Ronald Soto-Quirós

 

Representaciones de Centroamérica en la Francia de la Belle Époque: el discurso sobre las razas en Guatemala y Costa Rica1

 

Institut d’Etudes Ibériques et Ibéro-américaines, Université Michel de Montaigne, Bordeaux III (Francia)

rfsotoquiros@yahoo.fr

 

Notas* Bibliografía


Fuente: Lambert de Sainte-Croix, Onze mois au Méxique et au Centre-Amérique

Introducción

El interés por los viajeros franceses y su visión de América Latina ha sido objeto de una gran cantidad de investigaciones. Debemos citar por ejemplo, los primeros intentos por establecer una bilbliografía analítica y crítica de relaciones impresas o manuscritas de autores franceses en la colonias españolas y portuguesas de 1504 a 1831 de Duviols (1978), el catálogo bio-bibliográfico de Kirchheimer (1986) de viajeros franceses en Hispanoamérica durante el siglo XIX y el diccionario biográfico ilustrado de viajeros franceses en América de Numa Broc con la colaboración de Kirchheimer y Pascal Riviale (Broc, 1999) Por otro lado, los estudios dedicados a la mirada francesa de América Latina son múltiples (Anónimo, 1985; Anónimo, 1994). Los trabajos se han enfocado en la visión de naturalistas, marinos, diplomáticos y, en general, viajeros que visitaron México, las Antillas, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Perú, Ecuador y Brasil (Bemadani, 1995; Aguiar, 1997; Judde, 1994; Marcera 1999). No obstante, sobre los viajeros franceses en Centroamérica encontramos muy pocas investigaciones (Soto Quirós, 2000; 2001).

Para el caso centroamericano podemos encontrar ricos estudios pioneros sobre viajeros como el análisis de Franklin D. Parker que estudia treinta y cinco libros publicados entre 1821 y 1840 y que trata de buscar peculiaridades según ejes temáticos como la gente (grupos étnicos, idiomas y dialectos, costumbres); los sitios geográficos y sus descripciones –ciudades, demografía–; la política; la economía –agricultura, comercio, industrias, transportes; la enseñanza; el arte y la religión (Parker, 1970).2 Otros trabajos intentan reproducir el discurso de los viajeros sobre la economía y la sociedad de Centroamérica seleccionando pequeños textos por cada país como es el caso del trabajo de Johanna von Granfenstein Gareis, pero sin hacer un análisis de fondo.3 Muchos de los trabajos sobre Centroamérica son esencialmente compilaciones de traducciones de fragmentos o de textos completos de viajeros y evocan –algunas veces de manera muy breve y simple modo de presentación- la biografía de sus autores (Haefkens, 1969; Smith, 1993; Zeledón, 1997, 1998; Aguilar 1999; Quesada 2001; Marr, 2004; Arellano, 2005). A pesar de no aportarnos un estudio crítico, estas obras tienen la riqueza de servir de fuentes históricas. Estas obras siguen el estilo de la obra pionera en el caso costarricenses publicada en 1927 por Ricardo Fernández Guardia sobre viajeros en el siglo XIX (Fernández, 2002).

Los únicos estudios que encontramos con respecto a los viajeros franceses en Centroamérica son los breves trabajos de Linda Ledford-Miller. En un primer trabajo la autora se da a la tarea de una descripción muy general de la publicaciones de varios viajeros franceses durante la segunda mitad del siglo XIX –D’Arlach, Brasseur de Bourbourg, el padre Cornette, Alfred Valois, Auguste Dollfus, Eugène Mont-Serrat, Laferrière y Eugène Daussaussay.- (Ledford-Miller, 1993). En otro artículo, Ledford-Miller se interesa por comparar las imágenes de la sociedad guatemalteca y, en particular de la población, en momentos históricos diferentes –los años de 1850, 1867 y 1897- y plasmados por los franceses H. de T. d’Arlach, Félix Belly y Alexandre Lambert de Sainte-Croix (Ledford-Miller, 2002).4

Los viajeros y los viajes que han suscitado el interés de muchísimos investigadores mostraron diferentes intereses y percepciones de las realidades visitadas según los períodos. Entre los siglos XVI y XII, la historia universal experimenta una época de importantes exploraciones y descubrimientos en América. No obstante, no será sino más tarde, que a través de decenas de expediciones se da un nuevo “descubrimiento” del “Nuevo Mundo”: marinos, naturalistas, astrónomos, etc. En Europa, la curiosidad de la ciencia moderna y los debates filosófico-políticos hacen de América un terreno favorito de análisis. Esta época será especialmente concluida con la figura del prusiano Alexandre de Humboldt. En el siglo XIX, los europeos van a América Latin con nuevas ambiciones y centros de interés. La mirada mítica y exótica se verá atravesada por el interés comercial y científico.5 Como lo denota Claude Reichler:

Penetramos de manera más eficaz en las contradicciones del siglo XIX, donde los relatos de viaje son a la vez un lugar de conmemoración y de reconocimiento social por el extrañamiento romántico, los archivos de un positivismo que verifica sus ideas raciales, un medio de referencia y de propaganda para la empresa colonial, pero también un terreno privilegiado en el ejercicio de la conmiseración cristiana y la realización del universalismo misionero. (Reichler, 1994: xii).

Nuestro trabajo se enfoca entre los últimos años de siglo XIX y la Primera Guerra Mundial. Francia ha fracasado en la tentativa canalera de Ferdinand de Lesseps.6 El colapso del canal deja en quiebra la mayor inversión francesa en Mesoamérica. También se interrumpe el flujo de tecnología francesa, empresarios y capital al istmo. Sin duda, la imagen de Francia y su influencia va a sufrir un cierto colapso. Con el nuevo siglo, la actividad comercial y la inversión se ven suplementadas por las políticas de cooperación cultural, misiones militares y préstamos estatales; sin embargo, hay que destacar que los financieros franceses entre 1880 y 1903 continuan siendo los más grandes inversionistas en el istmo y, a pesar de que vacilan entre 1903 a 1914, la inversión extranjera francesa se mantiene como la más importante en el istmo durante esa época(Schnoover, 2000: 83, 107, 192-193).7 Denis Rolland considera que incluso si durante la Belle Époque se pueden encontrar signos de cierto dinamismo en la inversión francesa en América Latina, de un crecimiento de las inversiones, los intercambios comerciales declinaban y finalmente, la guerra corta el soplo de esa inversión. Rolland agrega que “los signos de un retiro de la influencia francesa se ahogan y entonces el modelo francés entra poco a poco en una primera fase de desherencia. La era mimética de ciertas élites latinoamericanas hacia las élites francesas se aleja; la adopción de elementos de un modelo europeo es cada vez más raro y los individuos, los grupos que transmiten, adaptan el modelo, son cada vez menos claramente extendidos e identificables.” (Rolland, 1998: 396-397).

El primer objetivo de nuestro estudo es conocer un poco sobre la trayectoría y obra de seis personajes poco o totalmente desconocidos en la historiografía centroamericana y que escribieron en el período mencionado sobre la región. Se trata de Alexandre Lambert de Sainte-Croix, Marcellin Pellet, Rodolphe Saillard, Désiré Pector, Maurice de Waleffe y el conde Maurice de Périgny. Sin duda, individuos de trayectorias muy diversas que llegan a la región ya sea como diplomáticos, como partícipes de intereses comerciales, como exploradores científicos o como simples viajeros que atraviesan la región como un paso dentro sus recorridos. En segundo lugar, el objetivo de nuestro ensayo es dar una descripción general de las obras analizadas y, por último, nuestro interés es reconocer cuál es la visión sobre la población de Costa Rica y Guatemala que estos viajeros-autores difunden en esa Francia de los primeros años del siglo XX.

La “libros” o “relatos de viaje”, sin duda, han permitido una infinidad de aproximaciones especialmente en el marco de la historia y de la literatura. Existe un importante debate sobre el significado de los “libros de viaje” como un género particular,8 sobre la idea de mejor utilizar el término más amplio de “literatura de viaje” y al respecto de la dificultades por establecer un tipología narrativa precisa.9 Sin embargo, de lo que si no hay dudas es de la riqueza de los “relatos de viaje” en el estudio de las imágenes o de las representaciones. Como dice Moureau: “El viaje...se construye en el diálogo con el Otro –paisaje, civilizaciones, modestos olores, juegos de viento y de olas.” (Moureau, 1986: 165).

Nuestro artículo se centra en diversos textos escritos por seis individuos de habla francesa y algunos de los cuales fueron estrictamente construidos al estilo de un “relato de viajero” marcado por un desplazamiento y un itinerario; otros donde se mezclan referencias de experiencias vividas en desplazamientos por América Central con las informaciones de diversa índole –especialmente económicas- sobre los países que visitan y, por último, ensayos que a raíz de una experencia de contacto con o en un país se gesta el afán de una investigación que tenga como objetivo servir de guías en el conocimiento de estas regiones. Mona Huerta anota que:

Los viajeros no solamente han alimentado a través de sus relaciones de viaje una producción específica que pueda, todavía bajo muchos aspectos, asombrarnos. No es extraño que algunos de ellos inspiren la investigación científica o que otros den cuenta de sus conocimientos, de sus aspiraciones y de las mentalidades de un época. (Huerta, 2000: 88)

Hay que tomar en cuenta que el corpus de la llamada literatura de viajes es muy variado y las tipología variadas. Algunos –como Odilie Gannier- clasifican por la forma (diarios, notas personales o “carnés”, cartas, relatos novelescos); según la exactitud documental (entre la exactitud meticulosa de un registro de abordo y las construcciones imaginarias); según el objetivo de la escritura (informe de misión, novela marítima) o según el destinatario, o la época (Gannier, 2001: 6-7). Nuestros documentos, sin duda, son parte de una gama de documentos que implican la relación con eso mundo latinoamericano y que da como resultado una gran diversidad de discursos. Michel Bertrand y Laurent Vidal nos resumen esa diversidad que vuelve dificultosa una tipología precisa:

Algunos se limitan a ser impresiones furtivas que expresan las esperanzas de hombres y mujeres en búsqueda de un improbable mejor futuro. Otros son textos más literarios en los cuales los autores revelan tanto lo que vieron como lo que sintieron. Otros incluso manifiestan la mirada que las élites americanas tenían ellas mismas sobre su entorno. Por fin, otros se sitúan en un nivel intermedio entre el relato de viaje, de tipo factual y puntual y la re-escritura preocupada por analizar y ofrecer interpretaciones de las realidades descritas. (Bertrand y Vidal, 2002b: 11).

Aunque algunos textos que analizaremos fueron publicados bajo la forma de libros, otros vieron la luz como artículos difundidos en revistas de vulgarización muy difundidas en el medio francés como Le Magasin Pittoresque y Le Tour du Monde. Después de haber fundado la primera revista ilustrada francesa en 1833 Le Magasin Pittoresque, Édouard Charton, sintiendo probablemente la pasión del público por los viajes y las exploraciones lejanas, lanza en 1860 un nuevo proyecto, Le Tour du Monde consagrado exclusivamente a los viajes y a las novedades geográficas.10 Como señala Pascal Riviale: “esta revista debía, a lo largo de toda su existencia, hacer descansar su éxito sobre la misma receta: la publicación de relatos originales, que emanaban de viajeros prestigiosos, realzados con soberbios grabados. En este empresa de difusión, la imagen había adquirido un poder temible.” (Riviale, 1996).

Pascal Mongne nos recuerda que el “redescubrimiento” por los viajeros y cronistas de América a lo largo del siglo XIX fue enriquecido por el progreso técnico que permitió la utilización de una verdadera “imaginería” de una gran diversidad: croquis y dibujos reproducidos del natural, grabados, pinturas realizadas en el sitio o en los talleres, fotografías (Mongne, 2002).11 El éxito de los relatos de viaje se fundaba en esos lectores deseodos de lecturas llenas de exotismo y aventuras. Pedro Enrique Calzadilla ha subrayado:

Los libros de viajes, generalmente una colección de peripecias del viaje y de lo que los viajeros observaron y vivieron durante su trayecto, fueron escritos para sus compatriotas. Escribiéndolos y editándolos, los autores acababan su viaje y, sin duda, esperaban una notoriedad. La literatura de viaje fue uno de los géneros más leídos durante el siglo XIX, herencia evidente del “siglo de las Luces”, a tal punto que los editores europeos creaban colecciones importantes y revistas destinadas exclusivamente para editar y re-editar obras y antologías de viajeros. (Calzadilla, 2002: 184).

El entusiasmo del público por la literatura de viajes es explicado por Odile Gannier por diferentes factores y entre ellos servir como viaje por procuración. Su lectura permite satisfacer diferentes aspectos: “el deseo de saber lo que pasa en otros sitios, el atractivo por el espejismo exótico, el gusto por las aventura vivida sin riesgos ni cansancios.” Así se crea a través de la lectura una connivencia con el viaje (Gannier, 2001: 11). Estos libros o relatos de viaje que llenaban las expectativas de un público, en nuestro caso del público francés y, que a la vez forjaban en la mentalidad francesa una representación de las regiones visitadas, para nosotros de Centroamérica; también se constituían en posibles discursos referenciales donde las élites de estos nuevos Estados, podían encontrar imágenes que sirvieran en sus tareas de forjar o consolidar mitos fundadores. Las élites centroamericanas tenían aún en la época de nuestro estudio como referencia cultural la ciudad de las Luces. Lambert de Sainte-Croix nos dice que, a fines del siglo XIX, en Guatemala, “hay familias ricas que van a menudo a París.” (Lambert, 1897: 197).

 

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I. Viajeros, exploradores, diplomáticos y periodistas de Francia en Centroamérica

El primer viajero que vamos a estudiar es Alexandre Lambert de Sainte-Croix cuya fecha de nacimiento se puede situar en 1854.12 Sabemos que, en noviembre de 1883, se embarca en Queenstown (Irlanda) vía Nueva York. Realiza un viaje por todos los Estados Unidos atravesando ciudades entre otras como Rocherster, Buffalo, Cleveland, Kansas, Denver, San Francisco y en enero de 1884 este viajero se encuentra en Los Angeles. Luego, se ocupa de visitar Airzona, Texas, Nueva Orleans, Menphis, Nashville, Cincinnati y Pittsburg. Regresa a Nueva York, visita rapidamente Filadelfia, Baltimore y Washington y luego se embarca en marzo de 1884 para Liverpool (Lambert, 1885).

En 1895, Lambert visita México con el objetivo de participar en el Congreso de Americanistas donde funge como miembro de la Sociedad de Geografía de París y se realiza en octubre (Lambert, 1897: 58). Aprovecha la ocasión para viajar por el país y por América Central. Por otro lado, Lambert es conocido también como un historiador de la marina francesa, novelista e incluso como traductor (Broc, 1999: 185).13

El segundo de nuestros personajes es Eugène-Antoine-Marcellin Pellet que nace en St. Hippolyte du Fort, Gard (región de Languedoc-Rousillon, Francia) el 4 de mayo de 1849 y muere en 1942.14 Realiza sus estudios en el liceo de Montpellier y es licenciado en derecho. Terminados sus estudios se inscribe en el colegio de abogados de París y colabora con diversos periódicos republicanos como el Independant du Midi, el Gard républicain, el Cloche, etc. Prestó sus servicios militares entre 1870 y 1871, primero como voluntario y luego como oficial de mobilizados en el ejército de la Loire cuando es hecho prisionero en la batalla de Mans. Después de la guerra publica diversos estudios históricos sobre la Revolución y es secretario del senador Cazot y bajo sus auspicios se presenta en febrero de 1876 para las elecciones legislativas en el distrito de Vigan (situado en la región Languedoc-Rousillon) donde es elegido diputado, es reelegido en octubre de 1877 y de nuevo en 1881, pero en las elecciones de 1885 no logra éxito.15 Después de su fracaso en dichas elecciones abandona la política y se vuelve hacia la diplomacia y termina esta nueva carrera como ministro plenipotenciario de primera clase en La Haya. Toma su jubiliación en 1916 (Jolly, 1973: 2636). En esa labor diplomática fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Francia en Guatemala entre 1897 y 1899 (Robert et al, 1891: 571). 16 En 1907, lo encontramos como delegado para la Segunda Conferencia de Paz con el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en La Haya (Anónimo, 1907b: 119).

Pellet contrae matrimonio con Jeanne Scheurer-Kestner en 1878 con quien tiene tres hijas –Marcelle, Antoinette y Jeanine-.17 Jeanne es hija del senador Auguste Scheurer-Kestner, vice-presidente del Senado y conocido defensor de Dreyfus.18

Pellet fue un apasionado por la Revolución Francesa y había reunido de manera paciente una muy importante y curiosa biblioteca donde no solamente guardaba todos los decretos, leyes, procesos verbales y textos de todo tipo de orden administrativo, sino también todo tipo de documentos literarios y artistícos. Hizo donación de dicha colección a la Biblioteca Séguier de Nimes en 1945 (Jolly, 1973 :2637; Poujol, 2006). Entre sus diferentes obras sobre el tema de la Revolución podemos mencionar: Elysée Loustallot et les “Révolutions de Paris” (Pellet, 1872); Un journal royaliste en 1789: “ les Actes des Apôtres” (1789-1791) (Pellet, 1873) y Variétés révolutionnaires (Pellet, 1884).19

De Rodolphe Saillard no tenemos muchas referencias. Por ahora podemos señalar que su nombre completo es Rodolphe-Henry-Edouard Saillard. Nace el 8 de diciembre de 1871, diplomado de la Escuela de Ciencias Políticas, alumno-canciller en Guatemala en octubre de 1899 por lo que trabajó al lado de Marcellin Pellet.20 Según advierte Broc, el doctor Saillard antes de una misión en Guyana francesa (1907) visita Guatemala y Costa Rica (Broc, 1999 : 290). No obstante, Saillard que sale en junio de 1907 para explorar esa colonia francesa y gana el interior de colonia por el río Maroni, se enferma a fines del año y regresa a Francia en enero (Anónimo, 1908: 390).21

Con respecto a Désiré Pector, no sabemos estrictamente los datos de su nacimiento y muerte. Sin embargo, podemos decir que en el gobierno nicaragüense de Adán Cárdenas (1883-1887) fue nombrado Cónsul de Nicaragua, al que prestaba servicios culturales y se ocupaba de enviar obras literarias a la Biblioteca Nacional (Arellano, 2005: 356).22 En octubre de 1888 participó en el Congreso Internacional de Americanistas, el mismo año publica una comunicación sobre los vestigios precolombinos en Nicaragua donde se ocupa de ofrecer una imagen de las culturas prehispánicas de Nicaragua, sus orígenes etnolingüísticos y cita a los principales cronistas españoles del siglo XVI (Pector, 1888).23

En 1889 publica una nota sobre las colecciones etnográficas y arqueológicas del pabellón de Nicaragua en la Exposición Universal de 1889 (Arellano, 2005: 357). En el octavo Congreso de Americanistas celebrado entre el 14 al 20 de octubre de 1890, Pector actuaba como secretario general y fue donde presentó una reseña titulada Sur le nom Amerrisque. En dicha conferencia la discusión más importante giraba alrededor del origen del nombre “América” y fue abierta por el señor Jules Marcou que argumentaba que dicho nombre era derivado de un sistema montañoso en Centro América que era llamado por los indígenas Amerique, pero precisamente Pector había recibido informaciones que dicho sistema no se llamaba “Amerique” sino “Amerisque” (Anónimo, 1891: 43). El primer Congreso Internacional de Americanistas se había celebrado en Nancy en 1876 y desde sus inicios se acogen diversas teorías fantasistas (Huerta, 2002: 79).

En 1891, Pector publica una investigación de orden bibliográfico sobre Nicaragua en el siglo XIX (Pector, 1891). En 1892, junto como Fulgencio Mayorga y Ruben Darío forma parte de la delegación nicaragüense para la Exposición Histórico-Americana de Madrid y representó a Nicaragua en el Congreso de Americanistas de Huelva (Arellano, 2005: 358-359). Sin duda, Pector mostraba un gran interés por la etnografía y, en particular la centroamericana, y no sólo de Nicaragua sino también de El Salvador (Pector, 1890).24 Incluso realiza un estudio etnográfico sobre el archipiélago de Magallanes (Pector, 1892b).

Sin embargo, en su obra también es perceptible al lado de su motivación etnográfica, el interés comercial que pueden representar los países centroamericanos y, en particular Nicaragua (Pector, 1893). 25 Recordemos que en 1893 lo podemos situar como cónsul de Nicaragua en París (1893: 185). Su interés por el tema del americanismo se ve reflejado en la obra Notes sur l’Américanisme de 1900 (Pector, 1900). Con este trabajo, Pector es laureado en 1901 con la medalla Crevaux (Anónimo 1901b: 390). El Bulletin de la Société de Géographie commerciale de Paris en 1901 subraya al respecto:

El señor Désiré Pector ha contribuido activamente al desarrollo de los estudios americanos. Jefe de una importante casa comercial que trata principalmente con América Central, representa desde hace diecinueve años, por razones distintas, en nuestra capital, los intereses comerciales de las repúblicas del istmo americano. En ejercicio de sus funciones consulares, en relaciones cotidianas con numerosos jóvenes que han venido a París por sus estudios o por sus intereses, se ha esforzado por desarrollar entre estos visitantes el gusto por los estudios locales, casi siempre desatendidos entre ellos. La tarea ingrata que él se impone en este volumen, al cual le otorgamos la medalla Crevaux consiste en indicar, país por país y por orden de ideas, algunos de los numerosos problemas que quedan todavía por resolver, las investigaciones multiples que deben atraer la atención de sabios de todas la partes del continente americano. (Bernard, 1901: 81).

