entre el discurso político y el discurso religioso: El caso de Eva Perón
Johann Wolfgang Goethe-Universität Frankfurt am Main
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En el debate sobre la nación argentina, la retórica místico-religiosa se constituye como una retórica política, no así politizante. Eso se debe a que, por medio de la misma, la imagen de Eva Perón es congelada como madre de la nación o como mártir que voluntariamente se sacrifica por el bien de su pueblo. Además, al interpretar el compromiso social de Eva Perón en términos de sacrificio cristiano, transformando a Eva Perón en una santa, la alejan del contexto político específico de la Argentina.
Eva y Juan Perón, los padres de la patria
El discurso de Eva Perón como madre de los trabajadores y los humildes, y por extensión madre de la nación, recorre explícita o implícitamente los textos oficiales del peronismo desde los años 50 y –particularmente– el texto de La razón de mi vida, la autobiografía de Eva Perón publicada en 1951. Este discurso se articula en torno al matrimonio de los Perón como padres de una nación que nace con la llegada de Perón al poder. Perón reclama para el peronismo la encarnación del ser nacional y se instituye como el gestor de la verdadera Argentina.
Ahora bien, esta construcción de Perón como el representante de lo nacional no necesariamente debería expresarse en términos de una relación filial en la que Perón aparece como el padre de la nación. Sin embargo esto sí ocurre, lo que da el marco necesario para moldear a Eva Perón – en tanto que su esposa – como la madre de la nación.
Esto tiene que ver con el rol que el mismo Perón asume en su vínculo con la clase trabajadora. Entonces, según la retórica peronista, el 17 de octubre se establece un pacto de lealtad entre Juan Perón, Eva Perón y el pueblo. En La razón de mi vida se desarrolla en detalle esta concepción de una Argentina cuyos padres protectores son Eva y Juan Perón.
El motivo de la madre es usado en los textos en la mayoría de los casos como modelo para explicar la función de Eva Perón dentro de la política desde una perspectiva nacionalista, interpretando su lucha por los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de los marginados como actos de protección maternal, lo que explica su dedicación a las tareas de ayuda social. Los otros dos motivos por medios de los cuales se construye la imagen de Eva Perón desde una retórica místico religiosa son los de la mártir y la santa.
Eva Perón: mártir y santa
Los temas centrales del motivo de la mártir son: el llamado autosacrificio de Eva Perón en su trabajo en la Fundación Eva Perón,1 los padecimientos físicos que sufrió durante su enfermedad,2 que desde la retórica religiosa son narrados como su calvario, su muerte temprana, la que es construida como un acto de autoinmolación voluntario por el bien de Juan Perón y del pueblo, y por último su renuncia a la candidatura a la vicepresidencia,3 la que en estos textos es llamada significativamente: renunciamiento.4
Es decir que nos encontramos por un lado con un sacrificio por ella misma elegido, expresado en la ayuda social a los humildes en interminables y agotadoras jornadas laborales, y, por el otro, con la decisión de Eva Perón de ignorar su enfermedad y la consiguiente necesidad de tratamiento y reposo para proseguir con su tarea autoimpuesta, como dos caras de un mismo gesto de amor hacia su prójimo. Se puede decir que las etapas de su enfermedad, descritas como un calvario, son la contraparte física del sacrificio moral. Los textos que narran a Eva Perón desde la retórica religiosa y específicamente a partir del motivo de la mártir insisten en el hecho de que Eva Perón se negaba a tratarse por su enfermedad, e interpretan dicha negación como una decisión consciente de buscar la muerte en un autosacrificio. Otro punto importante de la argumentación en esos textos es, como veremos más adelante, el proponer que el cáncer de Eva Perón es una consecuencia de su excesivo ritmo de trabajo.
El tema de la renuncia, resemantizado en términos de renunciamiento, sugiere por su parte el desprendimiento como una de las características fundamentales de Eva Perón, apuntalando la imagen de una mujer desinteresada cuya única motivación es ayudar a los otros sin esperar ningún tipo de recompensa, plenamente consciente de que su decisión de trabajar sin descanso por el bien de los humildes, las mujeres, los ancianos y los niños le va a costar la vida. En una palabra, la idea fundamental que se condensa en la figura de la mártir es que Eva Perón dio – literalmente – la vida por su pueblo sin esperar nada a cambio. El texto más emblemático que narra la vida de Eva Perón a partir del motivo de la mártir es Mi hermana Evita (1971) de Erminda Duarte.
La santa se constituye desde lo textual como una variante de la figura de la mártir o, más precisamente, como un resultado de la lógica discursiva que instaura el motivo de la mártir para comprender la vida de Eva Perón y aceptar como voluntad divina su muerte temprana a raíz del cáncer. Más allá de ello, el motivo de la santa expresa la idea de que las obras de acción social llevadas a cabo por Eva Perón la equiparan a los santos de la Iglesia Católica porque como aquellos, Eva Perón habría dedicado su vida a servir a los pobres. Así, la construcción de Eva Perón como santa recurre a comparaciones con diversas figuras del santoral como la Madre Santa Teresa, Jesús o la Virgen María.
Entre los textos que operan con el motivo de la santa se pueden observar tres vertientes: la primera propone que Eva Perón fue, literalmente, una santa (Alachi 1966; Castiñeira de Dios 1966, ambos en Alessandro 1966); estos textos son francamente celebratorios e incluso lamentan la falta de una canonización papal (Mende Brun 1951). La segunda presenta la beatificación como una construcción de Eva Perón desde la mirada popular: es decir que, desde esta perspectiva, el hecho de ver una santa en Eva Perón es un resultado de la fantasía o superstición de la gente sencilla. Dicha percepción de Eva Perón como santa es presentada, según los textos, tanto de manera positiva (Duarte 1971, Probyn 1977, Martínez 1995, Balmaceda 2003) como negativa (Main 1952, Borges 1960, Tesselin 1980). La tercera variante finalmente denuncia la canonización de Eva Perón como una maniobra política del oficialismo peronista (Ghioldi 1952, Main 1952, Borges 1960, Tesselin 1980).
Para Mary Main, por ejemplo, quien está firmemente convencida de que la beatificación fue el punto máximo de la adulación que el gobierno había orquestado en torno a Eva Perón, la canonización papal – de haberse producido – habría significado el cúmulo de las aspiraciones de la misma: There was no other honor left but canonization. The Pope refused her this, but Eva died believing herself a saint.(1977: 275) Lo curioso de esta afirmación es que su autora considera que Eva Perón realmente creía que era una santa. Es decir que considera que la construcción de la imagen de la mártir-santa del peronismo fue tan eficaz que terminó por sugestionar a la propia Eva Perón. Ahora bien, lo que Main parece no manejar es que si Eva Perón estaba verdaderamente convencida de que era una santa, dicha convicción, por más alocada que parezca, legitima el discurso que la produjo, al autenticarlo.
Hagiografía y culto popular
Dentro de las prácticas que contribuyen al afianzamiento de los cultos populares, una de las más importantes es la publicación de hagiografías, a veces noveladas, que no sólo relatan la vida de los santos, en la que interpretan desde la más tierna infancia las señales de la santidad, sino que además recogen testimonios de fe sobre los milagros que estos han llevado a cabo, y hacen directa o indirectamente propaganda para los centros de peregrinación de los mismos al tiempo que informan sobre los ritos.
Estas son también características que se pueden observar en los textos sobre Eva Perón que la narran desde la retórica religiosa: así Tomás Eloy Martínez (1995) refiere hechos milagrosos y recoge testimonios de fe; Hugh Probyn (1977) incorpora el testimonio de una joven sobre los poderes sobrenaturales de curación de Eva Perón; Erminda Duarte (1971) interpreta en cada pequeño episodio de la infancia de su hermana las señales de su amor por el prójimo que la convertirá en una mártir; Abel Posse (1994) recoge numerosísimos testimonios de gente que sintió la fuerza sobrenatural de Eva Perón y en particular el del sacerdote jesuita Hernán Benítez5 quien explica la actividad política de la misma como un poder de santidad (Posse 1994: 285); a su vez, el microcuento “El simulacro” (1960) de Jorge Luis Borges transporta al lector a un pueblo en el que en un santuario improvisado la gente sencilla se acerca a rendir culto a “Santa Evita”.
Por otra parte, los poemas de alabanza, loas y elogios dedicados a Eva Perón hacen uso de un vocabulario que tiene similitudes con el de las oraciones dedicadas ala Virgen María6, como se puede ver en esta oración anónima dedicada a Eva Perón:
Oración a Eva Perón
Señor: Ya van dos años y no parece cierto que esté segado el trigo para el pan que fue nuestro, que el cauce de aquel río de limo esté cubierto, que el rocío no tiemble sobre el hosco viñedo. Aquí estamos de nuevo, como entonces, perplejos, y la sentimos viva, Señor, porque no ha muerto.
No pedimos por Ella: a Ella le pedimos que siga acompañando con su amor infinito este pueblo que es suyo como fue su destino, este pueblo que un día despertó con su grito, con su alerta de octubre, su inicial desafío, y su amor de muchacha que fue espiga y fue lirio.
Ahora es como un sueño que se sueña y se vive, que llega con la espuma y en la roca persiste, que suena en las campanadas y el silencio preside, porque en el mediodía y en la tarde sin límites su nombre va diciendo plegarias y clarines.
Clara muchacha nuestra, presente para siempre en nuestra vida diaria, brotando en todo rayo y en toda niebla opaca, en la palabra buena o la sangre derramada, en el llanto de ayer o en la risa de mañana, en la estrella que cae como una flor dormida sobre el campo sembrado de estrellas florecidas y en los fuegos que elevan sus alas amarillas quemándose hasta el fin como una antorcha viva, brazo y espada a un tiempo, tormenta y llamarada, la más alta bandera y al par la Abanderada. Nunca estaremos solos. Señor: está la Amiga.
De pie para quererla, como Ella nos quería. De pie, también, seguiremos al que fue luz y faro en sus días y en nuestro milagro cotidiano.
La vemos con los ojos abiertos o cerrados, la guardamos, Señor, como un huerto sellado, su mirada en la nuestra, su ternura en las manos. Y le damos las gracias por continuar al lado de este pueblo que reza con su nombre en los labios. (http://www.me.gov.ar/efeme/evaperon/oracion.html)
El uso de un vocabulario místico-religioso y de estrategias discursivas propias de la liturgia católica para escribir a Eva Perón tiene que ver con una voluntad de insertarla dentro de un contexto religioso que trascienda lo político. Por eso, para acercar la imagen de Eva Perón a la de María, los textos que construyen a Eva Perón como mártir-santa-madre retoman ciertos aspectos centrales del culto marista: el corazón generoso de María como fuente de su amor y de su entrega y el hecho de que María no es sólo la madre de Cristo sino también por extensión la madre de todos los hombres7.
Así, la construcción de Eva Perón como mártir-santa-madre hace hincapié en que ella incursiona en la política movida por la intuición y por sus sentimientos, no por una cuestión de convicciones y que ella aborda la problemática social con el corazón. Así, Juan Domingo Perón, en el discurso que pronunció el 17 de octubre de 19518 desde el balcón de la Casa Rosada, sostuvo que:
El sindicalismo argentino recibió de ella [Eva Perón] una ayuda inigualable, esas ayudas que se realizan con el corazón, que hacen posible a los hombres y a las mujeres transformarse en líderes, transformarse en mártires y convertirse en los héroes de los momentos de la Nación. (Reproducido en: Pichel 1996: 9; Navarro 1997: 293) [El subrayado es mío, VGP.]
José Allub, en un texto titulado El corazón humano de María explica que la Virgen es un modelo de amor humano porque ha entregado su corazón a Dios y que en el corazón de ésta se halla el origen del amor al prójimo:
El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso, que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto no comprenderá nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más profundo que se pueda experimentar?
Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no sólo es un ejemplo de ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. [...]
Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a amarla más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe. (http://www.accioncatolica.com/reflex60.htm)
A semejanza de María, la retórica místico-religiosa construye a Eva Perón como ejemplo de amor, bondad y ternura y fundamenta la dedicación de la misma a la causa de la justicia social en su propio sufrimiento. Mientras María sufre por la muerte de su hijo en la cruz, Eva Perón sufre en la infancia la discriminación y el escarnio y ya de adulta el “martirio” de la enfermedad. Así Eva Perón puede, en el imaginario religioso, ser como María, madre y santa a la vez y será narrada por ende como la madre de todos los humildes, trabajadores y marginados, y sus múltiples actividades serán interpretadas como una entrega fundada en el amor maternal.
La Acción Católica Argentina, en otro documento, define las principales virtudes de la Virgen María como sigue:
María era una mujer de profunda vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida. (De: Mayo: Mes de María, en: http://www.accioncatolica.com/reflex62.htm)
La mayoría de estos tópicos son utilizados en los textos que construyen a Eva Perón como mártir-santa-madre: en ellos se cuenta, como veremos, que Eva Perón era profundamente católica, rezaba regularmente y conversaba con Dios, además de tener una relación muy cercana y para ella muy significativa con su confesor, el sacerdote jesuita Hernán Benítez. Siempre se hace hincapié en el origen humilde de Eva Perón y, el motivo de su generosidad y su voluntad de dar, hasta el extremo de dar su propia vida, constituye el centro del argumento de la mayoría de los textos escritos desde esta retórica.
