Carlos Fallas Santamaría

La novela Tierra de Ricardo Lindo, una nueva Crónica de Indias*

Universidad de Costa Rica

carlosfallas@hotmail.com

Notas*Bibliografía

Introducción

La novela de Lindo parte principalmente de la reescritura de la historia de la conquista de Centroamérica, dándole especial énfasis a la conquista de El Salvador y Guatemala, territorios conquistados por Pedro de Alvarado, uno de los personajes principales del texto. El argumento se centra en dos corrientes, por un lado los acontecimientos de las empresas realizadas por Alvarado, que son narradas por Don Pablo de Alcántara, quien también forma parte de la trama; por otro lado nos cuenta, como se desenvolvía la cotidianidad indígena antes de la llegada de los españoles, en donde sobresalen Otzilen, brujo de Azacualpa, su familia y sus descendientes. Un tercer plano de la novela, sería el encuentro entre ambos grupos, como se relacionan y se intervienen mutuamente. La novela Tierra nos presenta así, una nueva historia de la conquista, con personajes más complejos y más humanos, los cuales sufren el impacto del encuentro, en el cual ambos mundos se influirían mutuamente, produciendo cambios irreversibles para la cultura y la vida de los pueblos.

En el presente artículo se tratará de analizar la forma, en como la historia es utilizada como insumo literario por parte del autor para dar cuenta de la realidad, en este sentido será fundamental estudiar la función del palimpsesto en el desarrollo de la obra, puesto que, valiéndose de este, el autor nos presenta una reinterpretación de la conquista de El Salvador. La reescritura presente en el texto, hace que este se acerque a las Crónicas de Indias, en las cuales se narraban por vez primera los acontecimientos que se desarrollaban a este lado del mar, estos textos cargados de oficialidad sólo nos dan cuenta de parte del complicado proceso de irrupción de los europeos en América, carencia que Lindo mediante su escritura trata de solventar.

Existen dentro Tierra, relaciones intrincadas entre el espacio y el tiempo, Europa y América en el siglo XVI, poseían cosmovisiones disímiles, las cuales llegan a convivir en nuestro continente, a mezclarse en otros casos, y en el más lamentable a desaparecer. El control por los españoles del espacio, conlleva una apropiación no sólo de la tierra, sino de lo que simbólicamente esta representa para las culturas autóctonas, la inserción a una economía mercantil, conllevaba la desestructuración de los ciclos vitales de los indígenas. De esta forma los españoles implantan su visión del espacio y del tiempo. Estas relaciones serán tratadas en el artículo, vistas como el “tiempo indígena”, y el “tiempo español”, y se analizará como estos interactúan.

La utilización de recursos literarios hecha por Lindo para escribir la historia de la conquista, tiene un fin político, reivindicar a los vencidos, darles su espacio en la historia, señala el mismo autor al respecto de su labor literaria:

“(…) están aquí otros que la historia con mayúscula no consigno, son las gentes de pueblo, esa rumorosa marea que pasa por los siglos sin dejar memoria de sus nombres, pero sin la cual no hubieran existido los grandes personajes, ni nada de cuanto nos rodea tendría sentido”.

De la misma forma este afán se extiende a la denuncia del presente, otorgándole a la injusticia carácter secular, a pesar de que Pedro de Alvarado vaga arrepentido, otros aún no lo han hecho.

La historia que reescribe a la historia

El personaje histórico central de la novela es Pedro de Alvarado, quien se encargó de la conquista de Centroamérica, fundó Santiago de los Caballeros en Guatemala, además de haber acompañado a Hernán Cortés en la conquista de México. También organizó una expedición para la conquista de Quito, pero llegaron antes Benalcázar y Almagro:

“Alvarado es un típico exponente de la personalidad de los conquistadores, hombre de carácter inquieto y con grandes dotes militares, pero con un gran afán de lucro que lo llevó a cometer grandes crueldades (...).”(Diccionario Temático, 1989: 21).

