Christina Schramm

 

“Colocando América en el mundo” – miradas y narraciones.
El ejemplo de Wilhelm Marr: Viaje a Centroamérica

 

Universidad de Costa Rica

christina_schramm@yahoo.de

 

Notas* Bibliografía


Introducción
El libro de viaje Viaje a Centroamérica, escrito por el alemán Wilhelm Marr (1819-1904), es parte de una gran cantidad de miradas y narraciones acerca del Nuevo Mundo, divulgadas a través de los diversos textos escritos principalmente por europeos y anglosajones. A pesar de sus diferentes enfoques comparten a menudo una característica en común: Se trata de “colocar América en el mundo”, es decir, de inscribir la cultura europea en un espacio supuestamente vacío. La colonización no solo se entiende en su forma directa, en la apropiación violenta de territorios supuestamente inhabitados, sino también en la eficacia de su poder discursivo. La escritura es una de las estrategias para “naturalizar” los discursos eurocéntricos.

En este trabajo1 mi interés no es tanto preguntar si es cierto o correcto, lo que escribe Marr. Evidentemente se trata de una narración sumamente subjetiva. Más bien quiero evidenciar la subjetividad de Marr y ejemplificar la (re)producción discursiva de un proyecto civilizador eurocéntrico. A lo largo del análisis de una parte del libro de viaje, mi pregunta principal es: ¿De qué manera y bajo cuál contexto histórico-político reflejan las miradas y narraciones hechas por Marr los imaginarios colectivos de su tiempo?

Parto de dos tipos fundamentales de imágenes utilizadas por Marr como punto de referencia al escribir su libro de viaje. El primero trata del imagotipo de la naturaleza como grandiosa y fantástica por un lado, y la naturaleza como fatigante y peligrosa por el otro lado. El segundo imagotipo, relacionado con el primero, trata de la supuesta inferioridad de los americanos frente los europeos. Con ello hago referencia a la clasificación de imagotipos retomada y ampliada por el autor Werner Mackenbach (1998: 158s) quien se basa en la autora Marlene Rall. Esta última distingue diez imagotipos en la literatura de lengua alemana desde la conquista.2 Cabe resaltar, que el término “imagotipo” se refiere a “las imágenes en nuestras cabezas”, es decir, a los “estereotipos, mentalidades, prejuicios, valores, ideas fijas [o] actitudes” (Siebenmann/König, 1992: 2; citado en Mackenbach, 1998: 162).

Mackenbach pone en relieve la persistencia de las imágenes producidas y reproducidas acerca del Nuevo Mundo en la literatura alemana a lo largo de los siglos en general y acerca de Nicaragua y Costa Rica en los viajeros alemanes Wilhelm Heine y Wilhelm Marr en particular. Al especificar críticamente precisamente la práctica entre los viajeros de “copiar ‘el uno del otro’” (1998: 155), el autor evidencia la necesidad de comprender la constante reproducción de las imágenes colectivas en la tradición del pensamiento occidental de carácter eurocentrista, racista y sexista. También la autora Andrea Mahlendorff hace referencia a la literatura de viaje en cuanto a que ésta demuestra que “el espacio geográfico de América Latina se convirtió por medio de la conquista europea en un terreno de proyecciones de imágenes e imaginaciones provenientes del Viejo Mundo” (Mahlendorff, 2000: 67).

Ahora, si bien es cierto que el libro de viaje de Wilhelm Marr se ofrece para una investigación mucho más amplia, en este trabajo se limita el análisis a la discusión de los dos imagotipos anteriormente mencionados. Trabajaré mucho con extractos de texto del libro mismo, para concretar el significado ideológico de fondo. El enfoque se dirige principalmente a la parte en la cual Marr llega a Costa Rica.3 De tal manera que no realizo una lectura historiográfica, la cual implicaría integrar otros documentos históricos. Sin embargo, al analizar a varios de los imagotipos más divulgados sobre Latinoamérica en la literatura alemana de viaje, pretendo hacer una contribución a la construcción de una historia de la literatura centroamericana, una tarea que es considerada aún pendiente (Mackenbach, 1998: 161).

Considero pertinente enfatizar un enfoque de investigación que trascienda una determinada disciplina. El relato de viajes es, de acuerdo con el autor Miguel Ángel Quesada Pacheco, “un género híbrido”. Según este autor puede ser caracterizado como “un texto complejo, difícil de definir o de encajar en una categoría genérica” (2001: 23s), que incluye elementos literarios, historiográficos, entre otros. Constituye a su vez un discurso que puede ser aprovechado de múltiples maneras. En el caso de Costa Rica, en los últimos años se han publicado y republicado antologías y libros de viajes por ejemplo desde la literatura, lingüística, historia y la biología (Quesada Pacheco, 2001; Fernández Guardia, 2002; Solórzano, 2004; Hilje Quirós, 2006).

En consecuencia, decidí ubicar teóricamente mi investigación en el ámbito interdisciplinario de los estudios postcoloniales. A continuación daré algunas razones del por qué de una mirada postcolonial al tratar de analizar textos de viajeros de lengua alemana. Luego enfatizaré los libros de viaje entendidos como cartografía simbólica y que tienen un fuerte impacto en la comprensión y configuración del espacio geográfico latinoamericano. Después de esta parte de carácter teórico-conceptual, sigue el ejemplo de Wilhelm Marr y el análisis de su Viaje a Centroamérica, antes de terminar el artículo con algunas conclusiones y perspectivas.

