinculados al Programa internacional de investigación “Hacia una historia de las literaturas centroamericanas”, con sede en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas, CIICLA, de la Universidad de Costa Rica). Como lo constata dicho Programa, así como los congresos, simposios, mesas de discusión y recientes publicaciones acerca de las producciones literarias y culturales de la región, este campo del conocimiento ha ido superando la marginación que lo ha caracterizado durante décadas.
Una valiosa y sugerente contribución a la continuidad de dicha labor es el volumen que nos ofrecen Karl Kohut y Werner Mackenbach, resultado del simposio realizado en el 2002, el cual reunió en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania) a un grupo de especialistas, así como a escritores y escritoras de la región. Uno de los logros de este volumen, como se indica en la introducción del Profesor Kohut, es ofrecer “una imagen multifacética de las literaturas de estos países, de su historia y de su presente político, social y cultural. [...] Así, la realidad y lo imaginario, lo nacional y lo supranacional, el presente y el pasado, la violencia y la resistencia a ella, el dolor y la esperanza son el hilo unificador de los 24 artículos que presentamos aquí.” (11) Cabe mencionar que dicho conjunto de artículos y su organización en cuatro partes –“La realidad de lo imaginario”, “Construcciones de lo nacional”, “Memoria y olvido” y “Esplendor de la palabra”– constituyen una muestra altamente representativa de algunas de las problemáticas fundamentales desde donde las literaturas centroamericanas son aprehendidas hoy.
Abocarse al estudio de unas literaturas ausentes de la cartografía y geografía literaria hispanoamericana representa múltiples retos para el investigador; el primero de ellos quizá, encuentra su punto de partida en la afirmación de Amalia Chaverri cuando escribe “Centroamérica debe ser nombrada y (re)conocida como región” (202). En el caso de Centroamérica, y desde sus dinámicas nacionales, dicha apreciación devela toda su complejidad al vincularla con los textos de los escritores Julio Escoto y Anacristina Rossi, en los cuales el Caribe centroamericano, lugar ligado a las dinámicas de exclusión y marginalidad desde tiempos coloniales, reclama un lugar y adquiere una presencia indiscutible en la discusión y conformación de las identidades centroamericanas. La escritora Gloria Guardia se pregunta asimismo por las posibilidades de integración del patrimonio cultural panameño, particularmente desde su literatura, a los demás contextos de la región.
Junto a este heterogéneo panorama cultural que permite la apertura de la región hacia sus interrelaciones con el mundo del Caribe insular, además de ofrecer una noción dinámica del espacio geográfico e histórico-cultural que comprende Centroamérica, se presentan diversos artículos, unos que abordan la llamada “literatura nacional”, algunos que se concentran en la complejidad de las formas y géneros literarios, otros que vuelven sobre las figuras canonizadas de estas literaturas, y todos desde diversos nudos problemáticos y perspectivas, que ponen en evidencia la relevancia de las interacciones entre producciones sociales y culturales, así como la necesaria superación del nacionalismo político propio de la historiografía (literaria) tradicional.
A partir de una lectura global del volumen, es posible destacar ciertas tendencias, las cuales presento a continuación sin seguir estrictamente el orden en que aparecen los artículos en el volumen con la sola idea de explotar aun más los vasos comunicantes entre los trabajos, las tendencias y las literaturas centroamericanas hoy.
La literatura guatemalteca del siglo XX es presentada en forma de panoramas críticos, desde una perspectiva pluralista de la historia literaria. Los artículos de tres escritores guatemaltecos, que también ejercen la crítica literaria, muestran interesantes constelaciones de rupturas y continuidades en dicha literatura. Ana María Rodas, al referirse a “la estética del desenfado” en las letras guatemaltecas, traza un hilo conductor desde las raíces mayas y las influencias europeas para apoyar su tesis de que “la creación literaria es uno de los campos más feraces de la cultura guatemalteca y que hay noticia de una tradición de atrevimiento y osadía en el tratamiento del lenguaje.” (63) Por otro lado, el artículo de Franz Galich propone una cartografía de la novela guatemalteca de 1970 al presente. Esta producción literaria es atravesada, según Galich, por dos ejes: la violencia y la política, los cuales a su vez son traspasados por el uso y la búsqueda del lenguaje. En el caso del artículo de Dante Liano, este traza su recorrido por la narrativa guatemalteca del siglo XX desde las tensiones históricas, políticas y socioculturales en que irá gestándose la obra de cuatro autores indispensables: Rafael Arévalo Martínez, Miguel Angel Asturias, Mario Monteforte Toledo y Augusto Monterroso.