Sin embargo, con respecto a este tópico de la generosidad, la retórica místico-religiosa introduce una variación: si dentro de la retórica cristiana y católica, el término ‘caridad’ es fundamental, en el contexto argentino de los años cuarenta y cincuenta en los que la caridad era practicada por las clases sociales altas, el discurso oficial del peronismo (principal vector de la retórica místico-religiosa para narrar a Eva Perón) opta por rechazar este concepto (que habría perdido su sentido original de caritas cristiana), para privilegiar las denominaciones ‘solidaridad’ o ‘ayuda social’, las cuales desde la lógica discursiva de la retórica místico-religiosa recuperan el verdadero sentido de la caridad cristiana.9
En lo que respecta a la servicialidad de Eva Perón, la retórica místico-religiosa insiste en la dedicación de ésta a la causa de los trabajadores, los humildes, los ancianos, las mujeres y los niños, así como también en su relación de absoluta supeditación y sumisión frente a Juan Perón.
Finalmente, si de María se afirma que supo aceptar la voluntad divina, de Eva Perón se asegura que ella también aceptó sacrificarse por los demás al dedicarse a la política y que con valentía y entereza aceptó y sobrellevó los dolores de la enfermedad.
La construcción de Eva Perón a partir de la figura de la mártir-santa-madre tiene lugar en numerosos textos que a su vez aportan nuevos elementos y matices a la misma. No obstante, la mayoría de los textos que narran a Eva Perón desde la retórica místico-religiosa han sido escritos por funcionarios del gobierno o miembros del partido peronista (Fermín Chávez, Jesús Castiñeira de Dios, Raúl Mende Brun), por antiguas colaboradoras (Martínez Paiva y Pizzuto de Rivero), amigos personales (Lilian Lagomarsino de Guardo, el padre Benítez) o parientes de Eva Perón, como su hermana Erminda Duarte, y por la propia Eva Perón. Por esos motivos, la mayoría de los textos fue editada entre 1951 y 1955, es decir durante el gobierno de Juan Perón. La biografía de Benigno Acossano publicada con posterioridad al golpe militar del cincuenta y cinco, es interesante en tanto y en cuanto es un ataque virulento a Juan Perón y al peronismo, pero rescata a Eva Perón en la que ve a una santa. El microcuento “El simulacro” de Jorge Luis Borges, cuya primera edición data de 1960, deconstruye el culto a “Santa Evita” por medio de la parodia y desenmascara su canonización como una farsa. A partir de mediados de los sesenta y hasta principios de los setenta nuevamente vuelven a aparecer algunos textos que construyen a Eva Perón desde la retórica religiosa, aunque la retórica dominante en los textos de este período es la revolucionaria. Finalmente, a partir de mediados de los noventa, en el marco del auge de la nueva novela histórica, aparecen en 1994 La pasión según Eva de Abel Posse y en 1995 Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, novelas ambas, que desde muy distintas perspectivas retoman la retórica religiosa y los motivos de la mártir-santa-madre para narrar a Eva Perón. Casi podría decirse que en respuesta a las “libertades” de las ficciones históricas aparecen nuevamente textos cuya intención es restaurar la imagen de una Eva Perón que según algunos autores como Hernán Benítez o Norbero Galasso han sido vejadas por el tratamiento irrespetuoso de los novelistas.
Por razones de espacio, en el presente trabajo, sólo voy a analizar en detalle las estrategias narrativas de La razón de mi vida y de los textos que en la década del cincuenta construyeron la imagen oficial de Eva Perón como mártir-santa-madre. En un pequeño excurso haré finalmente una somera descripción de los modos en los que la retórica místico-religiosa sigue determinando muchos de los textos sobre Eva Perón, incluso hasta nuestros días.
El texto original: La razón de mi vida
El texto de La razón de mi vida (Buenos Aires: Peuser 1951) propone una explicación de la vida de Eva Perón desde la óptica de Eva Perón misma, con el aval del contrato de lectura inherente a la autobiografía.10 Por eso, es tomado como referente en los textos posteriores que se apoyan en la construcción textual de Eva Perón por ella misma entendida como la voz -escrita- autorizada y privilegiada de la primera persona. Sin embargo, y como explica la historiadora Marysa Navarro,
Evita no escribió La razón de mi vida. Su autor fue el periodista español Manuel Penella de Silva. [...] En un régimen parlamentario, pensaba Penella, una de las dos cámaras legislativas debería estar compuesta por mujeres. Después de muchas dilaciones consiguió hablar con Evita y le ofreció hacerle una entrevista en la cual le atribuiría esta idea. Acordaron sin embargo que él escribiría un libro, como si fuera Evita, pues ella se entusiasmó con este último proyecto. Después que lo consultó con Perón empezaron a trabajar. Según Penella, pasaron muchas horas juntos, mientras él la seguía en sus varias actividades diarias y luego discutían lo que él escribía. [...] Pero el que se opuso al libro por las ideas que expresaba sobre la mujer fue Perón, y una vez que estuvo terminado se lo entregó a Mendé y a Méndez San Martín para que lo revisaran. Según el padre Benítez, la versión de Penella agrandaba a Evita, pero también tenía muchos españolismos, algunos inverosímiles y hasta ridículos.
La obra que salió a la venta en octubre de 1951 guarda poca relación con la que escribió Penella. Sean quienes fueran las personas que corrigieron la versión final, Evita la aceptó como suya, y por lo tanto, así podemos hacerlo nosotros (Navarro 1997: 337).11
La autobiografía, que se terminó de imprimir en septiembre de 1951, es el primer texto monográfico sobre Eva Perón en ser publicado, a menos de un año del fallecimiento de la misma, en julio de 1952. Firmado por Eva Perón, quien, tal y como lo señala Navarro, de este modo asume el texto como propio, se convierte en el libro canónico oficial sobre la vida de la misma. Prácticamente todos los textos escritos sobre Eva Perón se refieren directa o indirectamente a La razón de mi vida, en un diálogo intertextual cuyo objetivo es negociar la identidad de la biografiada, por lo que lo considero el texto original de la serie textual que intenta explicar quién fue Eva Perón. Ya en el diseño de la portada, se puede apreciar el carácter oficial de la autobiografía: bajo el título se encuentra una reproducción color del escudo del partido justicialista, indicando la filiación de la autora y la potestad del partido sobre la obra.
Así como los textos que narran a Eva Perón desde la retórica religiosa que la construye como mártir-santa-madre se apoyan en La razón de mi vida, elevada a la categoría de texto verdadero sobre aquella, del mismo modo, los textos que pretenden desenmascarar a Eva Perón como farsante están escritos contra las afirmaciones de la autobiografía. En realidad, las marcas del diálogo intertextual por medio del cual se discute cuál es la interpretación más adecuada de la vida y la obra de Eva Perón se pueden ver ya en La razón de mi vida, concretamente en las alusiones directas a las críticas de la que es objeto por parte de los opositores del gobierno peronista, interlocutores permanentes de la autobiografía, a quienes ella llama alternativamente mediocres, hombres comunes o supercríticos, y en el tono justificativo y explicativo de la misma.12
En efecto, la autobiografía está divida en tres partes tituladas respectivamente “Las causas de mi misión”, “Los obreros y mi misión” y “Las mujeres y mi misión”, en las cuales la narradora-protagonista explica el porqué de su decisión de dedicarse a la vida política en general y a la ayuda social y a la lucha por los derechos de los trabajadores y de las mujeres en particular desde una retórica místico-religiosa. Esta estrategia se articula en la elección de la palabra ‘misión’, por ejemplo, para designar sus actividades políticas, gremiales y sociales, ya que dicho término las reviste de un contenido espiritual, al remitirlas a un contexto cristiano, ligado a los misioneros.13 Eva Perón es construida entonces alegóricamente como una misionera de la doctrina de Juan Perón, en dónde la elección de la palabra ‘doctrina’ para referirse a la ideologías políticas sitúa las divergencias entre éstas en un plano religioso y dogmático, convirtiendo la política en una cuestión de fe, dentro de la cual la llamada doctrina peronista o justicialista es asimilada a la doctrina cristiana y Juan Perón es comparado con Jesús.14
En “Las causas de mi misión” Eva Perón se siente compelida a rebatir la alegación de que su dedicación a la política es incomprensible o inauténtica, lo que marca, desde el comienzo de la obra, el carácter dialógico de la misma al que me he referido más arriba. Así, el primer capítulo, titulado irónicamente “Un caso de azar”, se inicia con las siguientes palabras:
Mucha gente no se puede explicar el caso que me toca vivir. Yo misma, muchas veces, me he quedado pensando en todo esto que es ahora mi vida. Algunos de mis contemporáneos lo atribuyen todo al azar... ¡esa cosa rara e inexplicable que no explica tampoco nada! No. No es el azar lo que me ha traído a este lugar que ocupo, a esta vida que llevo (íbid.:13).
Al concepto de azar, ella opone dos ideas: la de la vocación y la del destino, que dan un sentido místico-religioso a su actividad política. Estas ideas atraviesan toda la autobiografía pero son tratadas explícitamente en los capítulos “Vocación y destino” y “Eva Perón y Evita” (págs. 49-52 y 85-59, respectivamente) en los cuales la narradora una vez más se refiere a su actividad política como “misión” y asegura que se siente responsable de dicha misión porque siente que la Providencia se la ha encomendado. Las semejanzas entre esta argumentación y las justificaciones que da una Santa Teresa de Jesús15 sitúan claramente la autobiografía de Eva Perón en un contexto cristiano e interpreta sus motivaciones para dedicarse a la política en términos de comunión mística y llamado divino, buscando explícitamente el paralelo con las elecciones de vida de los santos de la iglesia católica. Así, Eva Perón es delineada más como una devota (de Juan Perón) que como una política.
La explicación del “caso que le toca vivir” se produce entonces en un tono apologético y justificativo cuyo fin es demostrar que a lo largo de su vida ha seguido una línea coherente y, pese a la manifiesta aclaración de que no le interesa la opinión de quienes la critican, en constante diálogo con el discurso de estos:
Yo misma quiero explicarme aquí. Por eso he decidido escribir estos apuntes. Confieso que no lo hago para contradecir o refutar a nadie. ¡Quiero más bien que los hombres y las mujeres de mi pueblo sepan cómo siento y cómo pienso...! Quiero que sientan conmigo las cosas grandes que mi corazón experimenta (íbid.:14).
En este pasaje la narradora y protagonista, además de subrayar contra quiénes escribe, nombra a los destinatarios expresos de su autobiografía, con los cuales también establece un diálogo a lo largo de la misma. Los sectores populares (y peronistas) se constituyen así en los lectores implícitos modelo de La razón de mi vida, mientras que los opositores políticos de Eva Perón conforman el lector implícito antimodelo del mismo.
El uso del verbo ‘confesar’ no es nada casual en este contexto. Muy por el contrario también contribuye a incorporar La razón de mi vida a la tradición literaria cristiana de la autobiografía confesional con las connotaciones religiosas e introspectivas correspondientes, las cuales contribuyen a construir una Eva Perón piadosa. El último capítulo de la autobiografía, titulado “No me arrepiento” completa la alusión a la liturgia católica que presenta el texto como una confesión, a la que sin embargo no sigue el arrepentimiento. Muy por el contrario, en el tono apologético e intimista que caracteriza su escritura, Eva Perón reafirma su intención (explicarse) al tiempo en que insiste en quiénes son los destinatarios de su texto (el pueblo peronista):
Creo que ya he escrito demasiado. Yo solamente quería explicarme y pienso que tal vez no lo haya conseguido sino a medias. Pero seguir escribiendo sería inútil. Quien no me haya comprendido hasta aquí, quien no me haya “sentido”, no me sentirá ya aun cuando siguiera estos apuntes por mil páginas más.
[...]
Pero... no he escrito esto para la historia. Todo ha sido para este presente extraordinario y maravilloso que me toca vivir: para mi pueblo [...].
No me arrepiento por ninguna de las palabras que he escrito. ¡Tendrían que borrarse primero en el alma de mi pueblo que me las oyó tantas veces y que por eso me brindó su cariño inigualable!
¡Un cariño que vale más que mi vida! (íbid.: 316-317).
Del mismo modo que en los otros pasajes citados de la autobiografía, la argumentación de la autora recurre a un vocabulario místico-religioso en el que no sólo juegan un rol importante conceptos como confesión y arrepentimiento, sino también un vocabulario que apela a los sentimientos: el insistente uso del verbo ‘sentir’ y de los sustantivos ‘alma’ y ‘corazón’ recorren todo el texto, subrayando el carácter afectivo de la relación entre Eva Perón y el pueblo por un lado, y por el otro, construyendo una Eva Perón acorde a una definición tradicional de la mujer, por lo que su acción política es motivada en sus sentimientos y en su intuición y no en convicciones políticas.16
¡Un cariño que vale más que mi vida!, la frase final no sólo del pasaje arriba citado, sino de La razón de mi vida, recalca patéticamente para terminar el tema del sacrificio voluntario de Eva Perón. Así, se opera una suerte de transformación de su dedicación a la política en una causa que trasciende lo terrenal y contingente y adquiere connotaciones cristianas. Como resultado de esta estrategia narrativa, la figura de Eva Perón es despolitizada: mientras mayor es el aura mística que la rodea, menor es su peso político.
