Ruth Cubillo*
Alexánder Sánchez**
Investigación literaria:
Entre la inmanencia y la perspectiva histórica
Universidad de Costa Rica
Resumen
En este artículo se realiza un breve recorrido por la historiografía literaria costarricense desde 1880 hasta el presente, con el fin de evidenciar las formas en que, desde la crítica literaria, se ha trabajado en la conformación del corpus de la literatura de este país y en el acercamiento a los textos literarios. Además, se efectúa una propuesta concreta para el abordaje del texto literario y se presentan algunos ejemplos de investigaciones desarrolladas desde la perspectiva teórico-metodológica aquí planteada.
Introducción
El debate sobre la pertinencia de los textos literarios como fuentes para el estudio de la historia no es nuevo y, de hecho, ha generado posiciones prácticamente irreconciliables entre los defensores de cada postura teórica.
En esta ponencia pretendemos caminar, si se quiere, en el sentido inverso, es decir, incorporar el uso de nuevas fuentes historiográficas al análisis de los textos literarios, ya que consideramos que para el desarrollo de estudios literarios contextualizados e intertextualizados no basta con el análisis del texto literario propiamente dicho.
Planteamos que se trata de recorrer el camino a la inversa, pues generalmente son los historiadores (algunos de ellos) quienes se han acercado a la literatura en busca de nuevas fuentes; sin embargo, pocas veces los filólogos, o los críticos literarios, transitan el camino de la literatura hacia la historia, debido a que en muchos casos sus análisis continúan siendo bastante inmanentistas.
Consideramos oportuno dar cuenta en este trabajo de los pasos que como investigadores hemos dado en este sentido y ejemplificar la forma en que lo hemos venido realizando, con el fin de generar un debate, en el mejor de los casos multidisciplinario, que contribuya con el desarrollo de esta perspectiva de investigación literaria.
Hacia la fijación del corpus de la literatura costarricense: 1880-1960
A partir de la década de 1880 y como parte del proyecto liberal de inserción de los sectores populares dentro de una imaginada comunidad nacional, definida desde un discurso capitalista y positivista, se produjo un notable incremento del alfabetismo en Costa Rica (Molina, 2000: 38). A pesar de este aumento cuantitativo del número de potenciales lectores, el mercado editorial continuó siendo extremadamente reducido y las posibilidades de publicar un libro, en consecuencia, muy escasas. En el país no existían editoriales propiamente dichas, es decir, empresas que se comprometieran en el proceso de elaboración del texto, asumiendo costos y riesgos. Durante las primeras seis décadas del siglo XX, el escritor costarricense quedaba librado a sus propios recursos, dependía por entero de su iniciativa y posibilidades económicas para tratar con librerías e imprentas que se limitaban a imprimir el texto. 1
Pero las dificultades no se detenían en la producción del libro: tal vez eran aún mayores los problemas para lograr que éste circulara. La comunidad de lectores era muy pequeña a causa de múltiples factores, entre los que se puede enumerar la carencia de una universidad, la exclusión de la educación formal de ciertos sectores sociales, así como el hecho de que la burguesía nacional, aquejada de cosmopolitismo, era incapaz de valorar la producción artística, científica e intelectual del país (Molina, 1995: 204). En este contexto es que Clodomiro Picado lanza la tristemente célebre sentencia de que “En Costa Rica resulta más difícil deshacerse de un libro que hacerlo.” (1934: 70).
Esta serie de circunstancias determinó que el periodismo se constituyera en una vía privilegiada para la expresión de la literatura.2 La prensa diaria y las efímeras –con la excepción del continuado esfuerzo de García Monge y su Repertorio Americano– revistas periódicas representaban un espacio fundamental para la publicación de ensayos, cuentos, poemas y aun novelas. Las reducidas posibilidades del mercado editorial hicieron que, como antes se indicó, una vasta producción literaria no haya trascendido el igualmente limitado espacio de circulación de los periódicos y las revistas y se haya mantenido desconocida, tanto para el público –lo cual es comprensible- como para la crítica especializada –algo mucho más grave-.
