In Memoriam:
Lizando Chávez Alfaro (Bluefields 1929 – Managua 2006)

 

Premio Casa de Las Américas en 1963, el reconocido escritor nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro falleció en la madrugada del pasado 9 de abril de 2006, a los 77 años. Hacía varios meses que no podía salir de su casa de habitación, en el Reparto Pancasán, debido a un cáncer avanzado que al final de su vida no le permitía escribir, aunque sí leía, entre otros libros, novelas de William Faulkner, su escritor predilecto. Lizandro Chávez Alfaro nació en Bluefields el 25 de octubre de 1929 e hizo sus estudios primarios y medios en su ciudad natal. De allí se trasladó a la capital de México en 1948 para estudiar arte y terminó una maestría en artes plásticas en la Academia de San Carlos, Universidad Nacional Autónoma de México. Inició su obra de creación en el área de la pintura y en la poesía para luego encontrar en la narrativa el medio en que, según él, mejor podía expresarse.

Yo lo vi por primera vez por el año 1993 en la biblioteca del viejo Instituto de Historia de Centroamérica que dirigía el padre Alvaro Argüello, instituto ubicado en la Universidad Centroamericana de Managua. Junto con algunos otros profesores norteamericanos estábamos entrevistando al padre Argüello cuando entró Lizandro. Saludó rápidamente al padre y luego pasó a buscar un libro. El padre Argüello interrumpió nuestra conversación para decirnos que acababa de entrar un gran escritor nicaragüense, cuyo nombre ya lo conocía yo, pero cuya obra todavía no leía. Lo volví a ver en un Congreso de CILCA, en Guatemala, en 1995. En esa ocasión me regaló su último libro de cuentos, Vino de carne y hierro (1993) y me atreví a pedirle una entrevista en Managua, adonde me dirigía después del Congreso. Por pura casualidad, sin saberlo, había arreglado quedarme en una casa donde a veces se quedaba mi vieja amiga Alice McGrath. Digo casualidad porque el hijo de la señora de la casa había sido íntimo amigo del hijo de Lizandro y a través de conversaciones con la señora aprendí de la vida y de la familia del escritor. Me impactó saber que uno de los dos hijos de Lizandro había fallecido de niño, ahogado en las aguas del Pacífico, en las cercanías de la playa de Pochomil. Años después vi colgada en una pared de la casa de Lizandro una foto de un niño, foto que tenía que haber sido la del hijo que murió tan joven. No había otra foto ni pintura en esa pared. Parecía que el padre del niño no quería que otra foto, otra representación, compartiera el mismo espacio.

Cuando llegó Lizandro para la primera entrevista pudo conversar con la señora de la casa acerca de su otro hijo, que estudiaba en ese entonces en México. Yo había leído dos o tres veces todos los cuentos de Vino de carne y hierro. Lizandro contestó a todas mis preguntas, algunas seguramente tontas, y me regaló copias de varios ensayos que había publicado. No pudo haber sido más generoso. En los años siguientes, iba yo a su casa para conversar sobre otras obras suyas, y en 1999 dejó en mis manos el último borrador de su última novela, Columpio al aire (1999) para que fuera a hacer una fotocopia para llevarla a casa. La leí por primera vez en borrador, un texto escrito a máquina con algunas anotaciones en los márgenes de las páginas. La novela todavía no se había publicado. Lizandro no usaba computadora, ni siquiera máquina de escribir eléctrica.

Lizandro Chávez Alfaro es reconocido como fundador de la novela moderna nicaragüense, sobre todo por su primera novela, Trágame tierra (1969), publicada en México. Esta novela fue finalista para el premio Seix Barral en el mismo año. En 1963, Lizandro había ganado el premio Casa de Las Américas por su primera colección de cuentos, Los monos de San Telmo. Estas dos son tal vez las más leídas de toda su obra. La narrativa de Lizandro es en su mayor parte de carácter histórico y por eso su autor pasaba horas en la labor de investigación, muchas de ellas en la biblioteca del padre Argüello. A pesar de una rigurosa documentación en algunos aspectos de su narrativa, también imaginaba personajes y situaciones, hacía ficción en el sentido estricto de la palabra. Sus novelas y cuentos además representaban una historia nacional no oficial. Escribía en contra de la historia oficial para dejar ver otra realidad. Los lectores de Chávez Alfaro también saben que su obra deja constancia del mundo de la Costa Atlántica, región pocas veces retratada en la literatura nicaragüense. A través de la obra de Lizandro, no obstante, la relación entre la Costa Atlántica y la Nicaragua del Pacífico se va transformando. En Trágame tierra, la región caribeña se ve todavía, dentro de la novela, como una región nicaragüense, aunque el texto no pasa por alto la separación y lejanía geográficas. En esta primera novela se entretejen dos temáticas, primero la del deseo/nostalgia por el canal interoceánico que nunca se construyó. Esta es la obsesión del protagonista anciano, Plutaro Pineda. La otra temática vincula la herencia nacionalista de Augusto César Sandino con la temprana oposición a la dinastía de los Somoza, que se desarrolla a través de las acciones y finalmente la muerte del hijo de Plutarco, Luciano, en cuyo auxilio viaja el padre a Managua.

