Waldina Mejía

 

Revaloración de la novela Sentas de Rafael Arévalo Martínez

Universidad Nacional Autónoma de Honduras

waldina_poesia@yahoo.com

Notas*Bibliografía


1. Introducción

Seis de las ocho novelas de Rafael Arévalo Martínez (RAM) son de tipo realista con evidentes fuentes en la vida del autor, e incluso algunas son casi autobiográficas, salvo algunos detalles. Por este camino trascurre Sentas , la primera novela escrita por RAM, en 1910, que ha sido ignorada o calificada como “una novelita romántica”. Pero Sentas desarrolla sin ambages, aunque sin naturalismos, un tema y un enfoque social insólito en la época: la violencia doméstica. Ahora que los estudios de género, la crítica literaria feminista y la lucha contra las injusticias por razón del sexo han obtenido su puesto en la vida social y cultural, es tiempo de revalorar esta novela, que es mucho más que una novela romántica tardía y mucho más que una ficción.

Para estudiar la obra RAM es imprescindible conocer sus datos biográficos y familiares –a continuación resumidos-, pues en sus novelas y muchos de sus cuentos son evidentes las relaciones con su vida personal (cfr. Arévalo 1968; Carrera 1975; Carrera, s.f.; Noguerol 1997):1

1884: Nació en la Ciudad de Guatemala el 25 de julio, hijo mayor del abogado José Rafael Arévalo Arroyo y de Mercedes Martínez Pineda. Su hermana María Adelaida, con quien irá a su primera escuela, nació en 1885. En 1887 nace María Teresa; en 1889, Emilia de la Luz; en 1890, Mercedes; y en 1891, Carlos.2

1890-91: Ingresó en la Escuela de Primeras Letras de doña Concepción Aguilar y en el colegio de don Luis Castellanos.

1892 a 1902: Estudió en el Colegio de los Infantes hasta el Segundo Año de Enseñanza Secundaria para obtener el título de Bachiller.

1903: Trabajó de dependiente en varias tiendas comerciales.

1903 a 1904: Trabajó en dos oficinas de Cambio de Moneda.

1905 a 1907: En el Banco Agrícola Hipotecario. Un poema suyo es publicado en uno de los diarios capitalinos.

1908 a 1911: Trabajó como profesor de Gramática e Historia.

1909: Obtuvo el primer premio en el concurso de la revista Electra.

1910: Muere su hermana Emilia en diciembre, por tisis.

1911: Muere su madre a la edad de 55, por un ataque cardíaco, ni un mes después la muerte de Emilia. A los seis meses, se casa para toda la vida con Evangelina Andrade Díaz, de 16 años, con quien tuvo 7 hijos. Él tenía 27. Su padre no asistió a la boda, “porque seguía llorando en silencio a su esposa” (Arévalo 216).

1911: Publicó Maya, su primer libro de poemas, prologado por José Santos Chocano.

1921: Muere en enero su hermano menor Carlos a los 20 años. Su neurastenia aumenta. Viaja a San Francisco para internarse en un sanatorio, pero vuelve un mes después, por sentirse muy solo.

1921: Muere su padre, casi a los 66 años.

1927: Publica en un solo tomo las novelas Las noches en el Palacio de la Nunciatura y Sentas.

1975: Murió el 12 de junio en la Ciudad de Guatemala, casi a los 91 años de edad.

 

2. Revaloración de la novela Sentas

a. El realismo y la realidad en las novelas de RAM

Por sus obras más conocidas, tales como varios de sus poemas y sus cuentos “El hombre que parecía un caballo”, “El trovador colombiano” y “La signatura de la esfinge”, se clasifica a Rafael Arévalo Martínez como un autor modernista y posmodernista. Pero, “tanto en la poesía como en la prosa de RAM se encuentra una doble tendencia estilística: por un parte, la influencia dariana y, por la otra, la capacidad de Arévalo Martínez para lograr una prosa límpida, directa y clara” (Liano 1997: 89). La segunda tendencia predomina en sus novelas; a veces con transcripción directa del habla coloquial.3 En seis de sus ocho novelas predomina el realismo en sus tramas y temas (Hondura, Las noches en el Palacio de la Nunciatura, La oficina de Paz de Orolandia, Una vida , Manuel Aldano, Sentas ). Por eso, es más que arriesgado afirmar que RAM es modernista en toda su obra en prosa, tal como lo dice Estrada.4 Son tan realistas sus novelas que en ellas son evidentes las relaciones con la vida personal de RAM. Para corroborar esto, basta leer sus obras y sus aseveraciones: “¿Mi vida?... lo que importa escrito está en mis obras. En ella nada hay que no tenga íntima relación con mis experiencias”. Asimismo, RAM hace expresar a Manuel Aldano: “Por muchos libros que escriba un hombre, a la postre no hace sino retratarse él mismo, por objetiva que quiera hacer su obra, pues todo trabajo literario en su esencia, es forzosamente autobiográfico” (1998: 114). Ahora nos concentraremos en el realismo de Sentas y la relación de la obra con la vida personal del autor.

 

b. Revaloración de la novela Sentas

1. Descripción de la obra

Sentas es una pequeña obra de sólo 48 páginas de siete por cuatro pulgadas.5 Escrita en 1910, cuando su autor tenía 26 años, fue publicada en un mismo tomo con Las noches en el Palacio de la Nunciatura en 1927, 17 años después. Los protagonistas son el coronel Estrada y Sentas; los acontecimientos están contados por un narrador personaje o intradiegético, quien pasa al protagonismo cuando habla de sí mismo.