En este contexto, no es sorprendente que, en 1946, el periodista Francisco María Núñez se preguntara con inquietud: “¿Se ha intentado escribir la historia de la literatura costarricense?” Y que, de inmediato, se respondiera: “No, por cierto” (1947: 7). Núñez basaba su pesimista opinión en la circunstancia, fácilmente constatable, de que hasta ese momento no existía un solo estudio que intentara ofrecer una visión de conjunto de la literatura nacional y los únicos dados a conocer (la Lira Costarricense (1890 – 1891) editada por Máximo Fernández, el Índice Bibliográfico de Costa Rica (1927 – 1936) de Luis Dobles Segreda, la Antología de Poetas Costarricenses (1946) de Rosario de Padilla y, especialmente, Escritores y poetas de Costa Rica (1923) de Rogelio Sotela) no llegaban a superar la condición de cifras antológicas, acaso acompañadas de un esfuerzo interpretativo mínimo. La lamentación de este periodista es reveladora no solo en cuanto al carácter tardío de la historiografía literaria costarricense, sino también en lo que respecta a la relativa importancia de las antologías dentro de un mercado literario de reducidas dimensiones.
Ante la inexistencia de una investigación literaria plenamente constituida, así como por la exclusión total de la literatura costarricense de los programas educativos de primaria y secundaria, la crítica periodística fue la encargada de construir el corpus de la literatura nacional. Este proceso de constitución de un canon de autores clásicos, entendidos –según los postulados del historicismo positivista- como los depositarios del espíritu nacional, permitió agrupar y dividir la producción textual de acuerdo con los propósitos de un proyecto político de identidad nacional. De acuerdo con esta misma lógica, toda figura autorial que no coincidía a plenitud con tal discurso identitario, que no respondía al sistema de valores ideológicos y estéticos empleado para formar el canon, era sometida a una invisibilización que acababa por excluirla del panorama literario costarricense.
En este sentido, resulta representativo el caso de la novela La Reconquista de Talamanca, publicada por entregas y en forma anónima en el diario La Hora, en 1935, y que constituye la primera novela sobre la plantación bananera. A pesar de este carácter pionero, el texto ha pasado inadvertido desde el momento mismo de su publicación, al grado de que ninguna historia literaria lo contempla. El principal problema que experimentó esta novela fue el de chocar frontalmente contra el horizonte de expectativas 3 tanto de los sectores más conservadores como de los grupos de avanzada: para los primeros, debido a la visión crítica de la novela respecto de la estructura familiar patriarcal significaba un atentado contra la moral y las buenas costumbres, mientras que para los segundos, su crítica de la desigualdad social era superflua y la reducía a una mera conflictividad personal.
Ante estos casos de exclusión, en la mayoría de ocasiones los estudiosos de la literatura acabamos siendo cómplices por nuestra preferencia de trabajar con corpus de fácil localización y manejo. Sin compartir estos sesgos ideológicos se acaba por reforzarlos al no incluir estos textos en el canon accesible.
Los estudios literarios en la Universidad de Costa Rica: 1970-2006
En nuestra experiencia como docentes e investigadores de literatura en la Universidad de Costa Rica hemos podido constatar que los estudios literarios en dicha academia han experimentado cambios sustanciales en la últimas tres décadas, especialmente en lo que respecta a dos elementos fundamentales: 1. el tipo de corpus con el que se trabaja y 2. los abordajes teóricos y metodológicos utilizados para analizar dichos corpus. Consideramos conveniente efectuar ahora un breve recorrido por esas tres décadas , para evidenciar cuáles han sido, desde nuestra perspectiva, estos cambios, con el fin de llegar hasta el presente y plantear lo que para nosotros, docentes de literatura en este momento, requiere hoy la investigación literaria en Costa Rica.
