Escritor
Guión cinematográfico para cortometraje sobre
los garífunas de Livingston
(versión original)
Advertencias:
1. Exterior. Muelle municipal de Puerto Barrios. Tarde.
Toma panorámica de la bahía de Puerto Barrios, del gran muelle comercial hasta llegar al pequeño y paupérrimo muelle municipal. Lanchas y lancheros están a la espera de clientes. En una lancha colectiva, varias personas esperan nuevos pasajeros para que se llene y pueda zarpar. Carlos entra a la antesala del muellle con una mochila y un enorme aparato portátil de música; viste camisa a cuadros tipo garífuna, pantalones de mezclilla holgados y botas Caterpillar; porta collar, esclava y reloj (todo de oro), y gafas azules. Carlos camina con presunción, creídito, para que lo miren. Los lancheros se abalanzan hacia Carlos. Uno de éstos lo reconoce.
¡Carlitos!
Se dan la mano con efusión.
¡Qué onda! Llevame que voy con prisa.
La gente de la lancha colectiva observa con envidia que Carlos zarpa sólo con el lanchero en una lancha.
2. Exterior. Lancha en movimiento cerca de la costa en ruta hacia Livingston. Tarde.
La lancha avanza a alta velocidad, paralela a la costa. Carlos va en la parte trasera, junto al lanchero. El aparato de sonido suena a todo volumen, con música tecno-garífuna newyorkina. Carlos y el lanchero hablan a gritos, tratando de imponer su voz por sobre el sonido del motor y de la música.
Siento la muerte de tu Abuela.
Ya estaba muy mal.
Vos eras su nieto favorito, ¿verdad?
Así es.
Todo el tiempo Carlos tararea y lleva el ritmo de la música. Una bandada de gaviotas vuela junto a la lancha, a su misma velocidad.
Se ve que te va bien en Nueva York… (el lanchero señala con un gesto de cabeza el reloj y la cadena de Carlos). ¿Cómo va la música, siempre cantando?
(Ufano)
Tremendo, amigo. Tremendo.
Pasan junto a un velero con vela negra. Carlos lo observa con mirada inquisidora.
Como pasa el tiempo. ¿Hace cuánto te fuiste?
Cinco años.
Carlos señala hacia delante: las casas de Livingston aparecen más allá de la bahía.
¿Cuánto tiempo te quedarás?
Un día. Nada más vine al velorio y al entierro. Ni siquiera alcancé a pedir permiso. No puedo perder mi empleo…
Se acercan al muelle.
Es increíble que después de tantos años sólo se pueda llegar por lancha a Livingston. Ni carretera ni aeropuerto.
Mejor que sea así. Si no yo perdería mi empleo.
3. Exterior. Parte baja de la calle principal de Livingston. Tarde.
Desde la parte alta de la calle se ve a Carlos salir del muelle y avanzar con la mochila a la espalda y el aparato musical sobre el hombro. Camina viendo a los transeúntes, en espera de que lo reconozcan. Pasa junto a la cancha de basketbol. Jóvenes garífunas de ambos sexos juegan o están en las graderías. Uno de los jugadores, Kenny, reconoce a Carlos.
¡Carlos!
Muchos voltean a verlo, con expresiones de reconocimiento y simpatía.
¡Va la bola!
Carlos pone momentáneamente el aparato de música en la calle y recibe el balón que le lanza Kenny desde la cancha; Carlos rebota la pelota, hace una finta de experto y se propone lanzar de nuevo la bola hacia Kenny. Pero, Carlos hace un movimiento en falso y la bola sale en dirección errática. Algunos rechiflan con burla.
(Sonriente)
Te alcanzamos después en tu casa.
Varios le dicen adiós con la mano.
4. Exterior. Parte alta de la calle principal de Livingston. Tarde.
Carlos camina en medio de las terrazas de los cafés y demás comercios, siempre con su mochila y su aparato de sonido al hombro, con expresión y movimientos que dicen «ya llegué, véanme». Turistas y población garífuna se mezclan entre los paseantes. Carlos saluda a las negras viejas gordas sentadas a la entrada del Happy Fish, que hacen trenzas a una guapa turista gringa (a quien Carlos lanza una mirada coqueta); también saluda a varios transeúntes que lo reconocen. Más adelante, Carlos se encuentra a la gran amiga de su Abuela y rezadora en jefe, doña Delfina, quien lo abraza con efusión. Es una viejita pequeña y menuda que usa sombrero.