El texto está dividido en diez partes. En la primera (105-108), el narrador-personaje cuenta cómo conoció al temible coronel Estrada, padre de Sentas, a través del juego de ajedrez. Éste lo lleva a su casa en la que nadie ajeno a la familia había puesto el pie. En la segunda parte (108-121), el narrador-personaje entra en la sala en la que mil detalles denotan la presencia de una mujer, conoce a la esposa de éste, a Sentas, que lo impresiona vivamente, y la hermana menor. Explica porqué a Josefina le apodan Sentas. A insistencias del padre se emborrachan sin interrupción más de tres días, algo que el coronel acostumbra de cuando en cuando. A consecuencia de una de sus múltiples riñas, el narrador-personaje sale de la esa casa ofreciendo darle puñaladas al coronel y éste le hace unos disparos que no acierta. Recuperado de la borrachera, es indiferente a su miseria, pero piensa en Sentas. En la tercera parte (121-127) el narrador-personaje evita los círculos de ajedrez para no encontrarse con el coronel, procurando apartar de la mente las imágenes de embriaguez y sólo conservar la de Sentas. El coronel llega, se ponen a beber y a jugar ajedrez y le gana todos los juegos. Salen a la asociación de militares a seguir bebiendo y jugando, siempre le gana al coronel, pues el instinto le dice que es el único modo de conservar su estimación y respeto. Van a la casa del coronel. En la cuarta parte (127-134), Sentas los recibe a la puerta, pero desaparece. Los atiende la madre y conoce las otras dos hijitas, y se entristece porque vivan más niños en la casa del terrible militar. Reaparece Sentas y el narrador-personaje la describe. Vence dos veces al coronel y ésteo lo hace jugar contra Sentas quien lo vence con facilidad (siempre ganaba a su padre). Le impresiona su clara inteligencia como ya le había impresionado su frágil belleza. Su confianza de ajedrecista invencible cae, y el padre ríe irónicamente y mira con placer a su vengadora. Se despide al fin. En la quinta parte (135-136, menos de una página) el narrador-personaje se hace familiar en esa casa y se gana el cariño de todas, hasta de la sirvienta. En la sexta (135-143), el narrador-personaje visita a Sentas y la encuentra hosca y colérica porque el padre las ha vuelta a maltratar. Narra otro ataque a todas de él hacía un año en que intervinieron los vecinos. Sentas enfermó no de los golpes, sino de la conmoción nerviosa y en su larga enfermedad el padre la atendió con solicitud y se alegró muchísimo y la cubrió de regalos al restablecerse ella. Pero progresivamente la violencia volvió. Toda la familia y el narrador-personaje temen al coronel y ellas caminaban de puntillas en su presencia, temerosas de hacer algo que despertara su furor. En la séptima parte (144-145), el coronel pone en manos del narrador-personaje, un nombramiento oficial. Se desarrolla el idilio, trabaja algunas horas, estudia más sus textos de medicina, todas las horas libres las pasa con Sentas y es feliz en compañía de ella, su madre y hermanitas. En la octava (146-148) es narrador-personaje es trasladado a otra población, con mucha pena de alejarse de su amada. En la novena (148-150) el narrador-personaje no recibe respuestas a sus múltiples cartas a Sentas y a los tres meses, desesperado, abandona el trabajo y vuelve a la ciudad y a la casa donde ella vive. Dos vecinas le impiden llegar hasta allí y le cuentan que ella ha muerto por una enfermedad. En la última parte (150-152, página y media), se da cuenta de que Sentas murió a causa de una golpiza de su padre en la que intervino la policía para quitársela. Murió con el nombre de él en su boca.

 

2. Tipificación literaria

Como puede verse, “Sentas es, sobre todo por su final y desenlace, una novela tardíamente romántica” (Carrera 1975: 23). En efecto es romántica por su lenguaje, el amor imposible que relata, por la visión de la mujer, delicada, frágil, enferma,6 lo que la hace más atractiva al narrador-personaje, y la exaltación sentimental de éste ante la muerte de Sentas al final de la obra:

... No; no estaba enferma, ni distante... estaba muerta. Muerta. Todas las fuerzas humanas aunadas no me podían dar otra vez la visión de la adorable imagen que estaba en mi alma y que ya sólo en mi alma tenía vida. Las dos mujeres se habían visto a los ojos en una interrogación muda: las dos comprendieron con el fino instinto de la compasión femenil que no podían, que no debían engañarme. Y de la boca de la madre, y de la boca de la hija, salió al mismo tiempo la misma frase: “está muerta”; “está muerta”.
¡Sí, me acuerdo de todo lo que pasó después, así en la mente del condenado a muerte deben quedar las imágenes de sus días de capilla, hasta que deja de existir. Así borrosa y a la vez, fijamente. A pesar de mi agonía mis ojos miraron y guardan la imagen de un diván en el que me senté: de mujeres que acudían al espectáculo gratuito de un gran dolor... Recuerdo detalles falsos de su muerte con que intentaron aliviar mi vida: una breve enfermedad que la arrebató sin sufrimientos...
Recuerdo detalles verdaderos: que murió con mi nombre en sus labios, que murió llamándome que su último pensamiento, su última palabra, su último suspiro fueron para mí. (1988: 149- 150)

Vista como romántica es una novela bien escrita y estructurada, pero sin excelencias ni novedades. Empero, su verdadero valor y originalidad están en lo que se opone al romanticismo y al modernismo: sus temas y enfoques. Carrera (1975: 23) señala que en Sentas falta el paisaje como elemento resonador de los estados emocionales de los personajes (en verdad falta del todo el paisaje); además plantea que con esta obra,

Arévalo Martínez tiene el mérito de ser –con Ramón A. Salazar, quizás el primero- la primera “novela de ciudad” que aparece en Guatemala y quien más novelas de ciudad ha escrito. En este sentido, sus novelas son anti-románticas y anti-modernistas . Ademá,s aparece en Sentas el primer germen del “zoomorfismo, pues el padre de Sentas es comparado con un perro7 ( Carrera 1975: 24)

También Sentas es presentada como muy inteligente, colérica, nerviosa, celosa, caprichosa, buena y mala, lo que no corresponde a la heroína romántica típica:8

... y después, después, hubiera amado en su rostro las huellas imborrables de una enfermedad o la capa oscura de un deshollinador. Después amé todo lo suyo. Después amé sus celos, que la hacían desear los suplicios más refinados para sus rivales. Después amé los caprichos que agotaba su cuerpecillo nervioso, amé las cóleras violentas que movían su delgado tallo de margarita y la dejaban, al terminar, cansada, exhausta, en un reposo huraño. Amé lo más oscuro de sus sentimientos: las envidias que no me disfrazaba. Lo amé todo en ella: el bien y el mal, que por un prodigio era capaz de encerrar, en grandes proporciones, mezcladas y tempestuosas, el frasco de perfumes de su cuerpo pequeño. Una educación completamente libre, en la que ningún sentimiento fue reprimido, la hacía así. Y tal vez por natural la quise tanto. Preferí, sin poderlo evitar, su pecado a la virtud opuesta adquirida al precio de una mutilación. (1988: 130)

Pero lo más novedoso y actual en Sentas es su tema inusitado (y tal vez tabú) en ese tiempo: la violencia doméstica que, junto con el alcoholismo, es tratado sin ambages pero sin detalles de tipo naturalista. Incluso se aborda la corrupción del poder político, pues el violento y alcohólico Coronel “tenía gran influencia con los que regían los destinos del país” (107) y cuando éste le entrega el nombramiento de empleado oficial que obtuvo con facilidad por su influencia, el narrador comenta: “Lo que probablemente hubiera negado a la honradez y al mérito, lo concedía sin vacilar a mi habilidad de ajedrecista” (144).