Los estudios tradicionales: la década de 1970
Para iniciar este recorrido, es preciso indicar que prácticamente durante toda la década de 1970 los estudiosos de la literatura en la UCR4 mostraron una gran preocupación por fijar o establecer el corpus de la literatura costarricense, y por ello se publicaron en esos años diversos trabajos recopilatorios y reediciones de textos literarios poco o nada conocidos hasta ese momento.5 En este sentido, debemos resaltar las recopilaciones efectuadas por Alfonso Chase en la Editorial Costa Rica.6
En lo que respecta al enfoque teórico-metodológico predominante en aquellos años podemos señalar que prevalecían los análisis de corte estilístico7, anclados en el paradigma cuyas nociones fundamentales sintetizamos así: el Autor (Creador) era considerado como el único dueño del sentido de la Obra Literaria y por ello era muy importante el estudio detallado de su biografía, ya que así se obtenían datos cruciales para comprender lo que había querido expresar, reflejar o plasmar en su Obra, de modo que las referencias históricas para la comprensión del texto por lo general se limitaban a aquellos hechos que habían marcado la vida del Autor. Cobran aquí gran relevancia las historias de la literatura que se ocupan de establecer clasificaciones de autores y obras según su género literario, movimiento, corriente, generación y otras categorías de esta naturaleza.
La primera ruptura: finales de los setentas e inicios de los ochentas
Desde los últimos años de la década anterior comenzó a surgir un proceso de ruptura entre los estudiosos de la literatura, pues los jóvenes profesores de literatura y críticos literarios, muchos de los cuales habían tenido la oportunidad de realizar estudios doctorales en Europa y Estados Unidos, regresaron al país con nuevas formas de concebir la literatura y con nuevas teorías para acercarse a ella. Podríamos decir que se inicia un cambio significativo que consistió en abandonar la estilística y entronizar el estructuralismo como aproximación teórico-metodológica para el texto literario. Cabe señalar que esta ruptura implicó, pues, un cambio generacional: la vieja guardia continuaba defendiendo la estilística como método y las concepciones más tradicionales sobre la literatura, mientras que la nueva generación abanderaba el estructuralismo y lo transmitía a sus estudiantes como LO VÁLIDO. De todo ello nos dan cuenta con claridad los trabajos de tesis presentados en los últimos años de 1970 y los primeros de 1980. No está de más indicar que también se evidencia un cambio en lo relativo a los ideales políticos con los que se identificaba buena parte de los miembros de cada una de estas generaciones; en este sentido, quizá lo más relevante sea la adscripción de la joven generación a partidos comunistas, socialistas y, en general radicales, así como su pertenencia a una clase media emergente en el país por aquellos años.
Por otra parte, al crearse la Universidad Nacional Autónoma en 1973 se incorporaron a ella como docentes muchos jóvenes profesionales que habían obtenido su formación de base en Filología (Literatura o Lingüística) en la Universidad de Costa Rica, pero que ahora, en las aulas y desde su posición de profesores, disentían de sus maestros y les enseñaban a los alumnos los nuevos enfoques para el estudio de la literatura.
En lo que respecta al corpus, en esta época se abandona en alguna medida el trabajo recopilatorio y de reedición de textos poco conocidos, mientras que en él ámbito teórico-metodológico se trabaja a partir de un paradigma centrado en el inmanentismo: todo lo importante se encuentra dentro del texto, de modo que pierden importancia el autor y su biografía y, siguiendo a Roland Barthes8 en su momento estructuralista, se tratan de aplicar los modelos lingüísticos a la literatura. Esta metodología rigurosa que, en principio, le aportaba la lingüística a la literatura exigía mantenerse al margen tanto de la historia literaria como de la crítica biográfica, pues ninguna de estas dos eran consideradas científicas.9 Pero esto también implicó un alejamiento del diálogo con disciplinas como la Historia, en especial porque se pensaba que era inapropiado buscarle el sentido al texto fuera de sí mismo.
