Günther Schmigalle

 

Escándalos de París: Rubén Darío y Gyp frente al asunto Syveton (1904)*

 

Universidad de Costa Rica

Schmigalle@BLB-Karlsruhe.de

 

Notas


artitculo

Se sabe que el modernismo de Rubén Darío se inspira y se apoya en algunas corrientes literarias europeas que le antecedieron: el prerrafaelismo, el parnasianismo, el decadentismo, el simbolismo, principalmente1. Este último, defendido apasionadamente por Darío en textos conocidos y desconocidos2, con su “deseo de introducir al verso más misterio, más ensueño, más música, y de sustituir al modo narrativo y didáctico un método sintético con abreviaturas violentas”3, fue quizás la más fuerte entre estas influencias y antecedentes. La inclusión del naturalismo y de la literatura social entre los puntos de referencia del poeta nicaragüense está, como apunta Meyer-Minnemann, menos reconocida4. Es un hecho, sin embargo; lo demuestran un artículo de Francisco Gaviria escrito en 18895 como la crónica de Darío motivada por la muerte de Zola6, otra sobre Gorki7, sus innumerables referencias y alusiones a las obras de Alphonse Daudet, etc. Tanto el poeta como el cronista Darío trabajan en la síntesis entre la tendencia simbolista, con sus actitudes aristocráticas, individualistas, idealistas, y la tendencia naturalista con su interés por los problemas sociales, su solidaridad con los más desfavorecidos, y su afán por correr el velo que cubre las llagas sociales.

El cronista Rubén Darío no ha despreciado nunca los escándalos, ni en su época americana ni en la europea. Entre los primeros, tenemos asuntos de alta política como sus textos sobre el golpe de estado de los Ezeta en El Salvador8, sobre los disturbios en Chile9, sobre el suicidio de Balmaceda10 y sobre los sucesos ocurridos en Valparaíso en octubre de 189111; pero también hechos de gacetilla como una crónica poco conocida, escrita en Costa Rica, sobre unas huérfanas que se habían evadido del orfelinato12.

Este interés, mezcla entre fascinación y repulsión, aumenta en su época europea y cosmopolita, sobre todo cuando se da cuenta de que París no es solamente la capital de la cultura, el cerebro del mundo, el centro de un universo donde “la inteligencia gobernaba todavía, el mundo se armonizaba y se refinaba cada vez más”13. Recorriendo los Escritos dispersos compilados por Pedro Luis Barcia, nos topamos con numerosos affaires parisienses, entre ellos, la “cuestión Buffet –Déroulède” en la que se trata de insultos y amenazas entre dos poetas, uno de ellos político monárquico14, y el “asunto Rodays– de Castellane”, que es una historia de puñetazos y balazos entre el redactor jefe del Figaro y “uno de esos nobles que no hacen nada, pero [que son] incomparables para sus levitas y pantalones”15. En la época cosmopolita, también, se hace más marcado el esfuerzo del cronista para encontrar un aspecto estético a estos momentos que revelan el lado humano, demasiado humano, de nuestra naturaleza. Darío trata de transfigurar poéticamente cada escándalo. La estética de lo feo, propagada por Karl Rosenkranz, se había impuesto a lo largo del siglo XIX, a pesar de la polémica de Hegel contra Hoffmann; y nuestro poeta, admirador de Baudelaire y aficionado, en Los raros, a Poe, a Rachilde y hasta al monstruoso Lautréamont16, estaba más que familiarizado con ella. El procedimiento más común para lograrlo es alguna asociación de ideas que le permite relacionar el asunto con algún antecedente literario, y ennoblecerlo de esta manera. Así, en Costa Rica, las “palomas fugitivas” le hacen evocar a Don Juan, a Lovelace, a Boccaccio y a Casanova17. Mucho más tarde, en París, cuando describe un golpe de estado en Serbia –“La reina Draga desventrada; el rey asesinado con exceso de crueldad; los cuerpos desnudos tirados al patio por una ventana; otros cuantos muertos en el Konak por la soldadesca traidora y borracha”–, encuentra elementos poéticos abundantes en la noticia – La tragedia serbia ha sido, en verdad, shakespeariana ... pero muy nocturnamente bárbara y muy final de Hamlet. El finado Moratín lo certificaría con espanto”– y publica su crónica con el título “Shakespeare de última hora”18. A Joseph Vacher, discípulo francés de Jack the Ripper, le califica como “un poseso. Cien cancerberos le han mordido el alma y no está rabioso por eso. Está rabioso por la simple picadura de una abeja del jardín de Venus. Mirad que es la más horrorosa de las fobias, la que le ha puesto en su espíritu una legión: la que tuvieron los príncipes de Gomorra; la que tuvieron algunos de los doce Césares; la que tuvo el mariscal Giles de Raie; la que tuvo el Dolmancé de Sade”19. La mitología griega, la Biblia, la historia romana, la historia francesa medieval, la literatura francesa suministran, no sin elegancia, las referencias para comprender al que asesinó a once pastores y pastoras antes de ser guillotinado el 31 de diciembre de 1898.

Cuando Darío reside en París, el escándalo por antonomasia es el asunto Dreyfus, que divide la sociedad francesa entre los años 1894-1906. Nuestro poeta lo menciona con frecuencia, pero nunca le dedicó una crónica completa. Hay, por otra parte un gran número de escándalos menores que llaman la atención al público y a nuestro cronista.

