Honduras, para mí, siempre fue un misterio. Recuerdo que cuando estaba chiquita, aprendimos a cantar todos los himnos nacionales de C.A., menos el de Honduras porque habíamos estado en guerra con ellos. Eso podría explicar el velo de silencio que tenemos los salvadoreños sobre todo lo relacionado con nuestro vecino. Aunque Honduras parece ser un país misterioso para toda la región. Y uno de los aspectos más difíciles de conocer es el campo literario. Es tarea de investigación especial descubrir escritores hondureños. Y me cuesta entender por qué.
Quizás se deba a la poca producción editorial. Por supuesto que tiene que ver con la nula circulación regional de sus libros. Porque talentos hay, y de sobra. Menciono nada más tres nombres: Roberto Sosa, Julio Escoto y Roberto Castillo.
Entonces pasan cosas extrañas. “La guerra mortal de los sentidos”, una excelente novela de Roberto Castillo, tiene una edición simultanea en Honduras y El Salvador. Un puente abierto, tendido por fin, mientras en la frontera todavía hay familias hondureñas y salvadoreñas peleando territorio y La Haya le cede algunos kilómetros nuestros a Honduras.
Roberto Castillo nace en El Salvador gracias a que parte de su familia circulaba entre ambos países por cuestiones de comercio y a su madre se le metió que el niño naciera en un hospital salvadoreño. Chiquito se lo llevan de vuelta a Honduras, donde creció escuchando a los mayores contar historias sobre Guatemala y El Salvador, “países de donde todo lo maravilloso venía”, como dice Roberto.
Y escuchando e interrogando a los mayores sobre dichas historias, fue que se exaltó la imaginación de este niño que se formó como filósofo y terminó escribiendo historias amarradas a la realidad hondureña.
Todo eso me hace pensar que Roberto Castillo encarna ese origen múltiple que tenemos tantos centroamericanos nacidos en una tierra y criados en otra por ancestros que vinieron allende el mar, con los afectos repartidos en muchas partes pero con una sola patria verdadera: la literatura. Por cierto, su libro de ensayos, "Del siglo que se fue", aparecerá publicado próximamente en Costa Rica.
-Desafortunadamente en C.A. es muy poco lo que se llega a leer o saber de narradores hondureños. ¿A qué cree que se debe este hermetismo?
El narrador hondureño vive los mismos problemas que otros escritores centroamericanos. La obra literaria no es conocida en los demás países. Las excepciones confirman la regla. Tal situación tiene que ser superada. Aun importantes casas editoras siguen políticas de “atomización”: publican libros como si los mismos sólo tuvieran sentido para el país al que pertenece el autor, y nada más.
-Sin duda, “Anita, la cazadora de insectos” es su texto más conocido. Se ha reproducido en varias antologías y hasta se llevó al cine. ¿Cómo se siente en referencia a dicho texto ahora, tantos años después?
El personaje de Anita (cuyo primer vislumbre data de 1974) me ha dado una de las satisfacciones más grandes: la gestación y el ascenso de un mito que luego aparece instalado como por cuenta propia en los otros, en las palabras y los sentimientos, las formas de imaginar y de representar. La pantalla visualizó eso que yo había acariciado mentalmente y en secreto sobre la página en blanco: el auto-reconocimiento de algo que ha tenido un difícil proceso de constitución, es decir la clase media hondureña. El trabajo del director Hispano Durón y su equipo ha significado en nuestro medio una magnífica experiencia de abrir canales de comunicación entre el cine y la literatura.
-En El Salvador tuvimos oportunidad de conocerlo gracias a “La guerra mortal de los sentidos”, publicada por la DPI. ¿De dónde salió la idea de esta novela? ¿Cuánto le tomó escribirla?
Todo empezó en 1979. Me ocupaba febrilmente de terminar mi novela breve El corneta y a la vez me dejaba ir con entusiasmo tras unas historias de cipotes que jugaban por las tardes frente a sus casas. El principal involucrado en el juego era el lenguaje y con el tiempo lo sería la propia palabra “cipote”, que en Honduras, El Salvador y Nicaragua está llena de inocencia, mientras en España es todo lo contrario. La escritura y la maduración fueron avanzando con la lentitud requerida. Recuperé y elaboré vivencias de la región lenca de Honduras, y por esta vía fui encontrando el eje central de lo que buscaba: el problema de la identidad con los múltiples planos que se anudan en él para garantizarle su condición de conflicto. Así fue como el mío devino país perfectamente representable bajo figuras que se alimentaban desde la nostalgia por una lengua indígena ya desaparecida; y todo esto significó abrir un espacio inter-cultural, propuesta de la literatura a través de una novela. La primera versión de La guerra mortal de los sentidos es de 1995. Salió publicada en 2002.
-¿Algún proyecto novelístico nuevo de Roberto Castillo?
Con La guerra mortal de los sentidos culminé el proceso iniciado por El corneta (1981), o sea la construcción narrativa hecha con elementos procedentes de la Honduras marcada por sus atavismos y llena de costras coloniales, una cultura donde predomina lo rural y el cacicazgo lo da todo de sí en cuanto a delimitar los patrones de convivencia y las estructuras de poder. Ahora estoy en una etapa completamente diferente. Mi atención se vuelca hacia las posibilidades de la ciudad hondureña y centroamericana, a los surtideros de formas imaginativas que se despliegan por la estética de los sueños, los lenguajes no suficientemente descubiertos ni mucho menos asimilados y ciertas instituciones que se desmoronan en el acto de nacer. Por aquí correrá el río de mi nueva novela.
FICHA BIO-BIBLIOGRÁFICA
Roberto Castillo, El Salvador, 1950.
Durante veinticinco años fue profesor de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Entre las asignaturas impartidas: teoría estética, filosofía de la historia, pensamiento hondureño y pensamiento centroamericano.
PUBLICACIONES Y PREMIOS
-Subida al cielo y otros cuentos, 1980.
-El corneta, novela, 1981.
-Figuras de agradable demencia, cuentos, 1985.
-Filosofía y pensamiento hondureño, 1992.
-Traficante de ángeles, cuentos,1996.
-La guerra mortal de los sentidos, novela, 2002.
-Anita, la cazadora de insectos, cuento, ensayo literario y guión cinematográfico, en colaboración con Hispano Durón, director de la película del mismo nombre, 2002.
1984, Premio PLURAL de cuento (México).
1991, Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” (Honduras).
2002, Premio “Centenario de José Carlos Lisboa” (género ensayo, categoría de temas libres), Academia Mineira de Letras, Brasil, por Del siglo que se fue, libro de próxima aparición.
http://www.nacion.com/ancora/2004/agosto/29/ancora8.html .
*Dirección: Associate Professor Mary Addis*
*Realización: Cheryl Johnson*
*Modificado 17/01/05*
*© Istmo, 2005*