No entendemos cómo los críticos no han notado y señalado este contenido social de la novela, pues entre el mismo final “romántico”, está este fragmento (que Carrera copió integro en su libro citado) que transcribimos ahora:

Y más tarde, cuando pasaron muchos días, cuando empezó mi existencia regular de autómata, la verdad, la verdad desnuda. La terrible historia de la infamia de un padre beodo y enloquecido.


Fué... fué [sic] que perdió el coronel la posición oficial que tenía; que apuró mucho alcohol buscando olvido o aceptado de las manos de amigos torpes fué que llegó inconsciente y enfurecido a su casa. Y allí se desarrolló la tragedia.


Se sentó en la mesa, pidió cognac. Sumisamente Sentas ensayó impedirle que lo bebiera. Y de pronto, en una ciega explosión, todo el alcohol que corría por sus venas hizo afluir la sangre a su cabeza y lo tornó loco furioso a la oposición de la inocente niña. La maltrató brutalmente; la arrojó al suelo; cayeron los tacones de sus botas claveteadas sobre el delicado cuerpo. Y cuando la arrancaron los agentes del orden de su encarnizamiento en maltratarla, ya Sentas estaba condenada a muerte. Tenía lesionados órganos importantes. Estuvo en cama algunas semanas; se levantó pocos días después como si se iniciara una convalecencia. Pero ya la madre sabía que era engañosa toda esperanza. Pronto de nuevo cayó en el lecho para no abandonarlo más.


Ante su martirio, corazones endurecidos se contrajeron de angustia. Cada movimiento del cuerpo exangüe, dolorido, arrancaba una queja a su adorable boca. Y aquella boca de la que vivió pendiente durante varios días la madre desconsolada, no tuvo el nombre de ésta, no tuvo otros nombre son el mío al expirar. (150-152)

Y obsérvense que hasta los agentes del orden entraron a la casa y “la arrancaron de su brutal encarnizamiento en maltratarla”, de modo que fue tan grande el escándalo que los vecinos (tal vez aquellas dos mujeres que informaron al narrador-personaje de la muerte de Sentas) o la misma familia, debieron pedir ayuda, incluso a gritos, para que llegaran los agentes del orden. Pero es tan evidente que hay mucho más que sentimentalismo romántico en esta fatal agresión del brutal padre contra su hija, que no entendemos, repetimos, cómo puede esto soslayarse. Máxime que desde el primer párrafo y en toda la obra, RAM caracteriza al coronel Estrada como un hombre muy violento, a quien el alcohol desata todo su furor:

El temido coronel cuando me encontró en la sala de su compañero de armas, el general Z., me dirigió la mirada de odio y de desprecio que fijaba en todos (...) fui presentado al padre de Sentas como uno de los mejores ajedrecistas de la ciudad. La mirada de desprecio inmediatamente se dulcificó. Tenía un título para su estimación, el mejor de los títulos. Y cuando aconteció el extraño hecho, cuando con sorpresa general lo vencí en la más empañada partida que pudo darse jamás, me vió [sic]con odio y con estimación al mismo tiempo; hasta casi puedo decir que con odio y con cariño. (...)sin más preámbulos, me invitó a que jugara con él. Se sentó groseramente en la mesa... (105)

(...)Empecé pronto a hacer destrozos en el campo contrario. La rabia y la consternación contrajeron el rostro de mi rival (...) mil veces hubiera suspendido l apartida, ante la grosería de su manifiesta cólera y por miedo a que me diese de golpes como parecía a punto de hacerlo. Cuando le tomé la reina, rompió de un puñetazo la caja en que se guardaban las piezas. Confieso que me dio miedo. Lo amenacé con abandonar la partida si él seguía empleando esa violencia. Esto hubiera sido matarlo, y así me lo manifestó, dulcificando sus modales. (...) cuando vio que el jaque mate al rey era cierto, se levantó de la mesa como un energúmeno, echando espumarajos de rabia por la boca. No me golpeó porque me veía como una fuerza sobrenatural; como un sér [sic] superhumano. Además, ofenderme hubiera sido perder la única probabilidad de un desquite. (106-107)

Si hubiera podido negarme a buen seguro que lo hago, pues (..) temía la cólera del coronel y sus violencias. (108)

Comprendía que si no dejaba ganar ni un juego al coronel, lo que me era posible, tal vez se encolerizase hasta un grado que yo no podría prever. (111)

...la muchacha, comprendiendo que el tirano volvía a su habitual intolerancia, suspendida un momento por la absorción del juego, retiró prudentemente su silla. (113)

...bebía bastante; y que cuando tomaba licor en gran cantidad, como en la noche precedente, experimentaba la necesidad de seguir embriagándose durante cinco o seis días más. Eran temporadas de vicio, temidas como un castigo cruel por su familia, a que se entregaba de tiempo en tiempo. (117)

Cuando estaba encolerizado era terrible. Sus manos destrozaban como el rayo. Golpeaba a los mismos seres amados: aún padecía su esposa una enfermedad incurable, producida por un golpe de su terrible marido en un instante de inconsciente furia. Jamás descendió a la dulzura que aun los peor dotados emplean en sus momentos de expansión. Pero sabía a una frase lacónica, a un gesto suyo, darles tal expresión que constituían una caricia. Comprendí que lo amaran. (125)

Le gané todos los juegos. Una sombría cólera, una desesperación muda se apoderaron de aquel hombre cuando concluimos las partidas. (126)

Asimismo, aparecen ante nosotros todas las manifestaciones del síndrome psicológico de la violencia doméstica, con sus síntomas de enclaustramiento y permanente pavor de las víctimas, con sus ciclos de tensa “calma” y brutalidad característicos:

Y he aquí que ya estábamos en su casa. Ninguno podía, como yo, gloriarse de haber puesto pie en ella. El inabordable tirano tenía en reclusión a su familia. (108)

Tenía cerrada su casa hasta a los más íntimos conocidos, celoso de su bella mujer y tiránico y brutal como era; y se entregaba a actos de violencia en sus relaciones; actos que lo hacían peligroso compañero. (117)

Cuando después me relacioné más íntimamente con la familia de Sentas, pude percibir qué rara vida se llevaba en el hogar del coronel Estrada. La determinaba toda el terrible militar. Si estaba en sus buenas horas de expansión, acariciaba a su gentil consorte y era dadivoso con ella y con Sentas. Si estaba en sus horas de sufrimiento, llegaba hasta a maltratarlas. (118)

