Ligia Bolaños Varela

 

“Antonio de Paz Salgado: Las luces del cielo de la iglesia y el mosqueador añadido”, ed. de Héctor M. Leyva

Universidad de Costa Rica

lbolanos@rectoria.ucr.ac.cr

 

Notas


A continuación se exponen algunas observaciones en relación con la obra de Paz y Salgado y la edición realizada por el Dr. Héctor Leyva (en traducción del latín por María del Rosario Portillo Andrade) y la transcripción según la cual “los textos corresponden literalmente a los originales” gracias a la colaboración de Johanna Burgos Andrade. “Los textos de Las luces y El mosqueador añadido de esta publicación se basan en los ejemplares que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Guatemala. Se trata de versiones literales de los originales, aunque se han añadido traducciones al español de las frases contenidas en latín de ambos libros y, en el caso del primero se han suprimido las oraciones panegíricas de otros autores que seguían a continuación de la crónica de Paz y Salgado” (84).

La sola presentación es indicadora de la complejidad en el trabajo de lectura de las producciones coloniales, se pueden señalar, al menos: la necesidad de un trabajo de recuperación en los diferentes archivos y bibliografías especializadas que permita ir completando un panorama más acabado de la producción regional y posibilite que, gracias al avance de los estudios hoy día, pueda realmente llevarse a cabo un trabajo comparativo; la necesaria interdisciplinariedad que está dictada por las prácticas mismas y que dependiendo de ellas promoverá el recurso de las especialidades pertinentes; por otra parte, se reafirma la relevancia de la retórica y del latín como componentes de pertinencia en el estudio de las prácticas producidas durante este período.

1.
Paz y Salgado es un autor letrado de renombre de la primera mitad del S. XVIII, sin embargo, muy poco conocido, de acuerdo con el artículo de Jorge Luján Muñoz1 quien se ocupa de su origen hondureño: “A juicio de Luján se trató de quizás del autor más prolífico de la época en todo el reino de Guatemala”(11). Escritor de “géneros convencionales de la poesía y la oratoria sagradas, había escrito sobre temas jurídicos y humorísticos”(11).

2.
Vale señalar, en primer lugar la pertenencia y su reconocimiento dentro de la historia general-intelectual del istmo, proponiendo con ello su inserción, no en la comunidad exclusivamente hondureña, sino en el conjunto de los letrados del antiguo Reino de Guatemala. Cabe preguntarse aquí sobre la dinámica de esa ciudad letrada que se identifica y reconoce dentro del conjunto de los centros intelectuales de la región, no ya como parcelas correspondientes al concepto de naciones centroamericanas. Así, pues, atendiendo a las“características estrictamente literarias, al origen del escritor y a las fechas de publicación, las obras de Paz y Salgado podrían ser consideradas las primeras de la historia de la literatura hondureña de que se tiene noticia; y si se prescinde del tipo de nacionalismo que constriñe la perspectiva de la historia lo mismo que de la sobrestimación de sus características artísticas o del celo por la fechas, igual es posible considerarlas entre la más importantes del Reino de Guatemala y un valioso vestigio de la vida social y cultural de la colonia en el continente (12)”.

3. Hacia las condiciones de producción
Dentro de esta distinción cabe la valoración hecha por el mismo estudioso al identificar escrituras de calidad literaria que no se encuentran en aquellos llamados géneros convencionales, sino en documentos de otra índole que son “escritos con pasión al fragor de los hechos, que en los textos de buena métrica escritos protocolariamente”- aunque también es cierto que en el caso de don Antonio se está ante textos de clara factura literaria, no por ello exentos de interés social” (14-15).Por una parte, se inscribe la lectura de Paz y Salgado dentro del espacio de ambigüedad de la época en cuanto a la constitución del campo literario propiamente dicho, en el ámbito de esa definición se encuentran las escriturarias modeladas por los momentos anteriores, que por una parte se identifican como convencionales y por otra llevan la marca de cierta escritura de circunstancia que va a ir caracterizando la “gestión criolla”.

4. Condiciones escriturales de producción
4.1 Contexto escritural
Al seleccionar las dos obras de Paz y Salgado: a) Las luces del cielo y de la iglesia, de 1747 bajo demanda del Cabildo de la Iglesia de Guatemala, desde donde adquiere la condición de cronista oficial de la Iglesia y b) El mosqueador añadido, de 1742) “compuesto de un manual de remedios, observaciones, advertencias y otras noticias útiles para precaverse de los necios, pero en son de risa”(65), selecciona también una perspectiva de lectura que le permite oponer dos de las escrituras fundamentales del momento –segunda mitad del XVIII–, por una parte la escritura “conceptista” y más convencional en Las luces… y una escritura satírica en El Mosqueador… la primera anclada en la tradición letrada que se forja en los primeros años de la colonia y articulada al régimen, y la segunda que anuncia la gestación de la nación criolla.