Qué suerte que llegaste a tiempo.
Al solo recibir anoche la llamada telefónica de ustedes, me lancé al aeropuerto. Por suerte conseguí cupo en el vuelo mañanero.
Ya la estamos preparando para el velorio.
Mientras habla con doña Delfina, Carlos ve pasar en una calle lateral un carro todoterreno de la cooperación internacional. El carro lleva un logotipo en la puerta que dice «Siquiatras Sin Fronteras». Carlos alcanza a distinguir, en el asiento del copiloto, el rostro de su antigua chica, Beti, quien no lo ve. Carlos permanece con la boca abierta, anonadado. En el aparato de sonido suena una canción relacionada con el abandono amoroso.
5. Exterior. Parte alta de una calle frente al mar. Tarde.
Carlos baja por la calle de cemento hacia las casas ubicadas en la playa. Desde su altura, observa la casa de su Abuela, el mar, una bandada de pelícanos que planea y el islote a cien metros de la playa. La música debe mencionar el regreso al mar y a los orígenes.
6. Exterior. Playa de Livingston. Día. Flashback.
La Abuela y Carlos están dentro del mar: ella sentada con el agua hasta el pecho y Carlitos (un adolescente de 12 ó 13 años) flota y juguetea en las cercanías. Hablan casi a los gritos.
(Incorporándose, con el agua hasta la cintura, señala en lontananza)
Un día me voy a ir en barco, en aquella dirección, hasta Estados Unidos, donde están mis tíos…
Vos también me querés dejar, Carlitos…
(Dejándose caer de espaldas en el agua)
Ajá…
Uy… Te vas a olvidar de mí como tus tíos…
Carlos nada, con la cabeza de fuera, como perrito, en dirección a la Abuela.
No, Abuela, cómo cree…
Bien que sí… Ya en la gran ciudad querrás parecerte a los de allá y cada vez te sentirás más lejos de nosotros… En esas ciudades inmensas se pierden las raíces, lo que uno es... Ya no sabrás lo que es este mar y este sol…
Carlos llega junto a la Abuela; permanece con el cuerpo bajo el agua y sólo la cabeza de fuera.
Carlos
Me convertiré en un músico famoso y rico y vendré a traerla a usted…
La Abuela mira a Carlos con ternura.
Abuela
Cuando yo me muera, hijito, aunque estés lejos, no se te olvide darme mis misas…
Carlos
No se preocupe, Abuela, que para que usted se muera falta muchísimo y si algo le pasara yo vendré de inmediato.
Carlos se sumerge y en seguida nada hacia mar adentro.
Abuela
(A gritos, con un poco de ansiedad)
¡Y también me hacés mi chugú para que venga a visitarte desde el más allá... Nunca perdás contacto con tu gente, en cualquier ciudad que estés, ni con los chugunes gracias a quienes podrás invocar mi espíritu!
Fin de flashback
7. Interior. Casa de la Abuela. Tarde.
Carlos entra al salón de la casa de la Abuela; por las ventanas se filtra la luz del final de la tarde, con el reflejo del mar. La Abuela yace tendida en la cama, rodeada de vecinas, quienes están preparándola. Son las mismas rezadoras que estarán en el velorio y que ahora saludan a Carlos y le dan el pésame.
Amigas, les pido por favor que salgan un momento, pues quiero estar a solas con mi Abuela.
Las rezadoras salen sin molestia. Carlos se sienta en la cama, junto a su abuela. Del bolsillo trasero de su pantalón saca un sobre doblado y arrugado; extrae una hoja, ceremonioso, triste.