Tenía ya demasiados detalles sobre la vida privada del coronel, para que no me diera tristeza que en su casa aún hubiese más niños. Aquel hombre llevaba la barca de su familia como un remero loco; y a veces su carácter violento imprimía tales oscilaciones al barquichuelo que parecían hacer inminente un naufragio más o menos tarde. Y angustiaba saber que en el momento supremo habría niños que se agitarían sobre las olas. (128)

Una vez más el padre las había maltratado. (...) las borrascas de aquel hombre mataban a las mujeres que estaban unidas a su vida. En un acceso de beodez había sido golpeada la esposa. Probablemente los resultados no serían graves. Un buen vecino la sustrajo a las brutales manos. El temor y la angustia la habían enfermado y en aquel momento dormía. (137)

Gustaba el padre del café hirviente hasta quemarse los labios. Si así no se lo llevaban, la casa entera se conmovía con expresiones de su cólera. (..) Es lo cierto que al llevárselo a la boca el padre lo encontró frío y la ira arreboló su semblante. Arrojó la taza a la cabeza de su hija y después la golpeó cruelmente. Intervino la madre aterrorizada. Un golpe algo fuerte podía destruir la delicada naturaleza de Sentas. La salvó a tiempo de las brutales manos, pero ella en cambio fue la víctima. Aquel hombre ese día maltrató a todos los de su casa (...) Hasta la sirviente; hasta el perrillo que contraído bajo un mueble aulló dolorosamente. Intervinieron los vecinos. Pero su intervención fue tardía. Ya antes, haciéndolo soltar a su última víctima, lo sorprendió un ataque congestivo. Cayó pesadamente sobre el pavimento del cuarto. (141)

Y también aparece la ambivalencia afectiva, la negación de las víctimas y el ocultamiento y justificación de los abusos del hombre, que normalmente ocurren en estos casos:

Y Sentas estaba enferma de cólera y de pena. Me confidenció que en aquel momento odiaba a su padre y se quejó amargamente de él. Vivían con el temor de que un mal golpe del coronel las matar olas dañara para siempre. Aún la madre conservaba un vicio de conformación en el hombro causado por su brutal marido. (...)

De pronto calló arrepentida de expresarse así del coronel. Y luego para éste formuló una serie de disculpas. No era un mal hombre y las amaba mucho, las adoraba. Pero cuando bebía, en accesos inconscientes de ira, como loco, se entregaba a ellas en accesos de furor que después lloraba amargamente.

No contradije su exculpación; mas no influyó en mi ánimo: sabía a qué atenerme. Mi afecto por la familia me había hecho sondear todas sus llagas ocultas. (138)

En mi creciente absorción del afecto de los seres de aquella casa no se me ocultaba nada. Llagas secretas del hogar doméstico, escondidos con pudor de buenas mujeres, discretamente veladas ala ávida curiosidad del vecindario, se me referían a mí... (138)

La narrante [Sentas] creía que el fruncimiento de las cejas del padre era producido por espíritus malignos. No de otro modo aquellas mujeres se explicaban su crueldad. Eran espíritus del mal que ensombrecían el alma del padre. Preferían creer en ellos a creer en la culpa de su martirizador. (139)

No podían equivocarse: cada vez que traía un fruncimiento de cejas igual, los espíritus de las tinieblas se habían apoderado de su cuerpo. Ellos, sólo ellos, podían darle aquel aspecto de feroz maldad, de ensañamiento en una idea de réprobo. No era humano entonces su semblante, no podía ser humano. (140)

Y el “arrepentimiento” del victimario, después de un episodio de violencia, también aparece:

Como una de las consecuencias de sus actos, enfermó Sentas, no precisamente a causa de sus golpes, sino por la conmoción nerviosa sufrida. La fiebre se apoderó de ella. Estuvo sin conocimiento, delirante, muchos días(...) Y durante aquella larga enfermedad, el padre causante de ella la atendió con solicitud. Como una hermana de la caridad, cuidadoso, tuvo para la enferma mínimas precauciones de mujer y no se desprendió un instante de su lecho mientras pudo hacerlo. Su alto puesto en la milicia le impedía estar todas las horas en su casa. Pero cuando terminaba su misión, corría a encerrarse en la alcoba de la enfermita. Un dolor intenso se reflejaba en su tosco semblante. Nadie en la casa hacía referencia a su proceder causante de aquel mal. Él mismo no dio una excusa no balbuceó una promesa. Mas cuando Sentas convaleciente y apoyada en él anduvo los primeros, vacilantes pasos, se entregó a alegrías desbordadoras de niño. Siguió con vivísimo interés el proceso de su convalecencia. Y ya restablecida la cubrió de regalos. (141-142)

Y después del periodo de arrepentimiento, continúa el miedo a sus exabruptos de parte de las personas violentadas, el círculo continúa y se repite la agresión:

Durante largo tiempo el coronel no volvió a mostrarse grosero ni durante sus mayores embriagueces. Inspiraban siempre miedo a las mujeres las tempestades que agitaban su sanguíneo organismo de coloso a la menor contrariedad, mas ya no las maltrató de hecho y para Sentas tuvo una especie de respeto que en su ruda inteligencia producían el recuerdo del mal causado y la habilidad que descubriera en ella para jugar el ajedrez.


Pero en los últimos meses progresivamente se agriaba su carácter y el alcohol ejercía más influencia en su vida. Las mujeres espiaban temblorosas la salida del coronel; respiraban tranquilas a su alejamiento y se agrupaban con temor a su vuelta. Cuando él entraba a su casa sólo se oía el ruido de sus claveteados zapatos, fuertemente apoyados en el suelo. El menor sonido lo molestaba. Pasaba Sentas como una sombra, deslizándose sin que ningún rumor acusara su presencia: se le creyera intangible. Imitarla intentaban la hermanita, la madre y la criada; y hasta la pequeña Concha andaba alzándose sobre la punta de los pies y haciendo precisamente más ruido que si apoyase sobre ellos. (142)

Precisamente un síntoma obvio de violencia doméstica, es la necesidad de la víctima de caminar como en puntillas en su propia casa, como si se anda sobre un polvorín que puede estallar ante cualquier cosa, tal como reacciona el hombre violento. Incluso el mismo narrador le teme:

Yo imitaba a los habitantes queridos de aquella casa. Huía con igual horror del coronel. Me causaba una mezcla de miedo y de repulsión y únicamente, como un deber penoso, jugaba todos los días con él las partidas de ajedrez que me aseguraban su tolerancia. Aprendí las horas de sus salidas, que espiaba discretamente desde puntos vecinos; y en cuanto el temido ser estaba los suficientemente alejado para no percibir mi intrusión en su hogar, penetraba en él. Toda la familia me recibía con los brazos abiertos. El terror al padre los entregaba inermes a mi afecto. Mi presencia era un consuelo, el hábito de un diario goce y de un diario reposo. Mi ausencia producía dolor. (143)

Y nos extraña, repetimos, cómo la crítica ha obviado el evidente contenido que aparece en los fragmentos anteriores y otros que no hemos transcrito de Sentas; un contenido literario y social que no corresponde al romanticismo ni al modernismo.