Pedro de Alvarado es comúnmente presentado como un típico exponente de la mentalidad de los conquistadores, hombres valientes y emprendedores de aventuras, que los llevan a cruzar el Atlántico en busca de riqueza (Gutiérrez, 1988: 16), así mismo en el imaginario que traen estos conquistadores están aún presentes elementos culturales de la España medieval, principalmente la religión y la reconquista marcarían profundamente el comportamiento de los conquistadores en América, esa mezcla entre saqueo y religión de las que serían testigos nuestros antepasados (Bennasar, 1985: 65; Marín, 1997: 10).

El autor resalta estas características atribuidas comúnmente en los textos de historia al conquistador, al parecer Pedro de Alvarado ha sido entronizado en las páginas de la historia como ese hombre modelo. Escofet en Narraciones novelescas de la conquista del nuevo mundo dice de Alvarado:

“Don Pedro de Alvarado tiene el talante adecuado a un luchador. Bombeado el tórax, ancho el espaldar, musculosos los brazos, el atleta es lo primero que se deja ver. Además los brazos desnudos muestran grabado el recuerdo de profundas heridas (...).” (Escofet, 1951: 11)

Pareciese que existe una tendencia a la exaltación de Alvarado como un héroe, el cual posee en toda su estampa esta calidad, estas características son las dadas normalmente por los diversos cronistas, las cuales se perpetuaron en las publicaciones históricas menos “críticas”. Lindo en su texto va más allá en la construcción del personaje, entrando en una descripción psicológica del personaje y de la mentalidad acaso malévola que le llevaba a emprender la destrucción de los poblados y matanzas en los territorios conquistados:

“Después Pedro hizo ensartar en las picas a los ancianos, a las mujeres y a los niños, y sonrió sobre su obra.” (Lindo, 1996: 30)

Este comportamiento del personaje emula de manera cercana a la del personaje histórico:

“ (...) e como conoci de ellos tener mala voluntad al servicio de Su Magestad, y para el bien y sosiego de esta tierra, yo los quemé y mandé quemar la ciudad (...).” (Gutiérrez, 1988: 20)

El manejo del personaje realizado por Lindo, trasciende al icono conquistador como héroe lo presente de forma ambivalente, sin ser maniqueo, no es malo ni es bueno, esta característica le acerca a la calidad de “héroe medio” o incluso “antihéroe” en donde las características de la personalidad, así como sus acciones no son exaltadas, sino presentadas dentro de la cotidianidad de la vida (Spang, 1995: 52). Pulgarín señala:

“Los protagonistas de estas novelas representan al antihéroe, bien es el personaje desclasado pero triunfante de Onofre Bouvila; o en el Colón confundido, medio loco, medio poseído, medio iluminado; o en el Bolívar de a pie, alejado de las representaciones idealizadas de sus estatuas ecuestres de bronce (...) En todos esos casos se cambia la distancia épica por la distancia irónica como forma de acceso al pasado.” (Pulgarín, 1995: 207)

Esta sustitución de la distancia épica también la podemos ver en el personaje de Don Pablo de Alcántara, el cual, pasa de ser soldado, escribano y sacerdote al servicio de las fuerzas españolas, a vivir en una caverna acompañado por los animales y dedicado a la taumaturgia que aprendió de los indígenas.

La violencia manifestada por los conquistadores también es tratada por el novelista, así como la resistencia opuesta por los nativos. La dominación no se limita a la violencia física y a la coerción, sino que trasciende estos espacios para abarcar las manifestaciones culturales y simbólicas. La baja demográfica es prueba del abuso de los europeos (Cook y Bora, 1977), como también lo es la destrucción de templos, de cementerios y de costumbres, que tienen un peso fundamental en la vida cultural, la que en adelante se verá impregnada de los esquemas europeos. La actitud de los habitantes no siempre fue pasiva, a pesar de la inferioridad tecnológica, en algunos casos lograron infringirle sensibles bajas a las huestes conquistadoras, al atacar centros urbanos, como ocurrió en San Salvador (Browning, 1998: 81), este tipo de episodios de la historia salvadoreña son rescatados por Lindo en su texto, no obstante habría que discernir entre ficción y realidad. La brutalidad de la conquista de América, bien vale para ejercitar el genio literario, a la vez que es buen puerto para el oficio histórico, con esto me refiero a que un evento tan relevante, no debe ser sólo interpretado como figura literaria, sino como producto de la investigación histórica más reciente.

