Anacristina Rossi
Entre los vestigios
Autora costarricense
crossi@amnet.co.cr
En Limón ante la barbería
Son las dos de una tarde de setiembre en Puerto Limón. Port Limón,
Limón Town, como lo llamaban ellos, los afroantillanos. Los que le dieron
al puerto una vida vibrante, densa y exquisita que no se repetirá. La
brisa tibia del corto verano caribe me toca los hombros, me abraza. Reconozco
este abrazo como el de un tierno amigo que me ha acompañado a lo largo
de todos mis años: el verano en Limón.
Estoy frente a la barbería de Alfred Henry, y me angustio.
Alfred Henry es, creo yo, un monumento viviente. Lidera la Universal Negro
Improvement Association, U.N.I.A, desde mediados del siglo pasado, alternándose
con otros que son, como él, monumentos vivientes, o así me gusta
verlos.
Estoy aquí ante la barbería porque hace unas semanas le pedí
cita a Alfred Henry para entrevistarlo y que juntos intentáramos escribir
sobre su vida. Inclusive le mencioné la posibilidad de hacer un libro.
Al principio la idea le gustó. Esta es mi segunda entrevista y me siento
angustiada porque la primera no funcionó bien. No logré romper
la barrera, no logré que se confiara, no pude atisbar los rincones de
su corazón. Nos quedamos en los datos y con datos solamente es imposible
escribir.
No sé a qué se debe la incomunicación o mi incapacidad
para llegar a su alma. Hablamos en inglés porque él se siente
más cómodo en esa lengua. Ahora no solamente estoy angustiada,
también estoy triste porque sé que esa barrera, la incapacidad
de tocarnos el alma, es lo que va a impedirnos escribir el libro.
Espero en la acerca, primero angustiada y triste y después tranquila,
imbuida de cierta fatalidad, de una aceptación de lo inevitable que siempre
me gana cuando llego al Caribe. Es la voz de Sam Nation, periodista limonense
del siglo pasado, que me susura al oído: ... bow to the inevitable...
Así, mientras Alfred Henry, el Maestro Barbero, se desocupa, yo reflexiono.
Pienso que el libro talvez sería posible si Henry,
líder de la U.N.I.A., estuviera de acuerdo en incluir a los demás
oficiales del grupo. Esos oficiales y quizás oficialas, -no sé
si a las mujeres les corresponde el título-, me parecen tan interesantes
como Henry mismo. Tienen entre setenta y noventa años. Son sastres, barberos,
artesanos, algunos incluso han sido funcionarios del gobierno. Las mujeres,
supongo que casi todas maestras, algunas comerciantes. Quisiera entrevistarlos
y escribir sobre todos y todas, pero se me ha dejado claro que eso no es tan
fácil. Por lo tanto, no sé cómo pedírselo, además,
temo ahuyentarlo. El ha establecido claramente su estatus de dispensador de
información. Hay que respetar un orden.
Además, la U.N.I.A. es un movimiento de raza,
como me explicó Henry con una sonrisa: Usted puede visitarnos pero
no puede participar porque usted no es negra ni mulata. Esa conciencia
de raza que exhibe Henry, en un Limón que parece haber perdido su identidad,
me sorprende y me fascina. Me admira también el que esos viejos y viejas
sigan reuniéndose en Liberty Hall, también llamado el Blacks,
con una antigua actitud de secreto iniciático, de importancia trascendente,
que era la característica de las logias, mucho más que de las U.N.I.A.s. Pero quizás habría que explicar brevemente qué
son esas organizaciones.
U.N.I.A.s, logias y asociaciones fraternas
Logias y asociaciones fraternas
Las logias negras, que florecieron en el Caribe y Estados
Unidos entre 1850 y 1950, eran de varios tipos. Algunas estaban directamente
afiliadas a las logias masónicas blancas, como la Orden de los Mecánicos
Ingleses o Escoceses-. Otras provenían de las sociedades fraternas
y benevolentes comunes en Inglaterra en siglos pasados. Otras, como las Oddfellows
o las African Lodges, provenían de las primeras logias masónicas
africanas fundadas en Estados Unidos, como las de Peter Odgen. En todo caso,
las logias negras parecen ser una mezcla de la tradición masónica
y de la tradición de autoayuda europeas, y del espíritu de las
sociedades secretas del oeste africano como por ejemplo las sociedades poro.
En el Limón de la primera mitad del siglo veinte, y según apreciaciones
de Alfred Henry y mis propios conteos en los periódicos en inglés,
las logias y asociaciones fraternas eran más de cuarenta, para una población
de aproximadamente cincuenta mil afroantillanos. Estas logias y asociaciones
exigían de sus socios una cuota mensual y realizaban constantes actividades
culturales y recreativas. Cuando un socio se encontraba en problemas o moría,
la logia o asociación le pasaba un estipendio o una subvención,
según. Los trajes eran distintivos de cada logia, así como el
estilo del edificio. Por ejemplo, en el caso de las logias de Mecánicos,
la sala de reuniones secretas estaba pintada en azul y dorado imitando un cielo
lleno de constelaciones. Esa pintura simbolizaba los mecanismos celestes, origen
de su nombre.
