Franz Galich
Tanda de sueños, visiones
y ficciones
Universidad Politécnica (UPOLI), Nicaragua
fgalich@yahoo.es
*Bibliografía
¿Quién inventó a quién:
Miguel Angel Asturias al indio
o los indios a Miguel Angel Asturias?
(Rolando Medina)
La pregunta conlleva una gran dosis de cuestionamiento y de
duda. ¿Existe realmente el indio guatemalteco? Sea cual sea la respuesta
tendríamos que preguntarnos entonces, si existe el guatemalteco.
Luis Cardoza y Aragón en un vasto aforismo no famoso interrogaba sobre
"¿Qué es ser guatemalteco? Por supuesto que su respuesta
es poética, por ello insólita, por lo tanto verdadera: "Pienso
en el devenir siquiera medio siglo adelante. Los Quichés, Cakchiqueles
y Kekchís ¿Se replegarán a un mundo sobrepasado? ¿Porqué
no abrirían sus culturas a un mundo nuevo y propio? Propendo a suponer
que para su supervivencia no es demasiado tarde, no obstante la devastación
de medio milenio." (Cardoza y Aragón, 1980)
Esta reflexión con la que inicia su largo y poco conocido aforismo presupone,
de manera inmediata, la existencia del indio guatemalteco pero también
nos hace una afirmación terrible: Antes y ahora el indio guatemalteco
ha sido negado sistemáticamente: "Por qué negar el azul inmoral
al indio en la mudez de su hazaña de aún vivir". Para continuar
asevera que "el indio guatemalteco es prueba equívoca de la resistencia
humana", y que "es la materia prima riquísima y renovable más
explotado del mundo". Porque "ser guatemalteco no es azar ni es gratuito.
Esta primera etapa del juicio final con denuedo se conquista. Se comienza a
serlo generalmente después de muerto. Antes de nacer logre serlo. Con
la misión de ser felices nacimos guatemaltecos. ¿Cómo cumpliría
si el pueblo no lo es?" (ibid.)
Aunque a lo largo de su extenso aforismo Cardoza desarrolla la idea de un ser
universal, única y verdadera forma de ser, resulta claro que esa universalidad
del ser guatemalteco descansa sobre el indio. Por lo tanto si alguien niega
al indio y a la vez este es el sustento de su pretendido ser, ambos no existirían,
lógicamente. Entonces debemos preguntarnos, ¿Quién es quien
tan sistemáticamente ha negado al indio, al grado de poner en peligro
su existencia?
Para responder hay que remitirse a la historia de Guatemala. Esta, al igual
que la de América (uso esta denominación por la fuerza de las
costumbres), estaba habitada por los "indios", vocablo que como todos
sabemos, deviene de la confusión que tuvo el Almirante de la Mar Océano.
Pero fueron enajenados de su mente y de su tierra y con ello de su personalidad.
En el caso del territorio hoy conocido como Guatemala, la historia es similar,
aunque con rasgos muy particulares en comparación a la del resto del
istmo. Por el grado de desarrollo material y espiritual a que habían
llegado los sorprendentes Mayas y que de alguna manera heredaron los grupos
Mayances, fueron objeto de una conquista que se desarrolló en forma dialéctica.
Si bien es cierto que hubo resistencia militar denodada, también es cierto
que hubo formas alternativas de asimilar y adaptarse al "choque sangriento".
Ese "amortiguador" permitió que los diferentes grupos étnicos
sobrevivieran pero también permitió que fueran penetrados espiritualmente
y en muchas ocasiones genéticamente. El resto, lo hizo el tiempo y el
capitalismo.
Por su lado, los invasores fueron derrotados, casi todos,
en sus aspiraciones materiales, pues la mayoría no hizo la fortuna que
en un principio se les prometió. Es más, ni el honor que en España
era pilar de su "identidad", les fue reconocido. De la cantidad de
expediciones que menciona Bernal Díaz del Castillo en su monumental obra,
muy pocos alcanzaron fortuna. Otros menos, disfrutaron del "honor"
y el reconocimiento. Es más, muchos murieron locos. El estudio de Francisco
Herrera Luque Los viajeros de Indias (1991), muestra muy bien el problema
al que me refiero. De los peninsulares locos y/o empobrecidos o enriquecidos,
nacieron los criollos y los mestizos. Entre todos ellos se inició una
lucha de clases que tuvo como ejes la disputa entre españoles peninsulares
e indios. El tesoro: la tierra. Entre estos dos grupos de poder quedaron los
que no eran ni una cosa ni otra, es decir, ni españoles ni indios. Los
criollos (hijos de peninsulares) se creían con todos los derechos sobre
la tierra porque "sus padres" la habían conquistado para la
cristianidad y España. Más abajo, los mestizos que alegaban mayor
derecho por ser descendientes de los conquistadores y ascendientes de los verdaderos
dueños de estas tierras. Por supuesto que el criollo adversaba a los
"nuevos peninsulares", generalmente funcionarios de la Corona quenada
habían tenido que ver en la Conquista. a la vez adversaban al mestizo.