La novela definitivamente nos presenta un texto acerca de la conquista de El Salvador, la forma en que nos son presentados los acontecimientos evoca, la forma en que se narraban en el siglo XVI por medio de las “Crónicas de Indias”, un género híbrido entre la historia y la literatura, que fueron escritas por orden del Rey, para dejar testimonio de los acontecimientos, o como fabulación imaginativa sobre hechos, mezclándose la historia con el arte (Bravo, 1985: 8). En este sentido el texto al que nos enfrentamos parece reunir muchas de las características de este género narrativo, la posibilidad de unir historia con ficción en un producto que de cuenta de ambas. La reescritura es un recurso utilizado no sólo para asentar en la novela un estilo, sino para reescribir efectivamente la historia del país, el palimpsesto (Menton, 1993: 44; Aínsa, 1991: 27) adquiere una función política en la cual se corrigen los errores de las crónicas, al mismo tiempo que se corrigen los silencios que la historia oficial ha tenido. La obra en su totalidad nos es presentada de esta forma, los acontecimientos guardan una profunda referencialidad con la historiografía, sin detrimento de que elementos míticos se hagan presentes, ya sea para representar al mundo indígena, o para dar cuenta de la contemporaneidad de la injusticia, por medio de la metaficción.

El autor nos presenta intencionalmente el paralelismo entre “su historia” y la “historia”. Resulta ilustrativo de esta situación el personaje-escribano Pablo de Alcántara, quién se presenta así mismo en el inicio del texto:

“Mi Nombre es Pablo de Alcántara. Nací en 1484, como tantos otros conquistadores en Extremadura, en la leal y pobre ciudad de Mérida, y he sido leal y pobre como ella.” (Lindo, 1996: 14).

Don Pablo viene a América acompañando a Don Pedro de Alvarado, del que luego pasaría a ser escribano, en esta calidad de escribano Don Pablo relata buena parte de la vida y acontecimientos de Don Pedro de Alvarado. La primera historia de la conquista fue escrita por los Cronistas de Indias, los cuales en ocasiones participaban de las campañas militares emprendidas por los ejércitos conquistadores, a esta situación se enfrenta Don Pablo antes de tomar los hábitos. Uno de los cronistas más relevantes fue Bernal Díaz del Castillo, de este se sabe que se embarcó en Cuba rumbo a México, junto a Cortés y Alvarado, (Bravo, 1985: 63) al igual que nuestro escribano:

“Alvarado iba al mando del mismo navío que le transportara en aquella ocasión, el “San Sebastían”, ahora con 60 hombres entre los que se encontraban sus hermanos y el cronista soldado Bernal Díaz del Castillo, compañero asiduo, persona que debía de conocerle bien y autor de la “Historia de la Verdadera Conquista de la Nueva España.” (Gutiérrez, 1988: 20)

Antes que afirmar de forma tajante que Don Pablo de Alcántara es Díaz del Castillo, se puede tener al escribano como representación de los Cronistas de Indias, sus semejanzas con Díaz son claras, sin embargo no siguen estas a lo largo del libro, posteriormente, se ordena como sacerdote, y traba amistad sincera con Otzilén y su familia, acercándose más a una metáfora de la relación de Fray Bartolomé de las Casas con los indígenas del nuevo mundo, de los cuales se convirtió en su defensor, siendo resultado de esta defensa la consecución de Las Leyes Nuevas de 1542. Las Casas también llevó a cabo su labor de cronista, condensada en Brevísima Historia de la Destrucción de las Indias, de la misma forma nuestro escribano y Las Casas, aprueban en un inicio las instituciones españolas asentadas en el nuevo mundo, posteriormente se verificaría en ellos el rompimiento y denuncia de los abusos cometidos por la institucionalidad.

Así queda demostrado que la labor llevada a cabo por el novelista, parte tanto de las crónicas como de la historia, para construir un texto nuevo que vaya más allá, que supere las limitaciones de ambas; en el caso de los textos del siglo XVI, su obvia miopía y parcialidad, en el caso de la historia la labor es doble, superar una historia en parte mediocre, realizada con cortapisas ideológicas, y por otra parte estrictamente académica, que no le permite al historiador “rellenar” los vacíos de sus hipótesis con poesía.