La segunda ruptura y el advenimiento de los postestructuralismos: mediados de los ochentas hasta el presente
De nuevo, al igual que Barthes y tantos otros que comenzaron siendo estructuralistas, hacia mediados de la década de 1980 una buena parte de los docentes universitarios de literatura iniciaron un segundo proceso de ruptura o de renovación, pero esta vez contra lo que ellos mismos habían planteado como válido, es decir, la teoría estructuralista. Sin embargo, como bien sabemos, el estructuralismo, al amparo de la tan llevada y traída postmodernidad, dio paso a una multiplicidad de teorías literarias, denominadas sintéticamente “postestructuralismos”. En nuestras aulas universitarias muchas de estas novedosas posturas teóricas se hicieron presentes gracias a la adopción (dependiendo de los gustos y conveniencias personales) que de ellas hicieron los docentes; cabe señalar que en varios casos la transmisión con fines didácticos de una determinada teoría postestructuralista estuvo -o ha estado- prácticamente en manos de uno o dos profesores. Citemos algunos ejemplos de ello: la sociología de la literatura, la lectura psicoanalítica de textos literarios, la sociocrítica, el deconstruccionismo, los estudios de género y las teorías bajtinianas sobre el dialogismo y el carnaval.
Ahora bien, en lo relativo al tema de la conformación o fijación del corpus de la literatura costarricense, en esta etapa es necesario señalar que, al menos en lo que respecta a los académicos de la Universidad de Costa Rica, se ha descuidado bastante la labor de recopilación y/o reedición de textos poco conocidos y se han centrado mucho más en el estudio de las teorías literarias, lo cual al parecer ha redundado en la producción de trabajos que finalmente resultan bastante inmanentistas. Hay que anotar aquí como excepción los siguientes trabajos: Flora Ovares y Seidy Araya, Mario Sancho, el desencanto republicano (ECR, 1986); Rima de Vallbona, La obra en prosa de Eunice Odio (ECR, 1981) y La narrativa de Yolanda Oreamuno (ECR, 1996); Elías Zeledón, Cuatro poetas para niños; Adilio Gutiérrez – Fernando Luján – Luis Morales – Juan Manuel Sánchez (EUCR, 1992), Imágenes costarricenses- crónicas de Francisco María Núñez, José de Jesús Sánchez Sánchez y José Antonio Zavaleta (EUCR, 1994).
No obstante, varios profesores de literatura de la Universidad Nacional, así como Álvaro Quesada en la Universidad de Costa Rica, han desarrollado investigaciones en las que se establece un constante diálogo entre el discurso histórico y el literario.10
En esta misma línea de trabajo, recientemente Faustino Chamorro publicó el primer tomo de las obras completas de Roberto Brenes Mesén11 y Luis Ferrero una recopilación de poemas de Domitilo Abarca.12
Nuestra propuesta en concreto
Consideramos que debe existir un equilibrio entre el estudio riguroso y la aplicación de las teorías literarias que nos facilitan el análisis “científico” de los textos literarios y dos tareas que a nuestro entender también resultan fundamentales para dicho análisis: la contextualización y la intertextualización de tales textos. Muchas veces nuestros estudiantes de Literatura en la Universidad de Costa Rica están más preocupados por encontrar una “buena teoría” para analizar “cualquier texto” que por encontrar un “buen texto” para luego hallar una “teoría adecuada” que les brinde herramientas para la crítica.