Estas organizaciones eran de mujeres, de hombres o mixtas y algunas estaba asociadas
a una congregación religiosa.
U.N.I.As
Las U.N.I.A.s son las ramas de la Universal Negro
Improvement Association, fundada en 1916 en Kingston y luego en Nueva York
por Marcus Garvey (1887-1940), líder negro creador de un movimiento que
se propuso devolver a los negros de la diáspora su dignidad, su orgullo,
su grandeza perdida, y tratar de restituirles sus raíces africanas. Su
organización, en todos los países en que se estableció,
creó empresas comerciales, industriales e intelectuales puramente negras,
y Limón no fue una excepción. Garvey luchó por conseguir,
en África, un país para que los descendientes de ex esclavos pudieran
regresar. En esto falló, pero sin duda alguna su movimiento inspiró
y fortaleció la ola de descolonización que devolvió a los
africanos el gobierno del continente. El grito de guerra de Garvey: Africa
para los africanos, empezó en Harlem, resonó por todo el Caribe
y Estados Unidos y cruzó el mar hasta Sudáfrica, Kenya y lo que
fuera Costa de Oro -hoy Ghana.
Los negros de Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Honduras
y Guatemala fueron fieles seguidores de Garvey. En Costa Rica, el movimiento
se fundó en 1919, bajo el liderazgo de Teófilo Fowler, John Ivey,
Charles Bryant, Hart y otros. Rápidamente se extendió por toda
la provincia, y en 1921 ya había ramas hasta en Puntarenas y en San José,
como testimonia este artículo publicado en The Negro World, periódico
de Garvey que consulté en la Universidad de California en Los Angeles:
San José, June 18, 1921
Unveiling of Charter of San José Division of U.N.I.A.
& A.C.L.
The Charter was unveiled at the Club de Obreros
The
meeting was called to order by President David Rodrigues [sic] at 8 p.m. The
Hymn From Greenland´s Icy Mountains was sung, followed by
short prayer from Mr. Marcelo Richardson, Chaplain of the Division. Mr. Marcelo
Richardson made a speech urging every Negro man and woman, boy and girl, to
do their part in this great cause
The Charter was unveiled by two children, Master G. Boyd
and Miss Nelly Rodrigues [sic]...
Mr. Thomas, secretary of the Honorable Advisory Board of
the Siquirres Division, was introduced and made a rousing speech, urging the
members especially to be faithful, and to stand firm and be ready for action
for blood must be shed for the redemption of Africa. Some war to get those white
belly squatters out of Africa...
S.A. Banton of the Siquirres Division, said that the fact
that a boy and a girl had unveiled the Charter meant that it is men and women
that have to do the work.
Song and march by Black Cross Nurses and The Valiant Soldiers
Orchestra.
Mr. Malcolm Anderson, Chairman of the Honorable Advisory
Board of San José, said the New Negroes know no retreat. Onward,
upward is our forward cry...
De nuevo ante la barbería
Esperando que Alfred me haga pasar, pienso que en 1922 se
puso la piedra angular del Liberty Hall de Limón, hoy conocido
como el Blacks, hermoso edificio que se construyó con el trabajo
y el dinero de todos los miembros, fruto palpable de ese espíritu de
solidaridad y autoayuda que los caracterizaba. La barbería de Henry está
al lado, y su oficina, allí donde me atiende, en la parte baja. Henry
tiene a su cargo las llaves y el cuido del edificio, declarado Patrimonio Nacional
durante el gobierno de Oscar Arias (1986-1990).
Alfred Henry se asoma y me hace una seña para que entre a la barbería.
Vuelvo al presente.
La barbería de Henry no se parece a ninguna otra en Costa Rica, pues
es una especie de museo que lo retrata: un negro cosmopolita, como tantos en
el Limón de principios del Siglo XX, cuando constituían la comunidad
más culta del país.
Alfred Henry estudió el oficio de barbero en Nueva
York. En la pared está su título: Master Barber. Henry
es perfectamente bilingüe y se mueve a gusto en ambos universos culturales
y lingüísticos. Observar lo que hay en su barbería es un
deleite:
En una esquina vemos un gran afiche con los principales héroes de Jamaica:
Paul Bogle, Garvey, Bustamante, Manley. Luchadores, profetas, visionarios, punto
de referencia obligado para los negros de origen jamaiquino. Mirando el afiche
pienso que me faltan las mujeres: Kuba, la que peleó incansable por la
emancipación; Nanny, la cimarrona rebelde que fundó Nanny Town.
Cerca de Manley se podría poner a Louise Bennet, la poeta. Se me ocurren
esas mujeres, sin duda habría otras.