Del por qué de una mirada postcolonial
En respuesta a esta pregunta, quiero introducir una breve caracterización de los estudios postcoloniales. Como enfoque teórico dentro del marco de los estudios culturales, me parece de gran utilidad para elaborar una discusión acerca del significado de textos desde y sobre América Latina escritos por viajeros europeos como es el caso de alemán Wilhelm Marr.

El prefijo “post” del término post-colonial no solamente indica el período después de la colonización, a partir de la independencia. A pesar de que es un término que nació en los discursos académicos de las metrópolis anglosajonas y allí en especial en el área de literatura de habla inglesa, tampoco significa un posicionamiento exclusivamente metropolitano, mucho menos una perspectiva que se piensa fuera o superior de las regiones alguna vez colonizadas. Más bien, quiere poner de relieve las ambigüedades y complejidades de muchas diferentes experiencias culturales heredadas desde la colonización y entenderlas en sus efectos materiales y discursivos que tienen aun hoy en día (Ashcroft/Griffith/Tiffin, 1995: 2).
El colonialismo es vislumbrado críticamente en su expansión económica capitalista y su imposición de un modelo cultural occidental a las culturas amerindias. Una característica de la época colonial es la codificación de la población una jerarquía compleja de color de piel, clase y género. Precisamente en esta circunstancia se ve una de las más grandes contradicciones en el colonialismo, ya que se “necesita tanto ‘civilizar’ a sus ‘otros’, como fijarlos en una perpetua ‘otredad’.” (Loomba, 2000: 173)4 La colonización se basaba en la explotación económica de las personas africanas y sus descendencias, al igual que a personas indígenas. A partir de allí el racismo se construyó como una ideología y como un orden económico para estructurar la sociedad en América Latina. Pero, ya existía “un orden social, económico y cultural de más de cinco mil años,” el cual, en forma institucionalizada, se basaba en el predominio y el poder de los hombres sobre las mujeres. Por lo cual, según Campbell Barr (2002: 20s), “solo puede entenderse el racismo en el contexto histórico del sexismo.”

La codificación de origen colonial mantuvo eficacia después de la fase de liberación e independencia de los jóvenes estados nacionales en América Latina y sigue influyendo en sus efectos discursivos hasta hoy en día los procesos de identificación en América Latina. A través de políticas de representaciones, basadas en exclusión de todo lo diferente a las narraciones “oficiales” se empezó a crear en cada estado latinoamericano narrativas, difundidas y repetidas como una ficción cultural, mientras que otras narraciones fueron calladas (Mosby, 2003: 23). En este sentido podemos concluir en las palabras de la autora Encarnación Gutiérrez Rodríguez, que

 “ [...] no se trata solamente de la colonización directa en el sentido de la apropiación violenta de territorios y del genocidio de la población, sino también de la tradición de escritura, conocimiento y cultura, en la cual fueron institucionalizadas estas formas de violencia.” (Gutiérrez Rodríguez, 2003: 21; trad. C.S.)5

Primordialmente se trata aquí de discutir el colonialismo simbólica, discursiva y performativamente. Gutiérrez Rodríguez señala que esta perspectiva, la cual se desarrolla especialmente en los estudios feministas, y sociocrítico-postestructuralistas dentro del marco de los Estudios Postcoloniales, entiende el término de la “colonia” como un efecto de una constelación histórico-política. Es decir, esta mirada postcolonial pone énfasis en los poderes coloniales como productores de conocimiento. Por lo cual los libros de viaje aparecen ya no como descripciones inocentes de supuestos hechos y circunstancias “naturales”, sino como parte de una específica constelación histórica y política, en la cual se genera un conjunto de imágenes hacia el Nuevo Mundo. En este sentido los libros de viaje se ubican dentro del marco de escrituras de carácter eurocéntrico. A continuación especificaré y profundizaré más la relación hegemónica entre ciencia y política que se desarrolló en el siglo XIX por parte de los poderes coloniales europeos.

Escrituras como “cartografía simbólica” – discursos eurocéntricos
“Ubicar en el mapa es una de las actividades racionalizadoras de la cultura occidental moderna y, podríamos decir, es un dispositivo central en la definición de identidades colectivas – regionales, nacionales, continentales.” (Montaldo, 1999: 14)

Para Graciela Montaldo la alianza hegemónica entre ciencia y política se articula a través de la cartografía y el imperialismo, que desde el siglo XVI diseñan conjuntamente el mundo. Representan un eje fundamental en la conquista y apropiación de los nuevos territorios, ya que los lugares registrados, medidos y dibujados llegan a ser espacios cada vez mayores, que son incluidos en una lógica imperialista de representaciones.