Este, a su vez, adversaba a ambos. Y hacia abajo, en este edificio de disputa,
el indio, vencido y aherrojado, despreciado por todos y a la vez despreciador
de todos. Esta dinámica social de lucha por la riqueza en la que el criollo
y el mestizo tomaron la delantera hizo que al final de la Colonia en Guatemala,
ya hubieran 80.000 ladinos. Es decir que, pese a la oposición
de los dos estamentos mencionados y bastante diferenciados, ese nuevo ser, nebuloso
y escurridizo, llamado ladino, fuera en aumento hasta llegar a convertirse,
por obra y gracia de los grupos mencionados, en una capa lo suficientemente
poderosa y amplia capaz de neutralizar, y eventualmente confrontar al indio.
Dice Severo Martínez Peláez en La Patria
del Criollo : "A fines del siglo XVIII todavía privaba la política
de considerar a los ladinos como intrusos en los pueblos, ofreciéndoles
solamente la posibilidad de una existencia sin alicientes económicos.
Para lograrlo se conservó, hasta el final del la Colonia, la prohibición
de comprarle tierra y otros bienes raíces a los indios, así como
el condicionante desalentador de que la tierra realenga no le pertenecía
a quien la trabajaba, aunque la hubiese desbrozado, y podía ser reclamada
en cualquier momento." (Martínez Peláez, 1970: 390)
Y más adelante continúa Severo Martínez: "En los pueblos
fueron apareciendo y proliferando, pese a todo, los agricultores ladinos, pequeños
y medianos. El proceso de su consolidación fue largo y complejo. La documentación
colonial presenta lateralmente, a cada paso, indicios y datos aislados: por
ejemplo, el gran conflicto de 1663 acerca de los repartimientos fue suscitado
por cierta queja de unos indios de Aguachapán (San Salvador) que se quejaban
de que en el contorno del pueblo habían aparecido cinco agricultores
nuevos exigiéndoles servicios de repartimiento." (ibid.: 405)
Ahora bien, aquí cabe una pregunta obligada: ¿Quiénes
son los ladinos? "El concepto de ladinización - por lo tanto el
de Ladino - es vago, confuso y casi no dice nada", asevera Severo Martínez
Peláez. En la bibliografía a la que pude tener acceso no se da
una definición clara y precisa del concepto ladino. Sin embargo, en una
expresión de Jean Loup-Herbert dice que "el indio es la medida exacta
de las limitaciones de ladino ". Y continúa Carlos Guzmán
Böckler: "al no sentirse alguien, el ladino crea al indio y
mantiene su imagen como la de un ser inferior. Típico proceso sustitutivo
de una carencia por otra, ya que habrá, en el mundo del ladino,
indios, en tanto el primero se siga considerando ladino; y seguirá
existiendo la ficción del ladino en tanto éste busque sus
propios perfiles en la siempre inalcanzable meta de los modelos extranjeros
o extranjerizantes. Así, atenaceado por esta doble contradicción,
su mundo le parecerá siempre estéril y la fugas de ese mundo,
aún las geniales - como las de Miguel Angel Asturias -, estarán
fatalmente matizadas de querer expresar lo que es de otros. (En este caso, lo
supuestamente mágico, mítico y esotérico del mundo Maya)
sin poder encontrar lo que es propio, si lo hay explícito, o explicarlo
a través de una toma de conciencia." (Guzmán Böckler/Herbert,
1970: 45)
Por su parte Octavio Paz cuando se refiere al mexicano, un
pueblo tan parecido al guatemalteco hace ver que "la falta de una cultura
tradicional propia determina la soledad": "La existencia de un sentimiento
de real o supuesta inferioridad frente al mundo podría explicar, parcialmente
al menos, la reserva con que el mexicano se presenta ante los demás y
la violencia inesperada con que las fuerzas reprimidas rompen esa máscara
impasible." (Paz, 1952: 18)
Guzmán-Böckler profundiza mucho más: "El
aislamiento del ladino está ligado a su rol de intermediario, ya que,
en tanto que tal, no puede - por definición - darse una identidad; es
decir, salir del papel de nadie para intentar jugar el de alguien. El
hecho de ser discriminado por el extranjero y de ser él discriminador
de 'indios' le obliga intentar acercarse al primero y alejarse de
los segundos; o sea, ser diferente de los demás. Por eso es que en la
vida cotidiana se siente obligado a subrayar lo que no es, en vez de afirmar
qué es.
