Jorge Boccanera
Sombras nada más: la historia de América Latina no está
contada
Entrevista a Sergio Ramírez a propósito de su última
novela
Autor argentino
boccanera@lol.com.ar
Novela de intrigas, crónica de guerra, historia de traiciones,
melodrama, novela de destinos cruzados, el tema de Sombras nada más,
la última novela del nicaragüense Sergio Ramírez, publicada
por Alfaguara, es el poder. Para el autor lo dijo ya en varias entrevistas
toda la literatura gira alrededor de estos ejes: el amor, la muerte, la locura
y el poder. Y Sombras nada más, un paisaje de Fuenteovejuna animado
con música de marimba y fuego de metralla, está enmarcada en un
parpadeo de la historia en la Nicaragua de 1979, momento que Ramírez
reconstruye con versiones distintas, perspectivas diversas de los personajes.
Ramírez es autor de una extensa obra ensayística y narrativa y
entre sus títulos sobresalen las novelas Castigo divino y Margarita,
está linda la mar, premio Internacional Alfaguara.
¿Por qué ha caracterizado a Sombras nada
más como una novela sobre el poder?
Esta es una novela sobre las sombras del poder, que cubren a mi personaje, Alirio
Martinica, aún en el momento en que se enfrenta a su destino irremediable.
Ha vivido entre las sombras sucias del poder sustentado por Somoza y su amante
la pérfida Mesalina, y es la cuenta que los guerrilleros van a cobrarle,
aunque ya se hubiera apartado de ese poder. Siempre me ha fascinado la manera
en que el poder afecta las vidas de la gente, las de quienes lo ejercen, y las
de quienes caen bajo su peso, quiéranlo o no. El poder, el amor, la locura
y la muerte, son los temas eternos de la literatura.
No es la primera vez que recurre al tango para titular
uno de sus libros. ¿Es tanguero?
La música que vuelve a mi memoria me dice tanto como los párrafos
de los libros que nunca se olvidan. Fuerza canejo, es una frase que siempre
entretengo en la cabeza, ese tango lo cantaba un carpintero de mi pueblo, al
punto que se quedó con el apodo Caneja. Sombras nada
más, nunca lo conocí como tango, sino como bolero, cantado
primero por Felipe Pirella, y después por Javier Solìs. En Medellìn,
donde saben de tango más que en Buenos Aires, un periodista de radio
que me entrevistaba, me hizo la revelación, y puso al aire el disco con
el tango.
¿Qué autores argentinos ha frecuentado,
entre lecturas y amistades?
Mi primer encuentro con la literatura argentina moderna fue
con los cuentos de Cortázar, y luego con Rayuela. Conocí
a Julio y nuestra amistad dio para un libro entero mío sobre él, Estás en Nicaragua, publicado después de su muerte. Es
curioso, primero leí a Cortázar, y luego a Borges. Después
me fascinó esa aproximación provinciana de Manuel Puig, y los
pequeños infiernos, también provincianos, de Osvaldo Soriano.
Los conocí a ambos, a Puig en Francfurt, en una feria del libro, y me
encantó su humor siempre despierto, y a Osvaldo cuando vino a Nicaragua
como jurado de un concurso de novela. Me dolió mucho enterarme de su
muerte sólo meses después, cuando me pidieron de una publicación
argentina que escribiera algo sobre nuestra amistad, para un número homenaje.
Por supuesto, está también mi amistad con Luisa Valenzuela, y
la admiración que tengo por César Aira, Mempo Gardinelli, y Silvia
Iparaguirre, entre tantos estupendos escritores argentinos.
Un personaje de Sombras... antes
de pasar a la clandestinidad experimenta para inventar un jabón blanco
bola. Esto me recordó a Roberto Arlt y sus siete locos; el delirio y
la invención del brazo de un proceso revolucionario.
Debe ser, con todo lo que admiro a Arlt. El empecinamiento de Ignacio Corral
en dejar protegido a su padre, dueño de la fábrica de jabón,
con ese invento que habrá de rendirle frutos, según sus cuentas
ilusas, es el mismo empecinamiento con que se ha pasado a dormir al suelo para
ponerse en la misma situación de los pobres que no tienen cama.
Sus textos dejan una marca de intertextualidad, dando
la sensación de que el autor más que escribir, interviene organizando
una especie de collage.
Sì, lo que yo quiero crear es una ilusión de realidad absoluta,
hacer que el lector crea, mientras penetra en la lectura, que está frente
a un libro testimonial, que describe un caso real, aunque lo que tienen entre
las manos es una novela.
Acerca del tema de la verdad, una nota de Josefa Salmón
sostiene que su narrativa hace suyos y juega con los clichés de veracidad
que emplea la burguesía, tale como el discurso jurídico, religioso,
periodístico, científicos, etc. ¿Podría extenderse
sobre el punto?