La otra estrategia por medio de la cual el texto de La razón de mi vida construye una línea coherente a lo largo de la vida de Eva Perón consiste en atribuirle desde edad temprana un sentimiento de indignación frente a la injusticia (16) que la acompaña durante toda su vida. Es decir que, como ya señalé más arriba, su motivación se basa en un sentimiento y no en una idea. Del mismo modo que en hagiografías como Deolinda Correa o Las milagrosas sanaciones de Gilda, los biógrafos cuentan anécdotas de la infancia y juventud de ambas en las que ya se percibe el don sobrenatural de las mismas, el lector encontrará a lo largo de la narración de la vida de Eva Perón, la descripción detallada de los momentos en los que ella “sintió” la injusticia de un mundo en el que hay más ricos que pobres (ver págs. 16-19), de cómo buscó infructuosamente compañía o un camino para combatir la injusticia social en la prensa de izquierda (ver págs. 27-30), y al no encontrarla se resigna[ó] a ser víctima (30). (Véase en la elección de la palabra ‘resignarse’ como la argumentación recurre coherentemente a un vocabulario religioso). Luego es narrada la aparición de Juan Perón en su vida, quien es estilizado como un Mesías que viene a redimir al pueblo de la opresión, y que hará posible que ella, Eva Perón, pueda finalmente dedicarse también a la causa del pueblo, a la cual entregará su vida.
El vocabulario sencillo, las frases cortas, la abundancia de frases exclamativas, el tono intimista, las permanentes alusiones al hecho de que ella no es más que una humilde mujer que no entiende las cuestiones complicadas de la política pero que siente los problemas del pueblo, la recurrencia a imágenes religiosas: todos estos elementos hacen de La razón de mi vida un texto pueril, cursi por momentos, que intenta reflejar la supuesta inocencia y sencillez de una Eva Perón, al tiempo que la construye en precisamente esos términos, y que apela a una sensibilidad y simpleza similares en los lectores modelo a los que se dirige y en quienes también da por sentado que se identifican con este nivel de lengua.17
La propuesta del sacrificio como tema central en la vida de Eva Perón pone en circulación una imagen que luego será magnificada por los funerales, los homenajes, los discursos de alabanza, y en la cual su enfermedad y su muerte constituyen la prueba fehaciente de que su sacrificio fue real.18 Sin embargo, y como se verá en los capítulos siguientes, existen otras interpretaciones sobre el porqué de su dedicación al trabajo en la Fundación Eva Perón y de su renuncia a la candidatura a la vicepresidencia en las que éstas no son vistas en términos de sacrificio y en las que no se considera ni su enfermedad ni su muerte como una consecuencia del trabajo excesivo. De todos modos, es importante tener en cuenta que el libro se publicó un mes después de la renuncia de Eva Perón a la candidatura a la vicepresidencia de la nación y cuando el deterioro de su salud a causa del cáncer era evidente y de conocimiento público, por lo que tanto el tema del sacrificio como el de la entrega de la propia vida por la causa de Perón y del pueblo son claras propuestas del discurso oficial peronista sobre cómo hay que entender la situación histórica concreta en la que se encontraba Eva Perón en ese momento. Es decir que el tema del sacrificio no es un eufemismo ni una idea abstracta sino un contenido que llena de sentido las acciones de Eva Perón y ofrece una respuesta místico-religiosa al porqué de su enfermedad y de su muerte.
El tercer capítulo de La razón de mi vida, titulado significativamente “La causa del «sacrificio incomprensible»”, transforma, como vimos, su participación en política en una misión casi religiosa dedicada al servicio del pueblo. Por medio del adjetivo incomprensible y de las comillas que encierran al sintagma («sacrificio incomprensible») alude a la mirada de los otros no-peronistas, para quienes su sacrificio no tiene sentido. La ironía de esta estrategia le permite a su vez establecer un lazo de complicidad con el lector modelo peronista, al sugerir que – obviamente - él sí sabe cuáles son las motivaciones de su elección que están fuera del alcance de los que se niegan a ver algo que es más que evidente.
El momento del encuentro con Juan Perón, que argumentativamente marca un punto de inflexión en su vida, es narrado en la autobiografía como una epifanía en la que ella, la discípula, reconoce al verdadero Mesías, en cuya causa se alista:
Me puse a su lado. Quizás ello le llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor palabra: Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer.
El aceptó mi ofrecimiento.
Aquél fué [sic] «mi día maravilloso». (1951: 35)
El relato autorizado de Eva Perón no sólo deja claro, una vez más, que la joven actriz y cantante, ya antes de conocer a Perón tiene el deseo de consagrar su vida a la lucha contra la injusticia, sino que aporta, además, una de las claves del discurso oficial sobre el matrimonio entre Eva y Juan Perón, según la cual, desde el comienzo se trató de una unión que trascendía el plano de lo privado, ya que lo que verdaderamente unía a ambos era su amor por el pueblo. El patetismo de la propuesta es tal que hasta se podría creer que es una frase vacía, rimbombante, pero el hecho de que, como ya dije, el libro haya sido escrito y publicado en momentos en los que Eva Perón es una enferma terminal de cáncer modifica radicalmente las posibilidades de lectura de la afirmación ‘por muy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer’ porque hace ver la enfermedad como resultado de la determinación de su emisora de llegar hasta las últimas consecuencias en su sacrificio por el pueblo. Que la narradora comente que Juan Perón aceptó su ofrecimiento también insiste sobre la idea de que su enfermedad es la demostración de que ella realmente está cumpliendo con su compromiso inicial con él.
La interpretación del trabajo político y social de Eva Perón en términos de martirio recurre entonces a la simbología del cristianismo. Así, ella se refiere a su búsqueda de ayuda durante el encarcelamiento de Perón en 1944 como a un calvario (íbid.: 43), describiendo los golpes que recibe por parte de un grupo de gente que la reconoce y la ataca como un bautismo de dolor que [la] purific[a] (íbid.). En ese contexto la narradora se repite a sí misma y al lector la promesa que le había hecho a Juan Perón el día en que lo conoció,19 reafirmando por medio de esa repetición la idea de que su ofrecimiento no había sido mera retórica y que estaba dispuesta a cumplirlo hasta las últimas consecuencias. Es más, al reflexionar sobre lo que le está pasando a la luz de su compromiso con Juan Perón, la narradora llega a la conclusión de que no debe ser muy difícil morir por una causa que se ama. O simplemente: morir por amor (íbid.). Ahí, la explicación de su muerte en términos de autoinmolación es directa y explícita.
La imagen de la ascensión a la montaña, símbolo que representa el camino de la purificación espiritual y el acercamiento a Dios, dentro de una concepción del mundo en la que el cielo (el arriba) representa la pureza mientras que el abajo es asociado a los instintos, lo carnal, lo mundano, es empleada por Eva Perón para expresar lo que para ella significa el acercarse a los obreros, nuevamente en controverso diálogo con aquellos que creen que ella se rebaja en el trato directo con los trabajadores (ver págs. 125-126). En contraposición con la afirmación de que su actividad la obliga a descender hasta los obreros (íbid.), dentro de una supuesta escala social en la que estos se encuentran en un peldaño inferior al de ella, Eva Perón sostiene que el trato con los obreros, debido a la honradez y dignidad de los mismos, implica una ascensión espiritual que sólo se alcanza por el esfuerzo del trabajo y que ella describe metafóricamente del siguiente modo:
A esa dignidad no se puede “descender”. Es tan absurdo como si alguien dijese: voy a descender al Aconcagua. A esa dignidad sólo puede ascenderse, y mi principal ambición es subir cada día un poco más (íbid.: 129).
Al recurrir a esta metáfora no sólo sitúa su argumentación en el contexto de la retórica mística cristiana sino que también vuelve a insistir sobre el tema del esfuerzo físico, que constituye otro de los leitmotivs por medio de los cuales se construye su imagen de mártir-santa-madre.
El trabajo constante y prácticamente ininterrumpido de Eva Perón en el ámbito gremial y de ayuda social a partir de 1948 es estilizado en La razón de mi vida como una decisión voluntaria de la misma de sacrificarse por su pueblo. En efecto, la Eva Perón oficial de la autobiografía propone una explicación de sus jornadas laborales como su propio camino de ascenso a la dignidad consistente en dedicarse sin pausa y sin descanso a trabajar por el bienestar de los demás. Así lo expresa en el capítulo titulado “Finales de jornada”:
Ninguno que se vaya sin estar conmigo podrá decir que no halló buena voluntad para recibirlo, puesto que me han visto trabajar hasta cansarme. Si no hiciese esto, muchos se quedarían descontentos pensando que no deseo recibirlos... Así, en cambio, todos saben que no me alcanza ni el tiempo ni mis fuerzas para que todos se vayan contentos; y eso es lo único que deseo (íbid.: 195).
Acá no sólo se repite el tema de la dedicación a la causa del pueblo, reformulado en términos de deseo, sino que además se explica que cumplir con este deseo, que es lo único que guía sus acciones, implica trabajar hasta el agotamiento físico. La falta de tiempo, que entendida literalmente se refiere a la imposibilidad de recibir a las multitudes que van a verla cada día, de leer y responder personalmente los miles de cartas que recibe y de llevar adelante los muchos otros proyectos que realizaba la Fundación,20 es decir a una limitación temporal, puede ser leída como una urgencia interior de Eva Perón de ayudar sin dilación a aquellos que no pueden esperar.21 Es en este contexto que Eva Perón afirma que, para ella, amar es servir (íbid.: 150) y que su elección es servir a Perón y a su pueblo (íbid.), afirmación que reitera la interpretación de su trabajo como un apostolado dedicado principalmente a paliar las necesidades de aquellos que no pueden esperar que la política a largo plazo de Juan Perón surta efecto y se produzca una redistribución justa de las riquezas que garantice el bienestar de todos los sectores sociales:
Yo sabía, por el mismo Perón, que la justicia no se realizaría en todo el país de un día para el otro. Y los argentinos, sin embargo, los “descamisados”, los humildes, creían tanto y tan ciegamente en su Líder que todo lo esperaban de él, y todo “rápidamente”, incluso aquellas cosas que sólo pueden arreglarse con milagros cuya escasez por otra parte es notoria en estos tiempos.
Era indudable que mientras Perón se disponía a trabajar con alma y vida en su empresa justicialista había que hacer algo más.
Yo sentía que ese algo más me tocaba a mí, pero francamente no sabía como hacerlo.
Por fin un día me animé... me animé a hacer... ¡una corazonada!
Me asomé a la calle y empecé a decir más o menos esto:
-Aquí estoy. Soy la mujer del Presidente. Quiero servir a mi pueblo para algo.
Los descamisados que me oyeron fueron pasándose la noticia unos a otros.
Empezaron a llegar hasta mí; unos, personalmente y otros, por carta.
En aquellas cartas ya empezaron a llamarme “Evita”.
Entonces les dije:
-Prefiero ser Evita a ser la mujer del Presidente de la República, si ese “Evita” sirve para algo a los descamisados de mi Patria.
Así empezó mi obra de ayuda social (1951: 156-157).
El apremio de los humildes, el dolor de los pobres por un lado y su indignación frente a la injusticia social y su amor por el pueblo por el otro son entonces, en la argumentación de Eva Perón en La razón de mi vida, los motivos que la llevan a dedicar su vida a la ayuda social y que la convierten en una mártir que se sacrifica por un pueblo del cual ella se constituye por el mismo procedimiento narrativo en madre protectora, a semejanza de la madre Teresa de Calcuta o la Madre María.
El deseo de dedicar su vida a ayudar a los humildes es planteado en este texto como un mandato que Eva Perón se autoimpone, como un servicio cristiano que quiere cumplir a cualquier precio, a partir de un pacto sellado con Juan Perón el día en que ambos se conocieron. Según la lógica argumentativa del texto, dicho pacto entró en vigencia en el momento en que él aceptó el ofrecimiento de ella. Su sacrificio es, entonces, voluntario y autoimpuesto pero cuenta con la aprobación de Juan Perón. La autobiografía, significativamente titulada La razón de mi vida, es, como acto de habla, una gran explicación de su elección de vida en términos de sacrificio.
Esta explicación de las motivaciones de Eva Perón a través de la imagen de la mártir, y de un vocabulario místico-religioso, superpone una imagen simbólica familiar en una sociedad de cultura occidental y cristiana, la de la mártir, a la figura que quiere explicar, la de Eva Perón, para sugerir la identidad entre ambas en el plano de lo esencial. La circulación de novelas y biografías sobre santos populares como la Difunta Correa y Ceferino Namuncurá desde mediados de los años cuarenta, sugiere que para la fecha de publicación de la autobiografía de Eva Perón, el público lector estaba familiarizado con el lenguaje y la estrategia narrativa del material hagiográfico. Si Enrique Llamas, en su presentación de El libro de la vida de Santa Teresa de Jesús,22 afirma que en esta obra encontramos a Teresa de Jesús más auténtica y mejor definida [porque] habla desde su experiencia, tal como se ve y se conoce a sí misma (1994: 2), esto indica indirectamente las pautas y expectativas de lectura detrás de La razón de mi vida, que también se quiere la expresión “más auténtica” de su protagonista. Así como Santa Teresa da a conocer sus experiencias sobrenaturales de comunicación mística con Dios, del mismo modo Eva Perón hace pública su íntima vocación de servicio al pueblo, por amor a éste y por predestinación divina, en dónde los sentimientos y las corazonadas que guían sus actos se constituyen en la versión moderna de la experiencia mística.