“Se trata, en los casos de territorios que hacen su aparición para el saber europeo, de ocupar – ya no solo sobre el espacio sino sobre ese lugar abstracto del mapa y a través del discurso – un lugar que garantice la inclusión en un continuum, en una forma de representación que les otorgue identidad.” (Montaldo, 1999: 14)

En este sentido los mapas, las descripciones científicas o paisajísticas, las pinturas de los territorios son estrategias fundamentales para establecer continuidades espaciales y colocar América en el mundo bajo el imperativo de la cultura occidental. Esta necesidad de “encontrar un lugar en el espacio” ya predemarcado, requiere “tanto un ejercicio de verificación y estudio como de imaginación.” Montaldo pone en relieve el papel importante que jugaron los libros de viajes en este escenario de formación de los jóvenes Estados nacionales:

“Los libros de viajes son discursos en los que se pueden ver claramente los largos procesos de formación territorial de las zonas excluidas del mundo.” (Montaldo, 1999: 15)

Los viajeros europeos produjeron una gran abundancia de textos desde las diferentes perspectivas. Siendo científicos, comerciantes, exploradores, aventureros, diplomáticos, militares, artistas, colonos, etc., a menudo poseían los contactos necesarios, para publicar sus reportajes en sus países de origen. En cambio, de la elite intelectual latinoamericana, los criollos y entre ellos particularmente los letrados, fungían como traductores lingüísticos y mediadores culturales entre Europa y América Latina. Formaban parte activa en constituir los jóvenes estados naciones en América Latina al traducir e interpretar obras de viajeros ilustres tan importantes, por ejemplo, Alexander von Humboldt y Charles Darwin, cuyas caracterizaciones de la naturaleza americana desde una perspectiva europea llegaron a ser interpretaciones legítimas para el posicionamiento de los estados latinoamericanos mismos.

“Con rapidez, traduciendo el territorio indómito, inexplorado, a los términos del saber europeo, esos libros se convirtieron en fuente de verdad tanto para los países de origen como para los criollos encargados de construir los Estados nacionales.” (Montaldo, 1999: 15)

La traducción que hizo por ejemplo Andrés Bello de las escrituras de von Humboldt sobre sus viajes, forma el entendimiento de los latinoamericanos sobre su continente (Rössner, 2002: 160sgs).6 En su combinación específica de una visión del mundo ilustrado y su observación científica exacta de la naturaleza del continente, estos textos transmiten por primera vez un conocimiento profundo sobre los recursos que ofrece el Nuevo Mundo y que no sabían usar los colonialistas españoles. La doble mirada, científica y romántica, que se ejerce a menudo en las escrituras tanto del Viejo como del Nuevo Mundo se debe al pensamiento romántico y positivista predominante del siglo XIX.

Estas formas del saber europeo contribuyen en consecuencia a establecer continuidades territoriales para asegurar el control y la propiedad del gobierno sobre terrenos ajenos y todavía desconocidos. Generan además un imaginario colectivo en torno a los espacios, que se basa en las imágenes tal como las he especificado en la introducción, llevando un orden en oposiciones binarias y jerárquicas. Civilización versus barbarie, cultura versus naturaleza, centros versus periferias, sujeto versus objeto son algunos términos centrales utilizados en los discursos del siglo XIX.

Podemos concluir, que lo característico de esas escrituras era su contribución a “naturalizar” tales discursos eurocéntricos (Pastor, 1983). La escritura como “cartografía simbólica” (Montaldo, 1999: 19) servía para ordenar y codificar una nueva identidad bajo el lema de la modernización y “civilización” de la “barbarie”, del supuesto estado natural, de la naturaleza en sí. La naturaleza a menudo entendida como espacios vacíos y salvajes no obstante resulta ser un topos, un terreno en disputa por los diferentes intereses políticos, económicos y sociales que se enfrentan en él. Por ende, si bien parece ‘natural’ hacer el mapa y posicionarse en él, tampoco es un proceso fácil; “ [...] fue un proceso de negociaciones, invasiones, pérdidas, guerras, desplazamientos.” (Montaldo, 1999: 19)

 A continuación se enfocará más concretamente los discursos eurocéntricos, que se manejan en el fondo de este tipo de escritura, en especial de los libros de viaje. Entre ellos se encuentra el relato del viajero y escritor alemán, Wilhelm Marr (1819-1904), Viaje a Centroamérica, que seguidamente servirá como ejemplo de análisis acerca de las miradas y narraciones arriba caracterizadas.

Miradas y Narraciones – el ejemplo de Wilhelm Marr
El libro Viaje a Centroamérica de Wilhelm Marr, que en el año 2004 fue editado en su versión español por el autor Juan Carlos Solórzano, es una traducción del texto original en alemán Reise nach Central-Amerika, que fue publicado en Alemania en 1863, después de haber aparecido ya en forma de relatos en el periódico Freischütz, de Hamburgo. Wilhelm Marr narra sus experiencias durante el viaje que hizo entre 1852 y 1853 a Nicaragua y Costa Rica en aproximadamente diez u once meses. Ofrece con su libro una mirada de estos dos países a mediados del siglo XIX, en la cual se entremezclan las descripciones de los espacios naturales tropicales con la mirada hacia la población de estas tierras. ¿Cuáles eran sus razones para hacer este viaje?