Con respecto a dicha obra el mismo que había escrito el prefacio, el Dr. E. T. Hamy, quien llevo a cabo el proyecto de creación de la Sociedad de Americanistas en 1895 (Huerta, 2002: 78) y quien era profesor en el Museo de Historia Natural y conservador del Museo de Etnografía (Anónimo, 1898a: 308),26 escribía casi las mismas palabras:

La obra del señor Pector, que yo con gusto consentí presentar al público, es un obra de propaganda y vulgarización. El autor que se ha encontrado desde hace veinte años, en el ejercicio de funciones consulares, en relación constante con un gran número de jóvenes de las mejores familias de América Central que han venido a París para sus estudios, por sus intereses, por sus placeres, se ha esforzado constantemente de desarrollar entre estos visitantes el gusto por los estudios locales casi siempre desatendidos entre ellos. El ha redactado para ellos numerosos y variados artículos sobre la diversas regiones de Centroamérica y es todavía en parte por ellos que él ha escrito este volumen destinado a ponerles al corriente de las Desiderata del americanismo. El señor Pector emprendía de tal forma una tarea ingrata y meritoria. Necesitaba, para llevarlo a cabo, leer y anotar cuidadosamente los libros antiguos sobre el Nuevo Mundo que constituyen ya una biblioteca voluminosa; después examinar, con un escrupuloso cuidado, las variadas publicaciones más numerosas y más importantes que cada correo de América nos trae. El señor Pector no se ha debilitado delante de esta difícil tarea y los lectores le agradecerán de haber así facilitado el acceso a un vasto campo de estudios, cuyos contornos eran, no hace mucho todavía, particularmente difíciles. (E. H., 1901: 203) 27

También Rubén Darío apuntaba con respecto a Pector:

... M. Désiré Pector, francés laborioso y estudioso, Consejero del Comercio Exterior de Francia y que durante largos años ha tenido a cargo consulados de repúblicas de Centro América, a las cuales ha procurado conocer y valer, en numerosos libros, folletos y artículos de periódico. La América Central y sobre todo Nicaragua y Honduras, deben mucho a la diligencia y al buen sentido del distinguido M. Pector. (Darío, 2006)28

En los primeros años del siglo XX su interés se dirige a Honduras29 o al conjunto centroamericano sobre el cual escribe diversas obras con respecto a la evolución de estas repúblicas, sobre los ferrocarriles y en particular sobre los intereses franceses (Pector, 1906a, 1910, 1913-14, 1914).30 Sin embargo, Pector no sólo se ocupará de Centroamérica, también se interesará en las relaciones comerciales entre Francia y España (Pector, 1907) y los intereses franceses en otras regiones como Turquía, Venezuela, India, América del Norte (Pector, 1907, 1908b, 1909, 1912, 1920).

Pector fungía como Cónsul General en París a partir del 1 de diciembre de 1897 de manera interina y recibió tal posición en enero de 1898, pero luego de 1899 se nombra al nicaragüense Héctor S. Torres también encargado en trabajos del consulado y con quien parece que Pector tuvo conflictos de autoridad por lo que fue retirado del cargo en diciembre de 1902 y a mediados se nombra a Rubén Darío (Arellano, 2005: 361-363). En 1908, es consejero de comercio exterior y cónsul general en Francia de Honduras y Nicaragua (Pector, 1908?).31 Durante la década de 1910 continuamos situándolo como cónsul general en estos países.32 A mediados de 1918, siempre en sus funciones de cónsul francés, Pector expresa la esperanza que los hombres de negocios franceses se aprovecharan de una onda fuerte de simpatía para negociar concesiones provechosas de postguerra (Schnoover, 2000: 145). Pector continúa a mediados de los años veinte con el cargo de Cónsul de Nicaragua en Guatemala y siempre interesado en el americanismo.33 Cordier nos dice en el prefacio de una obra de Pector:

M. Désiré Pector, continuando el ejemplo de su padre, ha ejercido por mucho tiempo las funciones de cónsul general en Francia de los Estados de Honduras, de Nicaragua y de El Salvador y las de consejero de comercio exterior de Francia. Desde su juventud, siempre se ha interesado no solamente a las empresas comerciales que tienen como teatro estos países demasiados descuidados por nosotros, sino también ha estudiado la historia, la geografía, las costumbres y los hábitos, y se cuenta entre los primeros miembros de la Sociedad de Americanistas, creada en París en 1896, desde el principio; ha sido parte de su consejo, y en 1900, el publica sus útiles Notes sur l’Américanisme. (Pector, 1925: ix).

Otro de los viajeros o autores que nos interesa destacar en este estudio, es el viajero Maurice de Waleffe. Es evidente que el acceso a las fuentes muchas veces no nos permiten conocer mucho sobre diversos personajes. Miguel Ángel Quesada Pacheco, a pesar de su aporte en la traducción de diferentes textos relativos a Costa Rica entre 1850 y 1950, apenas nos puede decir al respecto de Waleffe:

No ha sido posible conseguir datos biográficos de Maurice de Waleffe, quien en 1912 publica en París el libro Les Paradis de l’Amérique Centrale...donde autor relata el viaje desde Panamá hasta San José, por Limón.
El libro está cargado de una atmósfera un tanto negativa hacia los Estados Unidos de América, por cuanto el autor era de la opinión que el mencionado país terminaría por anexar y apoderarse de las repúblicas centroamericanas, visto que los países europeos no mostraban interés por el istmo.34

Maurice de Waleffe era el pseudónimo del belga Maurice de Cartuyvels. A pesar de su origen, nosotros lo incluímos en nuestro ensayo, pues residía en Francia y se convirtió en un personaje relevante de la época, especialmente en el mundo del periodismo y de la literatura. Este periodista, dramaturgo y novelista nació en 1874 y murió en 1946 (Frickx et al. 1998: 134)35.

Fue el fundador, en 1911, y director del diario Paris-Midi.36 Después de la Guerra aparece como reportero de Le Journal (Delporte, 1999: 236).37 Waleffe fue criticado y ridiculizado por el periódico Canard Enchaîné, que profesa un sentimiento anti-germanista. Lo acusaron de animar el asesinato de Jean Jaurès, de comprometerse con la guerra y quedarse en casa y por su retórica patriótica inconveniente. De hecho, el periódico va a ocuparse de informar a sus lectores el verdadero nombre de Waleffe, Cartuyvels y más tarde lo transforma en “Kartoffel” (Douglas, 2002: 63). Fue también conocido por su anti-americanismo, en abril de 1920 y en el Paris-Midi fustiga la invasión de las pantallas francesas por las películas norteamericanas.38 Fue participe de un movimiento de prensa latina y es probable que estuviera en contacto con los “americanistas” interesados por América Latina en aquella época.

Muy interesado en el tema de la mujer, (Waleffe, 1917) fue uno de los primeros en tener la idea de organizar una competencia de belleza y así surge el concurso de “La plus belle femme de France” en 1920 de la que saldrá elegida la primera “Miss France” Agnès Souret.39 Lo vemos todavía vinculado en los años treinta en el mundo de los concursos de belleza.40

Como novelista, en 1898 publica Deux robes, una obra entorno a la dominación del Congo que evoca el conflicto entre poder religioso (Monseñor Châtelain) y el poder político-económico (la baronesa d’I que reina a través de su marido) y en 1900 escribe, en colaboración de Madame H. Lecomte de Nouy, Mater dolorosa, (Waleffe, 1901c)una historia de amor entre una madre y su hijo, un amor que los lleva a la muerte (Frickx y Trousson, 1998:134). En 1906 publica su obra La Madeleine amoureuse (Waleffe, 1907). En 1910 retoma el tema los celebres enamorados Heloisa y Abelardo en su obra Héloïse, amante et dupe d’Abélard (Waleffe, 1910). Otro tema que interesará a Maurice de Waleffe son los temas egipcios (1906, 1922, 1923). Su última obra aparecida fue Quand Paris étais un paradis de 1947 (Waleffe, 1947).

En el campo de la dramaturgia publica varias obras y se mantiene muy activo en el mundo del teatro francés (Waleffe, 1901a, 1901b).La obra Le Je ne sais quoi fue representada por la primera vez en París en el teatro de Capucines el 24 de marzo de 1901 y retomada en el teatro de las Galeries Saint-Hubert en Bruselas el 27 de junio de 1936 (Frickx y Trousson, 1989: 137).

Ahora pasamos, por último, al personaje que a pesar de interesarse primero en la arqueología maya, luego lo vemos preocupado al igual que Pector, en promover la difusión de los países centroamericanos con vistas a posibles relaciones comerciales. Según nos dice Carlos Meléndez de este noble francés:

El Conde Maurice de Périgny, parece haber sido un francés con inquietudes viajeras, pues en 1906, publicó un libro acerca de sus viajes por Canadá, los Estados Unidos, Corea, Japón y Mexico. Sobre este último país publicó uno especial en 1912, y entre 1917 y 1919, sobre Marruecos, en tres volúmenes. Nada más podemos decir sobre este autor.41

Miguel Ángel Quesada Pacheco agrega simplemente a esta breve descripción:

Y yo creo que tampoco se podrá agregar más sobre la biografía de este autor, ya que la bibliografía consultada no lo consigna. (Quesada, 2001: 571).42

Sin embargo, es precisamente de este viajero que hemos podido localizar más información en nuestra investigación. Maurice de Périgny nació en 1877 en el castillo de Tourcairats en el Tarn (Francia) y era géografo de formación (Taladoire, 1995: 243). En 1904, toma parte en los trabajos del VIII Congreso Internacional de Geografía en México (loc. cit.). Pascal Riviale apunta que Périgny fue encargado de varias misiones arqueológicas en México por el Ministerio de Instrucción Pública francesa entre 1905 y 1909 (1996: 398).

En concreto, Périgny realiza cuatro viajes en diferentes territorios en la península de Yucatán y el Petén con el afán de explorar sitios mayas. El primer viaje lo realiza entre octubre de 1904 y enero de 1905 va de Mexico a Mérida y visita sitios ya conocidos como Chichen Itza, Uxmal, Kabah, Labna, Aké, Izamal (Lemoine, 1905: 477-479; Taladoire, 1995:246). Lemoine al respecto de estas primeras observaciones sobre Yucatán anota: “Él espera, explorando la región sudeste, continuar la obra de su valiente compatriota, M. Désiré Charnay, y así hacer honor a su apellido francés” (1905:479). El 7 de noviembre de 1905, con la intención de completar los itinerarios de sus predecesores y para continuar sus investigaciones arqueológicas, sale de Veracruz al Progreso, luego del Progreso en el Petén a la Libertad, El Cayo y Honduras británica. En este segundo viaje Périgny con un guía y dos cargadores, penetra la selva para buscar las ruinas de Nakum, tras encontrar algunas ruinas importantes pero sin reservas para continuar y abandonado por sus cargadores, el viajero regresa a El Cayo para dirigirse luego a Belice. De Belice se traslada a Payo Obispo en Quitana-Roo donde es bien acogido por el gobierno mexicano y finalemente termina su viaje en Mérida el 2 de febrero de 1906 (Lemoine, 1906: 482-485).43 Como lo apunta él mismo: “mi primera exploración en el Petén (1905) que me lleva a descubrir la ruinas de Nacun.” (Périgny, 1908b: 227). En junio de 1906, el Journal des Voyages et des Aventures de Terre et de Mer nos reproduce información de la Sociedad de Geografía de París:

18 de mayo. El señor conde Maurice de Périgny da cuenta, en excelentes términos, de su último viaje que emprendió en México a través del Petén y Yucatán, y de sus descubrimientos arqueológicos concernientes a la civilización de los indios antes de la conquista española. (cursivas originales, Anónimo, 1906: 84).

Un año después en las sesiones de la Sociedad de Geografía de París se comentan dos cartas de Périgny, una procedente de Payo Obispo del 26 de febrero de 1907 y otra de Xcalak con fecha del 12 de abril de 1907 (Anónimo, 1907a: 476-477). Se trata entonces de parte de las notas sobre el tercer viaje entre 1906 y 1907 cuando visita Payo Obispo, Río Hondo, Xcopen, Agua Blanca, La Esperanza, Chocoha, Ycaiché, Nohcacab, Yaabichna, Uoltunich, Nohochna y Río Beque. (Périgny, 1908a: 66; A. P. M., 1909: 199-200; Taladoire, 1995: 246). Périgny anota: “yo retomé esta idea [el proyecto de cortar derecho a través la selva y acudir a Santa Clara de Ycaiché, luego de ahí hacia el nordeste de la península] en 1906-1907 y me dirigí directamente sobre el Río Hondo, con el fin de explorar toda esta región desconocida.”44 Las conclusiones de sus primeros viajes son las siguientes: “La existencia de estas ruinas, sobretodo tan numerosas y próximas, indica que esta región fue abundantemente poblada por tribus de raza maya y permite afirmar ahora que existe una relación cierta entre las ruinas del Petén y las del norte de Yucatán.” (Perigny, 1909: 480)45

El cuarto viaje que ejecuta es en 1909. Como el mismo Périgny lo dice, en “1909, el Ministerio de la Instrucción pública habiéndome hecho el honor de encargarme de una misión, pude proseguir mis investigaciones en esas ruinas de Nackun.” (Périgny, 1910d: 1)46 En esta expedición visita Guatemala, Santa Lucía Cotzumalhuapa, Palo Verde, Los Tarros, Salama, Santa Rosa, Tactic, Coban, San Pedro Carcha, Seamay, Cahabon, Cacquitbtun, Chipatché, Tzuncal, Chimay, Poctun, Dolores, Plancha de Piedra, Benque Viejo, Nakum y Belice (Taladoire, 1995: 246). Sobre esta misión nos dice La Géographie: “El descubrimiento de las ruinas de Nacun (o Nackun), en Guatemala, es su propia obra, su título principal al reconocimiento de los arqueológos y muy especialmente de los americanistas” (Anónimo, 1910c: 71)47 Alfred M. Tozzer, encargado por el Peabody Museum de la Universidad de Harvard, quien atribuye a Périgny el descubrimiento de dichas nos cuenta como en su expedición de 1909-1910 se encuentra con el conde en El Cayo donde le expresa su intención de visitar Nakum y le asegura que sus publicaciones sobre las ruinas aparecerían luego de los reportes del conde. Tozzer nos recuerda también que Périgny pasó alrededor de seis semanas en las ruinas. 48 Tozzer había participado con una exposición sobre los mayas de Yucatán y los lacandones de Chiapas en el XV Congreso Internacional de Americanistas celebrado en setiembre de 1906 en Québec donde él había participado también el conde de Périgny (MacCurdy, 1906: 691).

Lemoine en 1905 nos dice que Périgny estaba “encargado por la Sociedad de Geografía de una misión arqueológica y geográfica de durará tres años” (Lemoine, 1906: 485). Périgny en 1908 anota que “el Ministro de la Instrucción Pública me ha dado una misión gratuita y el Gobierno mejicano se ha interesado en mis trabajos de una manera muy particular.”(Périgny, 1908: 67). En el cuarto viaje obtendrá una misión del ministerio de Instrucción Pública. Los anteriores viajes, a pesar de una aval oficial, parecen ser pagados por él mismo (Taladoire, 1995: 244). Périgny evoca al respecto: “En 1909, el ministerio de Instrucción Pública me honra con encargame de una misión, pudiendo continuar mis investigaciones en las ruinas Nackun, para esto me dirigí a Guatemala para solicitar a Don Manuel Estrada Cabrera, presidente de esta República, la autorización necesaria y su apoyo con el fin de obtener el número de indígenas indispensables para mis obras” (Périgny, 1911d: 349).

Según Taladoire, Périgny tras su primer viaje de exploración obtiene el estímulo de Cordier y Grandidier y este investigador se plantea la pregunta si fueron éstos o el famoso sabio Hamy que podrían estar en la base del interés de Périgny por Nakum y Río Beque, o si fueron las lecturas de Morelet, Maler, Sapper, Maudslay sobre la región o incluso la curiosidad de uno de sus ancestros, el abad Périgny que escribía en el siglo XVIII a uno de sus correspondientes: “Convendría un día explorar más los fundamentos de esos pueblos de América” (Taladoire, 1995: 243). Como el mismo Périgny nos refiere: “Cuando el caballero Morelet, hacia la mitad del siglo pasado, emprendió su viaje al Petén (Guatemala), él tomó la ruta de Tenosique a Flores. Désiré Charnay más tarde sugiere el mismo itinerario; a su vez, Karl Sapper penetra en esta región por el norte viniendo de Yucatán y Maudslay llega a Tical por el sudeste” (Périgny, 1907:287). Charnay como también el abate Brasseur de Bourbourg habían realizado exploraciones de orden arqueológico durante la segunda mitad del siglo XIX en el sur de México y en la península de Yucatán.49 Charnay fue miembro efectivo y Brasseur de Bourbourg miembro corresponsal de la famosa Comisión Científica de México creada en 1864 y que reúne a una serie de especialistas en diversas disciplinas con el objetivo de realizar estudios entre el Río Colorado y el Río Grande del Norte hasta la extremidad del istmo de Panamá (Broc,1995: 464-470; López-Ocón, 1995), pp. 469-475).

Taladoir llama a Périgny, un “americanista ocasional”, un “americanista efímero pero apasionado, cuya contribución a la arqueología maya es innegable pero casi involuntaria” (Taladoire, 1995: 243). De todos estos viajes del conde encontramos importantes fotografías y objetos que se encuentran en manos de la Sociedad de Geografía de París y en el Museo del Hombre (1995: 249-250). Miembro de la Sociedad de Geografía de París, fue laureado por esta asociación en 1906 y 1916 (Broc, 1999: 251). Taladoire pone de relieve que los trabajos de Périgny fueron recompesados con la medalla de plata del premio Alexandre Boutroue y con la medalla de oro del premio Logerot.”(1995: 244).

Taladoire nos dice que al término de cuatro viajes “se vuelve hacia América Central y recorre Costa Rica o Honduras durante algún tiempo” y que se trató de viajes subvencionados (1995). Sin embargo, explicita en una de sus obras que entra a Costa Rica a fines de octubre de 1909 (Perigny s/f: 43). Sin embargo, Périgny no sólo se preocupa por la arqueología y el caso particular de Costa Rica, encontramos un libro que retrata las impresiones impresiones que tienen como cuadro Canadá, Estados Unidos, México y Corea (1906). Broc nos dice en su diccionario que Périgny después de México tuvo un puesto en Corea donde se interesó a los ainos (Broc, 1999: 251). El conde publica también libros específicamente sobre México (Périgny, 1912b). En esta obra nos da una compilación de información general de México y muestra la visión de un cierto progreso, pero como dice Leon Dominian en la época, “sin duda, si se hubiera quedado más tiempo en el país su opinión habría cambiado radicalmente” (Dominian, 1912: 374). Périgny también se interesa en los asuntos internacionales (Périgny, 1911c).

Périgny toma parte del XVIII Congreso de Americanistas celebrado en Londres entre mayo y junio de 1912 con un intervención titulada “Le plein cintre dans l’Architecture Maya”. (MacCurdy, 1912: 402).50 También en junio de 1914, participa de un congreso internacional de etnografía celebrado en Neuchâtel como representante del Instituto Etnográfico Internacional de París (Zarilli, 1998: 145). En 1914 cuando la guerra estalla y con 37 años se enrola como voluntario y viaja a Marruecos con un regimiento territorial. Forma parte de la columnas de 1915 y 1916 y así aparecen varios libros consagrados a esa región.51 Después de su paso por el frente italiano, regresa a Francia (Taladoire, 199: 244). Hacia los años veinte lo podemos imaginar traduciendo obras de autores latinoamericanos como la traducción de la versión de Cuentos Ticos de Ricardo Férnandez Guardia (Fernández, 1924). Según Broc, Périgny muere en 1935 (Broc, 1999: 251).52 Ernest Martineche, secretario del Agrupamiento de Universidades y Grandes Escuelas de France para las relaciones con América Latina, apuntaba en setiembre de 1917, “M. de Périgny es, y lo creo, el hombre de Francia que mejor conoce América Central” (Périgny, 1918: I).

 

II. Escribiendo sobre Centroamérica: las obras en conjunto

Tras haber intentado dar una descripción biográfica de los autores en que nos interesamos, nos ocuparemos en esta sección de analizar, de manera general, documentos de tipo muy diferente: artículos en revistas, relatos y libros de información sobre la región centroamericana. Aunque es claro que en el contenido de documentos los intereses políticos, económicos o etnográficos pueden verse entremezclados. Algunos se interesan a relatar sus experiencias o conocimientos sobre uno o dos países en particular, otros se extienden en el análisis de todos los cinco países que conforman la Centroamérica histórica y otros nos dan referencias sobre algunos países centroamericanos en el contexto de ensayos que incluyen las Antillas, Panamá y México.

La primera obra que nos atañe es el trabajo de Alexandre Lambert de Sainte-Croix titulada Onze mois au Mexique et au Centre-Amérique (1897). Gustave Schlumberger, con fecha de 20 de setiembre de 1897 y desde su casa de Yorkshire, escribe el prólogo de la obra de Lambert de Sainte-Croix y nos dice:

Este diario de su múltiples peregrinaciones a través de estas ricas y bellas regiones de México y de América Central es redactado con perfecta simplicidad. Abundan observaciones precisas, instructivas y divertidas. ¡Uno distingue una evidente preocupación por contar estrictamente, exactamente lo que Usted ha visto ! Es esta impresión a la vez de vida y de sinceridad que da un gran atractivo a su libro.. Muchos otros viajeros son menos escrupulosos. Yo conocía apenas, por mi parte, México y todas estas originales repúblicas de América Central que por los dolorosos recuerdos de la época de Maximiliano y los despachos de los periódicos anunciando periódicamente la caída de algún presidente, el ascenso de otro. Gracias a sus relatos tan animados, me parece que ya aprecio mejor estos países de tan brillante futuro, a veces tan calumniados. Siguiéndole, he recorrido las diversas provincias de ese bello México que llegará a ser un día muy floreciente, todas estas ciudades tan vivas, tan activas de Centro América que tan pocos de nuestros compatriotas conocen. Sus excursiones en los alrededores de México, su visita tan interesante a los trabajos del canal de Panamá, visita que modificará mucho las opiniones falsas, me interesaron infinitamente. Las sesiones, los paseos pitorescos del Congreso de Americanistas, han hecho latir mi corazón de arqueólogo recién salido del de los Orientalistas de París. (Lambert de Sainte-Croix, 1897: vii).