La narrativa costarricense es examinada por el escritor Carlos Cortés desde lo que denomina la crisis de la novela en la segunda mitad del siglo XX, la cual toma gran fuerza en la década de 1980, momento en el que los jóvenes escritores se enfrentan al ocaso del proyecto narrativo socialdemócrata y al final de una doble utopía: la de insertarse en el “mercado internacional”, por un lado, y la del fin del mito de la igualdad de la sociedad costarricense, por el otro. Este artículo muestra el desgarramiento interno de una literatura nacional a la vez que apunta a problemáticas que son reconocibles en las demás literaturas de la región como la desacralización de la historia nacional, la desideologización, y, el lugar destacado que ocupa el género novelístico como vehículo prioritario de exploración de la realidad y del fracaso de los mitos nacionales. El trabajo de Amalia Chaverri aspira a conformar un espacio de visibilización para la región y especialmente para la literatura costarricense. Analiza la narrativa de Rafael Angel Herra desde la intertextualidad, las novelas de Carlos Cortés y Anacristina Rossi desde la novela histórica. El texto de Rafael Angel Herra que abre el volumen encuentra en el artículo de Chaverri un espacio de diálogo alrededor de la experiencia de escritura desde la palabra del autor y desde la palabra de su crítica.
Por su parte, la poetisa y cuentista Vidaluz Meneses entrega su valoración del significado que ha tenido el aporte de las escritoras nicaragüenses, a lo largo del siglo XX y en años recientes, en el movimiento de liberación de la mujer y en la construcción de un espacio dentro del campo literario nicaragüense, dominado por figuras masculinas consagradas, como las que menciona: Rubén Darío, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez. Resulta interesante aquí nombrar el artículo de Nicasio Urbina que se dedica a presentar las imágenes y el imaginario de Sandino presente en la literatura nicaragüense: “La figura de Sandino ha alcanzado una estatura mítica en la cultura nicaragüense, ha pasado a representar metonímicamente la soberanía nacional, el espacio de la realización nacional, la defensa de una nacionalidad (imaginaria o real), y ha marcado la historia y el imaginario nacional.”(250) Así también resultan ejemplares los artículos que en su mayoría componen la cuarta y última parte del volumen, dedicados a tres de las figuras mayores de la literatura nicaragüense: el artículo de José Morales Saravia trabaja el Cántico cósmico de Ernesto Cardenal a partir de la premisa de la escritura del poeta ligada a la creación de una nueva poética –la de la exterioridad–, mientras que Jonathan Tittler, Carlos Rincón y David Hernández se ocupan en sus artículos de la problemática de la verosimilitud en la obra de Sergio Ramírez, además de abordar otros aspectos de su literatura. El trabajo de María Salvadora Ortiz sobre la novela Waslala de Gioconda Belli retoma los hilos de la relación entre historia y memoria y las posibilidades de reflexionar sobre la historia desde la ficicón literaria.
En el caso de la literatura salvadoreña contemporánea tres artículos nos ofrecen acercamientos que abren nuevos caminos para su estudio. En este sentido, el planteamiento de Beatriz Cortez resume con acierto la necesidad de historizar tanto el objeto como las categorías de análisis. En su escrito analiza la obra poética de Roque Dalton, Róger Lindo y Miguel Huezo Mixco desde el fenómeno memoria-olvido. El trabajo “busca trazar los límites de la memoria y también los límites del olvido que van marcados por los deseos del individuo [...] . Los principios a través de los cuales se construía el discurso revolucionario no son ya los únicos válidos desde esta perspectiva. Tampoco lo es la moral cristiana a partir de la cual se construyó la cultura revolucionaria en El Salvador y el resto de Latinoamérica. Mi propuesta es que en la posguerra el rumbo del individuo está marcado por motivos pasionales.” (220) En consonancia con esta afirmación la escritora Jacinta Escudos critica y rechaza en su intervención toda clasificación y encasillamiento –sea en generaciones, sea en grupos, sea según denominanciones preconcebidas- de las producciones literarias cuyo auge puede constatarse en el periodo que se conoce como “de la posguerra”, defendiendo el traslado de la mirada de la crítica hacia la “búsqueda literaria personal” (137) que los escritores y escritoras contemporáneos a Escudos, y ella misma, están llevando a cabo. Significativo resulta que el volumen coordinado por Kohut y Mackenbach cierre con el artículo de Jean-Phillipe Barnabé sobre el poeta salvadoreño Roberto Armijo, “el hombre de ninguna parte” (325). De forma clara y contundente, Barnabé va tejiendo a través de la figura y la experiencia del poeta exiliado en París desde 1970, el trayecto de una vida y una obra literaria muy personal, “la parte más sustancial de su poesía se escribió en Europa, pero con un Norte (o más bien, en este caso, con un Sur) permanente que fue su tierra, y todo lo que ella representaba para él.” (326). Con una obra poética que ha permanecido en gran parte inédita, Barnabé apunta hacia una de las labores más urgentes en el campo de las literaturas centroamericanas cuando se refiere al trabajo que está por hacerse en relación con la obra de Armijo: “devolverle a uno de los grandes poetas centroamericanos del siglo XX los lectores y el lugar que no alcanzó a ocupar en vida.” (333-34) El artículo sobre Armijo resulta paradigmático en la visualización de las tareas pendientes de los estudios literarios centroamericanos.