Wilhelm Marr, que nació en Magdeburg en el año 1819, comenzó una carrera comercial. Pero al trasladarse en 1841 a Zürich, Suiza, cambió el curso de su vida, ya que reunido con otros exiliados alemanes, empezó a escribir panfletos políticos, criticando la mala situación en que se encontraba Alemania. Dos años después, de regreso a Alemania y al estar en contacto con el comunista Wilhelm Weitling, fue deportado. En Lausana Wilhelm Marr formaba activamente parte del movimiento “Das Junge Deutschland” (La Joven Alemania) que se convirtió en sinónimo para todo el movimiento revolucionario-democrático. Este movimiento luchó durante los años treinta y cuarenta por el derrocamiento del poder de la aristocracia y de la iglesia, contra las exclusiones sociales y nacionales y estaba a favor de la unificación territorial y la libertad política garantizada constitucionalmente. El descontento personal por la situación política era grande entre mucha gente después del fracaso de la revolución de 1848. Inspirados por la revolución francesa y sus valores liberales, muchos de los integrantes del movimiento fracasado buscaron luego a la par de otros grupos sociales encontrar sus ideales en el Nuevo Mundo (Mackenbach, 1998: 162).

Como muchos de sus compatriotas de la época, Wilhelm Marr quería conocer entonces el Nuevo Mundo. En la primera mitad del siglo XIX en Alemania circulaba en los periódicos y revistas ya una gran cantidad de reportajes, cartas, diarios y otros textos escritos por viajeros de lengua alemana en el Nuevo Mundo, generando más interés de Alemania hacia este continente. Mucha gente de todas clases sociales de hecho se entusiasmó con la idea de emigrar a América. Von Houwald ve la idea de emigrar como una fiebre que se apoderó de la imaginación en grandes partes de la población, creando la expectativa de encontrar en el Nuevo Mundo y precisamente en el trópico, un verdadero paraíso:

 “Los unos soñaban con la libertad que creían no tener en su patria. Los otros pensaban que las extensiones inmensas de tierra virgen estaban a la espera para ser explotadas muy en especial por ellos mismos y no se preocuparon de los derechos de los aborígenes.” (von Houwald, 1993: 15)

Al mismo tiempo existía una institucionalización de los proyectos de emigración, para favorecer la colonización alemana de Centroamérica. Muchas asociaciones y organizaciones surgieron, pero también quebraron. Tanto en los discursos de esas asociaciones en pro de la emigración, como en los libros de viaje como Viaje a Centroamérica de Marr, una serie de imágenes de la época revela como punto de referencia su poder eficaz. Entre ellas se encuentra el imagotipo de la naturaleza tropical amenazante, peligrosa y asquerosa por un lado y grandiosa, exótica y fantástica por otro lado. Otro ejemplo de un imagotipo, que se maneja durante todo el texto es la idea racista de que los americanos como seres humanos son inferiores a los europeos civilizados. Wilhelm Marr comparte estas convicciones, y se basa en ellas al explicar lo que observa Solórzano, 2004: Xiii). En este sentido, es un hombre de su tiempo, que se inscribe en el proceso histórico, político y literario como se explicó arriba. A continuación discutiré una parte de Viaje a Centroamérica bajo la consideración de estos dos imagotipos. Me referiré a la etapa de viaje de Nicaragua hacia Costa Rica.

La impresión que causa Punta Arenas
“ [...] en todas partes predominaba una cierta índole ágil, activa y afanosa, que ofrecía el más halagüeño contraste con la tierra de la raza perdida, Nicaragua. Y cuando pasaron delante de mí tres marineros hamburgueses y escuché el bien conocido acento de nuestro idioma popular y esa francmasónica palabra de reconocimiento que emplean los hijos de Hamburgo en lejanas tierras, Hummel, me conmoví y exclamé: ¡Viva Costa Rica!” (Marr, 2004: 321)7

Después de haber pasado varios meses en Nicaragua, Wilhelm Marr acompañó a Julio Balke, comerciante alemán en Nicaragua, en barco a Costa Rica. Estaba encantado de llegar a Punta Arenas, el puerto al lado pacífico de “ese magnífico país “el Paraíso de los Andes”, que es Costa Rica.” La vida porteña, más la arquitectura de los edificios y la presencia de compatriotas hamburgueses suyos, le daban la sensación que se “encontraba de nuevo en los albores de la civilización.” (Marr, 2004: 316; 321)

A través de estas expresiones, Marr expresa su fuerte vínculo que él siente con su ciudad de origen, que para él es la ciudad portuaria de Hamburgo, en el Norte de Alemania. Señala también la importancia que juega el factor idioma, y aquí en especial la jerga popular, para sentirse familiarizado con su alrededor, que, si bien es un lugar desconocido, le hacen sentirse en casa. El orden contrastante que hace Marr entre Nicaragua y Costa Rica por un lado y la descripción de sus sentimientos culminantes acerca de su identificación como hamburgués por otro lado, ponen en evidencia su manejo de un concepto civilizatorio sumamente eurocéntrico y jerárquico.

En una trilogía coloca Alemania (en ella Hamburgo, luego la región del norte de Alemania) en la cima de la civilización, seguida por Costa Rica, que ubica ya “en los albores de la civilización” y por eso crea una imagen positiva hacia este país, y de último coloca Nicaragua, “la tierra de la raza perdida” (Marr, 2004: 321). El racismo de Marr es abierto y evidente y se repite en muchos otros párrafos más, cuando caracteriza a Nicaragua y a Costa Rica. Al tratar de ubicar estos lugares en el mapamundi y crear discursivamente una continuidad territorial, resulta una mirada comparativa que no sale de su propia ideología anteriormente establecida. Se refiere a biologismos, generalizando supuestos rasgos físicos en común de cada población. En contraste con la población nicaragüense, la población costarricense resulta a los ojos de Marr rubia y bonita. Sin embargo, llega a preguntarse:

“¿cómo haré para pintar unos cabellos y un color de la tez que, sin ser notables, llaman la atención; cabezas que de lejos parecen rubias y de cerca resultan negras?” (Marr, 2004: 340s)

Lo que parece ser un simple engaño óptico, resulta ser parte integral del imagotipo de los americanos como inferiores a los europeos, que se revela en toda su complejidad al conocer más el país. A continuación se discutirá más detalladamente este aspecto.