(voz en off)
Abuela: esta es la carta que nunca le envié; la he llevado conmigo mucho tiempo… (Carlos lee la carta) Abuela: Espero que esté bien. Aquí el frío es duro, pero quiero contarle que por suerte las cosas me están saliendo bárbaras. Ya rento un apartamento para mí solito, ya tengo mi empleo como soldador y en los fines de semana canto con mi grupo en las disco de la raza. Pronto grabaremos un disco, Abuela. Las chicas dicen que somos los mejores... Quiero darle las gracias y decirle que nunca se avergonzará de mí. Usted fue como mi madre. Y en mis conciertos le dedico muchas canciones, para que todos sepan cuánto le debo a usted…. La recuerdo y la quiero mucho… (Carlos dobla la carta, toma la mano del cadáver y se dirige a éste siempre en off). He llegado, Abuela. En cuanto supe que había muerto, me vine tal como le prometí, para estar en su velorio y en su entierro. Usted no se iba a ir sin que la viera, sin que me despidiera, sin que le agradeciera. Y tendrá sus misas y su Chugú en Nueva York, tal como me lo pidió.
8. Exterior. Calle de Livingston frente a disco Ubafu. Atardecer.
Carlos está con Kenny y otros viejos amigos (dos o tres), rememorando, chismeando, tomando cerveza. Se ha cambiado ropa: ahora viste una camiseta negra y un pañuelo negro en la cabeza; porta la cadena, la esclava y el reloj de oro. Los amigos rebotan y se pasan la pelota de basketbol. Carlos hace a un lado a Kenny para conversar con él sin que los otros escuchen. Carlos habla con cierta altivez; Kenny tranquilo, sin mayor expresividad.
Carlos
Hace un rato vi a la Beti en un gran carro.
Ah, es el carro de su novio, un español. ¿Supiste que tuvo un niño?
Carlos hace una mueca de sorpresa.
¡Un niño! (Casi con repugnancia) ¿Del español?…
No, de Fito. ¿Te acordás de él? Anduvo con ella después de que vos te fuiste. Se fue a Los Angeles y la dejó embarazada. Hace como dos años.
¿Ya se casó con el español?
No, todavía no. La gente aquí no ve bien que se case con alguien que no sea de la comunidad.
Vuelven a mezclarse con el grupo de amigos. Kenny toma la pelota y se la pasa a Carlos.
¿Qué ha sido de Luis?
Puta… Aquel está cambiadísimo. No lo reconocerías. Se hizo rasta. Dice que está en contacto con Dios.
No te creo.
Ya te lo vas a encontrar.
9. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
El velorio ha comenzado. La Abuela yace dentro del ataúd en el centro del salón, rodeada por las rezadoras. Carlos está con ellas y participa del rito. Grupos de visitantes se aglomeran en la puerta y en las ventanas de la casa. La escena está dominada por el ritual del velorio con sus rezos, cánticos y bailes.
10. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
En un intermedio del rezo, Carlos y doña Delfina, la rezadora en jefe, se apartan para conversar. Permanecen sentados, muy juntos. Carlos está triste, meditabundo.
¿Sufrió mucho?
No, hijito. Fue un solo ataque al corazón. Yo creo que ni alcanzó a darse cuenta. Hace un mes había ido a ver a los médicos a Puerto Barrios, porque no se sentía muy bien. Le recetaron unas pastillas y le dijeron que debía seguir la dieta: nada de grasa, ni coco, ni plátano frito, ni marisco… ¿Qué quieren que coma uno? Ella ya estaba a dieta desde hacía varios años. Pero cuando el Señor dice hasta aquí, es hasta aquí. Debemos resignarnos…
Carlos voltea a verla con los ojos acuosos.
No debés estar triste. Seguro que ella está muy contenta porque vos viniste a su velorio. Tu abuela ya está con los tuyos, ya se juntó con tus ancestros… (aquí doña Delfina debe dar una idea del más allá según los garífunas, del sitio donde los espíritus garífunas reposan). Acordate cómo era: la alegría pura…
11. Exterior. Calle principal de Livingston. Día. Flashback.
La Abuela aparece bailando en una fiesta tradicional del pueblo. Debe escogerse aquella fiesta en que haya más música, danza y alegría. La Abuela debe ser el centro de atracción, con su atuendo tradicional, acompañada por su séquito de músicos y danzantes. La escena debe durar lo suficiente como para mostrar a la Abuela en todo su esplendor y simpatía.