La obra de Lambert es realmente lo que podemos llamar un relato de viaje. El texto está dividido en doce capítulos y se marca el itinerario del recorrido del viaje señalando en ocasiones fechas precisas. El viaje empieza en Saint-Naizare y se acaba en agosto de 1906 a bordo de una embarcación de nombre France que sale del puerto de Pointe-à-Pitre en Martinica y que se apresta a atravesar el Atlántico con el objetivo de alcanzar las costas francesas. De Saint-Nazaire pasa por Santander, La Coruña, las Azores, luego pasa por la Habana y llega a Veracruz hacia octubre de 1895. Luego se dirige a México en tren. De la ciudad de México nos da una descripción detallada y nos señala su participación en el Congreso de Americanistas cuyos miembros realizan diferentes viajes y expediciones como la visita de los sitios arqueológicos de Teotihuacán y Mitlán. Viaja a Veracruz y Orizaba y realiza un recorrido por ciudades como Queretaro, Guanajuato, San Luis de Potosí.

Regresa luego a Veracruz, recorre el istmo de Tehuantepec y en marzo de 1896 se embarca en Salinas Cruz en el Starbuck que hace escala en varios sitios de la costa pacífica para finalmente llegar a San José de Guatemala. Recorre Guatemala y El Salvador, luego se embarca hacia Panamá, pasando por Corinto de Nicaragua. De la ciudad de Panamá se dirige a Colón y visita los trabajos del canal. De Panamá pasa a Puerto Limón abordo del navío Derwent. Lambert visita Costa Rica y luego se dirige a Cartagena de Colombia, Puerto Caballo y La Guaira donde se traslada en ferrocarril a Caracas. Antes de regresar a Francia en agosto de 1896 visita Fort-de-France y Pointe-à-Pitre.

La obra de Lambert de Sainte-Croix está llena de descripciones de toda índole: la población, las ciudades, la arquitectura, las costumbres, la alimentación, la política y los gobiernos, la religión, la instrucción, las producciones, los transportes, etc. Como nos decía le Journal des économistes, la obra de Lambert nos aportaba una “multitud de informaciones curiosas” (Lambert de Sainte-Croix, 1897: 451).

Por otra parte, en el artículo Au Guatemala publicado en Le Magasin Pittoresque de gran difusión en Francia, Pellet se ocupa de dar un vistazo de las regiones de Guatemala –y en particular la capital-, de la población, de los productos, de su flora y de su fauna (Pellet, 1903: 137-142 ; 147-152 ; 179-184). Sin embargo, su estancia en la región no parece satisfacerlo. Así la conclusión de su ensayo es la siguiente:

Pero es tiempo de concluir estos demasiado extensos recuerdos. Para terminar congruentemente por una idea general y filosófica, yo diría que lo que es más agradable en los países intertropicales, es el haberlos dejado sin el espíritu de regreso y de poderles aplicar, de un poco lejos, la Suave mari magno de Lucrecio.53

Por su parte, Rodolphe Saillard en la famosa revista de viajes y viajeros, Le Tour du Monde, publica dos ensayos, uno publicado en 1904 con el nombre de Souvenirs de Guatémala (Saillard, 1904) y otro publicado en 1906con el título En traversant la République de Costa-Rica (Saillard, 1906). Sin curiosidad por la ruina de tipo precolombino, Saillard se contenta con describir la capital, una excursión a la aldea de Mixco y una visita de Antigua. Saillardnos habla del ferrocarril, de los volcanes, de los lagos, de la capital -plazas, jardines, catedral e iglesias, ceremonias religiosas, el palacio presidencial, los teatros, los clubs, la paseo de la Reforma-, de los terremotos, de los arrabales de Guatemala, los indios, la ruta a Antigua, las ruinas, el paisaje, las costumbres, las recepciones, la reuniones, las costumbres políticas, las mujeres, las comidas, la habitación, el clima, la reuniones políticas, las calles, la moda, los libros, la moneda, el ejército y la literatura. Cuando se refiere a Costa Rica en un afán comparativo con Guatemala recrea el espacio de las vías de transporte, el aspecto de la ciudad capital, el tipo humano, la presencia de extranjeros, el gobierno, la instrucción, el ejército, la policía, las comunicaciones. Sin duda, la presencia ominipresente de la construcción del canal de Panamá y sus posibles repercusiones en el resto del istmo es evidente –como los otros autores- en la conclusión de su ensayo sobre Guatemala:

Por último un asunto que preocupa, durante el siglo XIX, a Europa y América, la apertura del istmo de Panamá, va a ser resuelto. Este canal dará a las cinco repúblicas de América Central un impulso análogo a ese que la apertura de Suez ha dado a Egipto. Aquellas disfrutaran quizás más que Europa de esta nueva vía de comunicación. (1904: 312)

En el mismo sentido cuando términa su artículo sobre Costa Rica nos dice:

En fin si, en el futuro próximo, los americanos, que nos han hecho asistir a tantos prodigiosos proyectos ejecutados por ellos, llevar a cabo la obra del Canal de Panamá, empezada por nosotros, un nuevo auge será dado a toda América Central y, de las cinco pequeñas repúblicas, es Costa Rica, a la cabeza por el adelanto de sus ideas y por sus progresos materiales que será también la primera en disfrutar de esta nueva vida dada a estas ricas regiones –tan ignoradas por nosotros los franceses. (1906: 540)

En su artículo sobre Guatemala, Saillard nos muestra como evidentemente tenía conocimiento del relato de Pellet con quien había trabajado en esa república:

El tiempo me ha faltado para intentar la ascención del volcán de Agua. Es fácil y se hace hasta la mitad del camino al lomo de una mula. M. Pellet, ministro de Francia en América Central y brillante escritor, nos ha dejado, un relato animado de una similar excursión. (1906: 300)

Al igual que estos dos últimos hombres políticos que habían ocupado cargos diplomáticos en la región y habían retratado sus experiencias, durante los primeros años del siglo XX, varios agentes consulares promovieron los lazos comerciales y de inversión en el istmo. a obra Les richesses de l’Amérique centrale (Pector, 1908?)54 es muy representativa de la preocupación de Pector en este sentido. Este documento reúne una rica información sobre las comunicaciones con el exterior, la configuración físico-geográfica, las comunicaciones y transportes al interior, los productos diversos (minerales, vegetales, animales), la industria, los intercambios económicos internacionales, el clima, la inmigración y la colonización, las finanzas y algunas indicaciones prácticas. El objetivo de la obra es claramente definido en el prefacio hecho por E. Levasseur:

... no es, sin embargo, desde el punto de vista político que se ha colocado el autor del presente libro. Es exclusivamente desde el punto de vista económico...Habría podido dar al público una interesante obra pitoresca que retratase las bellezas naturales de esta región engalanada con magníficas selvas vírgenes o relatando sus impresiones de viaje y describiendo sus costumbres y el estado social de los diversos grupos de la población. Como negociante, ha preferido escribir un libro práctico, propio para iluminar y guiar negociantes. Todas las personas deseosas de conocer sobre los recursos actuales de América Central, para contraer con ella relaciones comerciales o para radicarse en la región o simplemente para instruirse hallaran en este libro una exposición precisa y completa. Semejante libro hacía falta hasta ahora en Francia. (Pector, 1908?: vii-viii)

Sin duda el interés de Pector, es dar a conocer la región entre los franceses:

A pesar de los errores y las lagunas que podrá y deberá forzosamente contener el presente ensayo sin pretensión, espero como francés que pueda contribuir a vulgarizar más el conocimiento de las innumerables riquezas de esta Centroamérica a la que no se ha hecho demasiado caso en Francia y apreciada por su justo valor en primer lugar por los norteamericanos, por los alemanes y quizás pronto por los japoneses. (1908?: xiv)

La idea de vulgarizar los conocimientos sobre los países centroamericanos estaba presente en los diversos documentos que analizamos. La diversidad de la información en la obra de Pector y el interés de apuntar toda los datos referentes a la economía y al comercio, muestran la inquietud de Pector, como de otros franceses que visitan o conocen la región centroamericana, de la ventaja que iban ganando otras naciones en dicho territorio. E. Levasseur también anota dicha preocupación en el prefacio del ensayo de Pector:

... el libro de M. Pector, tan substancial y tan instructivo por la abundancia y la presición de las informaciones que provee puede instruir a los franceses de los recursos, todavía sin ser completamente valorados, de Centroamérica y contribuir a su consolidación. (1908?: xi)

The Geographical Journal de febrero de 1909 nos dice al respecto de la obra y de otra obra francesa sobre Perú:

‘Les Richesses de l’Amérique Centrale’. Por Désiré Pector (7.50 francs). ‘Le Pérou Économique’ Por Paul Walle (9 francs). Librairie Orientale et Américaine. Paris: E. Guilmoto, 1908.

Ambos volúmenes son el producto de la mismas ideas y tendencias. La existentes colonias francesas, importantes como ellas son, no proveen para el hombre de negocios, el pequeño capitalista, y el trabajador esas oportunidades que en el pasado fueron anticipadas con confianza. En Centro y Sur América hay un campo, ya ocupado en parte por una civilización latina, explotada por Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos, y atrayendo la atención ahora de Japón. Los autores, hombres de negocios, conocen bien las regiones que describen. El tratamiento es práctico y en gran parte popular. M. Walle, como un estusiasta, se ocupa quizás más íntimamente de las bellezas de la tierra y la vida, vestimentas y apariencia personal de los habitantes. Sus pinturas de algunos de menos conocidos de los aborígenes son vivas e interesantes. M. Pector se consagra más sistemáticamente a las comunicaciones, a los productos animales, vegetales y minerales, a la industria, las finanzas y las condiciones esenciales de intercambio exterior. Para Perú tenemos fotografías, para Centroamérica estadísticas de precios y listas de productos comerciales. Pero ambos libros cumplen su principal propósito y proveen una mina de información para el intesionado emigrante, comerciante o financiero. Desafortunadamente, éstos no están indexados. (A. J. S., 1909: 202)

Otro documento que empleamos en nuestra investigación es el trabajo de Waleffe titulado Les Paradis de l’Amérique Centrale(Waleffe, 1909).55 Debemos apuntar primero que Quesada Pacheco a pesar de señalar en la bibliografía de su libro de viajeros en Costa Rica que la obra fue publicada en 1909, en su referencia del documento como lo hemos visto arriba apunta que la edición es de 1912(Quesada, 2001: 542, 808). La obra fue publicada en 1909. No obstante, parece que las anotaciones sobre el viaje de Waleffe fueron anteriormente publicadas en extractos en diversos periódicos de México y las Antillas (Waleffe, 1909: 298). Waleffe, se considera a sí mismo como “el primer escritor europeo que haya ido a estos países mal conocidos para decir las cosas como son, únicamente deseoso de estudiar un conflicto de razas y de pronosticar el porvenir de las dos Américas” (1909: 299-300).

Como nos subraya Thomas Schoonover entre 1903 y 1914, los políticos y hombres de negocios franceses a pesar de reconocer la supremacía norteamericana en la región, tenían la expectativa de un renacimiento comercial para vitalizar el estancamiento en la producción interna de su país, sin embargo muchos oficiales se repartían entre la deseabilidad de competir o de cooperar con Estados Unidos (2000: 115). Waleffe muestra una gran preocupación por la futura influencia de los Estados Unidos en Costa Rica y, en general, en América Central. En de la portada de la obra de Waleffe nos encontramos una cita: “Los Estados Unidos se comeran a la América española.”56 Dicha inquietud se refleja de manera transparente la intención de la primera parte de la obra titulada “El problema americano.”57 Waleffe se identifica como un “latino que no quiere morir.” (1909: 302). La preocupación por la influencia omnipresente de los Estados Unidos en América Central se ve explícitamente reflejada en el siguiente texto de Waleffe:

América Central que enviaba todavía ayer a sus hijos y sus hijas a terminar su educación en Francia, los envía ahora a los Estados Unidos. En estas familias, la generación vieja habla francés. La joven generación no habla más que inglés. (1909: 5)

Mientras que Waleffe muestra el desintéres de Europa por la region ístmica, como puede observarse en la frase siguiente:

Europa podría sentirse en casa en América Central. Los habitantes nos llaman. Francia prefiere ir a Marruecos, Alemania a Turquía, Inglaterra al Transvaal, Bélgica al Congo. (1909: 165)

La conclusión de Waleffe, para nada optimista, es la siguiente:

... los Estados Unidos realizarán la conquista de toda América ístmica, desde el istmo de Tehuantepec hasta el istmo de Darién, y la conquista no solamente económica..sino política. (1909: 158)

El trabajo de Waleffe describe su recorrido pasando primero por las Antillas británicas y Venezuela, luego nos habla de su paso por Panamá. Luego se interesa a describir sus impresiones sobre Costa Rica de donde sale en dirección de Jamaica y Cuba. La última región que describe Waleffe es México. Cuando se avoca a hablar de Costa Rica, el único país visitado de Centroamérica, Waleffe nos habla de las selvas, de las montañas, de la capital, de las costumbres, de sus gentes y mujeres, pero también se da a la tarea de hablarnos en general de la influencia norteamericana y el futuro de América Central mientras establece comparaciones entre los regímenes políticos.

El épilogo del libro nos muestra a un Waleffe contento de regresar a tierras europeas y con una percepción profundamente eurocéntrica y nos recuerda a la conclusión que nos da el diplomático Pellet cuando termina sus anotaciones sobre Guatemala:

Me han sido necesarios seis meses de peregrinaciones laboriosas, tomar siete grandes barcos, aprender español, vivir con negros, mosquitos y hoteleros, estropearme el estómago por veinte cocinas bárbaras e interrogar dos o tres centenas de hombres para llegar a esta constatación que América alcanza el nivel de Europa, incluso… ¡oigan bien!… incluso desde el punto de vista pintoresco. Ni las selvas exuberantes de Costa Rica, ni las avenidas de orquídeas de Jamaica, ni las cimas nevadas del Popocatepetl no alcanzan, por ejemplo, este simple valle de las orillas del Loira que remonta mi tren de Saint-Nazaire a París....En el tren que me lleva de mi transatlántico a París, he saboreado mejor la dulzura del cielo de Francia y el encanto de los paisajes de Europa que no saborea la burguesía sedentaria que nunca ha dejado los climas temperados...La naturaleza tropical es brutal como una negra desnuda...Esta superioridad de Europa sobre los Trópicos, desde el punto de vista estético y el aspecto culinario, la mayoría de los americanos no la admiten. (1909: 290-292)

Del conde Maurice de Périgny abordaremos su obra titulada: Les cinq Républiques de l’Amérique centrale (Périgny, s/f). Este trabajo forma parte de un importante número de publicaciones del autor. Taladoire apunta que entre 1906 y 1929 Périgny publica, sin relación con la arqueología, al menos 26 textos, 8 libros de los cuales 3 obras generales sobre México y América Central y, entre los otros textos, 13 artículos van sobre temas relativos al mundo mexicano o centroamericano en diferentes dominios: geografía, política, turismo (Taladoire, 1995: 241). El Journal de la Société des Américanistes en 1913 comenta sobre este título:

En la nueva obra que el agrega a la colección de “Pays modernes” el señor M. de Périgny nos ofrece un cuadro de la situación actual de América Central; cuadro que ha documentado muy bien con la ayuda de informaciones recopiladas sobre el propio terreno, durante sus últimos viaje a estas regiones.

Una breve exposición histórica precedida de una breve ojeada de conjunto sobre la situación general de las cinco repúblicas sirve de prefacio al volumen: luego, un tipo de monografía agrícola, comercial, industrial y financiera está consagrada a cada una de ellas...

M. de Périgny deplora, con mucha razón, el poco interés que Francia parece tomar por América Central. (Anónimo, 1913: 286)

Dicha “monografía”, según Miguel Ángel Quesada, fue publicada en 1912 (2001: 571, 808). El documento mismo no refiere la fecha de publicación; sin embargo, el libro ofrece datos de febrero de 1911 y previsiones para julio 1911 (Périgny, s/f: 75-76). Por ejemplo, una revista científica norteamericana de 1912 lo califica como un “cuidadoso informe de las condiciones industriales, comerciales y financieras de estas repúblicas” y lo fecha en 1911 (Anónimo, 1912c: 142). La preocupación fundamental de la obra de Périgny es esencialmente económico-financiera. Sin duda, en esos mismos años salieron publicados en diversas revistas una serie de documentos –algunos de los cuales serán integrados en la obra de la que nos ocupamos ahora- sobre Centroamérica. Por ejemplo, uno de ellos se centra en las vías de comunicación en estos países (Périgny, 1911b).58 Como subraya el autor en uno de estos artículos:

Las cinco repúblicas de América Central, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, son todavía insuficientemente conocidas en Francia. Algunas notas rápidas, emitidas por viajeros muy apresurados, o incluso informaciones de segunda mano, han acreditado entre nosotros numerosos errores sobre estas ricas regiones. (1911a: 297)59

El libro hace hincapié primeramente en la situación general y nos transmite la idea del desinterés de Francia por estos países, la importante actividad de alemanes y norteamericanos, la mala situación del comercio general en la relación con Francia, la inexacta organización del servicio consular francés para finalizar con una reseña sobre la historia desde la conquista española. Para Périgny, se trata de una serie de países que en Francia:

... descuidamos completamente, que parecen incluso quererse ignorar. Nos preocupamos poco de conocer de éstos el estado exacto, los recursos, así como las salidas que pueden presentar para los capitales apilados en nuestro país. (s/f: 4-5)

La obra continua con el estudio país por país: Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador. De cada estado centroamericano se trata de dar una explicación histórica, la realidad política, militar y de la instrucción pública, la descripción de regiones, puertos, ciudades, medios de transporte y los recursos económicos (agricultura –café, banano, cacao, índigo-, ganadería y minería) y la situación financiera y comercial (importaciones y exportaciones) de cada uno. Una penúltima parte de la obra se avoca a estudiar la repercusión de la apertura del canal de Panamá, la Corte de Justicia centroamericana, las dificultades de una posible unión centroamericana, la inmigración, las tarifas de ferrocarriles y el porvenir económico. Un último capítulo nos da las tarifas de flete por país. A pesar de los puntos débiles que constata Périgny en esta región como el clima o los hábitos como el “mañanismo de los habitantes, esa facilidad de dejar todo para mañana,” (s/f: 247)60 la visión de futuro es que cuando:

... estas cinco repúblicas de América Central se decidan finalmente a entrar en un vía de tranquilidad, orden y trabajo, alcanzarán rápidamente un alto grado de prosperidad justificada por su situación privilegiada. (s/f: 252)

Sin embargo, el interés por las repúblicas centroamericanas y, muy en particular por Costa Rica, se puede observar en su obra La République de Costa Rica: son avenir économique et le canal de Panama de 1918 (Périgny, 1918). Dicha obra fue escrita según su autor entre 1913 y 1914, “tras un viaje de varios meses en el cual hemos escrupulosamente recorrido todo el país “ y para “responder a la solicitud del Comité France-Amérique deseoso de no aplazar más la aparición de este trabajo encaminado a hacer conocer mejor en Francia esta república de América Latina” (1918: 1).

La obra formaba parte de la “Bibliothèque France-Amérique” que reunía obras sobre Canadá, Estados Unidos, Chile, Argentina y sus relaciones con Europa. Esta biblio Comité France-Amérique se forma bajo la presidencia de Gabriel Hanotaux (Anónimo, 1932: 534). Según L. Abrams and D. J Miller, dicho comité fue constituído de acuerdo a las palabras de Hanotaux para defender y expander los intereses franceses en un área del mundo en la que los otros comités nos estaban implicados. Además estos investigadores considera que esta organización estaba consagrada a un “imperialismo indirecto”. Hanotaux enfatizaba en la intención no era colonialista sino más bien el aumento de las relaciones culturales, de la influencia política y económica particularmente en América Latina (Abrams y Miller, 1976: 687).61 Los miembros de este comité eran embajadores, directores de diarios y revistas famosas e incluso miembros del parti colonial. Fernand Faure, miembro de France-Amérique era director de la Revue Politique et Parlementaire y Paul Labbé, miembro de varios comités era editor jefe del Bulletin de Géographie Commerciale de Paris (Abrams y Miller, 1976: 706, 711, 713-717).

Es evidente que los textos producidos surgen en el contexto de un ambiente donde Francia está preocupada por su situación interna y busca alternativas de revitalizacion de su influencia en diversas partes del mundo. Sin embargo, lo que nos interesa en nuestro estudio es esencialmente la mirada de las sociedades centroamericanas y en específico de sus “razas”.

 

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II. Representando Guatemala y Costa Rica62

a) Viajeros y representaciones
Nuestro trabajo se enmarca en esa “historia de las representaciones” que se interesa –según Alain Corbin- “a las representaciones que un individuo o un grupo se hace del mundo, de un eventual allende, de la sociedad, de sí mismo y del otro” (Offenstadt, 2004: 96). El viajero proyecta el imaginario colectivo que le pertenece sobre las regiones o la gente que descubre o encuentra y tras la observación realizada se apropia de dichas realidades a su manera. Detrás de las descripciones se esconden los viajeros hay una multitud de referencias y representaciones pre-existentes que condicionan su mirada del viajero (Gannier, 2001: 28). Nos encontramos entonces en el dominio de las representaciones sociales.