Vera Gelo

“On dit lunatique celui dont les mobiles restent
inexplicables et qui échappe aux règles de la
psychologie générale. Vouloir la lune signifie
désirer l’impossible: et c’est en effet la planète
des incompris et des incomprensibles, l’astre des
chimériques, des somnambules et des fous.”
(Péladan, “La Lunarienne –type maléfique”)

El 19 de enero de 1901, en el Colegio de Francia, la estudiante rusa Vera Gelo dispara con su revólver al profesor Émile Deschanel. Su amiga, otra estudiante rusa, la señorita Zelenine, corre a interponerse y el disparo la hiere a ella. Vera Gelo declara que confundió a Deschanel con alguien que, en circunstancias indefinidas, había atentado contra su honor. Con permiso del juez, visita a su amiga en el hospital y le pide perdón. La señorita Zelenine recibe flores de la familia del señor Deschanel. La señorita Vera Gelo recibe flores del hermano de la señorita Zelenine. En abril, la señorita Zelenine muere. En julio, se anuncia que el hermano de la señorita Zelenine se casará con la señorita Vera Gelo. Pero el plan no se realizó: Vera Gelo regresa a Rusia sin casarse, vuelve a Francia, y el 11 de marzo de 1902, un carpintero la pesca del río Sena donde había intentado ahogarse20.

En dos crónicas, la primera escrita el 8 de abril y la segunda el 1° de junio de 1901, Darío comenta la noticia del supuesto casamiento en un estilo de puro humorismo, con aforismos como “El matrimonio es frecuentemente algo más trágico que la muerte” y “La muerte es uno de los mayores estímulos para la vida”, y con reminiscencias literarias que evocan El Cid Campeador, Victor Hugo y Ernest Renan. La transfiguración poética se opera sin ningún esfuerzo21, aunque también, digámoslo así, sin mayor profundidad. La vida de los estudiantes rusos en París, hombres y mujeres, se prestaba sin embargo a estudios muy interesantes22. En una crónica posterior Darío se dio cuenta de ello: “Tengo un amigo que se llama Azaroff. Es estudiante; vivía en un cuartito estrecho y barato del barrio. ¿Es nihilista? No lo sé. Lo sospecho. Le conocí en una conferencia de Mecislas Golberg, una noche, en el Café Voltaire. Es un hermoso gigante rubio, de frente pensadora, ojos dulces, brazos fuertes, largos cabellos. Escribe sobre filosofía y sobre poesía, y hace versos en su idioma. Es silencioso; mas en horas de amistad y expansión mental se desborda en su francés puro – le conoce admirablemente – y ese eslavo, ese bárbaro, parece un ardiente latino”23. Esta crónica fue escrita después del 22 de enero de 1905 (“domingo de sangre”). Vera Gelo, la desquiciada, y Azaroff, el nihilista, vivían en el mismo medio. Darío apunta y alude a estas coincidencias, pero no las desarrolla.

Casque d’Or y los Apaches

“Il ne reste pas moins chez la Marsienne, un
penchant au meurtre et une irrémédiable insociabilité.”
(Péladan, “La Marsienne –type maléfique”)

El 9 de enero de 1902, en pleno día –o más bien a las cuatro de la tarde– , cerca de la estación de tranvía Saint-Augustin-Cours de Vincennes, la batalla estalla entre dos pandillas. Los de la banda de los Orteaux, cuyo jefe es Manda24, tratan de matar a Leca25, jefe de la banda de los Popincourt, quien, apuñalado, tiene que regresar al hospital Ternon del que estaba justamente saliendo. Manda y Leca se odian por una mujer de la calle26, una belleza rubia que acaba de dejar al uno para irse con el otro. Esos amores y esas luchas fascinan a los periodistas del diario Le Matin que, bautizando a la dama “Casco de Oro” y a los pandilleros como “los Apaches de París”, les brindan una gran publicidad, y encantan al público refinado de la capital, hambriento de sentimientos fuertes y sencillos. La policía, por su parte, comienza a actuar, y por suerte tiene un infiltrado en una de las bandas. Manda y Leca son enfrentados a la Justicia, el primero en junio, el segundo en octubre. Condenados a trabajos forzados, toman el vapor para la Guyana, junto con quinientos presidiarios más. Casco de Oro, para entonces, se hace famosa. Cuando es encarcelada en la cárcel de mujeres de Saint-Lazare, un conde español ofrece una caución de 300.000 francos para liberarla. El 11 de marzo, “en plena instrucción, se la ve en el Gil Blas, calle de Provence n° 11, con un vestido color ceniciento, un sombrero ligero, un magnífico zorro azul. La blancura mate de su piel forma un contraste con el resplandor de su cabello. Los que la observan notan que ya no se ve como una muchacha de la calle. Comenta con convicción: ‘Voy a debutar, señores, en la escena, en la revista 'Casco de oro y los Apaches', en el teatro de los Bouffes du Nord. Estoy saliendo de la casa del pintor [Albert] Depré que va a exponer mi retrato en el Salón’”27. Ya tres días antes, el 8 de marzo, Darío había escrito:

¿Y qué decir del éxito sin igual de esa salida del arroyo, y de la infamia, cuyo apodo de Casque d’Or es ahora célebre? Amantes por partida múltiple, sadismo y desvergüenza insigne, he ahí lo que le ha valido renombre y ganancias. Dos bandidos de lo peor, dos Alfonsos de la “Tierra del Fuego” de París, se dan de puñaladas por ella; tras la resonancia de los crímenes, sube en valor la rubia Helena de prostíbulos; y la que debía estar por toda su vida en una casa de corrección, es solicitada por un pintor que hace su retrato para el Salón próximo, y por un empresario de teatro que le ofrece un puesto y por un dramaturgo que le escribe un papel! La reina de los “Apaches de Belleville” va á trabajar pronto en los Bouffes du Nord! Y ha dejado los andrajos por magníficos trajes, y no será raro que pronto la mande al Bois de Boulogne, en coche propio, algún aficionado de tantos, rastacuero nacional ó rastacuero extranjero...28