Todo esto nos obliga a revalorar y considerar Sentas no como una novelita romántica tardía más, sino como una obra de más filiación realista que romántica, muy original, certera y actual, de gran valor humano y literario al abordar en prosa clara y bien escrita un tema insólito, pero necesario. Además, la lectura de esta obra puede abrir espacios de discusión y concienciación sobre este problema social tan dolorosamente recurrente,9 a fin de ayudar a controlarlo de algún modo.10

 

3. La realidad en el realismo de Sentas

Ya que sus novelas realistas tienen fuentes en las experiencias del autor, suponemos, como hipótesis de trabajo, que Sentas también. Pero con la información que tenemos sobre la vida de RAM, no podemos hacer una relación tan directa. Sin embargo, el narrador-personaje es también cegato como RAM, pues nos dice: “...[Sentas] tenía movimientos de inconcebible ligereza, que nunca pudo distinguir mi vista torpe, como nunca pude distinguir los vuelos de un colibrí” (109). Según Teresa Arévalo, una novia de 1908 a 1909, Amalia Quinteros, quinceañera de bellos ojos castaños como Sentas, es la inspiradora del personaje (1968: 165). Y el modelo del coronel Estrada puede ser el coronel Siliézar, militar, boedo, violento, jugador y el jefe de Armas de Estrada Cabrera, aunque soltero, a quien conoció en 1905 en su viaje a El Salvador. En ese tiempo estaba exilado en Ahuachapán, El Salvador, por algún problema con el dictador. Pero se arregló con Estrada y volvió a Guatemala y con él, sin quererlo, RAM (1968: 120-121).

Hay que notar que en una época y lugar en que no había estudios sobre violencia doméstica y en la que incluso se toleraba y hasta aprobada tal conducta como normal y necesaria, es tan acertada, detallada y vívida la descripción de los síntomas y ciclos comunes de la conducta típica del victimario y el victimizado de la violencia doméstica, que creemos que RAM la conoció de cerca así, sea en su núcleo familiar o en otro cercano. Empero en la biografía que de él escribió su hija Teresa, en muchas ocasiones tan íntima y anecdótica, no se menciona que el autor y su familia hayan sufrido violencia física por parte del padre. Empero, sabemos por ella misma, el modo de ser de José Rafael Arévalo Arroyo:

Mi abuelo, don Rafael, era católico ferviente, con el fervor ascético y severo de los españoles nacidos en Guatemala. Su vestimenta y modo de ser denotaban su espíritu tradicionalista. (...) Desde su juventud se hizo al lado del partido conservador o “cachuereco”. (1968: 14)

El desayuno se servía a las seis de la mañana, el almuerzo a las nueve a.m. a las tres de la tarde la comida; y, finalmente venía la cena a las ocho de la noche.

A las seis de la tarde era toque de queda establecido por don Rafael y ya nadie podía estar fuera de casa; y, por supuesto, todos se recogían en sus habitaciones desde muy temprano (1968: 14)

La casa de mis abuelos tenía un ambiente triste y era gobernada con severa moralidad. (...) Mi abuelo, Don Rafael, era un buen padre, chapado a la antigua, por lo que su hijo Rafael pocas veces se dirigía a él. (1968: 23)

El padre, aunque hacía versos que nunca publicó, era rígido, severo, poco expresivo, probablemente como el coronel Estrada: “Jamás descendió a la dulzura que aun los peor dotados emplean en sus momentos de expansión. Pero sabía a una frase lacónica, a un gesto suyo, darles tal expresión que constituían una caricia.” (125)

Por ejemplo, una vez asumida por el padre de RAM la enorme frustración de que por orden médica su hijo no pudo seguir sus estudios de Bachillerato y por tanto no cumplir la aspiración del padre de verlo convertido en abogado, la medida de la severidad y dureza del padre de RAM nos la da el hecho de que lo obligó a trabajar como dependiente en tiendas, incluso sin sueldo, aunque la enfermedad que impide estudiar a RAM no sea culpa de nadie.11 Asimismo, su hija Teresa nos cuenta que ante la situación económicamente precaria de RAM ya casado y con hijos pequeños, sus amigos le pidieron al abuelo que lo ayudara y éste le dio, meses después, una casa para que la habitara (Arévalo 1968: 222). Es también significativo que RAM, a pesar de su necesidad, no haya pedido la ayuda directamente.

Insistimos con Carrera que “aunque Teresa Arévalo no se atreve a incursionar demasiado en las honduras de la psicología de su abuelo, lo que se atreve a contar de todos modos revela, no trágicamente, pero sí sustancialmente, muchos de los conflictos familiares que su padre trasladó y utilizó de fuente para sus obras narrativas” (Carrera 1975: 35). Pero hay suficientes indicios, aunque se escamotee la información, probablemente por la actitud tan vigente aún en nuestra cultura y ya expresada en Sentas: “Llagas secretas del hogar doméstico, escondidos con pudor de buenas mujeres, discretamente veladas a la ávida curiosidad del vecindario...” (138)

Se sabe que tienden a repetirse entre la pareja las conductas que se ha aprendido en la casa materna y por eso las víctimas de violencia doméstica suelen ser violentadas o violentas en sus propias relaciones. Otro indicio tangencial nos da Teresa de Arévalo al darnos un detalle del modo de ser del padrastro de su abuela Mercedes, quien la crió: “Don Jerónimo, como casi todos los hombres que alcanzan una elevada cultura, era muy sensible y se irritaba con facilidad. Severo con los dos vástagos varones, uno de ellos se quejó así: -Mi papá ya no sólo quiere que andemos de punta de pie, sino de punta de dedo.” (1968: 16)

Y ya dijimos que este “caminar de puntillas” es síntoma obvio de violencia doméstica. O sea que la madre de RAM procedía también de un hogar “severo”, lo que la hizo internalizar las conductas que le corresponden culturalmente a la mujer en un ambiente así. Y notemos la mentira que sin darse cuenta la misma Teresa Arévalo ha introyectado, pues es falso que “casi todo hombre de elevada cultura se irrita con facilidad”. Con esto ella justifica las reacciones violentas que habrá conocido en hombres así, y su abuelo y su mismo padre eran hombres cultos. Y aquí hay que recordar que la violencia doméstica no es sólo de tipo físico, sin también, sexual, emocional y económica (UE/IHNFA/CIS 1999: 26).