Fischer nos dice que “la representación social es la construcción social de un saber elaborado a través de los valores y creencias compartidas por un grupo social concerniente a diferentes objetos (personas, eventos, categorías sociales) y que da lugar a una visión común de las cosas y que se manifiesta en el curso de las interacciones sociales.” Se trata de un proceso de transformación social de una realidad social de un objeto de conocimiento, un proceso relacional de remodelaje de la realidad y un trabajo de naturalización de la realidad social (Fischer, 1996: 126-127). Denise Jodelet considera que la representación social se diferencia de objetos parciales como las opiniones, actitudes, estereotipos e imágenes (1998: 365).

Es evidente que los viajeros colaboran en la construcción de representaciones. Para François de Medeiros, la historia de las representaciones puede aclarar las relaciones de fuerza entre las culturas, pues la imágenes mentales experimentan una larga gestación en las mentes y son dotadas de una gran fuerza de inercia (1985: 268). De tal forma, lo que nos interesa es saber cuál es la mirada de estos viajeros-autores transmiten en sus textos sobre Guatemala y Costa Rica. En particular, cuál es la mirada étnica de sus poblaciones.

Por otro lado, Odile Gannier considera que el desfase entre la representación colectiva y la relación individual varía según los conocimientos de la época, del número de viajeros precedentes sobre el terreno, según la abundancia de la literatura disponible sobre el tema, según la preparación anterior al viaje así como la amplitud de las mentalidades, el gusto y el sentido de la observación, entre otros aspectos (Gannier, 2001: 28). También tenemos que tener en cuenta que la llamada literatura de viaje propone en el marco de una escritura subjetiva, a menudo posterior al regreso, el informe de un viaje presentado en principio como real. Se trata muchas veces de memorias que han supuesto una cierta maduración, generalmente trabajadas de nuevo (2001: 5 y 39). ¿Qué pudo haber nutrido sus representaciones de Centroamérica? ¿Qué habían leído nuestros autores antes de viajar? ¿Qué conocían de las regiones visitadas? ¿A su regreso de los viajes se informaron más sobre las regiones visitas? ¿Mantuvieron contacto con los países? Precisarlo con exactitud es difícil. Existía, de hecho, una gran cantidad de trabajos escritos sobre la región anteriones a la época de sus producciones.63 De algunos de estos autores sabemos que pasaron años en relaciones estrechas con las sociedades enunciadas, con hombres de negocios, con políticos y con intelectuales y fueron construyendo poco a poco sus trabajos para luego publicarlos en la forma de guías informativas o casi de memorias mezcladas con pasajes vividos: por ejemplo, Pector y Périgny. De otros sabemos menos. Por ejemplo, Saillard cita en su relato a Dollfus y Morelet, “sabios franceses, que hicieron un estudio del país [Guatemala]” y a Morelet “del Instituto, en 1850, en el viaje que emprendió en el centro de América” (Saillard, 1904: 280 y 285).

Sobre la literatura que pudo haber servido una marco de referencia y sobre las representaciones existentes para estos autores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, algo nos permite conocer el trabajo de Ledford-Miller sobre la evolución de la visión de la sociedad guatemalteca y, en particular del indígena, durante la segunda mitad del siglo XIX en tres autores franceses (Ledford-Miller, 2002). Es claro que las lecturas de otros viajeros van tener un peso significativo y eso va a ser evidente entre los mismos autores que trabajamos –como lo veremos- en los textos que estudiamos. A veces las ideas se repiten, incluso de manera casi exacta. Sin embargo, nuestro propósito aquí es comparar la mirada de “razas” que transmiten estos europeos sobre Guatemala y Costa Rica durante un corto período y entre autores de diversos medios e intereses.

b) Itinerarios en Costa Rica y Guatemala
Sobre el itinerario de estos hombres por Guatemala y Costa Rica podemos decir que el recorrido es variado. Lambert de Sainte-Croix como hemos indicado había empezado su recorrido por México y América Central en Veracruz en octubre de 1895. Llega a Guatemala al puerto de San José y visita diferentes sitios como la ciudad de Guatemala, Antigua, Quetzaltenango y en Costa Rica llega a Limón y visita esencialmente San José. El viaje por estos países según las fechas que provee en su relato debió haber ocurrido entre abril y julio de 1896 (Lambert de Sainte-Croix, 1897: 183, 190, 205, 207, 209, 219, 228, 234, 287). Sobre este viaje nos dice una revista francesa:

El señor Lambert de Sainte-Croix no se ha limitado a visitar México, cuando uno está en viaje tan lejos uno quiere ver la mayoría de países posible ¿no es cierto? También las diversas repúblicas de América Central han sido igualmente el objeto de sus investigaciones. He aquí cómo él resume sus impresiones de estas regiones: “El Salvador es un país soberbio, como lo es Guatemala y Nicaragua, pero yo doy la palma sin vacilar a Costa Rica, que es el más fértil y el más rico de todos. Encerrando apenas trescientos mil habitantes, está prodigiosamente cultivado y todo crece con una abundancia que recuerda la tierra prometida de los antiguos; la agricultura le daría aún más si hubiera más población. Advertencia a los que –provistos de algún capital– piensan en emigrar. (M. LR. 1897: 454)

Marcellin Pellet empieza su relato en el puerto de San José en el Pacífico guatemalteco y recorre diversas regiones y en particular la capital. No sabemos el tiempo transcurrido en su recorrido, ni si su narración es la reunión de varios viajes. No debemos olvidar que Pellet funge como diplomático en los últimos años del siglo XIX en Guatemala. Igualmente Saillard entra por el puerto de San José a Guatemala y con respecto a Costa Rica este francés desembarca en el puerto de Puntarenas en el pacífico y sale de país por Puerto Limón en el Atlántico (1906: 530 y 538). De igual manera, Saillard debió vivir algún tiempo en Guatemala ocupando funciones diplomáticas.

De Désiré Pector no tenemos claro su recorrido, según Levasseur en el prefacio de la obra: “Conoce a fondo los países en los cuales ha vivido varios años y sus habitantes con los cuales mantiene constantes relaciones” (1908?: vii). Por último, según nos indica Maurice de Waleffe, él deja Panamá con dirección a Limón y “para asistir a las grandes fiestas que van a marcar la inauguración de esta Corte suprema en la capital de Costa Rica” (1909: 121; Quesada, 2001: 543). Sale de Costa Rica también por el mismo puerto. Este viajero no dice: “pasé un mes Panamá, un mes en Costa Rica” (Waleffe, 1909: 158).

Ya hemos seguido antes un poco el recorrido que hace Périgny en Yucatán y Guatemala. No sabemos exactamente si realizó otro viajes por Guatemala en otras ocasiones. El conde de Périgny habla de su llegada a Puerto Limón a fines de agosto de 1909 (s/f: 43) y en cuanto a Guatemala su descripción tiene como punto de partida Puerto Barrios en el Caribe. En Costa Rica, Périgny se ve acompañado para visitar ciudades del valle central como Heredia y Alajuela por Roberto Brenes Mesén, en ese entonces Sub-Secretario de Instrucción Pública (s/f: 56-57). La Sociedad de Geografía Comercial de París publica en su buletín mensual de enero de 1910 una carta de Périgny de Costa Rica esencialmente dirigida a subrayar las importaciones y exportaciones del país (1910b: 39-40). Ese mismo año pero en el mes octubre el señor Aspe-Fleurimont, vice-presidente de la Sociedad de Geografía Comercial, presenta en la sesión general mensual, y en la presencia del ministro plenipotenciario de Costa Rica en París, el señor Fernández Guardia y diversos miembros una conferencia sobre su estancia en Costa Rica. Entre las notas que resumen dicha conferencia tenemos:

el retraza la historia de su fundación, la calma profunda de la que ella goza desde hace mucho tiempo a diferencia de las repúblicas vecinas, describe las costas y los puertos dando interesante detalles sobre el comercio de bananos y la línea férrea que une el puerto de Limón a San José, la capital. Se llega así a la alta planicie cuyas diversas proyecciones muestran el aspecto pitoresco: ahí se eleva San José del cual el conferencista presenta una agradable descripción: insiste especialmente en los numerosos establecimientos de enseñanza como en los diversos monumentos...Périgny termina resumiendo los caracteres del clima y de los recursos agrícolas de la república de Costa Rica....El señor presidente agradece al conferencista que haya hecho conocer tan bien un pequeño país del cual no se ha hablado a menudo en la Sociedad Geografía Comercial. (Anónimo 1910b: 677-678.)64

La misma Sociedad de Geografía Comercial de París presentará en su boletín de noviembre de 1910 la comunicación de Périgny con el título de “Les pays, ses habitants et ses ressources” (Périgny, 1910a). En el mes de enero de 1911, en una sesión de la Sociedad de Geografía Comercial de Nantes, presidida por el coronel Lemoine, vice-presidente de la sociedad, Périgny realizará la misma conferencia que en París (Anónimo, 1911a). Périgny muestra un interés particular por Costa Rica. Tenemos datos que a fines de febrero de 1913, Périgny llega a Costa Rica por tercera vez y encargado de una misión especial del Ministerio de Instrucción Pública de Francia, por la Sociedad de Geografía de París y por el “comité France-Amérique” y que sus trabajos eran estimulados por el gobierno de Costa Rica. El itinerario planteado era la visita primero de la región de los Guatusos, luego la capital y, posteriormente la región de Golfo Dulce (P. R., 1913: 315).65

c) Similitudes y diferencias fundamentales
Sin querer postegar aún más nuestro análisis sobre la visión de la sociedad guatemalteca y costarricense, queremos apuntar algunas líneas generales sobre las comparaciones y diferenciaciones que se hacen de ambas sociedades. Casi todos los textos concuerdan con la riqueza natural en fauna y flora de estos dos países. Costa Rica es vista por Waleffe como una “Républica de Aves” (1909: 131). Saillard considera que es un tipo de “Edén de verdor” (1906: 534) y que es la “Suiza de América Central, a causa del aspecto pintoresco que presentan sus montañas” (1906: 533). Para Waleffe “Costa Rica que es un de los más bellos países del mundo, y Guatemala, no menos espléndido” (1909: 165). Otro aspecto cotidiano que asimilan los viajeros tanto en Costa Rica como en Guatemala era la costumbre muy observada de parte de los varones de hacerse al lado de la calle para dejar pasar a las mujeres incluso si estas eran campesinas o indígenas (Périgny, s/f: 47; Saillard, 1906: 282).

En los textos se dan diferentes versiones sobre una misma ciudad, especialmente en lo que se refiere a las ciudades capitales, pero también los autores marcan las diferencias entre Guatemala y Costa Rica, por ejemplo, Saillard nos dice que de las calles de San José son “bastante animadas,” mientras que de Guatemala nos dice que “uno se creería en una ciudad muerta” (1904: 536). Ya Sainte-Croix señalaba que la ciudad de Guatemala no era “muy animada, salvo en los alrededores del mercado y los días de fiesta” (Lambert, 1897: 196).

Sin embargo, una de las comparaciones más evidentes que se pueden establecer es la diferencia entre el carácter político de ambos países. Lambert de Sainte-Croix decía: “El Salvador es un país soberbio, como lo es Guatemala y Nicaragua, pero yo doy la palma sin vacilar a Costa Rica, que es el más fértil y el más rico de todos” (1897: 263). Los viajeros ven en Costa Rica una república modelo como es el caso de Saillard que nos dice: “Costa Rica es la mejor fundida en un cuerpo de nación. Por varios motivos, Costa Rica es el modelo de las repúblicas de América Central” (1906: 530). Para Waleffe se trata de un país “que está en paz desde hace 25 años, lo que los periódicos llaman ahí una paz inmemorable” (1909: 159) y que puede considerarse como “la más apacible, la más iluminada y par consecuencia la más sólida de las cinco repúblicas” (ibid.). El afán es diferenciarla de los otros Estados centroamericanos. Saillard observa que:

Las revoluciones en Costa Rica son escasas y no revisten el carácter odioso que vuelve el recuerdo tan difícil de borrar en las otras repúblicas hispanoamericanas...Desde hace veinte años no tenemos remembranza de guerra civil...Un viento de paz y trabajo sopla sobre este pequeño país. (1906: 539)

Lambert de Sainte-Croix nos menciona que el presidente de Costa Rica era “imposible de distinguirlo del común de los mortales, no tiene nunca una escolta, va a pie casi siempre, sin edecán” (1897: 26). Saillard también menciona como el presidente de Costa Rica, Iglesias es un “trabajador encarnizado” (1906: 530). Entre tanto Périgny que señala su llegada a Puerto Limón a fines de agosto de 1909 en medio de las elecciones presidenciales que serán ganadas por Ricardo Jiménez, nos habla que se desarrollaban en una “gran calma, con una perfecta regularidad” y que gracias a los esfuerzos personales de Cleto González Víquez la ley fue respetada. En este el conde ve que “Costa Rica ha dado un bello ejemplo de dignidad cívica, mientras que su gobierno, por su absoluta imparcialidad, daba un altiva lección de liberalismo” (s/f: 43-44). Para Périgny –en la misma perspectiva de Saillard y Waleffe–, “la pequeña república, favorecida por lo demás por su situación extrema, supo siempre evitar la guerras fratricidas...desde hace cuarenta años, la paz no ha sido perturbada por ninguna de esas revolucioones que, periódicamente vienen a trastornar a todas estas repúblicas americo-latinas” (s/f: 39). En sus conferencias en París y Nantes, que serán las versiones anteriores al texto que Périgny publica más tarde en su libro, ya se había señalado:

Cuando uno habla en Francia de América Central, se nos responde enseguida: “Revoluciones, trópicos”, como si estas palabras pronunciadas en un tono perentorio y que no resumen objeciones ni exactas, ni absolutas, fueran argumentos suficientes para evitar todo debate y no ocuparse en absoluto de estos países.

Hoy hablando solamente de la pequeña república de Costa Rica, –que tiene del resto un lugar aparte entre los cinco pequeños Estados que forman Centroamérica–, vamos a ver cuánto esta actitud es a la vez injustificada con respecto a ella y cuanto es deplorable para nuestro interés. (Anónimo, 1911a)

Se trataba en la historia costarricense de un periodo donde nos encontramos el paso de los liberales de estilo autoritario personificados por Joaquín Rodríguez (1890-1894) y Rafael Iglesias Castro (1894-1902) a una época caracterizada por la constitución de prácticas electorales estables, con espacios institucionales más amplios, la expasión del sufragio y una paulatina apertura democrática que comenzó con Asención Esquivel (1902-1906) y en el fueron prominentes las figuras del “Olimpo”: Cleto González Víquez (1906-1910) y Ricardo Jiménez Oreamuno (1910-1914) (Molina, 2005: 43, 45, 59 y 200). Waleffe nos dice con respecto a Costa Rica:

La más pequeña pero la más sensata de las cinco repúblicas, Costa Rica, ha propuesto a sus hermanas iracundas instituir un Tribunal familiar. (1909: 42)

El tribunal familiar era la Corte de Arbitraje de Centroamérica que buscaba resolver los diversos problemas políticos centroamericanos y en el Waleffe no creía pues esencialmente veía en las otras repúblicas centroamericanas un terreno “déspotas centroamericanos” (1909: 145). Los viajeros en lo concerniente a Guatemala se refieren a Rafael Carreras pero especialmente a Justo Rufino Barrios, Reina Barrios y Estrada Cabrera. Recordemos que estos liberales son los más significativos ejemplos del despotismo en Guatemala entre fines del siglo XIX y principios del XX. Del dictador Justo Rufino Barrios (1873-1885), Waleffe nos dice que se quedará como “el prototipo de dictador americano, de una valentía extraordinaria y de una ambición napoléonica, pero brutal, lujurioso, y rápidamente feroz” (1909: 151). Con respecto al sobrino de Rufino Barrios, José María Reina Barrios. Pellet lama a Reina Barrios “un indio megalómano” (1903: 148), mientras que Waleffe nos habla de un Barrios “pobre mestizo indio que murió presidente de Guatemala” (1909: 147). Reina Barrios había llegado al poder en 1892, había utilizado el presupuesto especialmente para el embellecimiento de la ciudad, a mediados de 1897 disuelve la Asamblea Legislativa y convoca a elecciones de un Congreso Constituyente que le acuerdan prolongar su periodo de cuatro años hasta 1902; sin embargo, este gobernante muere asesinado en febrero de 1898 a manos de un individuo de apellido Zollinger.66 Lambert de Sainte Croix nos decía que en fecha 29 de abril de 1896 y antes de salir de Guatemala a Quezaltenango había obtenido una audiencia con el Presidente: “Es un espíritu fino y cultivado, habla inglés y francés con cierta facilidad y claridad” (1897: 208). Para este viajero a diferencias de los posteriores el “país...es tranquilo, y las revoluciones son casi imposibles” (1897: 205).67

Finalmente, tenemos en el cuadro guatemalteco a Manuel Estrada Cabrera que gobierna de 1898 a 1920 haciéndose reelegir en tres ocasiones (1904, 1910 y 1916). Del famoso “El Señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, Saillard nos dice: “Los ojos rasgados oblicuos, la tez aceitunada, un par de guantes muy blancos en las manos...personifica la raza mestiza de su país, (1904: 287)68 mientras que Waleffe lo cataloga como un “tirano.” (1909: 150).

Si estos viajeros catalogaban a los dirigentes de estos países en tales términos, nuestro interés primordial es saber cuál es la visión que tienen de las poblaciones en general.

d) Asuntos de raza en la miradas de Francia
Para empezar, podemos apuntas la imagen general que nos da Maurice de Waleffe sobre América Central. La tilda de: “La raza es batalladora, desciendiente de la mezcla de dos sangres hirvientes, la de los viejos conquistadores y la de los pueblos indios” (1909: 141). Por la naturaleza primera del trabajo de Désiré Pector, la sociedad y sus rasgos no son una prioridad. Sin embargo, nos da una gran cantidad de datos generales sobre las ciudades, villas y pueblos de Centroamérica y sus habitantes, a veces apuntando el número de indígenas e incluso sobre los grupos de inmigrantes (1908?: 41-41; 291-293). No obstante, establece las diferencias entre dos grupos principales en Centroamérica, los “indios” y los “mestizos”. Sobre los indígenas la idea global de Pector es la siguiente:

Dejando de lado la cuestión científica de las razas autóctonas de Centroamérica, tratada por H. H. Bancroft, Otto Stoll, Eduard Seler, yo mismo y muchos otros, me contentaré diciendo que los dos principales grupos étnicos indígenas de Centroamérica son los Nahua y los Maya. Sobre la cifra aproximativa de 1.700.000 Indios, Guatemala cuenta por sí solo 1.091.519 en el censo de 1904. Podríamos localizar restos de la raza Nahuatl de civilización más elevada en la costa del Pacífico, y de raza maya más bien en la costa Atlántica. Estos indígenas en general son pacíficos, de carácter suave, agricultores, comerciantes, ordenados e industriosos. (1908?: 50)69

Con respecto a los mestizos, Pector observa:

La mayoría de las estadíticas centroamericanas confunden bajo la misma rubrica “Ladinos” los mestizos y los criollos blancos. Ya que que algunas veces hay un matiz tan infinitesimal de piel entre los blancos y las sangres mezcladas que es difícil de hacer la diferencia. Estos “’Ladinos” son muy inteligentes y todos se asimilan fácilmente a los progresos modernos, tanto en el comercio, la agricultura, la industria como en las ciencias, las artes, la política. En cuanto al tipo latino-centroamericano es generalmente bello, especialmente el de la mujer. Los rasgos de ésta, que ha retenido la gracia de la española, están impresos de una dulzura envolvente que se armoniza con el clima delicioso, el encanto de la naturaleza y también la facilidad de vida en estas comarcas. El pueblo es, en general, muy hospitalario y generoso en toda América Central; pero se observan matices de caracter muy ligeros entre los habitantes de los cinco Estados, según los que residan en la cumbre de las montañas del interior (carácter reservado, serio, un poco frío); o en la costa (carácter festivo, alegre, entusiasta); o según su descendencia originaria (nietos de los conquistadores de tal o tal provincia española, Castilla, Galicia, Andalucía, Cataluña). (1908?: 50-51)70

En 1925, Désiré Pector divide las razas en los “grandes istmos americanos” de la siguiente manera: primero los “indios puros o casi”, “últimos vestigios esporádicos de las razas precolombinas”; segundo los ladinos o “mestizos de blancos e indios o blancos y ladinas blancas” y mulatos o “mestizos de blanco y de negra”, tercero los blancos o “criollos, descendientes de españoles de conquista o inmigrados después de ésta, o extranjeros”; cuarto los negros, de Jamaica y zambos “mestizo de negro e indios”; quinto los “caribes”, de las Antillas y en sexto lugar los asiáticos “chinos, sirios y armenios” (1925: 40-41).71 La sociedad centroamericana, como las otras sociedades latinoamericanas habían sido herederas de la sociedad colonial donde en medio de la “República de Indios” y la “Républica de españoles” fue surgiendo un grupo intermedio de “castas”: mestizos y zambos. Se fue formando un grupo informal que podía incluir esclavos libertos y español venidos a mal y que el mundo de los “ladino”. Ese término era el utilizado especialmente en Centroamérica (Soto Quirós, 2006b). Sin duda, esos “ladinos” poco a poco fueron ganado su espacio en la sociedad colonial y particularmente en el período posterior a la Independencia. Luego, grupos de otras latitudes se fueron sumando a los grupos originarios de la época colonial.