Fin de flashback
12. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
Carlos está aún junto a doña Delfina, cuando entra Beti. Una flaca, guapa, de 26 años, vestida con el tradicional atuendo de luto. Carlos la mira, estupefacto. Beti cruza la sala hacia él. Carlos se pone de pie, sin perder su expresión de sorpresa. Beti se detiene frente a él.
Hola. Lamento mucho lo de tu Abuela.
Beti le da un beso en la mejilla. Carlos está rígido.
Carlos
(balbuceando)
Gracias….
Beti se dirige a doña Delfina.
Buenas noches, doña Delfi.
Buenas noches, hijita.
Carlos las mira, sin relajarse. Doña Delfina se pone de pie.
Yo los dejo, tengo que seguir con el rezo.
Beti enfrenta a Carlos.
¿A qué horas llegaste?
Hace un rato, como a las cuatro.
Has de estar agotado.
Sentémonos.
Beti se sienta en la silla en la que estaba doña Delfina. Carlos se ha relajado un poco y toma siento. Carlos mira a Beti con arrobo, como si aún estuviese enamorado. La ceremonia con sus rezos y música sigue de fondo.
Te vi en la mañana. Ibas en un gran carro con tu novio.
Beti parece sorprenderse, coqueta.
Así que ya te contaron... Pueblo chico, infierno grande.
¿Por qué no vino él?
Se fue a la capital, a una reunión.
¿Hace mucho estás con él?
Unos seis meses.
También supe que tenés un niño.
Ajá.
¿Cómo se llama?
Beti
Beto, como mi papá. Está bien chulo.
13. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Ceremonia de baile en el patio de la casa junto a la playa. Los presentes beben gífiti y bailan punta. La ambientación y la iluminación deben ser de acuerdo con la tradición: fogata o luces de colores. La escena debe mostrar la alegría con que se combate el dolor; la presencia del mar será constante.
14. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Carlos y Beti salen de la casa. Carlos toma un trago que le ofrece un grupo de presentes y lo pasa a Beti. Ésta hace un gesto de negación con la cabeza.
Es gífiti.
No, gracias.
De esto cuesta encontrar en Nueva York. Tomate uno para que brindemos.
Carlos insiste en ofrecer el vaso a Beti.
Y no insistás que ya me conocés.
Carlos se empina el trago y empieza a bailar. Beti lo ve con una sonrisa. Carlos la invita a bailar. Ella acepta. Carlos y Beti bailan con intensidad. Los demás les hacen ruedo. Beti tiene expresión de alegría. Carlos baila creyéndose el mejor de todos; lanza miradas insinuantes a Beti.
15. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Aparece de pronto en close up el rostro de Luis, el amigo rasta.
(Con voz cavernosa y los ojos extremadamente abiertos)
¡Así los quería encontrar!…
16. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Carlos y Beti suspenden el baile. Carlos permanece boquiabierto, como si le costase reconocer a su amigo, hasta que logra reaccionar. Luis viste ropa y sandalias viejas y gastadas, usa el cabello largo con mechones y trenzas tipo rasta, porta collares, pulseras y un bastón autóctonos.
No me reconocés, hermano.
Claro que sí.
Se abrazan con efusión.
17. Exterior. Playa frente a la casa de la Abuela. Noche.
Carlos y Luis están sentados sobre un tronco, cerca del borde donde llegan las olas, de cara a la oscuridad del mar. La música del velorio a sus espaldas se mezcla con el ruido del mar.
Luis
Tu abuela ya está con el maestro.
Carlos
¿Cuál maestro?
Luis
El maestro, el único, el que todo lo sabe y está en todas partes.
Carlos
Se ve que estás bien metido en el rollo religioso…
Luis
No es rollo, hermano. Es la verdad. Estoy en contacto con el maestro.
Carlos
¿A cuál iglesia pertenecés?
Luis lo ve con dulzura, como si Carlos fuese un niño que no comprende y a quien hay que iluminar.