En el texto de Leyva se incluye la referencia a una tercera escritura que también resulta reveladora de los debates del momento y es el libro Instrucción de litigantes, de 1742. “Medina destacó el “espíritu travieso y burlón” del autor y transcribió varias páginas de ese tenor, como la dedicatoria en la que Paz y Salgado defendió la utilidad práctica de su escrito en contra de la innecesaria oscuridad que reclamaban ciertos profesores….” (23).

De lo expuesto por el crítico hondureño, y tomado en consideración estas referencias, la figura de Paz y Salgado se inscribe dentro de la puesta en evidencia de los órdenes discursivos más importantes y ante los cuales se parece ir definiendo la constitución no sólo del orden de lo literario, sino también del nuevo orden de las sociedades postcoloniales. Llama la atención en el sentido de rupturas y continuidades de las tradiciones escriturales, la consideración de la circulación de los textos y las apropiaciones, cuestionamientos, refinamientos de los saberes acumulados desde épocas anteriores.

En cuanto a reconocimientos de modelos de escrituras, en relación con Las luces del cielo de la Iglesia, por ejemplo, baste con echar un vistazo al nombre mismo de la obra: “Las Luces del Cielo de la Iglesia difundidas en el hemisferio de Guathemala, en la Erección de su iglesia en Metropolitana, e Institución de su primer Arzobispo El Illmo. Y Rmo. Señor Maestro D.F. Pedro Pardo de Figueroa del Sagrado Orden de los Minimos del Señor San Francisco de Paula, del Consejo de S.M. en que se comprende una breve Relación histórica de el estado de esta Iglesia hasta su feliz exaltación; dirigencias para esto hechas, y resumen de las festivas demostraciones con que se ha celebrado la Concesión de esta Gracia. Dispuesto todo por el Lic. D.Antonio de Paz, y Salgado abogado de esta Real Audiencia y a su continuación las Oraciones Panegyricas, que en sus respectivos dias se dijeron en esta Iglesia Metropolitana” (91) [el subrayado es nuestro]. Se inscribe, sin lugar a dudas a formas escriturales de corriente circulación en los medios letrados y que se vinculan a formas reconocidas e identificadas claramente como prácticas de escritura modeladas con anterioridad, asegurando con ello no sólo la pertenencia al régimen colonial (en su condición de cronista de la Iglesia), sino también la condición letrada de su producción.

En el título “El Mosqueador añadido ‘o avanico con vîsos deefpejo para ahuyenar, y representar todo genero de tontos, moledores, y majaderos. Obra vtilissima para la gente honftamête ocupada Ymportantissima Para los que profeffan letras, y del todo neceffaria para los Juezes, Abogados, Procuradores, y demas que firven en los fueros. Comvesto por el Licenciado Don Antonio de Paz, y Salgado, Abogado de EFTA Real Audiencia. Qvien lo dedica”. (239). El énfasis del enunciado recae sobre la condición práctica del escrito, y se anuncia como una mirada que satírica, va a contestar ciertas prácticas de la época. De acuerdo con Leyva “El mosqueador, por sumarte, de salida a la vena de amargura y desengaño propia del espíritu barroco y de los criollos, pero como se verá, desarreglada con respecto a las formas de la expresión canónica y sobre todo animada por los nuevos modos de pensar. El humor desplaza al sentimiento religioso, el lenguaje llano al ampuloso y la crítica de la sociedad a la crónica institucional” (35).

En el título de la Instrucción de litigantes se observa ese mismo énfasis en cuanto a la condición práctica del escrito, haciendo alusión también a los destinatarios y con ello a los miembros de la ciudad letrada que van a ocupar lugares de normalización importantes durante la colonia. “Instrucción de litigantes ó guia para seguir pelitos con mayor utilidad de los interesados en ellos, y â menos cofta de la paciencia de los Jueces, Abogados, Procuradores, y demás Ministros que firven en el Fuero. Dividida en dos Partes. La Primera que contiene algunas reglas de prudencia, importantes a la mejor dirección de los negocios. Y la fegunda, que ofrece vna breve instrucción del orden judicial que debe observarfe en todas las causas affi Civiles como Criminales”. (25)

4.2 Con el propósito de esclarecer el contexto teórico-metodológico y de producción escritural habría que sintetizar algunas de las premisas de partida del investigador-crítico Héctor Leyva y evidenciar las posibles interrelaciones que va a ir observando en la lectura comparativa de las dos primeras obras citadas en el apartado anterior y que son motivo de su edición:

4.2.1 Dentro de las coordenadas espacio-temporales se inscribe la obra de Paz y Salgado como perteneciente al Reino de Guatemala; si el lugar de nacimiento es Honduras, Tegucigalpa, los escritos de este autor se analizan en relación con la “vida intelectual” del Reyno, incluyendo algunas relaciones con la Metrópoli.