Así pues, La razón de mi vida ofrece un relato de la vida de la protagonista, cuya intención es demostrar la coherencia de la vida de la misma, para lo cual ciertas experiencias de la infancia y la adolescencia son presentadas como los pasos previos al sacrificio posterior. La insistencia con la que Eva Perón recalca el hecho de que su elección es vocacional y no azarosa, forma parte de la misma estrategia, que la convierte en una elegida del destino para desarrollar una misión que desborda la contingencia del aquí y el ahora y que reviste lo político de una connotación místico-religiosa.
Así, como su sacrificio por el pueblo es narrado como la consecuencia lógica de sus preocupaciones de juventud, las páginas finales del libro son particularmente explícitas en la formulación de la idea de que su muerte es la culminación del mismo. Recurriendo nuevamente a la retórica del cristianismo, la narradora asegura:
El mismo Cristo dijo que... «nadie ama más que el que da la vida por sus amigos». Si alguna vez lo molesto a Dios con algún pedido mío es para eso: para que me ayude a dar la vida por mis descamisados (1951: 219).
El mensaje de que su muerte es un acto voluntario de entrega en tanto que forma de servir a su pueblo es explícito.23 No obstante, esta operación retórica que propone leer su enfermedad como un martirio autoimpuesto que se desprende de su elección de vida es una construcción que explota el hecho de que su enfermedad era real y su muerte inminente al tiempo que sitúa la actividad política en un plano trascendental de ayuda a la humanidad que universaliza a Eva Perón como mártir de la causa popular, al precio de desdibujar los contornos políticos específicos de las reivindicaciones por las que luchaba en el contexto de la Argentina de los cuarenta.
Así como el motivo de la mártir ocupa un lugar central en La razón de mi vida, del mismo modo el motivo de la madre juega un rol fundamental en la argumentación de dicho texto. En él, Eva Perón cuenta que durante los días en que Juan Perón estuvo preso en octubre de 1944, ella esperaba que él le mandara cartas o mensajes de amor y que por el contrario lo único que él le pedía era que se ocupara de los obreros, asignándole el rol que él mismo no podía ocupar. Ella entonces comprendió que la única forma de demostrarle su amor era asumir un rol frente a los trabajadores, que en lugar de ser definido en términos de responsabilidad política es descrito en términos de protección maternal:
[a] mí, a una humilde y pequeña mujer, me encomendaba el cuidado de sus trabajadores, lo que él más quería. [...]
Era sin duda la prueba absoluta de su amor. Pero una prueba que exigía respuesta; y yo se la di.
Se la di entonces y se la sigo dando. Mientras viva no me olvidaré que él, Perón, me encomendó a sus descamisados en la hora más difícil de su vida.
¡Mientras yo viva no me olvidaré que él, cuando quiso probarme su amor, me encargó que cuidase a sus obreros!
[...]
¡Desde entonces, cuando yo quiero a mi vez expresarle mi amor de mujer -¡y quiero expresárselo permanentemente!- no encuentro tampoco una manera más pura ni más grande que la de ofrecerle un poco de mi vida, quemándola por amor a sus descamisados! (1951: 46-47).
Este pasaje es muy explícito al definir el rol de Eva Perón frente a los trabajadores en función de su condición de mujer y de su relación con Juan Perón. Su compromiso con el pueblo no es político sino afectivo, y su lugar es el de una intermediaria entre los trabajadores y Perón. Su dedicación a la causa del pueblo no está motivada por un interés personal de ella. Aquí lo que se articula es un discurso según el cual el rol de la mujer en política sólo es pensable desde un lugar de lo tradicionalmente aceptado como “femenino”. La autoridad de Eva reside en que ella es la mujer de Juan Perón y por eso, no sólo puede sino que debe compartir la responsabilidad frente a los “hijos”. El uso de los posesivos (‘sus trabajadores’, ‘sus descamisados’, ‘sus obreros’ ) afirma la patria potestad de Perón sobre el pueblo, apelando al vínculo padre-hijos para modelar la relación entre ambos. La insistente repetición de la palabra ‘amor’ (cuatro veces en diez líneas) centra la argumentación en el campo de lo emocional y – particularmente – postula que el vínculo entre los Perón y el pueblo es fundamentalmente en vínculo personal y afectivo. Y para que no quede duda de cuál es el rol de Eva Perón, se especifica que cuando ella asume una función política, lo hace para expresarle ‘su amor de mujer’ (el subrayado es mío, VGP) a su marido, con lo cual se reafirma su rol tradicional de madre y esposa amantísima. En una palabra, los términos en los que se define la tarea de Eva Perón corresponden al rol tradicional de la mujer en la familia: el cuidado de los hijos.24
Más adelante, la construcción de la nación a imagen y semejanza de una familia tradicional, en la que los trabajadores representan los hijos pródigos y el matrimonio Perón ocupa el rol de los padres se explicita aún más en frases como las que siguen:
[m]e siento, como ellas, al frente de un hogar, mucho más grande es cierto que el que ellas han creado, pero al fin de cuentas hogar: el gran hogar venturoso de esta Patria mía que conduce Perón hacia sus más altos destinos.
[...]
En este gran hogar de la Patria yo soy lo que una mujer en cualquiera de los infinitos hogares de mi pueblo (íbid.: 311).
Como todas ellas me levanto temprano pensando en mi marido y en mis hijos... y pensando en ellos ando todo el día y una buena parte de la noche...
[...]
Como todas ellas prefiero a los hijos más pequeños y más débiles... y quiero más a los que menos tienen... (íbid.: 312).
¡Es que me siento verdaderamente madre de mi pueblo! (íbid.: 314).
Como ellas, como todas ellas, yo estoy dispuesta a seguir luchando para que mi gran hogar sea siempre feliz.
¡No aspiro a ningún honor que no sea esa felicidad!
Esa es mi vocación y mi destino.
Esa es mi misión.
Como una mujer cualquiera de mi pueblo quiero cumplirla bien y hasta el fin (íbid.: 315).
Este capítulo en el que la narradora su autodefine como la madre de la nación, y que se titula “Como cualquier otra mujer”, está dedicado a demostrar que la función que cumple Eva Perón no es otro que el rol que la mujer tradicionalmente ha ocupado en la familia sólo que a nivel de la nación vista en términos de “gran familia”25 pero sobre todo a generar una mística del amor maternal-filial en torno a la relación de Eva Perón con el llamado pueblo. Ella, al reinterpretar la nación como una familia en la que ocupa el lugar de madre y Juan Perón el del padre no sólo desautoriza al pueblo al infantilizarlo, sino que transfiere al campo de la política los valores tradicionales y cristianos de la familia.
De esta manera, afirma su relación con los sectores populares como lazo afectivo, inherente a la relación madre-hijo, reclama para sí la responsabilidad que de esta posición se deduce y justifica al mismo tiempo el paternalismo y la autoridad del gobierno.
También el capítulo titulado “Evita”, en el que Eva Perón describe en qué consiste su función política, recurre al motivo de la madre:
Cuando un pibe me nombra “Evita” me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra (91).
La verdad es que, sin ningún esfuerzo artificial, sin que me cueste íntimamente nada, tal como si hubiese nacido para esto, me siento responsable de los humildes como si fuese la madre de todos [...] (íbid.: 92).26
Una de las fotos reproducidas en la autobiografía muestra a Eva Perón con el pelo cubierto por un pañuelo, rodeada de niños. Bajo la misma se lee la inscripción El pueblo me paga con su cariño (íbid.: 244). Este retrato representa iconográficamente la puesta en escena de Eva Perón como madre de su pueblo, significativamente representado por niños, es decir infantilizado y por tanto dependiente de la tutela de Eva y Juan Perón, los cuales se instituyen en los padres protectores. En dicha fotografía, el pañuelo que cubre su cabeza tiene semejanzas con el tocado de las monjas, recreando el recato que significa el ocultamiento del cabello femenino como elemento erótico, incongruente con la figura de la madre.
También el discurso pronunciado por Eva Perón el 26 de julio de 1949 con motivo de la Primera Asamblea Nacional del Movimiento Femenino hace hincapié en el hecho de que el lugar de la mujer es la familia y que a nivel nacional la mujer sólo debe ocupar tareas similares a las que desempeña en el seno del hogar porque son las únicas que corresponden a su naturaleza. Según sus palabras, la mujer es
mejor depositaria que el hombre de los valores espirituales y más accesible a las buenas costumbres por su diferente condición biológica-social, [y por eso] es el pilar sobre el que descansa la sociedad para asegurarse una buena formación psicológica y moral del niño [...] (Perón 1949: s/n en Perón 1986).
Sobre la base de esta concepción de la mujer, Eva Perón les adjudica a nivel nacional las tareas de ayuda social, de asistencia y de educación. La incorporación de las mujeres al partido justicialista nucleadas en un Partido Peronista Femenino,27 separado del masculino, y dedicado a “tareas específicas de mujeres”, responde también a esta división de roles a partir de la función tradicional de la madre de familia.28
Si bien, elementos de las cuatro retóricas que narran a Eva Perón se encuentran ya en este texto, aquella que, como vimos, ocupa un lugar preeminente en él es la retórica místico-religiosa que la construye como mártir-santa-madre. Y esta interpretación de su vida constituye la versión oficial del peronismo sobre su motivación personal y política.
El discurso oficial
Mario Mende Brun, portavoz del discurso oficial sobre la función de Eva Perón en la política nacional, no podía menos que hacerse eco del texto canónico La razón de mi vida y afirmar, al referirse en una conferencia (dictada el 30 de octubre de 1951 en el salón de actos de la CGT) a las tareas de ayuda social emprendidas por Eva Perón que: [...] la ayuda era distinta porque venía de ellos mismos, que no denigraba porque venía de la madre hacia sus hijos [...] (1951: 11), en donde la figura de la madre es instrumentada para articular la relación de Eva Perón con los sectores populares.
Dicho texto, publicado por la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, apareció ese mismo año bajo el título Eva Perón. Abanderada de la justicia social.
En él, Mende Brun retoma dos ideas que ya habían sido formuladas en el texto de La razón de mi vida: la representación de Eva Perón como madre de la nación y la idea de que la vida de Eva Perón no es producto de la casualidad, o del azar en palabras de la Eva Perón-narradora, sino que ella está cumpliendo con un destino que le ha sido asignado por la Providencia.29 Siguiendo con esa argumentación Mende Brun proclama que Eva Perón es eso que Dios nos dio como rayo de luz y de optimismo; eso que convirtió en caminos de azucenas los polvorientos y cansados caminos de la patria (íbid.: 5). O sea que está diciendo que Eva Perón es una enviada de Dios en la tierra, con una misión que luego pasará a explicar. La asociación con la esfera de lo divino autoriza la comparación con el rayo de luz, que a su vez abre todo el campo semántico de la iluminación. Por su parte, la capacidad de Eva de cambiar la realidad para mejor es expresada a través de la metáfora del florecimiento.
Tanto esta metáfora como la comparación con la luz tienen una larga tradición textual en el campo de la poesía mística en particular y de la lírica en general: ambas son imágenes remanidas y por ello familiares, que evocan lecturas piadosas, plegarias y oraciones; a través de ellas se inserta a Eva Perón en el panteón de los predestinados a cumplir con una misión divina.
Sobre el martirio que Eva Perón vive por elección y predestinación al mismo tiempo, Mende escribe:
[...] ella convirtió su vida en heroicidad permanente a través de todos los instantes de su existencia; gota a gota fue entregando su vida y esto es mucho más doloroso, más valiente y más terrible que entregarla en un instante en el campo de batalla (íbid.: 7-8).
Allí, este autor incorpora un elemento profano a la retórica mística del sacrificio, a saber: la temática de la heroicidad. Por medio de la comparación con un guerrero, que entrega su vida por la patria (igual que Eva Perón) recalca su carácter de luchadora. Y en dicha lucha por la gloria en la que el narrador enfrenta a la mártir y al guerrero, es ella quien sale victoriosa de la contienda porque dar la vida día a día es, a su entender, el más valeroso y el más sufrido de los actos. Como señala Baños Vallejo (1989), la materia hagiográfica medieval propone dos modos para acceder a la santidad: el puntual, por medio del martirio, y - una vez que terminan las persecuciones a los cristianos - el gradual, representado por el motivo de la escalera, según el cual las personas se iban perfeccionando poco a poco, ascendiendo de ese modo a la santidad, por medio de un martirio voluntario. En este último caso, los biógrafos consignaban las visiones, milagros o prodigios que a lo largo de la vida del personaje daban cuenta de la santidad del mismo.
Siguiendo este último modelo, Mende reconstruye los diversos episodios de la vida de Eva Perón como etapas de su martirio voluntario, al cual otorga incluso un mayor valor que a la entrega de la vida de los combatientes en el campo de batalla, pues éstos como los primeros mártires, entregan la vida de una vez, puntualmente, mientras que Eva Perón entrega su vida permanentemente y su enfermedad y muerte constituyen el punto culminante de su ascensión a la santidad.
En cuanto a la temática de la predestinación de Eva Perón, este autor retoma la argumentación de La razón de mi vida, asegurando que la decisión de aquélla de dedicarse a la causa del pueblo no es azarosa, sino que responde a una vocación que ellos interpretan en términos de desprendimiento y sacrificios cristianos, motivada por el amor al pueblo, su prójimo.30
Ella, como los mártires del cristianismo, es una heroína de la causa en la que, nuevamente en palabras de Mende Brun,
[...] cada día [...] ponía más amor, más sacrificio y más abnegación en su tarea. Las horas le faltaron siempre, siempre le robó horas al descanso [...] (íbid.:11).