Una mirada de cerca
La imagen que tiene Marr acerca de los costarricenses se basa en la construcción biologista de una supuesta superioridad en comparación con otras poblaciones criollas. De acuerdo con la trilogía arriba explicada, su posicionamiento como rubios, semi-civilizados, crea afinidad con lo europeo del norte. No obstante, las siguientes citas mostrarán una vez más la verticalidad del modelo civilizatorio eurocéntrico, que ejerce Marr en el fondo de su pensamiento:

“Cierto es que entre todos los novohispanos, los costarricenses son los que tienen menos mezcla de sangre indígena y los más puros, así como los menos infectados, por este motivo, de vicios físicos. En Costa Rica el cáncer social consiste en la mezquina codicia y la falta de un alto espíritu de especulación.” (Marr, 2004: 366)

“La llamada Bolsa de los Judíos en Hamburgo resulta un salón comparada con la mezquindad del pequeño comercio que aquí se hace. Todo el refinamiento comercial maquina aquí en miniature, y la tontería, la ligereza, la clase de educación y el mal ejemplo harán también de los costarricenses tarde o temprano una raza perdida, salvo que un gobierno fuerte opere un cambio o que el hermano Jonathan asiente sus garras sobre el país.” (Marr, 2004: 364)

Lo que demuestran estas comparaciones es su posición antisemita y racista, tanto en contra los Judíos en Hamburgo como los costarricenses. Ahora bien, parece que Marr pone la actitud comercial de los judíos en mejor luz que la de los costarricenses, pero al pronosticar también su descenso en términos raciales, evidencia sus prejuicios antisemitas que ya tiene en contra los judíos alemanes. Tomando en consideración su previa caracterización hacia los nicaragüenses, resulta una escala racista, que hace explícita la construcción binaria de su pensamiento. Ya que si bien es cierto que diseña y reproduce una imagen sumamente positiva de los costarricenses y su país, se puede decir, que esta imagen, desde cerca, resulta engañosa y cuestionable. La construida superioridad articulada a través de asignarles a los costarricenses los atributos “rubios”, “civilizados” se convierte en la construcción de una inferioridad caracterizado por los atributos “cabezas negras” y “mezquinos”, entre otros. El imagotipo se basa, de forma generalizada, tanto en la interpretación racista de la apariencia física, como en la interpretación eurocéntrica de la actitud del pueblo costarricense. Como se va a discutir a continuación, esta dinámica entre la imagen lejana, positiva y su contraparte negativa, al enfrentarse y vivirla propiamente desde cerca, también se encuentra en cuanto a las descripciones que Marr hace de la naturaleza.

Una canción de elogio a la naturaleza
 “Nada falta para que la hermosura de aquella grandiosa naturaleza alcance la más alta perfección”, anota Marr cuando describe sus primeras impresiones de Punta Arenas, rodeado por “[s]elvas vírgenes, volcanes, altos cerros y el océano [que] aparecen ahí en contacto inmediato.” (Marr, 2004: 317) Después de unos días en Puntarenas, cuando Marr y Balke van de mulas hacia San José, miran hacia atrás

“sobre un mar de bosques cuyos altos y bajos marcaban los diversos valles, hasta llegar al océano Pacífico; [...] hacia el golfo de Nicoya, que como un campo color de rosa matizado de azul, brillaba por delante de nosotros, envuelto en los tintes del sol de la tarde y se perdía en el horizonte en un círculo vaporoso y dorado. Los contornos de las montañas, los matices del verde de los bosques de aquella perspectiva de pájaro, no se puede describir mientras no se inventen los colores necesarios para hacerlo. Era un espectáculo tan soberbio, que las miríadas de cigarras que estremecían el aire con su ruido ensordecedor parecían gritar de entusiasmo y admiración.” Y luego, al llegar al Valle Central: “Me parecía sentir el hálito de la Eterna Primavera. Allá, extendida delante de mí, estaba la risueña y floreciente altiplanicie de Costa Rica: un Edén.” (Marr, 2004: 339)

“Todo nos sonreía en aquella naturaleza. [...] No vimos nada que se pareciese a la vecina Nicaragua. Tal fue nuestra primera impresión. ¿Sería la correcta?” (Marr, 2004: 340)

Marr hace una canción de elogio sobre la belleza del espacio geográfico que cruza. Esta mirada hacia la naturaleza como grandiosa y fantástica, contrasta con las malas condiciones del viaje pesado y sin ninguna comodidad: las mulas fatigadas, el largo y difícil camino, el calor, los alojamientos rústicos. Está contento de llegar a San José, que considera “una ciudad, en el sentido centroamericano del vocablo”, pero que en diferencia con las de Nicaragua la considera relativamente limpia y con edificios construidos al estilo europeo. Ahora bien, “se presentaba un modesto aspecto de alegría y contento, y en particular la fisonomía de los naturales no intimidaba a los turistas.” (Marr, 2004: 345) La tendencia a imitar lo europeo se hace sentir más y más. Pero según Marr, no hay ni gusto ni se logra alcanzar una cierta elegancia “que resulta de la buena disposición de los objetos más sencillos.”(Marr, 2004: 349)