De ahí que en todos los campos sea más fácil encontrar
ladinos que están en contra de alguien o de algo y sea difícil
dar con alguno o algunos que asuman posiciones que impliquen una toma de conciencia
frente a sí mismo y a los demás.
En otras palabras, el rol de intermediario opera una despersonalización
constante que impele a buscar una compensación, la cual se suele encontrar
en la entrega al extranjero. Este último pasa a tener las características
de un modelo cuyos rasgos más visibles son imitados después de
haberlos sometidos a una serie de interpretaciones. En el caso del ladino el
modelo es el metropolitano, a quien no sólo se le considera más
avanzado ('desarrollado' es el eufemismo de moda) sino, incluso
físicamente, pasa a ocupar el lugar más alto en una jerarquía
que, sirviéndose del racismo, coloca al 'indio' en el escalón
más bajo. Se trata pues, de una escala cromática en la que se
intercalarán multitud de pequeños rasgos que ayuden a establecer
diferencias y, por ende, aproximaciones o distanciamientos con respecto a las
dos figuras polares: el blanco y el de piel oscura.
A estas características 'básicas' se agrega - en Guatemala
- la textura del cabello y su color, el grado de pilosidad, la forma y el color
de los ojos, las características faciales, la estatura, etc. La catalogación
de las personas se lleva a cabo en función de su parecido al modelo blanco
o al antimodelo 'indio' (y los otros antimodelos: el negro, en primer
lugar, y luego los restantes individuos cuya piel no es blanca." (Guzmán
Böckler, 1975: 229s.)
Por su lado, Arturo Arias, basándose en y criticando
a Richard Newold Adams, el antropólogo estadounidense, establece que
la ladinización como ideología, esta presente en la literatura
(en este caso en la novela de Mario Monteforte Toledo, Entre la espada y
la cruz ). Para Adams el ladino es también alguien que no es, pero
a diferencia de los teóricos citados, para el norteamericano ese no ser
alguien es el indio ya que "el adamcismo supone que el indio está
fuera del orden social por el hecho mismo de ser indio, lo cual genera la necesidad
de su integración. Pero al mismo tiempo el indio se encuentra dentro
del orden social como trabajador asalariado. Los indios son pues negados como
individuos pero aceptados como proveedores de fuerza de trabajo. Parte del principio
según el cual el indio está al margen de la sociedad culturalmente
pero inmerso en ella económicamente." (Arias, 1979: 179)
Elizabeth Burgos Debray en la extensa entrevista con Rigoberta
Menchú publicada como Me llamo Rigoberta Menchú, Premio
Casa de las Américas 1983, dice que ladino es: "Actualmente,
aquel guatemalteco que - cualquiera que sea su posición económica
- rechaza individualmente o por herencia cultural los valores indígenas
de origen Maya. El término ladino también implica mestizaje."
(Burgos Debray, 1983: 66)
Y Rigoberta Menchú dice, refiriéndose a los caporales (mandadores
en las fincas): "Muchos son ladinos del Oriente, pero también muchos
son indígenas del mismo altiplano. Mi papá los llamaba indígenas
ladinizados. Cuando nosotros decimos ladinizados es que tienen ya la actitud
del ladino y del ladino malo porque después nos dimos cuenta que no todos
los ladinos son malos. Ladino malo que sabe cómo robar al pueblo. O sea
una imagen pequeña del terrateniente. (ibid.: 67)
Y finalmente, para terminar este largo pero necesario fundamento
teorético, Batres Sáuregui, en Vicios del lenguaje y provincionalismo
de Guatemala, afirma que: "La palabra (...) [ladino] significaba en
castellano antiguo 'el romance o lengua nueva', y de ahí
vino que se llamaba ladinos, en buen español, los que hablaban alguna
o algunas lenguas, además de la propia, lo cual motivó que a los
indios que hablaban ladino (o como ellos dicen castilla ) les llamaran ladinos. Hoy se ha extendido la significación de tal nombre a
todos los de estos países que no son indios, o que a pesar de serlo,
no conservan su primitivo idioma y sus costumbres." (Batres Sáuregui,
citado en Tax, 1959: 103 s.)