4.2.2 Vincular los hechos literarios con la matriz social y cultural.


4.2.3 Establecer relaciones entre la obra de Paz y Salgado con escritos anteriores del S.XVI y XVII, tales como “conjuntos epistolares del obispo Cristóbal de Pedraza”, “la narrativa profusa de elementos literarios e históricos que se halla en las crónicas del reino o en los innumerables legajos de documentos de los archivos coloniales” o “como los Diarios, relaciones y cartas de las cosas de la California”[…], de Juan Ugarte” (14).

4.2.3 Relación de obras de contemporáneos nacidos en Honduras y otras provincias del Reyno, que pone en relieve la importancia de dichas obras.

4.2.4 Relación entre “el ejercicio intelectual y la experiencia histórica que comunican. Algunas de estas obras llevan impresas tan firmemente las huellas de las lecturas europeas de sus autores que podrían parecer producto de ellas, pero con igual o mayor firmeza llevan las marcas del contexto del que nacieron, de los modos de vivir, de pensar y de hablar locales, que podría decirse que se trata de algo nuevo o distinto, más propiamente de una literatura americana”. (17)

4.2.5 La afirmación “La identidad de la escritura viene dada por la praxis que expresa, por la acción y la reflexión fraguadas en el discurso de unos sujetos enfrentados a determinada realidad”, no por la creencia de una identidad fundamentada en culturas meramente orinales; lo que lo lleva a concluir que “ en el caso de los textos del corpus colonial, se está ante la escritura de aquellos habitantes de América, ya sea españoles o criollos que padecen y piensan en la tradición de una historia cultural dada pero desde las coordenadas de esta región, y que desde ese locus enunciativo, expresan en textos literarios, religiosos, filosóficos o científicos su experiencia de la historia” (17-18)

4.2.6 La elección del corpus se justifica “Por eso interesan las crónicas de la conquista y colonización de América la historia y a los estudios literarios, no por el origen de nacimiento de sus autores o por su estilo sino porque los hechos a los que se hayan vinculados y a los que dieron expresión se conectan con los procesos vividos en la región. […] En este sentido, los textos coloniales se reivindicando por su pretendida nacionalidad o sus cualidades literarias sino por su estatuto de documentos/monumentos (en el sentido de testimonios y restos del pasado que permiten recordarlo e interpretarlo)” (18).

4.3 Dentro de las condiciones de edición, además de las señaladas con anterioridad, es importante retomar la recomendación que hace Leyva, como una advertencia para los estudios coloniales: “Debe decirse, sin embargo, que aunque este texto puede contribuir a conocer tanto la escritura como el habla de la época, resulta evidente que el estudio fonético debe remitirse a los corpus textuales [sic] más vastos que se encuentran en los archivos con los que pueden establecerse comparaciones y llegar a conclusiones más firmes”. (85).

5. Las luces del cielo de la iglesia y El mosqueador añadido: lectura comparativa
La edición conjunta de estas dos obras de Paz y Salgado corresponde a un valioso intento por establecer un estudio comparativo entre dos escritos de un mismo autor, en donde se cruzan dialogando y oponiéndose dos modos de manifestación en la colonialidad tardía centroamericana. “Los libros que se incluyen en esta publicación ilustran dos de los extremos que conoció la obra de Paz y Salgado: la escritura oficial en el lenguaje elevado y altamente formalizado del barroco de Las luces del cielo que como se ha visto recoge el homenaje y crónica de la creación del arzobispado de Guatemala en 1745, y la más personal en el lenguaje llano y humorístico de la sátira de costumbres de El mosqueador, dirigido como sostienen el autor contra la necedad, lo que anuncia el espíritu crítico de la época porvenir. Dos extremos, el del cielo y el de la tierra, el de los asuntos sagrados y el de los profanos, el del barroco y el de la Ilustración que muestran las ambivalencias y los conflictos típicos de los intelectuales criollos en las regiones apartadas bajo el dominio imperial” (29).