Estos indicios se aúnan al hecho de que en sus novelas claramente autobiográficas como Manuel Aldano y Una Vida, RAM elimine al padre y se quede con la madre en un fuerte lazo edipiano, que ya sabemos que existía realmente, pues doña Mercedes era muy absorbente y sobreprotectora con RAM,12 hasta el punto de intervenir directamente para deshacer sus noviazgos con el pretexto de que no estaba capacitado para mantener una familia por su enfermedad (1968: 170). Ésta relación pudo incidir en la “inutilidad” inicial para el trabajo de RAM, en un intento inconsciente de no madurar, de no tener que dejar la protección materna. Esta interpretación es abonada por el hecho de su pronto matrimonio luego de la muerte de su madre y que entonces sí pudo sobrellevar el trabajo -aunque hay que admitir que la docencia era mucho más adecuada para nuestro autor que el puesto de dependiente o trabajador bancario. El padre, es odiado no sólo por ser pareja de la madre, como en el síndrome de Edipo, sino por algo más: su severidad y fácil irritabilidad, que lo habrán llevado a explosiones violentas en su casa. No en balde, Sentas tiene el cuerpo finísimo y pequeño como doña Mercedes.

Otro indicio es la composición familiar de Sentas: Una madre, tres hijas y un padre déspota; es como la familia de RAM, quitándose él y sus dos hermanos menores. La mediana y la pequeña de las hermanas de Sentas, tienen un rostro de óvalo perfecto como su hermana Emilia, la más bella y frágil de las hermanas (1968: 191).

El último indicio es que Sentas fue publicada en 1927, cuando ambos progenitores ya habían muerto, quizás para ahorrarles penas.

Pero creemos que hay otra razón para esta publicación tardía. Examinando otro filón de realidad en Sentas, ésta fue escrita en 1910, en medio de la dictadura violenta y corrupta de Manuel Estrada Cabrera (1987-1920)13, y la obra resulta entonces ser también de mucha denuncia política, pues deja entrever que nadie podía hacer nada para ayudar a Sentas y su familia, ya que el padre “tenía gran influencia en los que regían el destino del país”14. Aquí es viable creer que el coronel Estrada es un personaje que alude tanto al coronel Siliázar como al mismo Estrada Cabrera (y puede conjeturarse que ayudan a velar al verdadero modelo del personaje, si en efecto es el padre de RAM). Máxime que en la biografía anecdótica que escribió sobre el dictador Estrada Cabrera, Ecce Pericles, RAM menciona que aquél llegó a golpear a su esposa (1982: 33). Por algo RAM publicó Sentas muchos años después, en un intersticio democrático de Guatemala. RAM sabía muy bien que el dictador acallaba cualquier crítica directa o indirecta con cárcel, tortura, destierro y asesinato y que no hubiera sufrido la obra sin consecuencias funestas para el autor.

Con Menton (1960:150) decimos que RAM tiene el mérito de haber introducido en el género narrativo el autoanálisis sicológico, que es una forma de realismo, y en haber ensanchado la temática de amorosa y esteticista a política, psicológica, social; y agregamos que, dentro de ésta última, es el primero en tratar el tema de la violencia doméstica.

 

4. Conclusiones

Conocer los datos biográficos de RAM es imprescindible para estudiar su obra, pues en sus novelas y muchos de sus cuentos son evidentes las relaciones con su vida personal. Tanto en la poesía como en la prosa de RAM se encuentra una doble tendencia estilística: por un parte, la influencia dariana y, por la otra, la capacidad de Arévalo Martínez para lograr una prosa límpida, directa y clara. La segunda predomina en sus novelas.

Sentas no es sólo una “novelita romántica tardía” más, sino una obra de filiación más realista que romántica, muy original, certera y actual, de gran valor humano y literario al abordar en prosa clara y bien escrita y con un enfoque de denuncia, un tema insólito en ese tiempo, pero necesario: la violencia doméstica. Además de su valor literario, la lectura de esta obra puede abrir espacios de discusión y concienciación sobre este problema social tan dolorosamente recurrente, a fin de ayudar a controlarlo de algún modo.

La descripción tan acertada, detallada y vívida de los síntomas y ciclos comunes de la conducta típica del victimario y la víctima de la violencia doméstica en la obra Sentas y otros varios otros indicios señalan que RAM conoció de cerca este flagelo social y que esta experiencia fue vertida en esta obra. Y peor aún, aparentemente no sólo la conoció en su hogar, sino también en otros cercanos, así como se dio en la familia de Estrada Cabrera, lo que nos hace suponer que, desgraciadamente como ahora, la violencia doméstica no era un hecho excepcional.

RAM tiene el mérito de haber introducido en el género narrativo el autoanálisis sicológico y haber ensanchado la temática: de amorosa y esteticista a política, psicológica, social, y dentro de ésta última, es el primero en tratar de forma tan completa y denunciante, el doloroso hecho social de la violencia doméstica.

© Waldina Mejía


Bibliografía

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Arévalo Martínez, Rafael (1988): Las Noches en el Palacio de la Nunciatura. (Edición facsimilar) 2º ed. Incluye Sentas. Col. Narrativa Guatemalteca Siglo XX. Guatemala: Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, pp. 100-160

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Arévalo, Teresa (1968): Rafael Arévalo Martínez, biografía de 1884 hasta 1926. Guatemala: Tipografía Nacional

Carrera, Mario Alberto (1975): Las ocho novelas de Rafael Arévalo Martínez. Guatemala: Ediciones de la Casa de la Cultura Flavio Herrera de la Universidad de San Carlos de Guatemala

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Liano, Dante ( 1997): “El Modernismo: Gómez Carrillo y Arévalo Martínez”, en: Visión crítica de la literatura guatemalteca. Guatemala: Editorial Universitaria USAC, pp. 79-90

Estrada L., Hugo (1971): “La poesía de Rafael Arévalo Martínez”. Tesis de licenciatura. Universidad de San Carlos de Guatemala. Tipografía Nacional

Menton, Seymour (1960): Historia crítica de la novela guatemalteca. Guatemala: Editorial Universitaria USAC

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Rodríguez-Lozano, Diana M. (1990): Conceptos ocultistas en la narrativa de Rafael Arévalo Martínez. Guatemala: Editorial Universitaria USAC

Unión Europea/IHFA/Consejo de la Integración Social (1999): En busca de la equidad de género. Manual 1. Tegucigalpa: Editorial Guardabarranco