Como podemos observar, todas las opiniones relativas al ladino tienen como base la idea de la carencia de identidad, del no saber quien se
es ni asumir el problema en base a un proceso de adquisición de conciencia
para desalienarse. Después hay diferentes matices de orden económico,
racial y cultural pero todos con un claro propósito: negar al indio.
De manera que el indio funciona como negación y en un sistema de estricta
lógica, al negar la antítesis se niega la tesis, a no ser que
se llegue a la síntesis, que es lo que no se ha hecho todavía
en Guatemala. De manera que si el indio no existe (según los teóricos
más conservadores del ladinismo, tampoco existiría el ladino.
Y si no existe el ladino tampoco el guatemalteco. Entonces, ¿qué
camino tomar?
Luis Cardoza y Aragón es quien da la pauta: "No importa qué
organización se den los indígenas no escaparán al mercado
económico mundial; no podrán librarse del presente y, dentro de
tales condiciones, encontrarán sus propios caminos para no seguir empobreciéndose."
(Cardoza y Aragón, 1991: 131) Y más adelante: "Los indios
quieren seguir siendo indios, y para seguirlo siendo tienen que sobrevivir;
la supervivencia se encuentra ligada a su prosperidad cultural que debe ser
imponente, igualmente ha sido su resistencia a lo largo de siglos. Ellos quieren
ser lo que son y para alcanzarlo han de situarse a la altura de nuestros días.
De hecho, están siendo lo que son al avanzar en su justísimo rescate."
(ibid.: 232)
Es pues esto lo que está haciendo el indio "su justísimo
rescate" y dentro de ello, está haciendo su literatura. Mejor dicho,
la está escribiendo, porque siempre la ha tenido, unas veces escrita,
otras veces oral, que es por lo general, las formas que tienen de conservarlas
los pueblos vencidos o en proceso de formación, o liberación -
otras.
Dice Celso A. Lara Figueroa, refiriéndose a los relatos
de evidente origen occidental en Guatemala: "pero que se han convertido
en patrimonio auténtico de los grupos socioculturales que los consignan
a través de su oralidad... La cultura popular guatemalteca actual, y
por ende su literatura de carácter tradicional, es un producto histórico
incorporado que la hace vigente, convirtiendo sus fuentes de origen en el sustrato
fundamental que la articula." (Lara Figueroa, s.f.: 37s.)
De manera que aunque se haya negado sistemáticamente
al indio guatemalteco, éste ha sabido sobrevivir en muchas de sus formas
auténticas de vida. Pero a fuerza de mimetizarse y metamorfoseárse,
muchas veces ha olvidado el inicio: una larva depositada por una bella mariposa.
Es así como en ese bregar de más de 500 años, el indio
ha sabido asimilar parte de la cultura occidental que le fuera útil en
el infierno de la explotación capitalista.
Pero así como se "nutrió" de los cuentos
populares occidentales, también ha tenido abundantes y caudalosas fuentes
originales donde han abrevado. Mencionaré únicamente cuatro: El Popol Vuh que la Academia Maya de la Lengua, fundada por Don Adrián
Chávez, un indio Maya, hizo una nueva traducción del Libro
del Consejo, Libro Sagrado de los Mayas-Quichés (recientemente traducido
al francés); Los Anales de los Kakchiqueles o Memorial de Sololá;
El Memorial de Tecpán-Atitlán y El Rabinal Achí, la
única pieza dramática pre-colonial conservada íntegra.
Sin embargo lo mejor y más rico de la literatura indígena actual
resida en su literatura oral, en sus ritos, costumbres y artes populares. Por
su condición de dominados todas sus manifestaciones culturales quedaron
subordinadas a las culturas hegemónicas, como la visión occidental
y eurocentrista, responsables del proceso de ladinización en Guatemala.
Con la llegada del siglo XX las corrientes liberales notaron
la presencia del indio en el paisaje guatemalteco. Ya a finales del siglo XIX
José Milla se había fijado en un personaje: el indio que servía
en ciertas residencias de la capital. "Juan Chapín" se llamó
este personaje literaturizado pero a la vez blanco de la "benevolente"
burla de un ladino como Salomé Gil, seudónimo de José Milla
y Vidaurre.