Y en una de las crónicas de La caravana pasa, movido por la misma indignación, menciona a “los célebres, por ahora, Leca y Manda, dueños que fueron de la innominable Casque d'or29. Sin embargo, Casco de Oro no tiene éxito como artista. Un año después, cuando actúa como domadora de leones en una famosa exposición de fieras, un discípulo de Manda la apuñala para vengar a su maestro. Sobrevive. En 1917 se casa con un obrero quince años más joven que ella, y termina sus días como dueña de una pulpería. Escritores, pintores, directores de cine han encontrado los aspectos poéticos de esta mujer30 que, para Darío, había quedado, en las palabras de Rosenkranz, como “un monstruo apoético”31. Pareciera que su misma indignación le impidiera indagar más en este caso, representativo, como ningún otro, del lado oscuro de la Bella Época.

La herencia Crawford o el asunto Humbert

“C’est le chapitre de la voleuse, de la sorcière,
de l’espionne et de l’entremetteuse”
(Péladan, “La Mercurienne –type maléfique”)

El 9 de mayo de 1902 se abre la famosa caja fuerte ("coffre-fort") de los Humbert. Thérèse Humbert, la estafadora del siglo, lleva veinte años engañando a la sociedad parisiense con el cuento de ser la heredera de unos cien millones de francos que le fueron, dice, legados por el millonario americano Crawford. Los acreedores que, con préstamos de un total de cuarenta millones, le han permitido convertir su casa en un centro del tout Paris, han logrado al fin una orden judicial. La caja de los valores se encuentra vacía, Thérèse ha huido a España con su esposo, su hija y sus dos hermanos; el asunto de la herencia Crawford se convierte en el “escándalo Humbert”. En diciembre, la familia es detenida en Madrid.

Un académico español, Emilio Cotarelo, especialista en historia medieval, los ha denunciado a la policía. La crónica de Darío, escrita en enero de 1903, la primera de la serie “Artículos de París”, es otro ejemplar de humorismo mordaz y de sátira feroz, en la mejor tradición de Swift, a quien Darío cita al inicio. Los protagonistas del escándalo desfilan en forma de juguetes: Teresa, “una pobre diablesa, una espesa portera convertida en reina de París por la influencia del dinero. Es la Nuestra Señora del Capital. Callados, avergonzados, cuando no traidores, están los que ayer, periodistas, banqueros, políticos, nobles, la adulaban. Hoy se ocultan, no la quieren reconocer, los que recibían los favores de sus cheques ó se sentaban á su mesa, ó jugaban al lawn-tennis con sus dos vírgenes familiares”. Eva, “la víctima, es un caso en que los hijos pagan la culpa de los padres. ... Esa será una buena esposa, porque ha sufrido mucho”. Cotarelo, el académico, “es un inquisidor. Es católico de verdad y cree en su cura. Su cura le dice: 'haz esto'. Él lo hace”. ¿Y el esposo, Frédéric? “Federico es el poeta, es decir, no sirve para nada. ... Pobre Federico, no tiene cerebro; es Polichinela. Tiene cerebro nada más que para rimar y soñar, inútilmente”. Es una crónica sumamente significativa porque Darío, separando por una vez su genio de su figura, logra dar una forma poético-humorística a un asunto que, para él, en el fondo, se sale del ámbito de la poesía32.

Syveton y su esposa

“Dans le grand monde, elle sème la ruine,
le déshonneur, le suicide; dans le peuple,
elle pourvoit la prison el même l’échafaud.
… C’est elle qu’on aime jusqu’à se tuer”
(Péladan, “La Vénusienne –type maléfique”)

El 4 de noviembre de 1904, Gabriel Syveton, tesorero de la Ligue de la patrie française, diputado por el 2° arrondissement de París, hombre arrogante y temido, abofetea en plena sesión parlamentaria, para “vengar el honor del ejército”, al ministro de la Guerra, el general Louis André. El 8 de diciembre de 1904, Syveton es encontrado muerto en su apartamento. Para comprender el “escándalo Syveton”, hay que comprender primero otro, el llamado “escándalo de las fichas”. Veamos brevemente los dos.

El gobierno de Émile Combes, que subió al poder el 6 de junio de 1902, tenía, en la política interior, dos objetivos principales: la defensa de la República contra el clericalismo y la democratización del ejército. El primero se persiguió por medio de la estricta aplicación de la ley sobre las asociaciones votada bajo el gobierno Waldeck-Rousseau en 1901; y el segundo, por medio de la introducción de un sistema de información y de delación en el cuerpo de oficiales. Los oficiales que eran masones recibieron orientaciones para informar a la logia Grand Orient de France, sobre la vida y opiniones de sus compañeros “clericales” o “reaccionarios”. El secretario de la logia llevaba un fichero donde reunía estas informaciones para tenerlas a la disposición del ministro de la Guerra. Ese sistema tan contrario al honor y a la ética militar fue denunciado en la Cámara por los diputados Guyot de Villeneuve y Gabriel Syveton, éste último licenciado en letras, ex-profesor de literatura en Reims, autor de Une cour et un aventurier au XVIIIe siècle. Le baron de Ripperda d’après des documents inédits y Louis XIV et Charles XII, y fundador, con François Coppée y Jules Lemaître, de la Ligue de la patrie française. El “asunto de las fichas” estalló en la Cámara el 28 de octubre de 1904, y el 4 de noviembre hubiera culminado sin duda con la dimisión del gobierno, sin las dos bofetadas que Syveton diera al ministro de la Guerra. “La imprudente brutalidad de Syveton tuvo por efecto fortalecer, momentáneamente, los rangos del bloque”33, de manera que el ministro de la Guerra tuvo que renunciar a su cargo el 15 de noviembre, pero el gobierno de Combes se salvó todavía hasta el 19 de enero de 1905.