Luis
Yo soy mi propia iglesia.
Corte a
18. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Ceremonia de baile en el patio de la casa junto a la playa. Los presentes beben gífiti y bailan punta. Don Hilario, un viejo flaco y alegre, con barba de chivo, que pertenece al grupo de música, aparece cantando y bailando punta.
19. Exterior. Playa frente a la casa de la Abuela. Noche.
Carlos ve a Luis con desconcierto, y después con lástima. Recoge una piedra y la tira hacia el mar.
¿En qué estás trabajando?
Ahora estoy sobre todo dedicado al espíritu, hermano, a seguir las enseñanzas del maestro.
Digo, ¿pero de qué vivís? Me contaron que ya tenés un hijo.
Ah, siempre salen cosas… Seguro… Estuve de guía de turistas y a veces haciendo artesanías…
¿Y no has pensado en irte a Nueva York? Allá podés conseguir empleo.
Estoy bien aquí: es tranquilo, seguro, estoy con mi gente, con mis costumbres. Allá todo es pura vanidad.
Luis toma la cadena de oro de Carlos.
Puro materialismo, hermano, y nada de espíritu.
20. Exterior. Playa frente a la casa de la Abuela. Noche.
Beti aparece detrás de Luis y de Carlos.
Que mañana mismo te vas…
Carlos
Así es…
Carlos se pone de pie. Empieza a moverse al ritmo de la música que viene del patio de la casa, con el mar de fondo.
Me gustaría que escucharan mis canciones…
Carlos se dirige con entusiasmo a Beti.
Tengo una idea: vamos un rato a la Lugudi Barana. No nos tardamos nada. Y ahí les canto un par de mis canciones para que vean…
Beti
Está bien. Vamos…
Luis se ha puesto de pie y se apoya en su bastón.
Yo tengo que ir un rato a casa. Los veo después aquí…
21. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
Don Cotorro y el coro comienzan a cantar el úraga sobre la Abuela. Don Cotorro lleva la voz cantante y el coro repite las frases más importantes. En esta escena, Don Cotorro debe explicar qué es el úraga, para que el espectador sepa de qué se trata.
(propuesta sobre explicación del Uraga)
Este es el úraga de la Abuela, la historia que ella hubiera querido escuchar sobre su vida.
El úraga es mentira y es verdad.
El úraga es ficticio y es verdadero.
Es el cuento sobre el fallecido que los deudos gustan escuchar, es la historia inventada que el muerto escucha con satisfacción desde el más allá.
En cada velorio, el úraga reconforta al que se va y a los que quedan.
El úraga es la magia del garífuna ante la muerte…
22. Exterior. Playa. Noche.
Carlos y Beti se dirigen por la playa hacia la disco Lugudi Barana. Despacio, caminan viendo la arena, atentos al borde de las olas.
Beti
Nunca me escribiste.
Carlos
Perdoná. Nunca le escribí a nadie.
Beti
Pero vos prometiste que me escribirías… Pasé mucho tiempo triste, esperando tu carta. Hasta que comprendí que te habías olvidado de mí…
Carlos
No me olvidé de vos.
Beti
Es lo mismo… Me dije que vos ya habías encontrado otra chica en Nueva York y que yo debía rehacer mi vida.
Carlos
Yo siempre te he recordado.
Beti
Ha pasado mucho tiempo.
Beti se quita los zapatos y camina entre el agua de las olas que fenecen.
Nunca hubiera imaginado que ibas a cambiarme por Fito, ni que ibas a tener un hijo con él.
Beti
Yo no te cambié por nadie. Vos te perdiste… (Con un humor distinto) Y cambiemos de tema porque de nada sirve estar recordando y achacándonos cosas…
Beti se agacha y con su mano tira un poco de agua hacia donde Carlos. Lo hace con gesto juguetón, inocente.
Beti
Mejor contame de Nueva York…
Carlos voltea a verla con mirada lastimera.
Carlos
Beti, yo aún te quiero…
Carlos se acerca a Beti y trata de darle un beso. Beti lo rechaza, sin violencia, pero con firmeza.
23. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
Don Cotorro se centra en el úraga sobre la Abuela.
Don Cotorro
El úraga debería contar una anécdota sobre la alegría de la Abuela, sobre su dedicación a las fiestas del pueblo y a las tradiciones de la comunidad; también debería abordar la sabiduría de la Abuela para el tratamiento de enfermedades y males a través de hierbas y plantas.
24. Interior. Discoteca Lugudi Barana, junto a la playa. Noche.
Carlos y Beti entran a la discoteca, un salón amplio y de techos altos; hay grupos bebiendo en las mesas pegadas a las paredes.
Música tecnogarífuna suena con estridencia.
Varias parejas bailan en el centro del salón.
Carlos y Beti se dirigen hacia la barra, donde está el encargado.
Carlos habla al oído del encargado.
El encargado le da un vaso con gífiti a Carlos y le hace señas de que espere un momento.
Carlos y Beti permanecen cerca de la barra, cuchicheando.
Momentos después, el encargado llama a Carlos.
Carlos entrega al encargado un disco compacto, que el encargado pone en una sofisticada consola de sonido.
Comienza a sonar una pista con música de fondo.
El encargado entrega a Carlos un micrófono.
Carlos comienza a cantar una canción tecnogarífuna y a moverse con la pista de música de fondo.
Corte a
25. Exterior. Patio de la casa de la Abuela junto a la playa. Noche.
Ceremonia de cantos y bailes tradicionales en el patio de la casa junto a la playa. Los presentes beben gífiti y bailan punta.
Corte a
26. Interior. Discoteca Lugudi Barana, junto a la playa. Noche.
Carlos sigue cantando, ahora dirigiéndose a Beti, con intención amorosa en la mirada. Los presentes hacen un círculo alrededor de Carlos y de Beti.
(La canción de Carlos se refiere a un joven garífuna que emigró a Nueva York y dejó a su novia en Livingston; habla sobre la tristeza y la soledad del joven garífuna en la gran ciudad norteamericana; se refiere a la nostalgia y al dolor que padece el joven cuando recuerda a su amor que quedó en Livingston.)
Los presentes han comenzado a bailar y aplaudir con entusiasmo. Beti también aplaude y se mueve al compás de la música; tiene los ojos acuosos.
27. Interior. Casa de la Abuela. Noche.
Don Cotorro continúa el úraga sobre la Abuela, en el que ahora se refiere a la llegada de Carlos, al regreso del nieto pródigo como un homenaje a la bondad y sabiduría de la Abuela, a la tristeza de los que se quedan en Labuga sin sus seres queridos porque éstos emigran en busca de nuevos horizontes.
28. Exterior. Playa frente a la casa de la Abuela. Noche.
Carlos está sentado sobre la arena apoyando su espalda en el tronco caído, de cara al mar; permanece triste, ensimismado, como ido. A su espalda, la algarabía del velorio ha disminuido. Se escucha al grupo de música, pero la gente ya no baila, sino que está sentada bebiendo sobre sillas, piedras y ladrillos. Algunos cabecean, dormitan; otros conversan. Luis viene caminando desde el patio y se sienta al lado de Carlos, pero sobre el tronco, con el bastón entre sus piernas, ensartado en la arena, y las dos manos apoyadas en el mango.
Luis
¿Cómo les fue en la discoteca, hermano?
Carlos
Todo se me removió… Todavía quiero a Beti, pero ella no quiera nada conmigo (con tono de reproche). Dice que no es correcto, que no le gusta ser infiel ni desleal…
Luis
La carne te tiene enceguecido, hermano. Si de veras la amás, lo que ella diga no es importante.
Carlos
Vos vivís en otro planeta… Con las ilusiones que traía de verla, con las ganas que tengo de estar con ella… (Carlos suspira) Ni un beso me quiso dar… Todo por serle fiel al español ese… (lo dice con despecho).
Luis
Estás mal, hermano. Te carcome el deseo de posesión. No hay amor en tu corazón… Ella hace lo correcto.
Carlos bosteza, sin ponerle atención a Luis.
«Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras, con soberbia y menosprecio».