En el siglo XIX se pone en boga el indianismo y a partir de
la novela Ave sin nido de la peruana Clorinda Matto de Turner (1859-1909),
el indigenismo. Este tiene muchos matices, altos y bajos. Pero es Hombres
de maíz, la novela que le da un decidido impulso renovador al indigenismo,
al grado que no ha sido siquiera intentada imitar. La crítica no ha podido
meterle el diente como la ha hecho con casi todas las novelas de la producción
latinoamericana. ¡Y claro! no ha podido porque es una novela de ficción
india con afán totalizador, como dice Cardoza y Aragón: "para
imaginar como indio quizás se requiera ser más indio que para
pensar como indio". Según el autor de El río, novelas
de caballerías, Hombres de maíz es una novela culta, difícil,
en ella el esfuerzo del lenguaje más nervioso es el más cuidado,
y ello mismo establece distancia. En la novela de Asturias hay un mestizaje
que defiende la obra, la vida de los indios, que la vuelve popular. (Cardoza
y Aragón, 1991: 119)
Aunque guardando alguna distancia, lo mismo podemos decir
de Monteforte Toledo, autor de la ya citada Entre la espada y la cruz (1948) y Llegaron del mar (1966), quien en su afán por penetrar
aquel mundo que parece nos está negado, se casó con una mujer
india con la que procreó una hija.
Sin embargo, pese a que oficialmente (?) se decretó la muerte del indigenismo
y la muerte del criollismo, la realidad ha vuelto a rebasar a los teóricos.
Sucede que en Guatemala, el 30 de mayo de 1978 el ejército cometió
una masacre en el pueblo de Panzós, una comunidad Kedchí, matando
a más de cien indios. Ese hecho, injustificable a todas las luces, nos
despertó del prolongado letargo en que había sumido la población
los duros castigos de 1954, 1960 y los años comprendidos entre 1962-1968,
años de auge revolucionario. Los indios pasaron, por primera vez en la
historia de muchos años, a ser los protagonistas de una macabra historia.
Pero la presencia ya estaba ahí. Habían llegado
para quedarse. Algunos años más tarde, después de aquellos
dolorosos sucesos y otros más funestos entre los años 1980 a 1994,
produjo, por lo menos tres novelas de las que yo tengo conocimiento, relacionadas
ellas con una pretendida introspección de una porción del mundo
indio: su lucha por liberarse y su dolor en tal tarea: El lugar de su quietud,
de Dante Liano, Caminos de Paxil, Jaguar en llamas, de Arturo Arias y Huracán corazón del cielo, del autor de este ensayo. En
ellas los autores se acercan, aunque no lo penetren en su totalidad, al mundo
del indio. Pero más que penetrar en su mundo, descubrimos el nuestro,
ya que "el problema del indio", hemos sido nosotros. Pero nosotros,
los que he citado, pertenecemos a la porción de los ladinos que se han
empeñado en la búsqueda de una identidad que tarde o temprano
deje de sentirse extraño, extranjero o intruso en su porción del
mundo donde habita. Somos los "ladinos buenos" a los que alude Rigoberta
Menchú.
Pero, el fenómeno no concluye con esos novelistas y
cuentistas ladinos que nos hemos empeñado en acercar nuestros mundos.
De manera figurativa podemos hablar de los intermedios, es decir de los mestizos,
de los "medio indios", como se les dice en algunas regiones a los
hijos de madre india con padre mestizo, ladino, criollo o cualquiera otra estratificación.
Tal es el caso de Luis de Lión, nacido en San Juan del Obispo, Sacatepéquez,
en 1939. Fue secuestrado en 1984. Forma parte de los 100.000 secuestrados-desaparecidos.
Escribió novela, cuento y poesía. Como obras póstumas se
han publicado Pájaro en mano (1985), cuentos; en 1986 se publicó
su novela El tiempo principia en Xibalbá, Los zopilotes (sin fecha),
permanecen inéditas otras obras: Su segunda muerte (cuentos), José ; Los Poemas míos y Cuentos y más
poemas.