Sin dejar de tener en cuenta las tensiones y asimetrías internas de las literaturas nacionales anteriormente mencionadas, cuatro artículos ahondan en formas y géneros literarios que destacan, más allá de la novela, en el panorama regional. Patricia Fumero reflexiona sobre la producción dramática de la región desde su estrecho vínculo con la situación y el lugar del autor y el impacto de los procesos sociopolíticos y económicos en esta producción muy poco estudiada. Claire Pailler se pregunta por la forma de que se valen “los escritores centroamericanos para dar cuenta de la complejidad y ambigüedad de sus vivencias” (46) y encuentra que “una tradición arraigada en toda la región, a la vez popular y culta, de carácter jocoso y satírico, originó una fuerte predilección por la forma breve –múltiple en cuanto a la forma: epigrama, haikú o fábula, pero unánime en la concisión y aguijón final.” (46). Pailler logra demostrar, además de la riqueza de esta forma literaria multifacética, su inscripción en una tradición secular. El artículo de Valeria Grinberg Pla plantea que los textos de Dante Liano, Gioconda Belli y Manlio Argueta que analiza “permiten vislumbrar con gran precisión una nueva retórica sobre la relación nación-individuo, [...] en ellos se perfila un proceso de subjetivación y de fragmentación del concepto necesariamente homogeneizante y abarcador de la nacionalidad.”(79) La problematización de la nación y su escisión, así como el conflicto entre colectividad e individualidad apoyan la argumentación de Grinberg que muestra convincentemente cómo la utopía de la nación “aparece como motivo de conflicto para los sujetos.”(94)
Desde la premisa de que en América Latina la literatura tiene un valor innegable para la memoria histórica y en contra del olvido, Werner Mackenbach estudia una de las tendencias más importantes en la narrativa centroamericana contemporánea: la nueva novela histórica. Para Mackenbach se opera un cambio de paradigma en la literatura centroamericana a partir de la década de 1970, el cual debe ser comprendido en el marco del auge de la nueva novela histórica en Centroamérica que se explica por los vacíos, las falsificaciones y los tabúes de la historiografía oficial y el estado de la historia como ciencia en la región. Así, Mackenbach constata desde su análisis cómo “La nueva novela histórica se niega a una funcionalización para la construcción de una identidad nacional, rehúsa el nacionalismo; el debate sobre heterogeneidad cultural e identidades posnacionales progresivamente se vuelve el centro del discurso literario.” (194) En este sentido, la nueva novela histórica en Centroamérica comparte el espacio con la historiografía de contar las historias en plural. Desde este mismo lugar de reflexión interviene la escritora Tatiana Lobo al proponer el abordaje de la historia desde la ficción literaria. Para Lobo es indiscutible el gran interés en la novela histórica tanto por parte de autores como de lectores, situación que ella vincula a “una necesidad tremenda de volver atrás y construir otra historia para que una nueva memoria permita encontrar una nueva identidad.”(242)
El volumen es una constatación de la enorme riqueza de “unas literaturas por descubrir” como lo plantea Karl Kohut al inicio de su reflexión y simultáneamente una generosa fuente que ofrece a los lectores interesados una mirada crítica de las articulaciones literarias y culturales de la región centroamericana en su diversidad y unidad.
Karl Kohut/Werner Mackenbach (eds.): Literaturas centroamericanas hoy. Desde la dolorosa cintura de América. Madrid/Frankfurt/M.: Iberoamericana/Vervuert (Americana Eystettensia, Ser. A, 23) 2005.
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