Su escala de normas y valores sigue siendo la misma en cuanto a su interpretación racista y eurocéntrica en orden trilógico como arriba interpretado. La naturaleza tanto como la cultura a menudo aparece ser una copia robada de un original europeo, sea tomado de Suiza, Italia o Alemania. En toda su belleza no obstante es incomparable con Nicaragua. Igual que antes, Marr proyecta sus propias convicciones e impresiones hacia su alrededor, tanto al espacio natural como cultural.

La naturaleza como fatigante y peligrosa
En San José Wilhelm Marr hace contacto con otros comerciantes alemanes o de lengua alemana, que viven como colonos o están como viajeros en Costa Rica. Entre los abundantes nombres alemanes, Marr busca principalmente al señor conde Hermann von und zur Lippe y el barón Alexander von Bülow (Marr, 2004: 352-367; Herrera Balharry, 1988).8 También establece el contacto con don Ferdinand Streber, el doctor Karl Scherzer y el doctor Moritz Wagner.9 Mientras que los últimos dos estaban de viaje con propósitos científicos, los primeros tres forman parte de los fundadores de la “Asociación Berlinesa de Colonización para Centroamérica”, que nace a mediados del siglo XIX. El barón von Bülow llevaba el liderazgo de esta empresa y fue el encargado de buscar un terreno apropiado en Costa Rica para formar una colonia alemana (Herrera Balharry, 1988: 65; Hilje Quirós, 2006: 30). El terreno se encontró en la Angostura, Turrialba. Von Bülow le dio a Marr un empleo de “ingeniero subalterno en la proyectada colonia de Angostura” (Marr, 2004: 362). La expedición consistió en buscar un buen camino al puerto de Limón.

De camino a La Angostura, Marr y sus colegas tenían que entrar en la selva virgen. Expresa extensamente su indiferencia creciente al seguir la ruta bosque adentro pasando pantanos, ríos y montes.

“Cuando estas selvas del trópico han perdido el incentivo de la novedad y se viaja por ellas, un sentimiento peculiar se apodera furtivamente de nosotros. El aire pesado y húmedo fatiga[n] los pulmones y adormece el cerebro, reduciéndolo a un estado de apatía indiferente.” (Marr, 2004: 388)

Al llegar a la colonia alemana de La Angostura, el bosque es en sus ojos “salvajemente romántico” (Marr, 2004: 389). Pero Marr llega a la conclusión de que el proyecto no es realizable, por dos razones principalmente: una por falta de un camino transitable para carretas entre Cartago y La Angostura. Segundo, no hay planicie. El terreno está muy quebrado, inadecuado para la agrícola y además sin una conexión con la costa atlántica, y por ende con el puerto de Limón. Si bien von Bülow encuentra una posibilidad de pasar entre Limón y La Angostura y anuncia su éxito en artículos publicados en Alemania, el intento posterior de abrir una picada y luego convertirla en vereda fracasa. Marr la considera una tarea peligrosa en este terreno hostil, que es el “desierto verde” (Marr, 2004: 399). Considerando estas razones, Marr opina que von Bülow es un fanático, que no toma en cuenta ni en serio estos obstáculos para una colonización de alemanes en este terreno.

En total, a Marr, el bosque le causa más y más ansias de estar nuevamente cerca del mar:

“El interior, con toda su magnificencia, es mucho más monótono de lo que yo me había imaginado [...].” “Siento una espantosa nostalgia del mar. El bosque me oprime el alma y los pulmones. Tengo que regresar a la costa occidental.” (Marr, 2004: 402; 411)

Esta cita visibiliza también el cambio de interpretación, cuando ya no se trata de una mirada idealizada, sino una vivencia experimentada desde cerca.

Poco después llega el momento en el cual Wilhelm Marr se encuentra de regreso a Hamburgo, Alemania, via Greytown, Nueva Orleáns, La Habana, Nueva York. A pesar de las duras semanas en la selva virgen, las frecuentes luchas contra las cucarachas y otros animalitos, desea regresar a Costa Rica cuanto antes, lo cual logra en los años posteriores.

Conclusión
El análisis del texto de viaje pone en evidencia la reproducción de un conjunto de códigos y valores que pertenecen a un modelo civilizador de origen europeo. Al narrar sus impresiones y experiencias, Wilhelm Marr contribuye a establecer y fortalecer los imagotipos que construye la literatura de lengua alemana desde tiempos de la conquista. La romantización de la naturaleza, vinculado con una fuerte idealización de la población costarricense ponen en relieve la matriz racista en la cual se basan. La desilusión llega después, al mirar desde cerca. La naturaleza resulta fatigante y peligrosa; el pueblo costarricense resulta ser mezquino y tonto.