Su última novela, Columpio al aire, subraya una y otra vez la división entre el Pacífico y la región de la Costa Atlántica. Su acción se desarrolla en los primeros años después de la anexión de la Costa Atlántica por parte del gobierno liberal de Zelaya. En esta novela se encuentra información sobre la historia del periodo además de un relato de ficción que pone de relieve la relación sumamente conflictiva entre las dos partes del país. En efecto, los personajes de la región caribeña no se consideran nicaragüenses. Hablan inglés, tienen otra cultura, desconfían (con razón) de las intenciones de los que vienen del otro lado. Según mi propia lectura, la novela parece aludir, de modo indirecto pero inequívoco, a la época sandinista y la política sandinista en cuanto a la región caribeña durante los años de guerra de los ochenta: la actitud autoritaria del gobierno del Pacífico, el desdén por la cultura caribeña, la resistencia y rebelión por parte de los indígenas de la Mosquitia ante las medidas impuestas por el gobierno en Managua. Y al final de la novela no gana ni un lado ni el otro, sino, al parecer, los poderes europeos (ingleses y/o alemanes) con la gran representación de El Mesías de Georg Friedrich Händel (salvación europea para decirlo de otra manera) aunque no se salva la vida de la protagonista, defensora de la cultura caribeña, Viola Hendy.

El cáncer que padeció Lizandro al final de su vida no fue su primer encuentro con la mortalidad. En 1996 sufrió un brutal atropellamiento automovilístico que lo dejó en estado grave. Tuvo que pasar meses en el hospital. Su vida cambió a partir de este momento y el accidente y sus consecuencias lo llevaron a escribir su única obra autobiográfica, una colección de cuentos que tiene como título Hechos y prodigios (1998). Los cuentos tratan de varios asuntos, inspirados por experiencias de diferentes momentos de su vida, pero en su conjunto tienen que ver con la pérdida (del poder físico, de personas queridas) y la muerte. Uno cuenta los eventos de la mañana del accidente (“Estrella inconstante”). Algunos nos obligan a pensar en la muerte. En “Espíritu lacustre”, por ejemplo, le aconseja el narrador, un indígena mexicano, lo siguiente: “Busque placer, joven, en lo que hace ahora. Aceptemos de una vez que esto y aquello es y será siempre cambio y término”. En otro cuento (“Paquidermo de mi guarda”) el narrador justifica su vida: “¿Qué hice? Fui honesto, muy honrado. Mi vocación artística fue ejercida con rigor. Por lo demás, planté árboles. Tuve prole. He amado con pasión”. Esta auto-representación me parece sincera, una verdadera representación de la interioridad de un escritor que dejó una obra muy significativa y un hombre cuya vida tocó la de muchas otras personas.

En diciembre de 2005, a Lizandro Chávez Alfaro le hicieron miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua. A continuación se encuentra la lista de sus obras principales, lista que aparece en la contraportada de su última novela. Son las obras que Lizandro quería que recordáramos:

Hay una selva en mi voz. Poemas. México: 1950.

Arquitectura inútil. Poemas. México: 1954.

Los monos de San Telmo. Cuentos. La Habana: 1963.

Trágame Tierra. Novela. México: 1969.

Balsa de serpientes. Novela. México: 1976.

Trece veces nunca. Cuentos. Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA). San José de Costa Rica: 1979.

Vino de carne y hierro. Managua. anamá: 1993.

Apología de Malintzin. Ensayo. Cabildo Insular de Lanzarote. Arrecife, Islas Canarias: 1994.

Contradanza de cuentos. Antología. EDUCA. San José de Costa Rica: 1997.

Hechos y prodigios. Cuentos. Centro de Investigaciones de la Realidad de América Latina (CIRA). Managua: 1998.

Columpio al aire. Editorial de la Universidad Centroamericana. Managua: 1999.

Dejó inconclusas por los menos dos obras más, una colección de cuentos y una novela.

 

Mary K. Addis

The College of Wooster, Estados Unidos

maddis@direcway.com

*Istmo*

*¿Por qué existe Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes hacen la revista? *¿Cómo publicar en Istmo?*

*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*

*Noticias *Foro Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*

 

*Dirección: Associate Professor Mary Addis*

*Realización: Cheryl Johnson*

*Istmo@acs.wooster.edu*

*Modificado 10/10/06*

*© Istmo, 2006*