El 9 de diciembre, Syveton, despojado de su inmunidad como diputado, iba a comparecer frente al tribunal de justicia del Sena. Se esperaba que saliera absuelto de la acusación de “haber maltratado físicamente a un magistrado en el ejercicio de sus funciones”, y que el proceso resultara un nuevo triunfo del movimiento nacionalista y una nueva derrota del gobierno radical-socialista. Pero desde unos tres días antes, sus amigos ya notaron que Syveton, que vivía en Neuilly con su esposa (una belga, nacida Marie Ruyssens, viuda de Bruyn) y con unos domésticos y criadas, y cuya hijastra, la señorita Marguerite de Bruyn, estaba recientemente casada con un señor Alphonse Hixard34, parecía sufrir fuertes presiones en la vida privada. El 8 de diciembre, a las tres de la tarde, la esposa lo encuentra muerto, cerca de un grifo del cual se había escapado el gas de la calefacción. ¿Se trata de un accidente?, ¿o de un suicidio?, ¿o de un asesinato? Interrogada, la esposa afirma que Syveton se suicidó porque había, durante ocho años, molestado sexualmente a su hijastra, la cual, por una curiosa coincidencia, tres días antes del proceso había decidido romper su silencio y hacer público el escándalo. Afirma también que Syveton había desviado una suma de 100.000 francos de la caja de la Patrie Française y que había tenido relaciones extramaritales con algunas damas de la alta sociedad, simpatizantes de la Patrie Française. Admite que, al darse cuenta, el 6 de diciembre, por las revelaciones de su hija, su yerno y una empleada, de las supuestas traiciones del marido, lo presionó, llena de indignación o de celos furiosos, para obligarlo a “desaparecer”.

El juez de instrucción, señor Boucard, descartó en enero de 1905 la posibilidad de un crimen, y los historiadores, en su mayoría, han aceptado la tesis del suicidio. No así algunos escritores de la época, amigos de Syveton y simpatizantes de la derecha política, que defendieron la teoría del asesinato, hacia la cual apuntan numerosos indicios. Nos referimos principalmente a tres libros: Ces Dames, del Diputado Hicks35, La Mort de Syveton, de Gabriel Mermeix36, y Journal d’un casserolé, de Gyp37.

Ces Dames es, de acuerdo al prefacio, una obra colectiva de amigos y admiradores de Syveton, compilada por un editor cuyo seudónimo no hemos podido aclarar. Los personajes aparecen y actúan bajo sus nombres verdaderos (algunos ligeramente modificados), con una notable excepción: Taraudier, que es “la síntesis de todas las maquinaciones y acciones policíacas que conducen al drama”38. Según Hicks, el objetivo de Émile Combes y de sus ministros era impedir el proceso, que podía provocar no solamente un nuevo triunfo del movimiento nacionalista, sino la caída del gobierno y la instalación de un gobierno nuevo, presidido posiblemente por el mismo Syveton. Para lograr su objetivo, Combes se sirve de Taraudier, personaje infiltrado en la Ligue de la Patrie Française y en la familia de Syveton, manipulador hábil de la esposa de éste, la cual, espía y prostituta de alto rango, traiciona a su marido tanto en el plano político como en el amoroso. Incitados por Taraudier, la esposa, la hija, el yerno y una empleada colman a Syveton de reproches y lo amenazan con un escándalo público, para ver si “huye”. Pero, como él resiste, tienen que recurrir al último remedio: inmovilizarlo por medio de un veneno y asfixiarlo por medio del gas, creando la apariencia de un suicidio.

Mermeix, el autor de La Mort de Syveton, es un escritor más sutil. No defiende una tesis propia, sino que discute ampliamente todas las hipótesis posibles. Su énfasis principal está en la “guerra dentro de la familia” que estalla inexplicablemente el 6 de diciembre. Según él, esta “guerra” no se dio espontáneamente, sino que fue provocada por alguien, por un personaje no identificado que él llama el Instigador o el Maquinador. Este personaje, según él, se ganó la confianza de Anna, la criada; esta pasó el virus a la hija, Margot, y a su marido, Ménard; Margot y Ménard contagiaron a la señora Syveton, y los cuatro abrumaron y agobiaron a Syveton con sus reproches violentos, aunque probablemente injustificados. La muerte, ya sea voluntaria o involuntaria, se dio, sin duda, como resultado de la dinámica de este histerismo familiar. Dinámica descrita, más tarde, en un momento de lucidez, por la misma señora Syveton: “Tengo hoy la certidumbre de que he obedecido a una sugestión. He sido arrastrada, empujada por fuerzas que todavía no distingo. Se ha jugado conmigo como con un instrumento demasiado dócil, se ha jugado con mi dolor, se le ha inflamado en un momento en que tenía que ser tan fatal. Busque usted quién tenía interés en provocar mi cólera y mi celos justo antes de este proceso”39.

Gyp, como se sabe, es el seudónimo de Sybille-Gabrielle Marie-Antoinette de Riquetti de Mirabeau, condesa de Martel de Janville (1849-1932), amiga de Syveton, autora fertilísima, protagonista de dos biografías recientes40. En una de sus primeras novelas había atacado ferozmente a los literatos simbolistas y decadentistas41. Darío, sin embargo, apreciaba a la “autora de tanto pimentado diálogo y escena del más puro parisianismo”, y gustó también de sus recetas de cocina42.