Dos tiempos que se acercan

Es un elemento relevante en la novela de Lindo la superposición o yuxtaposición de dos planos narrativos. Estos planos narrativos dialogan entre si, dándole al texto coherencia y unidad, en la medida que se alejan y se acercan. Esta característica también ha sido evocada en relación con la novela histórica antiilusionista en donde

“ (...) el bloque de la historia tradicional se convierte en ensamblaje de historias mas o menos independientes en los que se destaca la discontinuidad y la heterogeneidad, sin embargo no abandonando de todo el impulso totalizador.” (Spang, 1995: 95)

Esta aclaración realizada por Spang ayuda a interpretar la novela de Lindo. Dentro de los dos planos narrativos, el primero es el que se refiere a la historia de la conquista, representada esta desde que zarpa don Pablo de Alcántara con Pedro de Alvarado a acompañar a Hernán Cortés en su empresa, esta historia está principalmente narrada por don Pablo, siendo él el hilo conductor de la misma, cuando su vida es contada por su monaguillo, que posteriormente se convertiría en deán en la Catedral de Guatemala. Es principalmente esta narración la que corresponde a la historia española, más o menos sabida, discutida y recordada. El otro plano narrativo que se presenta es el de la historia indígena, historia desconocida, mágica, fantástica, que recoge las tradiciones de los indígenas, sus concepciones del tiempo y de la vida, así como una interpretación de la llegada de los españoles.

La plurivocidad y el dialogismo presentes entre ambos planos, nos dan la posibilidad de conocer más de una visión de los hechos, de los personajes; por su parte la diversidad de discursos, tanto en su fondo como en su forma, nos acercan a una realidad compleja que es interpretada de distinta forma por los personajes (Menton, 1991: 44-45), a una realidad histórica que merece sea entendida desde otros puntos de vista. La heteroglosia, es decir la diversidad de textos sociales presentes, sumada a la perspectiva del autor, parecen fundamentarse en el principio de la imposibilidad de poder acceder a una sola verdad histórica (Aínsa, 1991: 24-25). En este sentido podría caerse en la posición de que todas las percepciones son válidas, y que la de la historia como institución académica es una más que pretende ser “la verdadera”, no obstante la historia no trata de dar cuenta de la verdad absoluta, trata por medio de un aparato teórico y metodológico, dar un relato lo más veraz posible, según las evidencias lo permitan.

Esta oposición y diálogo entre ambos planos tiene como objeto el recuperar la cultura indígena como protagonista de su historia. No simplemente receptáculo de los abusos propinados por parte de los españoles, mas importante aún recordar que hay un pasado anterior al arribo de europeos al continente, una lógica de la existencia independiente y autosuficiente de los modelos impuestos, en este sentido el escenario central es Azacualpa, y su lago con el príncipe Topiltzín, así como el señorío de Cuzcatlán.

La contraposición mas marcada entre ambas narraciones es el manejo del tiempo, el tiempo de los españoles es lineal, conquistas, asentamientos, rebeliones, todas acomodadas en una línea cronológica rota únicamente por los anacronismos y metaficción introducidos por el autor, tales como:

“Dentro de algunas horas, habrán transcurrido quinientos años. Estoy aquí, de pie, contemplando el Océano como entonces. (...) para cumplir mi sueño, debí volverme experto en ratonescos trámites de las cortes, mucho mas fatigosos que atravesar el océano.” (Lindo, 1996: 130)

Esta metaficción cumple el cometido de informar al lector de que lo narrado, se relaciona con lo inmediato, con lo presente, otra función de la novela que parece le interesa al autor utilizar. El otro juego con el tiempo que se hace dentro del “tiempo español” es también el realizado por el autor en la medida que se trata de regresos y avanzadas, siempre sobre la misma línea de tiempo, es el caso de muchas de las narraciones del Deán, que desde un presente se va al pasado para luego regresar, sin embargo la estructura misma del tiempo no se altera, se desordena, a diferencia del tiempo indígena que responde a una lógica completamente distinta.