De tal manera, la Centroamérica que los viajeros de fines del siglo XIX y XX retrataban se vería marcada por esta evidente realidad. Sin embargo, como lo deja ver Pector, el “caracter” como los “orígenes” marcaban diferencias no sólo si seguimos los pisos altitudinales sino también de un país a otro. En tal sentido, nuestro comenzaremos a repasar cuál era la visión de estos autores sobre Guatemala, para luego pasar al estudio de Costa Rica.

 

Guatemala

Fuente: Périgny, D. Les cinq républiques de l’Amérique Centrale,, p. 97

e) Guatemala: indígenas, exotismo y colorido
Sobre la población general de Guatemala. Lambert de Sainte-Croix nos decía que la población “es de 1,400,000 habitantes; en el norte hay todavía tribus indígenas salvajes independientes que viven de la caza y de la pesca sin cometer depredaciones” (1897: 392). Saillard da la cifra de un millón y medio de habitantes (1904: 312). Marcellin Pellet nos hace un recuento general sobre los habitantes de Guatemala cuando apunta que:

cuenta un millón y medio de habitantes ... Esta población esta muy desigualmente repartida y varía según los departamentos ... El país se divide en tres zonas: la costa o tierras calientes, las tierras temperadas y los altos o tierras frías. En tiempos de Fernando Cortés, cuando su teniente Alvarado hizo la conquista, Guatemala estaba habitada por los indios mayas y quichés y había alcanzado un grado bastante alto de civilización. Se encuentran, en medio de las selvas vírgenes que reconquistaron la tierra sobre el hombre, ruinas tan considerable como las de Palenque, especialmente en Tikal, en Quiriguá, abajo del lago de Izabal, y en Copán, cerca de la frontera de Honduras. Los restos de los templos y monolitos esculpidos dan un alta idea de las pueblos que les habían edificado. Los blancos de raza absolutamente pura son hoy bastante escasos, 50 000 a lo sumo. Se cuentan 950 000 indios y 500 000 mestizos o ladinos, comprendidos los zambos, mezcla de sangre negra y sangre amarilla. (1903: 179)72

Entonces, vemos la división clara entre la población guatemalteca: “blancos”, “ladinos” y una gran mayoría de indígenas. En cuanto a la ciudad de Guatemala, la imagen de conjunto de Pellet es tajantemente despectiva: “Una población harapienta, compuesta casi enteramente de indios y de Ladinos o mestizos, hormiguea por todos lados y le disputa el lugar a los perros sarnosos” (1903: 142)73 Pero, ¿cuál era la visión de cada unos de los componentes de esa sociedad? Empezaremos por dar cuenta de las representaciones que tienen los autores de la sociedad “blanca”.

En general, sobre el guatemalteco, Lambert de Sainte-Croix pensaba que su carácter era “ante todo la franqueza: es hospitalario, amable, pero con poco gusto por el trabajo” (1897: 204). Evidentemente, cuando se refería al “guatemalteco” nos llamaba la atención sobre la gente rica que amaba el teatro, el vino, el juego, las mujeres y el lujo. Saillard se refería a esos “blancos” de la siguiente manera:

En lo alto de la escala social o al menos con las pretenciones de ser los más dignos para acceder a las funciones más elevadas, se encuentran los descendientes de las familias españolas. Deposeídos de toda influencia política e incluso de sus riquezas por los mestizos, forman una casta aparte. (1904: 312)

Para Saillard hay una diferencia clara entre los individuos de origen esencialmente español y los mestizos. Sobre las “bellezas guatemaltecas de ‘sangre azul’ o de origen castellano” (1904: 303), Saillard apunta:

Las mujeres, en Guatemala, son a menudo agradables; su belleza consiste en sus ojos negros alargados, en sus cabellos muy largos, sedosos y muy bien peinados.

Si los rostros femeninos son bellos, el cuerpo carece a menudo de amplitud. Las damas de la sociedad no se ocupan que de sus hijos, también su conversación es insignificante....Parecidas a las flores de este suelo poético, las jóvenes chicas, de largos ojos negros, marcados levemente en la extremidad, a los abundantes cabellos de ébano, que se extienden de manera flexible sobre los hombros a la hora del baño, gozan de una libertad muy relativa...El bordado, el piano y el canto las ocupan a veces. Entre las mujeres del Sur, el apego a la familia es muy grande. Las vemos a menudo, a través de las rejas de sus ventanas, hablar de amor con sus “novios” prometidos. (Ibid.)

Con respecto a la mujer guatemalteca Lambert de Sainte-Croix había señalado su “piel es muy blanca, el ojo más vivo, las cejas más espesas, el óvalo del rostro más alargado, pero la boca está menos formado y los dientes menos deslumbrantes” (1897: 203). Périgny, años más tarde consideraba que las “Chapinas”, como se llama a las guatemaltecas, son en general graciosas, bastante vivas de espíritu y también un poco maliciosas.” (s/f: 99)74

Lambert ya nos comentaba como las mujeres guatemaltecas de las clases altas viajaban a París de donde se aprovisionaban de vestidos siguiendo la moda parisina y que rivalizaban entre ellas con sus sederías, sus sombreros de pluma e incluso las “mujeres del pueblo” trataban de seguir ese “movimiento de elegancia” vistiéndose con “chales de seda de colores brillantes y muy llamativos, generalmente color rosa o verde chillón” (1897: 197-198). Marcellin Pellet igualmente contaba: “El gran lujo de las ladinas, sobre todo las de las ciudades, consiste en engalanarse de bufandas de seda lisas, de color claro, fabricadas en El Salvador, en Manila y, desde hace algún tiempo, en Alemania” (1903: 181). Una descripción detallada de la mujeres la podemos encontrar en los textos de Sailllard:

Las mujeres en la ciudad llevan todavía la mantilla española, sobre todo en las grandes circunstancias ... Las mujeres caminan con lentitud llena de gracia e indolencia de los criollos. Sus pequeños pies no están calzados que por un minúsculo zapato de satín de color...las familias ricas de las ciudad salen en coche. Las jóvenes muchachas se peinan cuidadosamente la cara de cascarilla y otros polvos ... Es una costumbre para las mujeres de maquillarse, e incluso esas cuya belleza y juventud son una garantía de éxito ceden a esta costumbre general. Es cierto que el clima anemiante y una sangre mezclada de indio y español no da a las mujeres del país una tez de azucena y de rosa, pero los maquillajes extraordinarios, de las cuales abusan, son aún más feos. (1904: 310)

Como observamos, Saillard introduce el componente racial en su descripción al precisar la “sangre mezclada”, pero igualmente nos evoca la costumbre de las mujeres de maquillarse demasiado que parece sorprender a los viajeros. Pellet relataba: “Españolas y sobre todo ladinas, demasiado pintadas quizás, son siempre encantadoras, con un poco menos de joyas que antes” (1903: 148).75 Lambert de Sainte-Croix, entre nuestros autores, ha sido el primero en preocuparse por esta costumbre:

La mujer de Guatemala sería encantadora si la lamentable manía de maquillarse no hubiera venido a estropear la más dulce de las epidermis y volver en lo sucesivo necesaria la crema Simon o el rojo de teatro. Desde la edad de trece años, la muchacha comienza a pintarse y es desconsolador. La mujer, en estos países tropicales, se usa rápidamente, y mientras que en nuestra regiones, a los cuarenta años da todavía ilusión, aquí ya no trata de luchar. (1897: 204)

Aunque para muchos de nuestros autores cuando describen Guatemala la precisión sobre los “ladinos” no es sin duda la prioridad, podemos ver la percepción de Saillard sobre esta población:

Los “Ladinos” o mestizos tiene una sangre muy mezclada en las venas. Ellos son el producto de los orgullosos conquistadores y las bellas indígenas que tomaron como esclavas. La mayoría de esta población es perezosa e imprevisible. Existe bien una juventud estudiosa, que viene de iniciarse en Europa al progreso de nuestra escuelas, pero desafortunadamente el número de estas personas jóvenes es todavía muy limitado. (1904: 312)76

Saillard nos muestra como esos “ladinos” que en el período colonial viven en espacios informales y poco a poco van ganando un espacio, llegaran a formar parte de los grupos de la élite política y económica del país. Sin embargo, en la visión que nos da Pellet –como hemos visto arriba- sobre los “ladinos”, incluya también a los “zambos”. Por ejemplo, cuando describe el recorrido que va del puerto de San José a Escuintla señala:

El calor es tan intolerable que los indios no viven en la costa. Nos encontramos solamente una escasa población de mestizos alojados en ranchos acalados que forman aldeas en el centro de cada gran propiedad. Las mujeres mestizas tienen la costumbre de pasearse con una falda y el torso desnudo, lo que no deja de sorprender a los extranjeros de primera entrada. (1903: 140)

Hemos visto a grandes rasgos cuál es la percepción que se tiene de los grupos “blancos” y de los “ladinos”. Como se ha observado, la utilización de la mujer es el recurso básico que emplean los autores para hacer la descripción de la población. Ahora nos centraremos en la imagen que se desprende de los documentos con respecto a la población que es considerada como la mayoritaria: la indígena.

Lambert de Sainte-Croix había apuntado que el indio guatemalteco era “limpio, tranquilo y de carácter suave; está generalmente vestido con una chaqueta, pantalón, corbata, pero descalzos” (1897: 197). Sin embargo, Saillard, apuntaba lo contrario: “La mayoría de la población, en la ciudad y en toda Guatemala, se compone de indios. De un total de un millón y medio de habitantes, constituyen un millón. Pobres, sucios, ignorantes, se profesa en el país un cierto desprecio hacia ellos” (1904: 311). Es evidente que las percepciones que tengan los viajeros pudieron haber sido afectadas por sus experiencias, por el momento histórico, por la acogida y evidentemente por la apertura de espíritu.

Pero sin duda, las mentalidades de la época se verán especialmente marcada por las teorías y categorizaciones raciales que toman mayor peso desde mediados del siglo XIX. Gannier nos dice que el lazo que une los relatos de viaje de la Antigüedad a los del siglo XX, es “en fin de cuentas la percepción común de una alteridad en el rostro del Desconocido” (2001: 25). Particularmente con respecto a las características físicas de los indígenas, Lambert en su pasaje sobre los indígenas de Quetzaltenango apuntaba que tenían “la tez muy oscura, la pequeña estatura, pero sus ojos son vivos y penetrantes, todo el resto es feo, sobretodo la boca, cuyo labio inferior es muy inflado” (1897: 224). En referencia a las indígenas en el mercado de Antigua el mismo viajero nos dice: “la cara es cobriza, los labios espesos, los cabezos abundantes y negros, pero menos cuidados que en México, como tipo, el natural del país se parece al indio del sur de Estados Unidos, el piel roja” (1897: 216). El Otro debía ser finamente descrito.

Saillard por su parte señala que el “indio de Guatemala recuerda al tipo malayo: ojos rasgados como los chinos, cuerpos flacos, no hay duda que existe un parentesco entre estas dos razas” (1904: 279). Esa insistencia en compararlos con los grupos étnicos asiáticos es transparentemente explicado por Marcellin Pellet:

El parecido de los aborígenes con las razas asiáticas es sorprendente. Los niños parecen bebés japoneses. Es probable que el principal poblamiento de América se hizo por el mar de Bering y las islas aleutianas. Podemos hacer una excepción con los pieles roja, pero las poblaciones autóctonas de México, de Centroamérica y de una gran parte de América meridional parecen venir de Asia central. Ellas han conservado sensiblemente el tipo mongol. (1903: 179)

Recordemos la insistencia en la arqueología del siglo XIX sobre los relaciones de los grupos precolombinos en relacionarlos con las sociedades asiáticas. La referencia a los rasgos fenotípicos típicos va a ser acompañada de imágenes exóticas de las vestimentas que llevan los personajes. El color y el detalle forma parte de esa estrategia de mostrar lo diferente. En su viaje a Quetzaltenango, Lambert de Sainte-Croix decía que “a los naturales de aquí les gustan los colores chillones, los chales de lana multicolores, las blusas muy llenas de ribetes, los rebozos muy recargados; los hombres y la mujeres andan descalzos, pero llevan el guarache y vestidos espesos y calientes, pues hace relativamente frío” (1897: 224). Sin duda, los trajes variaban según la región visitada. Así lo explica muy detalladamente Marcellin Pellet:

El traje de los guatemaltecos es muy variado, lo no sería sorprendente en un país donde la temperatura alcanza 50° en la costa y desciende a alrededor de cero en los altos. En la tierra caliente el traje es por lo demás una superfluidad. Hemos dicho que las mujeres van con el torso completamente desnudo. De 500 a 2 000 metros, los indios de los dos sexos llevan vestidos de algodón. Más arriba, emplean espesas telas de lana. Las mujeres tienen un traje compuesto de tres piezas: una falda, o más bien una larga pieza de algodón abigarrado que ciñe las caderas y cayendo hasta el tobillo; una blusa sin manga o guapil, en gruesa cotonada blanca, bordada ya sea de algodón, ya sea de seda de color; finalmente un ancho cinturón azul que reúne las otras dos prendas. Los campesinos de Palin adoptan una blusa muy corta, escondiendo solamente los senos. Ellas muestran así una banda ancha de piel hasta la cintura y dejando al descubierto su estómago y sus riñones. (1903: 181)

Saillard en su descripción de los indígenas en el tren que va de Escuintla a Guatemala nos da la siguiente descripción:

El tren retoma su curso. Este ferrocarril yanki se compone de vagones de primera clase y de segunda clase. Este último es el más animado. Sobre una sola banca, algunos indios, con pantalones cortos y partidos en la rodillas, el resto del cuerpo recubierto de un abrigo en paño marrón, la cabeza peinada con sombrero de paja, están mezclados con mujeres que se ajustan la cintura con una tela lisa o abigarrada. Una pequeña chaqueta clara modela el busto. Los brazos desnudos y en sus cabellos colocan una pequeña corona de tela o bien ellas llevan dos coletas bien trenzadas; casi todos andan descalzos. (1904: 279)

Sin embargo, en las tierras más altas las ropas son diferentes. Marcellin Pellet nos explica:

El indio de tierras temperadas tiene un calzón corto de algodón blanco, un tipo de pantalón de baño y una chaqueta de lana. En los altos, lleva ropa de lana con pequeños cuadrados, tela tejida en los ranchos. Pero que un indio camine desnudo o vestido, nunca abandona su machete, sable corto que le sirve de arma defensiva y ofensiva, de hacha, de podadera, de escardillo, de cuchillo, etc. Sin machete por otro lado no se sabría abrir camino entre la maleza. (1903: 181)

Uno de los sitios de predilección de los autores para situar a los indígenas guatemaltecos son los mercados. Especialmente se hace la descripción de los mercados de Guatemala y Antigua. Cuando Saillard se ocupa de la ciudad de Guatemala y nos comenta sobre el mercado:

El ojo es impresionado par el centelleo de las sedas variables. Allá, se despachan las telas que sirven a las faldas de las indias. Cada tribu tiene su matiz preferido. Una veces, son cuadrados rectangulares, parecidos al gabán escocés, otras veces rayas longitudinales, rojas o azules. Más lejos, los jarrones, los cepillos se multiplican al infinito. Los niños, las mujeres, los indios circulan a través de las tiendas, se zarandean, caminan, corren, y la vasta nave da la ilusión caravanseralla.

Los olores extraños se escapan de las carnicería más o menos aparroquiadas. Se cocen en braseros platos listos para ser servidos y que son la delicia de los indios: son las “tortillas” o omelettes hecho con pocos huevos y mucha pasta, los bananos asados. (1903: 290)


Lambert de Sainte-Croix había llamado a Antigua “la Versalles de Guatemala” y nos retrata el mercado donde se venden tortillas, carne seca, pescado seco, quesos, huevos, frutas y legumbres y nos dice que las vendedoras indígenas están sentadas en el suelo: “el vestido del hombre es siempre el pantalón blanco y una especie de tosca chaqueta sobre una camisa, y el sombrero de paja no puntiagudo sino redondo. La mujer lleva el enroyado y la camisa larga y bordada; esta parte del traje es muy amplia y ahuecado y deja toda la libertad a los brazos.” (1897: 215-216).77 Pellet hablando de la misma plaza de Antigua señala: “los indios llevan ahí sus bellas frutas de los trópicos y los productos variados de su industria, telas brillantes, bordados, vasijas de barro decoradas, objetos esculpidos en madera o en metal.” (1903: 150). Más de una década después, Périgny nos comenta:

En esta plaza [la Plaza Mayor] que tiene lugar un mercado dos veces por semana. Alrededor del jardín, que ocupa el medio, indios e indias de los alrededores vienen a exponer, bajo grandes parasoles cuadrados hechos de hojas de palmera, legumbres, frutas, sombreros, jarrones de barro, etc. Entre las faldas rojas o azul oscuro de las mujeres, los huipiles rojos o blancos, decorados de bordados, se destacan las largas túnicas negras de los indios de Alotenango, el yabán, cortadas por un cinturón rojo o blanco. (s/f: 113-114)

Otra forma de evocar la impresión de viaje, es sin duda la expresión de movimiento en el relato (Gannier, 2001: 106-110). En el caso de nuestros viajeros-autores y en referencia de los indígenas, la constante es describir su forma de caminar. Lambert de Saint-Croix en su ruta a Antigua, encuentra una multitud de indígenas, en particular mujeres, procedentes de la aldea de Mixco que a van a la ciudad a vender tortilla, legumbres y frutas. Este viajero nos indica que las “indias trotan en la ruta como caballos, es decir, corren con una regularidad perfecta, siempre en grupos de cuatro o cinco, y rasando el suelo con sus pies descalzos que levantan el polvo: llevan en su cabeza en equilibrio una pesada canasta o, más a menudo, un bulto sobre el espinazo, retenido por una banda de tela que pasa sobre el alto del pecho. Es un espectáculo extraordinario ver estas mujeres jóvenes, viejas, bonitas o feas, recorriendo el camino durante cerca de dos horas y media, a un paso de cerca de siete kilómetros por hora. Balanceando los brazos y trotando van alegremente, conversando entre ellas. Incluso en medio de los fuerte calores, ellas conservan este paso; todos los doscientos metro, se meten en cintura, aspiran el aire con toda la fuerza de los pulmones y algunos minuteos después continuan su trote” (1897, 212).

El referente con respecto a estos indígenas que “trotan” procedentes de Mixco, al norte de Guatemala, es una constante. Périgny nos dirá al respecto:

En caballo, la ruta es completamente agradable, animada por el vaivén multicolor de los indios hasta Mixco, posada a media falda de la montaña y que fue fundada por don Pedro de Alvarado a 10 leguas de la antigua fortaleza del mismo nombre. (s/f: 109)

Saillard:

Por todo el camino, se encuentra una multitud de indios que vienen del pueblo de Mixco, que van a vender en la ciudad legumbres y frutas. 16 kilómetros separan Guatemala de este pequeño país y, por una singular costumbre, sobre todo este recorrido, hombres y mujeres trotan en la carretera como caballos.

Los indios no caminan nunca, ellos trotan siempre. El busto muy derecho no se mueve, las manos balanceadas alternativamente les ayudan a avanzar, mientras que descalzos rasan el suelo, levantando el polvo. Ellos se van en sobresaltos, cuatro pasos tranquilos, luego un corto rato de trote, y siempre así, todo recorriendo muy grandes distancias.

Una correa en cuero, que rodea la cabeza, les sirve para sujetar todos las cargas. A menudo, llevan sobre sus hombros una jaula donde apilan los objetos más diversos, hasta aquellos que un autor latino sólo podría nombrar sin ruborizar al lector.

El indio no se queja nunca, incluso cuando parece extenuado de fatiga. En el camino, intercambia a veces con sus camaradas algunas palabras roncas. Incluso llega a reír. Las mujeres como hombres llevan a la ciudad todos los productos del campo; parecen volar sobre el camino polvoriento, y es un espectáculo extraordinario de ver estas indias, viejas y jóvenes, feas y bonitas, recorrer este ruta durante cerca de dos horas y media, con el garbo de un caballo a trote: se creería uno devuelto a la ruta de Maratón, en los tiempos antiguos, cuando los transportes se hacían de esta manera. (1904: 294)

Sin duda, los relatos juegan el juego de la seducción retratando imágenes exóticas. Cuando Périgny retrata la ciudad de Guatemala, retoma también la idea del “trote”:

Las piernas desnudas bajo los pantalones levantados, caminan muy rápido con paso ritmado, un tipo de trote que las mujeres acentúan aún con un movimiento de los riñones y de sus brazos colgantes. Sus cabellos están separados de dos coletas que caen de cada lado del rostro o trenzadas con un cordón rojo y enrollados alrededor de las sienes como una corona; vestidas de un tipo de sobrepelliz que cae de los hombros hasta abajo de la cintura con amplias mangas cortadas corto, bordado de diseños multicolores, el huipil, y el envuelto, una pieza de cotonada azul o roja con cuadros blancos enrollada alrededor de las caderas y ajustada por un cinturón de color, ellas llevan su carga, según su pueblo, sobre la cabeza o en la espalda, envuelta con una toalla anudada en el pecho, mientras que su bebé duerme fajado en un rebozo colgado al costado. (s/f: 100)78

Los textos no sólo retratan los rasgos del indígena, sus vestimentas, su forma de andar, sino que también evocan constantemente la costumbre de los indígenas como instrumentos de carga de mercancías. En el camino que va Antigua, Lambert cruza “indios, verdaderas bestias de carga, que llevan sobre sus espaldas cargas inverosímiles: veo uno que tiene una armario de hielo enorme, amarrado por cuerdas que se reúnen todas en un tipo de correa en cuero de una longitud de unos quince centímetros, un poco abombada, que se adapta exactamente sobre la frente y la cabeza del hombre; él camina encurbado, el peso de la carga repartido sobre los riñones y la cabeza; otro lleva un gran silla envuelta en su funda; otros cajas, barriles, de vino, aves de corral, en una palabra se creería uno transportado a los tiempos de la antiguedad, donde los transportes se realizaban así” (1897: 212). Rodolphe Saillard escribe al respecto que “...los indios se siguen siempre unos detrás de otros, llevando las cargas más variadas, retenidos par una correa que les rodea la cabeza. Las mujeres corren a un paso más rápido que los hombres. A menudo tiene sobre la cabeza un cesto, otras veces, un pañuelo doblado en cuatro, muchas arrastran, por la espalda, enrollado en una bufanda, un niño” (1904: 282). Pellet igualmente repite que se encuentra por las rutas, especialmente cerca de las ciudades, “largas filas de indios, cargados de madera, de carbón, de fruta, de legumbres, vasijas. Están doblados hacia adelante casi en ángulo recto, llevando sobre sus riñones pesadas cargas retenidas por una cuerda que terminan en una larga correa, el mecapal, que les agarra la frente” (1903: 181). Cuando Périgny nos describe la ciudad de Guatemala también nos indica:

Hay animación que la mañana cuando los indios llegan de diferente pueblos, empujando delante de ellos bandas de mulas cargadas de madera y de carbón de tierra, o caminando en fila, silenciosos, sin pensamiento, llevando en sus espaldas, retenidos al frente por una banda de cuero, el metapal, pesada cargas : jarrones de tierra cocida apilados en las redes, cestas llenas de huevos, hamacas y lazos, etc … (s/f: 100)

Vemos como las ideas de unos se repiten los relatos de otros. El mismo conde de Périgny cuando comenta sobre Cobán, también nos retrata el mundo de los “cargadores”.