Carlos
¿Qué fue eso?
Luis
Palabras del salmista.
Carlos
(En tono sarcástico)
Nunca imaginé que terminarías creyéndote profeta…
Luis
Muchos profetas no han sido reconocidos ni apreciados en su tiempo.
Carlos se le queda viendo a Luis, incrédulo.
Estás bien loco…
Luis
La verdad parece locura a los hombres de poca fe…
Carlos no hace caso a las palabras de Luis, se recuesta en la arena, con la cabeza apoyada en el tronco, dispuesto a dormitar.
Carlos
Estoy cansadísimo… Desde la medianoche cuando salí de mi apartamento hacia el aeropuerto, no he parado. Cinco horas de vuelo de Nueva York a Guatemala; cinco horas en la camioneta de Guatemala a Puerto Barrios… Estoy hecho pedazos… Me quedaría dormido de pie.
Carlos cierra los ojos. Se debilita la música y crece el ruido del mar.
29. Interior. Casa de la Abuela. Noche. Sueño.
Carlos está dormido en su habitación en casa de su Abuela. Reina la oscuridad y el silencio. La Abuela entra con un candil en la mano y toca el hombro de Carlos para despertarlo. Carlos abre los ojos con dificultad.
Carlos
(Con sorpresa)
¿Abuela, qué quiere a esta hora? No ve que estoy cansadísimo por el largo viaje…
Abuela
(Alumbrando el rostro de Carlos)
Despierta, hijo.
Carlos se incorpora, frotándose los ojos; permanece sentado en el borde de la cama.
Abuela
Quiero que conozcas a tus ancestros…
La Abuela, vestida con un camisón lila, alumbra con el candil el otro lado de la habitación. Seis ancianos están en fila: visten ropas cotidianas. Todos observan a Carlos con benevolencia. Carlos los ve con curiosidad. La Abuela se acerca al primer anciano por la izquierda y le alumbra el rostro con el candil.
Abuela
Este es tu bisabuelo Samuel.
El bisabuelo mueve ligeramente la cabeza. La Abuela avanza lentamente alumbrando el rostro de cada uno de los presentes.
Abuela
Esta es tu bisabuela Antonia… Tu tío abuelo José… Tu tía abuela Fermina… Tu tío Leoncio… Tu tío Francisco…
Todos saludan con un movimiento de cabeza a Carlos. Carlos los ve con asombro. La Abuela se acerca de nuevo a Carlos, alumbrando el rostro de éste con el candil y le entrega un collar típico garífuna.
Abuela
Ellos han estado siempre conmigo y estarán siempre contigo. No debés defraudarlos. Tenés que respetar su memoria que es la memoria de nuestra raza, de nuestro pueblo… No debés ser soberbio ni olvidar tus orígenes…
El candil se acerca hasta mostrar en close up los ojos asombrados y temerosos de Carlos.
Fin del sueño
30. Exterior. Patio de la casa de la Abuela. Amanecer.
Abre de golpe la canción Arúmajani de Uremu que suena a lo largo de toda la secuencia. Vista del amanecer en el mar. Carlos esta tirado en la arena, cerca del tronco, en el borde del patio de la casa de la Abuela. La escena debe mostrar el despertar de la naturaleza de la costa: bandadas de gaviotas y pelícanos, la naciente luz del sol en lontananza. Carlos abre los ojos y comienza a desperezarse. Algunas rezadoras recogen vasos y sillas del patio. Carlos se incorpora; permanece un rato con la mirada perdida en el mar, pensando en el sueño con su Abuela.
31. Exterior. Calle principal hacia el Cementerio. Mañana.
El cortejo fúnebre avanza por la calle principal hacia el cementerio. Carlos y Kenny cargan la parte delantera del féretro. Beti camina a un lado de Carlos. Todos visten ropas oscuras; Carlos porta sus gafas azules. La banda toca la música tradicional del entierro.
32. Exterior. Cementerio. Mañana.
Abre con toma del gran árbol (el figus gigantesco) en el centro del cementerio. Tiene lugar todo el ritual del entierro garífuna: cantos, bailes y rezos. Carlos permanece con Beti junto a la fosa mientras comienzan a bajar el féretro. Luis se acerca detrás de ellos. Se saludan con movimientos de cabeza.