El libro de Gyp es lo que se suele llamar una novela en clave. Syveton aparece en ella bajo su verdadero nombre, pero como un personaje de trasfondo, amigo del protagonista. Este, el coronel Stanislas Mézeray, es un personaje ficticio; pero las circunstancias de su vida corresponden, con pocos cambios superficiales, a las de la vida de Syveton, y quieren insinuar al lector una cierta interpretación de ésta. He aquí la lista de los personajes ficticios con sus correspondencias reales:

Stanislas Mézeray = Gabriel Syveton
Bertha = Marie Ruyssens (Mme de Bruyn, Mme Syveton)
Elizabeth (Lizon) = Marguerite de Bruyn (Mme Ménard)
Julie = Louisa Spilmacker
Frieda = Anna Spilmacker
Paul Flambard = Troujeau
Joseph Frampin = Alphonse Ménard
Colleran = Camille Pelletan

El coronel Mézeray vive con su familia (su esposa, su hijastra y dos criadas, todas suizas) en Tourville, una ciudad de provincia donde se encuentra estacionado su regimiento. El libro es su diario, estructurado en dos partes: la primera va del 1 de enero al 10 de junio de 1903; la segunda del 1 de enero de 1904 al 29 de enero de 1905. En ambas partes se desarrollan, paralelamente, un conflicto público y otro privado. En la primera parte, en el plano de la vida pública, el coronel se da cuenta de que es víctima de un sistema de espionaje instalado en el Ejército por el ministerio de la Guerra, con el objetivo de intimidar o eliminar a los oficiales conservadores, monárquicos o clericales. Hay un espía dentro de su mismo regimiento, un oficial llamado Surgères. Al descubrir que Mézeray es bonapartista y enemigo del gobierno actual, lo obligan, a pesar de su comportamiento correcto, a retirarse del servicio. En el plano de la vida privada, tiene que sufrir el asedio amoroso de su hijastra bella, precoz, ninfómana, mentirosa patológica, hija de su irresponsable esposa de la cual, por desgracia, sigue enamorado (las dos mujeres se odian mutuamente).

En la segunda parte, Mézeray va con su familia a vivir a París, funda la Liga La Nationale en la cual, como tesorero y único hombre de acción, ejerce un poder prácticamente absoluto, y es elegido diputado. Tiene bastante éxito político, sobre todo cuando el sistema de las “fichas” es expuesto en el Parlamento. Sin embargo, en la vida privada, las cuatro mujeres que lo rodean siguen haciéndole la vida imposible. Él mismo se da cuenta de que, como ya no es soldado, sus principios y valores cambian. Deja de ser fiel a su mujer, y al fin, se deja seducir por su hijastra (en el fondo desprecia a ambas). La esposa, a su vez, “compra” relaciones sociales con la alta sociedad parisiense por medio de informaciones sobre el trabajo político del marido, frecuenta a sus enemigos políticos, específicamente a Surgères, y le hace unas escenas de celos terribles. Toma además dinero de la caja de La Nationale. Bajo la fecha del 4 de noviembre se mencionan, en el diario, las bofetadas que Syveton da al ministro de la Guerra, bajo la del 8 de diciembre se menciona la muerte de Syveton. Su alter ego, Mézeray, acusado por su esposa de haber violado a su hija y de haber robado el dinero de La Nationale, presionado por ella para huir o para matarse, muere envenenado por medio de una taza de té que le sirve una de las empleadas, el 29 de enero.

 El título, Journal d’un casserolé, es significativo. Tiene doble sentido: Diario de una víctima de espionaje, y Diario de un violado. El primero se refiere al sistema de las “fichas”, el segundo al asedio amoroso al cual Mézeray sucumbe finalmente. Es muy interesante la relación entre el plano público y el privado en la novela. Mézeray lucha con mucha energía en el plano público, para defender los intereses nacionales del país, limpiarlo de las influencias dañinas extranjeras, “salvar la Francia” como dirá Darío. En el plano privado, no demuestra la misma energía; asume, con paciencia infinita, su papel de víctima, bajo el pretexto de que ama a su esposa. Sin embargo, los dos congenian únicamente en el plano sensual y sexual, y difieren en todos los demás. Hablando de su propia casa, este nacionalista orgulloso admite: “Me he resignado a vivir en tierra extranjera. En mi casa estamos en Suiza, sin las montañas”43. El lector llega a la conclusión de que Mézeray debería haber puesto orden en su propia casa antes de tratar de poner orden en la patria. Mézeray/Syveton, si podemos llamarlo así, queda como un personaje inocente y al mismo tiempo culpable, es decir, un personaje trágico, encarnación de la decadencia de su país44. De esa manera, Gyp va más allá de los intereses partidarios que quizás la motivaron inicialmente para escribir sobre el asunto Syveton, y logra representar un conflicto más general, que suele darse en cualquier movimiento militante, ya sea de derecha o de izquierda.