La pequeña ciudad, a pesar de los 10.000 habitantes que ella encierra, es triste; no hay animación más que los días de fiesta. Los Indios están todo ocupados, ya sea en las plantaciones, ya sea en los diversos pequeños oficios, de los cuales ellos van a llevar los productos hasta Guatemala. Son inteligentes y trabajadores, muy orgullosos de sus tradiciones y conservan celosamente la práctica de su lengua, el Quéchi, del cual se sirven únicamente, incluso cuando saben español.

Muchos se emplean también como cargadores y están acostumbrados a llevar hasta 50 kilogramos durante 6 o 7 leguas por día...Podemos confiarles cualquier tipo de carga...Debo reconocer que estos pobres indios, que estamos bastante acostumbrados a tratar duramente, son excelentes servidores, capaces de una verdadera dedicación, cuando tenemos por ellos las consideraciones que se debe a toda creatura humana. Pude darme cuenta de eso por mí mismo y también durante una estancia que hice donde unos franceses que explotaban una finca de café en los alrededores de Cobán. (s/f: 91-92)79

Sin embargo, esas “consideraciones” casi nunca fueron tomadas para con los grupos indígenas. En Centroamérica el reclutamiento forzoso fue un mecanismo fundamental de obtención de mano de obra. Dos de las modalidades presentes son los “mandamientos” de trabajadores, con intervención dirceta del Estado para reclutarlos coercitivamente y realizar la distribución, y las “habilitaciones” que se caracterizaban por el endeudamiento privado y el recurso a la fuerza para obligar al cumplimiento de la obligación laboral contraída. Dicho reclutamiento a través de la coacción o amenaza de coacción fue típico de Guatemala, donde fue implantada por los liberales. Los “mandamientos” de tipo colonial, que fueron objeto de abolición y restablecimientos en varias ocasiones durante la primera mitad del siglo XIX, cayeron en desuso pero luego cobraron vigencia con la expasión del café.

En noviembre de 1876 se envió una circular a los jefes políticos(gobernadores) departamentales para que los “pueblos indígenas” proporcionaran la mano de obra requerida en las “fincas” pues supuestamente esta medida mejoraría “la situación de los indios, sacándolos del estado de miseria y abyección” en que se hallaban y para habituarlos al trabajo. En abril de 1877, el “Reglamento de Jornaleros” de Barrios que regulaba de manera detalla los procedimientos de reclutar y pagar a los trabajadores temporales destinados al café, garantizó por mucho tiempo el aprovisionamiento de trabajadores y reforzó la base legal de dichos mandamientos. Desde 1893 fueron abolidos otra vez, pero una nueva ley de trabajo rural estableció el trabajo forzado en obras públicas, como “zapadores” sujetos a disciplina militar, para indígenas pobres e iletrados que no tuvieran ningún compromiso laboral por al menos tres meses en fincas de café u otros cultivos. Entre 1897 y 1898 se restablecieron legalmente los mandamientos y se eliminó el sistema de “zapadores”.80

De manera paralela, desde fines del siglo XIX, el sistema de “habilitaciones” fue extendiéndose y con éste se reclutaba a trabajadores indígenas para trabajar sobre todo en la cosecha cafetera, mediante el llamado “peonaje por deudas”. Los “enganchadores” daban anticipios monetarios que cobraban una importante comisión una vez que entregaban a los trabajadores endeudados a la hacienda en el momento oportuno. Con el fin de obligar al cumplimiento de dichas deudas en trabajo, se utilizaba de manera sistemática la amenaza o aplicación de fuerza represiva, con el aval estatal. Los indígenas estaban también sujetos a castigos físicos en las propias haciendas. En 1920 cuando cae Estrada Cabrera se pone fin a la existencia legal de dichos mandamientos, pero se mantuvo el sistema de habilitaciones para trabajadores temporeros, con su respectiva libreta de trabajo. Y no será hasta 1934 en el gobierno de Ubico que se decreta la abolición, a dos años plazo, de las deudas en trabajo. Dichos sistemas aseguraban a los finqueros guatemaltecos una mano de obra estaciones en cantidades adecuadas para la cosecha y con remuneraciones bajas (Samper, 1993: 87). Al respecto del sistema, Marcellin Pellet nos da la siguiente explicación:

También la gran dificultad para los ficheros o plantadores es de encontrar mano de obra. En el centro de cada explotación importante, hay generalmente una pequeña aldehuela (pueblo) habitado por una centena de indios, nacidos en el mismo lugar, a quien el propietario a hechos adelantos que no pueden reembolsar que con trabajo, nunca en dinero, y que son suficientes para efectuar los trabajos agrícolas durante diez meses del año. Pero en el momento de la recolección de café, se necesita mutiplicar en seis el número de trabajadores. Es aquí donde aparece el habilitador o agente de mano de obra, que va a reclutar a algunos trabajadores más o menos voluntarios con los métodos de nuestros antiguos enganchadores, primas, distribución de alcohol, y los alquila enseguida a los propietarios. Los indios están resentidos a muerte con los habilitadores que especulan con su pasión por el aguardiente y en julio de 1898, han asesinado a algunas docenas cerca de Huehuetenango. Es cierto que el finchero (sic: finquero) tiene el recurso supremo de dirigirse a los “jefes políticos” (prefectos) y mediante sobornos estos les envían, si es preciso manu militari, cierto número de sus administrados para trabajar tres o cuatros semanas a razón de 50 a 75 céntimos al día. No es precisamente la trata, pero eso se parece mucho. (1903: 179)81

La explicación ante tal situación de sometimiento tenía que ver para algunos autores con la falta de costumbre de los indígenas con el trabajo. El diplomático Marcellin Pellet señala: “El indio podría producir un cantidad de trabajo consideraba, pero no trabaja que obligado y forzado” (ibid.). Complementa su idea con la siguiente observación:

El horror de los naturales por el trabajo regular es tan grande que los alemanes que habían querido crear plantaciones de café en la provincia de Cobán, en San Pedro Carecha, precisamente por que este pueblo contaba con unos veinte mil habitantes, los tres cuartos de ellos huyeron para no ser expuestos a las requisiciones. Se trato de traer chinos e incluso canacos de las isla Fidji. Estos no pudieron resistir al clima, a la embriaguez y a las enfermedades. Además, estos inmigrados eran también tan refractarios al trabajo como los naturales del país. (1903: 179-180)

Tales condiciones de vida, evidentemente originaban una serie de prejuicios mutuos entre los diferentes grupos sociales. Pellet nos hablaba de que cerca del lago Atitlán, la “población india que vive en sus orillas se muestra muy hostil a los blancos” (1903: 152). Saillard nos explica la situación como una herencia de la época colonial:

Nada caracteriza mejor la influencia de la dominación española en las colonias emancipadas que esta permanencia de un prejuicio de casta, bajo un regimen relativamente liberal....el prejuicio contra los indios se mantiene y lo que es más curioso, existe entre ellos. Se distinguen entre “Indios” y “ladinos”.

Los Indios, que parecen ser tan despreciados, tienen para ellos el número. Pueden echar una espada de Brennus en la balanza y ya lo han probado en más de una ocasión. La política, como la religión, aconseja entonces de ganarlos para desarmarlos. El prejuicio, más fuerte que todas las consideraciones, los condena aún hoy a la servidumbre moral y, de hecho, real; los indios se alquilan a las propiedades por un año, pero las deudas sucesivas los obligan a pasar la mitad de su vida cultivando una tierra que les es completamente extranjera. (1904: 311)

Las situaciones de rechazo, de servidumbre y de explotación explicaban, para algunos de nuestros autores, el abuso del alcohol entre los indígenas. Saillard, nos apunta que los indígenas bebían mucho: “Durante la semana, el indio trabaja pero piensa en el día feriado cuando podrá beber y una vez embriagado, se vuelve literalmente loco” (1904: 294). Lambert de Sainte-Croix en su relato nos decía que los indígenas en Quetzaltenango se “embriagan diariamente con alcohol” y especialmente durante los entierros (1897: 226-227). El alcoholismo era uno de los factores que temían muchos intelectuales eugenistas de aquella época por llevar a la degeneración social y racial en aquella época. Lambert de Sainte-Croix se apena de la vida de los indígenas y explica como.

Pobre gente que toman así su desquite por el estado de bestias de carga al que son reducidos: la embriaguez del domingo es tradicional, y el indio piensa en ello toda la semana, encajanando su paga para darse su único disfrute. Su raza se deforma, se marchita, la escrófula ha alcazado a todos los pequeños, y la mujer no teme contaminar su leche librándose así a este horrorosa costumbre, cosa triste y triste resultado de la civilización. (1897: 227)

Los viajeros veían entre estos indígenas un raza condenada a la deformación, una raza esclavizada. Así como Pellet se lamenta ante el trato que reciben los indígenas, Saillard los expone de manera elocuente:

Pobre raza de esclavos, se puede leer en sus suaves y melancólicos ojos el recuerdo de los sufrimientos soportados durante más de cuatro siglos de historia. A veces los indios y las indias se detienen delante de algunos escaparates y miran, en una muda y ingenua admiración, las muñecas brillantes y las marionetas con trajes centelleantes, imágenes de una civilización que todavía ignoran; luego sin pensar, en silencio, retoman el camino de su aldea, balanceando en la mano la gallina de cuatro reales que no pudieron vender en el mercado. (1904: 282)

Pero no todos los indígenas eran explotados según Pellet. Existía un grupo de los llamados “indios bravo” representados por “unos sesenta locandones” y una población entre Sololá y Quezaltenango llamada “Santa Catarina Naguila”, que era “independiente” y que se trataba más bien de un “Estado en un Estado” y cuya situación podría catalogarse como “única en el mundo”. Un mundo donde no entraban los “blancos” ni “los ladinos” y que pagaban un “immpuesto voluntario...para ser dispensados del servicio militar y para no tener estancos, ventas de aguardiente sometidas al fisco”. (1903: 180-181).82

Sin duda, no sólo los “blancos”, los “ladinos” y los indígenas son mencionados en estos discursos publicados en Francia. Lambert de Sainte-Croix comentaba la importancia de los alemanes en Quetzaltenango, las tiendas de nombres como Rosemberg, Zadyck, Stahl, Krodyck, Laisz, Vienmam y la presencia de “chinos que tienen el monopolio de los vestidos de trabajo, con los cuales ellos proveen a toda la región y contra los cuales incluso los alemanes renunciaron a luchar a causa de los bajos precios” (1897: 223). Cuando Saillard describía el mercado de la ciudad de Guatemala nos comentaba:

Las razas más diversas se codean en este mercado. El indio lleva ahí su provisión de frutas, o simplemente una gallina. Se queda sentados delante de sus mercaderías sin decir un sola palabra para invitar a los transeúntes. A estos les corresponde escoger. El negro, al contrario, se agita en todos los sentidos. El lleva la cargas más diversas, gesticula, gritar. Algunos chinos, suaves y apresurados, también llevan numerosos artículos. Los hijos del Cielo se entienden muy bien con las negras y dan a luz una raza a la cual es difícil atribuir un nombre e incluso un color cualesquiera. (1904: 290)

De las referencias al entorno guatemalteco, se desprende un mundo de colorido, exotismo, explotación y prejuicios donde el grupo más relevante resultaba ser el indígena. El peso del componente indígena en la población guatemalteca pudo haber marcado la mirada de estos visitantes, pero también servía como pretexto para seducir al lector.

 

guatemalan

Fuente: Saillard, R. Souvenirs du Guatémala, p. 277.

 

f) Costa Rica: mundos contrastantes, orden, sobriedad y blancura
El caso costarricense toma otros matices cuando hacemos la lectura de los documentos franceses. Para asistir a las fiestas que van a marcar la inauguración de la Corte Centroamericana de Justicia en San José de Costa Rica, Waleffe sale de Panamá y se embarca en Colón en un barco frutero dirigido por un capitán noruego y donde se encuentra que una cabina que también estaba ocupada por tres chinos (1909: 122-128). A su llegada a Limón, tras pasar la aduana, pagar a los cargadores de sus maletas, pagar el ferrocarril y acomodarse en el vagón que lo dirigirá a San José, nos recrea el ambiente exótico y selvático de las orillas del mar que recorre el ferrocarril y nos sumerge en el cambio dramático que se representa frente a los ojos del viajero en el paso del Atlántico a las tierras altas:

Sin embargo, desde que Costa Rica se convirtiera en el principal proveedor de bananos de Estados Unidos, –al punto que una compañía de barcos fruteros, expresamente creada, ¡transporta un millón de “racimos” al mes! los plantadores americanos han traído algunos negros de Jamaica y les han construido, a lo largo de la vía férrea, casitas de palastro, de donde estos grandes negros de alma infantil ven pasar el tren riendo a carcajadas....Y el pasaje del tren hace acudir pelotones de negritos todos desnudos, con el vientre abultado; chapotean bajo la lluvia tibia, nos sacan la lengua, nos arrojan cáscaras de banano, mientras que sus madres llevan sobre la cabeza canastas con piñas que ellas nos ofrecen con una larga sonrisa. Cuando el tren abandona estas llanuras encantandas para elevarse en la región montañosa donde está edificada la capital del país, dejamos los paisajes de Ceilán para pasar a los del Cáucaso o de Engandin. Es todavía muy hermoso, aunque más familiar al ojo europeo. La vía flanquea los torrentes y los precipios sobre puentes de hierro vertiginosos. Aquí terminan los bananeros y los negros. Allí comienzan las plantaciones de café y la población indígena. (1909: 133)83

El temor de la presencia “yanki” en Costa Rica y, especialmente en el Atlántico es manifiesta en la siguiente descripción:

Las selvas malsanas y casi impracticables de la costa Atlántica estaban por decirlo así abandonadas. El Yanki las ha adquirido en buen precio. Readquirieron la vía férrea, importaron negros de Jamaica, establecieron un servicio directo de barcos fruteros con Nueva Orleans, y el cultivo de banano se ha vuelto un negocio magnífico. Ahora el va comenzar el ataque de las altiplanicies, donde se cultiva el café. (1909: 160-161)

De igual manera que Waleffe, Périgny comenta sobre la importante superficie dedicada al cultivo de bananos en el Atlántico y como las tierras aledañas a la línea del ferrocarril han sido “acaparadas por el gran trust americano, la United Fruit Co, matrona también del ferrocarril”. Así nos esboza sobre los habitantes de esas regiones cuando menciona que “las plantaciones están todas situadas en la Comarca de Limón, en tierras medio pantanosas, poco saludables, y donde sólo resisten los negros venidos de Jamaica” (s/f: 42). Con un impresionante parecido en la descripción encontramos la impresión del conde de Périgny sobre el cambio que se experimenta en el ferrocarril que va del puerto a la capital:

El ferrocarril que enlaza Puerto Limón a San José es largo y cuenta con 166 kilómetros y el trayecto se hace en seis horas. Es uno de lo más bellos recorridos que uno pueda hacer; es comparable al del ferrocarril de Ceilán. Recorremos un rato las orillas del mar, luego penetramos en la selva, y entonces estamos frente al esplendor de una vegetación tropical, el bosquecillo espejo y vivaz de las palmeras de todo tipo, de plantas de hojas anchas y diversas matizadas de rojo y amarillo.

Atravesamos enseguida la región de los bananales, plantados regularmente en largas filas paralelas. Cerca de la estaciones, aparecen pequeñas casas de madera construidas sobre pilotes, cuadradas, con un techo cubierto de hojas de palastro y una plataforma sobre la cual descansan cómodamente los negros que ríen con sus amplias risas estúpidas. Toda la región les pertenece, sólo podemos verlos a ellos y únicamente oímos hablar inglés, y ¡vaya tipo de inglés! (s/f: 44-45)

Como explica Odile Gannier, “simple pasaje, ejerce al mismo tiempo fascinación: ruta determinada, asegura al viajero la posibilidad de alcanzar el objetivo; esta permite al lector de representarse mentalmente el viaje” (2001: 115). La descripción del recorrido del ferrocarril que va de Limón a San José ya había sido también descrito por Lambert de Sainte-Croix que había llegado a Limón en un navío llamado el Derwent y que decía que “el ojo no se fatiga de contemplar este bello paisaje” (1897: 262-263). Las referencias sobre Ceilán se entienden cuando una geografía de la época hace la siguiente evocación: “Costa Rica está en la latitud de Ceilán, y San José en la de Trichinopoli” (Lyde, 1914: 20). Saillard había hecho años antes que Waleffe y Périgny la descripción del recorrido inverso del ferrocarril, partiendo de San José, pasando por Cartago y atravesando una ruta pitoresca y temeraria para llegar a la costa Atlántica:

Después de una ruta accidentada, llegamos a la llanura. A la frescura les continua la humedad de los países tropicales. Los mosquitos y los negros invaden los vagones. “Querida, paseme su abanico”, y es un bella negra que se dirige, también en inglés puro, una solicitud a su vecina, tan negra como ella misma. Es de Jamaica y de las Antillas inglesas que vienen todos estos trabajadores negros. Una compañía americana los contrata por dos años, los lleva en sus propios barcos, y los mantiene en las plantaciones de banano; luego, el contrato terminado, son transportados a su país. En general, estos negros, los más inteligentes y más trabajadores de los que viven en América, logran atesorar un pequeño peculio. (1906: 538)84

Sin duda, lo que ven los viajeros es el importante contraste natural y cultural entre los altiplanos centrales de clima subtropical y con temperaturas frescas y el trópico fulgurante del Caribe centroamericano marcado históricamente por la presencia africana y afrocaribeña creciente, por las influencias imperiales y particularmente de los Estados Unidos (Pérez-Brignoli, 2005). Desde 1870, los afrocaribeños, procedentes en su mayoría de Jamaica, definieron la especificidad de la región atlántica costarricense (Harpelle, 2001: 3-88; Chomsky, 1996). Pero también estos inmigrantes ya se paseaban por las calles josefinas en los primeros años del siglo XX y empezaban a sentar inquietudes (Soto Quirós, 2006a). Lambert de Sainte-Croix, hablando de San José, nos decía que “las negras, que son numerosas aquí, llevan vestidos extremamente chillones.” (1897: 266)85 Saillard nos describe un episodio en el tranvía de San José:

Querida, baja entonces para escoger un sombrero.” –Me doy la vuelta. Es una negra que, en el más puro inlgés, se dirige a una compatriota, y ahí las vemos dirigirse hacia un escaparte brillantemente iluminado. (1906: 536)86

Désiré Pector lo resume en 1908 muy simplemente: “Para los trabajos bastante dolorosos de la recolección de banano, se sirven generalmente de la mano de obra negra de Jamaica (1.000 hombres)” (1908?: 165). Cuando en 1897 Lambert de Sainte-Croix va a tomar el buque de carga Fournel que lo llevaría a Cartagena de Colombia y de ahí se dirigiría a la Guaira para luego regresar a Francia, el viajero describe el puerto de Limón de la siguiente manera: “es domingo, los negros y las negras que constituyen la mayor parte de la población, se han vestido con trajes de fiesta, entre más negra es la piel, más claro es el vestido escogido; veo a una negra descalza, con un vestido en muselina blanca muy vaporoso, un corsage escotado con cintas y un cintura verde claro, un sombrero de paja con dos rosas y guantes blancos de hilo, demasiado cortos que dejan ver el brazo negro como de azabache.” (1897: 267-268).87

No obstante, no sólo se menciona a la población de origen antillano sino también a otros grupos étnicos presentes. Cuando Waleffe se refiere a las plantaciones, nos aporta una de las pocas referencias dadas por estos viajeros sobre la población indígena en Costa Rica y lo realiza esableciendo una comparación peyorativa entre éstos y la población de origen afrocaribeño:

El domingo, los indios de las plantaciones están ebrios y se pegan a golpes con un “machete”, una especie de sable con el cual se abren camino en las selvas vírgenes. El trabajor negro es más sobrio, pero también holgazán y más rencoroso. Si uno lo despide, ¡desdichado el propietario o el administrador que se retarda, una vez caída la noche, al cobijo de un bosque solitario! Lo encontraran con una bala en medio de la frente. El indio roba, el negro asesina. (1909: 163)88

Podemos observar como la utilización del “machete” por los indígenas también es retomada como en las descripciones que hemos visto del indígena guatemalteco. La visión etnocéntrica es evidente en este párrafo de la obra de Waleffe. De una u otra forma, los indígenas y los afrocaribeños representan el contraste preciso con un tipo de carácter costarricense que luego veremos descrito por los diferentes autores.