Luis
(En voz alta recita el salmo entre la música y los lamentos)
«Hazme saber, Jehova, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuánto tenga de ser del mundo... He aquí diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti: ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive»... Palabras del salmista.
Luis apoya su mano derecha en el hombro de Luis; su mano izquierda permanece apoyada en el bastón. Bajan el féretro en medio de la música. Beti ha tomado la mano de Carlos. Comienzan a tirar las palas de tierra sobre la fosa. Las tomas de la tierra que cae se contrapuntean con las de quienes bailan con el canto y la música. La secuencia puede cerrar con una toma de salida del gran árbol.
33. Exterior. Calle principal a la salida del Cementerio. Mañana.
Carlos camina junto a Beti mientras la gente se va dispersando. Muchos se acercan a despedirse de Carlos. De pronto Beti se detiene.
Beti
Tengo que irme: los niños me están esperando en el kínder.
Carlos voltea a verla con molestia.
Carlos
¿No me podés acompañar ni un ratito a la casa?Beti
Lo siento. No puedo. Tenemos que despedirnos.Carlos
¿Por qué sos así, Beti? Deberías acompañarme...Carlos asume una expresión de autocompansión.
Beti
De veras que no puedo, Carlos... Yo soy la maestra; los niños me están esperando... Te deseo lo mejor, muchísima suerte, que te vaya muy bien...
Beti se abalanza para abrazarlo. Carlos se deja abrazar, sin poder ser expansivo ni relajarse.
Carlos
(Al oído de Beti)
Venite conmigo a Nueva York, Beti... Acompañame... Yo te quiero muchísimo...
Beti termina de abrazarlo. Le da una cachetadita cariñosa; su mirada es dulce, primorosa.
Beti
Cuidate mucho. Y no se te olvide que yo te tengo en mi corazón...
Se toman un momento de ambas manos. En seguida, Beti se aleja.
34. Exterior. Muelle municipal de Livingston. Mediodía.
Grupos de turistas esperan lanchas. Carlos y Luis conversan a la entrada del muelle. Carlos viste la misma ropa con la que llegó (aunque en vez de la cadena de oro, ahora porta el collar autóctono que le entregó la Abuela en el sueño); en el suelo están la mochila y el enorme aparato de sonido a todo volumen, con la canción garífuna que habla del emigrante que se fue a Nueva York. Luis viste la misma ropa sucia y gastada; calza sandalias; porta collares, pulseras y el bastón autóctonos.
Luis
Bueno, hermano. Buen viaje. Que el maestro te acompañe.
Carlos observa con mirada lujuriosa a la guapa turista con el cabello repleto de trenzas garífunas que vio la tarde anterior en el Happy Fish.
Carlos
Cuanta gringa rica viene por aquí en busca de garífuna y vos dejándolas pasar por tu rollo religioso...
Luis le sonríe con indulgencia.
Luis
Todo lo espiritual te parece ajeno...
La misma lancha con el mismo lanchero que trajo a Carlos se acerca al muelle. Carlos y Luis se dan un abrazo. Luis observa el nuevo collar en el cuello de Carlos. Carlos se echa la mochila al hombro; toma el aparato de sonido, lo apaga, saca el disco que guarda en la mochila. Luego entrega el aparato a Luis.
Luis
¿Y esto?...
Carlos
Te lo dejo. Allá en Nueva York yo consigo otro mejor... (Con ironía) Te quiero regalar un poquito de vanidad...
Luis ha tomado el aparato y mira a Carlos con sorpresa, pero sonriente, agradecido.
35. Exterior. Lancha en movimiento cruzando la cuenca del río Dulce en dirección a Puerto Barrios. Mediodía.
Suena música garÍfuna acústica. Carlos va junto al lanchero en la parte trasera de la lancha. Se ve Livingston alejándose desde la popa de la lancha. Una bandada de gaviotas vuela junto a la lancha. El velero de la vela negra queda a un lado.
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