Darío ha tratado dos veces del asunto Syveton, en una crónica escrita en diciembre de 1904 y en otra escrita en enero de 1905. La primera fue incluida en Parisiana45, la otra está todavía inédita46. En la primera logró desarrollar de manera estética el tema, en la segunda no: por este motivo, sin duda, incluyó la primera en uno de sus libros y dejó la otra afuera.
La primera crónica comienza con un resumen bastante claro, conciso y espiritual de la carrera de Syveton:

M. Syveton era un modesto profesor de provincia, nacido para la apacible función de enseñar las Bellas Artes. París le atrajo y en París se dedicó á la crítica literaria. Todo lo abandonó por una ocupación más importante: salvar la Francia. Aquí, como en todas partes, consagrarse á salvar el país hace llegar pronto. ¿Adónde? A veces á excelentes situaciones; pero, á veces, al ridículo y á veces á la muerte. Entró, pues, el antiguo profesor de liceo en pleno campo de la política. Tenía condiciones. Era simpático á las gentes. Sabía dar fuertes puñetazos. Cuando presentó su candidatura por la circunscripción de que yo soy vecino, se encontró en la calle con el candidato rival. No queriendo gastar sus razones, le apaleó47. Era amigo de los políticos elegantes que hace algún tiempo le rompieron el sombrero de un bastonazo á M. Loubet, presidente de la república48. Como se ve, era profesor de energía.49

Se nota como, en la exposición periodística del tema, Darío introduce ya los elementos de la tragedia que se va a desarrollar: el personaje que decide salirse de la apacible función para la cual ha nacido, la hybris que implica su decisión de querer “salvar la Francia”, el cambio forzado de su personalidad para convertirse en un “profesor de energía”, y sobre todo, anticipación sutil, el peligro de llegar “al ridículo o a la muerte”. Efectivamente, en la culminación de la tragedia, lo heroico no se puede separar de lo ridículo:

Su último ruidoso acto fue la bofetada que en plena Cámara dio al general André, anciano de sesenta y cinco años y ministro de guerra. El cual tiene un hijo que es teniente.50

Lo mismo se puede decir del desenlace, trágico pero no exento de humorismo:

M. Syveton fue acusado y el día anterior al de su comparición ante la justicia fue encontrado muerto. Se culpó á la chimenea, al óxido de carbono, como en la desgracia Zola. Coppée, Daudet, Boni de Castellane gritaron: “¡Le han asesinado!” Los otros dijeron: “¡Suicidio político!” No pocos: “Ni asesinato, ni suicidio: la casualidad, la fatal casualidad”. Era justo pensar: de todas maneras, el que quiera dedicarse á la política en Francia tendrá que suprimir la calefacción en su casa …51

Y finalmente, la solución del misterio, que llega envuelta en una verdadera abundancia de citas literarias (Cantar de mío Cid, Quevedo, Racine, Bourget, Mark Twain) y reminiscencias históricas (“por una mujer murió Gambetta, por una mujer se suicidó Boulanger, por una mujer sucumbió amorosamente el presidente Félix Faure”):

Un “odor di femina” impregna ya toda esa dura tragedia. M. Syveton ha muerto por una mujer. Estamos en el imperio de la mujer … Tras toda cosa, hasta en los asuntos políticos, se oye el “frufru” de una falda femenina.
[…]
El caso de M. Syveton no deja de tener su literatura: es el de Fedra al revés. … M. Syveton ha desaparecido, pues, como un personaje de las tragedias que antes él explicaba. Su gesto ha sido clásico…
[…]
Se ha publicado el retrato de Mme. Menard, hija de Mme Syveton, la “Hipolita” del caso, y París ha visto un bellísimo rostro de mujer más …52

La segunda crónica es diferente. El énfasis ya no está ni en el ex profesor de literatura que muere según su ley, ni en su hijastra bella y fatal. Ahora se trata, por un lado, de la esposa que, para convencer al juez y al público de su inocencia, explica que su difunto marido tenía mil motivos para suicidarse. Por el otro, se trata del comportamiento de la prensa.

Aun sigue el chapoteo de la prensa en el más infecto de los lodazales á propósito del misterioso morir de ese desgraciado M. Syveton. Y ha sido el folletín más espeluznante, más complicado, más lleno de crimen y de vicio que uno hubiera podido imaginarse. Y lo más extraordinario del caso es que ha sido la esposa misma, la esposa de Syveton, la que ha revuelto más y la que sigue revolviendo el fango del menos trivial de los hogares, de su propio hogar, para echar sobre el pobre muerto una cantidad tal de infección, que todos los desinfectantes juntos de la tierra serían incapaces de purificar el aire de esos horribles miasmas. La figura del antiguo profesor de bellas letras queda catalogada en el museo del secreto de las vesanias peligrosas y de las historias obscenas. La novela tiene de todo: du Gaboriau, du Sue, con su poco de marqués de Sade; desfile de personajes interesantes, curiosos, crueles, y hasta bufos y ridículos. ¿Qué diario publica hoy en su piso bajo novelón de más intriga? Cada día, desde el hallazgo del cadáver, ha habido un capítulo lleno de sorpresas y de cosas pasmosas. [...] De todos modos, la señora que ofreció al principio, sin que nadie se lo solicitase, «defender la memoria de su pobre Gabriel», lo ha hecho aparecer primero como un monstruoso erotómano y luego como un ladrón. ¡Deliciosa consorte! Y se trata de gente altamente colocada; del tesorero de la Patrie Française, del compañero íntimo de Lemaître y de Coppée! El público, goloso de escándalos, está contento ...53

Transfigurar poéticamente un escándalo “muy siglo XX” no es cosa fácil. Darío lo logra en la primera crónica, pero abandona el intento en la segunda. Él mismo nos dice por qué:

Este caso me recuerda el de la muerte de Bonmartini, el del crimen de Bolonia; pero Quincey habría hallado su «belleza» al crimen italiano, algo medieval y sangriento de pasión; mientras si se aclaran aquí bien las cosas, no creo que se encuentre más que un caso de asesinato por bajos lucros.54