El tiempo indígena es principalmente circular, esto está representado en las piedras de la isla de Otzilén que están dispuestas de forma circular y en ellas están representadas las características de los tiempos que vienen y van, otra idea de esta longevidad del tiempo se da en lo referente a la ciudad sumergida de Topiltzín, bajo el lago Güixat (de Azacualpa) dice sobre el hundimiento del príncipe:

“Al cabo de mil lunas (unos decían mil, otros cien mil) entró al lago, por voluntad propia, apoyándose en su nudoso cayado, tras haberse despedido una a una de sus mujeres, y de sus hijos, nietos, biznietos y tataranietos” (Lindo, 1996: 111)

De la misma forma Otzilén nos da una idea de continuidad cuando se representan cosas como:

“Otzilén, hijo de Otzilén, padre de Otzilén, brujo como su padre, y como lo esperaba fuera un día su hijo.” (Lindo, 1996: 110)

Se oponen entre ambos tiempos la prisa y la paciencia, la prisa de los españoles en su carrera conquistadora, la paciencia de los indígenas en su armonía con la naturaleza.

Ayuda a entender estas relaciones complejas el estudio del cronotopo o los cronotopos presentes en la novela, la relación entre el tiempo y el espacio son fundamentales para el problema que nos ocupa. Battisti señala la relación presente entre ambos, una visión del espacio coincide con una visión del tiempo, la distancia entre dos lugares está determinada por el tiempo que transcurra en el desplazamiento de uno a otro (Battisti, 1995: 59), según Bajtin: “

“El tiempo se condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico; y el espacio, a su vez se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia. Los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y medido a través del tiempo.” (Bajtin, 1989: 238)

Me interesa para interpretar la novela de Lindo, destacar que no existe un solo cronotopo en la novela, sino varios, como señale páginas arriba, existe un diálogo entre lo indígena y lo español, cada uno de estos grupos tiene su propia relación tiempo-espacio, a la vez que el contacto entr estos representa una nueva relación, todos estos coexisten al interior de la novela, se superponen, se combinan, y le dan un sentido particular, máxime si tomamos en cuenta el cronotopo del autor, el del autor con su obra, y el del autor-obra con el lector. (Bajtin, 1989: 404-405)

El tiempo indígena, presenta una relación mucho más estrecha con el entorno natural, además de tener un sentido profundamente místico del tiempo. El tiempo tiene un principio y un fin, en el caso del tiempo humano, el final es la muerte, para los habitantes del señorío de Cuzcatlán, representados por Otzilén y su familia, la muerte no necesariamente significa el final, puesto que la vida no es entendida dentro de estos parámetros, las generaciones que se suceden habrán de terminar lo que empiezan las anteriores, y de esa forma no hay finales definitivos. Profundamente distinto es el tiempo español, más desligado de la inmediatez de las labores del campo y la naturaleza, producto del impacto del mercantilismo y la agitada vida económica europea, en comparación con las transacciones comerciales indígenas. Empieza a prefigurarse en el Viejo Continente la lógica capitalista, con su uso productivo del espacio y del tiempo, lejos de la lógica mágico-religiosa que impera en el señorío cuzcatleco. Según Bajtin el tiempo adquiere su sentido en relación a la explotación colectiva que hacen los hombres de la naturaleza (Bajtin, 1989: 358), es aquí adonde españoles e indígenas se alejan. La distancia geográfica entre ambos continentes se traduce en una distancia simbólica, en el momento del encuentro.

El cronotopo o los cronotopos presentes en la novela responden a lo que señala Pons, en donde la relación espacio-temporal es concreta y no abstracta, es histórica y real, responde a un antes y un después (Pons, 1996: 61), esto por insertarse en el tiempo de la conquista, en donde los acontecimientos suceden de cierta forma y en cierto orden, podríamos decir que los personajes están fuertemente arraigados en cuanto al espacio y al tiempo, tanto los españoles como los indígenas, sus acciones no podrían desarrollarse ni en un espacio diferente, ni en un tiempo diferente (Bajtin, 1989: 253-254); no obstante el autor al incorporar otro tiempo podría trastocar este sentido, al respecto Pons señala que una cosa es la estructuración de la novela en donde se evoca el tiempo histórico y otra cosa muy distinta son los tiempos que evoque el autor al interior de la novela, uno de estos lo constituye el tiempo mítico (Pons, 1996: 61), que es precisamente el tiempo indígena en donde no se opera linealmente.

