Jacinta Escudos

Justo Arroyo El príncipe de las letras panameñas

jescudos@navegante.com.sv


No es de sorprenderse, cuando uno viaja a Panamá y menciona el nombre de Justo Arroyo, que alguien te diga: “Ah, el príncipe de las letras panameñas”. El sobrenombre le fue puesto por otra escritora, Yolanda Crespo, y se ha popularizado tanto que mencionarlo en su tierra es escuchar de inmediato dicha réplica. Y no se dice en tono de burla sino de todo respeto.

Ganador en 8 ocasiones del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, del Premio Centroamericano de cuento Rogelio Sinán y del Premio César Candanedo, Justo Arroyo constituye uno de los autores de obra más sólida e impecable en Centro América. Y hay un detalle que no me deja mentir: sus 6 libros de cuentos han sido premiados.

Más allá de los premios, la obra de Arroyo es interesante por los temas seleccionados, donde estudia con meticulosidad los actos y reacciones de personajes cotidianos, por el uso de un lenguaje manejado a la perfección, donde no sobran ni faltan palabras, por saber mantener la tensión dramática y por el particular e interesante manejo del tiempo en varias de sus narraciones, tiempo que, al igual que la vida, se pasa volando.

Es el ejemplo de la obra que, en lo personal, más me impresiona de Arroyo, “Sin principio ni fin”, una novela corta donde un indígena rebelde, condenado a muerte, espera en una celda su ejecución. En sus últimas 24 horas de vida, cada detalle de la celda lo lleva a un recuerdo del pasado que, capítulo a capítulo arma, como en un rompecabezas, la vida del personaje.

O “Vida que olvida”, donde se narra la historia de una pareja que vive la separación de Panamá como provincia de Colombia para convertirse en república independiente, novela sobre la que el escritor español J. J. Armas Marcelo dijo en un reciente encuentro de escritores en Madrid, que se trata “de una obra en tono mayor, donde los procedimientos literarios han sido usados con maestría y donde se puede encontrar el ánimo de Asturias y Carpentier”. O los relatos de “Héroes a medio tiempo”, del cual Seymour Menton seleccionó su cuento, “La pregunta”, como una de las 4 nuevas inclusiones de la imprescindible antología “El cuento hispanoamericano”.

 

-Una de tus novelas, “Sin principio ni fin”, me parece una joyita literaria. ¿Cómo la escribiste, de dónde surgió la idea? Me comentaste alguna vez que fue una especie de “iluminación”…

En efecto, Sin principio ni fin lo escribí en veinte días, sin ninguna corrección, algo muy raro en mí. Fueron 20 días de trabajo ininterrumpido en que cada palabra, cada coma que caía quedaba tal cual. Nunca lo había hecho y no me ha vuelto a suceder. Es lo más cerca que he estado de eso que llaman "iluminación". En ese libro me apoyé en la figura de Victoriano Lorenzo, un indígena que fusilaron en Panamá. Pero, fuera de la muerte y el marco de traición como similitudes, todo en mi personaje y sus acontecimientos son ficción. Por eso le cambié el nombre al personaje.


-¿Cuál es la temática que tocás en tu obra? ¿Qué tipo de personajes preferís?

Mi temática ha sido constante: la exploración de la relación entre las parejas. Las parejas (hombre y mujer) en las situaciones de amistad, como amantes, esposos, en enfermedades, la vejez, crisis económicas, las altas y las  bajas y cómo responden al estrés, cómo las circunstancias minan o levantan una relación. Por qué el adulterio, la fidelidad, en fin, la pareja heterosexual bajo la lupa.


-Toda tu obra cuentística publicada ha sido premiada. Pocos escritores pueden darse el lujo de decir lo mismo. En tu opinión, ¿qué es lo que hace que un cuento sea bueno?

Cortázar tenía una imagen del boxeo para referirse a esto, diciendo que un buen cuento debe ganar por nocaut, a diferencia de la novela que puede ganar por decisión. Ahora estoy parcialmente de acuerdo con esto porque a veces en un cuento se dan diversos "nocauts" y cuando se llega al final ya no interesa mayormente. Es decir, ha habido varias cumbres narrativas, varios "nocauts" a través de la historia en que el final importa poco. Pienso en Los asesinos, de Hemingway, o algunos cuentos de Borges o el propio Cortázar, en que cada escena es fascinante y el final puede ser anticlimático. Pienso que lo que debe valer es el interés, la sorpresa que puede aparecer en cualquier parte, ya sea en cuento o novela o en una receta culinaria.  Ese interés, esa necesidad de sorpresa que no te permiten dejar el texto, eso es lo que hace al escritor de cualquier género.


-Últimamente la literatura panameña parece estar muy enfocada hacia lo nacional y dentro de ello, en lo histórico. Vos mismo, en “Vida que olvida” hablás sobre la separación de Panamá como provincia de Colombia. ¿Por qué creés que ocurre esto, qué busca el escritor panameño en dicha temática?

La literatura panameña, como toda la latinoamericana, ha buceado en su pasado para tratar de entender su presente. Y lo seguirá haciendo. En Vida que olvida, más que la Historia, me interesaba la saga de la familia colombiana a la que la agarra una situación tan traumática como la separación de Colombia. Imagínate irte a trabajar tú y tu marido, recién casados, a Puerto Cutuco, para de repente encontrarse con que declararon una independencia allá y ya ustedes no son salvadoreños sino ciudadanos de la República de Cutuco. Como para pesadilla, ¿no? Pues eso fue exactamente lo que ocurrió con mi pareja. Mi "historia" es un marco para el desarrollo y finalmente adaptación de esta familia a la nueva realidad de la independencia. Pero no pienso volver a escribir más temas históricos, ni como centro ni como referencias.

 

FICHA BIO-BIBLIOGRÁFICA

Justo Arroyo, nace en Colón, Panamá, en 1936.

Licenciado y Profesor por la Universidad de Panamá.

Estudios de Maestría y Doctorado en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Escritor del Año 2000, Cámara Panameña del Libro.

Doctor Honoris Causa, Universidad Simón Bolívar, Colombia.

 

PUBLICACIONES Y PREMIOS

- La gayola, novela, Panamá, 1966.

- Dejando atrás al hombre de celofán, novela, Premio Ricardo Miró, 1971.

- Dedos, novela, Editorial Novaro de México, 1972.

- Capricornio en gris, cuentos, Premio Ricardo Miró, 1972.

- El Pez y el Segundo, novela, Editorial Educa, Costa Rica, 1979.

- Geografía de mujer, novela, Grupo Editorial Encuentro, Panamá, 1982.

- Rostros como manchas, cuentos, Premio Ricardo Miró, 1990.

- Para terminar diciembre, cuentos, Premio Ricardo Miró, 1995.

- Semana sin viernes, novela, Premio Ricardo Miró, 1995.

- Lucio Dante resucita, novela, Premio Ricardo Miró, 1997.

- Héroes a mediotiempo, cuentos, Premio Centroamericano Rogelio Sinán, 1997.

- Sin principio ni fin, novela, Premio Ricardo Miró, 1999.

- Cuentos de Eduardo, Premio César Candanedo, 2000

- Réquiem por un duende, cuentos, Premio Ricardo Miró, 2001.

- Vida que olvida, novela, Editorial Alfaguara, 2002.

http://www.nacion.com/ancora/2004/agosto/08/ancora7.html .


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