Sucede que puede resultar más fácil y más cómodo —no lo negamos— realizar investigaciones literarias bajo las siguientes dos condiciones:
Nuestro objetivo es desarrollar investigaciones literarias más incómodas, si nos permiten el término, e incentivar a nuestros estudiantes para que también las realicen. A continuación les presentamos una breve descripción de algunos proyectos de investigación que hemos venido desarrollando en esa dirección; algunos ya están concluidos y otros se encuentran en proceso:
Este panorama general pone en evidencia una de las grandes carencias de la investigación literaria costarricense: en buena medida se ha constreñido al estudio de las obras canónicas y ha desdeñado la ampliación de su espectro de investigación al no efectuar una labor sistemática de búsqueda y recuperación de todos esos textos que, por desconocidos, no son menos importantes para el conocimiento de nuestra literatura y sus relaciones con otras formaciones discursivas.
En este contexto, consideramos de suma conveniencia plantear un ambicioso proyecto de investigación que se adentre en el canon potencial de la literatura costarricense y, mediante una paciente labor de edición y difusión, lo transforme en canon accesible.13
© Ruth Cubillo y Alexánder Sánchez
Barthes, R. 1983 Crítica y verdad, México, Siglo XXI Ediciones.
Chamorro F. (comp.) 2002 Roberto Brenes Mesén. Caballero de la Enseña Escarlata, Heredia, EUNA.
Ferrero L. (comp.) 2002 Domitilo Abarca: todos sus poemas, San José, EUNED.
Fowler A. 1988 “Género y canon literario”, en Garrido Gallardo M.A. (ed.) Teoría de los géneros literarios, Madrid, Arco / Libros S.A., pp. 95 - 127.
Jauss H. R. 1993a “Historia de la literatura como una provocación a la ciencia literaria”, en
Rall D. (ed.) En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, México, Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 55 – 58.
Jauss H. R. 1993b “Cambio de paradigma en la ciencia literaria”, en Rall D. (ed.) En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, México, Universidad Nacional Autónoma, pp. 59 – 71.
Molina I. 1995 El que quiera divertirse. Libros y sociedad en Costa Rica (1750 – 1914), San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Molina I. 2002 Una imprenta de provincia. El taller de los Sibaja en Alajuela, Costa Rica (1867 – 1969), Alajuela, Museo Histórico Cultural Juan Santamaría.
Núñez F. M. 1947 Itinerario de la Novela Costarricense, San José, Imprenta Española Soley y Valverde.
Ovares F. et al. 1993 La casa paterna. Escritura y nación en Costa Rica, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Ovares F. y Rojas M. 1998 100 años de literatura costarricense, San José, Editorial Farben Norma.
Picado Twight C. 1934 Carta, en Repertorio Americano, Tomo XXVIII, Año XV, N° 669, 3 de febrero, p. 70.
Quesada, Á. 1986 La formación de la narrativa nacional costarricense: 1890-1910, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Quesada, Á. 1988 La voz desgarrada: 1917-1919. EUCR;
Quesada Á. 1998 Uno y los otros. Identidad y literatura en Costa Rica 1890 – 1940, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Quesada, Á. et al. 1995 En el tinglado de la eterna comedia: 1890-1950, Heredia, EUNA.
Viñas Piquer, D. 2002 Historia de la crítica literaria, Barcelona: Ariel.
vuelve * Doctora en Literatura por la Universidad Autónoma de Barcelona. Directora del Departamento de Lengua y Literatura de la Escuela de Filología Lingüística y Literatura de la Universidad de Costa Rica; docente e investigadora de esa Escuela.
vuelve ** Licenciado en Derecho, Filólogo y Egresado de la Maestría en Literatura de la Universidad de Costa Rica; investigador del Instituto de Investigaciones Lingüísticas (UCR) y profesor de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura (UCR).
vuelve 1. Así lo indicaba, en 1903, Tobías Zúñiga Montúfar (citado en Ovares et al, 1993: 113).
vuelve 2. Así lo indicaba, en 1903, Tobías Zúñiga Montúfar (citado en Ovares et al, 1993: 113).