En su relato de viaje por Costa Rica, Marr expresa una cierta inquietud en cuanto a las diferencias culturales y étnicas al encontrarse – o enfrentarse – con los diversos personas y lugares. El análisis de estos encuentros evidencia por un lado la predominancia de los imagotipos y la dificultad que trae esto para el posicionamiento personal de Marr. Como aclara Lobo

“la fuerza del mito es tal, que la ficción [...] sobrevive a pesar de que la vida cotidiana lo desmiente. Y esto sucede porque lo imaginario también es parte de la identidad, lo imaginario afecta nuestra manera de ver el mundo y de pensarnos a nosotros mismos.” (Lobo, 1998: 35)

En otras palabras, los discursos civilizatorios occidentales que prevalecían a mediados del siglo XIX tenían su impacto en la visión del mundo de Marr y otros tantos viajeros más que vinieron a América Central.

Por el otro lado no significa llegar a la conclusión de ver en Marr una víctima de una lógica imperialista proveniente del Occidente. El carácter dialéctico de los discursos más bien abre el espacio de localizar a Marr como un sujeto, que si bien está marcado por su tiempo y espacio, también se posiciona autodeterminadamente y forma parte de la creación de tal pensamiento. Además, la inquietud de Marr que surge de allí, muestra que él se ve enfrentado con la necesidad de renegociar –o por lo menos cuestionar– los imagotipos o imágenes colectivas de acuerdo con las interpretaciones personales basadas en sus propias vivencias. De tal manera que, Wilhelm Marr no es simplemente un portador de las imágenes romantizadas por el pensamiento y la imaginación occidental, sino que, al mismo tiempo, el encuentro o su propia experiencia es un recurso de reelaboración de esas imágenes. Cabe señalar, que este aspecto sería pertinente de explorar más, en el sentido de preguntar por la importancia de los viajeros como traductores lingüísticos y culturales no solamente entre el Viejo y el Nuevo Mundo, sino también viceversa. En consecuencia se llegaría a romper con la imagen predominante en considerar “lo americano como una prolongación de la cultura europea” y se daría lugar a reconocer los aportes del Nuevo Mundo al pensamiento Occidental (MacDonald, 2006: 11).

El análisis señala también, que se trata de apropiarse del Nuevo Mundo, de los terrenos mal o desconocidos, y construir así continuidades espaciales, que se inscriben en la tradición eurocéntrica de las ciencias y políticas. Si bien no profundicé más detalladamente las excursiones de medir y registrar el terreno de La Angostura, es precisamente allí, donde las investigaciones científicas de los señores Scherzer y Wagner se reúnen con los discursos políticos en pro de una colonización alemana del barón von Bülow. Las montañas del Valle Central se convierten en frontera geográfica y cultural, pero también climática que es difícil de superar. En el caso de Wilhelm Marr significa además el fin del viaje. Significa también una vez más la ubicación de Costa Rica dentro del Valle Central.

El modelo de “civilizar” a través de la colonización alemana fracasó en la forma institucionalizada. Sin embargo se facilitó y promovió la inmigración alemana de forma individual, lo cual generó un fuerte lazo entre la elite política costarricense e inmigrantes alemanes. La presencia de sus descendientes hoy en día indica las huellas de los inicios de la inmigración alemana a mitad del siglo XIX. Termino, indicando mi interés en estudiar más las diferentes facetas de la migración alemana en Centroamérica. De hecho, el tema de la colonización alemana en Costa Rica y otros países centroamericanos es todavía poco estudiado y a mi saber, hasta el momento no existen investigaciones que vinculan esta temática con los aportes generados desde los estudios postcoloniales. Quedará también por investigar ¿qué importancia o impacto tuvieron esas experiencias inmigratorias y libros de viaje como el de Wilhelm Marr, para la formación del joven Estado nacional de Costa Rica en general y para las y los descendientes alemanes en particular?

© Christina Schramm


Bibliografía

Arriba

Ashcroft, Bill/ Griffith, Gareth/ Tiffin, Helen, 1995: The Post-Colonial Studies Reader. London / New York: Routledge

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Notas

Arriba

vuelve 1. Una versión anterior de este artículo fue escrita en septiembre de 2005; un resumen de esa primera versión fue presentado en la mesa “Historia y Literatura” en el VIII. Congreso Centroamericano de Historia en Antigua, Guatemala, 10-14 de julio de 2006. Agradezco a la Dra. Patricia Alvarenga Venutolo y al Dr. Werner Mackenbach por sus comentarios.

vuelve 2. Los diez imagotipos según Rall son: 1) La proyección de mitos de la antigüedad y de la Biblia en el Nuevo Mundo; 2) América como emplazamiento de la utopía; 3) La leyenda negra, campaña europea contra España y sus conquistas; 4) América como El Dorado, bonanza de riquezas inconmensurables; 5) América como continente de la barbarie, del canibalismo y de la naturaleza degradada; 6) América como región exótica, de la naturaleza indómita, marcada por la anchura y la soledad; 7) El buen salvaje, con la variante de las amazonas; 8) Los americanos como seres humanos mejores que los europeos degenerados; 9) América como continente explotado por los europeos y el capitalismo, teoría de la dependencia y Tercer Mundo; 10) El concepto antropológico de la alteridad. (Rall, 1996: 418-420 citado en Mackenbach, 1998: 158). Mackenbach amplia esta lista por otro imagotipo predominante en la literatura de viaje de lengua alemana: “11. Los americanos como seres humanos inferiores a los europeos civilizados, expresión de un abierto racismo contra los indígenas.” (Mackenbach, 1998: 159).