Esos clichés de veracidad parten de un lenguaje, que es muchas veces
ritual. Trato de certificar la veracidad de lo que invento acudiendo a las parodias
de esos lenguajes sacramentales, que son parte de un mundo verbal que representa
el poder.
Otro crítico de su obra, Werner Mackenbach, sostiene
que usted. reconstruye la historia desde los márgenes de la historiografía
oficial, y que esa narrativa funciona a la vez, como una alegoría
de la imposibilidad definitiva de la construcción de una verdad histórica.
Me seduce esa interpretación. A lo mejor, si no se puede cambiar el mundo
real, ni siquiera con una revolución como aquella en que yo participé,
acudo a la ambición de reconstruir el mundo, o al menos reproducirlo,
a través del lenguaje, y de la invención que emana de la realidad.
¿Hasta dónde es posible ficcionalizar
la Historia?
-La historia de América Latina no está contada, y cuando la cuentan
los historiadores, se olvida pronto, o se conoce poco de esa historia. Los novelistas
tienen más poder de inventar, o reinventar una historia que atrae por
sus mismos rasgos novelescos, y reponer el pasado con la invención, o
la reinvención. De todas maneras, la llamada objetividad no existe ni
siquiera en los libros de historia, que también inventan, o reinventan,
y que suelen ser más áridos y menos atractivos, por consecuencia.
En su novela, usted es a la vez autor y personaje, dado
su papel en la dirigencia del gobierno sandinista. Usted ha dicho que fue un
privilegio estar en las entrañas del poder , conocerlo y poder escribir
sobre él. ¿Le costó tomar distancia de los hechos para
poder narrarla en una clave de ficción?
Hice todo lo posible por no involucrarme, y lo peor que pudo
ocurrir, no involucrarme contra Alirio Martincia por ser quien es. De modo que
me acerqué lo más posible a él a la hora de narrar, y llegué
a veces a meterme dentro de su propia cabeza. Siempre recordé, mientras
escribía, que se trataba de un personaje desvalido.
Un jefe guerrillero habla en su novela de los ciegos
por hambre y de una revolución sin venganza pero con justicia. ¿Es
posible leer en Sombras..., un entrelineado con comentarios
sobre la revolución sandinista que, completan su libro de memorias Adiós
muchachos?
Se trata de opiniones en boca de los personajes, no propiamente mías.
Los guerrilleros que juzgan a Alirio Martinica hablan con ingenuidad a veces,
y otras, con arrogancia ideológica; otras, con cinismo, y otras con pureza
de ideales. Están entrando apenas en el poder, y son jóvenes.
En esa forma improvisada, irreflexible, noble y a veces brutal de acercarse
al poder, están muchas de las claves de aquellos primeros días
que yo también viví.
El juicio popular a un personero de la dictadura somocista
y su fusilamiento en medio de una revuelta desmadejada, a ratos caótica,
¿plantea en e libro luna responsabilidad compartida entre dirigentes
revolucionarios y pueblo?
El momento que describe mi novela pertenece a esa penumbra creada antes de que
los sandinistas conquisten el poder, y antes de que el poder de Somoza se disuelva.
En este momento, quienes pelean en las columnas guerrilleras no pueden contradecir
los sentimientos vindicativos de la gente que ha sido víctima de abusos
y crímenes, y quiere una retribución. Eso, en sí, es ya
un vicio in vitro del poder.
¿Qué papel ha jugado la poesía
nicaragúense en su narrativa?
Mucha, en la medida en que esa poesía me enseñó la modernidad
desde mi adolescencia, Darío, Salomón de la Selva, Coronel Urtecho,
Cuadra, Cardenal, Martínez Rivas.
Su novela es muy visual, a ratos remite al cine con
indicaciones de guión, movimientos de cámara, paneos, diálogos
superpuestos. ¿Está pensada esta posibilidad de llevarla a la
pantalla?
Me encantaría esa posibilidad. Y lo que hay de cine
en esa novela, viene de que yo aprendí a ver para narrar desde muy niño,
porque mi tío Ángel Mercado, dueño del único cine
de mi pueblito, me consintió en la caseta de proyección desde
los diez años, y luego, me nombró a los doce años proyeccionistas
titular, cuando se peleó con el titular, por borracho. Aquel fue desde
entonces mi paraíso, y mi escuela, como en Cinema Paradiso.
¿Ha dejado definitivamente la política?
¿Qué está escribiendo ahora?
Para siempre. Soy feliz en mi oficio de escritor de tiempo completo. Por el
momento estoy decidiendo qué voy a escribir. Quisiera escribir una gran
historia de amor, por ejemplo.
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