vuelve 3. De acuerdo con Jauss, la distancia estética es la que existe entre el horizonte de expectativas presente en una comunidad de lectores y la aparición de un nuevo texto. Tal distancia se concreta históricamente en las reacciones del público y de la crítica: “éxito espontáneo, rechazo o escandalización; asentimiento aislado; comprensión paulatina o retardada” y puede llegar a generar un cambio en el horizonte de expectativas debido a que niega las experiencias familiares o a que conciencia sobre experiencias que se manifiestan por primera vez (Jauss, 1993a: 57). En el siglo XIX, ese horizonte de expectativas se entrelazaba con un paradigma literario, nacido a partir de la revolución literaria romántica, al que Jauss denomina historicismo y que representaba las aspiraciones de unidad nacionalista. De acuerdo con este paradigma, la interrelación entre las manifestaciones literarias expresaría la individualidad de cada nación y la literatura sería “el máximo medio en el que lo nacional podía llegar a sí mismo.” (Jauss, 1993b: 62).
vuelve 4. Abelardo Bonilla y Arturo Agüero, dos destacados profesores e investigadores de esta Universidad, publicaron, ya en la década de 1950, algunos trabajos en esta línea: Agüero, Arturo, Cifra antológica de Fabio Baudrit (Editorial Universitaria, 1956); Bonilla, Abelardo, Historia y Antología de la Literatura Costarricense (Editorial Universitaria, 1957).
vuelve 5. Además, el naciente Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, mediante su Departamento de Publicaciones, editó diversas colecciones, entre ellas “Serie del Rescate”, “Serie del Creador Analizado”, “Serie ¿Quién fue y qué hizo?” y “Serie del Periodismo”.
vuelve 6. Chase ha desarrollado una importante labor como editor, entre otras recopilaciones se puede citar: Chavarría L. 1975 Poesías escogidas de Lisímaco Chavarría, San José, Editorial Costa Rica; Oreamuno Y. 1977 Relatos escogidos de Yolanda Oreamuno, San José, Editorial Costa Rica; Zeledón J.M. 1979 Poesía y prosa escogida de José María Zeledón, San José, Editorial Costa Rica; Sáenz V. 1983 Ensayos escogidos, San José, Editorial Costa Rica; Lyra C. 1988 Los otros cuentos de Carmen Lyra, San José, Editorial Costa Rica.
vuelve 7. Conviene recordar dos ideas fundamentales que podrían tomarse como ejes centrales de todo análisis estilístico: “la idea de que el estilo es la expresión de una subjetividad y la idea de que la expresión subjetiva se objetiviza a través de una elaboración formal detectable en el texto.” (Viñas Piquer, 2002: 388).
vuelve 8. Roland Barthes señala en Crítica y Verdad que “la lingüística puede dar a la literatura ese modelo generativo que es el principio de toda ciencia, puesto que se trata siempre de disponer de ciertas reglas para explicar ciertos resultados”. (1972: 60).
vuelve 9. Cf. Viñas Piquer, David. Historia de la crítica literaria. España: Ariel, 2002, p. 431-432.
vuelve 10. Quesada, Á. 1986 La formación de la narrativa nacional costarricense: 1890-1910. EUCR; Quesada, Á. 1988 La voz desgarrada. 1917-1919. EUCR; Quesada, Á. 1998 Uno y los otros; Quesada, Á. et al. El tinglado de la eterna comedia EUNA; Ovares, F. et al. 1993 La casa paterna EUCR/EUNA; Ovares, F. y Rojas, M. 1998 100 años de literatura costarricense Editorial Farben Norma.
vuelve 11. Chamorro F. (comp.) 2002 Roberto Brenes Mesén. Caballero de la Enseña Escarlata, Heredia, EUNA.
vuelve 12. Ferrero, L. (comp.) 2002 Domitilo Abarca: todos sus poemas. EUNED.
vuelve 13. El canon potencial “comprende el corpus escrito en su totalidad, junto a la literatura oral que aún pervive”, en tanto que el canon accesible, más limitado, es aquel con el que los lectores pueden tener un contacto efectivo (Fowler, 1988: 97).
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