Se nota que Darío ya no cree en el suicidio, como lo hizo un mes antes cuando escribió la primera crónica. Ahora cree en un asesinato. La verdad parece ser que se trató de un asesinato político:

Años más tarde, después de la guerra, un inspector de la Seguridad General, François Maurice, llamado Lulu, antes de morir en un hospital alemán confió a nuestro colega Jacques Crépet por medio de un testamento dictado que había asesinado a Syveton siguiendo una orden del Gran Oriente, moviendo y manipulando su aparato de gaz. Se había introducido en el apartamento del diputado del 2° arrondissement con la ayuda de una persona cómplice.55

Sin embargo, el asesinato cometido con un objetivo político no excluye que los cómplices involucrados obtengan bajos lucros; Darío no andaba tan lejos de la verdad. De todos modos, “el odio, la sed de venganza, los celos, la pasión del juego, la ambición”, dice Rosenkranz, “son más estéticos que el robo, que la falsificación, que el fraude, que la cruda impudicia, que el asesinato que se comete sólo por tener y disfrutar algo”56. El asesinato por bajos lucros no se presta a la poesía. Se presta a la literatura naturalista, social, que atrae a nuestro poeta/cronista y al mismo tiempo le repugna. Los temas naturalistas atraen a Darío; pero no quiere o no puede tratarlos de manera naturalista. Los desarrolla, a veces, de manera brillantemente humorística y satírica, pero no los analiza, lo cual le hubiera llevado a la crónica, o incluso a la novela de tipo naturalista.

© Günther Schmigalle


Notas

Arriba

vuelve * Este artículo ha sido publicado anteriormente como "Escándalos de París. Rubén Darío y Gyp frente al asunto Syveton“, en: Letras. Revista de la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje (UNA, Heredia, Costa Rica), n° 37, 2005, 31-51, y en: Crítica Hispánica (Pittsburgh) XXVII (2005) 2, 197-215.

vuelve 1. Carmen Ruiz Barrionuevo, 2002: Rubén Darío, Madrid: Síntesis, 25-29.

vuelve 2. Entre los desconocidos, mencionemos el reportaje de RD sobre el Congreso de los Poetas del 27 de mayo de 1901 (“París. Hombres, hechos é ideas”, La Nación, 30 de junio de 1901), y su polémica con Max Nordau (“Al Dr. Max Nordau”, La Nación. Suplemento Semanal Ilustrado, 14 de mayo de 1903).

vuelve 3. Ernest Raynaud, 1918-1922: La Mêlée symboliste, 3 tomos, París: La Renaissance du Livre, t. 1, 117 (“La doctrine symboliste”).

vuelve 4. Klaus Meyer-Minnemann, 1996: “Modernismo: significante, significados y significación“, en: Acta Literaria N° 21 (45-54), 45-54, aquí 47, nota 7.

vuelve 5. Francisco A. Gaviria, 1889: “Rubén Darío”, Repertorio Salvadoreño, julio de 1889, cit. en: Diego Manuel Sequeiro (1965): Rubén Darío Criollo en El Salvador, Managua: Hospicio, 24-36.

vuelve 6. RD, “El ejemplo de Zola”, La Nación. Suplemento Semanal Ilustrado, 13 de noviembre de 1902; id., Opiniones, Madrid: Fernando Fé 1906, 7-22.

vuelve 7. RD, “Máximo Gorki”, La Nación, 10 de febrero de 1902; id., Opiniones, op. cit., 23-35.

vuelve 8. RD, “Historia negra: los Ezeta”, Obras completas, Madrid: Afrodisio Aguado 1950-1953 (a partir de ahora citado como OC), t. 4, 1076-1094.

vuelve 9. RD, “La obra del populacho”, OC, t. 4, 1156-1160.

vuelve 10. RD, “Balmaceda, el presidente suicida”, OC, t. 4, 1148-1152.

vuelve 11. RD, “Por el lado del norte”, El Heraldo de Costa Rica, 15 de marzo de 1892; Günther Schmigalle, “La pluma es arma hermosa”. Rubén Darío en Costa Rica, Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua 2001, 49-51.

vuelve 12. RD, “Palomas fugitivas”, El Heraldo de Costa Rica, 27 de abril de 1892; Schmigalle, op. cit., 54-55.

vuelve 13. Georges Normandy, prefacio a Jean Lorrain, La Ville empoisonnée, París: Jean Crès 1936, 5.

vuelve 14. RD, “París. Hombres, hechos é ideas”, La Nación, 10 de abril de 1901; Escritos dispersos de Rubén Darío, La Plata: Universidad Nacional de La Plata/Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1968/1977, t. 2, 82-83. El enfrentamiento fue entre los poetas André Buffet y Paul Déroulède. Este último, además de poeta, era político realista, es decir, monárquico.

vuelve 15. RD, “París. Hombres, hechos é ideas”, La Nación, 21 de abril de 1901; id., Escritos dispersos, t. 2, 84-85. El enfrentamiento fue entre el redactor jefe del Figaro, Fernand de Rodays, y el conde Boni de Castellane.

vuelve 16. Cf. Sabine Kleine, 1998: Zur Ästhetik des Häßlichen, Stuttgart / Weimar: J. B. Metzler, 28-34.

vuelve 17. RD, “Palomas fugitivas”, en: Schmigalle, op. cit., 54.

vuelve 18. RD, “Shakespeare de última hora. ‘Les rois en exil’”, La Nación, 15 de julio de 1903; “Cosas de Shakespeare”, OC, t. 4, 1238-1244.

vuelve 19. RD, “Vacher, o el loco de amor”, OC, t. 1, 754-758, aquí 754.