La llegada de Colón a América significa un rompimiento del tiempo indígena, puesto que diferentes espacios poseen diferentes tiempos, diferentes ritmos de vida, que se han unido a lo largo de la historia sobre todo por el entramado de redes comerciales que han unido diversos espacios, si se logra una unificación del espacio, habría de lograrse también una unificación del tiempo (Pons, 1996: 63-64). Siguiendo este planteamiento podemos decir que una apropiación del espacio conlleva una apropiación del tiempo que rige ese espacio, el tiempo le da significado al espacio, organizándolo de manera tal que resulte funcional al grupo humano que lo utiliza. En la novela de Lindo podemos encontrar que los tiempos, no se excluyen sino que conviven, esto puede interpretarse siguiendo a Battisti, como una imposibilidad por parte del Imperio Español de dominar la totalidad del territorio, así como la visión que de este poseen los nativos. Si la Corona no logra someter el territorio, menos logra borrar por completo la percepción indígena, incluyéndose la de su tiempo.

La ocupación del espacio es fundamental para darle sentido al tiempo, como se ha dicho, un espacio corresponde a un tiempo, la organización de ambos es interdependiente. Es por eso que la presencia de los españoles en territorio americano significa una ruptura en cuanto a tiempo y espacio para ambos, el ecúmene europeo se vio aumentado sensiblemente, las distancias variaron, la percepción del tiempo adquirió una nueva dimensión, el tiempo del viaje a América, el tiempo de la conquista, el tiempo de la administración colonial, las dificultades que conllevaba administrar un territorio tan grande se veían reflejadas en lo tardado de las comunicaciones; por su parte a los indígenas les tocó experimentar la destrucción de su propio cronotopo, e incorporarse lentamente a la lógica del naciente sistema mundial, en donde la mercantilización del espacio y del tiempo era fundamental, el tiempo de la siembra y el de la cosecha, cambiaron. La limitación a la movilidad física de los nativos, significa una nueva percepción del espacio, en donde las “dos repúblicas” que pretendían implantar los españoles, suponían una ocupación excluyente para los que fueran los dueños de la tierra y el tiempo, en América.

Ambos tiempos, o mas bien ambas historias se tocan en el momento de la llegada de los españoles:

“Había llegado Tonatiú, y muy grandes males se avecinaban. (...) porque nunca mas quemaríamos copal y resina de bálsamo, porque se aproximaba el fin de los días nuestros.” (Lindo, 1996: 104)

Este es el momento del encuentro de las culturas, el cual nos es presentado por Lindo desde las dos perspectivas, lo que le da un mayor realismo al mismo. Siguiendo el estudio que hace Bajtín del cronotopo, señala la importancia que tienen en la literatura los encuentros, ya sean fortuitos o intencionales, sin embargo, en la novela en cuestión, adquiere significativa relevancia, puesto que este encuentro ya sea directa o indirectamente es la razón de ser de la misma, es el nudo argumental. El autor lleva este encuentro más allá, en donde la opresión que significó para los indígenas la llegada de los españoles, sigue teniendo relevancia, dentro de las condiciones sociales en que se vive en América Latina, el encuentro se convierte en metáfora de injusticia.

Lindo, descompone el uso del tiempo en su novela en varios sentidos, la utilización de anacronismos y metaficciones logran romper la linealidad del tiempo, en el penúltimo capítulo de la primera parte el título dice: “Noche de Navidad del Escribano, en 1989”, más adelante relata que encontrándose en su casa ese día, pasó un mendigo que tocó su puerta y le entregó unas monedas, luego el escribano señala:

“Lo vi internarse en el bosquecillo cercano y lo oí gritar de felicidad. Comprendí que estaba muriendo, pero no me acerqué a socorrerlo. Vi que era Pedro de Alvarado, que cuatrocientos cuarenta y ocho años después salía de los infiernos (...) .” (Lindo, 1996: 104)

El tiempo y el pasado conviven de manera armoniosa y caótica, como la vida:

“ (...) la vida expresa mejor que ningún otro fenómeno físico la esencia de las leyes de la naturaleza. La vida es el reino de lo no linear. La vida es el reino de la autonomía. La vida es el reino de las estructuras múltiples.” (Battisti, 1995: 68).