Otra de las descripciones que tenemos sobre las ciudades puertos es la de la ciudad de Puntarenas. Mientras que el mundo atlántico costarricense pesa por la presencia afrocaribeña, el teatro de mundo pacífico llama la atención por la existencia de elementos chinos. Maurice de Périgny nos dice al respecto:

Los habitantes son en número alrededor de 5.000, de los cuales 200 son chinos. El gobierno busca frenar su inmigración, considerando que su presencia es un peligro para la raza al mismo tiempo que es un magro beneficio para el país, pues ahorran a ultranza y envían todas sus economías a China. Los que se van no pueden regresar que con un pasapore, pero el fraude es fácil y así se renuevan continuamente. Por otro lado el pueblo los ve de buen ojo pues son todos comerciantes y no ofrecen competencia a la mano de obra. (s/f: 67-68)89

Saillard quien considera que el puerto de Puntarenas es el más importante en toda la costa pacífica de América Central y que se queja del calor extremo de la ciudad de Puntarenas, nos comenta con respecto a la inmigración china en la ciudad:

Numerosos chinos se agarran de la porte de las tiendas. Por lo demás, toda la costa del Pacífico, de San Franciso a Valparaíso está infestada de ciudadanos del Celeste Imperio. Cocineros, sastres, zapateros, pero sobre todo lavanderos, hacen un competencia casi siempre victoriosa, no solamente a los nativos del país, sino también a los extranjeros. Es la razón por la cual América del Norte les ha cerrado sus puertas; Costa Rica ha imitado este ejemplo desde hace poco tiempo. (1906: 530)

En esa época días hay una gran inquietud por la presencia china en el país y se pasan diferentes legislaciones para prohibir su entrada y controlar el movimiento por medio de registros en el país, en 1897 se prohibe la entrada de “individuos de nacionalidad china” al país, en 1903 se decretó un reglamento para que procediera a un registro de “individuos de raza china” y en septiembre 1911 se pasó un decreto para llevar a cabo un nuevo censo y un Registro de chinos. (Soto Quirós, 2005: 123-124; 1998: 279-299). Désiré Pector apunta al respecto que la ley “quiere que sean todos fotografiados y que fichas antropométricas, de tipo Bertillon, sean tomadas de cada uno de ellos” (1908?: 292)90 Pector en su libro de 1925 menciona que Costa Rica había establecido “reglamentaciones de 1897, 1904, 1905 y 1910 prohibiendo la entrada al país de chinos, árabes, turcos, sirios, armenianos, gitanos de todo país.” (1925: 96).

Pero Puntarenas no sólo era un ambiente donde encontrabamos inmigrantes chinos, Saillard apunta que se podían codear “también negros, indios y mestizos inverosímiles, mezcla de todas las sangres y de todos los colores. Sólo ellos resisten victoriosamente a la fiebre amarilla y el ataque de paludismo” (1906: 530).

En su paso del Pacífico al Valle central, Saillard por su parte nos hace una descripción comparativa con lo que ha podido apreciar en el paisaje guatemalteco:

La carretera que conduce a la capital está cercado de propiedades en general muy bien cuidades. El viajero en Guatemala es sorprendido por la vista del desorden increíble en el cual se encuentran los campos, caminos y cultivos; aquí, se tiene enseguida la impresión de que Costa Rica es un país bien cultivado e inteligentemente cuidado. Por otra parte, parece que existe en esta república, un buen número de pequeños propietarios que poseen un modesto haber y lo hacen proporcionar beneficios. Es todavía un hecho sin precedentes en Guatemala, donde solo las grandes “haciendas” de café son explotadas; el indio no posee nada, trabaja la tierra de un propietario cualquiera. (1906: 532)91

Como se puede notar la intención es evidente: comparar dos sistemas de producción. Un mundo donde parece privar el orden y otro donde el desorden impera. El régimen de pequeña propiedad, mito en el discurso nacionalista costarricense como entre los viajeros que la describen y el régimen de servidumbre que existe en la Guatemala liberal. Pero en ese recorrido que lo dirije al Valle Central costarricense Saillard afina su explicación sobre el fenotipo de los pobladores que sin duda difieren mucho de aquellos indígenas coloridos, que tratan balanceando sus brazos y cargado mercancías en Guatemala:

A lo largo de la ruta el indio da paso a un blanco de tez morena.

El traje es europeo. En general, los campesinos andan descalzos, el pantalón levantado hasta las rodillas y la cabeza cubierta de un sombrero de paja de forma puntiaguda. El aspecto general es limpio. (Loc. cit.)

Estas ideas son aún precisadas de manera más explícita cuando Saillard, en su descripción de la ruta de Atenas hasta Alajuela en el oeste del Valle Central costarricense, nos muestra una imagen de esos “campesinos” costarricenses:

... hemos encontrado numerosos campesinos que conducían sus rebaños de pequeños puercos negros al mercado.

Todos estos hombres, mujeres o niños tienen la piel blanca. Lo que hace decir con bastante gracia al Presidente de la República, don Pablo (sic: Rafael) Iglesias, hablando de los habitantes del país: “El sol lo ha atezado más o menos; pero ya no encontrará indios en Costa Rica”. Es justo constatar que aquí la raza blanca predomina: no solamente los indios han huído frente a los españoles, sino también sus escasos supervivientes desaparecen poco a poco. 92

La referencia permite apreciar como la élite costarricense había interiorizado un discurso etnocéntrico de nación blanca, que formaba parte del proyecto de una identidad nacional de tipo vallecentralista y en el cual los indígenas evidentemente no tenían lugar (Palmer, 1995: 75-85; Molina, 2002; y Soto Quirós, 1998: 31-53), pero también como éstos lo compartía con los viajeros, y a la vez estos viajeros se apropiaban y confirmaban dicha representación. Esta imagen elogiosa del costarricense más vinculado a Europa que a lo autóctono americano es perceptible de manera concreta en las observaciones de Périgny quien nos apunta sobre los costarricenses:

Compuesta casi exclusivamente de descendientes españoles puros, con una mezcla excesivamente limitada de sangre india, el pueblo tiene costumbres suaves y apacibles, una verdadera honestidad, un respeto profundo de las leyes y de los derechos de cada uno. (s/f: 39-40)93

En las versiones anteriores de esta presentación de Costa Rica, Périgny anota: “El pueblo, compuesto casi exclusivamente de descendientes españoles puros, con un porcentaje excesivamente limitado de sangre india, tiene costumbres suaves y apacibles, una verdadera honestidad, un respecto profundo de las leyes y de los derechos de cada uno.”94 Périgny, quien como hemos señalado había hecho un viaje en Costa Rica en 1913, escribe entre 1913 y 1914 una publicación que será publicada hasta 1918, pero que solamente tiene algunas ligeras modificaciones –según el autor–, porque “preocupado ante todo de dejar a esta obra su carácter de obra vivida, absolutamente sincera, hecha de impresiones personales, basada en la documentación tomada en el sitio” (1918: 1). En dicho libro exclusivamente dedicado a Costa Rica el autor repite de nuevo:

El carácter de los habitantes es franco, genero, hospitalario. Como muy bien lo dijo uno de los suyos, los costarricenses son “suaves por naturaleza, simples por educación, pacíficos por costumbre”. Antaño, en los primeros tiempos de la conquista, las pocas familias españolas establecidas en Costa Rica experimentaron horas penosas, vecinas de las miseria. Tomaron entonces estos hábitos de simplicidad y de gusto por el trabajo que uno encuentra hoy entre sus descendientes donde la raza blanca predomina con un porcentaje poco importante de sangre india y casi ninguno de sangre negra. La división extrema de la propiedad y de la riqueza est una garantía contra la revolución. Casi todos los campesinos, la gente del campo tiene una propiedad...Por este hecho no hay aquí el abismo que existe en las otras repúblicas iberoamericanas entre los felices poseedores de inmensas haciendas y los desafortunados desprovistos de todo, entre las clases elevadas y los humildes indios.(1918: 2)95

El diferenciar a los costarricenses del resto de los centroamericanos también lo había hecho Lambert de Sainte-Croix cuando señala que el habitante de Costa Rica “es más simple y más tranquilo que sus congéneres de Centro América, es amable y sociable, se crean rapidamente buenas relaciones y no encontramos aquí la rigidez un poco vanidosa del mexicano, ni el orgullo de los guatemaltecos, ni la valentía exagerada del salvadoreño: la única cosa que podríamos reprocharle al costarricense es su egoismo y su ostracismo” (1897: 265). Como lo demuestran nuestros estudios en curso, muchos viajeros desde el siglo XIX se apropiarion o difundieron de la idea de una homogeneidad racial en Costa Rica, los viajeros españoles Juliá y Segarra nos expresan de manera elocuente cuál era el pensamiento de la élite costarricense en aquellos primeros años del siglo XX. Estos viajeros relatan una entrevista en mayo de 1906 y en casa del presidente Cleto González, quien ante una pregunta sobre la influencia norteamericana señalaba:

Nosotros, por la índole pacífica de nuestro pueblo, por el sello que nos distingue en el orden de nuestra envidiable homogeneidad de raza, por el culto que rendimos á cuanto implica orden y respeto à los derechos del individuo y de la propiedad...nosotros, digo, nada tenemos que temer de los Estados Unidos en punto á que se entromentan en nuestros asuntos.96

Pero no sólamente los viajeros Segarra y Juliá repiten las palabras de González Víquez sobre el tema de la raza en Costa Rica, sino también avalan dicho argumento:

Cuando el actual Presidente de la República tomó posesión del cargo, las colonias extranjeras dieron en su honor un pic-nic ó banquete campestre. Y al contestar al brindis, diré “de la dedicatoria” el señor González Víquez improvisó un discurso de gracias cuyo tema fue demostrar que la palabra extranjero no tiene aquí ninguna significación; pues –dijo– “los habitantes de estos valles, poblados de raza blanca, unos llegaron con los conquistadores, otros hace un siglo, otros hace cincuenta, veinte, diez años; de manera que no hay diferencia entre extranjeros y nacionales, pues estos somos también, en cierto modo, extraños en el país”...Costa Rica es una pequeña nación, muy grande por la cualidad especialísima y digna de tenerse en cuenta para que resalte debidamente siempre que de ella se hable: Su pueblo, decimos...profesa la sublime religión que impone “amar la paz sobre todas las cosas.”...la índole especial del pueblo de Costa Rica reconoce por causa principalísima su homogeneidad. Aquí en efecto, no hay mezcla y confusión de razas. Aquí priva en absoluto la familia blanca; y en esto se me asegura que constituye el caso más notable de toda la América española. 97

Vemos que años más tarde el mito de una raza blanca en Costa Rica se mantiene fuertemente. En 1925, Pector considera que San José, la capital costarricense, “cuenta con más de 45.000 habitantes, la mayoría blancos de origen español de Galicia” (1925). Cuando los viajeros se ocupan específicamente del Valle Central costarricense se refieren esencialmente a San José. Saillard considera que la meseta esta poblada por “200 000 almas” y que San José es una pequeña ciudad de 30.000 habitantes (1906: 534). Para Waleffe se trata de un “pueblo de veinticinco mil campesinos, perdido en la montaña” (1909: 134).98 Périgny lo ve más bien como ciudad de 30.000 habitantes (s/f: 47). Lambert de Sainte-Croix había apuntado en su relato que la ciudad contaba con 45.000 habitantes sin contar con la población de los pequeños suburbios. Pector, por su lado, cifraba en 35.000 los habitantes de la capital costarricense (1908?: 45). Lambert de Sainte-Croix nos evocaba que en “existe en San José un núcleo de la buena sociedad que sabe vivir en buena inteligencia y cotillea demasiado; se visten bien, sin lujo, pero con gusto” (1897: 266). La descripción de la población josefina de Périgny es la siguiente:

... el movimiento en las calles es considerable; la gente es apacible, simple y cortés...La vestimenta general es muy correcta: la gente del campo está vestida a la europea, pero muchos conservan la costumbre de andar descalzos. Son en su mayoría de un buena estatura, sanos y robustos, la mirada franca, de caracter abierto. Las mujeres pasan en gran número; a menudo bellas, son siempre graciosas con sus cabellos bien peinados y su encantadora cintura arrollada coquetamente en grandes chales de seda en colores vistosos tornasolados. Los ojos negros y azules son vivos, los rasgos delicados, la piel es muy blanca, el óvalo de la cara es muy puro. Muchas de la jovénes chicas se dedican a resaltar aún más la frescura de su tez y la vivacidad de sus ojos con un maquillaje desafortunadamenete falto de ingenio y a menudo demasiado abundante. (s/f: 48)99

Como podemos observar Périgny asimila la población costarricense a lo europeo. Es explícitamente claro cuando habla de la tez de las mujeres. Por su lado, Waleffe subraya que “...San José es celebre por la belleza de sus señoritas” (1909: 143) 100 y los costarricenses se caracterizan por un “el humor suave y risueño del costarricense, la gracia singular de la costarricense” (1909: 136). La descripción de las mujeres constituye -como hemos visto también en el caso guatemalteco- un referente en la descripción del tipo humano en Costa Rica. Es a través de la descripción del elemento femenino que los viajeros expresan su referencial étnico. A diferencia de Guatemala, donde los viajeros nos tratan de mostrar el colorido, el exotismo y lo pitoresco, cuando se habla de Costa Rica es la presentación de imágenes más sobrias. Waleffe nos describe la forma de vestirse de las mujeres costarricenses:

La costarricense que se percibe en las calles siempre tiene la apariencia de ir a un baile o que viene de él. Sea a las nueves de la mañana, sea bajo la lluvia y el barro, no la verán nunca sin zapatos de satín y en volantes de muselina blanca. Un chal largo rosado tierno o verde esmeralda le cubre los hombros; una flor roja resplandeciente está prendida en sus tupidos bandós de cabellos negros. Empavesada de esta manera, pasea por la ciudad una frente bellamente abombada, dos ojos ardientes y una boquita más maquillada, más frotada de polvos, cremas y colores que una dama alegre de Folies-Bergère. (1909: 137)101

Curiosamente hay una nota tanto en los apuntes de Waleffe como de Périgny sobre lo excesivo del maquillaje entre las mujeres como también se describe para el caso guatemalteco. Sin embargo, cuando Waleffe nos refiere particularmente al baile para la inauguración de la Corte Centroamericana de Justicia, las mujeres costarricenses son descritas en detalle como verdaderas europeas en su manera de vestir y en sus rasgos fenotípicos:

Las costarricenses, de las cuales ya había admirado el traje original en las calles, me parecieron esta vez vestidas como parisinas, y en todo el esplendor de su belleza. Su cabeza pequeña, es alargada como la de las estatuillas de Tanagra, pero el óvalo de la cara, la nariz delgada, las arcadas de las cejas abombadas, los párpados largamente hendidos sobre las negras pupilas ardientes, recuerdan las vírgenes de la escuela de Umbría, las Madonas abrasadoras y lánguidas de Perugino. (1909: 155)102

Esta misma descripción era la descripción sobre la mujeres guatemalteca “sangre azul”. La mujer costarricense, que como vemos es el objeto de constantes descripciones, también había sido descrita por Lambert de Sainte-Croix que la catalogaba de “encantadora, simple, natural” (1897: 266).

Entonces, para finalizar con el caso costarricense podemos concluir que se trata de una descripción donde la sobriedad, el orden y la blancura pesan. Sin embargo, se marca también la diferencia mundos de caras diferentes. El Valle Central es las tierras altas es diferenciado del mundo de las costas donde otras grupos étnicos abundan.

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Fuente: Saillard, R. En traversant la République de Costa Rica, p. 529

A modo de conclusión

¿Cuál es la percepción que se tiene en Costa Rica y Guatemala sobre lo que estos franceses escriben? No podemos decirlo claramente. Sin embargo, a pesar de los elogios que Waleffe hace sobre Costa Rica y parecen haber sido publicados en diversas revistas latinoamericanas –como hemos señalado arriba–, su relato no fue bien recibido en Costa Rica y el diario La República se encargó de dirigir la crítica. El meollo del asunto –según Waleffe– era el robo del que él fue víctima en una hotel de la capital. El hecho es retomado en sus relatos y lo lleva a criticar esta costumbre entre los costarricenses. Parte de la réplica que hace Waleffe ante las aparentes injurias que aparecen en el diario josefino es la siguiente:

En resumidas cuentas, yo dije más bien cosas buenas sobre Costa Rica, yendo hasta escribir de su capital: “Al cabo de tres días, Usted encontrará natural el pasar aquí el resto de su vida.” Eso, estuvo un poco exagerado. ¿Pero que querían Uds.? Yo fui tan bien recibido, por amigos tan encantadores y tan distinguidos, que yo veía esta Suiza americana bajo su día más risueño, y yo lamentaba que pudiera caer, un día cercano, bajo el poder de Estados Unidos. Yo celebraba “el humor dulce y risueño del costarricense” Por último, yo me entusiasmaba...!Pues bien! ¡En absoluto! Se me tradujo allá y parece que yo conté horrores sobre Costa Rica. ‘¡Traductore, traditore!’ Tuvo que ser que los traductores me han hecho decir en español lo que nunca dije en francés. La lengua española restituye mal las sutilezas de la nuestra. Pero eso no sería suficiente. Tuve que ser que yo me he hecho engañar por el grado de civilización de los costarricenses, que no les permite todavía saborear el matiz y la ironía. Estos pueblos un poco primitivos tienen ojos de salvajes. Sólo ven los colores vivos....Los costarricenses actúan como los monos a quien se les presenta por la primera vez un espejo. Ellos sacan la lengua y, de repente furiosos, tiran piedras. La República, el periódico más importante de su capital, afirma a sus lectores que yo profeso el odio de Costa Rica. Allá, no hay punto medio entre amigo y enemigo. El que deja de halagar, es quien quiere morder ... No. Yo no tengo el alma mezquina. Un hotelero bribón, no más que un periodista maleducado, no son capaces de echar a perder el feliz recuerdo que yo me llevo de Costa Rica, de sus selvas espléndidas, de sus bellas mujeres y de algunas mentes distinguidas que quisieron hacer los honores de su pequeña patria. (1909: 299-300)

Sin duda, el relato de viaje es rara vez escrito en un tono neutro, indiferente o monocordio y evidentemente marcardo por lo afectivo (Gannier, 2001: 47). A pesar de las imágenes presentes en los textos que nos hablan de algunas referencias sobre Centroamérica que pudieron circular en el medio europeo, nos queda por plantearnos una pregunta: ¿Cuál representación se pudo haber construído en el imaginario europeo de aquella época? Aunque tampoco nuestros estudios nos han llevado aún a explorar profundamente esta veta, un incidente en la Costa Rica de principios del siglo nos puede dar algunas pistas.

En grupo de jóvenes costarricenses que se encontraban en Bélgica asistieron a una interpretración en uno de los teatros de ese país donde se pasaba una película entitulada “Les cinq sous” y que cuando anunciaba a Costa Rica publicaba la siguiente iinscripción: “El Presidente Jiménez saliendo de su Palacio acompañado de sus Ministros”. Después de dicha inscripción apareció en un “lienzo un palenque del cual salía un indio lleno de capanillas y rodeado de otros indios con taparrabo” que representaban a los ministros de Costa Rica. Sin duda, los costarricenses ya impregnados de una imagen racial de su país se sintieron indignados y Jorge Mullner -quien había llegado a la Universidad de Lovaina para estudiar medicina en abril de 1914- escribió un carta a su familia que fue publicada en La Prensa Libre. El diario señalaba que los jóvenes estaban encolerizados “por el ridículo que se hizo de su patria” (Molina, 2002:7-8).103

El texto de origen de la obra, Les cinq sous de Lavarède, una serie cuyo primer volumen es publicado en 1894, se reproduce en diversos formatos. Una versión teatral en 1902, versión de cine mudo en 1927 por Maurice Champreux y una versión con voz en 1939 de Maurice Cammage donde actuaba el famoso actor francés Fernandel que interpreta a Armand Lavarède. Esta narración que incluso llega a nuestros días a través de cientas de ediciones es la historia de un hombre que hace un recorrido para llegar a San Francisco y que lleva solamente “cinq sous” en su bolsillo y en ella efectivamente se menciona a Costa Rica donde el personaje participa de un movimiento revolucionario y se convierte en líder liberador y es llamado a ser presidente.

Sin embargo, no se mencionaba lo expresado en la producción vista por los costarricenses. El texto del novelista francés Charles Phillipe Eric Deleutre, cuyo pseudónimo es Paul d’Ivoi (1856-1915), aunque mencionaba personajes, grupos étnicos, costumbres existentes y situaciones propias a la realidad costarricense (los “terribles” indios guatusos, los talamancas, Cartago, San José, Puerto Limón, la Constitución de 1871, los volcanes y terremotos) nos daba una ficción que entremezclaba la historia de Costa Rica con la de Nicaragua cuando mencionaba como presidentes al general Zelaya y al doctor Guzmán. Y, por el contrario, aunque fuera sólo una ficción reproducía el hito diferenciador entre Costa Rica y el resto de Centroamérica. En la voz de una mujer llamada Concha que mantiene una conversación con Lavarède encontramos la siguiente afirmación: “...Por otra lado, es bien conocido que Costa Rica no somos sanguinarios como en otras repúblicas vecinas...Nuestras revoluciones no han hecho nunca correr una gota de sangre” (Ivoi, 1902: 152).104

Nuestro trabajo nos ha permitido ver a un grupo de franceses que por una u otra razón se interesaron en el mundo latinoamericano en un período donde Estados Unidos ya mostraba su hegemonía, que construyeron relatos de viaje o guías para interesar o informar a sus compatriotas sobre la región centroamericana y que difundían una imagen, en nuestro caso racial, que pudo forjar una representación en la mentalidad francesa de la época y a la cual pudieron adherirse, proyectarse o proyectar las élites de políticos, hombres de negocios e intelectuales centroamericanos que tenían relaciones con el París de la Belle Époque y que a su vez vivían una época de construcción de un imaginario nacional.

bananas

Fuente: Périgny, D. Les cinq républiques de l’Amérique centrale.