De esta forma: “Podría decirse de estos libros que Las luces del cielo, escrito en el contexto del imperio de las instituciones coloniales y del espíritu religioso de la época, viene a ser una oblación transida de fervor místico y humillado vasallaje a Dios y la Iglesia; mientras que El mosqueador, escrito al margen de las instituciones en el espacio privado de las divagaciones intelectuales y el roce cotidiano con sus vecinos, recoge el gesto desdeñoso, alentado por la erudición clásica, del autor letrado contra la ignorancia y la falta de modales. De modo que, mientras lo primero le granjeaba a son Antonio el papel de cronista oficial de la Iglesia y el beneplácito de las autoridades eclesiásticas, lo segundo debió granjearle las simpatías de os criollos cultos, aquellos cuyo bien principal más allá de los títulos, cargos o riquezas materiales era la alta cultura –entendida ésta como erudición, arte de las letras y refinada urbanidad.” (30).

Es más: “De sus textos emerge don Antonio como un leal y distinguido vecino de la ciudad de Santiago de los Caballeros, de sublimados sentimientos religiosos y altos dones para la poesía sagrada, pero emerge también más que “travieso y burlón” como lo califica Medina, como un erudito altanero e irritable, ungido por el poder que da la cultura y que le autorizaba para el escarnio. Este ambivalente perfil, que podía resultar familiar en su época, expresaba contradicciones culturales (ideológicas, de lenguaje, de maneras) que son ahora de interés como evidencia no sólo del talante de los criollos sino de los cambios intelectuales que se experimentaban en las colonias. Porque si en uno de sus textos don Antonio contribuía a cimentar el poder y la cultura coloniales, en el otro, compuesto por iniciativa propia, proyectaba una mirada crítica que daba cabida a ciertas notas del racionalismo que con el tiempo contribuiría a enterrar esa sociedad”. (31)

Lugar de debate la escritura y el lenguaje, en las postrimerías de la colonia, la transición al nuevo régimen hace evidente el (des-)encuentro de discursos y la alternancia de escrituras. Si nos guiamos por las fechas de edición que aparecen registradas en el estudio y comparamos con otros escritos que datan de la primera mitad de siglo, podemos observar, solamente con referencia al título y al contenido en él expresado, la diversidad de asuntos de los que se ocupan los letrados en dicho momento y la diversidad de prácticas que coexisten y circulan en las provincias. Remitimos al compendio realizado por el Dr. Héctor Leyva Documentos coloniales de Honduras2, en donde se citan, por ejemplo: El apoderado de don Juan de Madariaga, Diputado Mayor de la Cofradía del Santísimo Sacramento del Real de Minas de Tegucigalpa ante la Audiencia de Guatemala solicita se libre despacho restableciendo la costumbre de que los indios con sus imágenes, bailes y músicas asistan a la festividad del Corpus Cristi. 1743; Relación de los Religiosos Franciscanos que ay en la seráphica provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guathemala, de los que tiene en las reducciones de su cargo, el número de ellas y su situación, según y en la conformidad que se ordena por Real Cédula de 21 de mayo de 1741. Año de 1748; Visita de la Nueva Conversión, Conquista y Pueblos que el Colegio Apostólico de Christo Crucificado de Guatehemala, en la Provincia de Honduras, mantiene en las montañas de Mulia y Leán. Por el reverendo Padre Visitador de Misiones Fray Francisco Xavier Ortiz. 20 de marzo de 1754. Informaciones sobre las reducciones que remiten a la organización y buen gobierno, conquista de los xicaques (donde se evidencia lo inconcluso de la conquista), y defensa de la fiesta ceremonial para fortalecer la evangelización, retóricas que recuerdan los inicios de la conquista apelando a la organización territorial (tierras y población), de los formularios imperiales, relaciones sobre la conquista y construcción del discurso criollo, todas manifestaciones vigentes en las postrimerías de régimen colonial.

Anteriores a la fecha de publicación se encuentran, por ejemplo de autores nacidos en la actual Honduras los siguientes: De virtubis theologicis, Juan Cerón (1663); Comentarios sobre algunas leyes de la recopilación de Castilla de Fray Francisco Carrasco del Saz (1648, impreso en Madrid); fray francisco Andrade, Elogio fúnebre del venerable padre Antonio Marfil (impreso en México 1729); “quien según el padre Arochena dejó manuscritos nueve tomos de sermones morales y panegíricos, un glosario de versículos difíciles de la Biblia, tres tomos de misceláneas y una disertación apologética de los misioneros” (15).