Logra Battisti en este párrafo darnos la dimensión exacta de la complejidad del tiempo.

El responsable del texto

En algunas partes el narrador del texto es omnisciente, por ejemplo:

“Finalmente, Pablo de Alcántara, muchacho de Badajoz que un día compartiera las aventuras del soldado Alvarado, preguntó por el ilustre desaparecido.” (Lindo, 1996: 97)

Es importante también señalar el juego que se realiza con los títulos, debido a que estos títulos confunden al lector, en ocasiones el título dice “Habla Don Pablo”, y el personaje-narrador Pablo de Alcántara empieza con un monólogo, lo que nos hace creer que siempre hay un narrador omnisciente que conoce la historia y la “acomoda”. Don Pablo de Alcántara es participante en la trama que se desarrolla en la novela, a la vez que es narrador, los hechos le afectan de manera directa, de la misma manera le afectan los acontecimientos al Déan, quién pareciese dominar la mayor cantidad de información, la distancia de los narradores es bastante relativa y varía de uno a otro, lo que requiere varios niveles de lectura.

Tenemos pues dos narradores, pero la situación se complejiza con la introducción del autor, o mas bien con la introducción que de sí mismo hace, utilizando el recurso de la metaficción, en donde le cuenta un poco al lector como se ha realizado el proceso de escritura del texto, mas interesante aún, estas condiciones de producción no son necesariamente condiciones materiales de producción, el autor nos cuenta como fue inspirado en la concepción del mismo, acudiendo, a elementos presentes dentro del mundo narrado, en el prólogo nos dice:

“Abrete, libro de los tiempos viejos. Ábrete, Sesamo. Despliega la hojarasca de tus encarrujados pergaminos, donde quedaron asentadas las voces de los tiempos. Mira que la hora es propicia. (...) Una voz de eternidad dijo entonces: “Asentá, escribano”, y yo escribí la historia de los hombres y mujeres que vivieron y ya no están, el coro de las lamentaciones del pasado, y la voz de los ángeles que la hierba, el lirio y la hoja de lechuga sitúan sobre la vasta superficie de la tierra.” (Lindo, 1996:11)

Y en el primer capítulo llamado “Los Brujos” dice:

“Hemos venido desde lejos para decirte las cosas que debemos decirte. Asentá, escribano. (...) Fuimos sacerdotes, fuimos brujos del Petén, de Copán, del Tazumal, fuimos escrutadores de estrellas. Asentá, escribano .(...) Tu país se desangra. Háblanos de la guerra para que las gentes sepan que es malo matar. Hablarás de una guerra del pasado, que a cualquiera otra es igual. Señala al impío que se alejó para el impío que viene se reconozca en su monstruoso y verdadero espejo.” (Lindo, 1996: 13-14).

De esta forma el autor se resta importancia o responsabilidad acerca del texto que le es dado escribir, este es inspirado por “Los Brujos” quiénes pueden ser los que aparecen en el transcurso de la novela, dentro de la cosmovisión indígena del mundo. Los tres magos con el nombre de Otzilén abuelo, hijo, nieto, gracias a la “magia” que les es dada, por la cual pueden desempeñarse como brujos, tienen el poder (o pudieron) tener el poder de aparecerse en el siglo XX a un escritor y dictar sin dificultad asentá. Es interesante la utilización del arqueologismo “escribano”, utilizado en los años en que se desarrollan los acontecimientos de la conquista y colonización de América, así mismo lanza un puente entre el escritor que escribe hoy y el que escribió en la época, que en parte es Don Pablo de Alcántara, puente que termina de tenderse en la última parte citada del texto en donde se hace referencia a la situación salvadoreña, atacando al secular “impío” que sigue presente en la historia reciente Salvadoreña, ya sea personaje político, elemento extranjero, etc...