Ella nunca se detuvo para cuidar su vida, ella siempre se dedicó y se dedica a cuidar la felicidad de su pueblo y la integridad de nuestro líder (íbid.:15).
En estos dos párrafos, el autor nuevamente retoma el hilo argumentativo de La razón de mi vida proponiendo la enfermedad de Eva Perón como producto de la elección de vida de ésta, o al revés, explicando que la enfermedad es el elemento que da sentido último a la dedicación de Eva Perón porque al hacer real el sacrificio, logra que ella pueda cumplir con su compromiso con Juan Perón y con el pueblo, dando la vida por sus descamisados. Desde esta perspectiva, el cáncer, lejos de ser una desgracia, es la realización del único deseo de Eva Perón quien, muriendo, consuma el sacrificio prometido. El concepto de ‘abnegación’ actualiza además dentro del contexto del sacrificio la representación de Eva Perón como madre de su pueblo que se sacrifica por el bienestar del mismo.
Este discurso sobre el sacrificio de Eva Perón por amor a su pueblo, esta imagen de la madre-mártir, no data, sin embargo, de la época en que ella habría contraído el compromiso con Perón (en 1944) o con el pueblo (en 1945), sino que es un discurso que surge, como puntualicé al comienzo, después de la renuncia a la candidatura y cuando su enfermedad estaba ya bastante avanzada. Es decir que aunque la propuesta de entender y aceptar la inminente muerte de Eva Perón como la consumación de su destino de mártir, la imagen de la mártir se sobreimprime a los síntomas de la enfermedad y a la renuncia a la candidatura en un gesto que intenta dar sentido a estos hechos al hacerlos aparecer como la concreción de una promesa y la legitimación de un discurso que se quiere anterior a ellos pero que no lo es.
La construcción de la mártir da un sentido determinado a la vida de Eva Perón, al ordenar hechos fortuitos – una decisión política, una enfermedad - en una unidad mayor que los explica y los conecta, los hace productivos para el mensaje político que el oficialismo quiere transmitir: la muerte próxima de la líder más carismática del movimiento no es, desde esta óptica, un hecho negativo sino, muy por el contrario, el máximo exponente de la credibilidad, honestidad y entrega de la misma. Por eso, el discurso oficial del peronismo a partir de 1951 crea una mística según la cual el trabajo en la Fundación, la renuncia, a la que sólo se refieren con el más patético término de ‘renunciamiento’, y el cáncer de Eva Perón son parte de un mismo destino divino y patriótico cuyo fin último es la muerte temprana de la mártir porque es la confirmación de la autenticidad del sacrificio y – más importante aún - de la legitimidad del discurso político que la avala y la produce.
Muchos opositores del régimen peronista señalaron en su momento la productividad que tuvo la muerte de Eva Perón para el gobierno. Américo Ghioldi, por ejemplo, en un texto publicado en Montevideo en 1952,31 en donde estaba exiliado por motivos políticos, denuncia que el Estado fue cruel con Eva Perón porque no sólo la explotó en vida sino también en la muerte (ver págs. 46-48). Curiosamente, este autor, cuyo objetivo es desmitificar a Eva Perón desde una posición crítica,32 termina haciéndose eco, en parte, del mismo discurso peronista que se ha propuesto desenmascarar, al afirmar que el fanatismo y la laboriosidad con que Eva Perón se entregó a las tareas de ayuda social le costaron la salud (ver pág. 48). El aceptar como válida la explicación oficial de que la enfermedad de Eva es una consecuencia del exceso de trabajo, no lo lleva sin embargo a interpretar estos excesos en términos de sacrificio voluntario y no le impide, como acabamos de ver, cuestionar la instrumentalización de la muerte de Eva Perón por parte del gobierno.
El siguiente pasaje de Eva Perón. Abanderada de la justicia social muestra hasta qué punto la muerte de Eva Perón es puesta en escena y explotada por el oficialismo:
Yo pienso que todo lo ha logrado construyendo sobre el amor de sus semejantes en las noches heroicas de Trabajo y Previsión mientras dejaba en cada mano que socorría jirones de su vida y mientras la oligarquía infamante tramaba la traición contra el mismo pueblo por el que ella quemaba su vida en holocausto.[33 ][...]Yo pienso que ha sido Dios que siempre estuvo y está en ella, lo que permitió el milagro. [...] Ella que nos dio todo, hasta su vida, con la sonrisa en los labios (1951: 18) (El subrayado es mío, VGP.).
Este texto es muy significativo porque lisa y llanamente habla de Eva Perón en pasado, en momentos en que ella todavía vive, o por lo menos está viva desde el punto de vista biológico, porque evidentemente – para el discurso oficial del gobierno - ella ya está muerta y esa muerte es la culminación de su carrera política. No elijo la palabra ‘culminación’ gratuitamente, sino motivada por las asociaciones que implica en términos de ascenso dentro de la mística que produce la imagen de la mártir y que en éstas líneas de Mende Brun se reafirma con la introducción del milagro como condición de posibilidad del “sacrificio sobrehumano” de Eva Perón. Acá se propone que el milagro consiste en que Eva Perón haya sido capaz de dedicar su vida a la causa de los humildes hasta el punto de enfermarse de cáncer para así cumplir con su supuesto destino de mártir. Lo curioso de esto es que esta explicación del milagro revierte o, mejor dicho, intenta revertir la expectativa popular de que ocurriera un “milagro” que salvara a Eva Perón de la muerte.34
Las plegarias más o menos espontáneas y las misas organizadas para orar por el restablecimiento de la salud de Eva Perón proponen en cambio que la intervención de Dios aún no ha tenido lugar y que el milagro consistiría en que éste le salvara la vida. ¿Nos encontramos frente a otra lógica discursiva dentro de la retórica místico-religiosa? Alicia Dujovne Ortiz considera que en la misa celebrada por la CGT el 20 de julio de 1952 en el Obelisco35, y a la que habría asistido un millón de personas, las palabras del padre Benítez tienen por objetivo sugerirle a la gente que el milagro no consistiría, como ellos esperaban, en la curación de Eva, sino que se trataba del milagro de un pueblo que había vuelto a ser cristiano por obra y gracia de su mártir (Dujovne Ortiz 1996: 307-308). Siempre según Dujovne Ortiz, Benítez habría pronunciado estas palabras a pedido de Juan Perón para preparar a un pueblo que todavía creía en la recuperación de Eva Perón, proponiéndole otro milagro a cambio (íbid.).
Este nuevo milagro propuesto desde el discurso oficial permitía conservar la imagen de Eva Perón en un lugar altamente positivo, ya que su muerte, lejos de poner fin a su obra, era la culminación de su martirio, el punto máximo de su sacrificio. Desde esta perspectiva, Dios no la ha abandonado dejándola morir, sino que la “iluminado” y le ha dado la fuerza necesaria para que pueda cumplir con su destino. Esta propuesta del oficialismo no sólo usufructúa al máximo la imagen de Eva Perón, además ofrece al imaginario colectivo una creencia desde la cual poder sobrellevar la pérdida de una persona tan querida.36
La misión de Eva – en la tierra – ya ha sido consumada. El paso siguiente a dar en la construcción de Eva Perón desde la mistificación de su persona se desprende de la lógica textual y argumentativa que la genera: me refiero a su canonización,37 evocada por el discurso del sacrificio de Eva Perón, invocada desde las oraciones populares. La construcción de una Eva mártir pide, desde la lógica discursiva que la rige, dar un paso más y otorgarle el calificativo de santa.
Así, en Eva Perón. Abanderada de la justicia social, se lee la siguiente exhortación: ¡Reza hijo mío aunque no la encuentres todavía en los altares, reza que algún día en todos los altares de los pueblos se adorará su nombre! (Mende Brun 1951: 17) Y el mismo Mende Brun, sin llamarla directamente santa, cierra el texto con la siguiente exclamación: ¡Plena eres de gracia! (íbid.: 19), que es una cita por partida doble. Se trata del último verso de un poema que el autor dedicara a la homenajeada38 y del cual reproduce, a modo de conclusión, los ocho versos finales y del segundo verso del Ave María. Este verso prefigura la ascensión a la santidad de Eva Perón.
Los libros de lectura oficiales utilizados en las escuelas públicas de enseñanza primaria durante los últimos años del segundo gobierno peronista, entre 1952 y 1955, también articulan el discurso por medio del cual Eva Perón es narrada como la mártir-santa-madre, más allá de toda contingencia política. Así, los niños debían aprender la lectoescritura a partir de textos que inscribían a Eva Perón en el panteón de los seres celestiales:
Madrecita nuestra que estás en los cielos...
Hada buena que ríes entre los ángeles...
Evita: yo te prometo ser bueno como tú lo quieres, respetando a Dios; queriendo al General Perón; estudiando y siendo para todos el niño que soñaste: sano, alegre, educado y limpio de corazón (Citado en Navarro 1997: 336-337).
Con esta plegaria se inicia el libro de lectura de primer grado inferior Un año más... (Buenos Aires: Editorial Lasserre, 1952) de Ana Lerdo de Tejada y Aurora Zubillaga. En ella, la retórica religiosa de corte católico se mezcla con una retórica pagana de lo maravilloso que recurre a la metáfora del ‘hada buena’ para referirse a Eva Perón. No obstante, el peso de la construcción de Eva Perón como santa en el sentido cristiano del término se aprecia en el género textual elegido, la oración, por medio de la cual los niños lectores aprenden a rezarle a Eva Perón en los mismos términos en que dirigen sus oraciones a Dios o a la Virgen María. En efecto, la primera línea ‘Madrecita nuestra que estás en los cielos’ recrea inequívocamente el primer verso del Padre Nuestro.
Entre las publicaciones oficiales cuyo objetivo es inscribir a Eva Perón en la historia como una samaritana argentina Eva Perón. Los que supieron de su bondad y su ternura (Buenos Aires: Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas, SIPA, 1953) resalta por su originalidad.39 Este volumen presenta una recopilación de artículos periodísticos necrológicos publicados en todo el mundo con motivo de la muerte de Eva Perón, en su traducción al castellano, dispuestos en orden alfabético, según el país de aparición.40 En el margen de cada texto, se precisa la fecha y el lugar de la publicación, así como también el nombre (en el idioma original) del diario o revista en que apareció. Esta voluminosa recopilación, que pone en escena las condolencias por la desaparición de Eva Perón como un fenómeno mundial, magnifica de ese modo el impacto de la misma. Es decir que al motivo de la trascendencia de su obra, en el sentido de que lo que Eva Perón hizo tuvo un valor que va más allá de lo meramente político, porque es semejante a la obra de una Madre Teresa de Calcuta por ejemplo, se le suma el motivo de la trascendencia de los límites de lo nacional, por medio de la publicación de textos en los que se lamenta su muerte y se alaba su obra a nivel mundial.
Los editores de Eva Perón. Los que supieron de su bondad y su ternura permanecen en el anonimato, de modo que el Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas se erige como responsable de la publicación, cuyo carácter oficial e institucional, es decir como documento de la postura del gobierno, es acentuado por la ausencia de un nombre al cual atribuir la idea de la obra, o la elección y ordenación de los textos incluidos en la misma.
La recopilación es precedida por un sucinto prólogo en el que se articulan los elementos a partir de los cuales se construye a Eva Perón como mártir-santa-madre: la descripción de su trabajo en términos de autosacrificio por amor al pueblo; y el carácter cristiano y humanitario (que trasciende la esfera de lo político) de su obra de ayuda social; la idea de que ella es una elegida que cumple con su destino.
En vano habrá de buscarse en los anales de la historia de la humanidad una mujer que haya interpretado tan cabalmente las inquietudes populares y un alma que haya sentido tan hondamente la necesidad de prodigarse en holocausto de los desheredados (S.I.P.A. 1953: 5).
Estas palabras, que inician el prólogo, plasman la intención de inscribir a Eva Perón en una historia que trasciende el ámbito de la historia argentina, al cual Eva Perón puede aspirar debido a la interpretación de su vida en términos de entrega y sacrificio voluntarios por el bien de los pobres. La sinécdoque del ‘alma’ para referirse a su persona busca expresar el carácter profundo y espiritual de su naturaleza, en la que el cuerpo desparece completamente. La alusión a la ‘necesidad’ de Eva Perón de dedicar su vida a servir a los pobres recrea la comunión mística de aquellos que sienten en su interior el llamado divino. La rebuscada y oscura metáfora ‘prodigarse en holocausto’ apela nuevamente al fuego para representar el martirio del cuerpo hasta su desaparición integral como medio para salvar a los pobres, imagen esta que como vimos más arriba también es usada por Mende Brun. En donde la enfermedad y la muerte de Eva Perón son narradas como una elección voluntaria que tiene por objeto el bienestar de los pobres y los marginados, como si de este modo Eva Perón quisiera lograr la redención de los mismos. Al final del prólogo, los anónimos autores subrayan que “en el momento en el que la noticia de su muerte se expandió por el mundo, se tuvo la dimensión cabal del amor y la admiración que más allá de las fronteras argentinas había despertado su obra profunda y su ardiente personalidad de predestinada” (íbid.: 7).