vuelve 20. “Véra Gélo”, Gil Blas, 15 de marzo de 1902.

vuelve 21. RD, “París. Hombres, hechos é ideas”, La Nación, 13 de mayo de 1901; y “París. Hombres, hechos é ideas”, La Nación, 30 de junio de 1901.

vuelve 22. Cf. Norbert Lallié, Choses de Russie, Lyon: Emmanuel Vitte, s.f., 179-196 (“Russes et nihilistes à Paris”).

vuelve 23. RD, “Azaroff”, La Nación, 4 de marzo de 1905.

vuelve 24. Joseph Plaigneur (1876-1936).

vuelve 25. François-Dominique Leca (1874-1910).

vuelve 26. Amélie Hélie (1878-1933).

vuelve 27. Armand Lanoux (1991): “La vraie Casque d'Or”, en: Gilbert Guilleminault, Le Roman vrai de la IIIe et de la IVe République, París: Robert Laffont, t. 1, 574.

vuelve 28. RD, “Las transformaciones de Mimi Pinson”, La Nación, 13 de abril de 1902. Un rechazo similar se encuentra en el curioso libro de Chautard que afirma que “Mélie Hélie” fue la instigadora, además de los ataques a Leca, de tres asesinatos (Émile Chautard, Goualantes de La Villette et d'ailleurs, París: Marcel Seheur 1929, 87).

vuelve 29. RD, La caravana pasa. Libro primero, Managua: Academia Nicaragüense de la Lengua / Berlín: Edition Tranvía 2000, 60.

vuelve 30. No sin violar un poco la realidad, bien sûr. Jacques Becker, por ejemplo, en su película Casque d'Or (1952, con Simone Signoret y Serge Reggiani), envía a Manda a morir en la guillotina, provocando un juicio por difamación de parte del marido de la difunta Amélie Hélie (Lanoux, op. cit., 581-582).

vuelve 31. Kart Rosenkranz, 1996: Ästhetik des Hässlichen, Leipzig: Reclam, 199.

vuelve 32. RD, “Año Nuevo. ‘Artículos de París’”, La Nación. Suplemento Semanal Ilustrado, 19 de febrero de 1903.

vuelve 33. Antonin Debidour, 1906-1909: L’Église catholique et l’état sous la Troisième République, 2 tomos, París: Félix Alcan 1906-1909, t. 2, 436.

vuelve 34. O Ménard, según otras fuentes.

vuelve 35. Le Député Hicks, Ces Dames. Psychologie et pathologie sexuelle de l’affaire Syveton, París: F. Marion s.f. (¿1905?). El título alude al best-seller del año 1860, Ces Dames, de Vermorel.

vuelve 36. Gabriel Merméis, 1925: La Mort de Syveton, París: Arthème Fayard.

vuelve 37. París: Félix Juven s.f. (¿1905?).

vuelve 38. Hicks, Ces Dames, p. IV.

vuelve 39. Mermeix, op. cit., 3.

vuelve 40. Willa Z. Silverman, 1995: The Notorious Life of Gyp. Right-Wing Anarchist in Fin-de-Siècle France, Nueva York/Oxford: Oxford University Press; Olivier de Brabois, 2002: Gyp: comtesse de Mirabeau-Martel, 1849-1932: pasionaria nationaliste, homme de lettres et femme du monde, París: Publibook.

vuelve 41. Gyp, Un Raté, París: Ernest Flammarion, s.f. (¿1891?)..

vuelve 42. RD, “‘Articles de París’. La literatura y la cocina”, La Nación, 20 de diciembre de 1904.

vuelve 43. Gyp, Journal d’un casserolé, 18.

vuelve 44. En un momento significativo de la obra, Mézeray ve con su esposa y su hijastra, en el teatro del Vaudeville, el estreno de Décadence, comedia en cuatro actos de Albert Guinon (ibíd., 210-211).

vuelve 45. RD, “Articles de París”, La Nación, 15 de enero de 1905; “El caso de M. Syveton”, Parisiana, Madrid: Fernando Fé 1907, 153-156.

vuelve 46. RD, “El Año Nuevo de París”, La Nación, 5 de febrero de 1905.

vuelve 47. Lucien Le Foyer, abogado y publicista, miembro de la Izquierda radical-socialista, era este rival que, según J. Levenge, no fue apaleado sino abofeteado (Gabriel Syveton et la Sûreté Générale. Un traître contre un héros, París: Gibert 1905, p. 86). A este episodio se refiere sin duda un famoso aforismo de Maurice Barrès: “–El «boxe» …– es el único arte indispensable en una democracia” (Enrique Gómez Carrillo, Cultos profanos, París: Garnier Hermanos s.f., 228).

vuelve 48. El 4 de junio de 1899, durante las carreras de caballos en Auteuil, un monárquico, el barón Christiani, asestó un bastonazo al presidente Loubet.

vuelve 49. RD, “El caso de M. Syveton”, op. cit.

vuelve 50. Ibíd., 154.

vuelve 51. Ibíd.

vuelve 52. Ibíd., 155-156.

vuelve 53. RD, “El Año Nuevo de París”, op. cit.

vuelve 54. Ibíd.

vuelve 55. Léon Daudet, 1936: Panorama de la IIIe République, París: Gallimard, 167. Crépet conoció a François Maurice en Berlín, en 1919. Su artículo se publicó en la revista Candide el 4 de abril de 1934, con el título “Comment j’ai tué Syveton” (Jacques Chabannes, Les Scandales de la “Troisième”, París: Perrin 1972, 111).

vuelve 56. Rosenkranz, op. cit., 263.


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