¿A qué tipo de narrador nos enfrenta el texto, a cuántos, quién es el autor?. La mezcla de todas estas funciones es sin duda intencional al interior del texto, al punto de llegar a decir que algunas partes de la novela son escritas por “la mano de palo” elemento que forma parte de la ficción narrada, es importante tener claro el juego de metaficciones en donde el proceso de escritura está íntimamente relacionado con los hechos que se escriben.

Conclusión

La “institución de lo real” como llama De Certeau al “material” con que trabajan los historiadores, así como el producto de las investigaciones de estos, forma parte de la novela de Lindo, sin embargo al autor no le interesa que la institución de la calidad de real. Le preocupa más crear un relato verosímil de la conquista de El Salvador, un retrato más acabado y más cercano de Pedro de Alvarado. El sentimiento de estar escribiendo una crónica de la conquista parece invadir al autor de Tierra, ya sea Lindo, Pablo de Alcántara o la mismísima mano de palo, que realiza un viaje secular para ayudar en la inspirada obra.

El texto es un enorme palimpsesto de una crónica de indias escrita por Bernal Díaz del Castillo o por Fray Bartolomé de las Casas, que cumple incluso con los cánones de consignar lo visto, lo oído, lo vivido, pero, y es aquí en donde el trabajo de Lindo adquiere singular importancia, incorpora los elementos no históricos de la historia, lo mágico, lo mítico. Esos aspectos que se encarnan en la vida cotidiana más que en los documentos, en donde el historiador responsable debe pisar con muchísimo cuidado. La exploración de estos elementos hacen que Lindo nos lleve más allá de la arqueología y la historia, y nos presenta a los indígenas en su entorno, en su espacio y su tiempo, tal como vivieron, o como pudieron haber vivido, es ahí donde el aporte trasciende lo académico y sólo cabe en lo artístico, sin perjuicio de ninguno de los campos. Ese acercamiento hacia estos elementos es lo que “De Certeau” llama heterología (De Certau, 1986: cap. 15), un estudio de las voces minimizadas, ocultadas y silenciadas por la institución de lo real. Labor que según el mismo autor los historiadores no están tan dispuestos a llevar a cabo.

La reescritura, de las Crónicas de Indias, también es una tarea a la que se han abocado generaciones de historiadores, en este sentido,el proceso de escritura del historiador se asemeja a la del novelista, partir de la fuente primaria y sacar de estas la información que le interesa. La diferencia es que el historiador tratará de encontrar lo verificable, mientras Lindo, guiado por el rigor artístico, pretende construir un texto de historia de cómo las cosas pudieron haber sido, sin temor de que esto no sea cierto. El aporte de la creación literaria en este sentido radica en la instrumentalización del pasado con arreglo a principios como la justicia y la equidad, en donde se le da cabida al mundo indígena, inaccesible muchas veces al académico por la falta de fuentes, ese escollo que sólo la literatura puede salvar.

Para Bajtin, el hombre es cronotópico, es decir sus relaciones se desempeñan necesariamente en coordenadas de tiempo-espacio, sin embargo nos señala la distancia, existente, entre el cronotopo real y el artístico, en donde el segundo es creado por alguien con intención específica, más interesante es aún el llamado que hace acerca de que todo cronotopo creado, no puede ser real, puesto que es creado y esto significa que es tan sólo una representación de una parte de la realidad, las relaciones espaciales en que nos desenvolvemos, son mucho más complejas de las que podemos crear. (Bajtin, 1989: 238, 404-407) Esto nos hace reflexionar y asumir, que efectivamente la visión que de el historiador de la realidad, será una parcialidad de la misma, sin embargo y en defensa del oficio, esta parcela de la realidad intentará ser lo más veraz posible, valiéndose de los instrumentos de validación a su alcance.

La historia, por la sola definición de su campo de estudio, se niega la posibilidad de aprehender dentro de la disciplina, muchísimos de los aspectos que nos caracterizan como humanos, las emociones, lo imaginado, lo mágico, sólo descubre al historiador su capa más superficial, mientras que es materia del novelista, explicar la condición humana en su conjunto.

© Carlos Fallas Santamaría


Notas

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vuelve * Agradezco profundamente la guía del profesor Werner Mackenbach en la redacción del presente artículo.


Bibliografía

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