En la recopilación de Medina3, lamentablemente se registran una serie de obras que no poseen fecha ni de publicación, ni de escritura; sin embargo, se destacan obras escritas en latín de carácter religioso, muchas de las registradas por Medina constan de una sola hoja; relaciones en cuanto al estado de la sociedad colonial como, por ejemplo “Estado que manifiesta el número de Cofradías, y Hermandades erectas en las Iglesias de este Curato de (blanco) con distinción de las que son de Indios y Ladinos, sus Erecciones, y principales; etc. (2 hojas en folio abiertas y pegadas á varias cols.- Sin fecha, pero consta ser de 1783”4) Novenas, devocionarios y normativas para el buen resguardo de la vida cristiana en la cotidianeidad de sus ritos, son parte importante de la producción de la época. Vale la pena señalar que en estas últimas se pone de manifiesto un destinatario y una circulación más amplia que aquellas obras redactadas en latín. Esta observación permite considerar las vinculaciones de las obras de Paz y Salgado y de alguna manera imaginar la posible receptividad tanto de las Luces, como del Mosqueador añadido, obras que, si bien insertas dentro de la normatividad del régimen colonial aluden también a un destinatario cultivado.

Concuerda Durán Luzio con Leyva cuando afirma: “En Iberoamérica, sin abandono de la tradición aprendida de los clásicos peninsulares y de los historiadores locales, esa preferencia se va a manifestar también como dominante y abrirá importantes cauces a la reflexión y expresión del criollo, y serán las que completen el siglo; y cuando los textos no descuellan por su fuerza intrínseca, lo harán por su interés histórico: resultaban ser la diáfana expresión de la sociedad criolla y sus crisis, su lucha por empezar a ser ella misma”.

La escritura erudita, anclada en esa tradición clásica peninsular se matiza en relación con su anclaje en la vida cotidiana, sirviendo a su vez a construir la normatividad de la sociedad en transición.

En el análisis de Leyva se establece una lectura comparada que muestra – de acuerdo con ciertos énfasis-, la adscripción, por una parte al modelo de escritura anclada en la tradición imperial y por otra una escritura que anuncia modelos que cobrarán vigencia dentro de la nación criolla ilustrada:

Las luces del cielo   El mosqueador añadido
     
–homenaje y crónica   –sátira
–asuntos sagrados (cielo)   –asuntos profanos (tierra)
–barroco (como ideologema)   –ilustración (ideologema)
–escribano (Barthes)   –escritor (Barthes)
–materias centrales del régimen imperial o tuteladas   –materias marginales
–solidificación del sistema   –autoafirmación como individuos y sujetos sociales
–fervor místico y vasallaje a Dios   –espacio privado de divagaciones personales
–beneplácito de autoridades eclesiásticas   –beneplácito de mundo criollo
–intenciones de la escritura oficial   –vena de amargura y desengaño
–hacer historia, inscribir en la memoria Hechos de relevancia para las élites   –forma desarreglada en relación con expresiones canónicas
–respaldar normativamente la nueva Institución   –humor que desplaza el sentimiento religioso
–ceñir la escritura a los cánones de la alta cultura   –crítica social opuesta a la crónica institucional “a partir del juego y el divertimento  intelectual, falsea las claves de la composición barroca” (cfr. pp. 11-86)

Recordando a Mabel Moraña plantea Leyva el conflicto criollo con la presencia de un doble propósito, contar la integración al sistema dominante y hablar por y para sí mismos.

Dentro de los aspectos más importantes de la edición que presentamos está no sólo la lectura comparada desde planteamientos recientes de los estudios literarios, sino la posibilidad de acceder directamente a escritos coloniales que son de poca divulgación.

 

Héctor M. Leyva (ed.): Antonio de Paz Salgado: Las Luces del cielo de la Iglesia, El Mosqueador añadido. Trad. de María del Rosario Portillo Andrade. Tegucigalpa: Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Editorial Universitaria 2006.


Notas

Arriba

vuelve 1. Luján Muñoz Jorge, 1991: “Un jurista y autor ignorado del reino de Guatemala: D. Antonio de Paz y Salgado”, en: Historia Crítica (Tegucigalpa), etapa I, no. 6, noviembre, 5-16.

vuelve 2. Medina, Toribio, 1960: La imprenta en Guatemala. Segunda edición. Tomo II-Volumen II. Tipografía Nacional. Guatemala, 355-363.

vuelve 3. Medina, Toribio, 1960: La imprenta en Guatemala. Segunda edición Tomo II-Volumen II. Tipografía Nacional. Guatemala, 356.

vuelve 4. Luzio, Juan Durán, 2005: La literatura iberoamericana del siglo XVIII. Heredia: EUNA, 14.


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