En la pared opuesta hay un gran afiche de Garvey con un casco emplumado. Abajo,
una vitrina con libros de filosofía e historia. Pero ya Alfred Henry
me llama, vamos a empezar. Entramos a su oficina. Comentamos, como siempre,
el hecho extraordinario de que la asociación de Garvey haya funcionado
casi sin interrupción desde 1919. Henry cree que eso es único
en el mundo. Yo asiento. No comentamos lo que leí en periódicos
a los que él quizás no tuvo acceso: los pleitos fratricidas de
la organización, los largos períodos en que fue capturada
por líderes inescrupulosos como Juan Mitchell, que convirtieron parte
del edificio en bares y bailongos. Pero bueno, esa era la época de la
discriminación y del swing, y quizás una llevaba a lo otro. Los
negros bailaban sin cesar, talvez como refugio en una Costa Rica que no los
quería.
Alfred Henry me cuenta que él fue bailarín. Yo le digo que lo
sé, lo leí en los periódicos. Me explica que tenía
su trouppe, y daban su espectáculo en los teatros de Limón el
Colón, el Arrasty-, en San José, y hacían giras por los
países vecinos. Cuenta también que hasta hace poco aún
bailaba y daba clases: rumba, swing, foxtrot, quadrille. Ya no. Le ocurre que
se cansa.
Nos quedamos en silencio.
Lo imagino: con sombrero de pita y bastón, zapatos
negros con blanco o blancos, tacón cubano, y sus mujeres con vestidos
descotados, de enagua volada. Lo imagino en ese Limón maravilloso que
ya no es, donde todos cantaban con sus voces magníficas, blues, espirituales,
himnos, y vestidos como reyes se echaban a la calle. En ese instante me pregunto
cómo sonaría el famoso Liberian Blues, una canción
que compusieron alrededor de 1952, cuando Stanley E. Dixon intentó regresar
al África con un grupo de limonenses, tentativa que provocó la
división en la U.N.I.A de Puerto Limón y la oposición
obstinada de este hombre que tengo frente a mí, Alfred Henry.
Yo no quería regresar al África,
me dice Henry. Nosotros queríamos una asociación de la raza
pero en Limón, en Costa Rica. La U.N.I.A. no es un movimiento
de nacionalidades, es una asociación de raza, para la raza, en cualquier
país.
Nos quedamos en silencio de nuevo. De pronto, como si me leyera la mente, Alfred
Henry me dice: Teníamos más de cuarenta organizaciones fraternas
y logias. Era un Limón muy activo. Teníamos debates, concursos
de oratoria, rallys literarios, obras dramáticas. Ya todo eso desapareció.
¿Por qué? le pregunto. Porque esas asociaciones
antes nos eran necesarias. No teníamos seguro social, nada. Entonces
pagábamos una cuota y así el que se enfermaba recibía un
estipendio. Pero para poder recibirlo todos debíamos colaborar. Debíamos
permanecer unidos, no había más remedio.
Pero, ¿por qué desaparecieron las organizaciones?,
insisto. Pues por eso, por la Caja Costarricense del Seguro Social. El
Seguro dio a los negros beneficios mayores que los que ellos lograban manteniéndose
juntos.
Yo asiento y me pregunto, ¿sería eso lo que mató aquel
Limón literario, aquel Limón elegante, africano, jamaiquino y
británico? Estoy segura de que no fue solo eso. Creo que murió
también porque las autoridades costarricenses obligaron a los negros
a renunciar a su triple identidad, y porque se terminó el Imperio Británico.
Y quizás por muchas otras razones que apenas ahora estamos empezando
a ver.
Es hora de que me vaya, y si al principio de la entrevista
sufría de saber que no lograremos hacer ese libro, ahora sufro porque
sé que no me atreveré a darle mi última novela, Limón
Blues, crónica de ese mundo perdido que le pertenece mucho más
a él que a mí. Una barrera nos separa y nos separará siempre,
un agudo dolor.
Salgo a la calle, al sol amielado del verano caribe y por
un momento creo ver a los oficiales de la Pearl of Limón Lodge vestidos in full regalia: sacos azules, botones dorados. Por un momento también
tengo la ilusión de que me voy a topar con Sam Nation, elegante, con
esos trajes que le confecciona Petgrave, en Siquirres. Petgrave que se pone
saco y corbata cada vez que se sienta a la mesa a comer.
Pero no. Ya no. Lo que topa conmigo es un grupo de muchachos y muchachas negros
riendo en español, y un señor que me vende una frutadepán.
A pesar de que sé positivamente que añorar el esplendor pasado
de cualquier comunidad es un ejercicio ideológico e inútil, se
me vienen las coplas de Jorge Manrique, que parecen calzar a mi nostalgia casi
literalmente:
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invención
como traxieron?
...
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos
sus olores?
...
¿Qué se hizo aquel trobar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar
y aquellas ropas chapadas
que traían?
Advertencia de la autora: este artículo
son reflexiones libres y sentimentales sobre el vínculo con el presente
de una investigación histórica en curso, cuyo material básico
son los periódicos en inglés publicados en Limón entre
1903 y 1952.
© Anacristina Rossi
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