vuelve 3. Juan Carlos Solórzano (ed.), 2004: Wilhelm Marr: Viaje a Centroamérica. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica. P. 309–431.

vuelve 4. cita en original: “One of the most striking contradictions about colonialism is that it both needs to ´civilize´ its ´others´, and to fix them into perpetual ´otherness´.” (Loomba, 2000: 173).

vuelve 5. cita en original: “Dabei geht es hier nicht nur um die direkte Kolonisation im Sinne der gewaltvollen Aneignung von Territorien und des Genozids an der Bevölkerung, sondern auch um die Schrift-, Wissens- und Kulturtradition, in der diese Gewaltformen institutionalisiert wurden.” (Gutiérrez Rodríguez, 2003: 21).

vuelve 6. Cabe destacar que el venezolano Andrés Bello (1781-1865) era un hombre universal latinoamericano. Era escritor, jurista, diplómate, médico y filósofo. Él juntó un conocimiento enciclopédico hacia un resumen sintético del mundo que puede ser comparado con personas como Goethe, Wieland, Diderot entre otras. Tuvo su educación en la literatura española y la de los clásicos latinos. El hecho de que aprendió autodidácticamente griego, francés e ingles, le hizo luego posible hacer traducciones de las literaturas recientes de Europa. Pero a pesar de que editó varias revistas en varios países del continente, fundó la Universidad de Chile, escribió textos de constitución e hizo viajes a Europa, Bello siguió siendo tradicionalista. A parte de que Bello tuvo una amistad con Simón Bolívar, desde 1799 también la tuvo con Alexander von Humboldt. Las traducciones que hizo Bello, no solo ayudaron a tener un acercamiento entre las visiones del Nuevo y el Viejo Mundo, sino también a crear un espacio lingüístico considerado propio. Así que la "Gramática de la lengua castellana al uso de los americanos" escrita en 1847, era el primer intento de hacer una distinción entre la realidad linguística de Súdamerica con la de Europa. Trataba de crear un programa de liberación de la influencia de Europa, a través de sobre-escribir las tradiciones clásicas en el sentido americano: "La musa del viejo mundo debe, según el deseo del poeta, asentarse en el mundo del bosque llovioso bajo la 'cruz del sur', para desde entonces cantar a los 'nuevos héroes', Simón Bolívar y José de San Martín." Es el americanismo como sujeto que debe aspirar a la independencia del pensamiento. Esa es la primera filosofía que hay que aprender de la Europa. (Rössner, 2002: 160 sgs; trad. C.S.). Cita en original: “Die Muse der alten Welt soll sich, nach des Dichters Wunsch, in der Welt des Regenwaldes unter dem ‘Kreuz des Südens’ niederlassen, um fortan die ‘neuen Heroen’, Simón Bolívar und José de San Martín, zu besingen.” (Rössner, 2002: 162)

vuelve 7. La palabra alemana “Hummel” significa abejorro, pero en el Hamburgo de esa época era un comentario en la jerga popular, que originalmente se refería a un portador de agua. Se llamaba Johann Wilhelm Benz o Benzen (1786-1854), pero todo el mundo lo llamaba por su sobrenombre Hummel. En la tradición oral de Hamburgo giran varias leyendas alrededor de ese portador de agua y su apodo: Era un señor muy pobre que vivía en uno de los barrios más pobres de la ciudad. Al traer el agua a sus clientes, ganaba un poco de dinero, pero se dice, que la gente se burlaba de él y que los niños le gritaban “Hummel, Hummel” en manera peyorativa. Su oficio fue ejercido tradicionalmente por las mujeres, y los hombres portadores de agua eran muy pocos, pero más prominentes. Tal vez Hummel se dio a sí mismo este apodo, porque un portador de agua anterior se llamaba así y fue muy querido. O la gente le dio este sobrenombre, porque lo veían siempre con mal humor, ya que en la jerga popular alemana se usa zumbar –como un abejorro- para indicar gruñir. También se cree, que él llamaba Hummel, a su compañera infiel. Otra leyenda trata de que una vez tuvo que presentarse ante el senador de policía, que le regañó, terminando llamándolo “Hummel, Hummel” y que su respuesta era “Mors, Mors” (Oelker, 1989: 15).

vuelve 8. Marr presenta una serie de inmigrantes alemanes o de lengua alemana en San José. Entre ellos está su viejo amigo de Hamburgo, Franz Kurtze o Kürtze, Wilhelm Witting que ya conoció en Nicaragua, Franz Ellendorf, Johann Knöhr, el boticario Johann o Juan Braun, el hojalatero Friedrich Matthies y el platero Schwägerl. Marr también hace referencia a las relaciones que existían entre alemanes y costarricenses de alto rango político. (Marr, 2004: 352-367; véase también Herrera, que hace una sistematización de la inmigración alemana en Costa Rica. El autor destaca la característica de la inmigración alemana vincularse con la elite política nacional a través de matrimonio. Herrera Balharry, 1988).

vuelve 9. Cabe destacar que el economista austríaco Scherzer y el naturalista Wagner publican en 1857 el libro La República de Costa Rica en América Central tomando especial interés en las condiciones naturales y en la cuestión de la emigración y la colonización alemana (Wagner/Scherzer, 1857).


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