Aquí, el fuego reaparece como una cualidad inherente a la naturaleza de Eva Perón lo que subraya la idea de que su muerte y su enfermedad constituyen una autoinmolación. Así, al igual que en La razón de mi vida, se intenta demostrar que la vida de Eva Perón corresponde una vocación de ayuda a los demás, siendo el cumplimiento de un destino que Dios le impuso.
La ilustración de tapa de Eva Perón. Los que supieron de su bondad y su ternura representa gráficamente la esencia de Eva Perón desde la retórica místico-religiosa como una llama que brilla, imperecedera, en el cuenco de dos manos. Esta metáfora anticipa el concepto y la intención del libro. Pues los artículos reproducidos sobre Eva Perón deben funcionar como testimonio de la inmortalidad de la misma, inmortalidad expresada simbólica y programáticamente en la imagen de la llama de tapa.
Además, la relación de Eva Perón con los distintos sectores sociales es narrada con un vocabulario cuyas connotaciones convierten a Eva Perón en la madre de aquellos, evocando tanto la figura de la madre espiritual, guía y protección de los suyos, como la de la madre biológica, que abnegadamente trabaja por el bienestar de sus hijos,41 al tiempo que las obras de Eva Perón en la Fundación de Ayuda Social, las cuales son enumeradas puntillosamente, son llamadas “frutos nacidos” de la labor de aquélla (véase pág. 6), es decir que son narradas como sus hijos.
Para ello, los autores del prólogo, recurren también a imágenes de luz, al tiempo que le adjudican a la protagonista la cualidad del ‘fervor’, como expresión de la intensidad con la que se dedica a sus actividades y del sentimiento que – en contraparte – despierta en los otros, como se puede apreciar en las siguientes expresiones y pasajes:
[...] su gestión esclarecida [...] (1953: 5).
[...] Perón encontró en ella su más fervorosa partidaria [...] (íbid.).
En el último año brilló más intensamente como una estrella que habría de quedar para siempre iluminando el cielo de la Patria (íbid.: 6).
[...] fue aclamada con el fervor inigualable que provocaba su presencia (íbid.).
[...] su obra profunda y su ardiente personalidad de predestinada [...] (íbid.: 7).
Finalmente, la recopilación de artículos periodísticos necrológicos sobre el fallecimiento de Eva Perón está precedida por fotografías de ésta que la muestran rodeada alternativamente de niños y de obreros o junto a un anciano y en las que se articula, al igual que en el prólogo y el diseño de tapa, la retórica místico-religiosa que la construye como mártir del trabajo y madre abnegada del pueblo argentino, bajo el signo de la ‘bondad’ y la ‘ternura’ propuesto en el título y que es puesto en escena en dichas fotografías.
El significado atribuido a cada una de las tres imágenes en cuestión no está librado al azar interpretativo del público lector, sino que es explicitado por un pequeño comentario explicativo. Así, la fotografía que muestra a Eva Perón frente a un grupo de trabajadores va acompañada del siguiente texto: Guía y abanderada de los trabajadores argentinos. Eva Perón luchó y se sacrificó por ellos, hasta ofrendar su propia vida. (íbid.: s/n) Esta imagen, que presenta a Eva Perón dándole la mano por turno a los trabajadores, focaliza la atención en la mirada de los dos trabajadores que, junto a ella, ocupan el primer plano. La mirada - y la sonrisa - de estos dos hombres son beatíficas. El centro de la foto, entre Eva Perón, a la derecha, y los dos hombre, a la izquierda, lo ocupan la mano extendida de aquella que aprieta en ese momento la mano de uno de los obreros, mientras que la mano del otro, que espera su turno, también está extendida, sobrepuesta al apretón de manos que fue captado por la cámara, formando un nudo que representa simbólicamente la unión entre Eva Perón y el pueblo trabajador. También en el centro de la escena, justo detrás de las manos, pero ya fuera de foco y sin ser partícipe actual del acontecimiento místico de tocar a la figura protectora, se ve a un tercer hombre (de quien se sabe por la dinámica de la foto que Eva Perón acaba de darle la mano, ya que el saludo ritual es llevado a cabo de izquierda a derecha), el cual parece estar en estado de trance. Son sobre todo las expresiones devotas de estos hombres, en el momento de protagonizar el ritual de ser ungidos por Eva Perón, las que generan y afirman la construcción de la misma como santa-madre.
La biografía Eva Perón. Su verdadera vida de Benigno Acossano fue publicada en Buenos Aires en 1955. Este texto pertenece a la camada de publicaciones sobre Eva Perón en particular y sobre el peronismo en general que aparecieron en la Argentina después de la Revolución Libertadora, es decir, después del golpe de Estado que derrocó el segundo gobierno de Perón y prohibió tanto que se nombrara a los Perón en público (los diarios se referían a él como al “tirano prófugo”) como que se publicitaran sus imágenes; salvo, por supuesto, con fines de esclarecer a la población sobre la ignominia del régimen peronista.42 Se trata, por ende, de un texto de neto corte antiperonista cuyo objetivo es dar a conocer la “verdadera” historia de Eva Perón y desmentir la historia “tergiversada y fantasiosa” que el gobierno peronista había difundido sobre su persona.
Lo curioso es que pese a ello, en Eva Perón. Su verdadera vida se encuentra una construcción de Eva Perón que por momentos recurre a la retórica místico-religiosa que la construye como santa. Así, el autor sostiene que si bien Eva Perón cometió más malas que buenas acciones, y que en ella, la buena fe privó sobre la mala, en contraposición con Perón a quien el autor detesta. Y que si ella cometió pecados, su vía crucis final fue un precio demasiado grande que tuvo que pagar por haber incurrido en dicha falta (ver pág. 152). Benigno Acossano, desde un discurso católico, interpreta la vida de la biografiada desde una perspectiva cristiana y con una retórica religiosa, coincidiendo así con los textos oficiales del peronismo: los errores políticos o abusos de poder que le atribuye son pecados; su enfermedad un vía crucis; ella no actuaba guiada por una convicción política o ideológica sino movida por la fe (buena o mala). De este modo, el autor continúa afirmando la imagen montada por la propaganda peronista de que Dios o Jesús habían designado a Eva Perón para las tareas que desempeñaba y que su enfermedad era la máxima expresión de su sacrificio y entrega.
La variación que el texto de Acossano introduce en la retórica místico-religiosa del oficialismo consiste en proponer que el martirio de la enfermedad, expresado en términos del calvario de Cristo, no sería el máximo exponente del sacrifico voluntario de Eva Perón, sino un castigo (¿divino?) por los errores que ésta había cometido.
Breve excurso sobre los textos de intención hagiográfica publicados desde mediados de los años 60 hasta nuestros días
La retórica místico-religiosa tal y como se articula en los textos arriba discutidos determina también algunas publicaciones de los años sesenta y setenta entre las que vale la pena destacar el Cancionero de Juan Perón y Eva Perón (Buenos Aires: Grupo Editor de Buenos Aires) publicado en 1966 bajo la dirección de Julio Darío Alessandro. Esta antología recoge poemas de alabanza a Eva y Juan Perón en la mayoría de los cuales Eva Perón es vista como mártir, santa o madre de la nación argentina. Según Tulio Halperín Donghi, a más de diez años del golpe del 55, la negativa del peronismo a desaparecer de la escena (1994: 41) es la que pone nuevamente en circulación textos que construyen a Eva Perón como mártir-santa-madre con el objeto de reafirmar una definición de la nación intrínsecamente ligada a los valores del peronismo. En efecto, el Cancionero de Juan Perón y Eva Perón reproduce no sólo el discurso oficial del primer peronismo sino que es una réplica en mayor escala de un pequeño volumen de poemas publicado en 1950 en una lujosa edición a cargo de Raúl Apold, director de la Subsecretaría de Informaciones, la cual debido a su pequeña tirada tuvo muy poca circulación.43
Escrito y publicado a comienzos de los años setenta, Mi hermana Evita (Buenos Aires 1971) de Erminda Duarte es un texto que no sólo construye a Eva Perón como mártir, sino que por su estructura, su argumentación y su vocabulario remeda íntegra y consecuentemente una vida de santo. Esta biografía hagiográfica fue escrita cuando finalmente y como resultado de las negociaciones entre Lanusse y Perón, la momia de Eva Perón le fue entregada a este último en su exilio madrileño. La narración comienza con una contemplación del cadáver que ha sido mutilado: le falta el dedo mayor de la mano derecha, tiene un tajo en la mejilla, la sien hundida, la nariz destrozada, una capa de brea le cubre los pies. Erminda Duarte ve en estas lesiones las marcas del martirio en el cuerpo de su hermana, a la cual está dirigida toda la biografía. Así como el olvido es metáfora de la muerte, la biografía, al combatir el olvido, es promesa de vida en la memoria colectiva. Desde el texto se construye la inmortalidad que puede otorgar la palabra impresa y desde la estructura del texto se actualiza la presencia de Eva Perón por medio de un diálogo que la restituye más allá de la contingencia de su muerte. De hecho, tal y como lo plantea la autora de esta biografía, las mutilaciones que sufre el cadáver en su “calvario” no son más que la continuación del sacrificio que había empezado en vida mucho antes de que la joven Eva encontrara a quien iba a ser su marido y si bien se agudiza con el sufrimiento de la carne durante la enfermedad, éste es tan sólo el punto culminante de una vocación de sacrificio y entrega que había comenzado en la infancia.
En cada etapa de la vida de la biografiada, la narradora relata anécdotas en la que se aprecia la vocación de sacrificio de Eva Perón. La narración es intimista y describe la experiencia cotidiana y los detalles en la vida de Eva Perón en los que la autora ve las marcas del martirio. Su acceso al saber sobre la personalidad y las acciones de Eva Perón desde la esfera de lo privado (y no desde lo político como en el caso de Mende Brun) está garantizado por el parentesco entre ambas, hecho que el título de la biografía se encarga de recordar. Así, para Erminda Duarte el martirio de Eva Perón es el resultado de una elección de vida que la marcó desde la infancia y que se prolongó incluso después de su muerte. Y fue la vocación de Eva Perón de dedicar su vida a ayudar a su pueblo la que la que le dio el aura de los santos: supiste seguir sus huellas [las de Jesús Cristo] y poner en práctica el verbo de Cristo, y por ello tuviste tu gloria junto a la palma del martirio (1971: 163).
Finalmente, cabe mencionar que en los últimos años han aparecido algunos textos que también recurren a la retórica místico-religiosa para narrar a Eva Perón, y en los cuales no se vislumbra ninguna desconfianza frente a la escritura o el lenguaje como instrumentos del conocimiento histórico, como sí ocurre en textos como la novela de Tomás Eloy Martínez, Santa Evita. Así, podría postularse para finales de los años noventa un regreso a una escritura ‘inocente’ en la que prácticamente desaparece la reflexión metatextual e historiográfica. En una palabra, podría decirse que algunos autores han recuperado la confianza en la historia como disciplina del conocimiento científico y por ende practican una escritura de la historia de vida de Eva Perón que no sólo no se cuestiona a sí misma, sino que además se entronca en una práctica historiográfica positivista, lejos de las nuevas corrientes historiográficas.
Así, en 1996 se estrena en los EEUU un documental44 sobre Eva Perón titulado Evita. The Woman Behind the Myth,45 cuyo tema es la santificación de Eva Perón como fenómeno popular. Ese mismo año, Norberto Galasso publica en Argentina un libro titulado Verdades y mentiras acerca de Perón y Eva Perón. Una polémica abierta (Rosario: Ediciones Ayacucho 1996) en el que se propone desenmascara las falsedades sobre Eva Perón que según él se sostienen alevosamente en textos como Eva Perón. La biografía de Alicia Dujovne Ortiz y Santa Evita de Tomás Eloy Martínez. Para este autor, se trata de textos irreverentes que profanan la imagen, para él sagrada, de Eva Perón, con el objeto de quitarle peso político (véase Galasso 1996: 36-37).
Tres años más tarde, este mismo autor edita el volumen Yo fui el confesor de Eva Perón. Conversaciones con el Padre Hernán Benítez (Rosario: Homo Sapiens 1999).46 En el tercer capítulo del libro, Hernán Benítez explica que para él, convertirse en el confesor de Eva Perón y hacerse peronista significó seguir el camino del pueblo, que para él es el camino de Cristo (véase Galasso 1999: 19). De este modo asimila a Eva Perón en particular y al movimiento peronista en general al cristianismo. Él, un sacerdote jesuita, reconoce en Eva Perón a una santa, que como un nuevo Cristo ha venido a redimir al pueblo. Benítez es consciente de que su interés por el peronismo se basa en que lo considera un movimiento de redención social en el sentido cristiano del término y afirma que no se aprovecha de la religión para hacer política, sino por el contrario, de la política para hacer religión (íbid.: 24). En el capítulo titulado “Eva Perón y el dolor de los pobres”, Galasso le pide al entrevistado que le hable de Eva Perón. Las respuestas de Benítez construyen a Eva Perón como una mártir-santa, en tanto y en cuanto, el sacerdote recurre a la retórica místico-religiosa para describirla, comparándola por ejemplo con Teresa de Calculta, e interpreta su dedicación a la ayuda social como un apostolado al servicio de los humildes, del mismo modo que explica la renuncia de Eva Perón a la candidatura a la vicepresidencia porque asumir un cargo oficial en el gobierno hubiese significado renunciar a su vocación, a su destino de la Obra Social (íbid.: 55). Si bien el uso de palabras como ‘vocación’ y ‘destino’ en este contexto indica que para Benítez Eva Perón era una elegida divina que actuaba movida por una profunda fe cristiana, en otro lugar éste niega explícitamente que Eva Perón haya sido lo que el llama una santa de altar (íbid.: 52).