 

©Ronald Soto-Quirós


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Notas

Arriba

vuelve 1. Este trabajo es sólo un aporte de parte de uno de nuestros macro-ejes de trabajo que son las representaciones de Costa Rica de los viajeros, geógrafos y geografías europeas y norteamericanas entre 1821 y 1948. Todas las traducciones que aparecen del francés e inglés al castellano en nuestra investigación de textos de fuentes primarias y secundarias son nuestras. Las omisiones, errores e ideas son evidentemente de toda nuestra responsabilidad. Por otra parte, agradecemos por su inmenso apoyo y colaboración a las siguientes personas e instituciones que permitieron avanzar nuestra investigación: entre ellos y especialmente al profesor Dr. Michel Bertrand de la Université de Toulouse Le Mirail, a la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica, al Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC), al programa de Postgrado de la Universidad de Costa Rica en la persona del Dr. Ronny Viales Hurtado, a la Oficina de Asuntos Internacionales de dicha universidad y a la Cooperación Francesa para América Central. También agradecemos por la ayuda en la digitalización de imágenes a M. Pierre Dabilly.

vuelve 2. El libro también incluyo un índice temático que incluye libros hasta 1860.

vuelve 3. Von Grafenstein Gareis, Johanna. (Selección e introducción). Economía y sociedad en Centroamérica y el Caribe. La mirada de los viajeros. (México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2001). Este trabajo incluye textos sobre Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Cuba y Haití.

vuelve 4. También podemos mencionar un artículo sobre Maurice de Périgny: Perrot-Minnot (2005).

vuelve 5. Sobre los viajeros e inmigrantes en diversas épocas del siglo XIX y su mirada de Latinoamérica, véase: Mörner (1997). El cambio actitud entre los viajeros del siglo XVIII y siglo XIX también es señalado por Estuardo Núñez (1979).

vuelve 6. Por ejemplo el capítulo: “Le démon du soir, Panama: 1879-1881”. En: Diesbach (1998) : 292-323. También: “Ferdinand de Lesseps and the Panama Canal, 1871-1889”. En: Schoonover (2000): 55-82. Sobre los proyectos de canal en Panamá, véase: McCullough (1977).

vuelve 7. Sobre los intereses y las relaciones comerciales entre Francia y América Central referimos a la tesis de Carlos Roses-Alvarado (1979).

vuelve 8. Algunos interpretan el “relato de viaje” como un “género de frontera”, de una “naturaleza de entre-eux, el situarse siempre ‘entre’-literatura y discursos extraliterarios, lo factual y lo ficcional, el yo y el mundo, el mundo y la biblioteca, la mirada y la proyección de estereotipo” en: Champeau, Geneviève. “El relato de viaje, un género fronterizo” y En: Champeau (2004): 31. En esta obra ver también: López (2004). Odile Gannier nos habla de un “género federador”, véase: “Chapitre 7. Littérature de voyage: élaboration d’un genre”. En: Gannier (2001): 96.

vuelve 9. Véase: “Conclusion. Une typologie narrative des récits de voyage: urgence ou impossibilité?” En: Pasquali, (1994): 139-143.

vuelve 10. El Magasin Pittoresque fue publicado por primera vez en 1833 y Le Tour du Monde entre 1860 a 1914. Véase: Huerta, Mona. Op. cit., pp. 85-87; 90-91. Sobre Le Tour du Monde, véase: Huret (1977). Existen muy pocas publicaciones sobre América Central en estas revistas, véase nuestro trabajo: Soto Quirós, (2000): 59-61, 102-119.

vuelve 11. El texto en francés nos habla de “imagerie” que también se podría traducir por “estampería” en castellano.

vuelve 12. La única referencia que tenemos por ahora sobre su nacimiento son las notas de autoridades de la Biblioteca Nacional de París.

vuelve 13. Broc, N. Op. cit., p. 185. Ver sobre la marina francesa: Lambert (1892a) (1892b). Con respecto a su obras literarias podemos mencionar: Lambert (1889) y Lambert (1890). Algunas obras adaptadas o traducidas al francés por Lambert: Farjeon (1887) y Wood (1891).

vuelve 14. Véase sobre la genealogía:
<http://oldornes.free.fr/genealogie.pages/pages_genea/fiche_1771.htm> (31-10-2006).
Aquí se indica como fecha de nacimiento 4 de marzo de 1849 y de fallecimiento 1942. La nota de autoridad del catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia indica como año de muerte 1941.

vuelve 15. También se dan algunas referencias escuestas sobre Pellet en: Nappo (2004): 3314.

vuelve 16. En algunas fuentes aparece la fecha de 16 de mayo de 1897 como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. Luego se indica que le sucede el conde Arthur de Portalès-Gorgier como ministro plenipotenciario y encargado de negocios el 23 de noviembre de 1899 y que como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario el 18 de abril de 1901 (Anónimo, 1953: 657). Los Gotha nombran ya a Pellet como ministro plenipotenciario en 1897, luego se explicita la fecha de 26 de febrero de 1898, se apunta como ausente en el Gotha de 1901 y como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en misión temporal a Pourtalès-Gorgier; finalmente se define el nombramiento de Portalès-Gorgier como ministro el 30 de julio de 1901 en el anuario de 1902. En: Anónimo (1898b): 1048 ; (1899) : 1086 ; (1900) : 1916 ; (1901a): 883 ; (1902): 903.

vuelve 17. Véase sobre la genealogía:
<http://oldornes.free.fr/genealogie.pages/pages_genea/fiche_1771.htm> (31-10-2006). Antoine casa en 1904 con Pol Neveux: <http://fr.wikipedia.org/wiki/Pol_Neveux> (02-12-2006).

vuelve 18. Podemos encontrar esta información en: Poujol (2006). Pellet es editor de la obra de su suegro: Scheurer-Kestner (1905).

vuelve 19. Sobre la producción como historiador de Marcellin Pellet podemos mencionar en orden cronológico: Pellet, (1872), (1873), (1885-1890),. (1886); (1888),(1894), (1930).

vuelve 20. El Gotha lo menciona “ch. des fonct.: le bar. R. Saillard.” En: Anónimo (1901a) : 883.

vuelve 21. Ver el diario del Dr. Tripot, miembro de la misión Saillard en: Tripot (1907: 350-352) Antes del viaje encontramos información sobre esta misión en Regelsperger (1907: 685). Se indica que Caron iba como encargado de mineralogía y metereología y Tripot de estudios de historia natural. Delteil y Dutertre se ocuparían de las observaciones astronómicas y la cartografía. El tiempo programado para la expedición era de 18 meses a 2 años.

vuelve 22. Arellano destaca que no fungía como Consul General, cargo que desempeñaba Monsieur A. Peditditier.

vuelve 23. Será publicado de nuevo por el mismo editor en París al año siguiente: (Paris: E. Leroux, 1889).

vuelve 24. Arellano menciona que la obra es de 1892: (2005 :359). Sobre El Salvador ver: Pector, (1892b). The American Anthropologist anota que dicho trabajo es un resumen del trabajo de Montessus de Ballore (1891).

vuelve 25. Esta obra se centra esencialmente en las representaciones diplomáticas en Nicaragua, los puertos, distancias y transportes marítimos entre Europa y Nicaragua, las comunicaciones postales, los ferrocarriles e incluye una enorme nomenclatura geográfica sobre Nicaragua (Pector, 1893: 209-347). También encontramos: Pector, (1896). Véase sobre Nicaragua y El Salvador, Pector (1900). Citado en: Pector (1925).

vuelve 26. También en dicha lista aparece Désiré Pector (3, rue Rossini, Paris) (p. 309) y Désiré Charnay (p. 307).

vuelve 27. Cursivas originales.

vuelve 28. Se cita: Mundial Magazine. París, a. II. N° 21, enero de 1913, p. 807-813. Arellano (2005) menciona dicha nota y él cita Mundial maganize (1912) y como fuente la recopilación Prosa política, vol. XIII de las Obras completas de Darío, Madrid, Editorial Mundo Latino, 1920: 9. En: Arellano (2005: 363).

vuelve 29. En su documento de 1925 se incluye como publicación sobre Honduras Pector (1906b), (1908a).

vuelve 30. Citados en Pector (1925).

vuelve 31. Pector formaba parte de los miembros que firmaron para la Corte Permanente de Arbitraje como Cónsul General en París y junto con Crisanto Medina, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en París. En: Anónimo (1910: 272).

vuelve 32. Con fecha de mayo de 1914 se menciona a Pector como cónsul general, cf. Sellers, (1914: 631).

vuelve 33. Vemos la traducción al castellano: Guilaine (1928).

vuelve 34. “Maurice de Waleffe. Introducción.” En : Quesada (2001: 541). La transcripción del viaje a Costa Rica puede verse en pp. 541-564.

vuelve 35. Véase: <http:www.lingue.unibo.it/centrobelga/ecrivains/dedo.htm> (12-01-2004).

vuelve 36. “1913. ‘La Grand Meaulenes’ à lire” En:
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Ver también su obra como editor: Paris-midi, seul journal quotidien paraissant à midi [puis dernières nouvelles de la matinée]. 1er année, N° 1, 7 février 1911-5° année, N° 1659, 13 septembre 1915.

vuelve 37. Se menciona a Waleffe entre 1916 y 1940 entre los redactores, corresponsales, dibujantes y fotógrafos. Véase también: Archives nationales. Fonds du Journal (sous-série 8 AR): répertoire numérique par Dignac, Véroniqe et Bertrand Joly. 8 AR 653.

<http://www.archivesnationales.culture.gouv.fr/chan/chan/fonds/EGF/AP/AR%20ir/08_AR.pdf> (20-10-2006).

vuelve 38. Ver “La France. De 1919 à 1925”. En:
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vuelve 39. “Miss France. La bataille de Reims. Par Jean Cau. 15 janvier 1959 (extraits).” En:
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vuelve 40. “L’Election de Miss Univers 1932 à l’Hôtel Britannique”. En:
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vuelve 41. “Las graciosas haciendas y poblados del Guanacaste. 1913”. En: Meléndez (1974: 445).

vuelve 42. “Le Comte Maurice de Périgny. Introducción.” La traducción de la información sobre Costa Rica puede verse en pp. 573-602. Cf. Mélendez (1974).

vuelve 43. Véase también una nota sobre este viaje de exploración en: Anónimo (1907c: 362).

vuelve 44. Entreparéntesis cuadrado nuestro. Périgny (1908b : 227).

vuelve 45. Todo el artículo puede ubicarse entre las páginas 445-456 [I. Vers le Peten], pp. 457-468 [II. Le Peten] y pp. 469-480 [III.Les ruines de Rio Beque].

vuelve 46. Véase la mención del siguiente documento : “Les ruines de Nackun. Par M. le Comte Maurice de Périgny. Extrait des Comptes rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres. 1910, p. 485.Paris, 1910.” En: “Geographical Literature of the Month. By Eduard Heawood. Additions to the Library” En: The Geographical Journal. Vol. 38. N° 2. (Aug. 1911), p. 224.

vuelve 47. Sobre esta misión referimos a los siguientes documentos : Périgny, 1911d: 1-15; 1912a: 18-32. Se nos indica que se escribe igualmente Nacun o Nakun (1912a:18).

vuelve 48. Tozzer apunta que la expedición del Peadbody Museum de 1909-1910 se realizó entre el 27 de febrero y el 21 de marzo de 1910, Cf. Tozzer, 1912: 152. Sobre el nombre de la ruinas, Tozzer indica que primeramente Périgny las llama Nacun que le parece más correcto que el término Nakcun utilizado más tarde por el conde y según este autor lo más próximo a la opinión de población de la época era Nakum (Tozzer: 151).

vuelve 49. Sobre viajeros franceses interesados en los vestigios arqueológicos de México y Centroamérica podemos citar al abate Charles Étienne Brasseur de Bourbourg y a Désiré Charnay. Sobre Brasseur véase : Bertrand (2001), también referimos a: Robles (2001) y a Jiménez (2002). Sobre Charnay, véase Perry (2001: 17-18) y Charnay (1987).

vuelve 50. El Dr. A. M. Tozzer también participará en dicho evento (401). También véase: Anónimo (1912b: 80).

vuelve 51. Las diferentes obras sobre Marruecos son : Périgny (1916), (1917), (1919) y 1922).

vuelve 52. Es la información que aparece también en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia.

vuelve 53. Se refiere a Tito Lucrecio Caro, poeta y filosofo latino que vivió durante el primer siglo de la era cristiana y su expresión: “Suave mare magno, turbantibus aequora ventis, E terra magnun alterius spectare laborem, non quia vexari quequam est jucunda voluptas. Sed quibus ipse malis careas quia cernere suave est.” Dicha expresión podría tener como traducción : “Se goza en secreto de los desfortunios que se evitan”. Véase: <http://www.anihilo.com/s/su_b.htm> (21-10-2006).

vuelve 54. El documento no está fechado pero por ejemplo en algunos documentos no señalan lo siguiente: “[not dated, 1908 ?..Price 7.50 fr. ] ” En: The Geographical Journal. Vol. 31. N° 4. (Apr., 1908), p.462. En otras palabras fue publicado antes de abril de 1908. En su obra de 1925, el mismo Pector nos cita como fecha de publicación de la segunda edición,1910. Cf. Pector (1925: 206). El catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia nos señala también el año 1908: Catalogue général des livres imprimés de la Bibliothèque National Auteurs. Tome CXXXII. pecco-percevault. (Paris: Imp. Nationale, 1935), p. 109.

vuelve 55. También podemos encontrar la traducción al inglés (Waleffe, 1911).

vuelve 56. Ver la portada de Les Paradis de l’Amérique Central: “Les États-Unis mangeront-ils l’Amérique espagnole?

vuelve 57. La primera parte va de la página 3 a la página 21, (Waleffe, 1909).

vuelve 58. También tenemos referencia de un documento sobre las deudas de estos países: Anónimo (1912a: 1012).

vuelve 59. Todos los artículos pueden verse en las siguientes páginas: pp. 297-307; 355-363; 407-413.

vuelve 60. Utiliza el término “mañañisme”.

vuelve 61. Esto autores mencionan que dicho comité se constituyó en 1910. Gabriel Hanotaux había sido Ministro de Asuntos Extranjeros en varias ocasiones (1894, 1894-5, 1895, 1896-8 ) y ministro interino de Colonias en 1898 (p. 723).

vuelve 62. A partir de este momento en las notas de pie de página cuando hagamos referencia a los autores estudiados evocamos las seis obras básicas de nuestro estudio.

vuelve 63. Ver un balance en nuestro trabajo: Soto Quirós (2001).

vuelve 64. El presidente de la Sociedad en ese momento era Paul Labbé.

vuelve 65. La información de su viaje verá la luz en el texto de 1918: Périgny (1918: 171-225).

vuelve 66. Véase sobre Reina Barrios: Luján (2000: 207-210). Sobre Reina Barrios y Estrada Cabrera: véase por ejemplo: Taracena (1993: 212-213, 404). Luján menciona que Reina Barrios fue asesinado por un inglés Edgar Zollinger para vengar de su patrón Juan Aparicio, mientras que Arriola apunta que se trató de un suizo Oscar Zollinger. Pellet menciona también el asesinato del 8 de febrero de 1898 y la crisis financiera que se ahonda en Guatemala. Pellet (1903:140).

vuelve 67. Con fecha de 18 de abril.

vuelve 68. Sobre Estrada Cabrera: Luján (2000: 210-213). También en: Taracena (1993: 213-215, 404).

vuelve 69. En francés utiliza los términos “Indiens” y “Centramérique”.

vuelve 70. El término empleado es “métis”.El término “ladino” aparece en castellano.

vuelve 71. Los términos en francés son: “indiens purs ou à peu près”; “ladinos” y “mulâtres” y “négresse”; “blancs”, “créoles”; “nègres” y “zambos”; “caraïbes” y “asiatiques.”.

vuelve 72. Las cursivas y los términos en castellano vienen en el original.

vuelve 73. El documento original apunta “ladino”.

vuelve 74. Este pasaje es retomado en Anónimo (1913: 287).

vuelve 75. “Ladinas” en castellano.

vuelve 76. Entre comillas y en castellano “ladinos” en el documento original.

vuelve 77. “Enroyado” en el texto original.

vuelve 78. Las palabras en cursivas en el original.

vuelve 79. “Finca” y “cargadores” en castellano.

vuelve 80. Véase sobre estas legislaciones: Luján (1993: 184-185); Samper ( 1993: 86).

vuelve 81. Aparece entre paréntesis la palabra en castellano “pueblo” para referirse a un “petit hameau” y también se utilizan el términos en castellano “habilitador”. Se utiliza la palabra “finchero” probablemente queriendo decir “finquero”. También “manu militari” aparece en cursiva en el texto original.

vuelve 82. Habla de “Locandons”. El texto original también menciona en castellanos “bravos”. Por otra parte, nos habla de “nagualènes”. Probablemente se refiere al municipio de Nahualá en el departamento de Sololá, Guatemala y desligado hacia 1872 de Santa Catarina de Ixtanuacán.

vuelve 83. Traducción Quesada (2001: 546-548).

vuelve 84. Saillard, R. Op. Cit., p. 538. El texto original emplea el término “négresse” que tiene un sentido peyorativo en francés.

vuelve 85. Nos habla de “négresses”.

vuelve 86. También nos habla de “négresse”.

vuelve 87. Utiliza de nuevo el término “négresse”.

vuelve 88. Véase traducción de Quesada (2001: 561).

vuelve 89. Ver traducción de Quesada (2001: 591-592).

vuelve 90. Recordemos que Alphonse Bertillon (1853-1914) tenía desde 1870 el primer laboratorio de policía científica de identificación criminal y había inventado la antropometria criminal, llamado sistema Bertillon o “bertillonnage”. Un sistema rápdiamente adoptado en Europa continental, Londres y Nueva York hasta por lo menos los años 1970. Véase: <http://fr.wikipedia.org/wiki/Alphonse_Bertillon> (20-10-2006). El método de Bertillon fue el primer director de servicio de identidad judicial creado en la prefectura de policía en 1882 y su método se basa en medidas de diferentes partes del cuerpo, clasificadas de tal forma que permita crear una tipología. Véase: “La carte de identité. Les objets du siècle.” Libération. 3-04-1999. En:
<http://perso.orange.fr/college.brassens/Portails/T2/liberation.fr/objets2000/carte3.html> (20-09-2006).

vuelve 91. “Haciendas” en castellano.

vuelve 92. Entreparéntesis nuestro. Recordemos que se trata de Rafael Iglesias (Saillard, 1906: 533).

vuelve 93. Périgny, M. Op. cit., pp. 39-40. Véase la traducción de Quesada Pacheco (2001: 574). Este interpreta: “una mezcla sumamente reducida de sangre indígena, la gente tiene costumbres dulces y apacibles, una verdadera probidad.

vuelve 94. Cursiva nuestra. Véase: Bulletin de la Société de Géographie Commerciale de Paris. T. XXXII. (N° 11, Nov. 1910), p. 695. y Bulletin trimestrel de la Société de Géographie Commerciale de Paris. de Nantes. 29e Année. 1er Trimestre (1911), p. 21.

vuelve 95. “Campesinos” en el texto original.

vuelve 96. “El presidente de la República”, en Segarra y Juliá (1907: 252-253).

vuelve 97. “Del copiador. A un político. [Carta dirigida al Excmo. Sr. Dn. Segismund Moret, Congreso de los Diputados, Madrid].

vuelve 98. Se repite el número de “25.000 almas”.

vuelve 99. Ver también la traducción de Miguel Angel Quesada Pacheco (2001: 579-580).

vuelve 100. El autor pone “senioritas”.

vuelve 101. Ver la traducción de Quesada Pachecho (2001:550). El texto habla de “lorette des Folies-Bergère”. “Lorette” es una palabra inventada por Roqueplan en Francia, el nombre dado a una mujer que es mantenida por sus amantes que le son devotos en la enfermedad, en sus espectáculos y placer. Viene de Notre Dame de Lorette, cerca del sitio donde vivían. Según la fina definición del diccionario francés es “dama elegante”. En general, se trata de mujeres de mala vida. Ver una definición amplia en: Chimeres. Les plaisirs et les femmes au tournant du siècle. Petit glossaire de la prostitution - version du 3/2/2004 <http://www.insenses.org/chimeres/glossaire.html> (20-10-2006) o véase también:
<http://legrumph.org/wiki/index.php?title=Petit_glossaire_de_la_prostitution> (20-10-2006). Por otro lado, podemos tener como sinónimos de “lorette” : courtisane, fille légère, grisette, courtisane.

vuelve 102. Ver la traducción de Quesada Pacheco (2001: 558).

vuelve 103. Cf. “Una broma de muy mal gusto.” La Prensa Libre. 5 de junio de 1904, p. 2.

vuelve 104. Sobre Costa Rica : Cap. XII-XVIII. La edición de 1894: Les cinq sous de Lavadère. (Paris: Furne et Louvet, 1894). Ver :
<http://www.roman-daventures.info/auteurs/france/divoi/divoi.htm>.


 

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