Notas

arriba

vuelve 1. Biografía completa de RAM. 1884: Nació en la ciudad de Guatemala el 25 de julio, hijo mayor del abogado José Rafael Arévalo Arroyo y de Mercedes Martínez Pineda. Su hermana María Adelaida, con quien irá a su primera escuela, nació en 1885. En 1887, María Teresa; en 1889, Emilia de la Luz; en 1890, Mercedes; y 1891, Carlos.
1890: Escuela de Primeras Letras de doña Concepción Aguilar.
1891: Colegio de don Luis Castellanos.
1892 a 1902: Estudió en el Colegio de los Infantes hasta el Segundo Año de Enseñanza Secundaria para obtener el título de Bachiller.
1903: Trabajó de dependiente en varias tiendas comerciales.
1903 a 1904: Trabajó en dos oficinas de Cambio de Moneda.
1905 a 1907: Banco Agrícola Hipotecario. Un poema suyo es publicado en uno de los diarios capitalinos.
1908 a 1911: Trabajó como profesor de Gramática e Historia.
1909: Obtuvo el primer premio en el concurso de la revista Electra por su cuento “Mujer y Niños”, premio compartido con Rafael Valladares Rubio, respetado literato de la época. Por ello ingresa de inmediato al cuerpo de redacción de la revista Electra y del diario La República. Conoce a José Santos Chocano.
1910: Muere su hermana Emilia en diciembre, por tisis.
1911: Muere su madre en enero, a la edad de 55, por un ataque cardiaco, ni un mes después la muerte de Emilia. Significativamente RAM le escribe: “Que otros amores tenga, madre, no temas:/ sólo amaré tus brazos y mis poemas”. Empero, a los seis meses, fuera por soledad, por la indiferencia del padre o porque se enamoró, se casa para toda la vida con Evangelina Andrade Díaz, de 16 años, con quien tuvo 7 hijos. Él tenía 27. Su padre no asistió a la boda, “porque seguía llorando en silencio a su esposa” (Arévalo, T 216)
1911: Publicó Maya, su primer libro de poemas, prologado por José Santos Chocano.
1912: Redactor jefe del diario La República en Guatemala.
1913: Con Francisco Fernández fundó, dirigió y redactó la revista Juan Chapín, órgano principal del grupo de autores conocidos como “la Generación de 1910 o “del Cometa”: Además de RAM, Alberto Velásquez, Osmundo Arriola, Rafael Yela Günter, Rafael Rodríguez Padilla y otros. Estos fueron los jóvenes que guiaron la literatura de Guatemala fuera del Modernismo y la enfocaron hacia las nuevas tendencias contemporáneas. Más tarde Arévalo Martínez trazó su propia senda que sólo él habría de caminar.
1914: Vuelve a dar clases. Publicó la novela autobiográfica Una Vida, el libro de poemas Los Atormentados y compuso “El hombre que parecía un caballo”, su primer relato psicozoológico.
1915: Se desempeñó como secretario y profesor de la Escuela Práctica de Señoritas de la ciudad de Quetzaltenango. Publica “El hombre que parecía un caballo”
1915-1918: Redactor de la revista Centroamérica, órgano de publicidad de la Oficina Internacional Centroamericana.
1916: Redactor de El Nuevo Tiempo de Tegucigalpa, Honduras.
1918-1920: Julio de 1918 a junio de 1920, ascendió a director de la revista Centroamérica y fue nombrado secretario de embajada con inmunidades diplomáticas, cargo al que renunció en 1920.
1918: Apareció Las Rosas de Engaddi, su tercer libro de poemas.
1920: Segundo semestre, realizó su primera visita a Los Ángeles, California. La falsa noticia de su muerte de extendió por el mundo hispanoparlante.
1921: Muere en enero su hermano menor Carlos a los 20 años. Su neurastenia aumenta. Viaja a San Francisco para internarse en un sanatorio, pero vuelve un mes después, por sentirse muy solo.
1921: Nombrado Miembro de la Real Academia Española de la Lengua, el 3 de noviembre.
1921: Muere su padre, casi a los 66 años.
1921 a 1925: Maestro de varias asignaturas en ciudad Guatemala.
1922 a 1925: Es Director de la Biblioteca de la Legación de su país en México.
1922: Publica el libro de relatos: El señor Monitot y la novela autobiográfica Manuel Aldano.
1927 a 1945: Durante 18 años fue Director de la Biblioteca Nacional de Guatemala.
1927: Publica en un solo tomo las novelas Las noches en el Palacio de la Nunciatura y Sentas.
1933: Publica La signatura de la esfinge (cuentos)
1934: Publica Llama (poemas)
1938: Publica El mundo de los maharachías (novela)
1939: Publica Viaje a Ipanda (novela) y Ecce Pericles (biografía de Manuel Estrada Cabrera)
1940: Los Duques de Endor (teatro)
1945-1946: Fue embajador ante la Unión Panamericana de Washington.
1946: El gobierno le otorga una pensión mensual vitalicia, con la que ya no necesitó desempeñar cargos “extraliterarios” y se le rinde un homenaje nacional de reconocimiento.
1947: Apareció su libro de poemas Por un caminito así y su novela Hondura.
1954: Publicó su ensayo Concepción del Cosmos.
1956: Vio la luz su segunda obra de teatro (en verso): El hijo pródigo.
l959: Apareció su novela Hondura y su libro Poemas.
1959: La Universidad de San Carlos publicó Obras Escogidas: cuentos y poesías con ocasión de su 50 Aniversario como figura literaria.
1960: Vio la luz El embajador de Torlania.
1968: Publicó Narración sumaria de mi vida, autobiográfico, y su libro de relatos Crátilo y otros cuentos.
1971: Apareció Cuatro contactos con lo sobrenatural y otros relatos, una colección de historias y anotaciones personales.
1975: Murió el 12 de junio en la ciudad de Guatemala, casi a los 91 años de edad.
1984: Apareció póstumamente su libro Ubico, biografía sobre el general Jorge Ubico.
Galardones
El 11 de septiembre de 1935 el Presidente del Ecuador le concedió la Condecoración al Mérito con el grado de oficial.
El 2 de agosto de 1950 el Presidente de México le otorgó la Orden del Águila Azteca.
El 3 de febrero de 1958 el Presidente de Nicaragua lo condecoró con la Orden Rubén Darío en el grado de Gran Cruz.
El 12 de octubre de 1958 el Presidente de Guatemala le concedió la Orden del Quetzal en el grado de Gran Oficial.
En 1969, la Asociación de Periodistas de Guatemala le otorgó el Quetzal de Oro por su libro Crátilo y otros cuentos.
Fue miembro correspondiente de la Academia Española dela Lengua desde 1921, de la Asociación Internacional de Escritores y de la Sociedad de Geografía e historia. Fue incluido en la lista de los Cien Clásicos de América, establecida por el Instituto Iberoamericano.