Según Mario Roberto Morales, en un trabajo llamado La nueva novela guatemalteca y sus funciones de clase, dice de la novela
de Luis de Lión, El tiempo principia en Xibalbá, que es
"la única novela guatemalteca que aborda el problema de la relación
indianidad-ladinidad desde la perspectiva del indio - siendo autor indio. Escrito
entre 1970 y 1972 y publicada hasta 1985, por sus amigos, en ella Luis arranca
de la necesidad de brindar una visión que supere el mito y el rito que
están a la base de la Guatemala Asturiana, pero fundamentalmente lo motiva
la necesidad de brindarse esa versión a sí mismo: la escisión
del mundo guatemalteco encarnada en Luis de Lión, se expresa a través
de un universo narrativo desnudo, desprovisto de idealizaciones ladinas, que
devela los sufrimientos ideológicos de la ladinización por parte
del conglomerado indio de San Juan del Obispo, en el departamento de Sacatepequez,
a las faldas del Volcán de Agua. Para ello echa mano del habla conversacional
suya, ya contaminada de las hablas capitalinas, y por tanto, de sus visiones
del mundo. Luis de Lión rescata también la conciencia mágica
de su pueblo y el peso de las concepciones católicas sobre esa conciencia
animista y fundida con la naturaleza: la relación de estos elementos
produce personajes torturados ideológicamente, el el ámbito concreto
de la explotación y la opresión, de la sobrevivencia según
formas precapitalistas de producción y según formas mercantiles
y lumpenizadas de trabajo." (Morales, s.f.)
Sin embargo, es en este punto donde la contradicción llega al máximo,
pienso, pues si atendemos a las diferentes versiones o concepciones que se tienen
sobre el ser ladino, podemos concluir que Luis de Lión se había
ladinizado, pues el mismo Morales nos lo dice: "para ello hecha mano 'del
habla conversacional suya, ya contaminada de las hablas capitalinas'".
Con ello no pretendemos negar en ningún momento sus
fantasmas y "personajes torturados ideológicamente...". (ibid.)
Aunque también estamos claros de que la novela modernamente es, ante
todo, una "aventura lenguaje", tal el caso de Asturias en Hombres
de maíz, Mulata de tal y otras. Pero, ¡paradoja! a Asturias
se ha pretendido quitarle el mérito por no ser indio. Como esto ha sucedido
principalmente entre guatemaltecos, yo agregaría que "no hay peor
cuña que la del mismo palo". En la literatura no hay sino la bien
o mal escrita, verdadera o falsa, en relación a las emociones que expresa,
a su intencionalidad. Pero con todo y todo Luis de Lión es un caso que
yo me atrevería a calificar similar al de José María Arguedas,
quien vivió el conflicto de "chololización" y que al
no poderlo superar lo condujeron a su fatal decisión.
Sin embargo, no todo concluye aquí. Dentro de la dialéctica de
la ladinización - hecho que ya debemos dar por aceptado y empezar a moldearlo
de manera que nos haga converger a todos en los puntos comunes y positivos que
nos permitan ir construyendo una Guatemala justa, para todos -, el indio ha
ido avanzando hacia metas más concretas de su historia.
Es el caso de Luis Enrique Sam-Colop, nacido en el pueblo de Cantel, en el municipio
de Quetzaltenango en 1955, licenciado en Derecho por la Universidad Rafael Landivar,
catedrático de Lengua Quiché de la Universidad de San Carlos y
la Alianza Francesa. Realizó estudios de Post-grado en el Departamento
de Lingüística de la Universidad de Iowa.
Sam-Colop ha publicado hasta donde yo sé Versos
sin refugio (sin fecha) y La copa y la raíz (1979). Lo verdaderamente
importante y alentador es que Sam-Colop publica en Quiché y Español.
Entonces, es de suponer que ésta actitud supone un grado de conciencia
que además de la lucha por el derecho a su propia identidad (no olvidemos
que el proceso de ladinización opera en ambas direcciones: del indio
hacia el que no es y del que no es, de supuesta descendencia europea, pero que
tampoco quiere ser indio) pretenda llegar a su gente, probablemente alfabetizada
en su propia lengua.
Sin embargo todo ello no le exime del mismo conflicto que atormentó a
Luis de Lión, y a Miguel Angel Asturias en su posterior fase de conversión,
aunque imagino de una manera más racional. Lo infiero de su empeño
mostrado a lo largo de su preparación académica, estudiando primero
el sistema jurídico -instrumento de opresión- y después
preocupado por los métodos y medios de la enseñanza de las lenguas
indias y del español entre los indios.