A este explícito distanciamiento de una santificación de Eva Perón se oponen las descripciones que el sacerdote hace de la misma en las cuales la construye como mártir-santa a partir de una retórica inequívocamente místico-religiosa:
Estaba entregada totalmente a los desposeídos, abrazaba a los leprosos, cancerosos, tuberculosos... Yo estaba al lado de ella, y yo, pastor de Cristo, me tiraba atrás. Pero ella no vacilaba, se entregaba y lo hacía de igual a igual, como hermana, no como las señoras de la Sociedad de Beneficencia, de los viejos tiempos... A la noche regresaba, tarde, a la madrugada, llena de piojos y de liendres. ¡Tremendo! Su adhesión a los pobres era bárbara... (íbid.: 51).
Así, en Yo fui el confesor de Eva Perón Norberto Galasso afirma por boca del Padre Hernán Benítez el carácter cristiano de la obra social de Eva Perón, cuya figura trascendería lo meramente político.
Conclusiones
Espero haber podido mostrar cómo la retórica místico-religiosa atraviesa, valiéndose de las estrategias de la hagiografía y de un vocabulario litúrgico, una larga serie textual de textos sobre Eva Perón. Como hemos visto, esta serie, que se inicia en 1951 con la publicación de La razón de mi vida, es una serie abierta, ya que hoy día, a comienzos del nuevo milenio, siguen apareciendo textos que narran a Eva Perón como mártir-santa-madre.
Si la retórica místico-religiosa en un comienzo determinó mayormente los textos oficiales del primer peronismo, en las últimas décadas se puede observar que dicha retórica también se articula en textos narrativos, como el de Posse o el de Balmaceda, que novelan la vida de Eva Perón en un tono netamente hagiográfico. Paralelamente, los políticos e historiadores peronistas que continúan haciendo de Eva Perón la santa madre que se sacrifica voluntariamente por el bien del pueblo argentino, como es el caso de Galasso, no están necesariamente asociados con el sector peronista en el poder durante los gobiernos de Menem en los noventa.
Es importante señalar que, en el debate sobre la nación argentina, la retórica místico-religiosa es una retórica conservadora que asigna a Eva Perón un rol tradicionalmente femenino, el de la beneficencia, aunque adaptada a la mística peronista, en forma de acción social (directa). Por eso, si bien se trata de una retórica abiertamente política, no es politizante; siempre recalca su carácter de esposa de Juan Perón, la cual asume el rol de madre de todo el pueblo, puente de amor entre Perón y su pueblo. Eva Perón permanece así relegada a un ámbito tradicionalmente femenino. Su motivación no es estrictamente política, sino social. En efecto, los textos que construyen a Eva Perón como mártir-santa-madre retoman ciertos aspectos centrales del culto marista. Eva Perón tiene, al igual que María, un corazón generoso. Así, la construcción de Eva Perón como mártir-santa-madre interpreta la vida política de Eva Perón como una decisión del corazón.
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vuelve 1. Sobre la Fundación Eva Perón, organización oficialmente no gubernamental dirigida por Eva Perón y dedicada mayormente a la acción social directa, véase Navarro 1997: 237-263 y Luna (1984) 452-456.
vuelve 2. Eva Perón enfermó de cáncer probablemente hacia 1949. La dificultad de precisar la fecha se debe a que existen testimonios encontrados al respecto, véase Navarro 1997: 287-288.
vuelve 3. Sobre la campaña proselitista iniciada en 1951 por la Confederación General del Trabajo (CGT) e impulsada por la Rama Femenina del Partido Peronista con el objeto de proclamar la candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia, así como la posterior renuncia de la misma a dicha candidatura, véanse Navarro 1997: 278-286, Luna 2000: 146-156 y Eickhoff 1996: 635-659.
vuelve 4. Mientras el sustantivo ‘renuncia’ es neutral y por ende denota una circunstancia concreta, el sustantivo ‘renunciamiento’ tiene connotaciones que podrían llamarse metafísicas, ya que implica la idea de privarse de hacer algo en servicio de Dios o para bien del prójimo.
vuelve 5. Hernán Benítez fue el confesor de Eva Perón.
vuelve 6. Véanse los textos del Regina Caeli, el Ángelus, la Consagración a María y el Rosario en el portal de internet de la Acción Católica Argentina: http://www.accioncatolica.com/reflex62.htm.
vuelve 7. Sobre el corazón de María como el lugar en el que ella guarda la palabra divina o de Jesús, véanse los siguientes pasajes del Evangelio según San Lucas: Cuando los pastores escuchan la profesía del ángel que anuncia el nacimiento del Mesías, y van a Betlehem en busca de la sagrada familia para transmitirle a María lo que el ángel les había dicho sobre su hijo, ésta guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lucas 2, 19). Y más adelante, cuando el evangelista relata el episodio en el que Jesús a los doce años vuelve solo al templo y María y José lo van a buscar y ella le pregunta por qué ha hecho eso y él le contesta que fue al lugar de su padre porque ése es su lugar, entonces, ni María ni José entienden las palabras de Jesús, pero su madre guardaba estas cosas en su corazón. (Lucas 2, 51) Se podría decir que María no comprende intelectualmente el mensaje de Dios que le transmiten los pastores, ni tampoco el sentido de las palabras de su hijo, pero sin embargo sí las entiende con el corazón. Los textos que narran a Eva Perón desde la retórica místico-religiosa proponen, de manera similar, que Eva Perón comprende los problemas del pueblo con el corazón.
vuelve 8. Marysa Navarro describe ese acto público como sigue: Llegó el 17 de octubre, el útlimo que [Eva Perón] vería. La plaza se llenó como nunca pues la expectativa por la presencia de Evita en el balcón era muy grande. [...] Después que el público entonó el himno nacional y Los muchachos peronistas, José Espejo le entregó la distinción del Reconocimiento de la Primera Categoría por su renunciamiento, “que tiene la grandeza de las actitudes de los mártires y de los santos”. A continuación, Perón le entregó la Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario y se confundieron en un largo y tierno abrazo. Evita, emocionada, no atinaba a reponerse para hablar y Perón inició su discurso. (Navarro 1997: 292).
vuelve 9. Para la postura del discurso oficial peronista a este respecto, véase por ejemplo el siguiente comentario de Vera Pichel: Porque ella pudo. Fue la gran hacedora. Cambió métodos y fines. Deshechó la caridad -los ricos bailan para que los pobres coman- e impuso por sobre toda esa carroña el limpio concepto de la solidaridad. (Pichel 1996: 7). En la novela La pasión según Eva, una de las voces narrativas sostiene que el distanciamiento de Eva Perón de la caridad tradicional también responde a un conflicto con la Iglesia Católica al asegurar que: Tenga por seguro que la visita al Vaticano no contribuyó mucho para serenar el litigio interior de Eva con la Iglesia Católica... Ese malhumor explica que, pocos días después, en París, declarase en forma tan directa que “veía a la Iglesia más política que espiritual, tan lejos de Cristo y del Evangelio...” (Posse 1994: 292).
vuelve 10. Sobre el género autobiografía, véanse Molloy 1996: 458-464 y Wuthenow 1996: 169-189.
vuelve 11. Sobre la génesis de La razón de mi vida véase también Dujovne Ortiz 1996: 266-271.
vuelve 12. Aquí he seleccionado algunos de los numerosos pasajes en los que Eva Perón se refiere explícitamente a las críticas o acusaciones de sus detractores: No, no es el azar lo que me ha traído a este lugar que ocupo, a esta vida que llevo. Claro que todo esto sería absurdo como es el azar si fuese cierto lo que mis supercríticos afirman cuando dicen que de buenas a primeras yo, “una mujer superficial, escasa de preparación, vulgar, ajena a los intereses de mi Patria, extraña a los dolores de mi pueblo, indiferente a la justicia social y sin nada serio en la cabeza, me hice de pronto fanática en la lucha por la causa del pueblo y que haciendo mía esa causa me decidí a vivir una vida de incomprensible sacrificio”. (1951: 13-14); ¿Puedo seguir hablando de Perón? Aunque alguien diga -¡y vaya si se ha dicho!- que eso no es elegante ni es inteligente, tengo que seguir haciendo el elogio de mi Líder. (íbid.: 67); En cuanto a la hostilidad oligárquica no puedo menos que sonreírme. Y me pregunto: ¿por qué hubiese podido rechazarme la oligarquía?¿Por mi origen humilde, por mi actividad artística?¿Pero alguna vez esa clase de gente tuvo en cuenta aquí, o en cualquier parte del mundo, estas cosas tratándose de la mujer de un Presidente? Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil. (íbid.: 87); Yo sé que cuando ellos me critican a mí en el movimiento lo que en el fondo les duele es la Revolución.[...] Por eso tratan de destruirme. (íbid.: 98); En la vereda de enfrente, algunos mediocres han discutido y creo que deben seguir discutiendo -¡ya no me queda tiempo que perder en oírlos!- sobre mi obra. (íbid.: 181); Dicen por eso que soy una “resentida social”. Y tienen razón mis “supercríticos”. Soy una resentida social, pero mi resentimiento no es el que ellos creen. (íbid.: 213); De todas manera nadie pensará que tengo aspiraciones de “emperatriz”... aunque muchos, los mediocres, los hombres comunes, los eternos incrédulos dirán que me ha poseído una rara forma de locura. (íbid.: 251-252); No importa que ladren. Cada vez que ladran nosotros triunfamos. ¡Lo malo sería que nos aplaudiesen! (íbid.: 296).
vuelve 13. En efecto, misión significa ‘cometido’, y las diversas especificaciones de dicho cometido suelen ser de tipo religioso: 4. Salida, jornada o peregrinación que hacen los religiosos y varones apostólicos de pueblo en pueblo o de provincia en provincia predicando el Evangelio. 5. Serie o conjunto de sermones fervororos que predican los misioneros o varones apostólicos en las peregrinaciones evangélicas. 6. Cada uno de estos sermones o actos. 7. Comisión temporal dada por un gobierno a un diplomático o a agente especial para un determinado fin. En: Gran Diccionario Patria de la Lengua Española. Tomo 4: 1076.
vuelve 14. Véase en particular el capítulo “Una presencia superior”, en el cual Eva Perón traza las diferencias ideológicas entre la postura socialista o comunista de los sindicalistas y líderes populares anteriores a Juan Perón y las ideas de este último como una diferencia entre una doctrina extranjerizante e inadecuada para la realidad argentina y una doctrina nacional y cristiana, a la que terminan convirtiéndose aquellos que no obraban de mala fe (ver Perón 1951: 110). El siguiente pasaje describe la adopción de la doctrina peronista como una alegoría de la conversión al cristianismo, en la cual Juan Perón ocupa el lugar del mesías y la decisión de pertenecer a un (nuevo) partido político es definida como una cuestión de fe: el nuevo Líder les hablaba del espíritu y de sus valores, no les predicaba la lucha entre el capital y el trabajo sino la cooperación, y aun les decía que era necesario poner en la práctica los viejos principios olvidados del cristianismo. ¡Cómo no se iban a desconcertar! Pero, poco a poco, fueron creyendo en el “Coronel”. Muchos creyeron con sólo oírle. Otros, cuando pudieron verle. La mayoría creyó cuando sus promesas empezaron a cumplirse. (íbid.: 112).
vuelve 15. En el prólogo a El libro de la vida, la autobiografía de Santa Teresa, ésta justifica su decisión de escribir por dos motivos:primero porque sus confesores se lo han ordenado y segundo, por mandato de Dios. Esta explicación que atribuye a sus acciones una motivación divina, es extensiva a todos sus actos y decisiones (Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Madrid: Editorial de Espiritualidad 1994).
vuelve 16. Así, el segundo capítulo se titula “Un gran sentimiento” y en él, se lee: He tenido que remontarme hacia atrás en el curso de mi vida para hallar la primera razón de todo lo que ahora me está ocurriendo. Tal vez haya hecho mal diciendo “la primera razón”; porque la verdad es que siempre he actuado en mi vida impulsada y guiada por mis sentimientos. (íbid.: 15). El tema del sentimiento como guía de las acciones de Eva Perón es uno de los leitmotivs del libro por lo que a lo largo del análisis del mismo se podrá apreciar la recurrencia de dicho tema. En cuanto al tema de la intuición, que también ocupa un lugar fundamental, la narradora le dedica asimismo un capítulo - titulado “¿Intuición?” - en el que ella explica cómo su intención le permite conocer a las personas rápidamente y encontrar soluciones políticas acertadas pese a no poder aducir “razones” que las justifiquen (véanse págs. 73-8). Además, define a la intuición como una característica típica femenina: Cuando la gente suele atribuir “intuición” a las mujeres como virtud misteriosa, no se acuerda que nosotras tenemos que ver las cosas, las personas y la vida de una manera especial. Nosotras sentimos y sufrimos más el amor que los hombres. En nosotras la inteligencia se desarrolla a la sombra del corazón y por eso la inteligencia no se ve sino a través de los cristales del amor. (íbid.: 74) Es decir, que la construcción de la mujer como intuitiva, sentimental e irracional frente al hombre, que es definido complementariamente como reflexivo, intelectual y racional, es explícita en La razón de mi vida.