vuelve 2. Como se verá más adelante, la composición familiar, puede ser importante para el estudio de Sentas.

vuelve 3. “-Bah, déjese de cuentos, Aldano. ¡Diga solamente que Meruenda tenía cara de nalgas!” Y a Aldano le pareció tan exacta la expresión...! (Las noches en el Palacio de la Nunciatura, 9)

vuelve 4. “Arévalo Martínez se prenda con pasión de la prosa modernista que le sirviera para hacerse famoso internacionalmente con El hombre que parecía un caballo”, continúa siendo siempre un auténtico modernista en sus artísticos cuentos, y tal vez no sería arriesgado afirmar que en toda su obra en prosa” (Estrada 1971: 35).

vuelve 5. El autor la presenta como novela, y críticos como Carrera, así la acepta. Parece que Acevedo y Liano no la conocen. Para nosotros Sentas es por su brevedad, su unidad y trama sencilla, un cuento largo, pero aquí no abordaremos esta discusión, pues este trabajo tiene otro fin.

vuelve 6. Sentas tiene una enfermedad en los ojos, que le vela la mirada y la hace huir de la luz, el mismo narrador no sabe por qué le resulta atractiva por eso; pero la heroína romántica suele ser de salud delicada (Sentas 110 y 115)

vuelve 7. Cfr. Sentas, 133

vuelve 8. Empero, la descripción de “La Mujer Soñada” (poema ganador en un concurso precisamente en 1910, coincide con la caracterización emocional y física de Sentas, en los estrofas 8ª, 10ª, 13ª y 16ª. Ésta última dice: “Un aleteo de ave/ vela sus ojos, porque el sol los daña/ como si persiguiese una luz suave/ que a esconderse corrió tras su pestaña” (Arévalo 1968: 199-202), y Sentas tiene una enfermedad en los ojos, que le vela la mirada y la hace huir de la luz (Sentas 110 y 115).

vuelve 9. Sin contar los casos de violencia doméstica denunciados directamente en los juzgados y en las postas, sólo en la Fiscalía Especial de la Mujer en Tegucigalpa, se presentaron en el 2003 la cantidad de 3,700 casos, y en lo que va del 2004 hasta el 1 de junio, el registro asciende a 1,549 (Comunicación personal conforme al libro de registro de la Secretaria de la Fiscalía de la Mujer, señora Vilma Cáceres. 1º de junio del 2004 en su oficina). Suponemos que una situación similar debe darse en Guatemala y en toda Centroamérica.

vuelve 10. En nuestro trabajo como orientadora de un instituto de educación media, ya hemos tenido que trabajar con varios casos de violencia doméstica del padre contra su mujer e hijos. Los más difíciles siempre son aquellos en que están involucrados militares o personas con poder social.

vuelve 11. Nosotros entrevemos aquí un posible juego psicológico: a pesar de su complexión delgada y frágil, herencia de su madre, la enfermedad de RAM era menos física que mental, pues de lo contrario, no hubiera sobrevivido en aquel tiempo de limitados recursos médicos, como la inexistencia de penicilina. A juzgar por su obra, RAM tenía la suficiente inteligencia para sacar con éxito cualquier estudio universitario, a pesar de su enfermedad depresiva, producto de su índole personal más la relación familiar con el padre estricto y seco y posiblemente violento. Tal vez inconscientemente RAM rechazaba tanto al padre, que no quería ni siquiera ser abogado como él, y el único modo de evadirlo, ante la estricta severidad de éste, era enfermarse mucho. Y así se dejó vencer por su tendencia depresiva, la cual lo acometió varias veces en su vida. De igual manera, el padre tiene que aceptar el dictamen médico y toma la medida correcta al hacer que su hijo se haga de un oficio, pero, ¿por qué tuvo RAM que buscar colocación como dependiente de almacén? Sospechamos aquí, un castigo al hijo que frustra las aspiraciones del padre. Un tipo de padre que aparece retratado como el tío de Manuel Aldano: ordena, censura, pero ayuda poco. Empero, Teresa Arévalo dice que el padre, por medio de las influencias de su patrono, finalmente le ayudó a conseguir a RAM el empleo en el Banco (Arévalo 1968: 99). Pero para corroborar esta hipótesis, necesitamos mayor información.

vuelve 12. La sobreprotección excesiva es más frecuente en la madre sola, exacerbada si el hijo padece alguna enfermedad. Pero también se produce en situación de violencia doméstica, donde la figura de padre es negativa.

vuelve 13. Manuel Estrada Cabrera (1857-1924), político guatemalteco, presidente de la República (1898-1920). Nació en Quetzaltenango en 1857. Tras ejercer varios años la abogacía, fue juez de distrito y después magistrado de la Corte Suprema de Justicia. En 1885 entró a formar parte de la Asamblea Nacional y siete años más tarde se convirtió en ministro de Estado del gobierno del presidente José María Reina Barrios. Cuando éste fue asesinado a principios de 1898, Estrada Cabrera fue nombrado presidente provisional y, a finales de ese mismo año, resultó elegido [fraudulentamente] presidente constitucional de la República. Reformó la Constitución con el fin de lograr un poder permanente y asegurarse la reelección al final de cada presidencia, lo que logró sucesivamente en 1904, 1910 y 1916. Estableció un auténtico régimen dictatorial cuyos principales valedores eran el Ejército y la policía secreta. Aunque al principio impulsó el desarrollo económico, la economía guatemalteca se fue deteriorando poco a poco, al mismo tiempo que crecía su fortuna personal. Finalmente, en 1920 su gobierno fue derrocado por un movimiento revolucionario que llevó a la presidencia provisional de la República a Carlos Herrera y Luna. Falleció en una cárcel de la ciudad de Guatemala el 24 de septiembre de 1924, tras haber sido obligado a reintegrar al Erario Público el dinero que había malversado durante su gestión. La novela El señor presidente (1946), de Miguel Ángel Asturias, está inspirada en su dictadura, en tanto que Rafael Arévalo Martínez publicó en 1947 una biografía de Estrada Cabrera titulada Ecce Pericles. (Tomado de: Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2002. © 1993-2001). Sus corifeos le llamaban “Benemérito de la Patria y Protector de la Juventud Estudiosa”, pero durante su gobierno se fundó la ingente cantidad de cero escuelas estatales.

vuelve 14. Sentas 107.


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