"Quiché Achí Guerrero" que puede ser traducido como
el Varón Quiché Guerrero, "el que conducirá la guerra",
es un título más que sugerente. En este breve relato el héroe,
como lo llama el narrador re-vive la experiencia de las atrocidades cometidas
por el "látigo español" durante la conquista y muchos
siglos (cinco) después de la llegada europea. Pero no sólo se
trata de una actitud pasiva-contemplativa-resignada-lamentosa. Se trata de una
incitación a la lucha por sus derechos: "Si no te atreves no la
inicies..." le dice la voz ancestral. "Si te acobardas, morirás"
le dice más adelante. Y cuando "Quiché Achí se inclinó
para tomar la lanza", le habla el bosque (la voz ancestral de la naturaleza).
"El odio y el resentimiento se acumularon en un solo grito, que la noche
no dejó que escuchara porque estaba ya por despuntar el día del
Maíz." (Sam-Colop, 1989: 265-267)
Y por último, dentro de muchos otros ejemplos que habrán,
mencionaré el caso mucho más conocido de Rigoberta Menchú,
quien no necesita presentación. Sólo me quiero referir a ella
y su "obra" que por supuesto que está inconclusa: Me llamo
Rigoberta Menchú, es no sólo la historia de sufrimiento y
dolor de los indios sino también la historia de su lucha, que ha vuelto
a ser re-confirmada en Chiapas. "Espártaco no había leído
a Marx" - dice Cardoza y Aragón, Zapata tampoco. Los indios tampoco. Me llamo Rigoberta Menchú puede ser traducido como "soy india",
es decir, soy ser humano.
De tal manera que podemos concluir, que pese a los denodados esfuerzos que se
han realizado a través de más de 500 años, sea cual sea
la justificación - porque siempre han encontrado alguna - las culturas
indias de Guatemala han logrado sobrevivir y de hace algunos años, tal
vez desde las tomas de tierras se Sansirisay - que por cierto fueron reprimidas
por el entonces jefe de la base Zacapa (de triste recordación) Efraím
Ríos Mont - y de la masacre en Panzos en 1979, estas culturas han experimentado
una especie de resurgimiento, porque nunca estuvieron muertas, sólo ocultas
por la ambición de sus opresores.
Aunque escritas hace más de sesenta años, las
palabras de José Carlos Mariátegui, que escribiera en el prólogo
de Tempestad en los Andes de Valcárcel, tienen una gran vigencia:
"La fe en el resurgimiento indígena no proviene de un proceso de
'occidentalización' de la tierra Quechua. No es la civilización,
no es alfabeto del blanco, lo que levanta el alma del indio. Es el mito, es
la idea de la revolución socialista. La esperanza indígena es
totalmente revolucionaria." (Mariátegui, 1975: 29)
Aunque suene como un anacronismo, en estos tiempos de la cólera neoliberal,
es más necesario que nunca que la revolución social y para que
esta sea, pasa necesariamente por la revolución de los pueblos indios
de América Latina, pues ésta no echará a andar hasta que
no marche el indio (Martí).
©Franz Galich
Bibliografía
Arriba
- Arias, Arturo, 1979: Literatura y sociedad durante la revolución
guatemalteca 1914-1954, La Habana: Casa de las Américas
- Asturias, Miguel Angel, 1949: Hombres de maíz, México:
Losada
- Burgos Debray, Elizabeth, 1983: Me llamo Rigoberta Menchú y así
me nació la conciencia, La Habana: Casa de las Américas
- Cardoza y Aragón, Luis, 1980: ¿Qué es ser guatemalteco?,
en: Círculos concéntricos, Xalapa: Universidad Veracruzana
- Cardoza y Aragón, Luis, 1986a: El río, novelas de caballería,
México, D.F.: Fondo de Cultura Económica
- Cardoza y Aragón, Luis, 1991: Miguel Angel Asturias casi novela,
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- De Lión, Luis, 1986: El tiempo principia en Xibalbá.
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- Lión, Luis de, 1996: El tiempo principia en Xibalbá,
Guatemala: Artemis-Edinter
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Signo Editores
- Guzmán Böckler, Carlos, 1975: Colonialismo y revolución,
México, D.F.: Siglo XXI
- Guzmán Böckler, Carlos/Herbert, Jean-Loup, 1970: Guatemala,
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Siglo XXI
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guatemaltecos de raíz occidental", en: Tradiciones de Guatemala.
Revista del Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San
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