vuelve 17. Véase también el análisis del lenguaje de La razón de mi vida de Navarro: Tanto La razón de mi vida como los discursos de Evita tienen el mismo estilo emotivo, imbuido de loas a Perón y a los descamisados, con una sintaxis defectuosa, con apartes y reiteraciones que muchas veces no vienen al caso y un lenguaje similar, combativo cuando habla de los descamisados, apasionado cuando describe las injusticias que padecen los humildes, exudando odio cuando menciona a la oligarquía y suave, tierno y admirativo cuando se refiere a Perón. (1997: 337-338).
vuelve 18. Borroni y Vacca hacen referencia a la utilización de su nombre y simbología para bautizar calles, edificios, lugares, parajes, instituciones, ciudades y provincias, su imagen de ideóloga en la Escuela Superior Peronista; la comercialización en gran escala de bustos, medallas recordatorias, llaveros, libros, fotografías y discos con sus discursos más celebrados que se canalizaban a través de los “mecanismos entronizadores” del sistema. (1970: 111) Para una detallada descripción de las misas y procesiones, los artículos periodísticos, los discursos en el congreso, los actos públicos y la inauguración de monumentos en honor de Eva Perón véase Navarro, págs. 307-312.
vuelve 19. ¿Acaso no le había dicho ya a él –“... por muy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer”? (íbid.).
vuelve 20. Marysa Navarro (1997) asegura que Eva Perón recibía en 1948 unas 12.000 cartas al día (ver pág. 243), además enumera las múltiples actividades de Eva Perón en el campo educacional, de asistencia médica, de ayuda y de lo que Eva Perón llamaba ayuda social directa, que incluía las audiencias personales, a las ella que dedicaba todas las tardes hasta altas horas de la noche (véanse págs. 245-249).
vuelve 21. Alicia Dujovne Ortiz lo explica así: Para Evita, a su regreso de Europa, el tiempo urgía. Quizá por eso comprendía muy bien la urgencia de los otros. El hambriento no puede esperar: he aquí una noción muy simple pero ignorada por los que elaboran planes económicos para un futuro radiante con una barriga llena. Evita se acordaba de ese apuro. (1996: 236-237)
vuelve 22. En: Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Madrid: Editorial de Espiritualidad 1994.
vuelve 23. Un ejemplo similar es la siguiente afirmación con la que concluye el capítulo “Una deuda de cariño”: Por eso muchas veces he dicho que he de seguir luchando hasta dar la vida si fuese necesario: porque una deuda de cariño como la que yo tengo con el pueblo no se termina de pagar sino con la vida. (íbid.: 189).
vuelve 24. En la cita que estamos viendo reaparece también el tema del sacrificio de Eva Perón expresado en la metáfora ‘entregar la vida quemándose de amor por sus descamisados’ para aludir a su dedicación al trabajo y a las causas de su enfermedad y su muerte. Como ya había mencionado antes, existen entrecruzamientos entre los distintos mitos a partir de los cuales se construye la imagen de Eva Perón, y la figura de la madre y la mártir tienen algunos elementos en común como por ejemlo el tema del sacrificio, que en un caso es el sacrifcio de la madre por el bienestar de sus hijos y en el otro el martirio autoimpuesto para la redención del pueblo.
vuelve 25. En algunos de los textos que narran a Eva Perón desde la retórica revolucionaria se afirma que esta definición del rol político de la mujer como una extensión de su función de madre sirve para justificar o legitimar la participación activa de Eva Perón en la política nacional en una época en la que las mujeres por derecho propio no tenían acceso a la política. Este es el caso de Sebreli (1971) y Borroni/Vacca (1970)..
vuelve 26. En este contexto, Eva Perón recurre también al motivo de la compañera y de la hermana para explicar respectivamente su relación con los trabajadores y con las mujeres. Entonces, las imágenes que intenta establecer sobre su función política son: madre de los humildes y de los niños, hermana de las mujeres y compañera de los trabajadores.
vuelve 27. Sobre Eva Perón y la creación del Partido Peronista Femenino, véanse los estudios de Guivant (1986) y Carlson (1988).
vuelve 28. En este sentido ver también la interpretación sobre la rama femenina que hace Alberto Ciria (1983: 181-182).
vuelve 29. Véanse La razón de mi vida, cápitulo “Vocación y destino” (1951: 49) y el análisis de dicho texto más arriba en este trabajo.
vuelve 30. El General Perón, creador y visionario de nuestro movimiento vio en aquella débil mujer su vocación de samaritana insigne; le dejó en libertad sus alas para que volcara su amor en los necesitados de su pueblo. (Mende Brun 1951:10)
vuelve 31. El mito de Eva Duarte.
vuelve 32. En el mismo momento en que el mecanismo estatal celebra la ascención de la leyenda corresponde que la cíitica social opere la descención del mito. (Ghioldi 1952: 8)
vuelve 33. Es muy significativo que el término ‘holocausto’ sea usado en su acepción etimológica, del latín holocaustum (‘sacrificio por medio del fuego’), derivado a su vez del griego hólos (‘todo’) y kaíein (‘quemar’), ignorando completamente el significado moderno del término para referirse al exterminio sistemático en masa de los judíos y otros grupos sociales por el aparato estatal nacionalsocialista.
vuelve 34. Marysa Navarro señala que en las iglesias de la Capital y el resto del país, las misas, plegarias y procesiones por el restablecimiento de Evita se sucedían ininterrumpidamente [...]. (1997: 307) La película Evita dirigida por Alan Parker relata tanto la historia de las multitudes llorando y rezando por la salud de Eva Perón frente a las rejas de la residencia de Eva con expresiones de dolor auténtico como la bajada de línea del gobierno que hace cantar a los trabajdores en un tono marcial Evita Perón, la santa peronista con voces mecánicas y desprovistas de expresión que se repiten incesantemente taladrando los oídos e invadiendo las mentes de los oyentes, sin dejar espacio a otros pensamientos o posiciones; metáfora de la omnipresencia del discurso oficial y de su poder de alcance.
vuelve 35. Véase también Navarro: El 20 de julio, la CGT patrocinó una misa de campaña en la avenida 9 de Julio. A pesar de la lluvia fría que caía ese día, millares de personas se arrodillaron frente al altar erigido al pie del obelisco para rezar por la salud de Evita y seguir la misa que oficiaba el diputado peronista padre Virgilio Filippo. Desde un micrófono cercano, la voz modulada del padre Benítez hablaba de Eva Perón “nuestra hermana y nuestra madre en cada uno de los hogares obreros”, de su coraje y de su fuerza espiritual, del milagro de su heroísmo cristiano y de la entrega de su vida “porque ha tenido fe en el pueblo, fe en que la abundancia de dinero jamás inspiraba a los trabajadores a adoptar los vicios de aquellos a quienes la vida no les ha enseñado la lección de la sobriedad, del ahorro y del sacrificio”. (1997: 312-313) [Las comillas -en el original- indican los pasajes citados textualmente de la plegaria del padre Benítez y reproducido en Democracia el 21 de julio de 1952, fuente a la que Marysa Navarro refiere en nota al pie.]
vuelve 36. El comunicado oficial de la CGT la noche de la muerte de Eva Perón consecuente con esta línea argumentativa de la retórica místico-religiosa también la proclama Mártir del trabajo, única e imperedecedera en el movimiento obrero de nuestra querida Patria (citado en Navarro 1997: 314).
vuelve 37. Al poco tiempo de la muerte de Eva Perón un sindicato pidió al vaticano la canonización de la misma. Véase Luna 1984: 225. Tesselin, en cambio, duda de las versiones que afirman que dicha solicitud ha tenido lugar (1980: 163).
vuelve 38. Mende Brun reproduce los ocho versos finales del poema A una mujer, que había sido publicado en 1950 junto con otras composiciones de alabanza a Eva y Juan Perón. Véase más adelante, pág. 29.
vuelve 39. Otra publicación de carácter hagiográfico, pero que no aporta ningún matiz nuevo a la construcción de Eva Perón como mártir-santa-madre es Eva Perón en el bronce (Buenos Aires: Presidencia de la Nación. Subsecretaría de Informaciones 1952). Se trata, al igual que en el caso de Eva Perón. Los que supieron de su bondad y su ternura, de un libro de gran formato y tapa dura, ilustrado.Este volumen contiene los textos de los discursos pronunciados en homenaje a Eva Perón con motivo de la sanción de la ley 14124 (cuyo texto se incluye), así como el texto de la promulgación de la ley por el poder ejecutivo y la nominación de la comisión nacional encargada de la ejecución del proyecto consistente en la construcción de un monumento a Eva Perón. Dicha ley fue sancionada el 4 de julio de 1952 y en ella se estipula que el monumento deberá ser erigido en la Plaza de Mayo o sitios adyacentes o en otro lugar vinculado a hechos históricos sobresalientes de la vida histórica nacional y que en cada provincia deberá haber una réplica del mismo. También se aclara que el monumento será financiado con fondos donados por el pueblo y para eso se abrirá una cuenta en el Banco Nación. Teniendo en cuento que el monumento dedicado a Eva Perón, el cual nunca llegó a construirse, hubiera debido albergar el cuerpo embalsamado de la misma, este mausoleo se habría convertido probablemente en un centro de peregrinaje con características similares a las del santuario de la Difunta Correa.
vuelve 40. En ningún lado se mencionan los recopiladores, ni los traductores de los artículos.
vuelve 41. Véanse en particular los siguientes pasajes: [Eva Perón] demostró cuál era el sentido cristiano que debía adquirir la doctrina social [...] (1953: 5); Asimismo, merced a su profundo sentido humanitario se instituyeron [sigue una larga enumeración de las diversas obras] y muchas obras más caracterísiticas de la magnitud y la nobleza de su espíritu cristiano. (íbid.: 6); Las mujeres, los niños y los hombres de la Patria dirigieron entonces sus miradas y sus ruegos al policlínico [en el que estaba internada Eva Perón.] (íbid.); la Jefa Espiritual de la Nación (íbid.: 7). En todas estas descripciones de Eva Perón se desdibuja el carácter político de sus actividades para dar lugar a la imagen de la mártir-santa-madre, cuyos ideales y cuyo trabajo tienen un sentido humano y cristiano que se quiere universal.
vuelve 42. La persecución sistemática de los partidarios del “tirano depuesto” o del “tirano prófugo”, como se acostumbraba a llamar a Perón, alcanzó su punto máximo con el decreto ley del 5 de marzo de 1956, por el que se prohibía el uso de cualquier insignia o símbolo del partido peronista “porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país, y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para la consolidación de la armonía entre los argentinos”. El decreto ponía particular énfasis en la prohibición de poseer una “fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes”, de usar “las expresiones ‘peronismo’, ‘peronista’, ‘justicialismo’, ‘justicialista’, ‘tercera posición’, la abreviatura ‘P. P.’ ...” La medida establecía diversas sanciones para la violación de este decreto ley, incluso la pena de cárcel de treinta días a seis años. (Navarro 1997: 329-330) Las comillas en el texto corresponden a los pasajes citados del decreto ley en cuestión, publicado en los Anales de legislación argentina (Buenos Aires: La Ley 1995), tomo XV-A, pág. 242. Sobre otras medidas destinadas a erradicar al peronismo de la vida política y de la historia Argentina, y a difamar a sus protagonistas, véase también Navarro 1997: 330-331.
vuelve 43. Marysa Navarro explica que este poemario reúne las composiciones poéticas escritas por los participantes de la Peña Eva Perón, reuniones informales en la que un grupo de poetas peronistas se reunía para charlar con Eva Perón en el Hogar de la Empleada y en el marco de las cuales leían en voz altas poemas dedicados a alabarla a ella o a Juan Perón (véanse Navarro 1997: 272-274 y Dujovne Ortiz 1996: 258).
vuelve 44. En este contexto probablemente no sea casual la decisión de contar la vida de Eva Perón en un documental, es decir desde un género que se quiere verídico, en lugar de optar por un género de ficción.
vuelve 45. Escrito y producido por Deirdre O’Hearn para A&E Television Networks.
vuelve 46. El libro, que está dividido en veinticinco capítulos temáticos, está estructurado en forma de una larga entrevista, en la que las intervenciones de Norberto Galasso están escritas en imprenta, mientras que las de Hernán benítez se encuentran en cursiva. Según lo indica galasso en una nota aclaratoria al comienzo de la obra, el volumen reproduce conversaciones que él sostuvo con el entrevistado, pero con ampliaciones sacadas de otros reportajes o Benítez, o de artículos que éste ha publicado. Al final de cada capítulo se encuentran las referencias bibliográficas a los textos en cuestión. Así, en Yo fui el confesor de Eva Perón se reproduce por ejemplo un extenso pasaje en el que Hernán Benítez le habla de Eva perón a Abel Posse y que éste públicó en La pasión según Eva (véanse respectivamente Posse 1994: 284-285 y Galasso 1999: 52). En resumidas cuentas, aunque la forma del libro sugiere que se trata de la transposición de numerosas conversaciones, en realidad, muchos de los textos presentados de esta manera, han sido incorporados posteriormente al texto en un trabajo conceptual y editorial por Norberto Galasso y compaginados en forma de entrevista.
*Dirección: Associate Professor Mary Addis*
*Realización: Cheryl Johnson*
*Modificado 22/01/05*
*© Istmo, 2005*